A mi hermana le gustan los videojuegos – 7

Las cosas se complican para Vicen, nuestro adolescente, y la mezcla de sexo y familia le aporta placer y problemas a partes iguales

A MI HERMANA LE GUSTATAN LOS VIDEOJUEGOS – 7

Me quedé unos instantes sentado en el mismo sitio, con la mente casi bloqueada, hasta que conseguí apartar la vista de la pantalla del móvil. Lo solté en el escritorio como si quemase. Estaba muy agobiado y no podía pensar con claridad.

Decidí refrescarme un poco, pero no quería usar el baño para no encontrarme de nuevo con Mel. Utilicé la mejor opción y cogí una toalla limpia de mi armario y salí tan rápida y furtivamente como pude, en busca de la ayuda de la manguera de la terraza, para darme un rápido remojón e intentar no coincidir con nadie. En ese momento necesitaba mi espacio.

Una vez finalizada con éxito la operación, regresé a mi dormitorio y me tumbé en la cama con el móvil en la mano. Continuaba bloqueado y sin decidirme por devolver ninguna de las llamadas. Pero ¿Porqué coño tenía que sentirme así?, cada vez que tenía una experiencia que debería ser placentera, el sueño de cualquier chaval, al instante siguiente me sentía fatal, como si yo hubiese echo algo malo. Incluso me sentía culpable y no sabía muy bien de qué.

Finalmente, miré con calma todo lo que había recibido en el teléfono y, supongo que llevado por la intuición, -o la cobardía-, comencé a responder según lo que me pareció más o menos urgente o importante, vamos, lo que a mi entender mi iba a causar menos problemas. Evidentemente lo primero que hice fue responder a los mensajes de mis colegas que, poco más o menos, venían a decirme que por la tarde estarían en la playa y planteaban la posibilidad de ir después a tomar algo. Eso estaba bien.

En segundo lugar estaba la cuestión de Amaya. Bueno la llamaría y le diría que había estado durmiendo; seguro que no habría más problema. Así lo hice, la llamé y respondió enseguida:

-         ¡Hola guapo!, pensé que ya te habías olvidado de mí.

-         ¿Qué tal prima? ¿Cómo ha ido el viaje?

-         Bien, me lo he pasado casi todo el tiempo sobando en el asiento de atrás, ja,ja,ja.

-         Ya me imagino

-         Oye, que siento mucho lo de anoche…y lo de esta mañana, no sé qué pensarás de mí, que te voy dejando siempre con un calentón, pensarás que soy una cría.

-         No, que va…-mentí-.

-         Pero ya verás que cuando nos veamos en el pueblo nos lo vamos a pasar muy bien.

-         Amaya, no me digas eso que aún falta mucho y me voy a desesperar…-si esta supiera el ritmo que llevo…-.

-         De todas formas, como eres mi primo favorito, y te quiero mucho, pero mucho, igual hoy te envío un regalito.

-         ¿Un regalito?

-         Sí, ya lo verás. Yo creo que te va a gustar.

-         Vale, ya me tienes en ascuas.

-         Bueno, Vicen, te envío un montón de besos, ¡Guapo!

-         Igualmente, Amaya.

-         Hasta pronto.

-         Adiós, prima.

Tras finalizar la llamada me quedé pensando que me gustaba más cuando en las conversaciones con mi prima no intervenía el sexo; por culpa de esto algo había cambiado para siempre entre nosotros, y esa alegría que me producía hablar con alguien querido que está lejos, al que echas de menos y te apetece ver, ya nunca iba a volver a ser lo mismo.

Bueno, otro punto solucionado. Ahora quedaba lo más complicado, porque yo no sabía disimular con María, me conocía demasiado bien. Además estaba esa maldita sensación de culpabilidad que me estaba rondando constantemente la cabeza durante el tiempo que duró todo el juego con Mel y, sobre todo, cuando mi cerebro recuperó el riego sanguíneo, tras el orgasmo, y las hormonas se tranquilizaron. Pero es que mi propia hermanastra me lo recordaba con sus continuas alusiones y comparativa frente a las que, claramente, parecía considerar sus rivales en no sé muy bien qué.

No tuve tiempo de seguir reflexionando porque el teléfono comenzó a vibrar en mi mano; era María de nuevo. Esta vez no me quedaba más remedio que responder a la llamada. La voz me salió con un hilo.

-         Hola, María.

Apenas dije esto comenzó a hablar sin parar y eso no era habitual en ella; era evidente que estaba un tanto alterada.

-         ¡Hombre, Vicen! ¡Por fin! ¿Porqué no contestabas a mis llamadas?, ?¿Ya no te acuerdas de tu hermana?, solo hace unas horas que me ido y ya ni te acuerdas de mí, pues anda que cuando me venga a estudiar aquí ni te cuento

-         No es eso, ¿cómo no me voy a acordar?, si te he enviado mensajes esta mañana…es que me había quedado frito…hoy he estado en la playa, y como aún no había descansado desde anoche…y eso.

No me gustaba mentir, y menos a María. Creo que soné muy poco convincente.

-         Ya, ya. Bueno. ¿Qué me cuentas?

-         Pues sin novedad, que te estoy echando un montón de menos, María.

Le dije esto último con total sinceridad por mi parte y su reacción me cogió totalmente por sorpresa.

-         ¡Seguro!, ¡Venga hombre!, si has estado muy entretenido y muy bien acompañado

-         Pero

-         ¡Pero qué morro tienes!, si papá me ha enviado una foto desde el restaurante y salían solamente Carmen y él. Cuando le he preguntado si habían ido solos me ha dicho que Mel y tú habíais ido a dar una vuelta juntitos, que no me preocupase por ti porque ella te estaba cuidando muy bien en mi ausencia.

-         Bueno si, pero

Su tono se endureció.

-         ¿Por qué no me lo explicas? ¿Es que hay algo que no me quieres contar?.

Nunca había visto así a María; se comportaba de una manera que no entendía y me estaba haciendo sentir fatal.

-         No, yo no…solamente era amable conmigo.

-         ¿Cómo de amable?, ¿eeeh? ¿ha pasado algo que yo deba saber?, cuenta, cuenta, vamos

Me ruboricé sin remedio y se me puso un nudo en la garganta. Me sentía a punto de soltar alguna lágrima. La culpa me resultaba insufrible, aunque no debería sentirme así, pero me atenazaba la sensación de haberle fallado a mi hermana, ella que siempre había estado a mi lado y era mi mayor apoyo. Le estaba pagando siendo un miserable. No pude más y me derrumbé.

-         Yo…lo siento, lo siento mucho.

Comencé a llorar. Lloré para liberar el nudo que me asfixiaba, para liberarme de esa sensación de culpa auto infligida, y sobre todo, creo que rompí a llorar para sacar de mí, por fin, toda la presión que en los últimos días me estaba provocando todo aquel maremagnum de angustias, nacido de mis relaciones con las mujeres de mi familia. Me sumí en un llanto ahogado pero profundo que me impedía hablar, y durante el tiempo que esto duró, mi hermana me hablaba, sin comprender, intentando que me calmase.

-         Vicen,  ¿qué te pasa?, hermanito, por favor, no llores…no llores que me partes el corazón…dime algo, ¿Qué pasa?...perdóname si te he hablado así…Vicen, ¿me escuchas?

Tras un par de minutos, por fin conseguí calmarme e intenté hablar con ella.

-         María…estoy bien…pero es que…es que…ha sucedido algo y, lo siento…lo siento mucho.

-         ¿Pero qué pasa?, cuéntamelo, por favor.

-         Es que, creo que te vas a enfadar mucho conmigo

-

-         No sé por donde empezar. ¿Me prometes que no te vas a enfadar?

-         Está bien

-         Verás…yo

Y se lo expliqué todo. Desde el tonteo antes de la comida, lo sucedido durante el paseo en la pineda del restaurante, como entró Mel en mi habitación, mientras jugaba, y todas las artes de seducción que empleó. Su proposición, a la que no me pude resistir y lo que sucedió después. Le comenté lo que me sorprendieron los comentarios y preguntas que me hacía nuestra hermanastra acerca de María y mis preferencias. Me ahorré los detalles de mis respuestas y de la foto que me regaló. Me escuchó muy atentamente sin interrumpirme ni mostrar ningún signo de enfado.

-         Y dime, Vicen, ¿dices que se puso exactamente en la misma posición en que nos vio a nosotros?

-         Si, eso es

-         ¡Será guarra!

-         Lo siento, lo siento mucho.

-         Hermanito, no tienes que disculparte, lo que ha hecho es seducirte y divertirse a tu costa.

-         Ya, pero…yo también.

-         Entiendo. ¿Te sientes mal? ¿culpable?

-         Te he fallado.

-         Mira, no ha pasado nada. A fin de cuentas, todo ha quedado en casa y, antes o después, hubiera sucedido. Yo lo estaba viendo venir, pero hay líneas que no se deberían de cruzar nunca y esa zorra ha traspasado unas cuantas… y se va a arrepentir.

-         No te entiendo.

-         Es igual, no te preocupes.

-         Entonces, ¿no estás enfadada conmigo?

-         No, hermanito. Yo te quiero mucho, y quiero que estés bien y te diviertas, pero

-         Pero ¿qué?, dime lo que sea, por favor

-         Que no quiero que te hagan daño, eso es todo.

-         Gracias, María.

-         Bueno, pero me has de prometer que responderás al teléfono cuando te llame, ¿no querrás que me preocupe por nada? ¿no?

-         Te lo prometo… gracias, María, de verdad.

-         También me tienes que prometer que si pasa cualquier cosa, lo que sea, me llamarás enseguida para contármelo, ¿de acuerdo?

-         Si, por supuesto.

-         Anda, tonto, cálmate y no te preocupes. Cuando vuelva, yo si que te voy a dar un montón de mimitos.

-         Vale.

-         Un beso, hermanito.

-         Adiós, María, un besito.

Cuando finalizó la llamada sentí una inmensa sensación de tranquilidad pero, aún así, había muchas ideas que se agolpaban en mi cabeza. Era muy extraño porque, a cada cosa que me sucedía, a cada paso que daba en mi relación con alguna de ellas, se producían situaciones que casi siempre generaban un caos en mi interior, una desazón, y yo solamente quería pasar mis vacaciones tranquilamente. Si relacionarme con una chica de mi familia me creaba estos problemas e inseguridades, ¿qué me sucedería cuando conociese a una chica de fuera de casa…que no fuese de mi familia?. ¿Sería aún más complicado?

Después de tanta tensión, si que me sumí en un sueño profundo y tranquilo, como hacía muchos días que no había disfrutado. Lo hice con el móvil en la mano, apoyado sobre mi pecho, pero ni siquiera recordé activar el volumen de mi teléfono. Tan a gusto dormí, que perdí la noción del tiempo y se me pasó, por completo, la hora de ir a la playa. Es más, se acercaba la hora de la cena y yo seguía profundamente dormido. Cuando por fin abrí los ojos, la claridad que se filtraba desde el exterior, a través la persiana entre abierta, me indicó lo avanzada que estaba la tarde.

