A mi novia le encanta pajearme sin usar las manos

A Margarita le encanta el sexo. Pero en vez de ser penetrada prefiere la masturbación creativa, especialmente de su novio.

A mi novia le encantaba pajearme sin usar las manos.

Por Lado Oscuro 4 . ladooscuro4@hotmail.com

Capítulo 1. Conocí a Margarita en un baile.

Recién acababa de conocer a Margarita, que me presentó una amiga mutua. Luego se fue, dejándonos en la semipenumbra alrededor de la pista de baile. Sorprendentemente, Margarita acomodó su enorme culo contra mi bragueta, lo cual me produjo en pocos instantes una erección. Ella movió sus glúteos contenta, como diciéndome que le gustaba mi palo. Y comenzó a efectuar pequeñas rotaciones a derecha e izquierda, con su culo frotándome el nabo. Yo, sorprendido y tenso, la agarré por la cintura, y ella, sacando más el culo acentuó las frotaciones con movimientos circulares. La situación me excitaba muchísimo: ¡me estaba masturbando con el culo a través de las telas de nuestras ropas en medio de la gente y frente a la pista de baile!

Su pollerita suelta me permitía sentir el interior de sus nalgas en cada rotación. Ella disfrutaba enormemente de su dominio. "Mar... ga... ri... ta..." balbuceé con voz ronca. Y ella se levantó con movimiento rápido la parte de atrás de su faldita atrapando entre sus redondos glúteos mi polla a través del pantalón. Y comenzó a pellizcármela con los globos de sus nalgas. Tam tam tam. Parecía que estaba decidida a llevar el asunto hasta el fin, y sabía que yo no podía –no quería- impedírselos, atrapado como estaba por las sensaciones deleitosas en mi pene. Miré a mi alrededor, temeroso de que alguien nos estuviera observando, pero no pude distinguir gran cosa porque mi mirada se había vuelto empañada, y los latidos de mi corazón parecían reventarme el pecho. Tam tam tam, seguía Margarita. Yo me quedé, totalmente entregado a los apretones de su culo.

Y ella aceleró sus pellizcos llevándome la verga todavía más adentro de sus cachetes, tam tam tam tam tam ¡TAAAMMM! Y de mi verga comenzó a chorrear el semen, enchastrando mi pantalón. Entonces bajó su pollera, me miró con una deliciosa sonrisa y tomándome de la mano me dijo "¿bailamos?" y me llevó al centro de la pista. Una vez frente a frente me escudriñó la cara con expresión divertida "¡Mi cielo, tenés los ojos vidriosos...!" y levantándose ahora el frente de su faldita apretó su caliente entrepierna contra mi nabo vencido. "¡Mmm..., qué mojadito, mi vida... !" Y apretándome con sus sabrosos pechos, y dándome acariciadores apretones con el interior de sus muslos fue consiguiendo ponérmela nuevamente al palo.

Desde entonces mi pasión por esa chica no terminó nunca.

Capítulo 2. Y nos pusimos de novios.

Una noche estábamos ya por despedirnos en el zaguán de su casa cuando sacando afuera del pantalón mi poronga dura, empuñándola con su mano comenzó a refregarla a través de la tela contra su coño. En menos de un minuto me vine copiosamente descargando mi semen espeso en el frente de sus braguitas. Me dio un apasionado beso de lengua, como en agradecimiento, y entró en su casa. Me quedé completamente boludo por lo que me había hecho.

Capítulo 3. También se pajeaba conmigo, sin usar las manos.

En los demás aspectos nuestro noviazgo era completamente normal. Íbamos al cine, íbamos a bailar, charlábamos, paseábamos. El único problema es que no quería tener relaciones normales. A ella le gustaba la cosa perversa de la masturbación sin manos. Me tenía loco de deseo. Y ella, sabedora de esto, manejaba nuestras relaciones a su antojo. Y se le ocurrían siempre cosas nuevas e inesperadas. Por ejemplo, yo creía que a ella sólo le gustaba pajearme, y que después, as olas, se haría sus propias pajas, ya que nunca me dejaba meterle mano en la concha. Pero no era del todo cierto.

Por ejemplo, otra noche en que estábamos apretándonos en el zaguán de su casa, me sorprendió nuevamente con una de sus arrebatadas ocurrencias eróticas. Se levantó la pollerita, no llevaba bragas, y comenzó a frotarme la concha contra mi duro nabo a través del pantalón. ¡Se estaba pajeando con mi bulto! Los jugos de su concha me iban enchastrando el pantalón, y entre sus salvajes frotaciones y el intenso calor de su intimidad, a los dos minutos me corrí en mis pantalones uniendo mi semen a sus jugos. Me apretó fuerte cuando sintió que me corría y, con la concha abierta montando mi nabo pulsante, se corrió intensamente. Luego me dio un apasionado beso y se fue por el corredor ondeando el culo, y se metió en su casa. Me quedé tan enchastrado y conmocionado que tardé un rato en animarme a salir a la calle.

Capítulo 4. Sus locas pajas en el cine.

Una tarde que fuimos al cine jugó conmigo un revolucionario estilo de paja. Ya apagadas las luces y comenzada la película, sentí un roce en la cabeza de mi miembro. Pero no de una mano, sino algo inusual. Cuando bajé la mirada vi que había hecho un cilindro con el programa, y con él me estaba tocando el nabo. Nunca había sospechado que algo así podía ser erótico. Pero la insistencia de su roce fue produciendo sus efectos, y pronto mi nabo se había parado dentro de los confines del pantalón. Yo suelo usar pantalones náuticos que, por suerte, dejan mucho espacio, así que mi nabo se paró sin restricciones. Y ella, con maestría, fue siguiendo la erección acariciando insistentemente la cabeza con el cilindro de papel. A los pocos minutos ya no podía prestar atención a la película. Y habiéndome llevado a una categórica erección, ella continuó sin prisa y sin pausa brindando su insistente caricia, acertando con matemática regularidad en la misma zona de la cabeza de mi nabo.

