A mi mujer y a mí, nos hicieron el amor
En una fiesta, me disfracé completamente de mujer por idea de mi esposa, conociendo a dos hombres trigueños y bien dotados que aprovecharon la semi borrachera de los dos, nos hicieron el amor y mucho más que eso, como a dos mujeres verdaderas y la verdad es que ella y yo gozamos como nunca lo habíamos hecho antes, conociendo la felicidad sexual.
Soy un hombre de 25 años, de piel blanca, de 1,67 mts, no delgado ni gordo y estómago plano. Mejor dicho, mi cuerpo es bien formado y sin vellos (tal parece que estuve a punto de nacer mujer y a última hora pudo más las hormonas masculinas), en el que resalta increíblemente mis nalgas bien formadas que más bien parecen de mujer. Según mi esposa, cuando me conoció lo que más le atrajo de mí fueron mis nalgas y en verdad, tengo que aceptar que es así, antes me disgustaba que me dijeran eso pero después de lo que les voy a contar, me gusta que me las admiren a escondidas. Mi mujer tiene 22, de baja estatura pero con un cuerpo bien formadito, es decir, es bien dotada físicamente, no es una diosa pero atrae las miradas especialmente por sus caderas anchas y el busto, en su cara resaltan los labios carnosos y los ojos grandes, Usa cabello corto negro.
Cuando me casé me fui a vivir a un departamento contiguo a una barra bar para gente de todas las clases, pero desde un mes atrás, este local se ha convertido en un sitio donde a partir de las doce de la noche, entran gente gay y heterosexual, pero de buena clase social y uno que otro de clase baja. Una noche estando sentado en la puerta de mi casa con mi esposa, tomándonos unos tragos, empezaron a ingresar personas gays en gran cantidad, le pregunté al dueño del local (que después supe también era gay) que cual era la novedad y me dijo que iba a ver un concurso para elegir a la reina de los gays. Al iniciar el concurso mi mujer quiso ver y entramos a mirar, el espectáculo era todo un acontecimiento, había unos maricones que parecían mujer en todo sentido. Bueno, esa fiesta era todos los sábados y por cualquier motivo hacían concursos y nos divertíamos tanto que éramos asiduos clientes de ese lugar, tanto así que empezamos a hacer amistades con ciertos gays de clase.
Una noche me di cuenta que un hombre de aproximadamente 35 años, trigueño y peludo como oso, miraba con insistencia a mi mujer y quería acercarse. Ya entrada la noche, se acercó a la mesa y preguntó si podía sentarse con nosotros, yo no quise y le dije que ya nos íbamos como así lo hicimos. Al día siguiente, el dueño del local me llamó para decirme que el sábado próximo habría un baile de disfraces y que si quería asistir, además, dijo que el señor de anoche le había preguntado por mi mujer y que cómo se llamaba, diciéndole además, que si yo era gay y por qué ella andaba conmigo.
Mi amigo lo dejó con la duda para ver que reacción él tomaba la próxima vez. El viernes que siguió, nos reunimos en mi casa con algunos amigos gays y les comenté lo sucedido, causándoles risa a ellos, pero a mi mujer la noté bastante interesada en el asunto. Unos de los gays me dijo, ay mi vida, pero es que a usted cualquiera lo confunde con ese trasero que tiene, si parece que te pones silicona. Mira, has una prueba, vístete como mujer y me dirás si el espejo miente, es más, si deseas te ayudamos a pintar y te ponemos guapísima y el sábado vas a la fiesta vestido así para ver que reacción causas entre los hombres. Les respondí que estaban locos y ahí quedó la cosa.
Cuando estábamos en la cama, me preguntó: oye, y si hacemos lo que ellos dicen solamente por esa noche, ha de ser divertido verte vestido de mujer y bailar con un hombre, que te parece si lo hacemos, tú siempre tienes fantasías conmigo, ahora dame el gusto a mí. Le dije, y si alguno me reconoce, dijo que como era de disfraces yo me ponía un antifaz y peluca. Ahora creo que la idea me gustó tanto ese momento que mi mujer se dio cuenta e insistió dos horas en lo mismo hasta que me hizo decir que iba a pensarlo.
