A mi hermana le gustan los videojuegos – 8

Las cosas se complican cada vez más en casa. Más y mejor sexo para nuestro adolescente con las calientes mujeres de su familia.

A MI HERMANA LE GUSTAN LOS VIDEOJUEGOS – 8

Para un fácil seguimiento del hilo de la historia, os recomiendo leer las anteriores entregas publicadas de “A mi hermana le gustan los videojuegos”. Agradeceré vuestros comentarios y valoraciones.

Muchas gracias por leer lo que escribo.

Después de aquel baño reparador, nos acercamos hasta donde se encontraba el resto del grupo. Tenía curiosidad por ver cual sería el recibimiento después de lo que les hubiese contado Raquel pero, tal y como nos íbamos acercando, no pude verla ni en las toallas, ni en el agua. Cuando llegamos junto a Luisa y Nacho nos confirmaron que se había marchado. Pregunté nada más llegar.

-         ¿Y Raquel?

-         Llegó hace rato, con los ojos rojos, como si hubiese llorado, y lo único que nos dijo es que se marchaba. No la pudimos retener, ni pudimos sacarle ni una sola palabra más.

-         Se ha cabreado conmigo.  Ha habido un malentendido y hemos discutido.

-         Desde luego María, ya te vale. Últimamente estás de un rarito…

Una vez más me sorprendió el aplomo con el que mi hermana afrontó la situación y, sobre todo, el morro que le echaba. En los últimos días estaba descubriendo muchos aspectos en su carácter que desconocía: era como si tuviese varias caras. Tal vez, lo más sorprendente para mí era que nunca me había dado cuenta. Quizás fuera debido a que ahora pasaba más tiempo con ella y de una manera más íntima. Creo que me gustaba más la María de antes.

El ambiente se había quedado bastante frío tras la espantada de Raquel, y se modificaron los planes iniciales de pasar todo el día en la playa. Propusieron marcharnos.

-         Si, Luisa, será mejor que nos volvamos a casa. Ya hablaré con Raquel para ver si aclaramos nuestro malentendido.

¿Malentendido?, pero que morro que le echaba la tía.

Caminamos hasta el coche, casi en completo silencio, y me pareció ver en la mirada de mi hermana un brillo de satisfacción.

-         ¿Os dejo en casa, María?

-         No, nosotros nos quedaremos cerca del Paseo Marítimo, que mis padres estarán por allí.

Miré a mi hermana con semblante interrogativo y ella me devolvió una sonrisa, pero no dijo absolutamente nada. En unos minutos llegamos a nuestro supuesto destino y nos despedimos de Luisa y su pareja.

-         Muchas gracias por el transporte.

-         Para eso estamos las amigas. Por cierto, llama a Raquel y arreglar lo que sea que os haya pasado. Hace mucho tiempo que sois amigas y no vale la pena estar cabreadas.

-         Si, no te preocupes. ¡Hasta luego!

-         ¡Adiós, pareja!

-         Adiós.

Me despedí con un tono de voz casi inaudible, mientras hacía el típico gesto de despedida levantando cansinamente la mano. En cuanto se alejaron me giré hacia mi hermana con cara de pocos amigos.

-         ¿Por qué me miras así?

-         Ahora me vas a explicar a qué viene todo esto.

-         ¿A qué te refieres?

-         ¡Lo sabes muy bien! Últimamente me tratas como si fuera un niño pequeño y me llevas de aquí para allá como a un pelele. Estoy harto y tú estás muy rara…

-         Venga, hombre, no te enfades, les he dicho que nos dejaran aquí para poder estar un ratito más a solas. Así podemos hablar tranquilamente. En casa no nos esperan hasta la tarde. Además, ahora me dirás que cuando te follas a tu hermanita también te trato como a un niño pequeño, ¿no?

Touché. Me dijo esto último dándome un abrazo y poniendo su voz más mimosa. No supe que contestarle.

-         ¿Qué te parece si nos sentamos en una terraza y nos comemos una hamburguesa?, yo invito.

-         Bueno.

En pocos minutos estábamos acomodados bajo una sombrilla y nos habían tomado nota de la comanda. Lo cierto es que había desayunado poco, y la mañana de playa junto con el “ejercicio”, me habían abierto el apetito. Decidí relajarme y disfrutar de la comida. Nos sirvieron en pocos minutos y comencé a dar cuenta de una macro hamburguesa completa, con todas las guarniciones habidas y por haber, además de una bebida de cola, casi helada, de tamaño XXL. Mi hermana pidió lo mismo pero en un formato un poco más pequeño, aunque recibió su hamburguesa con un primer bocado feroz.

Después del primer ataque a la manduca, pedimos un enorme helado para rematar la faena. Yo lo pedí de chocolate, dulce de leche y after eight. Estaba riquísimo. Con la barriga llena el mundo se veía distinto y me sentía reconfortado. María había acabado antes que yo y me miraba con atención. Debió calibrar que mi humor había mejorado, porque dirigió, la hasta entonces trivial conversación que acompañó la comida, hacia otros derroteros.

-         ¿Sabes que no podemos seguir así? ¿verdad?

-         ¿A qué te refieres, María?

-         Tenemos que poner las cosas claras.

-         Sigo sin entenderte.

En realidad algo entendía, pero quería que mi hermana me explicase de una vez lo que tenía en mente. Justo en ese momento comenzó a hablar.

-         Seré muy clara: ¿tú me quieres?

-         Eres mi hermana.

-         No, no, no me refiero a eso. Yo te he sido muy sincera, te cuido, bueno siempre te he cuidado, me estoy entregando a ti. –su voz tenía un tono de desesperación-

-         Y te estoy muy agradecido por eso, desde que faltó mamá me has cuidado mucho, y por eso te quiero.

Reconozco que seguía haciéndome el tonto; quería que María fuese aún más clara. Lo que hice dio su fruto y comenzó a ponerse un poco nerviosa.

-         ¡Pareces tonto!, no es eso lo que te estoy diciendo.

-         No te enfades, pero sino me hablas más claro…

-         Joder, pues, que si estoy teniendo sexo contigo, es porque yo te quiero como una mujer quiere a un hombre, ¿lo entiendes ahora?, estoy enamorada de ti hace tiempo. Sólo estaba esperando a que fueses un poco más mayor para que estuvieses preparado para recibirme como hombre. El día que te sorprendí limpiando la corrida de la pared después de escuchar como me masturbaba, supe que ya estabas preparado. Tienes todo lo que busco, te conozco muy bien, y sé que eres bueno, listo, noble, y muy cariñoso. Además, te has convertido en un chico muy guapo. A todos los chicos que he conocido los he comparado contigo, y siempre te elegía a ti. Cuando tenía sexo con alguno de ellos siempre estabas tú en mi cabeza. Conozco todos tus gustos, porque hemos crecido juntos, sé lo que más te gusta incluso en el sexo. Cada vez que te quedabas a ver porno en tu ordenador, en cuanto podía, entraba en él, copiaba los enlaces y luego los repasaba para comprobar que habías visto y qué era lo que te ponía más. Voy a ser la amante perfecta para ti. Me voy a ocupar de ti de ahora en adelante, te conozco desde siempre y sé lo que te conviene. Desde ahora no te has de preocupar de nada. Yo me voy a encargar de todo y me voy a ocupar de ti, por eso te digo que tú eres mío y yo soy tuya. Podemos ser muy felices y no necesitamos a nadie más, ¿lo entiendes ahora?

-         Si…

Eso fue lo único que fui capaz de decir después de aquella confesión en toda regla. La verdad es que debía de haber estado ciego, porque era evidente que hacia tiempo que aquello pasaba con mucho de ser un capricho de juventud de una hermana que quiere experimentar con su hermano por puro morbo. Ciertamente, he de reconocer que, a pesar de que fuese mi hermana, la idea de tener una chica tan guapa dispuesta a satisfacer mis fantasías sexuales me despertaba el morbo y la vanidad a partes iguales. O igual era justo por eso.

Ahora sí, comprendía la gravedad de todo lo que aquello significaba, y explicaba de un plumazo, la forma de actuar de María en los últimos tiempos, e incluso, comportamientos de un pasado reciente a las que yo estaba acostumbrado pero que, vistos con perspectiva, ya no eran tan normales. Por ejemplo, cuando se empeñaba siempre en lavarme secarme y el cabello con mimo de aquella forma tan amorosa, alegando que eso le recordaba a cuando era un crío, y me colmaba de besos, caricias y abrazos durante todo lo que duraba ese ritual, que no era poco.

Ya que ella se estaba sincerando, decidí hacer lo mismo, pero con cautela. Ya había visto como se las gastaba y prefería mantener el buen rollo. Mejor no contrariarla, ni buscar problemas. Lo cierto es que aún no sabía muy bien que pensar de todo aquello. Decidí preguntar. Siempre ha sido el mejor modo de saber.

-         ¿Puedo preguntarte algo?

-         Claro, lo que quieras.

Estiró su mano y cogió la mía.

-         ¿No te preocupa que se entere papá?

-         ¿Por qué debería enterarse? Yo no se lo pienso decir, ¿y tú?

-         No, ni hablar.

-         Además si tenemos cuidado no va a pasar nada.

-         Ya, pero Mel nos vió.

-         Por esa no te preocupes, y por Carmen tampoco.

-         Pero María, ¿y si dice algo?

