A mi señora le encanta socializar, pero ... (2)

Vamos avanzando con Ali. Y viene mi compañero Roberto, interesado por las cosas que le conté, en socializar con mi señora.

A mi señora le encanta socializar, pero es un poco ingenua. (2)

Por Lado Oscuro 4 ( ladooscuro4@hotmail.com )

Capítulo 1. Alicia conoce a Roberto, un compañero mío de trabajo.

Le había contado a Roberto sobre la gran labor socializante de Alicia, y el se mostró muy interesado en conocerla. Creo que terminó de decidirse cuando le conté como había socializado a ese muchachón vecino en la terraza, donde se habían citado para colgar la ropa, cuando subíamos en el ascensor. Me llamó la atención en ese viaje que ella rozara al muchacho con su culo, tan insistentemente que al pobre se le produjo una erección que no podía ocultar. Pero comprendí que ese era el modo de mi Ali de entusiasmarlo para que subiera a socializar con ella. Y evidentemente funcionó, porque el muchacho subió a la azotea como un solo hombre. Ahí pude constatar, escondido detrás de unos bultos, la gran actuación de mi mujer, que con total altruismo dejó que el muchacho le manoseara sus enormes pechos, mientras ella fingía volverse loca del placer. Ella estaba decidida a socializar con el pobre muchacho, y si para ello debía dejarse abusar sexualmente, pues bien, no se iba a arredrar por eso. El muchacho la besaba vorazmente en la boca y ella actuaba como si lo disfrutara. No sólo eso, sino que tomó la iniciativa llevando su mano hasta el inquietante gran bulto de él, cosa que el muchacho sintiera que ella colaboraba.

Vi que Roberto se impresionó cuando le conté como Alicia le sacó el erecto miembro afuera a ese muchacho, para que él pensara que ella lo deseaba. Roberto concordó conmigo en que esa había sido una jugada maestra. Pero después, cuando le conté como el muchachón la ensartó por su redondo culo, Roberto soltó un silbido de admiración: "¡¿Y ella se lo recibió?! ¡Qué entereza la de esa mujer!" Y le brillaban los ojos. Alicia había dejado que el vecino le serruchara el orto hasta descargarle la leche adentro y luego, recriminándole lo mal que se había portado, ella se arrodilló y le chupó la pija, dejándosela completamente limpia y parada. Y después se tiró boca arriba, con las piernas bien abiertas y le pidió al chico que no siguiera abusando de ella. Lo cual era una jugada perfecta para incitarlo y hacerle pensar que él tenía la iniciativa. "¡Qué gran actriz!" Roberto pensaba lo mismo que yo, y cuando le conté como ella fingió toda una cascada de orgasmos, para darle confianza al joven vecino, la admiración de Roberto llegó hasta producirle una erección, cosa que no me molestó, ya que a mí me había pasado lo mismo. "¡¡Tengo que conocer a esa mujer!!" dijo entusiasmado. Así que esa noche lo llevé a casa para que la conociera.

Llegamos justo cuando el muchacho amigo del vecino estaba saliendo del departamento y me saludó en forma algo esquiva. Alicia estaba ordenándose la ropa y su cara, aunque un poco despeinada, relucía de colores.

-Ali, te presento a Roberto, un compañero de trabajo que está muy interesado en tus actividades socializantes.

-¿Ah, sí?-

-Tanto gusto señora.

Alicia adoptó algunas de sus actitudes sexies que usaba cuando alguien le caía bien. Lo que me alegró, porque había temido que no congeniaran con Roberto.

-¿Y qué es lo que quiere saber?

-Todo. Empiece contándome sobre sus actividades socializantes.

Alicia sonrió encantada.

-Bueno, yo no soy discriminativa con respecto a la gente que socializo. A mi me gusta socializar con todos.

-Siempre que sean varones…- acotó Roberto con una sonrisa.

-No exactamente, me encanta socializar con hombres de todas las edades, pero también socializo con mujeres, aunque en ese caso las prefiero jóvenes.

-¿Me está diciendo que también socializa con mujeres? Roberto se había inclinado hacia delante demostrando su interés.

-¡Y cómo! ¡Mujer que me cae bien me la socializo!