-         ¡Joder, me he quedado dormido!

Busqué mi teléfono y lo encontré debajo de mi espalda; por suerte estaba intacto. Miré la hora. Eran casi las ocho y estaba finalizando la tarde.

-         Menos mal que no me lo he cargado, sino mi padre me mata. ¡Hala! vaya sobada.

Doblé la almohada bajo mi cabeza, me incorporé un poco y miré los diferentes mensajes que me habían llegado. Respondí a mis colegas con un audio, pidiéndoles disculpas por no haber dado señales de vida y explicándoles que me había quedado dormido. También respondí un mensaje de María en el que me enviaba besos y, por último, observé que me había llegado un video de Amaya.

-         ¿Qué se le habrá ocurrido a esta ahora?

Di al play y me quedé helado; estaba en su habitación, y sostenía el teléfono enfocando hacia ella con una mano, la izquierda, mientras estaba de rodillas sobre su cama. Solamente vestía, un breve pantaloncito corto de color rosa y un top sin mangas, del mismo color, y miraba fijamente hacia la cámara de su móvil. Su expresión era seria y concentrada; parecía mayor.

-         Y ahora, Vicen, te voy a enseñar lo cachonda que me tienes y lo que quiero hacer contigo cuando nos volvamos a ver.

Pulsé el botón de pausa y me levanté con rapidez a buscar mis auriculares, dentro de la mochila. No quería que nadie escuchase lo que me imaginaba que se iba a oír. Los encontré en el bolsillo lateral, y recuperé mi posición en la cama. Ansioso, volví a darle al botón de play.

Obediente, la imagen de Amaya comenzó a acariciar su cuerpo con su mano libre, lentamente, desde las piernas, pasando por sus muslos hasta llegar a su vientre, y enseguida, sumergió su mano por dentro para acariciarse con rapidez, y en pocos segundos, sacar esa mano y tirar apresuradamente de su pantalón hacia abajo para deshacerse de él. Acercó la imagen a su entrepierna y pude apreciar su precioso coñito en el que se marcaba solamente aquella cuidada línea de pelo que yo ya conocía.

-         Primo, mira como me tienes.

Acercó aún más la imagen y separó los labios con sus dedos, permitiéndome ver un clítoris, de pequeño tamaño, pero que parecía estar en erección, como si fuese un diminuto pene. Lo acarició con la yema de sus dedos, y enseguida, se alejó la imagen de forma un poco brusca. Desde luego o mi prima no era muy hábil grabando, o estaba nerviosa debido a la excitación, o ambas cosas a la vez. Cuando por fin volví a ver una imagen nítida apareció esa caliente ninfa, de cintura para arriba, y se levantó el top hasta dejar sus pechos al descubierto, iniciando un magreo intenso de ambos, deteniéndose en sus pezones para pellizcarlos suavemente. Al instante paró, humedeció su boca y sacando un poco su lengua dejó caer saliva sobre su pezón izquierdo, acertándole casi de pleno. En un segundo la estaba distribuyendo con sus dedos por toda la aureola. Me estaba poniendo muy cachondo.

-         ¡Ostias!, otra vez la tengo dura.

Comencé a acariciar mi más que incipiente erección sobre el pantalón corto. Mientras tanto, Amaya volvía a bajar su mano para acariciarse, pasando su dedo índice por toda la longitud de su coñito, desde casi el inicio de su bonito culo, hasta sobrepasar su clítoris. De repente acercó la cámara a su cara y con voz marcada por la excitación me dijo en un susurro:

-         Y ahora, Vicen te voy a follar.

No sabía muy bien a que se refería, pero se giró un momento y extrajo algo de debajo de uno de los cojines que había tras ella, junto al cabezal de la cama. Cuando lo acercó a la cámara del teléfono pude comprobar que se trataba de un cepillo para el cabello. Tenía un tamaño considerable, era de color negro, tenía púas metálicas y un mango de forma cilíndrica, acabado en una punta redondeada. El mango debía medir unos diez o doce centímetros de largo, y poco más de un dedo de grosor. Lo cogió por la parte de las púas, y enseguida lo acercó a su boca, y comenzó a pasar la punta de su lengua por toda la extensión del mango. El miembro se me estaba poniendo como una piedra, una vez más.

-         Esto va a acabar conmigo, no puede ser bueno, seguro

Pero la grabación cada vez se ponía más interesante, y la primita comenzó a introducirse el mango en la boca como si de un rico helado se tratase, mientras me miraba, (bueno a la cámara), como si me estuviese devorando. Me bajé el pantalón corto y comencé un lento y agradable masaje en mi rabo.

-         Y ahora quiero que me folles, Vicen. Vamos, estoy que no puedo más, estoy muy cachonda…si supieses todas las veces que he pensado en hacer esto contigo.

Joder, con la prima, y yo en la inopia. -Lo que tú digas preciosa-, me escuché decir. Estaba claro que, en lo que a sexo se refería, yo no era más que un mandado, no sabía decir que no…pero, ¿cómo me iba a negar?, ¿acaso podría hacerlo alguien?

Se puso de espaldas  a mí, se inclinó hacia delante, hacia el cabezal de la cama, y apoyó su cabeza en uno de los cojines, sacando su cabeza por su derecha para ver donde quedaba el teléfono y por tanto lo que estaba grabando, y supongo que también para que yo viese su cara. Separó un poco las piernas y me mostró su vagina y el culo que quedaron totalmente expuestos. La imagen era de infarto, y aún más cuando apareció su mano entre sus piernas y se acarició, muy despacio, el orificio de su coñito  con la redondeada punta del cepillo, utilizando las gotitas de humedad que salía de él para lubricar el juguete que había improvisado.

-         Ahora, primo, métemela.

De haber estado allí lo hubiese hecho sin pensarlo un segundo, pero me tuve que contentar con agarrarme con fuerza la polla y hacer un movimiento de acompañamiento con mis caderas, mientras veía desaparecer, en un instante, toda la extensión del objeto dentro del estrecho y suave coñito de Amaya.

-         Uuuuuummmm, ¡qué bueno!

Pensé en lo bien que se debía estar allí dentro. El cepillo comenzó a salir rítmicamente de su cueva, cada vez más encharcada.

-         ¡Oooohhh siiiii!, eso es, fóllame primo, eso es….

Y de pronto desapareció el sonido de mi oído derecho acompañado de un ¡plop!, que me devolvió de vuelta a mi habitación, junto a un tremendo sobresalto.

-         ¡Mierda!, ¿qué coño pa…?

No pude ni acabar la frase. Allí, inclinada hacia mí, a mi lado, y con el altavoz derecho del auricular colgando entre sus dedos estaba Carmen, mi madrastra.

-         Tu padre te ha dicho mil veces que no seas mal hablado.

Si me pinchan no sangro. Lancé mi móvil sobre la cama hacia el lado opuesto donde se encontraba ella, es decir hacia mi izquierda; por suerte cayó con la pantalla hacia abajo. Enseguida tiré de mi pantalón corto hacia arriba, pero aquello no había quién lo cubriese y, además, me había pillado de marrón. ¿Porqué cojones no llamaba nunca nadie antes de entrar en mi habitación.

-         ¿Qué…qué haces aquí?

-         No quería interrumpirte, pero como se ha hecho tan tarde, he venido para avisarte y decirte que vamos a cenar dentro de poco.

No se movió ni un centímetro de su posición y se hizo un silencio incómodo. Decidí romperlo.

-         Ya, vale, gracias ahora…ahora voy.

-         Estabas viendo porno, ¿eh?

-         No, bueno…si…pero no se lo digas

-         ¿A tu padre?, vamos hombre, como si él no lo supiera. Es normal estás en la edad. Lamento haberte interrumpido, además ya sé que eres un chico con mucho vigor, estás descubriendo la sexualidad, es verano, el calor y todo eso…hay muchas imágenes que golpean constantemente el cerebro de los jóvenes como tú, las chicas de tu edad, Internet, la televisión, lo que ves en casa

-         ¿Cómo…cómo dices?

-         ¿Pero tú piensas que no he sido joven como tú? ¿qué no me he dado cuenta de cómo miras a Mel?¿y de lo cariñosa que ha estado estos días tu prima Amaya contigo?. Además, recuerda que el otro te día te pillé dándote una alegría mientras mirabas aquella foto en la pantalla de tu ordenador

Me estaba empezando a acojonar. Mientras me decía esto último se sentó en el borde de la cama, y entretanto yo intenté desesperadamente acabar de subirme el pantalón sin hacer ningún gesto brusco o, dicho más claramente, sin tocar mi polla y subir obscenamente mis caderas delante de Carmen. Pero, ¿por qué coño no se iba ya de mi habitación y me dejaba en paz?. ¿Me parecía a mí o es que me iba a dar una charla o una bronca?

-         Mira Vicen

Ya está, al final va a ser un sermón. Lo que yo pensaba.

-         Me imagino por lo que estás pasando, tantas chicas y las hormonas tan revolucionadas por la adolescencia

Ahora que me fijaba, Carmen no estaba nada mal; tuvo a su hija joven. Como expliqué anteriormente, debía tener ahora cuarenta y cinco años, conservaba una buena figura y no había ninguna duda de donde había heredado Melinda sus formas femeninas…aunque en ese momento no se apreciaban con claridad en Carmen, porque vestía uno de esos largos vestidos veraniegos que las mujeres usan para estar en casa, o ir a la playa, que son muy cómodos, pero que sugieren muy poco. Yo recordaba su cuerpo de otras ocasiones en la playa o en que vestía con ropa más reveladora…pero, de pronto, el tacto de su mano sobre mi muslo derecho, el que ella tenía más cerca, me sacó de aquel pensamiento absurdo y la miré directamente a los ojos sin disimular mi sorpresa.

-         …Y entiendo que tienes tus necesidades y tienes que aliviar tanta carga hormonal, tanta energía, además, contenerse no es nada bueno

-         Carmen

Mientras decía esto se inclinó aún más hacia adelante y la inercia hizo que sus generosos pechos se acercasen hacia mí, presionando el tejido de su vestido, y dejando en evidencia lo erizados que tenía sus pezones. Me quedé como hipnotizado mirándolos.

-         …Además, en cierto modo me siento responsable de cuidar de ti para que estés bien, ya sabes que realmente te quiero como si fueras mi hijo.

Su voz iba descendiendo de volumen y su cara se aproximaba a la mía, cada vez más, mientras sus dedos comenzaron a bucear, hábilmente, por dentro de la pernera derecha de mi pantalón de deporte, arrugándola un poco hacia arriba con su muñeca, hasta llegar a rozar con ellos mi testículo derecho, lo que me produjo una especia de calambrazo por toda la zona. Lo primero que me vino a la cabeza fue la imagen de mi padre; era y es, un gran padre y una excelente persona, lo que estaba pasando no estaba bien.