-         Te repito que por esas no tienes que preocuparte.

No me atreví a preguntar lo que tenía en mente. Preferí seguir por otro camino.

-         Pero hay cosas que no entiendo…

-         Pregúntame lo que quieras, cariño. De ahora en adelante no va a haber ningún secreto entre nosotros.

-         Verás, pero tú y Amaya, y aquella vez con Mel…

A pesar de lo torpe de mi expresión me comprendió con claridad.

-         ¿Te extraña que haya ayudado a Amaya a estar contigo?, y supongo que también que te ayudase a espiar a Melinda, ¿no?

-         Pues sí.

-         Ya te he dicho que sé lo que te gusta. Sencillamente te ayudo a satisfacer tus deseos, a conseguir lo que quieres, todo lo que te puede hacer feliz. Eso sí, lo que no voy a permitir es que te hagan daño, ni compartirte con nadie que yo no apruebe, ¿está claro?

-         Si, muy claro.

Vamos, que si yo había entendido bien, de ahora en adelante ella iba a ser quién decidiese lo que me convenía y lo que no. De hecho, si lo pensaba bien lo llevaba haciendo desde hacía mucho tiempo. Ella fue la que convenció a mi padre para que me comprase la bici pero no el monopatín, porque decía que era demasiado peligroso; o aquella excursión a esquiar en la que, misteriosamente, mi padre no me dejó ir después de haber entregado la autorización y haberla pagado…siempre sospeché que ella estaba detrás.

Lo cierto es que tanto control sobre mi persona se me antojaba más que excesivo y, desde luego, más de lo que estaba dispuesto a tolerar, supongo que por eso la alarma interior que me rondaba hacía días, por fin se disparó, atronando mi cerebro. No estaba dispuesto a dejar que María controlase mi vida; ya tenía suficiente con los profes y con mi padre. Pero la cuestión era: ¿estaba preparado para un enfrentamiento con mi hermana?, ¿Sería capaz de decirle que no era lo que yo quería?

Necesitaba tiempo, pero no sabía si lo tenía porque toda aquella situación se estaba complicando por momentos y se me iba de las manos.

Durante los instantes que duró aquella reflexión, María se estaba dedicando a curiosear en su móvil…un momento, ¡joder!, era el mío.

-         ¿Qué coño haces?

-         Ya te he dicho que no quería más secretos entre nosotros.

-         ¡Dámelo!

-         Si no quieres que te trate como a un crío, no te comportes como uno.

Me quedé sentado, con los brazos cruzados, mientras continuaba con su intrusión. En unos instantes comenzaron a llegar avisos de mensajes a su teléfono.

-         ¡Ahá! Ya está.

-         ¿Qué?

-         Me he reenviado la foto que te regaló Mel y el vídeo de Amaya.

-         ¿Y para qué los quieres?

-         Digamos que, por una parte me gusta estar informada y, también como una medida de seguridad.

-         No te entiendo.

-         No te preocupes, cosas mías.

Intenté calmarme y controlar mis desbordadas emociones.

-         Bueno, ¿y ahora qué vamos a hacer?

-         Si quieres podemos darnos un bañito y luego a casa, para echar una siesta.

-         No me refiero a eso… - me daba miedo preguntar-

-         ¿Entonces a qué?

-         Me refiero a nosotros.

Su semblante se iluminó.

-         No sabes cuanto me gusta escuchar esa pregunta.

-         Bueno, supongo que si vamos a ser pareja… ¿Qué haremos, María?

-         Por el momento todo debe seguir como hasta ahora. Por supuesto, papá no debe enterarse de nada, nos seguiremos comportando como siempre. – se levantó y acercó su silla para estar más cerca-, pero no te preocupes que no te voy a descuidar.

Se me acercó sinuosamente y me dio un beso muy lascivo. Sabía a fresa y nata. Casi al instante noté el característico cosquilleo en mi entrepierna.

-         Intentaré arreglarlo todo con Raquel. No quiero que vaya hablando por ahí; no podemos arriesgarnos a dejar ningún cabo suelto.

Había escuchado aquella expresión en infinidad de películas, pero dicho por mi hermana en aquella situación, casi me daba escalofríos. Enseguida continuó hablando; creo que la euforia le estaba soltando un poco la lengua.

-         En cuanto yo empiece el curso en la universidad, intentaré venir lo más a menudo que pueda, pero cuando yo no pueda, quiero que vengas a verme todos los fines de semana que sea posible; ya me encargaré de convencer a papá. Bueno, en la época de exámenes tendremos que estar un tiempo separados. Quiero sacarme la carrera cuanto antes y quiero que tú también te apliques y estudies mucho. Necesitamos tener una profesión para poder encontrar trabajo e independizarnos pronto, ¿verdad guapo?

Y me propinó otro sonoro beso en la mejilla, mientras se agarraba de mi brazo con las dos manos.

-         Y, respecto a esas dos, -era evidente que se refería a Mel y Carmen-, tengo algo en mente que creo que puede funcionar. Quiero a esas dos fuera de nuestra casa lo antes posible.

-         Pero papá…

-         Estará mejor sin ellas. Melinda es una zorra pervertida, y Carmen…si ha sido capaz de hacer eso contigo, imagina lo que puede hacer estar haciendo por ahí con otros hombres. No se merece a nuestro padre.

Eso si que me preocupaba. Por lo que yo sabía, Carmen pasaba todo el tiempo en la tienda con mi padre y Mel. Siempre estaban juntos. Dudaba mucho de que se pudiera ver con alguien más, aunque quisiera. Realmente no podía llegar a imaginar de qué era capaz María pero, vistas los últimos acontecimientos, no me esperaba nada bueno. Lo mejor sería no seguir tocando ese tema y darle la razón. De momento.

-         Bueno, visto así.

-         Sabía que lo entenderías. ¿Qué?, ¿nos vamos ya para casa?

-         Por mí vale.

Pedimos la cuenta y nos fuimos hacia casa dando un tranquilo paseo. María me cogió por la cintura cariñosamente. Nada que hiciese sospechar a un conocido que nos observase que era más que un gesto de cariño entre hermanos.

Tras el paseo llegamos frente al edificio donde vivíamos.

-         Bueno, Vicen, ya sabes, todo está bien, todo normal. ¿Ok?

-         Si.

Entramos en el hall, y nos dirigimos al ascensor. Estaba allí mismo. Pasé yo primero y cuando lo iba a hacer María, se giró y retuvo la puerta.

-         Espera, Vicen.

Miré hacia la entrada y pude ver, a través del cristal de la puerta de acceso al edificio, como una chica rubia acababa de recorrer el pequeño sendero empedrado que daba acceso a la finca, desde la calle, y se disponía a subir los tres escalones que la separaban de la entrada al edificio. Era nuestra vecina Laura. Vivía en la tercera planta.

-         Has visto, es nuestra vecinita del tercero, ¿cómo ha crecido verdad?

El tono de María encerraba un punto excesivamente picante que me puso en guardia. Parece ser que nunca dejaba de maquinar. Haber que se le estaba pasando ahora por la cabeza. Justo en ese momento la muchacha accedió al hall del edificio. Mi hermana enseguida le preguntó:

-         ¿Subes?

-         Si, gracias.

Su tono de voz era muy dulce y un poco aniñado. Me recordó bastante a mi prima Amaya. Mientras le sujetaba la puerta, mi hermana se giró hacia mí y me dijo en voz baja:

-         ¿Está muy guapa, verdad?, ¿te la imaginas de rodillas chupándote la polla?

-         ¡María, tía!, ¡cómo te pasas!

Se me quedó mirando con una sonrisa cómplice mientras Laura llegaba hasta nosotros acelerando el paso. Se pasaba mucho, si, pero el morbo que me produjo escucharla decir eso fue indescriptible. Consiguió que esa imagen se fijase automáticamente en mi cerebro.

-         ¡Muchas gracias!, María.

-         De nada.

-         Hola, Vicen.

-         Hola.

Ni siquiera me miró a la cara al saludarme. Parecía muy vergonzosa. Como nosotros bajábamos en la última planta, nos movimos hasta el fondo de la cabina del ascensor. María quedó a la izquierda y yo en el lado derecho, justo detrás de Laura que se situó delante de nosotros para poder salir con facilidad; prácticamente nos daba la espalda.

El ascensor tenía dos espejos, uno en cada lateral, por lo que para podernos ver, nuestra vecina tenía que girarse o, por lo menos, hacer lo propio con el cuello. María siguió con su juego y, con disimulo, puso su mano derecha en mi culo apretando mi nalga derecha sobre el bañador. Habló en voz alta.

-         Pues lo que te decía, Vicen. ¿A que te gustaría hacer lo que te he comentado?

La miré incrédulo y ella me hizo un gesto sutil con su cabeza y sus ojos señalándome el culo de nuestra vecina. Prácticamente me obligó a fijarme en ella. Para que os hagáis una idea, Laura debía ser un poco menor que yo, era rubia, supongo que con el pelo bastante largo –ahora lo llevaba recogido en un abultado moño-, difícilmente llegaba al metro sesenta, era delgadita, pero tenía unas formas femeninas bien definidas. Su cara, era aún la de una jovencita adolescente, bonita, con unos lindos ojos verdes y unas pecas muy graciosas que la favorecían. Ahora vestía indumentaria playera, con un biquini de braguita y sujetador de color marrón oscuro, que resaltaba el blanco de su piel, además llevaba un pareo negro, casi transparente, con estrellas de color dorado repartidas por la prenda, que apenas ocultaba un magnífico culo. Mirando al espejo de mi derecha pude ver el principio del lateral de su pecho derecho que sobresalía por la parte de atrás del pequeño sujetador del conjunto. No parecía muy grande pero si extraordinariamente firme. Estaba buena.

