A los pies de mi vecina

Luis vuelve a su casa en el pueblo y se reencuentra con Sara, uno de sus antiguos amores platónicos. Ella empieza a utilizar el poder que tiene sobre él y ponerle a prueba.

Este relato no está basado en hechos reales. Los personajes no tienen descripción física para dejarla a gusto del lector.


Una de las grandes ventajas de la pandemia ha sido la implantación del teletrabajo. A los que tuvimos que trasladarnos a las grandes ciudades a trabajar nos ha permitido volver al pueblo y disfrutar de la tranquilidad que tanto añorábamos. En los tres años que estuve fuera nunca me adapté bien. No soy una persona muy sociable y no logré hacer amigos, por lo que en cuanto pude volver a casa de mis padres lo hice enseguida.

Al llegar el verano abrieron la piscina de la urbanización, por lo que podía aprovechar para darme un chapuzón en las horas de menos afluencia. Me gusta tenerla para mí solo o no tener que compartirla con mucha gente mientras nado.

Dentro de la urbanización había varios grupos distintos. Las señoras de mediana edad que se sentaban a hablar de sus cotilleos, varios padres en la treintena con sus hijos, unos cuantos matrimonios ancianos que estaban a su bola, y por último unos cuantos jóvenes que se ponían algo apartados al final del día con música y litronas. Según me enteré, hubo bastantes quejas de los vecinos por el ruido y la basura que dejaban, además de que algunos no vivían allí, por lo que acabaron limitando la entrada a no residentes.

De ese grupo acabaron yendo solo algunos de forma intermitente. Una era una vecina que conocía desde que éramos pequeños. Tenía dos años menos que yo, pero se desarrolló muy pronto y empezó a salir con chicos, a partir de la adolescencia fuimos perdiendo el contacto. No dejé de saber de ella gracias a las redes sociales, y he de confesar que fue mi musa en no pocas ocasiones en la soledad de mi cuarto.

No me atrevía nunca a saludarla mientras estaba acompañada y me limitaba a observar de reojo disimuladamente mientras nadaba. Un sábado en el que la mayoría de vecinos estaban de vacaciones, bajé y mientras nadaba observé que ella llegaba y se instalaba. Tras un rato más nadando, me decidí a acercarme al bordillo y hablarle, mientras estaba tumbada boca arriba tomando el sol.

  • ¡Hola! Oye, tú eres Sara ¿no?
  • ¡Sí claro Luis! ¿Qué tal?

Me dijo que saliese y pusiese mi toalla a su lado, y nos pusimos al día, ella me contó que estaba en la universidad, tenía que recuperar algunas asignaturas en septiembre y por ello sus padres no le habían dejado irse de vacaciones con la mayoría de sus amigos, por eso ella estaba ahí sola en ese momento.

  • Oye, voy a darme la vuelta ¿me puedes echar crema en la espalda?
  • Eh... sí, claro.

Me cogió por sorpresa la petición. Llevaba un vestido veraniego que se quitó por la cabeza y quedó a mi vista su cuerpo en bikini. Lo había visto ya en fotos, pero su figura era más impresionante en persona. Me quedé un momento embobado hasta que habló.

  • Tienes la crema en mi bolso - dijo mientras se tumbaba boca abajo.

Cogí la crema y eché un chorro de crema por su espalda y empecé a restregársela por la piel. Estaba un poco nervioso y lo hice torpemente, tratando de no parecer que me estaba propasando con ella. Traté en especial de no acercarme mucho por los laterales para no tocarle las tetas y parecer un pervertido, y continué hasta llegar a los hombros.

  • Genial, a partir de aquí continúo yo. Pues ya nos veremos por aquí, ciao.
  • Vale, nos vemos.

Después de esa indirecta supuse que quería que la dejara sola y volví a casa, no sin antes ocultar mi erección bajo la toalla. No pude evitar hacerme una paja al volver a casa pensando en lo que había pasado.

Al día siguiente volví a bajar a una hora parecida, y tras un rato nadando apareció ella. La saludé desde la piscina y ella me lo devolvió sin mucho ánimo. Salí a la toalla, que esta vez había colocado junto a donde solía ponerla ella.

  • Qué buena está el agua, qué gusto me ha dado el baño.
  • ¿Sí? Qué bien. Oye, quería preguntarte una cosa. Ayer te noté incómodo mientras me ponías la crema ¿puede ser?
  • ¿Incómodo? No, no sé.
  • Sí, como que te daba apuro tocarme, te notaba con miedo. No pasa nada, que no te dé vergüenza reconocerlo.
  • Bueno, sí, un poco. No sé, me cogió un poco por sorpresa.
  • No pasa nada ¿ves? Puedes hablar con libertad. Pero si me vas a echar crema hazlo bien y con confianza ¿vale?
  • Sí, claro, lo intentaré.

