A mi hermana le gustan los videojuegos
Un adolescente descubre que a su hermana le gustan los vídeo juegos de una forma muy particular y lo excitante que eso puede llegar a ser. Todo un descubrimiento sexual para él...
Hola, me llamo Vicente, tengo dieciocho años, y necesito explicaros lo que me ocurrió el pasado verano, porque sino voy a explotar, ¡fue alucinante!, y no se lo puedo contar a nadie. En primer lugar, porque no me creerían y después, porque creo que es algo que no puedo ir contando por ahí, que mis amigos tienen una boca chancla que flipas y se puede liar parda... Bueno, vamos a ver si me calmo y os los puedo explicar de forma que se me entienda. Soy un adolescente y ciertas cosas me alteran mucho…
Pues eso, que me llamo Vicente, ya os he dicho mi edad, y vivo en Alicante. Me gusta mucho donde vivo, está muy bien. Mi familia es una familia normal, bueno…o eso pensaba yo. O sea, somos cinco, mi padre, mi madre, mis dos hermanas, (una es mi hermana y la otra mi hermanastra en realidad), y yo, lo que pasa es que mi padre es solamente padre natural de mi hermana María y de mí, pero es padrastro de mi hermana mayor, Melania, que es hija de mi madre, pero de un matrimonio que acabó en divorcio y luego se casó con mi padre, que se había quedado viudo y ya nos tenía a mí y a mi hermana. Vamos que nuestra madre es nuestra madrastra. Supongo que es un poco liado pero de lo más normal hoy en día, ¿no?.
En fin, lo que os voy a explicar pasó entre la última semana de junio y el mes de septiembre de este pasado 2019.
Supongo que antes de seguir lo normal sería dar ciertos detalles sobre donde vivo, como soy yo, mi familia y eso; es lo que a mí me gustaría preguntar si alguien me contara algo, digo yo…
Yo soy muy normal, mi familia es muy normal y vivimos en un piso de cuatro habitaciones, de un edificio muy normal de un barrio muy normal; eso sí, tenemos una terraza con buenas vistas desde la que se ve el mar a lo lejos. No soy un chaval especialmente guapo, ni alto ni bajo, ni guapo ni feo, no voy mal en los estudios pero tampoco destaco, sé que soy espabilado y muy observador, eso sí, porque aunque a veces me traicionan las hormonas, que las tengo muy revolucionadas como es normal para mi edad, en ocasiones consigo que mi entendimiento triunfe sobre ellas y razonar un poco, y, lo de observador, viene porque he descubierto que si te centras un poco, pones atención y escuchas, puedes enterarte de un montón de cosas y, la verdad es que eso lo utilizo tanto en los estudios como en la vida. Supongo que lo único que me queda por decir es que mis padres son buena gente, la verdad, y que para que nosotros vivamos bien, trabajan un montón en una pequeña tienda de frutas y verduras, donde también trabaja mi hermana Melania, y que nos permite vivir con cierta comodidad.
Si, ya sé que el lector/a más impaciente estará esperando una descripción física tanto de mí como de mis hermanas pero, de momento solo haré la mía porque las otras, todavía, no vienen al caso. Para mi edad no estoy mal, supongo, (ya he dicho que normal), mido un metro setenta, y hago mucho ejercicio, aunque no soy un tío musculoso, si, eso es, soy NORMAL. Pelo castaño, ojos marrones y más bien majete. Con las chicas de mi clase y del pueblo donde suelo ir de vacaciones, que son las únicas que he tratado en mi vida, nunca he destacado pero he podido dar algún morreo y tocar un poco, pero no había tenido suerte de poder hacer nada más; eso si, luego caían varias pajas a la salud de la moza en cuestión, pero nunca conseguía triunfar. No había podido ir más allá. Vamos que era un adolescente salido.
