A mi hermana le gustan los videojuegos 5
Continúan las peripecias del adolescente Vicen, las calientes mujeres de su familia...y su videoconsola
(Para los que no hayáis seguido la saga desde el principio, os recomiendo leer las entregas anteriores, y así retomar el hilo de la historia).
(Antes de nada os pido disculpas por el retraso en las entregas pero, por desgracia, mi trabajo me absorbe la mayoría de mi tiempo, y no puedo dedicar todo el que me gustaría a esta historia. Gracias por vuestra comprensión).
En cuanto Amaya salió del baño le cogió el turno María. Imaginé el agua resbalando sobre las magníficas tetas de mi hermana mientras escurría los restos de mi corrida sobre su cuerpo. Estaba claro que me manipulaba a su antojo y hacía subir el nivel de mi calentura hasta cotas que nunca había imaginado que pudieran existir. Me estaba calentando de nuevo. ¡joder, esto de ser adolescente no era fácil de llevar!.
En eso estaba cuando entró Amaya en mi habitación, (que durante el fin de semana era temporalmente la suya), recién salida de la ducha, vistiendo una amplia camiseta y unos pantalones cortos, anchos y que no hacían justicia a su magnífico culo, la verdad. Se acercó a mí y lo primero que noté fue el aroma de su crema hidratante y su champú, junto con el tacto de su largo cabello, aún mojado, acariciando mi cuello y mi mejilla derecha.
- Hola guapo
- Hola
- María me ha dicho que salgamos esta noche, por ahí, con ella y sus amigas
- No me ha comentado nada
- Si…dice que así podemos pasar un poco más de tiempo juntos, tú y yo, sin nuestros padres presentes
Joder con María, no dejaba pasar una. -¿Pero a qué coño juega esta tía?. Anda que si Amaya supiese lo que acababa de pasar…-. Mi prima se sentó sobre mis rodillas, de costado, y enlazando sus manos a mi cuello me dijo mientras me sonreía:
- Cuando volvamos podrías venirte otra vez a la habitación, ¿no?
- Ya veremos…no nos la podemos jugar…
- Pero mañana, cuando nos levantemos, nos iremos y ya no voy a volver a verte hasta agosto, cuando nos veamos en el pueblo…y ahora que pienso, María se va a echar una siesta, (dijo esto sentándose en la cama mientras se secaba el pelo con una toalla), ¿porqué no te echas una siestecita conmigo?
- Amaya, que la vamos a liar
- Venga, porfi, porfi…
Se puso muy mimosa y, como soy un blando, sobre todo si se trata de chicas, y sentirla pegada a mí, de aquella manera me la había vuelto a poner morcillona, me convenció. Lo cierto es que la perspectiva de volver a tocar el cuerpo de Amaya me resultaba muy sugerente. Además me había gustado mucho dormir con ella la noche anterior…bueno y lo que no era dormir
- Vaaale, pero déjame que vaya a por una Coca-cola. ¿Quieres una?
- No, estoy bien, gracias Vicen
Salí de la habitación, destino a la cocina, para coger el refresco; lo cierto es que estaba seco, el camino a paso rápido desde el restaurante, más el tiempo de espera escondido para que no me viese Mel y la última actividad con María, me habían dejado deshidratado y eso se reflejaba en mi boca seca. Durante el poco tiempo que tardé en recoger el refresco, le daba vueltas a la cabeza pensando en lo que me acababa de pasar -desde luego, si a mí me lo cuenta un colega no le creo ni una palabra-. Regresé a la habitación y encontré a Amaya tumbada en la cama. Se había dormido. No me parecía bien despertarla, se la veía tan relajada. Se había jodido cualquier oportunidad de tener una siesta cachonda. Apagué la luz de la habitación y salí dirección al comedor. En ese momento María salía del baño con su albornoz. Me miró extrañada y le hice la típica señal, con las dos manos juntas en el mismo lado de la cara, de que mi prima se había quedado dormida y ella me respondió poniendo los ojos en blanco y continuó camino de su habitación. Yo me fui al salón, me acomodé, tumbado de medio lado en el sofá, conecté la tele y comencé a hacer zapping. La programación de la tarde del sábado era soporífera y no tardé en quedarme totalmente frito.
Me despertaron unas voces familiares. Al principio las escuchaba como si fuera en un sueño y parecían lejanas. Poco a poco fui adquiriendo conciencia de la realidad y abrí los ojos perezosamente. Mis padres y mis tíos habían regresado y estaban en la terraza junto con Mel, en una animada tertulia. Estaban distribuidos entre la mesa y las hamacas, mientras tomaban un refresco. No me habían querido despertar. Me incorporé hasta sentarme en el sofá y comencé a frotarme los ojos. ¿Qué hora sería?. Alargué la mano y cogí mi móvil; eran casi las siete de la tarde. Salí a la terraza y saludé a la familia
- Buenas tardes
- ¡hombre hijo, ya has regresado al mundo de los vivos!
- Papá, no seas exagerado…
Las féminas de la mesa empezaron a tomar la palabra. Carmen, mi madrastra fue la primera en hablar
- Si, tu hijo tiene que recuperar fuerzas, que a su edad tiene mucho desgaste…¿no Vicen?
- Ehhhh…supongo
- Si, mi hermanito no para, tiene mucha vitalidad. Además, ahora que empieza a relacionarse con las chicas…
Ahí lo dejó caer Mel. Estaba sufriendo un ataque de comandos, como en mi juego de la Play. Me atacaban y se replegaban sin darme tiempo a actuar. ¿Qué les iba a responder?: pues nada, seguiría aguantando estoicamente, porque si me dejaba llevar me acabaría volviendo loco y me iban a dar estopa; bueno, más todavía.
No tuve más remedio que retirarme y regresar al salón. Pasé por la cocina y tomé un baso de agua bien fresquita. Después regresé al sofá y me dispuse a ver la tele, porque no tenía ninguna otra opción. Mi habitación estaba ocupada por Amaya y ya era tarde para quedar con algún colega; en menos de dos horas estaríamos preparando la mesa y cenando en la terraza. Joder, la programación en verano era una mierda, y nadie respondía a mis whatsapp. Mel se levantó de la hamaca que ocupaba en la terraza y entró al salón. Pensé que se dirigía a la cocina pero, en el último momento, cuando pasaba entre la televisión y yo, se detuvo y se giró hacia mí. Intenté mirarla sin interés, aunque era difícil porque estaba muy atractiva con su bikini negro y su pareo multicolor anudado a la cintura. Debía haber estado tomando el sol en la terraza, en algún momento, y yo me había perdido el espectáculo, -¡mierda!-
- menuda siesta chaval, ¿eh?
- Si…¿tú también has descansado?
- Poco, ha habido mucho trajín esta tarde
Se me subió automáticamente la sangre a la cabeza, y debí ponerme como un tomate de los que teníamos en la tienda. Aún así atiné a preguntarle con un hilo de voz
- ¿y eso…?
- Cuando han llegado María y Amaya ha habido un poco de jaleo, no sé que pasaba, y como tengo el sueño bastante ligero…
- No sé, yo me he quedado sobado en el sofá y no me he enterado de nada
- Ya…
Dio dos pasos más en dirección a la cocina pero se paró en seco.
- Vicen, ¿recuerdas lo que te he comentado esta mañana?
- Si…claro
Como narices quería que olvidase lo que me dijo y, sobre todo, la forma en que me lo dijo.
- tú no harías nada que me pudiese molestar, ¿verdad?
- Claro que no Mel
- Y menos aún sin mi permiso, ¿verdad?
- Por supuesto…yo no…yo
- Eso pensaba
Y se alejó camino de la cocina. Me quedé perplejo. ¿Sabría que había llegado a casa justo detrás de ella?¿nos habría visto a María y a mí?. Y si era así, ¿por qué no me había dicho nada?. Desde luego en ese momento se multiplicaron por dos mis calores veraniegos y me di cuenta de que estaba empapado de sudor. No me lo pensé, salí a la terraza, pasé junto a la mesa donde estaba la familia, a paso ligero, me dirigí a la esquina cercana a la ventana de la cocina, donde estaba la manguera conectada al grifo que se usaba para regar las plantas y limpiar la terraza, y, sin pensármelo, me quité la camiseta, abrí el agua y me rocié todo el cuerpo poniéndola sobre mi cabeza. Enseguida noté el frescor en mi piel pero, en mi interior, seguía acalorado. Cuando abrí por fin los ojos, me encontré con la mirada de Melinda, a poco más de un metro, que me miraba desde la ventana de la cocina; la misma ventana desde la que yo la espié pocos días antes, mientras ella tomaba el sol. Las vueltas que da la vida.