Al día siguiente, sin yo saberlo, llamó a dos amigos gay y les dijo que estábamos dispuestos a hacer realidad la idea. Se pasaron toda la tarde buscando la ropa más apropiada para mí. Ya en la noche volvieron a la casa y empezaron su tarea de ponerme "bonita". Yo aún no lo creo, pero al terminar su tarea, me llevaron al espejo y casi me caigo de la sorpresa, no me conocía, el espejo me devolvía la imagen de una mujer que hasta yo estuve a punto de creerlo. La ventaja es que mis piernas y brazos no son musculosos, más bien como les dije antes, son delicadas.
Les cuento que los gays me pusieron un vestido negro no muy ajustado que me llegaba hasta la mitad de los muslos, el sostén también negro lo rellenaron con dos senos postizos no tan grandes, unos aretes de pinza para orejas sin perforar, una peluca de pelo un poco ensortijado y por último casi fui obligado a usar una tanga de mi mujer también negra que cuando me agachaba se me metía un lado entre las nalgas y tenía que sacármela desde afuera del vestido, como hacen las mujeres, pero el espejo seguía reflejando unas nalgas bastante atractivas que hasta uno de ellos dijo, si tienes más nalgas que tu mujer. Lo completaron el atuendo con el antifaz.
Sin alargar más el cuento, tengo que ser sincero y decirles que me gustó estar vestido así, aunque nunca imaginé que las cosas iban a llegar tan lejos.
Entramos con mi mujer por la puerta de atrás del local vecino, junto con el dueño del mismo y nos fuimos directamente a la mesa que estaba nuestros amigos gays. El dueño del local había puesto unas luces sicodélicas rojas y la gente bailaba entre gays y en "parejas" . De pronto mis dos amigos gays salieron a bailar una música disco y se movían como mujeres, volvieron a la mesa a sacarme y yo no quise porque argumenté que no sabía si podría moverme como ellos lo hacían, dijeron que los observara.
Al acabarnos una botella, perdí un poco mi vergüenza y salimos todos a bailar, mi mujer me dijo que haga sus mismos movimientos y así lo hice. Poco a poco fui bailando más desenvuelto y movía las caderas y el cuerpo como lo hacía mi mujer. En una de esas, vinieron a la mesa el señor de la semana anterior y otro amigo también trigueño. Saludaron a mi mujer y luego a nosotros. El señor mencionado que le gustaba mi mujer se sentó al lado de ella y el amigo a mi lado, se presentaron y el amigo me dijo que parecía una mujer verdadera. Mi mujer conversaba con el "pretendiente" y la cosa no me estaba gustando porque hablaban muy pegadito y en voz baja. Me levanté y simulando le dije a ella que me acompañara al baño, ellos se rieron y nos fuimos.
Allá nos reunimos con los gays y les comenté la situación. Cuando mi mujer dice, mira, sigamos con el juego que está interesante y si pasa algo pues que pase en nuestra casa y probamos una nueva experiencia. Acepté pero con la condición que nada de sexo. Bueno, los tragos y la ropa de mujer me habían calentado tanto que no me importó lo que pasara y decidí llevar el juego hasta el final. Ya bien de madrugada ellos propusieron ir a otro sitio, es decir mi mujer con su pretendiente y yo con el amigo. Les dije que en la casa de al lado había un departamento de un amigo gay y que podíamos ir allá un rato más. Salí a bailar con mi "pretendiente" y ya en la pista se me declaró diciéndome que le gustaba mucho y que sabía que era hombre pero que le gustaba mucho.