En fin, a lo que vamos. Ya habían acabado las clases y lo había aprobado todo, pero sin unas notas espectaculares. Lo justo para que mis padres estuvieran contentos y me dejaran pasar las vacaciones de verano a mi bola. Eran los últimos días de junio, con un calor de la ostia y estaba yo en mi habitación dándolo todo con mi Play, concretamente con un juego en el que simulas que eres un piloto de fórmula uno, (vamos que eres el puto amo), repanchingado en mi sillón tipo imitación asiento coche de competición, con mi camiseta de estar por casa, mi bañador, (con el mismo que luego bajaba a la playa por la tarde), y mis chanclas cochambrosas, y en eso que, como siempre sin llamar a la puerta y sin decir ni media palabra cual fantasma, se coló silenciosamente mi hermana María en mi habitación, dándome un callejón a discreción, por sorpresa, y el correspondiente susto de cojones, y haciendo que mi alter ego en el juego se diese un trompazo de la ostia contra un quitamiedos al salirse en una curva a más de 250 Km/h. A tomar por saco la partida.
- ¡Qué pasa enano!
- ¡Joder María pero qué coño haces!
- Vaya susto te he dado, ja, ja, ja
- Oye, ¿por qué no te vas con las pijas de tus amigas y me dejas en paz?
- Míralo, igual de borde y de tonto que siempre
Tras decir esto, María se abalanzó sobre mí, como hacía desde que éramos niños, sobre todo desde que murió mamá, once años atrás, y dando un pequeño salto se sentó de lado sobre mis piernas, en mi regazo, y continuó dándome collejas y coscorrones a mansalva. A mí hacía tiempo que ese juego no me hacía ni puñetera gracia, en parte porque me parecía humillante que una chica me ganara siempre y nunca pudiera quitármela de encima y también, bueno…porque María tenía ya 18 años y me daba corte cierto contacto físico con ella. No quiero que me malinterpretéis, nunca me había hecho una paja ni nada parecido pensando en ninguna de las mujeres de mi familia, pero es que mi hermana María se había convertido en una preciosidad, casi de la misma estatura que yo, una cara muy linda, con una expresión de no haber roto un plato en su vida, el pelo castaño claro, ojos rasgados color miel, una boca de labios carnosos y rojizos que contrastaban con una piel blanca, perfecta, y una figura con unas formas muy femeninas y todo esto acompañado de una voz sensual, a lo que había que sumar que además era el ojito derecho de mis padres: buena chica, cariñosa, inteligente, buena estudiante, no le gustaba salir y nunca daba ningún tipo de problemas, vamos, la hija perfecta… y la hermana perfecta.
Paró en su afectuoso ataque, se plantó de pie frente a mí con los brazos en jarra y gesto serio y me dijo
- Oye Vicen, (ella me llama así cariñosamente), últimamente estás muy soso y muy borde, ¿te pasa algo conmigo?
- No María que va, es que….
- Es que ¿qué?
- Nada, que me has jodido la partida
- Vaya gilipollez pues empiezas otra, nos ha jodido el niñato…seguro que no es tan complicado. Vamos a ver: ¿a qué juegas?
- Nada, es una especie de simulador como si condujeras un monoplaza de formula uno. Es bastante complicado.
Dije todo esto dándole a mi tono de voz la mayor gravedad e importancia posible, como si ella no lo entendiera y fuese algo al alcance de muy pocos, y por supuesto, no apto para ella que, además, era mi hermana. Pero lejos de conseguir lo que pretendía que era que se largase de mi habitación, el efecto obtenido fue justo el contrario
- Tan difícil no será, ¿o piensas que no soy capaz de hacerlo porque soy una chica?
- Que no, que no es eso, va déjame jugar tranquilo
- Pues no, ahora me explicas como se juega
Y dicho esto tiró de mis brazos y me hizo levantar para ocupar ella mi sitio frente a mi escritorio y la pantalla, y arrebatándome de paso el mando de mis manos, se sentó con expresión muy seria mientras me miraba esperando mis explicaciones. Me di cuenta de que la única posibilidad de recuperar mi tranquilidad pasaba porque descubriera su torpeza y se aburriese del juego lo antes posible o no me dejaría en paz. Le di unas cuantas instrucciones de mala gana y procedió a iniciar la primera partida que, evidentemente, demostraba su falta de práctica, y no paraba de confundir todos los botones y sus correspondientes funciones, circunstancia que se tradujo fielmente en la pantalla en forma de un auténtico desastre. Esto comenzó a exasperarme aún más, hasta que de pronto sucedió algo que lo cambió todo. Tras presionar el botón correcto, el monoplaza de la pantalla arrancó de nuevo de forma descontrolada, lo que se tradujo en las correspondientes reacciones del mando inalámbrico en forma de vibraciones, al chocar o pasar por zonas comprometidas del circuito produciendo que mi hermana, que no lo esperaba, se diese un susto importante y soltase el mando de forma inesperada, como si de una brasa ardiendo se tratase, mando que yo recuperé al vuelo de forma milagrosa
- ¡Qué haces loca!