-         Carmen, no hagas eso, por favor, mi padre

-         ¡Sssshh!, seguro que tu padre pensaría que es bueno que cuide de ti, que te ayude a encontrarte mejor, ahora que te estás haciendo tan mayor…que estás creciendo tanto

Mientras decía esto clavó su mirada en el bulto de mi pantalón, a la vez que atrapaba entre sus dedos la parte inferior del tronco de mi miembro. Sin mucha convicción, intenté razonar con ella, aunque sabía que ya estaba en sus manos.

-         Pero yo no puedo…mi padre

-         No seas tontito, Vicen, querido, te he interrumpido en un momento muy delicado y ahora tengo la obligación de compensarte. ¿No pretenderás que te deje así?, eso no es bueno para tu salud, ni para tu crecimiento

Su mano agarraba mi polla con una suavidad extrema, era como un guante de seda que comenzó a acariciarme en toda la extensión, subiendo y bajando mi piel con mimo.

-         Ven, deja que te ayude, mi niño.

Sacó su mano de dentro del pantalón y entonces, con ambas, tiró de la prenda para dejar mi erecto miembro totalmente visible; le resultó muy sencillo porque aún no había podido cubrirme del todo.

-         Ves, así es mucho mejor, tú no te preocupes por nada, solo será un momento, ya verás

-         No puedo, no podemos, por favor

Pero ya estaba totalmente entregado, no supe resistirme. Carmen estaba desplegando toda su sensualidad, que no era poca, y me envolvía con su voz, con sus movimientos

-         Mira que tenemos aquí…seguro que vas a hacer felices a bastantes chicas con esto, ya lo creo.

Puso mi rabo en posición totalmente vertical, acercó su boca a poco más de un palmo de ella y dejó resbalar un hilo de saliva directamente sobre mi glande para, tal y como caía, esparcirlo con sus dedos delicadamente. Fue una sensación maravillosa. Enseguida empezó con una lenta paja llevando su mano hasta debajo del tronco, para luego subirla, despacio, utilizando la piel para cubrir el glande y luego bajarla de nuevo.

-         ¡Qué bueno! Carmen…uuuffff

-         Ya lo sé, disfrútalo mi niño, te lo debo por cortarte el royo…pero dime… ¿quién te ha calentado así? ¿el porno que veías?, cuéntamelo que me gustará que me lo expliques.

No me dejó ni contestar.

  • Seguro que la culpable ha sido mi hija Mel. Siempre va por ahí calentando al personal, le encanta…además ya he visto como jugaba contigo en el restaurante, venga a hacerte mimos, venga a rozarse contigo, a pegarte los pechos en el brazo y en la espalda…y tú eres un buen chico y no te mereces que te hagan esas cosas

-         Uuuffff, no…no me lo merezco.

Se inclinó aún más hacia mí hasta que me dio un dulce beso en los labios.

-         Venga mi vida, vamos a calmar esa tensión, ya verás que tranquilo te vas a quedar

Acercó su cara a mi miembro mientras aceleraba el ritmo de la masturbación. Lo hacía realmente bien. Sus pechos quedaron casi pegados a mí, y alargué mi mano para agarrar el izquierdo que era el que me quedaba más cerca. Eran muy grandes, más que ninguno de los que hubiera tocado hasta el momento y estaba mucho más duro y firme de lo que me esperaba. Enseguida encontré su pezón, muy duro, y lo toqué.

-         Oooohh, sí, cariño, eso es, yo te dejo que me las toques.

Tal y como acabó de decir esto, de repente, se introdujo mi glande en la boca a la vez que aceleraba el ritmo de su masturbación. Su boca era bonita y sensual, con unos sugerentes y carnosos labios.

-         Carmen, Carmen…si haces eso me voy a correr enseguida.

Por toda respuesta, se introdujo casi la totalidad de mi miembro en la boca y lo dejo ahí, por un par de segundos para luego sacárselo del todo, muy despacio, dejando un hilo de saliva que colgaba desde sus labios hasta la punta de mi miembro. Prácticamente toda mi polla estaba impregnada de su saliva.

-         Y ahora, sé un niño bueno y dame todo lo que tienes ahí dentro, que se hace tarde y nos tenemos que ir a cenar.

Volvió a meterla en su boca, hasta un poco más abajo de la punta de mi herramienta, mientras aceleraba el ritmo con su mano, y enseguida sentí que el orgasmo arrancaba de lo más profundo de mis genitales. Agarré con más fuerza su pecho, casi con rabia, y ella entendió la señal y se preparó para recibir mis descargas. Me tensé y lancé el primer chorro levantando ligeramente mis caderas, pero ella no se movió, engullendo mi rabo hasta casi la totalidad, mientras controlaba con su mano la profundidad del envite. Aumenté la presión sobre su pecho pellizcando su pezón. Ella gimió de gusto con la boca llena

-         Uuummmmppff, uuuummmm,

Continué descargándome en la boca de mi madrastra, que me miraba a los ojos mientras recibía mi semen con expresión golosa. Después de la tercera descarga, ella inició una paja con su boca, presionando con sus labios y su lengua, sobre toda mi extensión, mientras subía y bajaba con rapidez. Entonces comenzaron a brotar los primeros hilos de mi leche por las comisuras de su boca. Consiguió que mi orgasmo se prolongase como nunca, mientras yo no podía evitar que mis caderas se moviesen con vida propia.

Así me tuvo hasta que decidió que todo había finalizado, liberó mi polla de su boca y se incorporó despacio. Se pasó el dorso de la mano derecha por la boca y la barbilla, recogiendo lo poco que había podido escapársele, y se lo llevó a los labios.

-         Bueno, Vicen, y ahora lávate las manos…y eso, y ayúdanos a preparar la cena.

-         Si, lo que tú digas.

Dijo esto dándole un par de suaves palmaditas amistosas a mi rabo, se puso de pie, se alisó su vestido con las dos manos y salió de mi habitación. Desde luego que me había ayudado, pero dudaba seriamente de que aquello fuese ni remotamente normal. Por lo menos yo nunca había escuchado a nadie explicar que le había sucedido algo parecido. ¿Y si no fuese tan raro?, ¿y si esto sucedía en más casas, en más familias, pero nadie lo contaba? De todas maneras, ¡joder!, que vicio tenía esa mujer, nunca me lo hubiera imaginado. Mi padre era un hombre afortunado, y se lo merecía pero, ¿ahora cómo iba yo a mirar a la cara a mi padre? ¿y qué le iba a decir a María?...tal vez debía ser un poco más espabilado y que aquello quedase entre Carmen y yo. Igual era hora de que mirase un poco más por mí. Seguramente sería lo mejor pero no me veía capaz de engañar a mi hermana, seguro que enseguida se daba cuenta de que le ocultaba algo

Me levanté de un salto, y me cambié rápidamente de ropa. Ahora, cuando saliese de mi habitación me iba a encontrar con las dos mujeres con las que había tenido sexo esa tarde. Por una parte me sentía un chico afortunado pero, lo especial del vínculo que me unía a ellas, y el hecho de vivir bajo el mismo techo, hacía que todo me resultase demasiado raro, incluso un poco violento. Me armé de valor y salí en dirección a la cocina, allí estaba Mel.

-         Ya era hora chaval. ¿Qué pretendías quedarte sobando hasta mañana?

-         No, es que estaba muy cansado.

-         Ya, ¿una tarde movidita?, pero tampoco es para tanto.

-         Bueno, ya sabes

Enseguida entró mi padre en la cocina.

-         ¡Hombre!, el desaparecido.

Me quedé mirando a mi padre un instante y no pude reprimir mis ganas de darle un fuerte abrazo.

-         ¿Y esto?

-         Pues nada, que eres el mejor.

Me separé un poco de él y vi una sonrisa dibujada en su cara.

-         Pues tú eres un gran chico, hijo.

-         Sí que lo es

Quien intervino fue Carmen que estaba entrando en la cocina. Me miró directamente desde la puerta. Fue Mel la que nos cortó el royo; parecía un tanto celosa.

-         Bueno, ¿cenamos o qué?

Acabamos de montar la mesa en la terraza, y disfrutamos de una cena tranquila. Curiosamente, no me sentí demasiado incómodo. No hubo ninguna frase fuera de lugar, ninguna mirada que pudiese interpretarse como extraña ni actitud que denotase tensión, todo discurrió con total normalidad, tal vez demasiada, dadas las circunstancias. Finalizada la cena recogimos todo y los demás se fueron pronto a sus habitaciones, a descansar, porque al día siguiente debían madrugar para abrir la tienda. Yo me retiré a la mía.

Pensé que era un buen momento para pensar un poco sobre lo que me ocurría. Mientras me decidía me distraje enviando y recibiendo los whatsapp de mis colegas, emplazándonos para la mañana siguiente en la playa e invitándome a conectarme con ellos en una partida on line. Una vez concretado todo esto recordé que no había visto completo el vídeo de Amaya.

-         Tío, mejor que lo dejes para mañana, que sino te vas a poner cachondo otra vez, y ni pensar en mirar la foto de las tetas de Mel.

Envié un audio a mi prima diciéndole lo mucho que me había gustado su vídeo y en pocos segundos recibí respuesta.

“ke bien k te haya gustado. Espero k me lo hagas tú. Besos”

-         Madre mía, no hay manera de estar relajado ni un instante

Por fin decidí enviar un mensaje de buenas noches a mi hermana María. No sabía si podría hablar en ese momento y, la verdad, es que tampoco estaba seguro de si quería contarle lo que me había pasado con Carmen. Me parecía muy fuerte después de lo que le había explicado por la tarde, y de lo comprensiva que había sido pero, por otro lado, ¿tenía la obligación de explicárselo porque éramos pareja o algo así? ¿Porque era mi hermana?. Cada vez que pensaba sobre todo esto la cabeza se me hacía un auténtico lío y no sabía muy bien como entenderlo y, muchos menos, como iba a acabar.

Pude disfrutar, por fin, de una partida on line con mis amigos, y jugar hasta que me venció el sueño, como a las dos de la mañana. Lo cierto es que hacía bastantes días que no me sentía tan bien; había sido una noche tan normal que no podía creerlo. Debo reconocer que en algún momento me sobresalté pensando que alguien había entrado, otra vez, en mi habitación sin que yo me diese cuenta. Cuando me acosté, pocos instantes antes de dormirme, recuerdo que estaba dándole vueltas a la idea de que,  aunque normalmente las entradas no autorizadas a mi habitación venían acompañadas de alguna experiencia gratificante para mí, en lo que al sexo se refería, no era menos cierto que, desde que esto sucedía, siempre estaba en tensión y, en muchas ocasiones alterado. Esto significaba que todo eso también traía aparejados muchos momentos de angustia y nerviosismo. La cuestión era: ¿Una cosa compensaba a la otra?¿En eso consistían la vida y las relaciones? No recuerdo haber pensado nada más.