Me sequé con una de las toallas que teníamos en la terraza, para la ocasión, pensando en que mi única opción seguía siendo la de volver al sofá…pero no, ahora tenía el bañador mojado, y no podía entrar así…a menos que…me paré en seco. Mi cabeza comenzó a trabajar con rapidez, casi podía escuchar sus engranajes. Ahora quedaba fuera del ángulo de visión de los demás. Finalmente me decidí. Apoyé la toalla en el alfeizar de la ventana y comencé a desatar el cordón que aseguraba mi bañador mientras por el rabillo del ojo comprobaba que Mel seguía en la ventana, mirando, mientras hacía ver que trajinaba con algún cacharro en la encimera de la cocina. Yo estaba de lado, según su ángulo de visión. Agarré mi bañador por los costados y tiré de él hacia abajo, con decisión, hasta que resbaló por mi piel mojada hasta mis pies. Levanté primero un pie y luego el otro, y lo dejé en el suelo, me acerqué lo suficiente a la ventana para recoger la toalla, y levanté la mirada; Melinda estaba allí mirando, impasible. Ahora estaba frente a ella, desnudo. Pasé la toalla por detrás de mi cintura con las dos manos, y la fui cerrando sobre mi cintura, despacio, para fijarla a modo de pareo. Durante los pocos segundos que duró esta acción, mi hermana no quitó sus ojos de mi miembro, ni tan siquiera disimuló. Sentí una punzada de excitación en mi vientre. Me la quedé mirando, más sorprendido por lo que yo había sido capaz de hacer, que por las miradas de Mel y, entonces, ella se giró, pero se detuvo en seco, poniendo cara de sorpresa, después desapareció rápidamente de mi vista. Enseguida apareció en la ventana María. Se me quedó mirando, giró la cabeza siguiendo la trayectoria que debía haber seguido Melinda al salir de la cocina, y con una sonrisa sarcástica en su cara la escuché decir:
- Ahora lo entiendo…
Yo debí poner cara de interrogación, porque María me comentó:
- Vaya, vaya, nuestra hermanita tiene una parafilia…
- ¿Cómo dices?
- Nada, chaval, instrúyete y búscalo en Google
Y después desapareció de mi vista. Me calcé mis chanclas, cogí el bañador y me dispuse a ir a tenderlo en el tendedero que había dispuesto en el rincón opuesto de la terraza. Los mayores seguían con su animada conversación, ajenos a todo. Allí lo tendí. Me giré para dirigirme, ahora sí, al salón, y justo antes de entrar me encontré con María, parada en mitad de la puerta; no me dejaba entrar.
- Mi hermanito se está haciendo muy mayor.
Se acercó a mi mejilla y me dio un sonoro beso de hermana, pero su expresión decía otra cosa, no sé muy bien qué. Se apartó y sin dejar de mirarme me dejó libre el paso. Me senté en el sofá de nuevo, me sequé un poco las manos con la toalla, y no pude esperar ni un segundo para coger mi móvil y buscar el significado de la palabra que me había dicho mi hermana. Abrí Internet con google chrome, y busqué en el diccionario de la RAE. En pocos segundos tenía el resultado frente a mí:
“f.Psicol. Desviación sexual”
¿Mel tenía una desviación sexual?, ¿pero qué narices era eso?¿significaba que era una pervertida según lo que decía María?. Me pareció muy extraño que un cañón de mujer como Melinda fuese una pervertida; es más seguramente podía tener a los hombres que quisiera, y si no, que se lo pregunten a mis amigos, al montón de babosos que rondaban la tienda cuando ella está trabajando, o incluso a mí…Esa era la realidad, lo tenía que reconocer, a lo mejor el pervertido era yo. Mi cabeza estaba cada vez más liada.
En tan solo unos días, mi apacible vida de chico adolescente se estaba convirtiendo en un sin vivir. Si esto era crecer y madurar a lo mejor me hubiera convenido más quedarme como estaba, en la más absoluta de las ignorancias…claro que bien pensado, no era culpa mía, yo no había iniciado nada, había sido mi hermana María, y luego el resto de las mujeres de la casa, que estaban jugando conmigo como les daba la real gana.
Por fin apareció también mi prima Amaya que se había levantado de su larga siesta. Llegó hasta el sofá y se sentó a mi lado. Recién levantada parecía una niña grande que se acababa de levantar
- Lo siento mucho Vicen, me he quedado dormida sin querer.
- No pasa nada, yo también me he dormido en el sofá
- Pero te podías haber quedado conmigo…me hubiese gustado mucho que estuvieras allí al despertarme
- Tú estás fatal de la cabeza, ¿y si nos pillan a los dos en la cama?
- Solamente hubieran visto a dos primos, muy unidos, echando la siesta
- Pero ya no es lo mismo que cuando éramos pequeños, prima.
- De todas formas me hubiera encantado. Esta noche te vienes a dormir conmigo, o a no dormir…
Dijo esto último agarrándose a mi brazo izquierdo y poniendo su cabeza en mi hombro mientras me miraba melosamente. María no nos quitaba ojo desde la terraza y yo me sentí doblemente incómodo. Pero ¿qué le pasaba a todas conmigo?.
Me levanté, lo menos bruscamente que pude, y con la excusa de ir a ponerme algo de ropa me escabullí a mi habitación. Entré y cerré la puerta tras de mí. Estaba muy agobiado; por un instante empecé a desear que mi prima se marchase ya, pero sin embargo me seducía mucho la idea de repetir lo de la noche anterior. En ese pensamiento estaba cuando me pareció escuchar un sonido ahogado. Rápidamente me abalancé sobre mi cama y pegué la oreja todo lo que pude a la pared. No escuchaba nada. Unos segundos después volví a oírlo de nuevo un poco más nítido, era como un quejido ahogado o, no, no podía ser, parecía un gemido y, si María y Amaya estaban fuera, solamente podía pertenecer a Melinda. Pegué la oreja con tanta fuerza que empecé a hacerme daño en la oreja y la mejilla. Ahora se escuchaba más nítidamente y estaba claro que era un gemido ahogado, como si alguien tuviera tapada la boca. Solamente imaginar aquella hembra masturbándose hizo subir mi excitación rápidamente y mi erección se disparó. Se me puso como un palo en pocos segundos, mientras seguía apretando mi oreja con la mayor fuerza posible, para mejorar mi audición, incluso contuve mi respiración sin darme cuenta, para intentar captar lo máximo. Lo siguiente fue inevitable, me liberé de la toalla y mi mano se fue a mi rabo. No podía ser, era una locura imaginar a mi hermanastra acariciando su voluptuoso cuerpo, era enfermizo, tanto que, por un segundo, se me pasó por la cabeza entrar por sorpresa en la habitación, con cualquier excusa, para sorprenderla y deleitarme con aquella imagen. Pero de pronto escuché como un suspiro un poco más largo, aún más ahogado si cabe, luego una especie de inhalación muy fuerte de aire y todo acabó. Me quedé sin saber que hacer, con una extraña sensación de impotencia y frustración, pero caliente como una brasa.
El fin del espectáculo me trajo el retorno del riego sanguíneo a mi perturbado cerebro, y reaccioné, rápidamente, sentándome en el borde de la cama y volviendo a enrollarme la toalla en la cintura; no era cuestión de que nadie me sorprendiese en ese estado, que últimamente mi habitación parecía una estación de metro en hora punta. Escuché abrirse la puerta de la habitación contigua y me precipité a la puerta de mi habitación, apagué la luz, y la entreabrí lo más discretamente que pude. Tuve el tiempo justo de ver pasar a Mel en bikini, sin su pareo, que entraba rápidamente al baño.