- ¡pero serás cabrón!, ¿quieres que me electrocute?
- Pero María, ¿qué coño dices “zumbá”?
- ¡Esta cosa vibra!
- Claro joder, es un mando chulísimo y muy caro, y eso lo hace para dar realismo al juego so tonta…además es inalámbrico y no está conectado a la luz…(se lo mostré), ¿lo ves?
- Entonces…¿es normal?
- Claro
- Joder, eso se avisa, menudo susto…¿puedo probar otra vez?
¡Hay que joderse! Cualquiera entiende a las tías; se pega un susto de cojones y en lugar de marcharse quiere volver a probar
- Bueno, pero ponle más atención, porque si tengo que estar mirando y estás todo el rato dándote golpes me voy a aburrir como una ostra…
- Vicen, ¿y dices que esto vibra todo el tiempo?
- Bueno, solo cuando te sales de la parte asfaltada del circuito, tienes un accidente o algo parecido
- ¡Ah!, qué curioso…vale…¿cómo empiezo otra vez?
- Bueno puedes seguir, estás todavía en la partida, pero te llevan como tres vueltas de ventaja, así no vas a ganar nunca
- Ya, pero lo importante es que aprenda primero, ¿no?
- Bueno, como quieras
Y me preparé a quedarme sin Play durante un buen rato. Decidí entretenerme.
- Oye, me voy a por una Coca-cola, ¿quieres algo de la nevera?
No me respondió, estaba como atontada
- María, ¡que si quieres beber algo!
- ¡Ah sí!, gracias, una Coca-cola está bien
Resignado me pasé los tres minutos que me llevó hacer el camino desde mi habitación a la cocina, coger las latas de la nevera y regresar a mi habitación arrastrando los pies, refunfuñando y maldiciendo mi suerte por tener que sufrir esa invasión por parte de mi hermana, no solo de mi intimidad, sino de mi valioso tiempo junto a mi querida Play, tiempo que tanto había estado esperando durante todo el curso. Era el poco rato en que no había nadie más en casa y me lo tenía que fastidiar.
Regresé a mi habitación con las dos latas en la mano y, por un segundo me pareció que mi hermanita se había largado de mi habitación, porque no vi. ni su cabeza ni rastro de ella en el sillón al entrar a mi habitación, pero esa impresión era errónea porque en la pantalla había movimiento y se veía el monoplaza que, por cierto, parecía un cortacésped, siempre fuera de la parte asfaltada del circuito. Me disponía a pegarle la bronca a mi hermana o cachondearme de ella, (o ambas cosas a la vez), cuando la encontré muy acomodada en mi querido sillón, pues se había acomodado dejando resbalar su cuerpo un tanto hacia abajo, con las piernas separadas, de forma que el mando descansaba sobre sus muslos, más bien sobre su bajo vientre, sin necesidad de que lo tuviese que mantener en alto con las manos para no caer.
Joder que rápido se acomoda la cabrona –pensé-. Pero acto seguido, y tras dejar su Coca-cola en un lado del escritorio, al mirar su cara vi. algo en su expresión que me hizo desistir de mi intención de boicotear su partida y echarla con cajas destempladas de mi habitación. Puse mi brazo izquierdo sobre el respaldo de mi sillón de juegos y me quedé al lado de mi hermana; en esa posición podía ver desde arriba sin ser visto, salvo que ella se girase. Observé, eso si, con mucha precaución y me hice una composición de lugar. María seguía jugando de forma desastrosa, de echo el mando vibraba casi todo el tiempo pero a ella no parecía importarle, es más, parecía que dirigía premeditadamente el coche siempre hacia las zonas no asfaltadas del circuito y provocaba los choques a posta, y ella recibía las vibraciones del mando, (ahora sí lo vi claramente), justo entre los muslos, donde sus manos descansaban sujetando el mando. Allí solamente vestía un escueto pantalón de deporte de fina tela de color azul marino brillante, rematado en los bordes y costuras en color blanco, y realmente parecía ser lo único que cubría la parte inferior de su precioso cuerpo, porque no se notaba ni rastro de unas braguitas.