Curiosamente, el inicio de la semana no trajo nada más que merezca ser comentado. Mi familia estuvo muy liada con su trabajo y la dinámica normal que comportaba atender el negocio familiar, y esto, junto a la ausencia de María, me permitía dedicarme a lo normal para cualquier chaval de mi edad: dormir, ir a la playa, pasar el tiempo con los amigos, jugar con mi videoconsola, cada vez que me venía en gana, y hacer lo que me apeteciese durante prácticamente todo el día. Intercambiaba algún mensaje y alguna llamada tanto con Amaya como con mi hermana María y, no sabría decir porqué, todo tema relacionado con el sexo, no fue mencionado por nadie en ningún momento; era como si de repente no existiese. Cuando me acometía alguno de los calentones, típicos de mi edad, producidos por todas las imágenes que golpeaban mi retina y a mi cerebro, alterando mis revolucionadas hormonas, me aliviaba con el método tradicional, usando algún vídeo de Internet. Resultado: cero complicaciones.

Cuando me alivié la primera vez sin más ayuda que lo de siempre, sin recurrir a los recuerdos de lo recientemente sucedido, (ni al vídeo de Amaya, ni a la foto que me “regaló” Mel), como decía, cuando conseguí hacerlo, recuerdo perfectamente que también me sentí aliviado en mi interior, como si me hubiese liberado de una gran carga.

Se podría decir que desde ese lunes por la mañana hasta el viernes a mediodía, es decir el viernes 5 de julio, fui un chaval tranquilo y se podría afirmar que feliz. Pero ese día, hacia la hora de comer, regresaba María de su viaje a Madrid. Debo reconocer que la había echado de menos y me apetecía mucho verla, pero también temía que todo mi mundo volviese a ponerse patas arriba de nuevo.

Pero el tiempo pasa e invariablemente, todo llega.

Mi hermana llegó con retraso y ya hacía rato que habíamos comido. Nos mantuvo al tanto de su llegada a través de los mensajes al móvil. Carmen ya se había retirado para la siesta, y Mel hacía lo propio en la terraza. Mi padre y yo la esperábamos viendo la televisión, sentados en el sofá, cuando se escuchó el familiar sonido de las llaves en la cerradura, anunciando su llegada.

-         ¡Hola familia!

-         ¡Hola, mi princesa!

Mi padre se levantó como si tuviese un resorte en el trasero y se acercó rápidamente para abrazar a María; nunca había estado separado de su niña tanto tiempo.

-         ¡Hola papi!

Se saludaron con dos sonoros besos.

-         ¿Cómo te ha ido todo? ¿Ya tenéis piso?

-         Si, si, ya está todo arreglado

-         Muy bien, ¿y dónde queda exactamente?

Ella se desentendió un momento de papá y me miró poniendo los brazos en jarra.

-         Y tú, ¿no vas a saludar a tu hermana, hermanito?

Me levanté del sofá y me acerqué hacia donde se encontraban ambos. Lo cierto es que no sabía muy bien como comportarme o qué decir; de repente una situación de lo más normal se había tornado en complicada para mí. Fue María quién lo resolvió todo con soltura acercándose a mí y dándome un fuerte abrazo, mientras mi padre nos miraba con una amplia sonrisa.

-         Ven aquí.

Se pegó con fuerza y noté como se clavaban sus pechos en el mío; prácticamente se fundió conmigo. Sin soltarme, me susurró en el oído.

-         Después tenemos que hablar.

Por fin se separó y cogió mi mano, haciendo que me girase en dirección a donde se encontraba nuestro padre.

-         ¡Qué grande se nos ha hecho el pequeñazo!, ¿verdad papá? ¿a qué está guapo?

-         Si, hija nos está dejando atrás a todos…tú también estás hecha toda una mujer.

-         Pero aún soy tu princesita, ¿no?

-         Sabes que sí.

En todo este tiempo Melinda no se movió de la terraza. María lanzaba miradas hacia donde se encontraba ella, disimuladamente, y mi padre hacia lo propio, sin entender demasiado bien el motivo de esa reacción.

La recién llegada recogió la mochila y la maleta que había dejado en el suelo, y se dispuso a irse a su habitación.

-         Bueno, os dejo que me voy a dar una ducha y echarme un rato, que estoy cansada.

-         Vale, nos vemos luego. Yo también me voy a echar unos minutos antes de ir a abrir la tienda. ¿Qué vas a hacer hijo? ¿Te marchas ya a la playa?

En ese instante María se me quedó mirando, a la espera de mi respuesta. La miré por el rabillo del ojo y contesté a mi padre.

-         No…me quedo un rato en la habitación, jugando.

-         Vale, hasta luego.

Mi padre se retiró y yo cogí la maleta para ayudar a mi hermana. Llegamos hasta su habitación y me quedé en la puerta.

-         Pasa, que no te voy a comer.

-         Como has dicho que te ibas a duchar y eso

-         Bueno, ya me ducharé más tarde. Ahora tenemos que hablar, me has de poner al día, ¿no?

-         Si

Esperaba haber podido retrasar ese momento hasta la noche, e incluso para el día siguiente, pero estaba claro que esa no era su intención. Resignado, entré en la habitación de María y esperé mientras dejaba sus cosas y se acomodaba. En un momento dejó todo más o menos ordenado y se sentó en el borde de su cama.

-         Anda, siéntate aquí –me indicó la silla de su escritorio que quedaba a su lado-

Me senté y quedamos muy cerca. Esperé a que comenzase su interrogatorio. Extendió su mano hacia mí y no supe muy bien que quería.

-         Dame la mano, tonto.

Era un gesto familiar, que ella había hecho un millón de veces en el pasado, pero por algún motivo, en ese momento me parecía diferente y me quedé cortado. Ante la insistencia de su mirada puse mi mano sobre la suya. Estaba muy guapa.

-         Y ahora me vas a explicar, otra vez, que es lo que ha pasado con Mel y con la prima; quiero saberlo todo.

-         Pero, María

-         No me voy a enfadar, de verdad, te lo prometo.

-         Está bien.

-         Imagínate que se lo estás explicando a tu mejor amigo, además, yo soy más que ta amiga, ¿no?

-         Claro…-no supe muy bien a qué se refería-

Intenté ordenar mis ideas un momento y comencé de nuevo mi relato. Si se lo hubiese estado contando a mi amigo Juan o a mi colega Pedro, seguro que no hubiese pensado tanto en lo que iba a decir, ni hubiese omitido ciertos detalles jugosos. A pesar de todo fui explicándole todo, una vez más, las novedades relacionadas con Amaya, incluido que me había enviado un vídeo caliente, y después relaté lo ocurrido con nuestra hermanastra, sus frases, su conquista, su acercamiento, cómo entró en la habitación y, finalmente, lo que pasó. Respecto al “incidente” con Carmen no mencioné absolutamente nada.

Ahora que ha pasado un cierto tiempo, y veo las cosas de otra manera, me doy cuenta de que a pesar de lo morboso de la situación, y de lo sensual que era lo que me había sucedido con las protagonistas de esos encuentros que narraba a mi hermana, no me sentí excitado en ningún momento; al contrario me sentía cohibido y examinado. No debería haber sido así, porque me encontraba a solas con aquella belleza, en su habitación pero esa fue la realidad.

Cuando acabé mi explicación, eso sí, sin una sola interrupción por su parte, soltó mi mano y se puso de pie, iniciando un corto paseo de ida y vuelta por su dormitorio, que me puso más nervioso todavía. Paró en seco y me miró un instante antes de volverse a sentar en el borde de la cama, muy cerca de mí, como sopesando lo que me iba a decir. Me volvió a coger la mano y comenzó a hablar:

-         Mira, Vicen. Yo te quiero mucho, más que a nadie, ¿lo sabes, verdad?

-         Si, claro, eres mi hermana.

-         Ya, pero desde el momento en que faltó mamá pues…no sé cómo decirte, eras mi hermano pequeño, mi único hermano, y papá se quedó hundido, el pobre. ¿Recuerdas cómo te cuidaba yo?, siempre me decías que era tu mamá pequeña

-         Si, fuiste muy buena conmigo. Siempre lo has sido

-         Y lo voy a seguir siendo. Pero lo que te intento explicar…-dudaba al elegir sus palabras- …verás, yo te quiero mucho, incluso más que a papá, más que a nadie, más que a cualquier chico que yo haya conocido. ¿Lo entiendes?

-         Creo…creo que sí –lo que me parecía entender me estaba inquietando mucho-

-         Siempre me he preocupado por ti, y ahora que estás creciendo tanto, que te estás haciendo tan mayor, creo…en realidad sé que lo cosas son aún más complicadas para ti, los cambios, los descubrimientos, las chica, el sexo y todo eso, te puede hacer sufrir mucho...

Me hablaba como si ella fuese una persona adulta muchos años mayor que yo, cuando lo cierto es que solamente nos separaban dos años. En ese momento fui consciente de que la habitación de mi hermana estaba decorada y concebida como la de una persona adulta; sin fotos de famosos, sin peluches, no había nada superfluo, todo era muy práctico y tan solo había lo estrictamente necesario para sentirse cómoda. Nada más. No era, para nada, lo habitual en las chicas de su edad.

-         Bueno, supongo que es lo normal en la adolescencia, ¿no te pasa a ti?

-         ¿Sabes qué pasa, Vicen?, que yo he estado siempre pendiente de papá y de ti, sobre todo de ti, y te aseguro que nadie sabe mejor que yo lo que necesitas. Si te pasara cualquier cosa no me lo perdonaría…no quiero verte sufrir, sobre todo si yo lo puedo evitar, ¿me comprendes?

-         Si, creo que si.

-         Bien. Verás, me parece bien que te relaciones de una forma digamos “especial” con Amaya, de hecho ella siempre ha estado coladita por ti. Fui yo quién la animó a que diese el paso contigo; a fin de cuentas es de la familia

-         Vaya, no sabía –en realidad si que me lo imaginaba-

-         Pero Melinda…ella no es de la familia, yo la he aceptado porque creo que Carmen quiere a papá, que le quiere hacer feliz, pero Mel, con su exuberante belleza, ese proyecto de modelo pagada de sí misma, obsesionada hasta la enfermedad con ser admirada y deseada…a la que además le gusta mirar de una manera que, bueno…hasta ahora me daban igual sus perversiones, pero que aproveche que yo no esté para hacer lo que hizo contigo. Eso sí que no.

Dejó de hablar durante un momento y su expresión se fue ensombreciendo a la vez que sentía como sus uñas se iban clavando en mi mano, cada vez con más fuerza.

-         María, me haces daño. –soltó mi mano rápidamente-

-         Disculpa, Vicen, perdóname, es que cuando pienso en lo que ha pasado

-         Bueno pero yo…yo tampoco…es decir

Levantó la mano con energía y la puso frente a mi cara para que me callase. Lo hice de inmediato. Siguió hablando con firmeza.

-         Mira, supongo que todo esto es un poco culpa mía, a fin de cuentas yo he ayudado a que la deseases, y no pienses que voy a criticar que te hayas divertido con ella, pero lo que no voy a tolerar es que esa zorra juegue contigo y te utilice para hacerme daño a mí, en su estúpida carrera por ser la más guapa, la mejor y la más deseada por todos, ¿lo entiendes? Tú no estás preparado para una mujer como esa y te va a hacer mucho daño. Si su madre lo supiese…no quiero ni pensarlo

Me pareció que en el tono de su afirmación había la promesa de una venganza. Al mencionar a Carmen, en un instante pasó por mi mente el recuerdo de lo sucedido con ella y la culpa se apoderó de la expresión de mi rostro. Ese detalle no se le escapó a María.

