A mi esposo le gusta ser tratado como una putita.

La visa de susana cambiará, cuando encuentre a su esposo siendo follado por otro hombre. [Sado. No consentido. Bisexual. Infidelidad]

Susana se encontraba sentada frente al ordenador en su oficina. Daba un último repaso a los informes que mostraría en la reunión, todo estaba en orden, como siempre. Aún faltaba algo más de media hora para que llegasen los clientes, abrió su Facebook y se puso a ver los post de sus contactos. Facebook le mostró la opción Un día como hoy. Vio las fotos y los comentarios de los anteriores, hasta llegar al 2008, un año antes de casarse. Aquella era una Susana que apenas reconocía. Tan llena de vida, diferente, arriesgada. En una de las fotos aparecía en una fiesta junto a tres tíos que conoció esa noche en la discoteca, folló con los tres en un callejón y ni siquiera se preocupó en preguntar por sus nombres. Aquella Susana era diferente a la del presente. Sonrió con cierta amargura.

Cuando su padre murió, ella tuvo que hacerse cargo de la compañía. Seis meses después sucumbió ante las presiones de su madre y se casó con el hijo de un amigo de la familia, quien era un buen partido. Y así, poco a poco Susana se convirtió en una respetable y estricta mujer de negocios y esposa.

— Licenciada– Sara entró al despacho– Los clientes acaban de llamar, se les ha presentado un problema y quieren posponer la reunión para mañana  ¿Qué les digo?

Aparcó el coche frente al edificio. Sin duda un golpe de suerte con lo difícil que es aparcar es esa zona. Entró al portal, echó en falta el cordial saludo de Rubén, el portero del edificio. Tal vez estaba ayudando a alguna vecina a subir las bolsas de la compra o arreglando algo. Le parecía un chico agradable y muy educado. Susana entró al ascensor. Se sentía extraña, un poco triste. Vio su cuerpo en el espejo, había subido muchos kilos de peso. Sus piernas y sus nalgas eran considerablemente más grandes y flojas, si usaba ropa de tela fina y ajustada se notaba la celulitis. Había echado un poco de tripa y las tetas estaban mucho más bajas que en aquellos días que follaba tíos desconocidos en callejones.

Se paró frente a la puerta de su piso. Escuchó música y le pareció raro. No esperaba encontrar a Antonio tan temprano en la casa. Dejó el bolso en el perchero junto a las llaves, se quitó los zapatos con un suspiro de alivio. Caminó hacia la habitación mientras desabrochaba los botones de la camisa, abrió la puerta y les vio. Tardó unos segundos en comprender lo que veía.

Antonio estaba a cuatro patas, con una mordaza con pelota en la boca. Tenía las muñecas atadas en la espalda. Sus tobillos estaban sujetos a una barra de metal; llevaba una especie de candado en la polla y pinzas en los pezones. Rubén lo estaba follando por el culo con fuerza mientras le nalgueaba. Por lo que se veía, Antonio lo estaba disfrutando bastante.

— ¡Pero qué mierda es ésta? – el grito de Susana quedó suavizado por la música. Los ojos de Antonio se abrieron como platos, pero no podía hacer nada más en esa posición, sin embargo Rubén apenas le prestó atención a la mujer – ¿Qué coño hacéis? Pero que puñetas– Rubén le ofreció esa cordial sonrisa que ella ya conocía, sin dejar de encular a su marido, quien tuvo la decencia de agitar las manos en una posible señal consensuada que servía para parar. Rubén empujó su polla hasta el fondo del culo de Antonio, y se quedó quieto. Antonio se movía intentando vanamente liberarse de sus ataduras y de la polla en su culo.

— Hey. Quieto. No te he dado orden de moverte ¿cierto?– Dijo Rubén con voz firme y autoritaria. Para sorpresa de Susana, Antonio dejó de moverse –Así me gusta, putita– Susana abrió la boca seguramente para pegar otra retahíla de gritos – ¡Hey! ¿Quiere que todo el bloque se entere que ha encontrado a su marido siendo follado por el conserje? – Susana se quedó en silencio. – Eso pensé.

—Largo de aquí– Dijo con el tono más calmado que pudo. Rubén sacó la polla del culo de Antonio, Susana no pudo evitar verla, era el doble de grande y gruesa que la de su marido. Trago saliva. De forma abrupta, el conserje volvió a meterla hasta el fondo. El gemido de Antonio fue de placer.