¡Joder, que piernas más bonitas tiene mi hermana!, la piel parece muy suave y tienen una forma espectacular (pensé), nunca las había visto así, como las piernas de una chica. Para mí eran las piernas de mi hermana y no requerían más atención, pero en ese momento…Miré un poco más detenidamente con esta nueva perspectiva que me brindaba la situación, tal vez dejándome llevar por las hormonas y el calor. No sin cierto reparo proseguí mi rápida inspección. Su bonita cara visible en su perfil derecho desde mi posición, estaba adquiriendo un tono de rubor muy importante que antes no había visto en mi hermana, salvo cuando hacía alguna actividad física a la que era tan aficionada, o en la playa, y lo que llamó más mi atención fueron dos detalles sobre todo; el primero al mirar su boca observé que se mordía su labio inferior y entrecerraba los ojos en ocasiones y, en segundo lugar, que su ajustada camiseta de finas rayas horizontales multicolor, cuello redondo y que cubría solamente hasta la parte superior de su ombligo, subía y bajaba al ritmo de una respiración un tanto acelerada, haciendo que se marcaran sus duros pechos y, sobre todo y lo que más me turbó, haciendo que se notasen de forma mucho más que evidente sus dos pezones. No habían pasado más de dos minutos desde que observaba a mi hermana María con otros ojos, y ya comencé a notar una importante erección y unas ganas locas de descubrir que escondía esa ropa y disfrutar de la visión de esa anatomía; pero eso era algo que jamás se me ocurriría hacer.
María siguió ensimismada en “su juego” otro par de minutos, con una respiración cada vez más evidentemente alterada, presionando con más fuerza el mando contra su bajo vientre, hasta que en un momento dado, se irguió, soltó el mando de malas maneras sobre mi escritorio y sin mirarme al pasar por mi lado se despidió diciéndome:
- Hasta luego Vicen, este juego es una auténtica tontería
Y me dejó perplejo mientras entraba rápidamente en su habitación, junto a la mía y cerraba la puerta dando un portazo. Me quedé allí de pie, sin saber muy bien que hacer, con una erección enorme y unas ganas tremendas de hacerme una paja. Pero claro, ¿cómo me iba a hacer una paja porque me había puesto cachondo mirando a mi hermana?, ¡pero si he crecido con ella! y lo que es peor, ¿cómo me la iba a hacer pensando en ella?. Me sentía tan excitado como confuso.
Decidí ir al lavabo a darme una ducha fresquita; si, seguro que eso me quitaba la tontería y todo esto se me olvidaría con el tiempo. Pero nada más salir de mi habitación, a la izquierda junto a mi puerta estaba la de la habitación de mi hermana, y me paré, no sé, tal vez estaría bien preguntarle si estaba bien, si se había cabreado conmigo por alguna razón, tal vez si había sido un poco borde me acerqué…escuché lo que me pareció un lamento. Acerqué un poco más el oído a la puerta y lo escuché de nuevo…pero que lamento, si eso parece un gemido como el de las películas –pensé-, y envié mi conciencia al carajo en un segundo. Aceleré hacia la cocina, cogí un vaso, volé hasta mi cuarto, me arrodillé en mi cama que estaba pegada a la pared que separaba mi habitación de la de María, me acerqué todo lo que pude a la pared, puse el vaso en la pared, apliqué mi oreja con fuerza, presté atención y entonces lo escuché con claridad: mi hermana estaba gimiendo, y por como lo hacía debía de estar muy cachonda. No pude más, me saqué mi herramienta y me comencé a cascar una paja mientras me imaginaba la cara de mi hermana y escuchaba sus gemidos. Ella aceleró sus gemidos y yo, que estaba caliente como un mandril, y temiendo perder un estimulo auditivo de tal calibre, gratis y en directo, aceleré el ritmo y, en menos de dos minutos me estaba corriendo de forma abundante sobre la pared, casi a la vez que cesaban los gemidos de María.