Fui a mi armario, a buscar algo de ropa y, de paso, a decidir que me pondría para salir por la noche. Miraba el contenido de mi armario pero no era capaz de concentrarme, estaba totalmente descentrado; me superaba la situación y la calentura desbordaba mi frágil equilibrio mental. Tanto fue así que sin darme cuenta hablaba en voz baja conmigo mismo
- Tendría que ser invierno, joder, seguro que así todo esto sería más fácil de llevar.
Tenía que salir esa noche con Amaya, María y sus amigas. Además seguro que nos llevaría por la zona del Paseo Marítimo, y estaría plagado de gente, sobre todo de tías buenas y yo no estaba acostumbrado; lo máximo que había hecho hasta ahora era salir en las fiestas del pueblo, y ya era todo un acontecimiento para mí. Debía de centrarme y relajarme, fuera como fuera.
Por fin escogí mi indumentaria para la noche; nada especial mis tejanos nuevos, un polo azul, con tres botones en el cuello, que me quedaba muy bien, y resaltaba mi moreno, y unas bambas de una conocida marca, de color blanco, con una raya lateral, también azul. Me afeitaría mi escasa barba y me pondría bien de espuma en el cabello para peinarme hacia atrás, con un ligero flequillo, a modo de tupé, de punta.
El resto de la velada pasó sin más altibajos para mí. Preparamos la mesa, se sirvió la cena, y sentí una tranquilidad como casi había olvidado que podía sentir; todo parecía como un sueño. Si, eso era, seguro que todo había sido un sueño, o por lo menos a mí me lo parecía, curiosamente en mi cabeza lo percibía todo como algo lejano, como un recuerdo de un bonito pasado.
Pero la tranquilidad duró poco. Tras la cena, las chicas fueron a arreglarse para salir y yo me quedé el último para dejarles su espacio y el baño libre, mientras mis tíos y mis padres se ponían una copa y preparaban su partida de póquer en la terraza. Y comenzó el desfile. Las primeras en aparecer fueron María y Amaya. Me puse tenso en cuanto aparecieron. Se esfumó mi tranquilidad. Acostumbrado a ver a María con sus enormes camisetas y sus pantalones anchos, verla llegar, tal y como venía vestida, me dejó en shock. Llevaba un vestido de tela, corto, ajustado, de color rosa pastel, con un escote cuadrado y tirantes anchos, entallado en la cintura, que marcaba sus pechos, y cuya falda se ceñía a sus caderas y sus muslos, dejando a la vista sus bonitas y bien proporcionadas piernas, realzadas por unas sandalias de tacón, en color blanco; llevaba el cabello suelto, y se había maquillado discretamente, estaba preciosa.
Por su parte Amaya, lucía un short blanco de pinzas, ajustado, con un bolsillo en cada lado, y una blusa negra, sin mangas, con tirantes y el cabello suelto. Sus piernas parecían kilométricas, debido a los zapatos de tacón, también negros, en los que estaba subida; parecía mucho mayor. Me miró como buscando mi aprobación y yo no reaccionaba. Lo único que se me ocurrió fue levantarme e irme a la habitación a arreglarme. Me sentí agobiado; creo que sentí pánico.
Salí de la terraza, atravesé el salón, y me dirigí a mi habitación pero, poco antes de llegar, salió Mel del baño y me quedé sin aliento. Nunca la había visto tan arreglada y creo que mi mandíbula se descolgó de mi cara. Llevaba una especie de larga blusa blanca, un tanto vaporosa, que hacía las veces de corto vestido, y que se ceñía a su cintura por un ancho cinturón de piel, en color marrón, a juego con unos zapatos de tacón descubiertos. Sus formas femeninas se hacían evidentes bajo su ropa, sus piernas perfectas se lucían, casi por completo, y llevaba el cabello recogido en un bonito moño, con un mechón que escapaba, graciosamente, acariciando su sien derecha. Estaba absolutamente espectacular.
- ¿Estoy guapa Vicen?
- Si….si…mucho
- ¡Gracias!. ¡muac!
Me dio un beso en la mejilla y percibí el fantástico aroma de su perfume; era embriagador, en aquella piel perfecta y bronceada.
- Va, date prisa y cámbiate que os acerco yo con el coche
- Vale…
Entré rápidamente en mi habitación y se me comenzó a revolver el estómago. Era muy extraño, la perspectiva de salir con estos tres pibones de casa, lejos de animarme, me estaba comenzando a causar ansiedad; tal vez sería mejor decir que no quería salir o que no me había sentado bien la cena. Mi cabeza iba a mil mientras miraba la ropa que había puesto sobre mi sillón, antes de la cena, y me parecía que vestido así iba a hacer el ridículo junto a aquellas tres princesas. De pronto me entraron todas las inseguridades.
Me senté un momento en la cama, para intentar recuperar la calma y pensar con objetividad, cuando llamaron a la puerta. No había manera de tener un respiro, ni en mi habitación.
- ¿Si…?
- Soy Amaya, ¿puedo pasar?
- Si, claro…
Entró con su bonita sonrisa. Me parecía increíble lo que había pasado con ella la noche anterior y, mucho menos, que aquella belleza estuviera colada por mí.
- Me había dejado el bolso
- Si está ahí encima de la cama
- ¿no te cambias?
- Si, bueno es que no sé que ponerme
- ¿no te ibas a poner eso?
- Si pero ahora…
Se sentó junto a mí, en la cama, y cruzó sus bonitas piernas. No pude evitar quedarme mirándoselas.
- ¿qué te pasa Vicen?
- Nada
- Venga hombre, si estás superserio, ¿te paso algo conmigo?
- No, de verdad
- Entonces, ¿te encuentras mal?
Estuve tentado de decirle que sí, pero no fui capaz de mentirle a aquella preciosidad que me miraba intensamente a los ojos. Se acercó más a mí, y me dio un dulce beso en los labios mientras se pegaba a mi cuerpo. Noté su pecho en mi brazo y percibí su aroma; mis hormonas hicieron el resto y decidieron por mí.
- ¿Me ayudas a elegir otra ropa?
- Si, ¡claro!
Se le iluminó la cara. Abrimos mi armario y, finalmente, una camisa blanca de algodón y manga larga fue la elegida. Me quité la camiseta, y antes de que me diera cuenta, la tenía puesta y mi prima me estaba ayudando a abrochármela con mimo.
- Ves…si te dejas este botón abierto…y te arremangas las mangas…así
Me la quedé mirando fijamente. Desde que faltaba mi madre, salvo mi hermana María, ninguna mujer me había mimado de esa manera tan cercana, como solamente ellas saben hacer, y me sentí extraño, aunque debo reconocer que la sensación me encantaba. Acerqué mi cara a la suya y la besé en los labios, con cariño
Estábamos en ese momento cuando entró María, como siempre sin llamar, y se nos quedó mirando un segundo, muy seria, antes de hacernos saber el motivo de su intromisión
- ¿qué hacéis?
- Ayudando a decidirse a tu hermano, que no sabía que ponerse
- ¿Eso se hace así ahora?
Noté un cierto tono de cabreo en la voz de mi hermana.
- venga pareja, salgamos ya que Mel se va a cabrear.
Me acabé de vestir bajo la supervisión de las dos, me peiné rápidamente, me eché mi colonia favorita y salimos de la habitación. Nos reunimos todos en la terraza. Mi tío nos miró a todos con una sonrisa
- ¡Vaya hijos más guapos que tenemos!
Mi tía se dirigió directamente a mí
- ¡qué guapo te has puesto Vicen!
- Le ha asesorado tu hija Amaya
- Eso me gusta, que os ayudéis y os apoyéis, que para eso sois familia
- ¡Que bien acompañado vas Vicen!
- Si Carmen, están todas muy guapas
- Ya lo creo, vas a ser la envidia de todos los chicos
Estaba deseando largarme de allí, ya que me había decidido a salir, lo mejor era hacerlo cuanto antes y evitar más comentarios incómodos de la familia. En un minuto nos marchamos. Cogimos el ascensor, que estaba parado en nuestra planta, y entramos todos. Yo me encontré rodeado de las tres bellezas de la familia y percibí su cercanía, sus perfumes y su feminidad y, por primera vez en mi vida, me sentí perturbado de verdad. Deseaba a las tres, las tres despertaban mis instintos, las tres significaban para mí sexo y con las tres había ocurrido algo relacionado con él, de alguna u otra manera, y, a la vez, sentía que las quería a las tres como familia. Sentí una especie de vértigo y estuve a punto de marearme. Por suerte el trayecto hasta el sótano, donde estaba el parking, era corto y enseguida salimos del ascensor.