María presionó con su dedo corazón hacia adentro de mi bañador, a la altura del orificio de mi ano, produciéndome una inesperada sensación de placer, lo que me hizo contraer mis nalgas y, por consiguiente, mi esfínter y aceleró mi erección. Estuve a punto de golpear el culo de nuestra vecina en un movimiento involuntario. Le hubiese gritado que me dejase en paz, pero la situación se estaba tornando tan morbosa, que lo único que pude hacer fue tragar saliva fatigosamente y mirar con más deseo a mi vecina. En ese momento, hubiese estirado mis manos y hubiese agarrado aquel culo y su pecho de buena gana.

-         ¿Te imaginas las dos arrodilladas delante de ti, pasando la lengua por tu rabo mientras te miramos a los ojos? – me lo dijo en un susurro pegando su boca a mi oído izquierdo-

-         ¡Ehem!. Si, estaría muy bien.

Mi hermana pasó disimuladamente su mano de mi trasero a mi miembro, y lo frotó un par de veces con la palma de la mano de arriba abajo. Laura no parecía enterarse de nada y se entretenía mirando su móvil. Enseguida llegamos al tercer piso.

¡Ding!, y se abrieron las puertas del ascensor. Laura se giró levemente y nos saludó mientras salía.

-         Hasta luego.

-         Ciao, vecina.

Yo tan solo levanté la mano. María mantuvo la compostura el tiempo justo que tardaron las puertas en cerrarse. En cuanto lo hicieron, se giró hacia mí y se pegó literalmente a mi cuerpo, poniendo su mano derecha sobre toda la extensión de mi erección, presionando con sus dedos. Yo ya estaba como una piedra.

-         ¿Te gusta esa putita, verdad?

-         Si…

-         Claro, yo sé todo lo que te gusta. Tu hermanita lo sabe todo.

-         María, estate quieta, que nos van a ver.

No me hizo ningún caso. Aún no tenía claro si ella era siempre así de caliente y morbosa, o era yo el que le creaba aquella reacción. Me siguió hablando al oído con voz muy excitada.

-         Tienes que entrar en su facebook o su instagram, ahí donde la ves, la mosquita muerta tiene unas fotos que se la levantarían a un muerto. Yo la he visto en la playa con su novio, y se pegan unos lotes espectaculares delante de todo el mundo. –parece ser que María lo tenía todo controlado-

-         Joder, tía, no me cuentes esas cosas, que me pongo peor. Ya estamos llegando.

-         Pobrecito Vicen, que está malito…-me hablaba con voz de niña traviesa-

De nuevo sonó el aviso de apertura de puertas. Habíamos llegado. Se despegó de mí. Yo iba a salir de ascensor, pero me frené en seco.

-         ¿No pretenderás que entre así en casa?

-         Vaya, pues si que está caliente el niño –me lo dijo mirando mi entrepierna-

-         Serás cabrona…pero si es culpa tuya.

-         Seguro que ahora estarán echando la siesta; además no nos esperan hasta más tarde. Venga, vamos a casa.

-         Pero yo no voy a entrar hasta que se me baje. Creo que me voy a la calle y ahora subiré.

-         No, de eso ni hablar.

-         Que no entro te he dicho.

Se me quedó mirando desde el rellano mientras tenía una pierna junto la puerta del ascensor para que no se cerrase.

-         Ven, creo que tengo la solución.

-         Pero…

-         Tú ven conmigo.

Me cogió de la mano y tiró de mí sacándome del ascensor, y me dirigió hacia el tramo de escaleras siguiente, el que subía hasta la zona donde se encontraba el cuarto de máquinas del ascensor y la puerta por la que se accedía a la azotea, donde estaban instalados los compresores de aire acondicionado, las antenas de televisión y el resto de instalaciones comunitarias del edificio.

La escalera ascendía y después giraba hacia la izquierda, de forma que quedaba escondida a la vista. Allí había un pequeño rellano, de forma rectangular, de aproximadamente un metro por un metro y medio. Llegamos arriba e inmediatamente me apoyó contra la pared con un suave empujón. Soltó su mochila en el suelo y yo hice lo propio. Se pegó completamente a mi cuerpo y se abalanzó sobre mi oreja para mordisquearme el lóbulo y pasarme la húmeda punta de su lengua por el contorno y luego bajar hasta mi cuello. Metió sus manos bajo mi camiseta y comenzó a recorrer mi torso y mi vientre, arañándome con las uñas. No pude más y agarré su duro culo con saña.

-         Ummm, eso es, tócame.

-         María, nos van a oír.

-         Qué va, ahora está todo el mundo en la playa o durmiendo.

Lo cierto es que aquella zona de la finca era discreta, pero especialmente silenciosa, y todos los sonidos se escuchaban con nitidez.

  • No te preocupes será solo un momento. ¿No pensarías que iba a dejar a mi chico a medias? ¿No creerás que soy como la zorrita de tu prima o la puta de nuestra hermanastra?

Vaya vocabulario que se gastaba la chica. Se agachó delante de mí y me desató el nudo del cordón del bañador, tirando de él hacia abajo con decisión. Luego me bajó el bañador hasta los tobillos de un tirón. Me dejé hacer.

-         No, yo no pienso eso María.

-         Ni se te ocurra compararme con esas. ¡Nunca!.

Me lo dijo con tono muy serio. Después cogió mi polla tiesa, con su mano derecha, y la acarició de arriba abajo antes de lamerla con toda la lengua fuera de su boca. Lo hizo rápidamente; era como si degustase un helado. Después se introdujo mi polla del todo, sin más preámbulos, la mantuvo ahí un par de segundos, y se la sacó, haciendo un sonido característico.

-         ¡Ummmpuuahhh!

La dejó totalmente lubricada con su saliva. Me miró desde su posición y cogió mis manos llevándolas a su cabeza.

-         Vamos, quiero que me folles la boca.

Solo escuchárselo decir hizo que me miembro diese un respingo. Abrió bien la boca,  acerqué su cabeza a mi polla y se la introduje hasta el fondo, despacio. Notaba como iba resbalando hacia su garganta como si fuera un coño. Puso sus manos en las mías y me marcó el ritmo para que iniciase el movimiento. En un instante comencé a mover mis caderas mientras agarraba su cabeza, y mi polla entraba y salía sin parar. Ella presionaba con sus labios dándome mucho placer. Un hilo de saliva resbaló desde su boca hasta su camiseta creando un pequeño cerco. No tardé en notar como me llegaba el momento de correrme. Demasiado rápido.

-         ¡Oooohh!, ¡ya!, ¡ya!

María apoyó una mano izquierda en mi muslo y puso la otra sobre mi mano para indicarme que presionase su cabeza hacia mí. Prácticamente todo mi miembro quedó dentro de su boca, y cuando noté que llegaba el momento, la agarré del cabello con fuerza y presioné mientras cerraba los ojos. En cambio ella me miraba a la cara.

-         uuuuuufffff. ¡Me corrooo!, ¡María!

La sensación fue fantástica y comencé a descargar sin miramientos, mientras, mi hermana no se movía ni un centímetro. Cuando pensé que todo estaba llegando a su fin, comenzó un rápido movimiento adelante y atrás succionando con fuerza, lo que hizo que se prolongase mucho más el placer. Luego se la sacó despacio, mientras que sus labios recorrieron hasta el último milímetro de mi glande.

-         ¡Qué gozada!

-         Mírame bien, hermanito

Abrió la boca, puso su mano derecha en forma de cuchara, justo debajo, y fue dejando caer mi semen, despacio, sobre su mano. Después lo fue lamiendo, como si de una gata se tratase, y se lo fue tragando.

-         ¿Te ha gustado?

-         ¡Coño, María!, me ha encantado.

-         Bueno, pues ahora ya estás listo para entrar en casa; bueno cuando se te acabe de bajar.

La verdad es que se me había quedado dura como un mástil. Dejé resbalar mi espalda por la pared hasta que me senté en el suelo junto a ella, que se quedó sentada en el último escalón que daba acceso al rellano.

La miré a la cara y me llamó la atención lo guapa que estaba con el cabello ligeramente revuelto, las mejillas sonrosadas y algunos restos de saliva y semen alrededor de su boca y de la barbilla. Alargué mi mano y se los limpié con mimo. No pude evitarlo, quería a aquella chica.

Me correspondió con una mirada tierna, se acercó a mí y apoyó su cabeza en mi pecho, medio arrodillada en el suelo. En aquel momento no me pareció tan mala idea que fuese ella la persona que me acompañase como mi novia de ahora en adelante. ¿Quién mejor?

Después de unos segundos recordé su comportamiento de los últimos días y todas las ideas que había compartido conmigo. No, no podía acomodarme en aquella situación por más seductora que me pareciese la idea, o perdería totalmente el control de mi vida. Me pasaba el tiempo debatiéndome entre una cosa y la otra.