Me tumbé en la cama para intentar calmarme y que bajaran los latidos de mi corazón y, de paso, intentar poner en orden mi cabeza. Todo esto era nuevo para mí, sobre todo en relación con mi hermana, y me costaba asimilarlo así de golpe. Pasados unos cinco minutos, escuché movimiento en la habitación de mi hermana, como se abría su puerta y como entraba en el baño que compartíamos los tres hermanos, (el otro lo tenían mis padres en su habitación), supongo que para darse una ducha reparadora. Yo me la daría después. Pero ahora, ¡joder!, tenía que limpiar la corrida de la pared.
En eso estaba cuando, otra vez y sin previo aviso entró María sin llamar en mi habitación
- Perdona que me he dejado la Coca-cola Vicen
Yo me quedé con la mano derecha y el pedazo de papel higiénico pegados a la pared donde estaban los lamparones producidos por mis impactos de hacía unos instantes, (como cualquier lector sabe todo adolescente prevenido tiene un rollo en su habitación para la limpieza de las correspondientes corridas), totalmente paralizado, y en una décima de segundo toda la sangre me subió a la cabeza. María me miró con cara sería, siguió rápidamente con la vista mi mano hasta la pared, vio los restos de semen, el vaso en mi cama, junto a mí y, con una expresión que no logré descifrar, se acercó al escritorio, cogió la Coca-cola y sin decir ni media palabra salió de mi habitación y cerró la puerta despacio.
¡Mierda! –pensé-, esta se ha dado cuenta…pero bueno cálmate, tranquilo, ¿que va a decir que te has hecho una paja?, ¿Que te la has hecho mientras la escuchabas gemir en su cuarto?, no creo…es todo muy liado…muy raro, que no tío que no pasa nada…
Poco a poco me fui convenciendo y tranquilizando y todos los miedos quedaron aparcados en mi mente tras un rato. Aunque no los últimos acontecimientos. Llegó la hora de comer y llegaron mis padres y mi hermana Melania de la tienda. Pusimos la mesa y todo pareció normal, la comida discurrió con normalidad, de hecho, María actuó como siempre, bromeando conmigo y no hubo ni el más mínimo indicio de que fuese a salir el tema, todo bien, todo en su sitio.
Tras la comida todos nos fuimos a las respectivas habitaciones; con el calor siempre aprovechamos para descansar un poco: mis padres echaban una corta siesta antes de abrir de nuevo la tienda, María se recluía en su cuarto, (ahora mi mente no dejaba de pensar en que hacía mientras tanto), y Melania aprovechaba para tomar el sol en la terraza, dormitando, antes de ir de nuevo a la tienda.
Esa tarde mi cerebro no funcionaba bien, o tal vez deba decir que lo ocurrido con mi hermana por la mañana, más mis revolucionadísimas hormonas adolescentes, más el calor y las recién estrenadas vacaciones me debían estar licuando el cerebro, pero lo cierto es que de pronto, y por primera vez en los seis años que hacía que mi padre se había vuelto a casar y Melania vivía con nosotros, pensé en ella como mujer. Nunca la había considerado como otra cosa que como a una hermana, y nunca como mujer pero, esa tarde de finales de junio mi recalentado cerebro cedió a mis hormonas y me introdujo la imagen de mi hermana tomando el sol en la terraza, quien sabe si desnuda. Debo decir en mi favor, que Melania es lo que se dice un cañón de mujer. Tiene lo mejor de mi madre, (que es muy guapa), y por lo visto de su padre, oriundo de Tenerife. Es una morenaza de raza, con cabello largo y ondulado, con sus 175 centímetros de estatura, con unas curvas de infarto que a sus 22 años mima en el gimnasio varios días a la semana. Su culo es espectacular y el resto de sus formas femeninas no le van a la zaga; de hecho, mis amigos babean cada vez que la ven pasar o me ven con ella en mi casa y se acerca a saludar con más efusividad de lo habitual mientras la desnudan con la mirada, cosa que a ella no parece molestarle demasiado, pues lo cierto es que en esos casos se despide de mi con parsimonia y una amplia sonrisa, mientras que se contonea al marcharse sabiéndose objeto de todas las miradas.
Lo cierto es que en cero coma segundos decidí que me iba a aproximar a la terraza con cualquier excusa, y miraría si podía disfrutar de la visión de Melania. En casa había tres estancias que daban a la terraza, o bien directamente o a través de una ventana: el salón, el dormitorio de mis padres y de forma más retrasada, como si fuera la parte final de una letra ele mayúscula tumbada sobre su costado, la cocina. La opción de la habitación de mis padres estaba desestimada, y la del salón era demasiado evidente y expuesta, por lo que decidí que la más segura, aunque con peor ángulo de visión, era la cocina. Y hacia allí me dirigí.