Una vez dentro del pequeño coche de mi hermana, me senté en el asiento de atrás, junto a Amaya, y mi hermana María hizo lo propio en el asiento del acompañante, junto a Mel. Esta puso música y arrancó. En ese mismo instante, Amaya cogió mi mano discretamente, sin mirarme, y estuvo así durante un par de minutos, hasta que Mel nos dedicó una mirada un poco más larga de lo lógico por el retrovisor y María se giró haciéndonos un discreto gesto para que nos cortásemos un poco. Solté mi mano de la de Amaya y me puse a mirar por la ventanilla.
En pocos minutos llegamos a la zona de marcha y, tal como preveía estaba hasta los topes y había un ambientazo increíble. Mel detuvo el coche para que bajáramos y yo lo hice por la puerta que quedaba tras ella. Cuando pasaba por su lado me dijo:
- ¿no te vas a despedir de tu hermana mayor?
- Buenas noches y gracias por traernos
- No seas sieso y dame dos besos
Dudé dos segundos, me incliné y metí mi cabeza por la ventanilla del vehículo. Mel giró levemente la cara para que le diera el primer beso y su cuello quedó a escasos centímetros de mi boca, por lo que pude percibir, intensamente, el aroma de su perfume y lo que me turbó, aún más, fue ver, a través del escote de su blusa, el canalillo de sus pechos, dentro de un sujetador blanco de encaje. Después del primer beso y sentir su suave piel, ella giró la cara para que le diese el segundo, pero su giro fue menos pronunciado y casi coinciden nuestras bocas. Me ruboricé al instante y di un paso atrás para alejarme del coche. Mel quitó el freno de mano, me dedicó una sonrisa, dedicó un saludo con su mano a las demás y arrancó alejándose. Noté como me había excitado esa visión y el leve contacto con su piel. Desde los pocos metros que me separaban María me miraba con cara de pocos amigos, mientras Amaya sonreía mirando hacia la zona de bares musicales.
Aunque aún no era la hora de máxima afluencia, el gentío ya era considerable y el ambiente excelente. Nos dirigimos al local donde mi hermana había quedado con sus amigas, y en un par de minutos entramos en un bar musical de considerable tamaño, con la música de moda y una cantidad importante de gente que lo llenaba. Tenía una amplia terraza exterior con mesas altas de madera, rodeadas de taburetes del mismo material. La terraza daba paso a especie de pista central, en la zona interior, con dos grandes barras en los laterales, y una escalera en el lado derecho, que daba conducía a una especie de mirador situado al fondo del local, desde donde se controlaba todo. Pasando por debajo se accedía a una enorme terraza de exterior con varias barras. En esa zona se encontraban las dos amigas de mi hermana. La saludaron con la mano cuando la vieron y María nos condujo hasta allí.
Las dos amigas resultaron ser las mismas que aparecían en la foto que me había hecho llegar mi hermana desde la playa, y pude confirmar que estaban bastante buenas. Eran Luisa y Raquel. A Luisa la conocía desde siempre, porque era amiga de la infancia de mi hermana y había venido mucho por casa. Cuando comenzó a cambiar su cuerpo de niña a mujer, lo hizo de forma muy rápida y recuerdo quedarme embobado en una ocasión viendo el tamaño de sus tetas, porque no entendía muy bien cómo y cuando le había crecido aquello sin que yo me diese cuenta. Cuando María nos presentó, las dos me dieron dos besos de forma automática, casi sin mirarme, y enseguida se pusieron a comentar, animadamente, con mis dos acompañantes, lo que me permitió hacerles una rápida radiografía. Tal y como pude apreciar en la foto, Luisa era más alta que yo, sobre todo con sus sandalias de tacón, tenía un culo impresionante, y los mini shorts tejanos que se había calzado lo evidenciaban aún más, así como el importante volumen de sus pechos, que se realzaba, favorecido por su ceñida camiseta. Por su parte la tal Raquel, sin tener unas formas tan contundentes como Luisa, estaba de muy buen ver; era unos centímetros más baja que yo, a pesar de sus tacones, pero estaba muy bien proporcionada, con un buen culo marcado por sus ajustados tejanos y unos pechos que parecían bien formados y firmes, a juzgar por como se marcaban sus pezones bajo su top; creo que iba sin sujetador.
Bajamos a una de las barras laterales y todas se pidieron un gin tonic, incluso Amaya, lo que me extrañó. Yo preferí tomar una Coca-cola, el tema del alcohol no iba conmigo; había visto los efectos que causaba en mis colegas y pensaba que no me compensaba. Las chicas decidieron salir a la terraza interior y las seguí. Amaya se quedó la última y cogió mi mano mientras bajábamos la escalera y llegábamos hasta el punto que eligieron en la terraza; durante todo el camino, los tíos no dejaban de mirar aquellas cuatro preciosidades al pasar, y me sentí como un bicho raro.
Detenidos en el punto elegido por ellas, comenzó la hora del bailoteo, y yo me corté bastante, no porque no me gustase bailar, me encantaba y además, en mi opinión se me daba bastante bien, pero lo cierto es que me encontraba muy desubicado. Entretanto Amaya no soltaba mi mano mientras charlaba con todas y yo me dediqué a mirar el ambiente. Un momento después se nos acercó María, nos acercó a los dos a su cara y nos dijo:
- Chicos, os tendréis que cortar delante de mis amigas; las dos saben que sois primos y les va a parecer todo un poco raro. Por Luisa no pasa nada, pero Raquel no es tan discreta.
- Por mí bien.
- Si, claro
Amaya puso cara de niña contrariada pero soltó mi mano, se acercó a mi oído y me dijo:
- Por ahora te escapas, pero esta noche vas a ser todo para mí
La miré con una sonrisa en la cara y me sentí muy bien. Pero la felicidad dura poco en casa del pobre y las cosas se iban a complicar, y no iban a tardar mucho.
Durante un rato todos bailamos y bromeamos, y poco a poco, yo me iba integrando y me sentía más relajado e, incluso, tenía alguna ocurrencia graciosa que arrancaba una carcajada general. Pensaba que todo aquello no estaba tan mal y, que tal vez, podía llegar a acostumbrarme. Se acabó la primera ronda y nos tocó a Amaya, Raquel y a mí ir a la barra a pedirla. Mientras esperábamos Amaya apoyó inocentemente una mano sobre mi hombro, a mi izquierda, mientras que la amiga de mi hermana se situó a la derecha. En ese momento fue cuando Raquel nos comenzó a interrogar a ambos
- vosotros dos estáis muy unidos, ¿no?
- Si, como en la familia somos pocos siempre hemos procurado vernos todo lo posible, somos casi de la misma edad, y nos llevamos como hermanos
- Pues si yo tuviera un hermano como tú, lo cuidaría mucho, mucho…
Dijo esto acercándose más a mí y sonriendo mientras me miraba a los ojos con una sonrisa depredadora dibujada en su cara. Amaya le respondió contundentemente
- No te preocupes Raquel, que con las mujeres de la familia se basta y se sobra para que lo cuiden
- Si, pero no solamente de pan vive el hombre…¿verdad Vicen?
Y se acercó más a mí de forma insinuante. Joder que morbo daba la tía, y encima era mayor que yo. En ese momento llegó la camarera a preguntar que queríamos. Yo volví a pedir otra Coca-cola y las chicas otro copazo. Me sorprendió por parte de mi prima y le pregunté con la mejor intención
- Amaya, ¿tú estás acostumbrada a beber tanto?
- ¿Qué pasa?¿soy muy cría para beber según tú?
- Pero qué…
No entendía nada. Pagamos, recogimos las copas y las transportamos hasta donde estaba esperando el resto del quinteto. La cara de mi prima debía ser un poema, porque María se la quedó mirando y después me miró a mí de forma interrogativa. Yo encogí los hombros a modo de respuesta.