—Me iré cuando termine de follar a ésta putita, porque eso es lo que quiere. Que le folle ese culo con fuerza ¿cierto putita? Te hice una pregunta ¿o acaso quieres que deje de usar tu culo…para siempre? Responde– la mano de Rubén chocó con fuerza en las nalgas de Antonio. Susana se estremeció. Antonio negó con la cabeza – ¿Lo ve? Cuando terminé de follar me iré. Si lo desea puede quedarse, o bien marcharse, calculo que me queda una hora– Y sin más, Continuo follando el culo de Antonio, quien no ocultaba su disfrute. Se podría decir que para alguien con sus gustos, aquella era la fantasía perfecta: ser humillado y usado frente a su esposa. Si no hubiese tenido un anillo en la base de la polla, seguro se había corrido.

Susana estaba en shock. No podía creer lo que estaba sucediendo, debía ser un sueño, una broma…no podía ser real. Sus ojos estuvieron a punto de llenarse de lágrimas, pero se contuvo. Decidió quedarse en un intento inútil de mostrar que era más fuerte que eso. O tal vez era eso lo que quería creer, tal vez era un pretexto para ver como su marido era follado por una polla enorme y jugosa. Se sorprendió a si misma al darse cuenta de lo que estaba pensando. Lo cierto era que la vida sexual con su esposo era… aburrida. La última vez que intentaron hacer algo diferente, fue aquella vez que ella le pidió que le atase a la cama y fingiese que le violaba. Fue decepcionante.

Le temblaron las piernas y se mareo un poco. Se recostó en el marco de la puerta mientras intentaba mantener la compostura. Aquello no le iba a superar, cuando terminase, Antonio se iba a cagar…Vio el culo delatado de su marido y la gruesa polla que lo taladraba. Joder, Rubén llevaba quince minutos enculándole sin parar, jamás pensó que ese chico delgado con esa cara y actitud tan amable pudiese tener semejante polla y ese aguante. Tenía que hacer que le despidiesen, tenía que hacerle pagar. Tal vez lo que más le molestaba era el hecho de que su esposo nunca le dijo nada sobre sus gustos, ella lo habría entendido, en sus días de desenfrenó conoció a muchos hombres gays y bisexuales.

—Te ves cansada, siéntate. Aun me queda un rato para correrme, no quiero que se mareé y se golpee. Puede sentarse aquí– Señaló la cama. Susana no estaba en condiciones de discutir, caminó con dignidad y se sentó en la orilla de la cama, al lado de Antonio quien no paraba de mostrar signos de placer.

Rubén se fijó en el escote de Susana. Lo miraba directamente, sin disimulo. Esas grandes tetas contenidas en un sujetador azul de encajes. Ella lo notó y no hizo nada para evitarlo. Sus miradas se cruzaron, ella le vio con firmeza, gesto duro, ese que usaba a la hora de cerrar negocios. Él la veía con… deseo. Ella cedió y bajó la vista.

— Susana– ella levantó la vista sorprendida de que le llamase por su nombre, siempre era Señora Ortiz , pero suponía que dada la situación, los formalismos sobraban – Ven, acércate– Tendió su mano, Susana la observó un tanto indignada y sorprendida – Te he dicho que te acerques– La firmeza de su voz fue estremecedora, llena de autoridad y poder. Susana desvió la vista por un segundo hacia la polla y el culo que tenía a su lado. Lentamente se puso de pie.

Se acercó al cuerpo sudado de Rubén. El olor era fuerte, penetrante. El chico dejo de moverse, pero sin sacar la polla del culo de Antonio, que solo se limitaba a gemir y mover las nalgas. Rubén acercó las manos lentamente a los botones de la camisa de Susana. Ella hizo gesto de que iba a apartarle las manos, pero se detuvo ante la mirada amenazante y autoritaria del conserje. Uno a uno desabrochó los botones de la camisa sin dejar de verla a los ojos.