-¿Y todas cooperan?

-Bueno, a veces las tengo que convencer, pero con un poco de insistencia todas se dejan socializar.

-Contale de la chica del tercero, cielo- intervine para ayudar.

-¡Qué trabajo que me dio, la desgraciada! ¡Al principio se me resistió, diciéndome que ella sólo quería socializar con el marido!

-¡Qué cosa!- comentó Roberto, un poco desconcertado por la historia.

-Entonces empecé a visitarla todas las tardes, cuando el marido no estaba

-¿Y?

-Al final comenzó a aflojar. Fue cuando le mostré como mis pechos pueden sostenerse sin corpiño.

-¿Ah, sí?- Involuntariamente Roberto se relamió los labios.

-¡¡Sí!! ¡Porque le hice revisarme los pechos bien de cerquita!

-¿Muy de cerquita…?

-¡¡Muuucho!! Se puso un poco bizca la pobre. Pero ahí yo vi que se estaba interesando en socializar

-Claro, puedo comprenderlo.

-¡¡Y después, levantándome la faldita, le mostré como mis nalgas estaban paradas sin necesidad de usar panties elevadores!!

-Ah, ¿Usted no usa panties elevadores? Yo hubiera supuesto que sí

-Ay, gracias, que gentil

-Faltaba más. Me encanta ser gentil con usted

-Ay, Guillermo, ¡qué simpático amigo trajiste a casa!

-¿Viste, amor…?, yo sabía que te iba a caer bien.

-Sí, estoy segura de que vamos a socializar

-¡No sabe cuánto me gustaría, Señora…!- La voz de Roberto se había puesto un poco ronca.

-Bueno, la cuestión es que la chica, cuando vio mis nalgas redondas, separadas apenas por una tirita, se puso muy nerviosa. Y yo, para tranquilizarla acerqué su cabeza frente a mi culo.

-¡Q-qué int-interesante…!- no pudo menos que comentar Roberto, sin advertir la erección que se había producido bajo sus pantalones. Pero Alicia sí que la advirtió, y fue su turno de relamerse los labios.

-¡No van a creer lo que pasó! ¡De pronto esta joven señora aferró con ambas manos mis caderas y comenzó a besarme el culo!

-¡Qué momento difícil…!

-Bueno, "difícil" no es la palabra. Porque cuando sentí su lengua metiéndose en la raya, me emocioné de la sorpresa.

-¿Se emocionó?

-Bueno, quizá "emoción" tampoco sea la palabra. La cuestión es que para no interrumpir el principio de socialización, la dejé darse el gusto. Y me permanecí de pié con la cara de ella enterrada entre mis glúteos, dejándome hacer para no arruinar el momento socializante.

Sin darse cuenta, Roberto había comenzado a acariciarse el bulto a través del pantalón. Al advertirlo Alicia sonrió de oreja a oreja. "¡Que sensible es tu amigo, Guillermo! ¡Qué bien sabe escuchar!"

Yo no dije nada, para no hacerle pasar vergüenza a Roberto.

-La cuestión es que a mí me fue subiendo la emoción, y ella estaba a mil. ¡Podía sentir sus gemidos allí abajo! Entonces, para que viera que yo no estaba molesta comencé a darle culeaditas en la cara.

Roberto se estaba amasando el bulto con ganas. -¡¡Siga, siga!!-

-Bueno, que estuvimos socializando toda la tarde

-¡Todo un éxito!- comenté yo. Me sentí un poco intranquilo al ver el modo en que Roberto se estaba apretando el grueso tronco que se le marcaba a través del pantalón. -¡Se-señora… me gus…ta…ría ha… ber vis…to como ocurrió todo…!

-¡Por mí encantada! ¡Pero entonces tuteame, Roberto! ¡Arrodillate ahí!

Y levantándose la faldita puso su divino culo frente a la cara de Roberto. Tuve que contenerme para no reír de la expresión de adoración con que mi amigo admiraba el culo de mi mujer.