Salí de mi habitación intentando hacer el menor ruido posible, aunque ir a la cocina no tenía nada de extraño, pero si lo tendría el que tardase mucho en regresar de ella; mejor pasar desapercibido. Llegué a la cocina y, con cautela me asomé todo lo que pude a la ventana, y allí estaba Melania pero la encimera con la vitro cerámica y la fregadera, me impedía un mejor acercamiento y, por tanto, una mejor visión.
Ella quedaba en una posición adelantada a mi derecha, y estaba tapada en parte por el cuerpo que formaba la pared izquierda de nuestro salón, a la derecha de la cocina donde yo me encontraba. En principio lo que pude ver fue sus magníficas y largas piernas, torneadas, con unos muslos rotundos, la izquierda extendida y la derecha ligeramente doblada. Estirando más mi cuello y empinado sobre las puntas de mis pies, llegué a ver un minúsculo tanga blanco que, abrochado con dos lazos a cada costado de sus magníficas caderas, dibujaba una exquisita y pronunciada forma de guitarra que, junto con mi calentura fue suficiente para que se me pusiera dura como una piedra y al instante metiera la mano por dentro de mi bañador. Pero quería más y, ya fuera de mí, decidí jugarme el todo por el todo y subirme de rodillas a la encimera. Y así lo hice. Me subí con cuidado, abrí la hoja izquierda de la ventana de aluminio que daba a la terraza, procurando hacer el menor ruido posible y saqué todo lo que pude mi cabeza a través de la ventana. Conseguí una visión que a mí me pareció celestial: llegué a ver hasta el magnífico vientre de mi hermana y sus magníficos pechos dentro de un minúsculo sujetador, también de color blanco, que apenas contenían aquellas maravillas; justo ahí acababa mi visión.
Decidí que era más que suficiente para poderme cascar una buena paja y me iba a retirar a mi habitación a hacerlo, cuando el poco sentido común que me quedaba desapareció y llegué a la conclusión de que no me contentaría con una imagen mental si tenía el original frente a mí…dicho y hecho. Saqué mi rabo y empecé mi masturbación con una excitación, hasta ahora desconocida para mí, supongo que por lo osado de mi atrevimiento como voyeur incipiente, el tabú de hacerlo con la imagen de mi hermanastra, o sencillamente el morbo que me proporcionaba el tener tan cerca tan tremenda hembra y la sensación de ser sorprendido en cualquier momento, por ella o por algún miembro de la familia.
El caso es que todo ello junto consiguió que me corriera en apenas dos minutos, con un placer enorme y que eyaculara en una cantidad e intensidad hasta ahora desconocida para mí. Había acabado mi copiosa corrida y mi instrumento todavía se agitaba espasmódicamente, al igual que me alteradísima respiración; mis latidos martilleaban con tanta fuerza en mi cabeza, que temía que los pudiesen escuchar por toda la casa. Me calmé un tanto, bajé de la encimera, cerré la ventana lenta y sigilosamente y, cuando me disponía a recoger los restos de la batalla, me pareció ver una sobra en la puerta de la cocina, frente al salón. Me quedé paralizado, casi en estado catatónico, lo que me permitió escuchar una puerta que se cerraba despacio en el pasillo…solo podía ser la de María, pues vaya día llevo –pensé-.
Limpié el escenario del delito lo mejor que pude y me deslicé a todo velocidad hacia el baño para eliminar el copioso sudor que me bañaba y acabar de limpiarme bien todos los restos. Abrí el grifo del agua fría y me vinieron a la mente las imágenes primero de Melania y después de María. ¡Madre mía que iba a hacer a partir de ahora!. Tenía que vivir bajo el mismo techo que ellas y no las iba a poder volver a mirar igual a la cara bueno, pero ahora –me dije- que te quiten lo bailao, ¡vaya par de pajas que te has cascado hoy a su salud!. Cerré el grifo de la ducha, cogí una toalla y me sequé pensando en la siesta que me iba a pegar y luego ¡a la playa con los colegas!.