El resto de la velada fue de mal en peor. Raquel se acercaba a hablar conmigo con cualquier excusa, y tonteaba conmigo de forma descarada, lo que me hacía sentir aún más incómodo. Debido al alto volumen de la música, cuando me hablaba lo hacía en mi oído, y me obligaba a inclinarme hacia ella, circunstancia que la muy ladina aprovechaba para cogerse de mi brazo y clavarme uno de sus pechos, el que estuviese más cerca. Yo intentaba ser amable y tan solo le seguía la conversación, pero esto molestaba sobre manera a Amaya, que nos miraba a ambos como si nos quisiera fusilar, y María iba y venía hablando con todos intentando que no estallara un conflicto, más que evidente, como evidente era también que Raquel debía haberse dado cuenta de aquella reacción por parte de mi prima. Intentaba escabullirme e interactuar con todas, pero ella, hábilmente, volvía a colocarse a mi lado y se insinuaba con unos bailes y un movimiento que, todo hay que decirlo, se la hubiera levantado al más pintado.
Y pasó lo que tenía que pasar. Tras la segunda copa, Amaya tomó una tercera, y una cuarta, y antes de dos horas su estado de embriaguez era evidente, tanto que comenzó a faltarle el equilibrio. María la acompañó al servicio y me quedé a solas con las dos amigas de mi hermana, circunstancia que aprovechó Raquel para intentar estrechar el cerco sobre mí, espoleada por el par de copas que ya llevaba entre pecho y espalda. Mi hermana y mi prima tardaban bastante y yo estaba preocupado. Luisa debió darse cuenta de mi cara de agobio y se ofreció a acercarse para cerciorarse de que todo marchaba bien. Mi cara, ante la perspectiva de quedarme a solas con Raquel, fue un poema, hasta el punto en que Luisa me dijo que no me preocupase, que enseguida venía.
Raquel se pegaba a mí como una lapa, sonreía, prácticamente se frotaba contra mí, pero, curiosamente en lugar de producirme una erección, la situación me estaba generando una gran ansiedad. Tal fue el interés que puso la cazadora por darme caza, que en un momento dado se abrazó a mí enlazando sus manos tras mi cuello, pero fui salvado, in extremis, por Luisa que acababa de llegar de su misión de reconocimiento
- Lo siento Vicen, pero tu prima no se encuentra bien, ha estado vomitando y dice María que mejor os vais a llevarla a casa.
Se giró hacia Raquel y la increpó
- Y tú córtate un poquito, coño, que es el hermano de María
- ¿Y?, el chaval está bueno
- Eeehhhhh, gracias por todo pero me voy a ayudar a mi hermana con Amaya. Muchas gracias. ¡nos vemos!
- ¡nos vemos pronto, guapo!¡esto se queda pendiente!
Y salí despavorido hacia la salida para encontrarme con ellas. Tal y como me alejé de Raquel se me fue el nudo del estómago. ¡joder, qué complicado todo esto de las tías!. Yo pensaba que si en alguna ocasión me sucedía esto triunfaría como un campeón y no dejaría pasar la oportunidad, pero el azar es un tahúr que siempre reparte cartas marcadas, y yo no tenía ni idea de jugar a las cartas.
Encontré a las chicas a pocos metros de la salida. María estaba de pie al lado de Amaya, que estaba sentada en un bordillo con la cabeza entre las piernas. Mi hermana le había recogido el cabello en una cola. Me acerqué y le pregunté
- ¿cómo está?
- Ahora mejor, pero ha echado hasta la primera papilla
- ¿pero que ha pasado?
María me miró muy seria, me puso una mano en el hombro y me alejó unos pasos de Amaya para poder hablar sin que nos escuchara.
- Amaya está enamorada de ti, más de lo que yo pensaba.
- Pero yo no le he hecho nada…
- Si, yo estaba allí y conozco a Raquel; cuando se encapricha de un chico no para hasta que lo consigue y no respeta a nada ni a nadie, pero Amaya aún está muy verde y no ha sabido encajarlo. Tampoco podía marcar el territorio porque no podía poder en evidencia sus sentimientos, no dejáis de ser primos y hubiese sido una situación incómoda.
- ¿está enfadada conmigo?
- No creo. Seguramente cuando se dé cuenta de lo que ha hecho va a sentir bastante vergüenza
- No quiero ni pensar que haría si se entera que tú y yo…bueno eso
- Eso es diferente, tú eres mi hermano pequeño
No entendí su respuesta. Seguía sin encontrarle una explicación a lo que estaba pasando con mi hermana.
- Esta noche quería que durmiese con ella
María me miró sorprendida
- Vaya, no sabía nada…
- Si, estaba muy ilusionada
- ¿y tú?
- Bueno, me gusta y me lo pasé bien
El semblante de María se tornó aún más serio. Se giró acercándose a Amaya y me hizo señal de que me acercase
- Voy a parar un taxi y vamos para casa. Esperemos que cuando llegue a casa estén todos dormidos
Enseguida consiguió un taxi, ayudamos a mi prima a entrar y mi hermana dio nuestra dirección. En pocos minutos llegamos a la puerta de casa, mi hermana pagó la carrera y salimos. Amaya seguía sin tener un buen equilibrio pero comenzaba a hablar, eso sí, con bastante dificultad y arrastrando las palabras
- Vicen…¿pooor qué nnno me quiiieresss?¿noooo eztooy bueeennnna?
- Como no te voy a querer, si eres mi prima favorita y, además, preciosa
- ¡Peeroo essstoy unnn poco borracha! Y aahoooraaa eeestoooy fea, ¿verdad?
- Amaya, baja la voz que nos van a oír los vecinos
Yo la sujetaba mientras María abría la puerta del portal del edificio, y después, se encargaba de llamar el ascensor y abrirme la puerta. Llegamos a nuestra planta, salimos, y María abrió la puerta de casa, con mucho cuidado. Aún eran solamente las dos de la mañana y las partidas de póquer de mi familia eran muy largas pero, por suerte, habían acabado y los mayores debían estar durmiendo ya. Entramos en casa y María cerró con sumo cuidado
- entonces ¿mmme vaasss a fffollar eeessta nnnooche o nnnooo?
- ¡ssshhhhh!, ¡cállate criatura, que nos van a pillar!. Vicen, voy a adelantarme para preparar la habitación y tu procura que no la líe. Si hace falta le tapas la boca
- Vale
María se adelantó y yo llevé, no sin dificultad, a Amaya hasta mi habitación, (donde dormía ella temporalmente). Mi hermana había retirado la sábana. La senté en la cama lo mejor que pude, pero ella se dejó caer como un saco con la cabeza en la almohada. Me disponía a salir de la habitación, pero mi hermana me detuvo
- ¿Dónde crees que vas?
- Bueno, ya está en la cama y le tendrás que quitar la ropa…
- Y tú me vas a ayudar, como si no la hubieras visto desnuda ya…además, ¿no te la ibas a tirar esta noche?, lo acaba de decir ella
Si eso, solo faltaba que me lo recordase. No supe que decir, había cierta mala leche en el tono que utilizó, como si le molestara. Me limité a obedecerle. Le retiré el calzado y puse sus piernas sobre la cama, mientras María le quitaba la blusa y no pude evitar que mis ojos se fueran a los pechos de Amaya; llevaba un sensual sujetador casi transparente, y se apreciaban sus pezones
– Joder con la primita, estaba preparada para la guerra. Anda capullo, dame su pijama que está ahí encima, y cierra la boca, que te van a entrar moscas.
Pues iba a ser que sí, que mi hermana estaba molesta. Decidí fastidiarla un poco, y cuando le quitó los pequeños pantalones, no disimulé mi interés al ver su lindo coñito, a través del fino y transparente tejido, presidido por una sola línea de bello sobre su vagina. Tampoco pude evitar mirar a mi hermana; estaba preciosa con su vestido. A María no se le escaparon mis miradas. Le puso el escueto pantalón del pijama y la mini camiseta que yo conocía de la noche anterior, y me preguntó
- Te estás poniendo caliente viendo a nuestra primita, ¿eh?. Pues me temo que esta noche no la vas a catar
Me puse colorado al instante. La actitud de mi hermana cambió y se tornó más dulce
- No te avergüences, es normal, somos jóvenes, está buena y pensabas que esta noche ibas a mojar
- Pues…
- Ya tendréis tiempo
- Bueno, seguro. Me voy a dormir María
- Yo no tengo sueño. ¿no te apetece jugar una partidita a la Play?