Pasados unos minutos todo fue volviendo a la normalidad y decidimos bajar hasta casa. Descendimos el tramo de escaleras y llegamos a la puerta del piso. María abrió muy silenciosamente y entró sin hacer ruido. Caminó de puntillas hasta el comedor y se detuvo en seco, haciéndome un gesto con la mano para que me parase.

  • ¿Qué pasa ahora?

  • ¡Ssshhhh!

No sabía que narices pasaba. Avanzó y me hizo una señal para que la siguiera.

-         ¿No lo oyes?

-         ¿Qué?

-         Escucha bien.

Efectivamente, se escuchaban unas voces un tanto apagadas. Avancé detrás de ella por el salón y el sonido se comenzó a escuchar con más claridad: eran gemidos. La puerta de la habitación de mis padres era la única que quedaba al lado de la entrada, junto al comedor. La ocupaban ellos porque era la más grande y la única que tenía baño propio y salida directa a la parte final de la terraza. Era la habitación más independiente y se disfrutaba de mayor intimidad.

-         Me parece que papá y Carmen están follando.

-         Bueno, pues déjalos que también tienen derecho.

-         Deben pensar que vendríamos más tarde. Espera aquí.

-         Pero…

Me dejó con la palabra en la boca. No entendía muy bien que quería hacer, pero me quedé quieto. Dejó la mochila en la entrada y desapareció rápidamente por el pasillo donde estaban nuestras habitaciones, al otro lado del salón. Corría casi de puntillas. En un momento estaba de vuelta.

-         Mel no está en su habitación.

-         ¿Y qué?

-         Tengo una corazonada. Ven y no hagas ruido.

Cogió su móvil de la mochila, No tenía ni idea de lo que quería hacer pero la seguí. Me picaba la curiosidad.

Salió en dirección a la terraza y yo detrás de ella. Ya en la terraza, se pegó a la pared de la derecha y nos acercamos a la ventana del baño de la habitación de mis padres. Estaba entreabierta y desde allí se escuchaba todo con más claridad. Los gemidos de Carmen eran mucho más evidentes, y la respiración alterada de mi padre. También se les escuchaba desde el fondo; debían tener entreabierta la puerta que daba a la terraza. La voz de Carmen me pareció muy sensual cuando follaba.

Pensé que nos quedaríamos allí, pero María avanzó un poco más con su móvil en la mano y, cuando llegó a la esquina que daba justo al lado de la puerta que comunicaba la habitación de mis padres con la terraza, me hizo una señal de alto estirando su mano hacia mí.  Asomó su cabeza con mucho cuidado y miró. Se giró con los ojos como platos. Después estiró su mano derecha con el móvil, para que sobrepasara la esquina. Ahora si que no tenía ni idea de que estaba haciendo María. Estuvo asomada, enfocando el móvil, como medio minuto y después se giró hacia mí y me hizo señales para que retrocediese en silencio. Obedecí sin rechistar y volvimos a entrar en el comedor. Mi hermana pasó de largo y me indicó que la siguiese. Llegamos hasta su habitación y en cuanto entré cerró la puerta tras de mí.

-         ¡Qué fuerte, Vicen!

-         ¿Pero me vas a explicar de una vez qué pasa?

-         Mejor te lo enseño. Ven.

Nos sentamos los dos en el borde de su cama y esperé con interés a que me enseñase de qué se trataba. En la imagen se veía una mancha de color claro, o lo que parecía alguien con una forma extraña vestido de blanco. Amplió la imagen y le dio al play. Me quedé boquiabierto. En la imagen se veía a nuestra hermanastra, a poco más de tres metros, agachada y pegada al lateral de la puerta de la terraza desde la que se accedía a la habitación de mis padres, supongo que mirando por el pequeño hueco que debía propiciar la cortina al moverse con el aire. Tenía una mano por dentro de un minúsculo pantaloncito de deporte de color amarillo, y la otra buceaba por dentro de su camiseta acariciando sus bonitas tetas. Se la veía de perfil, pero aún así se podía apreciar su boca entreabierta y la punta de su lengua asomando.

-         ¡Será guarra la tía!

-         ¿Tú sabías que estaba allí?

-         ¡Qué va!, yo quería ver si podía grabar a papá y Carmen follando, o por lo menos grabar los sonidos.

-         Tía, tú estás muy mal.

-         Lo que tú digas, pero este vídeo vale su peso en oro.

-         ¿Por qué?

-         ¡Pareces tonto!, de aquí voy a sacar petróleo.

Vuelta otra vez Perico al torno. Ya me estaba empezando a hartar de tanta historia de venganza y tantas ganas de problemas.

-         ¿Sabes que te digo?, que yo me voy a dar una ducha y a mi habitación a descansar.

-         ¿Qué bicho te ha picado ahora?

-         Ninguno. Solamente que no quiero problemas.

-         Bueno, hombre. Ni te preocupes. Esto es cosa mía.

Puso una expresión maquiavélica y yo me largué. No quería saber nada más. Aunque erróneamente estaba aplicando el dicho de “ojos que no ven corazón que no siente”.

A pesar de eso, mientras estaba en la ducha le daba vueltas a todo lo que estaba pasando y me olía a complicaciones por todas partes. Pero, ¿cómo podría evitar lo que fuese que iba a pasar?, y lo que aún era más importante para mí: ¿qué podía hacer para no salir perjudicado?

Después de la ducha me sentí un poco mejor. Me acomodé en mi habitación y decidí que lo de dormir no iba a ser tan mala idea. No llevaba ni dos minutos tumbado en la cama cuando me sobresaltó el sonido de mi móvil avisándome de la llegada de un mensaje: era mi prima Amaya.

“Hola guapo. Kuando te va bien ke te llame?”

Joder, casi me había olvidado de ella. Mi primera intención fue la de no responder, no me apetecía hablar con nadie, pero a esas alturas ya sabría que había leído su mensaje, y decidí responderle dándole largas.

“Hola. Te llamo más tarde. Estaba sobando”.

Y envié el mensaje. Me respondió con un escueto “ok”. Enseguida me quedé dormido, pero sumido en un sueño inquieto, donde recuerdo, vagamente, que se entremezclaban imágenes de diferentes chicas desnudas o semidesnudas, pero en mi mente, lejos de producirme sensaciones eróticas y excitantes, me provocaba mucha inquietud, porque había una constante discusión entre ellas, incluso llegando a la agresión física. Yo lo veía todo desde una situación más baja, como un sótano o algo parecido en el que me encontraba encerrado.

La conversación fue subiendo de tono y me inquietó tanto, que quería salir de esa especie de pesadilla. De repente, uno de los gritos de aquellas chicas me pareció muy real, y abrí los ojos completamente sobresaltado. Aún aturdido, en la semi oscuridad de mi dormitorio continué escuchando aquellos gritos, pero esta vez con más claridad.

-         Ahora si que estoy despierto…¿qué coño pasa?

En unos segundos me despejé plenamente y entonces percibí con claridad las voces de María y Mel, que parecían discutir acaloradamente en la habitación de mi hermana. El tono de voz era tan elevado que no necesité ni acercar el oído a la pared en esta ocasión. Pensé que seguro que mis padres debían estar escuchando el jaleo. Miré la hora en mi móvil: eran casi las nueve de la noche; seguramente mis padres habrían salido ya a cenar fuera, de lo contrario ya habrían intervenido. Presté más atención a la conversación.

-         ¿Por qué no dejas de acosarme de una vez, María?, ¡déjame en paz!

-         Eres patética, Mel. Y no soporto a la gente como tú. ¡No te soporto!

-         ¿Pero qué coño te he hecho yo?, ¿me lo quieres decir?

-         ¿Aún no lo sabes?, pues entonces eres más estúpida de lo que yo me imaginaba.

-         Lo único que sé es que desde que has vuelto de Madrid no hay quien te aguante. Creía que tú y yo habíamos llegado a un acuerdo, ¿qué es lo que pasa ahora?

-         Pues que está muy claro que eres una perra salida y no me fío de ti. ¡Te quiero lejos de mi hermano y fuera de esta casa!

-         ¡Tú te has vuelto loca!, ¡Eres una pedazo de zorra!, ¡pero si te lo estás follando y no he dicho nada!

-         ¡Ya me has oído!

-         ¡Déjame tranquila, María!, ¡te lo advierto!

-         ¿O qué?

-         Pues…que es posible que tú maravillosa familia se vaya a la mierda.

Mel dijo esto último con un tono amenazante. Se produjo un tenso silencio que fue roto por un sonido seco; parecía un golpe. Me sobresalté y me dirigí rápidamente hacia la puerta de mi dormitorio. Cuando la abrí, me dio el tiempo justo de ver a Mel salir corriendo de la habitación de María con una mano en la cara. Me quedé plantado en medio del pasillo sin saber qué hacer. María salió un segundo después con cara de pocos amigos.

-         Ven, Vicen. Tenemos que hablar.

Otra vez. La seguí hasta la terraza. Toda la casa estaba a oscuras a excepción de las luces de la terraza, y una pequeña tira de luces led que quedaba siempre encendida sobre la encimera de la cocina. María se acomodó en una silla y me hizo señas de que me sentase en la que había a su derecha.

-         ¿Qué ha pasado, María?

Se quedó mirándome, pensativa hasta que decidió darme una explicación.

-         Bueno supongo que nos habrás oído, ¿no?