En eso estaba cuando me puse mi bañador, me calcé las chanclas y salí del baño y, al dirigirme a mi habitación vi. que la puerta estaba entre abierta. Que raro…entré despacio y me encontré a mi hermana María sentada en mi cama, mirándome con una extraña sonrisa. Con voz insegura le pregunté
- ¿Qué haces aquí María?
- No podía dormir, y he pensado que me apetecía una partida en la Play…¿no te importa verdad?
Titubeando le respondí
- Bueno, pero es que me iba a echar un rato en la cama…
- ¡Ah!, no te preocupes, conectaré los auriculares y no haré ruido, ¿vale?
Todo esto me parecía muy extraño y, lo que era peor me parecía que me iba a traer problemas, pero no me atrevía a decirle que se marchara por si me montaba un lío; era muy capaz…vamos que me estaba acojonando. Se levantó de la cama, y se sentó frente a mi escritorio mirando la pantalla y mirándome a mí después; entendí. Intentando aparentar una calma que no tenía conecté la Play, puse el juego y, sin mirar a mi hermana, esperé a que se cargara. Conecté el mando, los auriculares y le preparé la partida. Mientras lo hacía observé de reojo su ropa. Vestía un pijama de verano de color azul claro, compuesto por un pequeño pantaloncito y una camiseta de tirantes a juego. Era realmente pequeño y realzaba sus magníficas formas, (¡uuuffffff!)
- Puedes apagar la luz si quieres Vicen
Y diciendo esto se puso los auriculares y comenzó la partida. Apagué el interruptor y la habitación quedó bañada solamente por la luz de la media tarde que entraba desde la calle, a través de las rendijas de la persiana de la ventana abierta de mi habitación. Conecté el ventilador del techo y me acosté en la cama. Para que os hagáis una idea, mi cama estaba junto a la pared derecha de mi habitación, la misma pared que me separa de la habitación de mi hermana, como ya he explicado. Una vez tumbado en mi cama, si me giraba hacia mi derecha, como a un metro y medio, estaba mi hermana sentada frente al escritorio y, unos cuatro metros más allá, pasado el armario, en línea recta estaba la ventana, de manera que la luz que entraba incidía en mi hermana, concretamente en su perfil izquierdo. La puerta de la habitación quedaba justo detrás de ella.
Decidí intentar dormir, aunque sabía que eso iba a ser imposible estando mi hermana en la habitación. Me ponía demasiado nervioso dados los últimos acontecimientos…además hubiera jurado que era ella quién yo creí ver espiándome en la cocina…¿me habría visto? y si era así ¿por qué no me había dicho nada?. Demasiadas cuestiones para mí, por lo que opté por hacerme el dormido, eso sí girado hacia mi derecha para poder controlarlo todo.
Pasados unos instantes, me atreví a abrir los ojos y lo que vi. no hizo más que empeorar mi estado y alborotar aún más mi cabeza. María había separado ligeramente las piernas, más de lo lógico para estar cómoda y agarraba el mando con ambas manos mientras jugaba, pero lo mantenía entre sus muslos presionando de forma evidente. La miré lo más disimuladamente que pude pero agudicé mis sentidos. Cada vez que el mando vibraba, lo que sucedía muy a menudo, ella presionaba con fuerza hacia su entrepierna y sus caderas se movían ligeramente hacia delante, presionando a su vez contra el mando. Su boca estaba entreabierta y su lengua se asomaba tímidamente por la comisura derecha de sus labios. La luz que entraba por la ventana, ahora le daba más directamente y, para mi sorpresa me descubrió que mi hermana no llevaba sujetador, porque el efecto de contraluz empezó a regalarme el fantástico perfil de los pechos de mi hermana, rotundos, firmes y redondos, que comenzaban a moverse o tensarse con los movimientos, cada vez más evidentes que hacía su dueña, que además comenzaba a cerrar los ojos en algunos momentos, seguramente llevada por las placenteras sensaciones. Mi rabo estaba poniéndose duro de nuevo, así no había manera de tranquilizarse, y lo peor, es que solo con mi bañador, se iba a hacer muy evidente para María, la tienda de campaña que se estaba montando y, por tanto que yo la estaba observando.