Repetimos el procedimiento. Empecé a echarle crema como me dijo, y he de confesar que me estuve regodeando un poco. Pero seguía un poco nervioso, y ella lo debió notar.

  • Dime Luis ¿alguna vez le habías echado crema a otras personas?
  • Sí, alguna vez.
  • ¿A quién?
  • A amigos en la playa.
  • ¿Y te daba tanto corte como conmigo ayer?
  • No, pero bueno, son amigos y tengo más confianza y tal…
  • ¿Y si no tienen tetas no te ponen nervioso?
  • ¿Qué dices? - Me sorprendió la última pregunta.
  • Jajaja - se rió - no te preocupes, es normal.
  • Ya, bueno… - Seguía un poco aturdido.
  • ¿Y cuando te lías con una chica o estáis en la cama te pones siempre así de nervioso?
  • ¿Qué? No, yo no… Eh…

Me quedé bastante cortado. Me avergüenza admitir que nunca he tenido nada con una chica, por eso siempre trato de evitar conversaciones de estos temas. Pero me había pillado desprevenido y creo que se dio cuenta.

  • Oye, si no te sientes cómodo mejor hablemos de otra cosa. - Asentí, entristecido y sintiéndome algo humillado.

Terminé con la espalda y me animó a quedarme un rato hablando, aunque no tenía muchas ganas. Vi que se empezaba a echar crema en las piernas.

  • ¿Te echo también en las piernas?
  • No, tranquilo, aquí llego yo bien, solo hacía falta en la espalda.
  • Ah, claro.
  • Anda que no eres tonto ¿eh? Cómo querías aprovechar.
  • No, no, por favor no pienses mal, de verdad. - Me estaba poniendo rojo como un tomate.
  • Jajaja, tranquilo, que me lo creo. - Se lo estaba pasando genial mientras me moría de vergüenza - Venga, qué demonios, pónmela tú.

Me dispuse a ponerle crema en las piernas mientras ella hacía lo propio en los brazos y torso. Estuve un buen rato recreándome, tenía unas piernas largas y atléticas. Pero mi zona preferida eran los pies, me encantan los pies femeninos y los suyos eran muy bonitos y suaves al tacto.

Cuando terminamos, me puse un poco de crema y continuamos de charla tranquila.

  • ¿Sabes? Estoy muy cómoda contigo, normalmente no confío en ningún tío para cosas como esta, siempre estáis intentando aprovechar para meter mano… Pero contigo me siento cómoda, que no vas a propasarte conmigo. No más de la cuenta al menos. - Me guiña un ojo.
  • ¿Cómo que más de la cuenta? - Me hice el tonto.
  • No te avergüences, hombre. Dime ¿qué parte te ha gustado más?
  • Bueno, todo me ha gustado, la verdad. ¿No sé, los muslos?
  • Ehm… Respuesta incorrecta. - Se sienta y apoya un pie en uno de mis muslos - Creo que te ha gustado mucho este amigo.
  • Bueno, también. - Empiezo a tener una erección a medida que ella mueve su pie arriba y abajo - Sí, me dan mucho morbo los pies.
  • ¿Y qué te parecen los míos?
  • Son muy bonitos.
  • A mí me gustan mucho, no es una parte del cuerpo que suela destacar, pero me alegra saber que hay quienes sabéis apreciarlo.

En ese momento comencé a acariciarlo.

  • ¡Ey! ¿Qué haces? ¿Quién te ha dado permiso?
  • Oh, lo siento, pensé que…
  • Vamos a dejarlo aquí. Mañana si traes un vino te dejo jugar con ellos. ¿Y puedes hacerme un favor?
  • Sí, dime.
  • No te toques hasta entonces. No pongas cara de sorpresa, que no soy tonta. Te habrán entrado ganas, pero tengo reservada una sorpresa. ¿Mañana a la misma hora?
  • Claro, es que mañana es lunes y tengo que trabajar ¿no puedes más tarde?
  • No, luego tengo que estudiar. Tendrás que esperar para jugar con ellos.
  • ¿Pero quieres que esté así hasta el próximo finde? A ver, no te pienses que soy un pajillero, pero a veces…
  • Yo no te obligo a nada, cielo, pero sí me gustaría que aguantases, ya verás que valdrá la pena. Nos vemos.

Me dio un beso en la mejilla y sonriendo se fue a casa.


Espero que os haya gustado el relato. Tengo algunas ideas en la cabeza para continuarlo si veo que hay aceptación, y también para comenzar otras historias. Podéis escribirme en los comentarios o por correo a joseperezjop@hotmail.com