El me tenía de las caderas y yo los brazos en su cuello, ya me había a esa nueva situación. Antes de ir a la mesa él me besó y me gustó tanto que lo seguí besando. Al llegar a la mesa, ellos dos fueron a la barra a traer más trago y mi mujer ya medio borracha me dijo, quien lo creyera, te estabas besando con ese hombre y yo aún no lo he hecho. Bueno "amiga", me dijo, ahora es mi turno, está bien o no. Le dije que solamente besos y ella dijo, besos y caricias mi amor. Volvieron ellos y salí nuevamente a bailar, ya en la pista, veo que viene mi mujer con su hombre. Le puso los brazos al cuello y empezaron a besarse suavemente y luego más atrevidamente.
Otra vez en la mesa, siguieron besándose y manoseándose. El le sobaba los muslos hasta subirle la falda y le metía los dedos en su vagina. Salimos del local y nos fuimos al departamento. Lo que pasó allí fue algo tan increíble que nunca lo olvidaremos. Mientras mi mujer entraba a nuestro cuarto con su futuro amante nosotros nos quedamos en la sala. Le pedí a mi amigo que viéramos como culeaban. Me acerqué a la puerta abierta y vi como la tenían a mi mujer. Estaban haciendo un 69 y ella se le comía la verga a ese hombre y el la chucha a ella. Era un espectáculo muy excitante.
Yo estaba parado en el filo de la puerta pero un poco inclinado con la cabeza hacia el cuarto, cuando empezó mi turno. Mientras miraba lo que le hacía a mi mujer, sentí que "mi hombre" se me pegaba por detrás y me subía el vestido despacito. El me pidió que me inclinara más y lo hice. Justo en el momento que mi mujer iba a ser penetrada por su amante, que dicho sea de paso, tenía una verga bastante gruesa y larga, sentí que mi amante me hacía a un lado la tanga y se ponía a mamarme el culo. Era un gusto indescriptible ver a mi mujer como la tenían clavada hasta el fondo gritando de placer y yo con una lengua que me hacía ver estrellas del gusto. Cuando mi mujer más gritaba, sentí en mi culo algo caliente, miré hacia ese lugar nunca penetrado encontrándome con una pieza de grueso calibre. Me asusté y le dije que no me iba a entrar, él dijo que no me preocupara y comenzó a meterme el dedo, luego dos hasta que lo dilató totalmente y era tanto el gusto que me puse en cuatro, al poco rato sentí un tronco que me entraba despacito y volvía a salir y volvía a entrar.
Empecé a gemir de placer y mi mujer gritaba que se la meta más. Casi enseguida mi amante terminó y yo también, pero lo que no esperaba era lo que pasó. Me fui al baño demorándome unos 10 minutos y al salir me quedé absorto: mi mujer estaba con las piernas en el hombro de su amante y mi amante le tenía la verga en la boca. Me quedé parado viendo esa escena tan excitante. La ponía en todas las poses.
En una de ellas, la pusieron de pié y mientras mi amante se le comía su rica vagina llena de pelos negros el amante de ella se puso por detrás y la penetró con fuerza que la hizo gritar, pero poco a poco se fue adaptando a ese nuevo habitante de sus entrañas que se retorcía gritando y pidiendo más verga.
Al terminar la dejaron en la cama y se quedó dormida profundamente. Salieron a la sala y me vieron ya sentado en el mueble, se sonrieron y se acercaron, me levantaron y el amante de mi mujer se sentó en el sofá, me puso de espaldas a él y me dijo, ven cosita rica, ahora es tu turno, ya tu amiga renunció. Me sentó encima de él y me lo metí despacio. Con todo adentro, empecé a subir y a bajar con la ayuda de él que me tenía cogido de las caderas, mientras mi amante me ponía la verga en la boca. Así me tuvieron unos quince minutos, gozando ellos y yo, después hicieron cambio y yo terminé antes.
Cuando el que me penetraba iba a acabar, me lo sacó y se vació en mi nalgas, el otro hizo lo mismo y yo quedé como mi mujer, totalmente satisfecho. Me bañé y me acosté al lado de ella. La verdad es que fue rico, pero ya no quiero volver a hacerlo, mi mujer dice que mientras gocemos no pasa nada, pero yo no estoy de acuerdo.