-         ¿Qué pasa, Vicen?¿Qué tienes? Te has puesto colorado.

-         No, no es nada

-         Pero si te ha cambiado la cara de repente. ¿Es por lo que he dicho de Mel?

-         No, bueno, si.

-         ¿O es por Carmen? ¿Os vio Carmen?

-         No, que va. Bueno, no creo.

-         ¿Entonces?

-         No pasa nada, de verdad, María.

Se arrodilló frente a mí y me cogió las dos manos entre las suyas, mientras me miraba fijamente a los ojos. Su tono volvió a ser dulce.

-         ¡Hey!, que soy yo, puedes contarme lo que sea, vamos….

No pude resistir ni un segundo más. La falsa calma que había acompañado mi vida los últimos días estaba a punto de saltar por los aires, hecha añicos.

-         ¿Recuerdas que te he dicho que Amaya me había enviado un vídeo un poco…?

-         Porno, si, lo sé, yo le di la idea. Es una buena chica –otra sorpresa más para anotar en el casillero-

-         Pues lo estaba viendo en mi habitación, tumbado en la cama, con los auriculares puestos para que no se escuchase nada…raro, ¿vale? –María asintió con la cabeza-, y como me puse…ya sabes.

-         ¿Se te puso dura?

-         Si.

-         Eso es que mi chica lo hizo muy bien.

-         Pues, me la saqué y empecé a tocarme.

-         ¿Y?

-         Pues que me pilló Carmen.

María se incorporó de golpe y se sentó despacio en la cama, lo más cerca de mí que pudo.

-         Continúa

-         Pues que yo no me di cuenta de que había entrado, estaba a lo mío y

Relaté a mi hermana todo lo que había pasado, eso sí, obvié los detalles como los comentarios que yo le hice o que le toqué los pechos y, sobre todo, no le comenté cuanto me gustó. Acabé mi explicación y observé su rostro mutar, desde el bonito moreno de su piel a un rojo intenso, y como sus mandíbulas se marcaban mientras apretaba los dientes.

-         ¡Joder! ¡Qué fuerte!

Si, eso pensaba yo pero, en mi ignorancia, no acababa de ver porqué eso era menos grave que tener sexo con  mi prima o mi propia hermana, si es que eso era censurable

-         ¡Menuda puta!

-         María, no grites, por favor – mi hermana estaba perdiendo por completo su habitual aplomo-

Se levantó y comenzó a pasear por su cuarto, nerviosa. Parecía una fiera enjaulada. Nunca la había visto tan alterada. Tras un par de minutos de caminar apretando lo puños y decir cosas ininteligibles en voz baja, volvió a sentarse en la cama mirando al suelo.

-         Vamos a ver. Para que yo me sitúe, ¿y tú le dijiste que eso no estaba bien?¿le pediste que parara?...¿mencionaste a papá?

-         Si –fue entonces cuando le relaté buena parte de la conversación-

-         Menuda guarra.

-         Papá me va a matar

-         ¿Porqué?, ella es la adulta, la que debe poner sentido común, y sin embargo, ¿qué ha hecho?, ha visto un yogurín con un buen rabo y ha dicho: ¡este para mí!, sin pensar en las consecuencias. Se ha aprovechado de ti.

-         Pero yo me lo pasé…bueno, no estuvo mal.

-         ¡Faltaría más que encima te lo hubiese hecho mal, la muy puta!

-         ¿Se…se lo vas a decir a papá?

-         ¿Tú estás tonto?

-         Como te has enfadado tanto

-         ¡Claro que me he enfadado!, pero no contigo, sino con ese par de putas que se han empeñado en joder esta familia con tal de saciar sus calentones y sus fantasías. Pero, por encima de todo, lo que no les voy a permitir es que se aprovechen de ti y te hagan daño, ¡Hasta ahí podíamos llegar!

-         ¿Qué vas a hacer? – se lo pregunté con cierto miedo-

-         Lo que sea necesario para protegerte a ti. Desde ahora mismo, para mí no son de la familia, se han pasado de la raya.

-         Pero, papá

-         El pobre no tiene la culpa. Yo no haría nada que pudiese perjudicarle. Pero que te quede claro que desde ahora esas dos son como dos intrusas para mí. Pero hay que comportarse como si nada. Todo llegará a su debido tiempo…-por su expresión parecía estar cavilando-

-         Yo creo que sería mejor olvidarse de todo esto.

-         ¡Ni hablar!

-         ¿Entonces…?

-         De momento no te voy a dejar a solas con esas dos. Mañana es sábado y estarán por casa. Te vienes conmigo y mis amigas a la playa.

-         Pero ya he quedado

Sin dejarme acabar la frase se acercó y buscó mi boca con la suya, noté el tibio contacto de sus maravillosos labios y como se entreabrían para dar paso a su lengua, húmeda, suave y caliente. No me pude resistir y abrí también mi boca para que nuestras lenguas se encontrasen en un apasionado beso, que duró varios segundos, y me hizo sentir una intensa sensación en la boca del estómago. Cuando separó su cara de la mía, un pequeño hilo de saliva unía nuestros labios. Volvió a acercarse a mí y lo recogió con la punta de su lengua. Después me hablo con la voz muy baja, casi en un susurro:

-         No te preocupes por nada, mi amor, que tu hermanita está contigo y yo siempre, siempre, voy a cuidar de ti. ¿Lo sabes, verdad?

-         Si

-         Bien. No voy a dejar que te pase nada malo. Además, ¿qué se han creído esas dos furcias?, tú eres solo mío, ¿verdad?

-         Claro

-         Anda, ahora se buen chico y deja que tu hermana se relaje un poco. Estoy cansada después del viaje y necesito una ducha para poder pensar con claridad.

-         Vale.

Me levanté del asiento y salí de la habitación, caminado como un zombi, hasta llegar a mi cuarto. Me dejé caer en la cama, como un saco. No era capaz de pensar con claridad y volvía a tener aquella sensación de que mi cabeza estaba hecha un completo lío. Creo que por primera vez sentí miedo. Era como si una alarma se hubiese encendido en algún lugar de mi interior.

-         Dios mío, ¿Qué voy a hacer?

Comencé a ponerme muy nervioso, creo que lo que me ocurrió en ese instante se llamaba ansiedad o algo así. Cogí mi mochila y todo lo necesario para la playa, me cambié con rapidez y salí a toda prisa de mi habitación. Lo hice sin cuidado, no vi a Mel, que venía de la terraza y estaba en el pasillo; tropezamos de forma aparatosa, casi frontalmente. Por suerte no nos hicimos daño.

-         ¡Ten cuidado, idiota!

-         Perdón

Para amortiguar el impacto, instintivamente, mi mano fue a parar a su cadera, y sentí el fantástico tacto de su piel que ardía por la reciente exposición al sol. La esquivé mientras ella se me quedaba mirando, con cara de pocos amigos, y seguí mi camino dirección a la salida. Cerré la puerta tras de mí y ni siquiera llamé al ascensor, preferí ir directamente por las escaleras, y bajé los escalones de dos en dos. Cuando por fin llegué a la calle me sentí mejor, necesitaba salir de mi casa.

Mientras caminaba dirección a la playa, noté un tacto pringoso en la punta de los dedos que había puesto sobre mi hermanastra al tropezar. Lo acerqué a mi nariz y pude percibir el olor de su bronceador mezclado con su sudor. Me encantó. Un momento después no pude evitar recordar sus magníficas tetas y el sonido de su voz mientras se corría días atrás. Sin dejar de caminar, cogí mi móvil y busqué la foto que me regaló: realmente sus pechos eran espectaculares. Sin darme cuenta una sonrisa me iluminó la cara.

Durante el resto de la tarde estuve bastante ausente y mis amigos no pararon de lanzarme constantes puyas, pero ante mi falta de interés en seguirles la corriente, finalmente me dejaron por imposible. Ya bien entrada la tarde, me contagié del buen humor de mis compañeros y me fui relajando. Cuando nos cansamos de tanto sol y baños, decidimos irnos a la terraza de una conocida heladería a degustar un enorme helado.

-         Pues yo te digo que mi vecina está colada por mí, lo que pasa es que no se atreve a dar el paso.

-         Claro Juan, seguro que es eso, o a lo mejor será porque ella es mayor que tú, está buenísima y tiene un novio cachas, forrado de pasta con el que sale hace un montón de tiempo y se va a casar. Seguro que prefiere el pan duro al solomillo. –todos reímos con la respuesta de Pedro-

-         Si ella estuviese interesada por ti, ya se te hubiese follado, créeme.

Lo dije tal y como lo sentía. Todos me miraron, sorprendidos por mi comentario y por la seriedad con la que lo había hecho.

-         Joder, Vicen, lo dices tan convencido

-         Ya tío…pero es lo que pienso.

-         Vicen tiene razón. Mi hermana Paula siempre dice que cuando una tía quiere algo de un tío, lo que sea, si se lo toma en serio, simplemente irá a por él. El tío ya se puede dar por follado y no tendrá nada que hacer.

-         ¡Ojalá alguna tía quiera algo de mí pronto! ¡Que estoy muy necesitado!

Todos rieron el comentario de Juan, menos yo.

Poco antes de la hora de cenar llegué a casa. Tal y como cerré la puerta, me dirigí a la terraza y saludé a papá y Carmen, con dos besos en la mejilla, como de costumbre.

-         Buenas noches.

-         Buenas noches, hijo. ¿todo bien?

-         Si, vengo de tomar un helado.

-         Espero que no te haya quitado el apetito, porque vamos a hacer una cena de picoteo muy rica.

-         Si, perfecto.

Ya me dirigía a mi habitación para dejar los trastos, cuando Carmen me lanzó una pregunta.

-         Por cierto, ¿Tú sabes qué les pasa a María y Mel?

Me puse rojo como un tomate antes de girarme a contestar.

-         No, ¿Por qué?

-         Pues porque hace unos minutos han tenido una bronca monumental en la habitación de Mel. Hasta aquí se escuchaba el follón.

-         Pues ni idea, Carmen.

-         Serán cosas de chicas, cosas de hermanas. Déjalas que ya son mayorcitas –intervino mi padre-

-         Si, mejor será, -Carmen no dejaba de mirarme fijamente-

-         Bueno, voy para la ducha.

-         No tardes.

-         No.

Me alejé hacia mi habitación temiéndome lo peor. Nada más entrar, cuando me disponía a cerrar la puerta, un pie me lo impidió, era el de Mel, que entró con cara de pocos amigos, cerró la puerta, y me dio un empujón que hizo que mi culo tropezara contra mi escritorio; sino hubiese acabado en el suelo.

-         ¿Qué cojones le has contado a María, chivato de mierda?

-         Yo…nada.

-         ¿No te dije que no le contaras nada a nadie? ¡Eres un bocazas!, ¡preparaté! porque le voy a explicar a tu padre todo lo que haces con María. Eres un niñato de mierda y te vas a cagar.