-La única diferencia es que ahora no llevo puestas braguitas, porque recién vino el amigo del muchacho del segundo y no tuve tiempo de ponérmelas de nuevo porque llegaron ustedes… Espero que no te moleste Guillermo

E inclinándose un poco le plantó el culo contra la cara. Roberto no atinó a contestar nada, hundida su cara entre los espléndidos glúteos de mi señora.

-Bueno- continuó ella explicando –y le empecé a dar culeaditas así

Y ante mis ojos Ali comenzó a culearle el rostro a mi amigo, que se había prendido a sus caderas con ambas manos, como la vecina.

Alicia comenzó a ponerse colorada, y con los ojos humedecidos, me dirigió una tímida sonrisa. –Tu amigo me es… tá metien… do… la lengua… Guille… ¡y la tie… ne… muy… gor… da… !-

A pesar de que sabía que sólo se trataba de una reconstrucción de los hechos para ilustrar a Roberto de cómo habían ocurrido las cosas con la vecina, la escena me había producido una erección. Alicia me la vio, con sus ojos algo turbios, y me sonrió nuevamente. Aún pese a las contracciones involuntarias de su vientre. -¡Es… que… tam… bién… la… la… tie…ne… muy… laaarga…!- jadeó, mientras se quedaba con el culo quieto, muy abierto, con ambas nalgas rodeando la cara de Roberto.

-¡Y… como… la… mue…ve…!- Y de pronto comenzó su colosal imitación de una cascada de orgasmos, con su gran culo rebotando contra la cara de mi amigo.

-Y así fue todo- concluyó alejándose de Roberto, quien quedó de rodillas, con una expresión alucinada y una terrible erección en sus pantalones. Alicia lo ayudó a pararse. De pié la erección se veía aún más poderosa y la cara de Roberto aparecía roja y contracturaza, con los ojos vidriosos. Y mi amigo se tambaleaba en una estabilidad dudosa. Y Alicia me dirigió una mirada de conmiseración. -¡No puedo dejarlo así, Guille…!

Comprendí que era cierto, mi amigo parecía tener pajaritos dándole vueltas a la cabeza. Era un espectáculo lamentable. Y para qué estamos los amigos

-Está bien Ali, mostrale como socializás con el carnicero

-¡Gracias, amor!- y sin pérdida de tiempo dejó la tranca de mi amigo al aire, casi apuntando hacia el techo.

Y agarrando su enhiesto pedazo lo guió hacia el agujero de su soberbio culo, y con un hábil movimiento se enterró un pedacito, yo diría el glande entero. Eso bastó para traer a la realidad a mi compañero que, sin pérdida de tiempo comenzó un apasionado serruchar en el generoso orto de mi chica, quién lo acompañó con gemidos y jadeos, para que el pobre creyera que la estaba haciendo gozar. Roberto se movía con la energía de un perro, y pude ver como los ojos de Ali, primero se humedecían, luego se volvían turbios y finalmente vidriosos mientras su boca abierta interrumpió el último jadeo en lo que pareció una perfecta imitación de un orgasmo. Mi amigo, atrás, seguía con su frenético mete y saca, mientras con sus manos se aferraba a los voluminosos pechos de mi amorosa. Alicia lo acompañó, reanudando sus jadeos y gemidos con una intensidad y frecuencia cada vez más creciente. -¡Cre… creo… q-que… ya… se … es… tá… sin… tien… do me… jor… ¡ ¡Y-yo lo… es… toy… si-sintien… do ba-bár… baro…!- me dijo entre jadeos, tratando de enfocar sus extraviados ojos en los míos.

Unos momentos después, mi amigo apretó su pubis contra el culo de ella y después de una serie de entusiásticos empellones se quedó quieto con una expresión de éxtasis en el rostro. –Cre-creo… que… y-ya… es… tá… aca…ban… dooo…- me explicó Alicia, para tenerme al tanto de la situación. -¡¡¡Síii… ya es… toy… sien… tiendo… los… chorros…!!! ¡¡¡¡Madre mía… me… está… llenan… do el culo de le…che…!!!!

Y ahí se mandó otra tremenda imitación de un desenfrenado orgasmo. ¡Qué gran actriz, mi mujercita…! Me maravillé por el altruismo con que encaraba su función didáctica.