La leche. Esto no me lo esperaba.
- Pero…está Amaya, y los papas y los tíos están durmiendo
- Por Amaya no te preocupes, esta k.o. y los demás seguro que se habrán ido a dormir hace poco y bien cargaditos de copas, ya sabes como se ponen cuando hacen las sesiones de póquer…y el volumen de la Play lo ponemos bajito…
Lo tenía todo pensado y entré al trapo de cabeza; si ella quería jugar, yo no podía hacer nada para evitarlo, las hormonas mandaban. No sabía que iba a suceder, pero lo que sí sabía era que no quería dejar pasar la oportunidad.
- ¿a qué te apetece que juguemos?
- ¿una partidita al fútbol, Vicen?
- Bueno
Conecté la Play y la pantalla, puse el juego a cargar y preparé los dos mandos, mientras María iba al baño y a buscar un asiento a su habitación. Me cambié, rápidamente, y me quedé en pantalón corto y camiseta. Pensé que ella aprovecharía para cambiarse de ropa, pero no fue así. Se sentó y se descalzó; yo hice lo mismo
- Melinda aún no ha llegado – me informó-
- Supongo que llegará muy tarde…
- Me enteraré porque seguro que me va a despertar
- Ya…
Ya estaba todo listo para comenzar la partida y le entregué un mando
- Vicen, ¿qué te parece si hacemos la partida un poco más interesante?
- ¿cómo?
- Al que le marquen un gol se tiene que quitar una prenda
Se me heló la sangre. Mi hermanita sabía perfectamente que yo era mucho mejor que ella jugando; la iba a machacar y, si tenía suerte, la podría ver completamente desnuda muy pronto...me empezaron a sudar las manos. Era posible que la noche no fuese a acabar tan mal a fin de cuentas…
- Te voy a dar una paliza María
- No te hagas ilusiones, hermanito
Si no me fallaban los cálculos, mi hermana solamente debía llevar puesto el vestido, que era de una sola pieza, y las dos prendas de ropa interior. Daba pos supuesto que llevaría unas braguitas, un tanga, o algo parecido, y era evidente que llevaba sujetador, porque sobresalía el tirante del sujetador por uno de sus hombros, que quedaba visible al moverse el vestido, forzado por su actual posición en la silla. Eso eran tres piezas. Tres goles. Yo por mi parte me había quedado solamente con un pantalón corto y la camiseta, pero eso hacía que mi hermana necesitara dos goles para desnudarme; dos goles que jamás dejaría que me marcase. Era tan tonto, que mi orgullo adolescente no me dejaba ver más allá.
Iniciamos la partida, y me di cuenta de que los nervios se habían apoderado de mí; no acertaba ni una o, tal vez se tratara de que mi hermana si estaba acertando más de lo que yo preveía. Hice un esfuerzo por mejorar mi juego y, finalmente, conseguí marcarle el primer gol. Me mantuve a la expectativa para ver cual era la reacción de María
- Vamos, ¿qué esperas?, pon la pausa ¿o vas a aprovechar para marcarme otro gol mientras me desnudo?
No daba crédito. Con toda la tranquilidad del mundo, dejó el mando sobre el escritorio, se puso de pie, se acercó a mí y se puso de espaldas
- ¿me ayudas a bajar la cremallera?
- Si…si, claro
Se recogió el cabello con ambas manos, para despejar su cuello, y me mostró la cremallera. Casi con la mano temblándome acerqué mis dedos y cogí la cremallera con la punta de mis dedos, comencé a bajarla, muy despacio, sin rozar en absoluto ni la piel, ni la tela, y recorrí los treinta centímetros escasos de aquella carretera hacia la piel de mi hermana. Cuando ella notó que llegué al final se giró hacia mí, mirándome a los ojos
- Gracias, ya puedes sentarte
Le obedecí sin rechistar, y en cuanto estuve sentado ayudó a deslizar la prenda por sus hombros, despacio, mientras me miraba a los ojos, sacó sus brazos, descubrió sus magníficos pechos, que aguardaban dentro de un bonito sujetador de encaje de color café, que los hacía muy apetecibles, realzaba sus formas y el moreno de su piel, y lo fue bajando hasta que sobrepasó sus caderas, de forma insinuante y el vestido cayó a sus pies, que levantó alternativamente para deshacerse de él por completo. Yo me quedé sin aliento mientras miraba su bajo vientre, cubierto tan solo con la parte delantera de aquel tanga, del mismo color que el sujetador. Se giró y pude admirar su culo, fantástico, redondo y bien proporcionado. No pude reaccionar, nunca me había fijado en lo buena que estaba, hasta ahora. Estaba tremenda. En dos segundos se había sentado.
- ¿Seguimos?
- …
- Vicen, ¿seguimos o no?
- Ahora mismo, perdona
Cogió de nuevo el mando y yo hice lo mismo, haciendo un esfuerzo sobrehumano por apartar la vista de las formas de aquella espléndida mujer. Volví a activar el juego e intenté concentrarme, pero mi cabeza ya no estaba allí, y mi polla estaba reaccionando por momentos; notaba un cosquilleo en mi vientre y mis genitales que se acrecentaba por momentos. Me esforcé al máximo, pero de vez en cuando, la miraba por el rabillo del ojo, aunque ella parecía estar concentrada solamente en el juego…y en disfrutar de las vibraciones que le proporcionaba el mando, que apoyaba ahora en sus ingles, justo sobre la tela de su fino tanga.
Por suerte, no tardé más de dos minutos en marcarle el segundo gol. Sin esperar instrucciones por su parte, pausé el juego y me la quedé mirando.
- Vaya, parece que hoy no estoy muy fina
¿y cuando lo había estado?. Su tono tenía algo de teatralidad. De nuevo se puso de pie y me dio la espalda. Mis ojos se fueron a su culo, que quedaba justo al alcance de mis manos. Por el hueco que quedaba entre sus fantásticas nalgas y el escritorio, al fondo de la habitación se veía el bonito culo de Amaya, que seguía durmiendo la borrachera tumbada de espaldas a nosotros. Se me secó la boca
- ¿me ayudas?
- ¿cómo?¿qué?
- Con el sujetador, atontado
- ¡ah!, si…
Llevé mis temblorosas manos al cierre, e inicié un torpe forcejeo con el corchete.
- ¿te tengo que hacer un plano?, si sigues así me va a entrar sueño y me tendré que ir a dormir
Por fin acerté y la prenda alivió su tensión sobre sus dos cautivos; María se giró hacia mí, sujetándolo con sus manos
- ya puedes sentarte, gracias
Volví a obedecer, totalmente abducido y María dejó resbalar la prenda, muy lentamente, hasta mostrarme sus fantásticos pechos; eran tan firmes que se quedaron en la misma posición que cuando estaban dentro del sujetador. Nunca los había podido ver así, tan de cerca, a la altura de mi cara, siempre había mucha agitación en nuestros rápidos encuentros. Eran grandes redondos, con unas aureolas de tamaño medio, de color rosa oscuro, con unos pezones grandes, pero muy proporcionados. Eran unos pechos total y absolutamente perfectos, incluso rivalizaban con los de Melinda; o eso creía yo. María se sentó de nuevo, lenta y pausadamente, y volvió a mirar la pantalla. Antes de que ella me dijera nada volví a poner en marcha la partida.
Era imposible mantener un mínimo de concentración; a menos de un metro tenía a aquella belleza, prácticamente desnuda, y eso era superior a mis fuerzas; bueno supongo que era demasiado para cualquier chaval. Me desentendí de mi partida y me giré para observar a mi hermana. Lo primero que miré fue su plano vientre, guiado por el lugar donde tenía apoyado el mando de la Play, de perfil, sus piernas eran muy bonitas, y su piel se adivinaba suave, su tacto debía ser como el del terciopelo. Sus pechos, vistos desde esa perspectiva, tenían una sensualidad y una atracción brutal; su redondez, el botón que coronaba aquellas maravillas y que sobresalía, llamativamente…Mi erección ya era una realidad, la tenía dura como una piedra. Las palabras de María, sin dejar de mirar la pantalla, me sacaron de mi ensimismamiento
- Te acabo de marcar un gol, pasmao
- ¿cómo coño…?