-         Un poco…estaba dormido y me han despertado vuestros gritos.

-         Ya. Verás. Al rato de irte tú de mi habitación le he enviado a Melinda un whatsapp desde mi teléfono, con la foto que se hizo para ti, el video que le he grabado esta tarde mientras espiaba a papá y Carmen…y otro vídeo que yo tenía.

-         ¿Otro?

-         Sí. Cuando te he explicado que Raquel y yo la sorprendimos en la playa, también la grabé.

-         ¿Y porqué has hecho eso?

-         Vicen, pareces tonto, hijo. ¿Para qué va a ser?, para cabrearla y para que supiese que la tengo en mis manos.

-         Bueno, pues ya está, ¿no?

-         ¡Ni hablar!, esto acaba de empezar.

-         Pero si sabe que tienes todo eso, ya no te va a molestar más, ¿no?

-         Eso para empezar, pero no me fío de ella. Quiero que se largue.

-         Pero, María, esta es su casa también.

-         ¿Qué pasa?, ¿qué ahora la vas a defender?, ¿o es que estás coladito por ella?

-         Sabes que no es eso, pero papá…y Carmen…¿no crees que lo van a pasar mal?

-         Que se lo hubiera pensado antes.

Hubo unos instantes de silencio muy tenso. Yo tenía otra pregunta que hacerle a mi hermana, pero no me atrevía. Quemaba en mis labios. Me armé de valor y se la formulé:

-         ¿Os habéis pegado?

Me miró fijamente a los ojos, muy seria. Después giró la cara hacia un lado y me contestó sin mirarme.

-         Le he dado una bofetada con la mano abierta. Nada más. Seguramente no debía haberlo hecho, pero es que no la soporto, no puedo con ella. No quiero que se vuelva a acercar a ti. ¿Lo entiendes?

Cogió mis manos entre las suyas buscando mi comprensión. Le hubiera gritado que no, que estaba harto de toda esa mierda y de todos los malos rollos que rodeaban mi vida desde hacía un tiempo, pero no tuve valor. Tal vez fue prudencia. No quería alterarla más.

-         Si, claro.

-         Mi hermanito es muy listo. Ven mi amor, ¿qué te parece si cenamos algo?

Se levantó, nos cogimos de la mano y fuimos a la cocina a registrar en la nevera.

-         ¿No sales con tus amigas esta noche, María?

-         ¿Ya quieres perderme de vista?

Todo se lo tomaba a la tremenda. La verdad es que no me hubiese venido mal un poco de tranquilidad, pero decidí seguir con la táctica de no contrariarla.

-         No seas tonta.

-         Aaaaaay, con lo que yo quiero a mi hermano, que es el más guapo del mundo.

Me propinó un sonoro beso en la mejilla.

Cenamos una improvisada ensalada de verano en la terraza, y en todo ese tiempo no vi ni rastro de Melinda. Estuvo encerrada en su habitación. Me daba la impresión de que las cosas habían llegado a un extremo en el que ya no había marcha atrás.

Después de cenar, estuvimos un rato charlando en la terraza hasta que llegó mi padre con Carmen. Nos saludaron y se sentaron a charlar un poco con nosotros, interesándose por como nos había ido el día. Llegó el momento de preguntar por Mel y lo hizo Carmen, su madre.

-         ¿Y Mel?

-         Debe estar en su habitación.

-         ¿No ha cenado con vosotros?

-         No, Carmen.

-         Voy a ver como está.

Carmen desapareció camino de la habitación de su hija. Miré a María, pero ella parecía no darle importancia al detalle. Se la veía muy segura. En un par de minutos Carmen estuvo de vuelta.

-         Estaba viendo la tele. Dice que hoy no le apetece salir. La he encontrado un poco rara. ¿Ha pasado algo que yo deba saber?

-         No, qué va. Todo normal. Debe estar cansada de la playa.

-         Si. Debe ser eso…

Después de unos minutos más, di las buenas noches y me retiré a mi habitación. A los pocos minutos María asomó la cabeza por la puerta.

-         Buenas noches, guapo.

-         Buenas noches, María.

-         Que descanses, y no te hagas muchas pajas que tienes que guardar reservas.

-         ¡Tía!, que te van a oír.

-         No, hombre, están en la terraza. Buenas noches.

Cerró la puerta. Por fin solo. Envié un mensaje a Amaya. Tenía la esperanza de que no lo viese hasta el día siguiente por si le daba por llamarme. Lo cierto es que no tenía muchas ganas de hablar. Mientras tanto respondía a los mensajes de mis amigos que me preguntaban si nos veríamos en la playa, y Juan me recordaba que teníamos un partido de fútbol sala por la tarde. Respondí con un “ok” a todos. Aún no sabía la que se me venía encima. A los pocos minutos recibí una vídeo llamada de Amaya y la acepté.

-         Hola, prima.

-         Hola, bombón.

-         Qué pena que no hayamos podido hablar antes, porque estaba solita.

-         Bueno, pero hablamos ahora.

-         Sí, pero ahora no puedo hacer lo que quería hacer. Me tienes muy caliente –bajó el tono de voz para decirme esto último-

-         Bueno, pues mañana.

-         No te veo muy animado, ¿qué te pasa?

-         Nada, hoy he estado en la playa con María y sus amigas y estoy un poco cansado.

-         ¿También ha ido la guarra de Raquel?

-         Tía, como te pasas.

-         No, si encima la vas a defender.

-         Que no, mujer, pero no es mala tía.

-         ¿Te ha tirado los trastos?, mira que como se pase la arrastro de los pelos.

En ese momento pensé que si supiera todo lo que estaba pasando, tendría que agarrar de los pelos a más de una.

-         Tranquila Amaya, que todo está en calma.

-         Mejor, porque te quiero solo para mí. Bueno te tengo que dejar que mis padres están rondando por aquí. Besos por todas partes.

-         Igualmente, Amaya.

Bueno. Había llegado el momento de dar por finalizado el día. Mañana era domingo y quería que fuese un buen día. Solamente pedía que fuese un domingo más, sin sobresaltos, por favor.

A la mañana siguiente me desperté relativamente temprano. Cuando salí a la terraza mis padres ya habían desayunado.

-         Buenos días.

-         Hola, que madrugadores.

-         Sí, hoy hemos quedado para pasar el día en Santa Pola, con mi amigo Salvador y su mujer.

Salvador era amigo de mi padre desde la época del instituto. Años después seguían siendo grandes amigos. Ahora se veían con sus respectivas parejas. En su momento mi padre lo hacía con mi madre, y ahora con Carmen.

-         ¿Qué vas a hacer tú? ¿Hoy también te vas con tu hermana?

-         No, hoy he quedado con los colegas.

-         ¿Cómo que hoy te vas con los colegas?

Me sobresaltó la voz de mi hermana que provenía de mi espalda.

-         ¿Pero no habíamos quedado para ir a la playa, hermanito?

Se acercó a mí con toda la tranquilidad del mundo y se inclinó para darme un beso de buenos días en al mejilla. Se detuvo un poco más de lo normal para susurrarme al oído.

-         Tengo una sorpresa preparada para ti. Ya verás…

Se me pusieron los pelos de punta. Carmen nos miró entre cerrando los ojos. Tenía la mosca detrás de la oreja.

-         Bueno, hijos. Ya os aclararéis. Venga, desayunar algo y que os divirtáis. Portaros bien.

-         Como siempre, papá. Por cierto, ¿y Mel?

Me extrañó mucho la pregunta de mi hermana. Le respondió Carmen.

-         Pues ha madrugado mucho. Cuando nos hemos levantado ya salía. Parece que se iba a la playa, no lo sé. ¿Por qué lo preguntas?

Carmen estaba sospechando que pasaba algo, pero María hizo gala de su sangre fría.

-         Por nada. Como dijiste que ayer parecía que estaba un poco rara, solamente me interesaba por ella. A fin de cuentas somos familia, ¿no?

-         Si, claro…

Mientras desayunábamos en la terraza,  mis padres se acabaron de preparar, y enseguida se marcharon. A los pocos segundos de salir por la puerta, nada más escuchar el ascensor cerrarse, María estalló.

-         ¿Dónde cojones se habrá metido la puta esa?. ¡Joder!, le dije que quería hablar con ella esta mañana sin falta.

-         ¿Por qué no lo dejas ya, María?

-         ¡No digas gilipolleces!

-         Olvidémoslo todo…

-         Pero vamos a ver, ¿tú del lado de quién estás?

Para ella todo era cuestión de bandos. En su mente todo estaba claro y, fuese lo que fuese que le rondaba, estaba más que decidido y no había marcha atrás.

-         María, yo siempre voy a estar de tu lado. Eres mi hermana, pero…

Se acercó a mí y se sentó de lado sobre mis rodillas, pasó sus brazos alrededor de mi cuello, y acercó su boca para comenzar a darme pequeños besitos en los labios, que solamente interrumpía para hablarme con su voz más seductora.

-         Hermanito guapo, mi amor, ¿solamente estás conmigo porque soy tu hermana?