Cuando Roberto la desenchufó, su tranca salió con un ¡plop! Totalmente cubierta con su propio esperma. Alicia lucía un gran hoyo en su ojete, y eso me pareció real y no una imitación, y pude ver como le iba saliendo el semen, espeso.

Alicia se agachó y metió el nabo, todavía erecto, dentro de su boca. "Eso lo hace para limpiarte el miembro…" le expliqué a Roberto, para que no se perdiera detalle de las acciones. La boca de Alicia parecía empeñada en una laboriosa mamada. Cuando la sacó del nabo de mi amigo, este se encontraba nuevamente empalado.

-Bueno, esto fue lo que pasó con el chico del segundo en la azotea- explicó Alicia. –Y después yo me tiré así, de espaldas, abriendo bien las piernas, con las rodillas levantadas, y le pedí que no siguiera abusando de mi, porque yo estaba enamorada de mi marido y eso debe haberlo incitado, porque el muchacho se me vino encima y me enterró su larga, gruesa y dura tranca ¡¡asíiii , justamente asíiii- dijo aferrando con ambas piernas la cintura de Roberto que estaba afanosamente reproduciendo la escena que le estaban contando, en su afán de aprender lo que Ali le estaba explicando. Y ella reprodujo todos los jadeos y gemidos que le había escuchado en la azotea mientras el muchacho la serruchaba. Y otra vez hizo su simulación de la gran serie de orgasmos, con lo cual ayudó a Roberto a alcanzar el suyo.

Luego que él se repuso y guardó su miembro en sus pantalones, Alicia continuó: -lo que no te expliqué es el modo en que aquel muchacho me besaba y amasaba las tetas, otro día si querés te cuento bien

-S-sí claro, otro día vengo y me continúa explicando señora

-¡Ya te dije que no me llames "Señora"!- se rió Alicia apretándole juguetonamente el todavía semi-erecto nabo a través del pantalón- Ahora que hemos socializado, llamame "Alicia"!

-Bu-bueno, Alicia- musitó Roberto.

-¡Te acompaño hasta el colectivo, amigo!- le dije palmeándole la espalda.

-Gracias, pero mejor tomo un taxi.

Lo acompañé hasta que llegara el taxi. -¿Y? ¿Qué te pareció mi señora?-

-¡¡Tremenda!! Quiero decir, muy buena persona, muy simpática.

-¡Y muy altruista!- agregué yo.

Llegó el taxi y Roberto entró en él. -¡Contales a los muchachos de la oficina, así ven que yo no mentía!-

-Van a querer venir todos- me dijo, a través de la ventanilla. Y el coche arrancó.

Cuando entré, Alicia me recibió rebosante de alegría. -¡Muy buen tipo, Roberto, mi amor!- y me agarró la poronga. -¡Vi la erección que te produjo ver como socializábamos!- dijo, acariciando a través del pantalón mi poronga todavía gorda. -¡Me encanta que seas tan comprensivo! – y a medida que me la apretaba se ponía dura como una roca.

-Vení, sentate- dijo llevándome hasta el sofá, y sentándose arriba de mi bulto, -¡después vamos a coger en forma, pero ahora hay que resolver esto urgentemente!-

Y comenzó a remover su escultural culazo en círculos contra mi regazo. Me hacía rotar el nabo en círculos produciéndome unas sensaciones increíbles. Ella sabía lo que hacía, y muy pronto me tuvo derramándome abundantemente en mis pantalones.

Y agarrándome el nabo por el ahora pringoso pantalón me llevó al dormitorio y me demostró su agradecimiento por mi comprensión hacia su gusto por la socialización.

Quedé de cama, en la cama por suerte, pero mientras me iba durmiendo, una duda rondaba mi cerebro: ¿era sólo por altruismo que Alicia se socializaba a todo el mundo…? ¿O sería que además le gustaba…? "No creo", pensé, "si le gustara me sería infiel" y me sumí en las tinieblas del sueño.

Estoy muy contento con mi señora, y agradezco las muchas ofertas de los señores lectores para socializar con ella. El mundo está lleno de altruistas. Me encantará leer tus comentarios, si me escribes mencionando este relato a ladooscuro4@hotmail.com . ¡Hasta pronto!