Efectivamente, como por arte de magia, ahora ella parecía conocer el funcionamiento del mando, y muy bien por cierto. Ahora fue ella la que puso el juego en pausa
- te toca quitarte prenda…
Me puse de pie y me quité la camiseta. Mientras ella me miraba sin parpadear. No me importó demasiado perder la prenda porque estaba muy acalorado, pero me pareció una torpeza por mi parte, en mi camino para tener a aquella hembra completamente desnuda. Su mirada se fijó en el bulto de mi pantalón.
- ¿te está gustando el juego, hermanito?
- Si…-la voz me salió con un hilo-
- entonces, ¿seguimos?
- Vale
Miré hacia la cama y comprobé que Amaya seguía en la misma posición en la que se había quedado desplomada bajo los efectos del alcohol. Me senté rápidamente. María activó el juego de nuevo, y esta vez me dije que tenía que concentrarme más. No mirar hacia aquella belleza era un auténtico suplicio, pero aunque hacía un esfuerzo titánico los ojos se me iban. Ella había iniciado de nuevo su particular “partida” entre el mando, sus vibraciones y el contacto con sus pezones, por los que se pasaba el artefacto sin ningún tipo de disimulo, lo que hizo que estos se erizasen aún más; ya escuchaba como respiraba entrecortadamente con cierta excitación, creí que me iba a volver loco. El resultado fue que mi glande se estaba irritando en su pugna por salir del encierro de mi pantalón de deporte. Pero mi hermana también estaba perdiendo la concentración, por lo que, en pocos minutos, conseguí el ansiado gol. No pude controlar mi alegría
- ¡toma ya!
- Vaya por Dios, que torpe soy…
- Toca prenda
- Qué rápido aprende mi hermanito
Puse el juego en pausa, rápidamente, y me dispuse a disfrutar del espectáculo. Despacio, se levantó y, de nuevo, se quedó de pie frente a mí bajando su mirada para que se encontrase con la mía, pero mis ojos, nerviosos, recorrían sin parar el espacio que iba desde lo que ocultaba su tanga, a su ombligo, y a aquel vientre perfecto que tenía a unos escasos cuarenta centímetros. Puso sus manos a los lados, sobre sus caderas, las dejó descender lentamente hasta que introdujo cada dedo pulgar entre la tela y su piel, y, muy lentamente, fue tirando de la prenda hacia abajo para mostrarme, primero su monte de Venus, luego un triangulo de bello, perfectamente cuidado, y, por fin, su fantástico coñito, lampiño, suave, de un color delicadamente rosado, que estaba ligeramente abierto, y del que escapaban dos brillantes gotas de flujo, producto de la excitación que tenía su dueña. Lo bajó hasta la mitad de sus muslos, justo hasta donde ella llegaba sin inclinarse y luego se detuvo
- ¿me ayudas, Vicen?
- Yo…si…yo…claro
Alargué mis manos hasta sus muslos y entonces fui consciente de que me temblaban. Esto hizo que tuviese que inclinarme ligeramente hacia delante, y me acercase, aún más, a aquella maravilla, con lo que pude percibir un ligero aroma dulzón, acompañado de un acogedor calor, que provenía del vientre de María. Deposite, con la mayor suavidad posible, la punta de mis dedos sobre la fina tira de la íntima prenda, intentando no tocar su piel pero, a pesar de ello, rocé la suave y cálida piel de mi hermana, que se erizó al instante. Para acabar de bajar la prenda tuve que inclinarme aún más, lo que me obligó a pegar mi mejilla izquierda, completamente, sobre el vientre de aquella diosa y casi me sentí desfallecer, pero ella no se movió. Una vez llegué hasta sus tobillos, ella retrocedió un pequeño paso, y mientras yo recuperaba mi posición erguida, ella levantó graciosamente, primero un pie y después el otro, y apartó la prenda bajo el escritorio. Después se dirigió a su asiento, se sentó, cruzó, elegantemente, su pierna izquierda sobre la derecha, privándome de la visión de su tesoro, y se giró hacia mí. Yo estaba a punto de estallar
- ¿seguimos?
No daba crédito. ¡Pero si ya no le quedaban más prendas!, además, en aquel momento yo lo único que quería era tocar aquel cuerpo, sentir su tacto, deseaba a aquella chica, fuera mi hermana o no, me había llevado a un límite de excitación que nunca hubiese podido imaginar ni en mis mejores fantasías. Necesitaba correrme. Pero claro, yo estaba tan obcecado por las hormonas y mi inexperiencia, que no me daba cuenta de que estaba en sus manos y volví a picar.
- si…enseguida
Activé de nuevo el juego, totalmente desconcentrado, y se inició una ronda de desaciertos tales, por mi parte, que casi me cuelo un gol en propia meta. Por su parte, mi exuberante hermana parecía no manejarse tan mal, a pesar de que no dejaba de acariciar con su mando cualquier parte de su anatomía que le apeteciese, de las comprendidas entre sus pechos y sus muslos, con unos suspiros y suaves soplidos cada vez más evidentes, y un ligero movimiento de sus caderas que la ayudaba a presionar, uno contra otro, sus muslos cruzados en aquella posición de tijera sobre su coño.
Pero parece ser que la suerte me favorecía, o tal vez fue la falta de pericia de María o, simplemente, que ella quiso que así sucediera, pero lo cierto es que conseguí el ansiado gol. Tragué saliva antes de decir
- creo…creo que he marcado gol, María
- ya, ¿y a que esperas para poner la pausa?
- Si…si…claro…ahora mismo
Pausé el partido de fútbol, una vez más, intrigado por que sucedería a continuación
- vaya…parece que ya no me queda ninguna prenda que quitarme…¿qué podemos hacer Vicen?
- Pu…pues…nnn…no…sé
- Vamos, eres un chico inteligente, seguro que se te ocurre algo…
En ese momento se produjo en mi cerebro un auténtico cortocircuito; quería hacerle tantas y tantas cosas a aquella hembra, que no era capaz de centrarme en ninguna. Eso sin contar con que mi atolondramiento, y el respeto que sentía hacia mi hermana, mis escrúpulos paralizaban cualquier iniciativa. Pero necesitaba aliviarme, y pronto, no podía más de tanta excitación. Me sorprendí cuando me escuché decir a mi mismo
- bueno…estoy…estoy muy cachondo, María
- ahá, ¿y que puedo hacer yo?
- Porqué…no me ayudas a correrme
- Mmmm…¿y como puedo ayudarte?
Me estaba haciendo sufrir horriblemente. Su voz, además de mantener el tono bajo que estábamos obligados a adoptar para no despertar a los demás, tenía una sensualidad y una intención que me estaba matando, y su cara cada vez reflejaba una expresión más lasciva. Ella estaba disfrutando mucho del control sobre la situación y de su poder sobre mí. Casi le supliqué
- Por favor…ayúdame como tú quieras, pero haz algo, por favor
Se levantó de su asiento, por fin, se giró un momento para comprobar que mi prima Amaya seguía k.o., y después apartó su asiento, se acercó hacia mí como un felino, llegó hasta mi altura y puso sus manos en los reposabrazos de mi ergonómico sillón de juegos, para girarme hacia ella. Apoyé mi espalda y mi cabeza en el asiento. Ahora su cara estaba muy cerca de la mía, aunque un poco más arriba, y al inclinarse sus pechos se habían acercado más a mí, llevados por la inercia. Acercó su cara, aún más, y pasó la punta de su lengua por mis labios; yo saqué la mía, pero ella ya había retirado la suya. Seguía jugando conmigo.
- Maria…
- Ssssshhhhhh
Se movió hacia atrás, irguiéndose, para después separarse un poco de mí, separar sus piernas y ponerse totalmente recta con sus manos apoyadas en sus caderas
- ¿qué te parezco, Vicen?
- Es..estás buenísima
- ¿sí?¿te gusto?
Dio media vuelta y se quedó de espaldas a mí, mostrándome su magnífico y redondo culo, su bonita espalda, perfectamente definida gracias al deporte y la armonía de sus formas. No pude evitar fijarme en el pequeño arco que se formaba entre la unión de sus muslos, a través del cual se dibujaban, sutilmente, los labios de su coñito. Giró su cabeza hacia mí y me preguntó de nuevo
- ¿y así?
- Muchísimo, me encantas…
- ¿más que Melinda?
