A lo mejor si fue consentido

Un obsesionado chico, secuestra a la novia de su enemigo con la idea de poseerla contra su voluntad. ¡¡le aguarda una grata sorpresa.

La chica siempre lo había obsesionado. Con su particular y delicada manera de vestir, sus piernas largas y torneadas, su cabello suave y con un delicioso aroma, que emanaba mientras caminaba. No era de extrañar que quisiera poseerla y no era el único además que en sus noches de lujuria soñaba con ella. No le interesaban sus sentimientos ni lo que pensara sobre él, su deseo no radicaba en amarla, simplemente en poseerla, en someterla, en vejarla de todas las maneras posibles y saberse ganador de aquel trofeo. Era la novia de su enemigo, había sido su enemigo desde que eran unos chicos recién entrados a la secundaria y ahora el destino le iba a dar la oportunidad de vengarse. Bajo sus trajes de excelente manufactura se adivinaban unas formas capaces de enloquecer al más tranquilo de los hombres y aquella noche corroboraría todas sus ensoñaciones con la realidad.

La esperó a la salida de su oficina; ella no percibió de donde vino el ataque, su cuerpo cayó en brazos de su atacante sin siquiera entender lo que había pasado. Cuando la tuvo en sus brazos se sorprendió de su liviandad y de la suavidad de su piel, la condujo al coche y seguro del efecto aletargante del cloroformo, aceleró a fondo hasta llegar a su departamento.

Una vez allí la fue desnudando prenda por prenda, primero sus botas de cuero blanco hasta la rodilla, su falda, su chaqueta y su camisa a conjunto. Algo si tenía que admitir, la chica tenía estilo para vestirse. Cuando la dejó en ropa interior se detuvo a contemplarla por un momento y decidió cambiar de planes. Iba a dejar que ella supiera, que estuviera consiente e incluso iba a lograr que gozara con él aquella noche. Finalmente la dejó completamente desnuda y tendida sobre su amplia cama. Contempló largamente su impecable vagina completamente depilada y la acarició largo rato, luego sus pechos, plenos, sensuales, llenos y también los acarició y jugueteó con ellos. A pesar de que la chica estaba dormida, su cuerpo reaccionaba a sus caricias; sus pezones estaban duros y erectos y su vagina se iba humedeciendo poco a poco. Acarició largamente su cabello y se embriagó con su aroma. Finalmente ella reaccionó por completo de su letargo y de inmediato escuchó en su oído una voz vagamente familiar que le dijo:

-No quiero hacerte daño, sólo quiero gozar de tu cuerpo y de ti plena, pero quiero que cooperes, eres una mujer demasiado bella y no me gustaría para nada lastimarte. Hace rato que estás desnuda y he contemplado y tocado a placer tu cuerpo, me gustaría que salieras de aquí igual de bella que como estás ahora, así que coopera y los dos podremos pasar una noche inolvidable.-

Por toda respuesta la chica asintió. El se levantó de la cama y empezó a desvestirse, al voltear la cabeza y mirarlo de frente sus ojos mostraron una expresión atónita: Lo había reconocido, pero aún así no hizo ningún movimiento. Cuando estuvo totalmente desnudo se tendió encima de ella y procedió a tocarla como si de amantes se tratara y conociera cada reacción y cada parte erógena de su ser. Ella había entendido bien el mensaje, "debía estar tranquila y nada le pasaría, incluso disfrutaría".

El chico se deleitó primero en disfrutar su cuerpo a cabalidad. Empezó con sus senos, que besó, acarició y mordió hábilmente, logrando con cada movimiento que ella se calentara. Era muy extraño, pero él sabía exactamente como le gustaba que la tocaran. Luego siguió con su boca, sin dejar de tocar sus pechos, se concentró en besarla con el mismo cariño y la misma delicadeza que besaría a su propia novia en una noche de amor, mientras tocaba sus pechos haciéndola enloquecer de placer. Finalmente se deslizó sobre el cuerpo de la chica y llegó a su vagina, donde posó su boca y comenzó a calentarla aún más si era posible y aún en ésta posición no dejaba de tocar sus senos como si de una particular obsesión se tratara. Cuando notó que el calor en el cuerpo de ella era el preciso y que empezaba a dar gemidos quedos, tomó su pene entre sus manos y lo colocó en la entrada misma de la vagina de la chica; por un momento se miraron y aunque él la estaba literalmente violando y disfrutando de su cuerpo a su antojo, se amaron. Inmediatamente la penetró, no se había equivocado, el momento era el propicio. El orificio de la chica estaba empapado en sus líquidos, incluso pensó, que en todo el proceso de excitación la chica ya se había corrido sin que él lo notara.

Empezó a balancearse dentro de ella, hacia atrás y hacia adelante, luego fiel a la costumbre que había practicado todo el rato, volvió a tomar sus pechos y siguió tocándolos de la manera en que a ella más le fascinaba que le hicieran. Esto provocó una sorpresiva reacción por parte de la chica: primero irguió su cuerpo, permitiendo una mejor penetración por parte de su violador y después, enrolló los brazos en el cuello de él y acercándolo a su boca, procedió a besarlo.

Él era sin duda un espectacular amante, respondió a sus besos, siguió acariciándola de una forma enloquecedora y penetrándola sin vacilar, hasta que los dos se corrieron en un múltiple orgasmo que los dejó sencillamente debilitados. Aún así siguió obsesionado con sus senos durante varios minutos, parecía que no se cansara nunca de tenerlos entre sus manos y dentro de su boca. Finalmente se detuvo y tendiéndose a su lado la dejó descansar y descansó él durante un largo rato.

Cuando despertaron, era todavía de noche, por lo que la condujo hasta el cuarto de baño, en donde sumergidos y empapados en fragancias, se amaron de forma dulce y apasionada, sin él dejar nunca de poseer sus senos.

La experiencia se repite casi a diario.