— Quítate el sostén. Necesito ver esas tetas– Susana no se movió –Te he dicho que te quites el sostén– Susana seguía sin moverse. Rubén sacó su enorme polla del culo de Antonia. Estaba dura y empapada en lubricante. Se colocó frente a frente de Susana, quien sintió como la punta de ese grueso y jugoso rabo se grababa en su tripa. Rubén le agarró por el cabello tirando hacia atrás su cabeza. Acercó su cara a la de ella hasta que los labios estuvieron a punto de rozarse– Te he dicho que te lo quites, puta– Susana murmuró un no. Acto seguido recibió un azote en el culo que sacudió sus nalgas por completo. Intentó apartarse, el conserje la arrimó más a su cuerpo controlándola por el pelo, para después clavar las uñas de su mano libre en  el culo de la mujer– Quítate el sostén.

Susana no entendía como ese hijo de puta podía controlarla de esa forma. Por un momento sintió miedo, se vio indefensa, vulnerable. Excitada. La estaban violando. Se quitó el sostén y sus tetazas quedaron libres. Hacía años que nadie le veía de la forma con que Rubén la vio. Parecía que la iba a devorar. El chico se mordió un labio y suspiró al ver las grandes aureolas de sus pezones endurecidos. Le soltó el culo para acto seguido manosearle los pechos de forma brusca. Susana se removió recibiendo por ello una cachetada que le dejó la mejilla roja y caliente.

Ruben le soltó el pelo, ella estaba libre, pero no se movió en lo absoluto ¿Qué podía hacer? El idiota de  su marido estaba atado a cuatro patas con la polla amarrada y con el culo abierto. Lo mejor era obedecer. Se quedó tranquila mientras el chico le chupaba un pezón y le manoseaba el otro. Pasó de uno a otro varias veces mientras ella intentaba no hacer nada que pudiese…hacerle parar mientras él restregaba su cara entre esas enormes tetas. Sí, hacía bastante tiempo que nadie jugaba así con ellas. A Susana se le escapó un gemido.

— Desnúdate- La orden fue clara y precisa. Pero Susana dudó. Pensó en la celulitis y su culo grande y blando. Tenía que obedecer. Se desvistió bajo la atenta mirada de Rubén, y de su marido— ¡por dios! Date la vuelta. No, más despacio, así, muy bien. Ahora agáchate, déjame ver ese culo. Es hermoso. Me encanta tu culo– Rubén no pudo ver la sonrisa de Susana al escuchar esas palabras. Antonio nunca le había dicho algo así— Acuéstate ahí. Al lado de la putita de tu esposa.  Así me gusta. Ahora abre las piernas.

La polla de Rubén entró con fuerza en el coño de Susana, por suerte estaba mojado. Aun así, ella gritó. Vio el rostro de su esposo, el cual estaba muy cerca de ella. Sintió tantas cosas a la vez. Tanto placer, tanta vergüenza, rabia, deseo. La polla entraba y salía con fuerza. Rubén le forzó a bésale pero ella se negó. Recibió una sonora cachetada, las embestidas de la polla en su coño se volvieron tan violentas que sin darse cuenta, Susana estaba chillando. El chico le tapó la boca con la mano, y con la otra le pegó con más fuerza en un muslo. La estaban violando, y era tan delicioso como ella lo había imaginado. Con su marido a su lado, atado y mirándola con cara de impotencia. Rubén intentó otra vez besarla…ella le besó. No solo eso. Le rodeó el cuello con sus brazos, pero él se los apartó. Era obvio, aquello era una violación, no un polvo cualquiera con su marido.

Susana no recordaba que correrse fuese tan fácil e intenso. Después de media hora recibiendo polla sin descanso, el dolor de en su color era intenso. Agradeció la descarga de leche caliente en su interior, fu una corrida tan copiosa que se salía del coño. Susana quedó tendida y sin fuerzas. Fue una violación fabulosa.

Rubén le quitó la mordaza y las ataduras a Antonio. Quien con un simple gento del conserje metió la cabeza entre las piernas de su Susana para limpiar con la lengua la leche que manaba de ese hoyo enrojecido. Susana cerró los ojos mientras murmuraba “si, así, límpialo. Límpiame el coño putita”. Después de un rato abrió los ojos. Rubén ya no estaba ahí. Antonio levantó la cabeza y dijo con tono apenado.

— Lo siento cariño. Puedo explic– Susana le sujetó la cabeza contra su coño.

— Cállate y sigue limpiando mi coño, putita…– y así lo hizo Antonio, como una buena putita.