Justo en ese momento se escuchó una voz detrás de ella, que hablaba con rabia contenida.

-         Ni se te ocurra acercarte otra vez a mi hermano, puta.

Mel se giró con cara de sorpresa y se apartó de mí, despacio. María se le encaró, acercándose a muy pocos centímetros de ella, y aunque era un poco más baja, su actitud la hacía parecer mucho más peligrosa.

-         Escúchame bien porque no te lo voy a volver a repetir. Mi hermano es intocable, esta familia va a permanecer unida y, como ni tan siquiera se te ocurra comentar lo que has dicho, o hagas cualquier referencia, por pequeña que sea, mi padre y tu madre se van a enterar de lo puta que eres, de cómo has seducido a un menor y, si quieres, también le podemos enseñar la foto de esos bonitos pechos que le diste a Vicen. Además de tus “excursiones” a la playa.

-         Pues yo les contaré que folláis como conejos.

-         ¿Sí?, ¿Y a quién crees que va creer mi padre?¿eh? Dime, ¿puedes demostrarlo?. Es tu palabra contra la nuestra.

El semblante de nuestra hermanastra cambió por completo, adquiriendo una expresión sombría.

-         Está bien. Dejemos esto aquí, pero no quiero más problemas, ¿vale?, cada uno por su lado, como hasta ahora y aquí no ha pasado nada. ¿De acuerdo, María?

-         Lo pensaré

Mel salió de la habitación sin tan siquiera dirigirme una mirada, mientras mi hermana adoptaba una posición triunfal con los brazos cruzados frente a su pecho.

-         ¿Ves?, así es como se trata a estas tipejas. Ya te dije que no iba a dejar que te pasara nada.

Se acercó a mí y me dio un fuerte abrazo y un beso en la mejilla.

  • Y ahora dúchate que cenaremos enseguida.

Abandonó la habitación y me dejó con una sensación de acojonamiento importante. Tanto la actitud de Mel como la de mi hermana me preocupaban mucho. La verdad es que no sé cual de las dos me preocupaba más.

A pesar de todo lo ocurrido, la cena fue menos tensa de lo esperado. Me sorprendió la facilidad que tenían todas para fingir y actuar como si no hubiera ocurrido nada, o por lo menos es lo que pareció. Tras el postre, di las buenas noches y me retiré a mi habitación. Justo después de volver del baño para lavarme los dientes, sonaron unos golpes en mi puerta.

-         Toc, toc, toc, ¿se puede?

-         Si – apareció la cabeza de Carmen-

-         ¿Podemos hablar?

-         Si, claro –Pasó y cerró la puerta. Me temí lo peor-

-         Dime que ha pasado entre esas dos. Seguro que tú lo sabes.

-         No, ni idea…alguna discusión de hermanas.

-         Pero si antes han estado hablando en tu habitación y las dos han salido con cara de pocos amigos. ¿Qué tienes tú que ver?

-         Nada, de verdad. Ya has visto que estaban bien en la cena.

-         Espero que me estés diciendo la verdad

-         Que sí, de verdad.

-         Vale, buenas noches.

Por fin se salió de mi habitación. No habían pasado dos minutos cuando entró María, como siempre sin llamar.

-         ¿Qué quería Carmen?

-         Nada. Solamente saber que había pasado con Mel y contigo y porqué habías hablado en mi habitación.

-         ¿Qué le has dicho?

-         Que no sabía nada, que era cosa de hermanas y que ya estabais bien.

-         Muy bien. Recuerda que mañana a las diez salimos para la playa.

-         Pero María

-         No hay pero que valga. Ya verás como te lo pasas muy bien. Buenas noches.

-         Está bien. Buenas noches.

Parecía que por fin me dejaban tranquilo. Apagué la luz y me puse a mirar por la ventana de mi habitación, hacia la ciudad. Era viernes por la noche y se veía mucho movimiento de luces. En ese momento me sentí muy solo, pero prefería esa soledad a cualquiera de las compañías que tenía en casa. Recuerdo que esa fue la primera vez en mi vida que desee crecer y hacerme mayor para poder marcharme de casa. Esa noche me costó mucho dormirme.

-         Vamos, despierta dormilón. Ya son las nueve y cuarto.

Me despertó la dulce voz de mi hermana. Tenía la esperanza de que se fuese sin mí, pero no tuve suerte. Me arrastré fuera de la cama, fui al baño, desayuné en la cocina, preparé los bártulos para la playa, me puse el bañador y una camiseta, y esperé pacientemente a que apareciese María por mi habitación. Al minuto entró en mi dormitorio como una exhalación.

-         Mira, ¿qué te parece el biquini que me he comprado? –lo dijo levantando los brazos y dando una graciosa vuelta sobre si misma-

-         Estás espectacular

-         Gracias. ¡Vamos!, date prisa.

-         Voy.

Volvió a salir de la habitación. Realmente estaba muy guapa, vestía un biquini de color verde claro, en un tono muy brillante, con una braguita que realzaba su bonito culo, con un fino triángulo por delante, sujeto por un nudo a cada lado, a la altura de las caderas,  y un sujetador que tapaba lo justo, mostrando buena parte de sus bonitos pechos. En ese momento fui consciente de lo que me esperaba ese día.

A las diez en punto nos pasaron a recoger por la puerta de casa. En el coche, un flamante SUV, de color blanco, venían otras tres personas. Luisa la amiga de mi hermana, que era la conductora, su novio Nacho, sentado en el asiento del acompañante, y, la otra amiga de mi hermana Raquel, que se asomaba desde la ventanilla del asiento trasero saludándonos. Cuando el coche se detuvo nos abrió la puerta trasera para que entrásemos.

-         ¡Hola chicos!¡Buenos días!

-         ¡Hola!, pasad, pasad, que aquí dentro se está muy fresquito…primero tu Vicen, que así te sientas a mi lado.

Me giré hacia mi hermana que me guiñó un ojo y me hizo un gesto con la cabeza para que entrase. Saludé a todos y Raquel me recibió con dos sonoros besos en las mejillas.

-         ¡Hola guapo!, ¡Qué ganas tenía de verte!

No sé muy bien que cara debí poner, pero todos se miraron y se comenzaron a reír.

-         ¡Pareces un conejo que va al matadero!, ja, ja, ja.

Arrancamos y pusieron música de moda, muy veraniega, para amenizar el viaje, mientras todos comentaban animadamente sobre lo que se iba a hacer durante el día. Pasados los momentos iniciales Raquel, la amiga de mi hermana reclamó mi atención, girándose hacia mí con su bonita sonrisa. La verdad es que la encontraba mucho más guapa que el fin de semana anterior cuando salimos por la noche.

-         Bueno, cuenta, ¿cómo llevas las vacaciones?¿te has acordado de mí? Contesta primero a la segunda pregunta.

-         Si, claro.

-         Que soso te pones.

-         Es una pesada hermanito, se ha pasado todo el tiempo que hemos estado en Madrid hablándome de ti.

-         Vaya

-         Bueno, hoy en la playa podremos conocernos mejor, ya lo verás.

Todos hicieron a la vez, - ¡Uuuuuuuuuuu!-, y comenzaron a partirse de risa.

  • ¿Sabes?, hoy vamos a una playa nudista. ¿Has estado alguna vez?

  • Pues no.

  • Seguro que te gustará…ya lo verás.

Miré a Raquel y su mirada estaba fija en la mía; no supe descifrar su expresión. Un momento después sentí la presión del lateral de su muslo contra el mío. Miré hacia mi hermana, que miraba distraídamente por la ventanilla de su lado, y pensé que estaba atrapado.

En poco más de quince minutos llegamos a una playa que conocía de oídas, pero en la que nunca había estado. Era la Playa de los Saladares. Había escuchado hablar de ella en muchas ocasiones, pero jamás me había planteado ir a un sitio así.

Aparcamos relativamente cerca y bajamos hasta la playa entre comentarios divertidos de todo el mundo. María se cogió de mi brazo y me tranquilizó diciéndome que no me preocupase.

Al llegar me sorprendió la imagen de personas de todas las edades que se bañaban o tomaban el sol, desnudas o semidesnudas, pero que no reparaban en los demás. Eso me tranquilizó mucho. A esa hora aún no había demasiada afluencia de gente.

Eligieron un sitio en el que no había casi nadie y comenzaron a extender las toallas y clavar un par de sombrillas en la arena. Yo quedé situado entre mi hermana, -a mi derecha- y Raquel –a mi izquierda-. Enseguida empezó mi calvario. Luisa, la amiga de mi hermana, y Nacho se desnudaron por completo y se fueron a darse un baño. Intenté no mirarles, por puro pudor, aunque en realidad a ellos parecía no importarles en lo más mínimo. Cerca de nosotros, como a unos diez metros, había unos chicos jóvenes, que parecían ser pareja y se tostaban al sol como lagartos. Raquel fue la primera que se dirigió a mí.

-         Bueno, Vicen, ¿y tú no desnudas?

-         Déjalo, Raquel, es la primera vez y necesita su tiempo. – una vez más mi hermana acudió en mi rescate-

María se despojó de su vestido playero y volvió a mostrarme su magnífico cuerpo con aquel bikini que tanto le favorecía. Enseguida Raquel, se quitó su minúsculo pantaloncito tejano, de color blanco, y su camiseta, y se quedó solamente con un pequeño tanga, de color de color amarillo, con un amplio triangulo en la parte delantera, que continuaba con unas tiras que subían por sus caderas, con una parte de atrás formada por solo unos hilos y que mostraba totalmente un culo redondo y bien formado, fruto del deporte, seguramente. Por primera vez pude contemplar sus pechos. Eran redondos, casi con la misma forma por encima y por debajo de sus pezones. Tanto su aureola como el pezón eran pequeños. Sus tetas parecían firmes como dos piedras. Me quité la camiseta y me quedé debajo de una de las sombrillas, parapetado tras mis gafas de sol. Una parte de mí se moría de vergüenza, pero la otra deseaba mirar descaradamente. Venció la primera.

Pasados unos minutos, María se despojó de la parte de arriba de su biquini. Era la primera vez que veía sus tetas al aire libre y a plena luz del día y, verdaderamente, eran soberbias. Aunque lo intentaba y disimulaba mirando mi móvil, mis ojos no paraban de mirar de una a otra chica, furtivamente. Unos minutos después Luisa y Nacho salieron del agua y me fue imposible no mirar el estupendo cuerpo de la otra amiga; estaba buenísima. En mi mente acudieron los recuerdos de cuando unos años atrás visitaba a mi hermana en casa con unas más que incipientes tetas, con aquellos pezones que se marcaban descaradamente bajo el polo de turno. Mi polla empezó a dar signos de vida, a mi pesar. Mi hermana comenzó a moverse.

-         Bueno, creo que ha llegado la hora de darse un bañito, ¿te vienes Vicen?

-         Creo que no.

-         Pero si estás sudando como un pollo. Venga hombre no seas cortado, si aquí nadie te va a mirar.