La respiración comenzó a entrecortárseme y yo a desesperarme. El ritmo mecánico que ella imponía a cilindro de papel, tenía algo enervante, ya que ella no alteraba el ritmo de su implacable frotación con el papel a través de mi pantalón. Yo veía que eso me iba a llevar inexorablemente a un orgasmo, pero la lentitud e indiferencia con que avanzaba el proceso era exasperante. Traté de distraerme, pensar en otra cosa, pero el ritmo de la caricia seguía y seguía, chac chac chac chac... Mi corazón latía cada vez más apresuradamente y la desesperación de no poder llegar me ponía en una situación de clara sumisión a esa chica, que seguía imperturbable con su mecánica caricia. Chas chas chas chas... La miré: ¡para colmo parecía absorta en el film! Chas chas chas chas chas... Sentí que mi nabo se endurecía aún más, chas chas chas chas chas... y de repente mi nabo estalló, pulsando semen a borbotones dentro de mi pantalón. Quedé completamente derrengado sobre el asiento, con la respiración todavía muy agitada.

Cuando terminó la función no sabía como hacer para levantarme sin que se me notara la mancha de semen en mis pantalones. Imperturbable, Margarita parecía ajena a lo que me había ocurrido, sin siquiera mirarme ni hacer comentario alguno.

Capítulo 5. ¿Alguna vez te hicieron una paja con una tirita al estilo boy scout? A mi sí.

Yo estaba cada vez más desconcertado con esa chica. Una tarde que no estaban sus padres estábamos charlando en su dormitorio. Una cosa llevó a la otra y pronto estábamos besándonos y franeleando. Me dejó sacar mi poronga afuera y me dijo: "Quedate así." Y sacándose la bombachita la plegó formando una tira con ella y la colocó alrededor de mi enhiesta pija a la manera en que los boy scouts rodean una maderita para prender fuego por frotación sobre un grupo de maderitas. Y tomando cada punta con una mano comenzó a darle pequeñas rotaciones a mi nabo, sobre su propio eje. En algunos momentos tensaba ambas puntas, con lo que me daba un lindo apretón, que podía ser dolorosamente fuerte, para luego aflojar ambas puntas para poder correr la cinta hacia más abajo o hacia más arriba, para luego volver a tensar el anillo que la cinta formaba alrededor de mi pene. O la subía y bajaba con la fuerza suficiente como para rozarme el nabo con deliciosos frotones, o, apretando apenas un poco más correr la piel de mi nabo en un movimiento como de paja. Variaba a su antojo de una modalidad a otra, dándole a mi nabo un tratamiento deleitoso y a la vez torturante.

Yo había dejado caer mi espalda contra el respaldo de la cama y con los ojos entrecerrados vueltos hacia arriba la dejaba hacer. Finalmente su extraña paja me llevó a la culminación y Margarita, sosteniendo mi poronga mediante la tensión de las tiritas, puso su boca abierta a la altura de la abertura de mi glande, y sin tocarme, embocó los chorros de semen que enseguida comenzaron a salir de mi nabo, directamente al interior de su boca. Y fue tragándolos uno tras otro, dándose apenas el tiempo para saborearlos. Cuando terminé con los estertores abrí los ojos y la ví relamiéndose los restos de semen en sus labios, con expresión divertida y satisfecha. Esa chica hacía lo que quería conmigo.

Capítulo 6. Pajeado con un codo.

Íbamos a todas partes juntos. Y a veces, claro, debíamos viajar en bus. En uno de estos viajes, compartimos un asiento, y ella tendió un puloversito sobre mi bragueta, y luego se acodó sobre él. A mí me había tocado la ventanilla. Y mientras me charlaba la mar de divertida sobre las cosas que habían ocurrido en su colegio en la mañana, comenzó a mover su codito contra mi nabo, consiguiendo parármelo rápidamente. Nadie que nos mirara habría sospechado nada, ya que todas las manos estaban a la vista y la mano del brazo no acodado de Margarita no dejaba de revolotear en el aire al compás de su charla.

Una chispa de picardía brillaba en sus ojos mientras su codo movía el prepucio alrededor de mi glande hinchado. Yo procuraba que mi cara no delatara el intenso placer que estaba recibiendo, y eso aumentaba el brillo divertido de sus ojos, mientras se empeñaba con toda su picardía en aumentar mis dificultades para disimular el placer. Mientras seguía charlando y charlando con animación y risas divertidas por lo que me estaba contando, que ya no podía yo entender acerca de qué era. Le llevó algo menos de quince minutos ponerme a punto de acabar, y menos de un minuto más rematarme, produciéndome una intensa eyaculación. Por suerte pude taparme con su pulóver cuando dos minutos después bajamos. Ahí me di cuenta que ella había ido graduando su paja conforme a la duración del viaje, y que yo había sido un juguete en sus manos.

Como siempre.

Otro día, si te interesa, te contaré más sobre las creativas formas que Margarita usaba para pajearme sin usar las manos. Me tenía completamente fascinado.

Si querés hacerme llegar tu comentario, mi dirección es ladooscuro4@hotmail.com . Me encantará recibir tu e-mail.