A Marta (2)

Luis se lleva una sorpresa cuando descubre que Marta limpia algo más que su casa...

Desde aquel momento, Marta tomó la precaución de cerrar la ventana y correr la cortina cada vez que estaba en su casa. Si coincidía con Luis, en unos encuentros que él forzaba, ella se mostraba esquiva y le miraba con cierto desdén e indiferencia. Parecía claro que aquel numerito había sido una lección a su vecino mirón, porque si bien ella no había sido muy discreta, lo cierto es que Luis tampoco había hecho ningún esfuerzo por camuflar su actividad como observador nada imparcial.

Él, poco a poco, se había acostumbrado a aquellos correctos saludos, pues se sentía ciertamente avergonzado por su reprobable actitud. Sentía que se había equivocado y que jamás tendría la oportunidad ni siquiera de tomar una cerveza con su vecina (mucho menos de cuanto planeaba para ella), pues le despreciaría por su actividad como espía. Aún así seguía proporcionándose orgasmos a la salud de aquel grifo y a aquella ducha. Su mente amontonaba preciosos recuerdos de aquel coño desafiante desde el otro lado de aquel patio de luces.

Dos semanas después, seguía manteniendo dolorosas erecciones mientras abría las ventanas de su casa, pero se había prometido cesar en su empeño de cazar a su vecina, pues la incomodidad patente entre ellos no merecía la pena. Aquella radiante mañana de sábado abrió el ventanal para poder respirar el aire de la calle mientras trabajaba en su portátil. Suspiró al ver las cortinas echadas y se dispuso a redactar el informe que necesitaban en su oficina aquel mismo lunes.

Una hora después un ruido le sacó de su concentración. De reojo, para no levantar sospechas, pudo ver que Marta abría de par en par todas las ventanas de su casa y empezaba a limpiar su casa apenas vestida con una camiseta blanca que a contraluz ponía en evidencia las turgentes formas que ocultaba y unas braguitas negras que resaltaban la anatomía de su culo.

Luis estaba confundido. Su miembro estaba erguido, deseando que siguiese a su vecina en su ir y venir por todas las habitaciones de su casa pero no quería ser descubierto. Se levantó a por un café y volvió con la solución a todos sus problemas. Discretamente conectó una webcam al portátil y continuó trabajando mientras observaba los pezones de su vecina clavarse en su camiseta al tiempo que ella agarraba su escoba con una sensualidad que a Luis le sugería todo tipo de fantasías. Pudo observar como, más de una y de dos veces, ella miraba hacia su piso para controlar a su vecino y, al ver que trabajaba en su ordenador, comenzó a espaciar más las vistas de reconocimiento confiada en que no prestaba atención a su presencia.

A lo largo de la mañana fue cerrando ventanas y echando cortinas, a la par que iba acabando. Incluso hubo un rato en el que despareció, supuso, porque debía estar limpiando el cuarto de baño. Aquello le calentaba más y, bajo la bragueta, sentía una presión que amenazaba con reventar en cualquier momento. Excitaba especialmente su imaginación el hecho de que ella dejase para el final el salón, desde el que tendría cumplida vista de todo su cuerpo, pues las ventanas y la puerta del balcón eran lo suficientemente grandes como para permitir una visión total.

La espera había merecido la pena pues allí estaba ella, limpiando el polvo (“que paradoja”, pensó Luis) y barriendo. Sacudiendo los cojines del sofá y agachándose para enchufar el aspirador. Sonrío al comprobar que Marta estaba tan cansada que se sentó en el sofá para terminar de aspirar la alfombra. Aquella vista era definitivamente arrebatadora. Sentada la camiseta se levantaba de tal forma que podía ver sus braguitas negras mientras el tubo del aspirador se acercaba y se alejaba de su cuerpo.

Ella estaba sentada, pero no por cansancio como descubrió Luis. Poco a poco su mano alejaba más el tubo de la aspiradora, inclinándolo más y más. Así había logrado un ángulo que acercaba el extremo superior de la manguera hasta el objeto de deseo de Luis. Ella apretaba esa zona del tubo contra las braguitas, acercándose la manguera y poniendo en evidencia que aquella vibración le producía algo más que un placentero cosquilleo. Estuvo así durante varios minutos. En un par de momentos hizo el ademán de levantarse a cerrar la cortina pero al ver que Luis seguía enfrascado en su ordenador y ante la evidencia de que el placer era irresistible, decidió no poner frenos a su atípica masturbación.

Un movimiento hizo que el tubo de aquella maravillosa máquina se cayese al suelo y ella abriese aún más sus piernas. Sus manos retomaron la labor y comenzó a masturbarse acariciando sus piernas y la parte de arriba de la braguita. Debía de estar francamente cachonda pues sus jugos reflejaban la luz mientras se deslizaban por sus muslos. Luis se quería morir, pero decidió dedicarse a mirar sin mover un solo músculo pues cualquier movimiento por su parte delataría su actividad y aquello pondría fin a su espectáculo privado.

Los expertos dedos de Marta obraban ya por debajo de las costuras de la ropa interior, moviéndose frenéticamente por los labios de aquella hinchada vagina, subiendo y bajando. Ella, de cuando en cuando se detenía y se secaba sus efluvios utilizando la braquita que aún llevaba puesta. Así continuó durante una media hora hasta que se detuvo en un orgasmo que casi la condujo al desmayo. Se desplomó sobre el sofá durante un par de minutos antes de levantar sus piernas mientras se desprendía de la ropa interior. La vista de aquel coño hinchado, con su clítoris aún erguido volvió loco a Luis que hizo esfuerzos para no sacarse allí mismo su polla y masturbarse hasta correrse.

Sin embargo había algo que detenía las manos de Luis. El comportamiento de Marta le intrigaba pues entendía que aquello no era normal. Esta vez él estaba en su ventana y ella le había visto. Estaba claro que en cualquier momento podía haber levantado su vista para observarla y sin embargo ella no había intentado disimular en ningún momento. Siguió observando y pudo ver como ella se cambiaba de habitación hasta la que daba al tendedero que era el único vínculo entre sus dos casas. Allí sacó una pinza y tendió su braguita, moviendo la cuerda para que quedase junto a la ventana de Luis. Luego bajó su persiana, dejando una casi imperceptible rendija.

Luis entendió aquella invitación. Se levantó mientras se liberaba de la ropa y llegó a buscar aquel insólito regalo. Desnudo completamente, dejando en evidencia la longitud de su rabo erecto y duro, abrió la ventana y acarició el raso de aquellas braguitas. Comenzó a oler los efluvios vaginales de Marta y, casi sin darse cuenta, comenzó a masturbarse mientras saboreaba con la punta de la lengua aquel dulce licor, más dulce de lo que él incluso había previsto. Elevó su mirada hacia la venta y desafiando a Marta, bajó la braguita junto a su glande instantes antes de eyacular abundantemente. El esperma se amontonó junto al flujo impregnado en la braguita.

Se sentó mientras depositaba sobre la cuerda la prenda y la colocaba junto a la ventana de su legítima dueña. Para su sorpresa Marta levantó la persiana y apareció desnuda ante sus ojos. Estaba sentada sobre una mesa que había colocado junto a la ventana. Abierta de piernas lamió la leche de su vecino antes de hacerse una nueva paja frotando su clítoris con las húmedas braguitas. Al acabar volvió a sonreír a Luis y desapareció tras las cortinas.