-         No sé

María se despojó de la parte de debajo de su biquini, quedando totalmente desnuda, se recogió el cabello en un gracioso moño, y poniéndose de pie me ofreció su mano.

-         Vamos, no seas cortado, que no pasa nada. No irás a dejar que me bañe sola, ¿verdad?

No podía apartar los ojos de aquella imagen. Puso su voz más mimosa y expresión de niña a punto de hacer pucheros y no me pude resistir. Me levanté rezando para que no se notase mi erección.

Cogidos de la mano entramos en el agua. La verdad es que estaba deliciosa y a su contacto, una vez protegidas mis partes nobles de la vista de los demás, me sentí mucho mejor, realmente reconfortado.

Nadé durante un par de minutos en un corto recorrido de ida y vuelta, hasta regresar donde se encontraba María, que se relajaba haciendo la posición del muerto; sus pezones sobresalían descaradamente del agua. Cuando estaba a punto de llegar junto a ella vi venir hacia nosotros a Raquel correteando para no quemarse la planta de los pies. Entró en el agua con un elegante salto y buceó hasta aparecer donde estábamos nosotros dos.

-         Uff, ¡el agua está buenísima!

María dejó su posición y nadó hacia ella interceptándola antes de que llegase hasta nosotros. Se giraron hacia la orilla y estuvieron hablando en voz baja unos instantes. Luego se acercaron hasta mí. Raquel se acercó aún más y comenzó a hablarme.

-         ¿Qué, Vicen? ¿qué tal la experiencia?

-         Bien.

-         Pero si aún no te has despelotado.

-         Ni tu tampoco –aún no había acabado la frase y ya me estaba arrepintiendo-

-         Eso tiene fácil solución.

Se agachó un poco dentro del agua, hizo un par de rápidos gestos y sacó su mano con el tanga.

-         Ahora te toca a ti.

-         Otro día.

-         Venga, hermanito, no seas soso, vaaaa.

-         Que no, en otra ocasión.

No bien había acabado de decir esto, cuando las dos se abalanzaron sobre mí y, antes de que me diese cuenta, Raquel se enganchó con fuerza a mí espalda, desde atrás, metiendo mi cabeza bajo el agua mientras mi hermana hundía su cuerpo y me sacaba el bañador con una rapidez impensable. Salió de debajo del agua exhibiendo mi bañador en la mano como un trofeo. Lo lanzó con fuerza y cayó en la orilla, muy cerca del agua.

-         Ya está, ahora disfruta de la sensación de libertad.

He de reconocer que, tras el bochorno de la encerrona comencé a sentirme muy cómodo con aquella sensación. La situación se distendió y los tres estuvimos nadando relajadamente. Tras unos minutos comencé a tener demasiado calor y la piel de mis dedos estaba arrugada como una pasa. Pensé que era el momento apropiado de salir.

-         Yo me voy a la sombra.

-         ¿Yaaa?

-         Raquel, déjalo que no está acostumbrado. Poco a poco.

Las dos se miraron en silencio y no hubo ni un comentario más. Me escabullí antes de que la cosa se complicase, recuperé el bañador, y me dirigí hacia nuestras toallas. Conforme me acercaba me iba dando cuenta de que Luisa y Nacho estaban en una actitud más que cariñosa, y ella estaba tumbada sobre él, con las piernas apoyadas en la toalla, mientras se besaban apasionadamente, y sus caderas se movían cadenciosamente frotándose sobre Nacho. Cuando llegué a las toallas no repararon en mi presencia, y yo intenté ser lo más discreto posible.

Apenas había pasado un minuto, cuando las dos manos del chico agarraron, descaradamente, las magníficas nalgas de Luisa y, un instante después uno de sus dedos resbaló hasta el orificio del culito de ella, lo que provocó que soltase un sensual suspiro.

-         Uuuuufffff

Abochornado, me giré hacia mi derecha y me topé directamente con la mirada de uno de los chicos de la pareja gay que me observaba directamente. No sabía que hacer y desee que me tragase la tierra. Lo único que se me ocurrió fue sacar la gorra de mi mochila, coger mi móvil y los auriculares, y tumbarme boca abajo. Nunca me hubiera imaginado que Luisa fuese una chica tan caliente y desinhibida, con lo modosita que parecía. Claro que mi hermana también me lo parecía hasta hace unos días…y mi prima.

Así estuve como unos cinco minutos, intentando concentrarme en la música, con la cabeza apoyada sobre mis brazos y los ojos cerrados, como si yo no estuviese allí. Un chorro de agua fría en mi espalda me devolvió bruscamente a la realidad.

-         Me cago en

Cuando giré la cabeza, Raquel permanecía todavía inclinada sobre mí, escurriendo su cabello del agua de la playa.

-         ¡Oye, que aquí no hemos venido a dormir!

-         Ya pero es que

-         No te preocupes, tú haz como si no estuvieran, que ellos harán lo mismo.

Las dos sirenas recién salidas del agua se sentaron en sus respectivas toallas y, ante la visión de sus deseables cuerpos desnudos y mojados, decidí que lo mejor era retomar mi posición anterior. En menos de un minuto noté el tacto de formas femeninas y carne mojada que se adhería a mi cuerpo por todas partes. Más que sorprenderme me alarmé.

-         ¡Que no pases de nosotras, chaval!

Me levanté bruscamente, apartándolas de mi espalda, mientras intentaba ponerme de pie, pero mi hermana se había enganchado con sus piernas a las mías, mientras Raquel me empujaba con fuerza hacia abajo, con lo que solo conseguí darme la vuelta y ponerme boca arriba. En ese momento tenía a María pegada a mi cuerpo por mi izquierda y a Raquel subida a horcajadas sobre mí.

-         Vamos a ver, ¿qué es lo que no has entendido? Ya dormirás en tu casa, tío.

-         Vale, vale. Me rindo.

Relajaron su presa pero no se alejaron de mí.

-         Raquel, ¿qué te parece si damos un paseo y le enseñamos a este la playa?

-         Por mí bien.

Ante la perspectiva de salir de aquella situación accedí encantado.

-         Venga, vamos.

Nos pusimos los tres en pie y me dejé guiar por las dos. Se situaron cada una a un lado y me cogieron de la mano como si fuese un niño pequeño.

-         Te vamos a enseñar las rocas donde se sitúan los mirones

-         ¿Los mirones? ¿para qué?

-         Ya lo verás.

Mientras nos dirigíamos a ese lugar, con esas dos mujeres estupendas cogidas de mis manos, comentando detalles triviales de su reciente viaje a Madrid, sentí una extraña sensación de euforia; casi me sentía poderoso.

En pocos minutos dejamos la orilla de la playa y caminamos como un centenar de metros hasta unas rocas de poca altura, pero estratégicamente situadas. En aquel lugar aún no había nadie. Tal vez debía ser muy pronto aún. Cuando llegamos cerca de ellas se sentaron en la arena, apoyando la espalda en una de ellas y yo las imité. María me miró muy seria y comenzó a hablar.

-         Aquí sorprendimos una vez a Mel.

-         ¿Cómo dices?

-         Si, lo que dice tu hermana es verdad.

-         ¿El qué?

-         Este es un lugar donde mucha gente viene a mirar, sobre todo tíos; es lo que se llama voyeurismo. Les excita mucho mirar, y otras personas vienen a que las miren porque eso es lo que les excita. Una vez, dando un paseo Raquel y yo vimos a Mel. Estaba sola, tumbada en una toalla y totalmente desnuda. Se acariciaba los pechos con los ojos cerrados mirando hacia las rocas, mientras a poca distancia, un par de vejestorios se hacían una paja disfrutando del espectáculo.

Sin salir de mi asombro por la noticia, incrédulo, miré hacia Raquel que asintió con un gesto de la cabeza, muy seria. No dijeron nada más y yo me quedé mirando hacia el agua intentando asimilar lo que me decían. Me cuadraba con lo que había visto hasta ahora, pero de ahí a que hiciera eso en la playa delante de unos perfectos desconocidos…y con lo buena que estaba

Tras la sorpresa inicial mi mente entró en una nueva fase y fue por libre. No tardé en ver la parte morbosa de aquello. Si lo hubiese sabido antes seguro que yo mismo me las hubiese ingeniado para ser uno de los mirones. Las hormonas se apoderaron de mí y comencé a ponerme más caliente de lo que hubiese deseado.

Supongo que todo aquello formaba parte de algún tipo de plan o estrategia pergeñado por mi hermana, o por las dos, porque cuando volví a ser consciente de donde estaba y con quien, las dos chicas me miraban fijamente en silencio. Intenté escapar de allí.

-         ¿Volvemos?

-         ¿Es que no estás bien aquí?

Raquel se acercó a mí pegando sus pechos a mi brazo derecho y acercó su cara a mi hombro, besando suavemente mi piel con sus labios. Miré a María como intentando que me rescatase, una vez más, pero la sonrisa de su cara me dejó claro que estaba atrapado.

-         ¿No te apetece conocer mejor a mi amiga?, es muy buena chica…y muy cariñosa.

Creo que puse cara de pánico. Supongo que aquello era el sueño de cualquier chaval, pero una cosa es imaginarlo y otra estar con tu hermana y una amiga desnudos en una playa a plena luz del día. Aquello me sobrepasaba y con mucho.

No dejaron que dudase. María cogió con fuerza mi mano y literalmente se pegó a mí, acercando su boca para buscar la mía. Pasó la punta de su lengua por mis labios, aún cerrados, y luego presionó con ella para que los abriese. Me rendí, ¿cómo no iba a hacerlo?, y nuestras lenguas empezaron a entrelazarse de una forma salvaje, mientras notaba su cuerpo cada vez más pegado al mío, su piel pegada a mí, mientras comenzaba a escuchar su respiración alterada por la excitación. En ese momento no existía nada más.

Durante unos instantes me olvidé por completo de Raquel, incluso llegué a pensar que se había marchado, que nos había dejado solos, pero de repente sentí una mano en mi muslo y que mi bañador se deslizaba por mis piernas. Un momento después noté una sensación indescriptiblemente placentera en la punta del miembro, suave pero caliente y húmeda a la vez y supe que se la había metido en la boca.

-         Oooohhhh

-         ¿Te gusta hermanito?

-         Siiiii

-         Raquel te tiene muchas ganas, verás que bien te lo va a hacer.

María se apartó un poco para que yo pudiese ver lo que hacía su amiga, que en ese momento estaba tumbada en la arena boca abajo, a mi derecha, con su cuerpo perpendicular al mío, y la cabeza sobre mis genitales, pasando la punta de su lengua por todo mi glande, mientas sujetaba mi rabo con tan solo dos deditos, moviéndolos casi imperceptiblemente.

-         Joder, María

-         Ya te dije que hoy te lo pasarías muy bien

-         ¡Qué maravilla!

María se puso de pie, y llegué a pensar que nos iba a dejar solos, pero en realidad lo que hizo fue acercarse a mí, poner una pierna a cada lado de mi cabeza, junto a mis hombros, mientras yo permanecía con mi espalda apoyada en la roca, y dobló ligeramente sus rodillas, de manera que su coñito quedó a la altura de mi boca. Me habló con la respiración muy alterada.