- ¿Cómo?
- Ya me has oído
Era una pregunta trampa, y me la había hecho en el peor momento posible, pero, por suerte para mí, estuve acertado a pesar de mi ofuscamiento
- Eres una diosa, nunca he visto nada igual
- ¿ni en tus pajas en Internet?
Joder, como me estaba apretando las tuercas. Dije lo primero que se me ocurrió y parece ser que acerté, de pura chiripa
- tú eres de verdad, y no necesitas que arreglen las fotos ni trucos con la cámara, estás buena de cojones
Mi respuesta pareció complacerle y dejó el tema a un lado, por fin. Se volvió a acercar y se inclinó, agachándose delante de mí, apoyando sus manos en mis muslos, y sentí un estremecimiento por todo el cuerpo. Alargó sus manos, apoyándose en mí con los codos, y miró la mancha de líquido preseminal que había traspasado la tela, luego procedió a tirar de mi pantalón corto hacia abajo
- levanta el culo, Vicen, no querrás que lo haga yo todo
Reaccioné instantáneamente y ella acabó de estirar de la prenda hasta llegar a mis tobillos, mi rabo salió como un resorte y mi hermana la miró fijamente durante unos segundos. Después me cogió del tobillo derecho y me lo levantó, para sacar el pantalón, yo levanté el otro y ella terminó la extracción. La miré ansioso. Mientras seguía apoyada con sus codos y sus antebrazos en mis muslos, sus manos iniciaron un recorrido desde mi vientre hasta mis ingles, y sentí arder mi piel. Se acercó, aún más, y en ese momento sentí la presión de sus pechos sobre mis piernas, suaves pero firmes, y sus duros y erectos pezones que se clavaban en mi piel. Acercó su mano derecha a mi miembro y lo atrapó, desde la mitad del tronco, con extrema delicadeza, pensé que me iba a correr en aquel mismo instante y me tensé, pero no fue así. Debía intentar calmarme, no quería que aquello acabase nunca.
- qué polla más bonita tienes, hermanito
- gra…gracias
Comenzó a subir y bajar su mano lentamente por toda la extensión de mi tronco, acompañando la piel en cada ocasión para acariciar mi glande y así recoger el líquido que había manado de él. Hizo esto unos segundos y luego, sin previo aviso, la acercó a su boca y la besó, con lo que me recorrió un nuevo escalofrío toda la espalda y se me erizó la piel, a pesar de que mi frente estaba perlada de gotas de sudor, sacó su lengua y la pasó desde la base de mi polla hasta el glande, mientras me miraba a los ojos con una expresión de vicio que nunca le había visto hasta ahora. Su boca era terciopelo para mí, era seda, era la sensación más placentera que jamás había sentido en mi vida.
Se entretuvo unos instantes pasando la punta de su lengua sobre mi glande y, antes de que pudiese darme cuenta, abrió su boca y se lo introdujo hasta la mitad, presionando con sus labios, para después sacársela hasta casi la punta, sin aliviar la presión y, de nuevo, volvió a introducírsela en la boca, lentamente, hasta tragar la mitad de mi polla acariciándola con sus labios y su mano, acompañándola en un masaje suave y sensual. Continuó con la fantástica felación, lentamente, de una manera que me hacía sentir a la vez toda la lascivia del sexo pero, también, una sensación de infinito amor y agradecimiento, había mucho cariño en cada gesto, en cada movimiento.
- mmmmmpfff
- joder, que bueno María
Continuó subiendo y bajando su cabeza y su mano, sin liberar mi miembro en ningún momento, con una cadencia lenta, que me llevaba, inexorablemente, al gran final. No fui capaz de callarme, necesitaba avisarla, como si el no hacerlo supusiera ultrajar aquella maravillosa boca y a su dueña, que tanto placer me estaban brindando
- María, no puedo aguantar más, si sigues me voy a correr
Se detuvo, me miró a los ojos y me respondió en voz muy baja, casi en un susurro
- No, espera, no quiero que te corras todavía
Madre mía, -pensé- eso es fácil decirlo, no puedo resistir más. Es imposible…
Se puso de pie, se acercó y me dio un lento, cálido y húmedo beso, en el que esta vez sí participé con mi lengua y me hizo sentir pleno de energía. Extendió su mano derecha y me dijo
- Ven
Me levanté, sin saber lo que quería que hiciera, y ella dio dos pasos hacia atrás hasta que su precioso culo encontró el apoyo del escritorio, y allí se sentó, justo en el filo, dejando sus piernas abiertas y su precioso coño expuesto. Tirando de la mano de la que me tenía cogido, me hizo acercarme hasta ella y pegarme. No sabía muy bien lo que quería de mí en ese momento, pero ella se encargó de enseñármelo. Suavemente, puso la palma de sus manos en mis caderas, y la punta de sus dedos sobre el principio de mis nalgas y me acercó hacia ella. Invariablemente, mi cuerpo se acercó al suyo, mi pecho rozó sus pezones, y mi miembro se acercó a la entrada de su coñito, desviándose al llegar hasta este y siguiendo en sentido ascendente hasta acariciar su hinchado clítoris, de forma totalmente fortuita
- uuuummmm, si, Vicen, más cerca
- no sé qué quieres… María
Por toda respuesta, su mano derecha atrapó mi polla y la dirigió a la entrada de su cueva, mientras con la mano izquierda presionaba mis nalgas y guiaba mis torpes movimientos. En pocos segundos noté que mi rabo tocaba la entrada de algo muy caliente y húmedo. Con un último empujón, que forzó con su mano en mi culo, mi rabo se enterró, de un tirón, hasta la mitad, dentro de su caliente coñito y sentí que iba a desfallecer. En ningún momento quitó su mano de mi extensión. Utilizó sus piernas para empujar las mías, alejándolas, y me hizo mover hacia atrás, de nuevo, y sin darme cuenta, tenía mi miembro otra vez fuera de ella. Anudó sus piernas a las mías, con un rápido y hábil movimiento de acercamiento, y guiada por su mano, mi polla entró dentro de ella casi en su totalidad. Me quedé allí dentro, paralizado, sintiendo un suave guante de seda, húmedo, suave y caliente, que se enlazaba alrededor, no solamente de cada milímetro de mi pene, sino de todo mi ser. Sentí que iba a morir. Tiempo después aprendí que los franceses lo llamaban “la muerte súbita”. Casi con miedo, escuché a alguien con mi voz decir:
- no puedo más María, me voy a correr
Por toda respuesta, mi hermana me miró a los ojos estrechó el cerco de sus piernas sobre mí, cerrando aún más aquel mágico lazo, y me abrazó pegándome a ella con fuerza; entonces fue cuando me dijo al oído
- Quiero que me llenes con tu leche
Me bastó con escuchar aquellas palabras para que empezase a vaciarme dentro de ella como nunca jamás lo había hecho, ni en cantidad, ni en intensidad. Mientras me corría, sintiendo aquel inmenso placer que salía del centro de mis entrañas, pensé que iba a perder el sentido. Entonces fue cuando la escuché decirme entre gemidos ahogados
- Si, oooohhh, si, eso es, ooooooohhh, por fin eres mío, Vicen, que gustoooo
Pensé que las descargas no se acababan nunca, eso debía ser lo que llamaban éxtasis y que tantas veces había escuchado decir en las películas porno, e incluso, era una de las palabras que venían en el título de varias de ellas. Mientras mi miembro aún vibraba dentro de mi hermana, conseguí un momento de lucidez para mirar su cara; estaba total y absolutamente preciosa, con los ojos cerrados, su boca entreabierta, su cabello alborotado y aquel rubor en sus mejillas que le sentaba tan bien. Sentía cada poro de su cuerpo que tocaba el mío.
Por fin abrió los ojos y miró los míos, pero bastó tan solo un instante para que desviase la mirada, mirase detrás de mí, y su expresión cambiara por completo. Sin salir de su interior, giré mi cabeza, justo a tiempo, para ver la cara de Melinda y su mano cerrando rápidamente la puerta de la habitación. Miré de nuevo a María, un tanto asustado, pero no me dio tiempo a que ella dijera nada, ni a decírselo yo, a mi derecha, una voz familiar y adormilada preguntó con tono de sorpresa
- Primos…¿qué estáis haciendo?