-         Bueno…

-         O también, porque me quieres, porque me deseas, porque eres mío…

-         Si, por todo eso…

El tacto de sus suaves piernas, su cuerpo pegado al mío mientras me abrazaba, la presión de sus pechos, el contacto de sus dulces labios, su aroma y el tono de su voz me estaban excitando sin remedio y ella comenzó a notar mi creciente erección. Ya me había dado cuenta de que cuando algo no iba como ella quería o no le interesaba continuar con una determinada conversación, María, que era muy astuta, sabía como manipularme. Y la verdad es que yo era fácil de manipular. Lo único que ahora había cambiado, es que yo me daba cuenta.

-         ¡Huy!, se te está despertando el soldadito…pero ahora no podemos atenderle. Tendrá que esperar un rato.

-         Pues será mejor que te separes de mí y dejes de hacer eso.

Aún me dio un último beso antes de levantarse y liberarme del magnífico tacto de su cuerpo. Cogió su móvil, y comenzó a buscar algo. Hizo una llamada.

-         ¿Mel?, si soy María…¿dónde coño te has metido?

-         …

-         Me da igual si has ido a correr; te dije que por la mañana teníamos que hablar y te estoy esperando.

-         …

-         ¿Cuánto tardas?

-         …

-         Vale, en 15 minutos aquí en casa. No te retrases o te vas a arrepentir.

Y colgó.

-         ¿Qué pasa María? ¿Por qué has llamado a Melinda?

-         Tenemos una conversación pendiente.

-         Bueno, si vais a discutir, mejor me voy y os dejo solas.

-         Precisamente, necesito que tú estés presente. No te preocupes, que no va a haber ninguna discusión.

-         Entonces vale…

No me convenció para nada, pero tampoco podía ponerme a malas con ella precisamente ahora. Además, reconozco que tenía mucha curiosidad por saber de qué iba a hablar con Mel. Hasta ahora solo había oído sus discusiones espiando o a través de la pared de mi dormitorio.

-         Me tienes que hacer un favor, Vicen.

-         ¿Cuál?

-         Me has de dejar tu móvil un rato.

-         ¿Mi móvil?

-         Si. No te preocupes que no le va a pasar nada. Luego te lo devuelvo.

-         Vale.

No estaba muy convencido, pero no me iba a poner a discutir por eso, una vez más. Además acababa de cargar la batería y no me quedaría colgado aunque lo usase. María me pidió que la esperase en mi habitación, y me dijo que me avisaría cuando llegase Mel. Así lo hice. Noté que estaba nervioso como un flan, y entré en Internet para hacer tiempo e intentar distraerme.

De forma casi automática, comencé a buscar el instagram de mi vecina Laura, para ver si era cierto lo que me había dicho María. No tardé en encontrarlo porque conocía los apellidos de sus padres. La verdad es que había unas cuantas fotos de las últimas semanas, donde se la veía sola, o con sus amigas, y aparecía con un vestuario muy sugerente o en biquini. La mejor era un selfie que se había hecho en el balcón de su casa, por lo que pude deducir, en la que se la veía girada de espaldas, con el cabello rubio, suelto, vistiendo un minúsculo tanga de color negro. El culo era espectacular. Giraba su cara hacia la cámara y apenas tapaba el perfil de su pecho con la otra mano. La sonrisa y la mirada que dedicaba a la cámara estaban llenas de picardía.

  • Pues tenía razón María. La niña está muy buena y no se corta un pelo

Seguí entreteniéndome en Internet, y antes de que me diese cuenta mi hermana apareció en mi habitación.

-         Mel ya está subiendo. Vamos a la terraza. La recibiremos allí.

La seguí fuera de la habitación, y antes de que nos sentásemos en la terraza, llegó nuestra hermanastra.

-         ¡Estamos aquí!

Melinda apareció con aspecto muy sudoroso. Tenía las mejillas muy sonrosadas por el esfuerzo y el calor, el cabello recogido en una cola de caballo, y vestía una prenda deportiva de una sola pieza, muy ajustada, que resaltaba sus magnífico cuerpo. Era una especie de mono, que de cintura hacia arriba era negro, con unos tirantes anchos, sin mangas y abierto por los laterales, de forma que sujetaba firmemente el pecho, pero permitía ver el principio de este, y la parte de abajo estaba formada por un pequeño pantalón corto, a modo de malla, de color verde oscuro, pero que era casi transparente en los laterales, de forma que permitía ver con claridad desde la cintura hasta el muslo. La verdad es que estaba espectacular, pero dada la situación intenté no mirarla demasiado. No quería que estallase otro conflicto.

-         Bueno, me doy una ducha y ahora hablamos.

-         Ni de coña. Ya te hemos esperado bastante. Ya te dije ayer en mi mensaje que quería hablar contigo a primera hora. No me gusta que me hagan esperar.

El tono de María era amenazante. No tenía ni idea de que habían quedado para hablar por la mañana, sobre todo después de lo del día anterior.

-         Vamos a sentarnos al comedor.

Los dos la seguimos y María se sentó en el sillón de la derecha, Mel lo hizo en el grande, en el que yo dormí días atrás, y yo me senté en el de la izquierda. Preferí no sentarme cerca de Mel, y poder ver a las dos desde una posición un poco más alejada. Tenía a Mel a mi derecha y a María enfrente. Más que nada por si había otra discusión.

-         Pero, ¿por qué está él aquí?

-         Porque se lo he pedido yo. También le interesa lo que vamos a hablar.

Mel dudó durante unos segundos, pero finalmente apoyó la espalda en el sofá y cruzó sus brazos sobre el pecho.

-         Está bien. Tú dirás.

María se puso de pie y comenzó a caminar enfrente de nosotros, muy despacio. Se estaba recreando.

-         Vamos a ver, iré al grano. No es ningún secreto que no me caes bien, pero por el bienestar de esta familia siempre he estado callada y he aguantado tus tonterías y tus caprichos de niña consentida.

-         ¡Oye tía!, ¡no te permito…! –Melinda se levantó de un salto-

María dio un paso hacia Mel, como si fuera una fiera y se encaró quedando a un palmo escaso. Melinda se calló instantáneamente. Pensé que le iba a pegar de nuevo.

-         Tú me vas a permitir lo que a mí me salga de ahí, porque de lo contrario le van a llegar a tu madre y a mi padre unos mensajes con unas imágenes muy interesantes y digamos, muy…¿calientes?, sobre tus actividades. Así que, de ahora en adelante, zorra, te callas y escuchas.

Mel se volvió a sentar y cruzó de nuevo los brazos.

-         Como decía, no me gustas. Mi padre parece feliz con tu madre y tú trabajas ayudando en la tienda, aunque bien que te lo pagan. Te he estado tolerando hasta ahora porque no me molestabas, pero has traspasado una línea a la que nunca debiste ni tan siquiera acercarte. Sabes muy bien a qué me refiero.

Inconscientemente, ambas miraron hacia mí. Desee que me tragase la tierra.

-         Pues tu hermano no parecía sufrir mucho la otra tarde, ¿verdad, Vicen?

Su tono fue triunfal. La pregunta me cogió totalmente por sorpresa, y lo único que se me ocurrió fue mirar a María, buscando su ayuda. Y la encontré.

-         Mira, imbécil, tienes veintidós años, eres bastante mayor que él, y te aprovechaste de eso, de que es un adolescente con las hormonas revolucionadas, y, también de que yo no estaba, para seducirle. No tienes excusa ni perdón.

-         Pero bueno, ¿nos hemos vuelto todos locos o qué?, por lo menos no es mi hermano, María. Lo tuyo si que es enfermizo.

-         Tú no lo entiendes porque solamente te quieres a ti misma. Lo nuestro es amor de verdad.

-         ¿Ahora me quieres hacer creer que te lo estás tirando por amor?, ¡venga ya. María!

-         ¡Es la verdad!, ¡estamos enamorados!, ¡díselo tú, Vicen!, ¡Vamos!

De nuevo me sentí asaltado. Hasta ese instante lo estaba contemplando todo como si de una película se tratase. Me encontré entre la espada y la pared, pero no tuve elección. La verdad es que no soné muy convincente.

-         Si, eso es.

-         Ya, ya lo veo. –respondió Mel-

María se detuvo y se quedó mirando a Mel con odio en la mirada. Supongo que esperaba que nuestra hermanastra estuviese más acobardada después del incidente del día anterior. Pensó un instante antes de comenzar a hablar de nuevo.

-         Mira, bonita, de ahora en adelante, tú, no nos vas a joder más. ¿Queda claro?

-         Está bien. Hagamos un trato. Hacemos como si nunca hubiese pasado nada, y yo no vuelvo a acercarme a él. ¿De acuerdo?, me voy que tengo que ducharme.

Se puso de pie y se disponía a marcharse. Pero María se le acercó rápidamente, y, de un fuerte empujón, la devolvió a su posición en el asiento del sofá, ante la sorpresa de nuestra hermanastra.

-         No tan rápido, niña.

-         ¿Pero qué más quieres?

-         Ya te he dicho que no te soporto. Y no nos vas a joder más, ni tú, ni tu madre.

-         ¿Qué tiene que ver mi madre en todo esto?

-         Pregúntale a Vicen.

Esta vez fue María la que se cruzó de brazos esperando mi respuesta, mientras Melinda me miraba con ojos interrogativos. No sabía que decirle. Por suerte María continuó hablando; solamente se estaba recreando.

-         Si, “hermanita”, tu madre también ha “cruzado” esa línea. La otra tarde entró en la habitación de Vicen y le hizo una buena mamada. Por supuesto, también tengo una grabación sobre eso.