-         Vamos, Vicen, saca tu lengua que vas a aprender algo nuevo.

Obediente, la saqué y mi hermana separó sus labios mayores con sus dedos, para que yo accediera dentro de ella más fácilmente. Enseguida un olor húmedo y dulzón llegó a mi nariz y, un segundo después noté el tacto de su coño, muy mojado y caliente.

-         Por favor, qué bueno…que lengua tienes hermanito…ooooohhh.

María comenzó un suave contoneo de sus caderas, mientras yo me agarraba de su duro culo y me aplicaba a pasar la lengua por todo lo que me quedase cerca, incluido aquel botoncito hinchado que debía ser el clítoris. Por el hueco que quedaba a veces entre las piernas de mi hermana, podía ver a Raquel, que a esas alturas, se dedicaba a pasar la lengua por todo mi miembro, sin parar, mientras se acariciaba con rapidez entre las piernas. A pesar de la excitación calibré que aún no estaba a punto de correrme.

Mi hermana se agachó aún más, hasta casi sentarse sobre mi vientre, de manera que yo no podía ver a Raquel, y se pegó a mí con todas sus fuerzas, restregándome sus pechos impregnados de sudor, haciéndome notar la dureza de sus pezones contra mi pecho. Introdujo su lengua en mi boca con fuerza presionando la mía y sin dejar que la sacase.

-         Bésame, vamos, bésame, toma mi lengua.

Seguí sus instrucciones, agarrando su culo con fuerza, abriendo mis manos todo lo que pude y empujándola contra mí. Justo en ese instante sentí una fantástica sensación en toda mi polla, un calor húmedo y suave muy parecido al que sentí cuando metí mi polla dentro de María unos días atrás: Raquel se había clavado mi miembro y la escuché gemir con fuerza.

-         ¡AAaaaahhh!, ¡Siiiiiii!

En un primer momento María giró la cabeza hacia ella y luego, con expresión satisfecha, volvió a besarme y a pasar su lengua por mi cuello, por mis orejas, incluso por mis ojos, pero poco a poco, mi atención se centró en el placer que me estaba proporcionando Raquel con su coño, tan suave y estrecho que parecía tener montones de bocas chupando mi polla a la vez, y dejé de devolver los besos a mi hermana, a la vez que notaba como se acercaba mi corrida y los gemidos de Raquel pasaban a ser casi auténticos gritos. En ese momento la expresión de mi hermana cambió por completo, me miró fijamente a mis ojos, entrecerrados, con mi mirada casi ausente, se giró bruscamente hacia su amiga y le propinó un fuerte empujón mientras le gritaba:

-         ¡Deja a mi hermano, zorra!

Raquel se descabalgó de mí, cayendo de espaldas a la arena, y con la cara totalmente desencajada, le grito a mi hermana.

-         ¿Tú de qué coño vas? ¿estás pirada o qué?

María se puso de pie y se fue hacia Raquel como una exhalación, mientras yo me quedaba sentado, tal y como estaba, incapaz de reaccionar.

-         ¡Fuera! ¡Lárgate, puta!

-         ¡Tú estás muy mal, tía! ¿Qué bicho te ha picado?

-         ¡Te estas follando a mi hermano, tía!

-         Pero…¡si es lo que hemos hablado!...lo hablamos cuando volvíamos de Madrid…-Raquel miraba a mi hermana con expresión incrédula-

-         No…pues ahora no quiero, ¡vete!, ¡déjanos solos!

-         Pero

-         ¡Qué te vayas!

La voz de María sonaba amenazante. Estaba tan fuera de sí, que hasta yo me hubiese largado si hubiese podido. Raquel se levantó, dio unos pasos hacia atrás, alejándose sin dejar de mirarnos, y después se giró y se marchó corriendo, como alma que lleva el diablo, mientras la escuchábamos comenzar a llorar.

Un momento después mi hermana se giró hacia mí y se acercó. Debió ver la expresión de miedo en mi cara, porque se arrodilló junto a mí, cogió mi cara entre sus manos y comenzó a darme dulces besos.

-         Tranquilo, mi vida, que no pasa nada. Ven, abrázame.

Y así lo hice, aún con cierto temor, mientras miraba por encima del hombro de mi hermana, pero no vi rastro de Raquel, ni de ninguna otra persona.

-         No te preocupes hermanito, que no te vas a quedar a medias. Aquí estoy yo para resolverlo.

-         Pero María

-         Sssshhhh, calla. Todo está bien, ya se le pasará.

Puso una pierna a cada lado de mis muslos y pegó su cuerpo al mío. El tacto de sus duros y redondos pechos contra mi piel me hicieron recuperar la dureza perdida rápidamente. Comenzó un movimiento con el que acariciaba la punta de mi glande con la entrada de su coñito untándolo, cada vez más, con la creciente humedad que brotaba de su interior.

-         Ahora, Vicen, estate quieto…eso es.

Noté como mi glande apuntaba directamente a su cueva, totalmente abierta, para luego, con un suave movimiento, ir bajando hasta que se introdujo toda mi polla hasta el fondo

-         Oooohhhh, mi amor, por fin…uuuuuffff

Su interior estaba ardiendo. Estaba aún más caliente que el de Raquel, aunque no era tan estrecho, pero si estaba muy húmedo, tanto que en un momento mis caderas comenzaron a impregnarse de su flujo.

-         Por dios, que polla tienes, si supieras cuanto te he deseado, cuanto te deseo…cuanto te quiero. Eres solo mío, solo para mí.

En aquel momento aquellas palabras me sonaban a gloria, a pesar de que no era consciente de todo su significado, pero creo que, para alguien de mi edad y en mi situación, eso hubiese sido demasiado pedir.

-         Aaaahhh, María, creo que voy a correr.

-         No, aún no, espera

Me descabalgó de un solo movimiento, se puso de pie con rapidez, y estiró de mis manos para que me levantase. En ese momento me di cuenta de la tremenda erección que tenía y lo caliente que estaba. Mi glande estaba casi morado y rodeado de líquido brillante. Mi hermana se puso de espaldas a mí, con las dos manos apoyadas en la roca, se inclinó hacia delante, todo lo que pudo, arqueó su cintura, elevó su culo, separó ligeramente sus piernas, y dejó expuesta su preciosa vagina, inflamada, sonrosada y brillante de flujos.

-         Ven, vamos, acércate.

Me pegué a ella, sacó su mano derecha entre sus piernas, agarró mi miembro, y lo dirigió hacia la entrada de su coño hasta que mi rabo estuvo justo en la entrada.

-         Venga, ahora, métela, con fuerza, ¡vamos!

Me agarré bien de sus caderas y la embestí hasta el fondo. Nunca lo había hecho y lo cierto es que me gustó mucho.

-         ¡Joooodeeer!, ¡eso es!, ¡vamos, fóllame cabrón!

Nunca había escuchado hablar así a mi hermana, de hecho a ninguna mujer, y escucharlo de su boca me volvió loco y comencé embestirla con todas mis fuerzas. Mientras tanto ella me hablaba entre gemidos y con los dientes apretados

  • Eso es, eso es, así, así, no pares, no pares, venga métemela hasta el fondo, ¡fóllame, fóllame!

Era con diferencia lo mejor que había sentido jamás, y todo junto estaba haciendo que mi corrida fuese inminente.

-         Me...me voy a correr, María.

-         Si, eso es, quiero que te corras, córrete dentro del coño de tu hermanita, tu leche es sólo mía, lléname de tu leche, ¡venga!, ¡a qué esperas cabrón!

María estaba fuera de sí, y su comportamiento me estaba volviendo loco. Supongo que debido a su excitación, su coño presionaba mi miembro cada vez más cuando la penetraba, y lo sentía cada vez más caliente y húmedo. La embestí un par de veces más, y a la tercera se la dejé bien adentro, sintiendo como me invadía una sensación que parecía venir desde lo más profundo de mi vientre y mis huevos. Clavé mis uñas en sus caderas a la vez que iniciaba la primera descarga.

-         Aaahhhh, ¡joder!, ¡me corrooo!

-         Siiiii, córrete, ¡dámelo todo!, aaaaaaaahhhh

Seguí sin moverme, con mi polla todo lo adentro que podía de ella, soltando semen sin parar, cuando noté que su interior se tensaba, aún más, alrededor de mi rabo, y mi hermana comenzó a tener una especie de espasmos y apretó su culo contra mi pelvis  con más fuerza.

-         ¡ostia puta!¡joder!¡me corro Vicen¡¡tu hermaaana se cooorreeeee!

Aún sin despegarme de ella, comencé a notar un líquido caliente que impregnaba mi polla y después mis huevos y mi vientre, y que comenzaba a resbalar por mis muslos, comenzando a mojar la arena.

Pasados unos segundos, mi hermana se irguió e hizo que yo reculase hacia atrás, por lo que mi miembro resbaló fuera de ella. Se giró, con la respiración aún muy alterada y apoyó su espalda en las rocas. Los dos estábamos totalmente empapados en sudor.

Alargó su mano hacia mí, para coger la mía, y me acercó con un suave tirón para que me acercase. Me recibió separando sus piernas para que me pegase más a ella, y nuestros vientres se tocaron. Mi polla aún continuaba dura y quedó atrapada contra su vientre.

-         Vaya, vaya, parece que te ha gustado, ¿no?

-         Si. Mucho.

-         A mí también, ha sido el mejor polvo que he echado nunca, y el orgasmo más intenso. Veo que mi otro hermanito pequeño aún quiere guerra. –miraba hacia mi miembro-

En un segundo se había agachado, poniéndose en cuclillas frente a mí y se la introdujo por completo en la boca. Estaba tan sensible que estuve a punto de gritar. Luego le pasó la lengua, con mimo, desde la base del tronco hasta el glande y se volvió a poner de pie.

-         Ya está limpita, pero será mejor que nos demos un baño antes de volver con los demás.

Cogidos de la mano nos metimos en el agua. El baño me sentó de maravilla. Cuando salimos, me cogió por los hombros, me giró hacia ella y muy seria comenzó a hablarme.

-         Lo que ha pasado hoy ha sido lo más maravilloso de mi vida, ¿lo entiendes?

-         Si, claro, a mí también me ha encantado.

-         No, Vicen, no me refiero a eso…creo que no lo entiendes…ahora yo soy tuya y tú eres mío, solo mío, ¿comprendes lo que te digo?

-         Creo que sí

-         Está bien. Buen chico.

Me cogió de la mano y comenzamos el camino de regreso. Mientras paseábamos yo me sentía bien, pero había algo que no encajaba en mi cabeza. Sentí la mirada penetrante de María cuando me hablo de nuevo.

-         Cuando lleguemos a casa, en cuanto tengamos una oportunidad, tenemos que hablar tengo un plan.

Miré su cara y lo que vi en su mirada y en su sonrisa me inquietó. Sentí un fuerte escalofrío que recorrió toda mi columna.

CONTINUARÁ