Pero ella estaba en otra cosa, o eso pensaba yo. Los movimientos de presión con el mando cuando este vibraba, y el acompañamiento con sus caderas, cada vez era más evidente y esto, junto la silueta que la luz dibujaba de sus pechos y el sensual movimiento de estos cuando su dueña se movía me estaban volviendo loco. Pero mi tortura aún podía ser peor, y así fue cuando María comenzó a dejar escapar pequeños gemidos, lo que hizo que mi polla estuviera durísima y con algunas gotitas de líquido preseminal manchando mi glande.
¡Uuumm, ooooh, ooooh!
Pero el colmo llegó cuando su mano derecha soltó el mando y, muy lentamente, se introdujo por dentro de la parte delantera de su pantaloncito, a la vez que ponía su pie derecho sobre el asiento del sillón, doblando así la pierna, supongo que para evitar que yo pudiera ver con claridad. Luego guió su mano izquierda con la que tenía cogido el mando, que no dejaba de vibrar, por dentro de su camiseta, supongo que para acariciar sus pechos. Llegados a este punto me estaba volviendo loco, no podía más y bajé despacio mi bañador, hasta que pude liberar a mi amigo, y comencé a acariciarme sin perder un solo detalle del espectáculo que me brindaba mi preciosa hermanita.
Tentado estuve de acercarme para poder contemplarlo todo aún más de cerca, incluso tocar aquel cuerpo que me estaba volviendo loco de deseo, quería más, necesitaba más, pero no me atreví, no quería abusar de mi suerte y, ese momento de lucidez tuvo su premio, porque cuando los movimientos de la mano de María se aceleraron dentro de su pantalón y su agitación y sus gemidos se hicieron más evidentes y continuados,
- uuuuuuummmmm, ummmmm, ooooohhh
en ese momento decidí que necesitaba acabar con mi sufrimiento, que necesitaba aliviarme aunque me viese mi hermana y, justo en ese instante, como si estuviésemos conectados, María giró su bonita cara hacia mí, abrió sus preciosos ojos miró mi cara desencajada por el deseo, y luego bajó su mirada hacia mi miembro mientras yo iniciaba mi primera descarga y ella se tensaba, luego cerró de nuevo sus ojos, y con su mano izquierda, y sin soltar el mando de la Play, subió un poco su camiseta solo durante un fugaz instante, lo suficiente para que mis ojos casi se salieran de sus órbitas al ver, casi por completo, el maravilloso pecho derecho de mi hermana tapado por el mando que tanto parecía gustarle. Fue solo un segundo, pero esa imagen me supo a gloria y se grabó a fuego en mi mente adolescente, marcándome para siempre. Era un regalo que ella me estaba haciendo; desde el primer momento sabía que la estaría mirando, ahora lo entendía.
Acabé mi copiosa tercera corrida del día, (y en menos de cinco horas ¡increíble!), y mientras ella se iba calmando, antes de que la situación se volviese más incomoda, (sobre todo para mí), no se me ocurrió otra cosa que, tal y como estaba, subirme el bañador discretamente y, en la misma posición en la que estaba, con la cabeza pegada a la almohada, cerrar los ojos y hacerme el dormido. Pude escuchar como mi hermana se movía con suavidad, dejaba los auriculares y el mando sobre el escritorio, se acercaba hacia mí y, después sentí como, despacio, me daba un tierno beso en la mejilla y luego abandonaba mi habitación sigilosamente.
Esperé unos segundos, y por fin, me atreví a abrir los ojos. Se había ido. Si no fuese por los restos de semen que manchaban mi vientre, la sábana y el bañador, pensaría que había sido un sueño. Me levanté a por el papel higiénico, me senté en el sillón donde instantes antes había estado María, y me limpié lo mejor que pude; cogí el mando de la videoconsola y lo acerqué a mi nariz: olía a ella, a su perfume, a su piel, a su sexo.
Las cosas estaban cambiando demasiado rápido entre mi hermana y yo…¿o era yo el que estaba cambiando y ahora era consciente de la realidad?...Lo cierto es que mi cabeza iba a cien y lo que también tenía claro es que quería más, había iniciado un camino de difícil retorno; ahora veía a mis hermanas como lo que realmente eran, dos preciosas mujeres.
Me recosté en la cama con el mando en mis manos, lo puse junto a mi cabeza en la almohada, cerca de mi nariz, y me quedé dormido con una sonrisa estúpida en la cara.
CONTINUARÁ…si queréis