Aquí si que se estaba tirando un farol, pero Mel se quedó tan sorprendida que no preguntó ni un solo detalle. Su expresión cambió por completo. Se la veía desconcertada.

-         Por lo tanto, “Melinda”, estoy muy segura de que no vas a hacer nada de lo que te puedas arrepentir, ¿verdad?

-         Por supuesto…-apenas le salía la voz-

María me miró con expresión triunfal. Estaba disfrutando con su humillación; le encantaba tener a nuestra hermanastra vencida. Si en algún momento hubo una competencia entre ellas, se había autoproclamado vencedora. Continuó hablando y sacó a Mel de su ensimismamiento.

-         Pero para que veas que no soy tan mala, te doy la oportunidad de que toda esa valiosa información que poseo, no llegue nunca a nuestros padres, y de que me demuestres tu buena voluntad.

Miré a María sin comprender nada. Luego miré hacia Mel y nuestras miradas se encontraron con la misma expresión de intriga. Seguro que no se le había ocurrido nada bueno.

-         ¿De qué hablas, María?

-         Te ofrezco una oportunidad de solucionarlo. De eso hablo. Ven, Vicen.

Me levanté sin saber a qué se refería. Me cogió de la mano y me acercó hasta la posición de Mel, que seguía sentada, me quedé de pie frente a nuestra hermanastra y María se puso junto a mí, a mi derecha.

-         Creo que en primer lugar le debes una disculpa a nuestro hermanito pequeño, ¿no?, como muestra de buena fe.

-         Bueno, supongo…

-         Adelante, ¿a qué esperas?

-         Yo, lo siento, Vicen.

-         Vamos, tía, seguro que puedes hacerlo mucho mejor.

-         Lo…lo siento, siento haberte seducido.

-         Y que más.

-         Siento, siento haberme aprovechado de ti.

-         ¿Y no sientes haberte portado como una golfa y una calienta pollas con él?

-         Si…

-         Si, ¿qué?

-         Que siento haberme portado como una golfa y una calienta pollas contigo. Perdóname.

-         Si, claro, Mel, te perdono.

Toda aquella situación se me estaba haciendo mucho más que incómoda y quería que acabase cuanto antes, pero no había hecho más que empezar.

-         Bueno, y ahora habrá que darle alguna compensación, ¿no?

-         ¿A qué te refieres?

-         A una compensación por todas las veces que lo has puesto caliente actuando como una calienta pollas, y por haberlo usado para tus juegos, y para intentar joderme a mí.

-         ¿Qué quieres María?

-         Pues que seas muy obediente.

-         ¿Cómo?

-         No te hagas la tonta. Desde este momento vas a hacer todo lo que yo te diga, y si te esfuerzas, todo quedará olvidado. ¿está claro?

-         Si.

-         No te escucho –María hizo un gesto poniendo la mano en la oreja-

-         ¡Que sí, joder!

-         Excelente. No perdamos tiempo.

Yo no acababa de entender a que se refería María, pero ellas parecían haberse entendido a la primera. El primer gesto de mi hermana me sacó de dudas.

-         Ya verás como no te arrepientes de no haber ido a la playa con tus colegas.

Al momento extendió su mano y desabrochó el cordón de mi bañador. Intenté sujetarlo, pero me retiró la mano con suavidad.

-         Vamos, déjate hacer que te va a encantar.

Desató el nudo y estiró de la prenda, bajándola hasta que la dejó a la altura de mis rodillas. Mi miembro colgaba inerte y me sentí muy ridículo. María lo cogió entre dos de sus dedos y comenzó un ligero masaje mientras pegaba su cuerpo a mí y comenzaba ana agradable paja. Enseguida comenzó a hablar con su voz más sensual, pero en un tono alto para que la escuchásemos bien todos.

-         Mira que pollita tiene nuestro hermanito, ¿a que es una preciosidad?

Mel, no respondió y seguía en la misma posición, sentada y con los brazos cruzados sobre su pecho, pero me di cuenta de que sus ojos se dirigían a mi miembro.

-         Anda Mel, ¿no quieres tocarla un poco?

-         No. No me apetece.

-         Bueno, eso ya lo veremos.

María me quitó la camiseta, tiró de mi bañador hasta abajo y me dejó completamente desnudo frente a Melinda. Después tiró de la larga camiseta que llevaba ella y se la sacó por la cabeza, quedando completamente desnuda. No llevaba ropa interior. Enseguida volvió a pegarse a mí, y esta vez el contacto de su piel caliente y la visión de su cuerpo desnudo, comenzó a surtir efecto y los nervios fueron superados por lo morboso de la situación. Mi polla comenzó a ponerse dura.

-         Eso es, cariño, así, así

María seguía acariciando mi rabo, pero esta vez con toda la mano y yo me estaba excitando muchísimo con la situación. Comencé a mirar las formas del cuerpo de mi hermanastra, sentada frente a mí en el sofá. Ella me miraba a los ojos. Nuestras miradas se encontraron. María tomó el mando de la situación.

-         Ahora es tu turno, Mel.

-         Está bien, ¿qué tengo que hacer?

-         Quiero que se la chupes. Vamos.

-         No, no lo voy a hacer.

-         Si, claro que sí o esta noche duermes fuera de casa.

Miró a María y luego a mí, descruzó los brazos, se incorporó hacia delante, y se sentó en el borde del sofá. Me miembro quedaba justo a la altura de su cara. María siguió meneando mi polla y estiró levemente de ella, acercándola hacia la boca de Mel, que me miró a los ojos mientras sacaba la punta de su lengua y rozaba con ella la punta de mi glande. Fue una sensación electrizante. Su lengua era muy suave. Volvió a hacerlo, pero esta vez la pasó por todo el capullo. Después comenzó a recorrerlo todo. Era muy hábil y me la estaba poniendo como una piedra.

-         Vamos putita, demuéstrale a nuestro hermanito lo bien que la chupas. Tú y yo sabemos que te encanta chupar pollas, ¿a que sí?

No sabía exactamente a qué se refería María, pero su comentario surtió efecto, porque al instante siguiente retiró la mano de mi hermana de mi rabo, lo agarró con la suya, levantándolo hacia arriba, y comenzó a lamerlo con toda la lengua, desde el tronco hasta la punta, y de nuevo hacia abajo, hasta que llegó a mis huevos. Me dí cuenta de que su la expresión de su cara se estaba transformando y sus pezones se estaban marcando bajo la prenda deportiva.

-         Eso es, zorrita, chúpasela, chúpasela bien.

María agarró a Mel del pelo sin miramientos, pero esta no se quejó.

-         Abre bien la boca.

Melinda la abrió, obediente, y después engulló mi rabo por completo, guiada por la mano de María. El placer fue enorme. La mantuvo así durante unos segundos y después le soltó la cabeza. Mel se echó hacia atrás buscando aire con los ojos llorosos, a punto de la arcada.

-         ¡UUuuuaaa!, ¡Serás guarra!, casi me ahogas.

-         No disimules conmigo. Sé que te ha gustado.

La saliva comenzó a colgar de sus labios. Pero para mi sorpresa, retomó la mamada al instante, presionando con sus labios sobre toda mi extensión. No entendía como a una tía que decía que no le gustaba tocar, ni que la tocasen, la sabía chupar tan bien. El placer era indescriptible. Pensé que me iba a correr. Pero no quería llegar tan rápido, aunque la situación no podía ser más morbosa.

-         María, ¡ooohhh!, si sigue así me voy a correr.

-         Córrete, mi amor, no te preocupes que esto acaba de empezar.

María se situó junto a Melinda y, con un rápido movimiento, comenzó a bajarle los tirantes del conjunto deportivo. Para mi sorpresa ella no solo no se resistió, sino que además le ayudó sacando sus brazos. En un instante tuve aquellas magníficas tetas frente a mí y sin dudarlo un instante las agarré con fuerza. María se quedó sentada, contemplándolo todo desde muy cerca, mientras acariciaba lentamente su coñito. Era uno de mis más húmedos deseos hecho realidad. Eran total y absolutamente espectaculares. Bonitas, firmes, y no podía abarcarlas con mi mano. Sus pezones estaban durísimos y comencé a pellizcarlos sin piedad. Su dueña comenzó a gemir, aceleró el ritmo de la felación y aumentó la presión de sus labios y su lengua. No pude resistir más.

-         Uuuuuuummm, uuuummmmmpppff

-         ¡Ahora si que me cooorroooo, Mel! ¡aaaaaahhh!

La primera descarga fue en su garganta, y a mí me pareció casi como un disparo. Enseguida mi hermana se la sacó de la boca y apareció la mano de María que la acercó hacia la cara de Mel, donde fue a parar el segundo impacto, justo debajo de su ojo izquierdo. Melinda se incorporó un poco más y mi polla quedó entre sus tetas, y allí acompañaron mis dos hermanas el resto de mi corrida, acariciándome en una suave paja. Pensé que se me doblaban las rodillas.

Mel apoyó su espalda en el sofá, se la veía muy sofocada y claramente excitada. Llevó su mano a su entrepierna.

-         ¡Joder!¡cómo me estoy poniendo, cabrones!

-         No os mováis de aquí.

María se levantó con rapidez y fue hacia la cocina. Pasado un instante regresó con un bote que contenía nata en espray. Mi rabo seguía como una piedra y Melinda lo miraba fijamente.

-         Aquí no para nadie. Tú, puta, date la vuelta ahora mismo. Te quiero a cuatro patas. ¡Pero ya!

Mel la miró con mala cara, pero no le respondió y, obedeciendo de nuevo, se dio la vuelta, se puso de rodillas en el sofa, dándonos la espalda, y apoyó las manos en el asiento y su cara en el respaldo. María sacó unas tijeras y, sin previo aviso, comenzó a cortar la prenda de Mel a la altura de su culo. Melinda se revolvió.

-         ¡Estás loca!, ¿Qué coño haces?

-         Será mejor que te estés quieta o te voy a cortar. Tú decides.

Mel se resignó ante la amenaza y María siguió cortando hasta que llegó a la espalda. Después tiró de ambos lados con fuerza y acabó de rasgar la prenda que quedó sobre el sofá hecha un harapo. El cuerpo de mi hermanastra quedó totalmente expuesto. La visión de su culo y su magnífico coñito lubricado era sencillamente espectacular.

-         Y ahora hermanito, vas a follarte ese bonito culo.

Mel, se giró con la cara desencajada.

-         ¡No, María!, ¡eso no!

-         ¡Tú harás lo que yo te diga!

Mel, la miró unos segundos y después, resignada, recuperó la posición. María se acercó a mí, que seguía de pie, sin saber muy bien qué hacer, me dio un beso muy caliente, introduciendo su lengua por todos los rincones de mi boca, y luego me habló muy excitada.

-         Ven, ven aquí, esto te va a encantar. Acércate.

Obedecí sin rechistar. Ahora me convenía hacerlo. La verdad es que estaba excitadísimo y estaba deseando penetrar aquel culo y poseer a mi hermanastra. En ese momento sentí que quería devolverle la jugada del otro día, quería venganza.

María agitó el bote de nata y dejó caer una buena cantidad sobre el asterisco que formaba la entrada del magnífico culo de Mel. Me hizo señas de que me aproximase.

-         Mira, mira bien. Hay que reconocer que vas a tener pocas oportunidades de disfrutar de culos como este. Es perfecto, duro, redondo, bien proporcionado…

Y diciendo esto humedeció su dedo índice en la nata y lo introdujo en el coñito de Mel sin ninguna contemplación. Esta no se lo esperaba y lo recibió gimiendo y con un espasmo.

-         ¡ooohhh! ¡uuuuuuuufff!

María sacó el dedo enseguida y Melinda resopló cachonda.

-         ¿Ves?, nuestra hermanastra es una auténtica puta. Le gusta todo. Acércate.

Me cogió del miembro y me lo acercó hacia la entrada de la vagina de Mel. No me tuvo que decir nada. Me agarré de sus caderas y la ensarté sin contemplaciones. Ella respondió pegando su culo hasta que chocó con mi vientre. Estaba totalmente mojada.

-         Siiiii, eso es, fóllame, ¡fóllame!

La embestí unas cuantas veces, y aunque no era tan estrecha como Raquel, la amiga de mi hermana, noté que su interior me presionaba con fuerza. La sensación era alucinante. Después de unos segundos, María me hizo salir de su interior, a mi pesar.

-         ¡Tú calla, puta salida! No estamos aquí para que disfrutes. Esta tarde eres el juguete de nuestro hermano.

María volvió a untar los dedos en la nata, pero esta vez lo que hizo fue clavar el dedo directamente en el culito de Mel. Esta lo recibió sin una queja. Después lo sacó, untó otro más, y le introdujo los dos. Melinda comenzó a mover su culo, en un intento de que los dedos la follasen, pero María lo impedía. Se estaba comportando como una auténtica perra obediente y yo me estaba volviendo loco. En ese momento hubiera hecho cualquier cosa que me pidieran por poder seguir follándomela.

Mi hermana sacó los dedos, por fin, y se los acercó a Mel a la cara.

-         Vamos, chúpalos.

También obedeció. Sacó la lengua primero para lamer los dedos que le ofrecía mi hermana, y luego se los introdujo en la boca y los chupó con lascivia. María se acercó de nuevo a mí, agitó el bote de la nata y echó una buena cantidad sobre mi miembro.

-         Ven aquí. Súbete al sofá y agárrate de las caderas de Melinda.

Obedecí al instante. La perspectiva era alucinante y notaba su coño y su culo arder. Melinda estaba tan caliente que no dejaba de presionar con su culo hacia atrás buscando mi rabo. María cogió mi polla con firmeza y dirigió mi glande a la entrada del culo de Mel. Cuando notó el roce de mi capullo gimió. Estaba muy, muy caliente y yo deseando correrme dentro de aquella hembra. Mel mi miraba sobre su hombro con la boca abierta y cara de vicio.

Mi hermana presionó un poco con mi rabo y el agujero cedió, lo que me permitió introducir el glande por completo. La sensación era maravillosa, estaba suave, caliente, como hecho a mi medida y humedecido por la nata. Acercó la cara, escupió sobre el tronco de mi miembro y me hizo una señal con la cabeza para que continuase.

-         Ahora, entera. Sin miramientos.

Mel intentó decir algo, pero no le di tiempo y la ensarté sin compasión. Joder, follarse aquel culo era algo glorioso. Comencé a moverme sin parar pensando tan solo en mi placer. Al principio Melinda intentó resistirse y vi alguna lágrima que se le escapaba, pero estaba tan cachonda, que enseguida empezó a apretar su culo contra mí para que mi polla le entrara lo máximo posible. Mientras tanto, María se acariciaba el clítoris, de pie, a mi lado, mientras empujaba mi culo hacia Mel, con su mano libre. No paraba de hablar.

-         Eso es. Eso es. Fóllate a esa puta, pártele el culo a la zorrita de tu hermanastra. Fóllatela, joder, no pares, no pares.

A pesar de que hacía muy poco que me había corrido, fui notando que un nuevo orgasmo se acercaba. Tantas sensaciones físicas concentradas, el tacto de la piel de Mel, sus movimientos, los sonidos de las voces excitadas de mis hermanas, los gemidos, junto con el inmenso morbo de la situación, me tenían totalmente absorbido. Todo aquello era demasiado para mí. Creo que incluso lo hubiera sido para alguien mucho mayor y experimentado que yo. Me dejé llevar y comencé a darle fuertes cachetes.

-         ¡Aaaaahhh!, Vicen, ¡cabrón!, me vas a partir el culo.

-         Si, eso es. Mueve el culo que me voy a correr.

-         ¡Cállate, puta!, y mueve el culo para mi hermano.

María, se acercó hasta Mel y tiró de su pelo para que levantase la cabeza.

-         Saca esa lengua de guarra calienta pollas que tienes.

Y de nuevo Melinda obedeció. Por lo visto le ponía obedecer. Sacó la lengua, y comenzó a lamer el clítoris de María que se lo ofrecía inclinándose hacia ella. Las dos gemían y no pude aguantar más. Clavé las uñas en el culo de mi hermanastra, le dejé el miembro todo lo adentro que pude, y comencé a correrme como si no lo hubiese hecho en una semana. Ella apretó su culo hacia atrás con fuerza y casi me tira. Mientras me corría notaba que mi polla ardía dentro de aquella cavidad. Mel siguió gimiendo hasta que, unos segundos después, María comenzó a temblar y un chorro salió disparado de su interior a la cara de Melinda. Ella solamente cerró los ojos y continuó con su lengua fuera.

En ese momento mi hermanastra Mel encarnaba la viva imagen del deseo y la lujuria, desnuda, a cuatro patas en el sofá del salón de casa, ensartada por el culo por su hermanastro y recibiendo la corrida de María. Sencillamente espectacular.

Pasados unos momentos saqué mi miembro de dentro de ella y el semen comenzó a salir de su interior. Ella continuaba en la misma posición, seguramente se sentía expuesta, pero todos sabíamos que eso le gustaba. María fue la primera en reaccionar.

-         Bueno, de momento se acabó la fiesta. Tú, nena, recoge todo esto. Venga, ¡espabila!

-         Está bien, María.

-         Vamos, Vicen, recoge tu ropa y sígueme.

Lo hice de inmediato, no sin antes volver a mirar con detenimiento el fantástico cuerpo de Mel. Mi mirada se cruzó con la suya y, para mi sorpresa me sonrió.

María, aún desnuda, me hizo entrar en su habitación.

-         ¿Te lo has pasado bien?

-         Si. Ha sido una pasada.

-         Me alegro. ¿Ves como yo siempre me ocupo de ti?

-         Y tanto que sí.

-         Bueno, guapo. Ahora, si quieres puedes irte a la playa. De hecho, preferiría que te marchases. Pasa el día con tus amigos. Yo voy a estar algo ocupada. Nos vemos después.

La miré sorprendido. Una vez más no entendía nada.

-         Y tú, ¿qué vas a hacer?

-         Tengo que ocuparme de algunos asuntos. Pero no te preocupes, que está todo controlado.

-         Vale.

Me dio un dulce beso en los labios y me abrió la puerta de su dormitorio para que saliese. Me fui de su habitación y entré en la mía. Su actitud era muy desconcertante. No, creo que desconcertante no era la palabra adecuada, más bien era inquietante. Estaba empezando a acojonarme: ¿qué vendría ahora?

CONTINUARÁ