A las 4 me paso a buscarte
Me pidió un agua mineral natural. Me puse tan nervioso que no la encontraba por ninguna de las neveras. Pensé que no había ninguna y me la fui a buscar al almacén. El tío se veía que que estaba cabreado. Le pregunté que si le traía un vaso con hielo y aceptó. Luego me pidió cambio para llamar por teléfono y de tan nervioso que me tenía, se lo di mal y por último le cobré 20 céntimos de más y además le di mal el cambio y me lo tuvo que reclamar. Cuando se fue me dije para mi: La has cagado, ese tío no entra a este sitio más nunca en su vida.
A las 4 me paso a buscarte
La idea de venir a vivir de nuevo a este lugar no me gustó para nada. De este lugar solo guardo malos recuerdos. Aquí me vine a vivir cuando salí de mi país hace muchos años. Los motivos que aquí me trajeron eran la cantidad de familiares que son de aquí. Soy hijo de un asturiano que emigró a Cuba a principios del siglo pasado. Aquí se quedaron sus hermanos que hicieron una familia numerosa. Al paso de los años me encontré en el seno de esta familia, que si bien me arroparon, por otro lado me vi sometido a sus prejuicios y modo de vida. Nada, yo ya era un homosexual maduro, estaba claro de lo que quería y a pesar de eso de forma sorpresiva me vi como secuestrado. De verdad que nunca se me había pasado por la mente ponerme a vivir con una mujer. Pero las situaciones se dieron, no se porque coño me dejé seducir y lo peor de todo que al día siguiente, por una serie de coyunturas que no viene al caso contar, toda mi numerosa familia, que es bastante chismosa se enteró. Y partiendo de la fama que tienen los cubanos de ser sexualmente muy caliente, pues mi familia opina y dispone dieron su bendición a esa relación y la arroparon. Aquello fue un verdadero secuestro. Ellos eran muchos y yo uno solo. Todos me conocían y a mi me era imposible poder conocerlos a todos. Y no había un jodido lugar de este hermoso Gijón por donde pasara, que de alguna forma cuando visitara a algún primo ya él no tuviera noticias de mi visita. Yo me sentía espiado, era como si tuviera en el cuello un transistor que mandaba señales a una central, de todos y cada uno de mis pasos.
Al fin logré escapar de este secuestro y después de tres años de suplicio, me fui a Madrid a trabajar y mi vida cambió. Por último me fui a vivir a América y mi obsesión por el macho ibérico me hizo retornar. Me fui a vivir a Madrid, jamás pensé regresar a este pueblo a otra cosa que no fuera de visita.
Pero en mala hora vine de visita con un sobrino, a este le encantó el lugar y por mucho que me opuse, compramos un bar y no me quedó más remedio que regresar a vivir a aquí.
Debo recordar que en los tres años que vivé en Gijón, no pude follar con un hombre ni una sola vez. Me tenía que matar a pajas o follarme a mi secuestradora. Por poco esto me hace terminar en el psiquiatra. Porque estos asturianos son hombres espectaculares, no hay un lugar en este pueblo donde no te encuentres a un tío de esos que cuando lo miras no se acaban. Pero las circunstancias no me daban la menor oportunidad. Aunque todavía no sabía a que sabía uno de ellos.
Por eso a mi regreso estaba tan cabreado. Pero eso si, nada ni nadie me iba a impedir en esta ocasión que yo siguiera mi vida privada a mi manera. Comencé a trabajar en el bar que habíamos adquirido y como ustedes se pueden imaginar, cuando uno empieza en estos negocios las cosas no son fáciles, trabajas como un negro, te cansas como un perro y el tiempo no te alcanza para nada.
Por otro lado los clientes me tenían como loco. La clase de hombres que entraban en el lugar, era como para enloquecerse. Pero con una barra de por medio, solo podías admirarlos, atenderlos y darles las gracias por su visita. Pero llegó un cliente que me sacó de paso. Cuando lo vi entrar por primera vez, me quedé como tonto. Jamás había visto un hombre tan masculino, olía a macho por cada uno de sus poros y con un carácter seco, que presagiaba una mala leche que no veas que te cagas. Me pidió un agua mineral natural. Me puse tan nervioso que no la encontraba por ninguna de las neveras. Pensé que no había ninguna y me la fui a buscar al almacén. El tío se veía que que estaba cabreado. Le pregunté que si le traía un vaso con hielo y aceptó. Luego me pidió cambio para llamar por teléfono y de tan nervioso que me tenía, se lo di mal y por último le cobré 20 céntimos de más y además le di mal el cambio y me lo tuvo que reclamar. Cuando se fue me dije para mi: La has cagado, ese tío no entra a este sitio más nunca en su vida.
Pero no fue así y la suerte hizo que al otro día volvió. Ahora lo atendí con mayor tino, pues como es lógico llené una de las neveras del agua mineral que me pidió el tío. Le cobré lo justo y le devolví lo que le había cobrado en exceso el día anterior y como es lógico me cuidé de darle el cambio correctamente. Y así seguí admirando a este hombre, que en ocasiones venía con una chica, que podía ser su novia, su esposa, su amante o su hermana. Me cortaba la respiración el solo verlo.
Un día me puse a averiguar por internet si en Gijón había una sauna y para mi sorpresa, solo había una y a nada menos que 400 metros de mi casa. Decidí ir el martes, pues ese día es cuando es más barata, no lo hice por el simple hecho de ahorrar, sino que pensé que debido a eso, ese día estaría más concurrida y que la oferta de machos necesitados de una buena mamada iba a ser mayor. A las 5 de la tarde me desperté de la siesta, me vestí y me fui al lugar. De verdad que el sitio era acogedor y estaba concurrido. Me fui a las taquillas, me cambie y me di una ducha de agua bien caliente. Después al vapor y de nuevo a la ducha. Luego salí a hacer un reconocimiento de todos los rincones del sitio. Me encontré con una bañera de hidromasaje, me desnudé y me introduje en el agua caliente y burbujeante. El yakussi estaba vacío y me senté en una de sus esquinas. Un fuerte chorro de agua caliente me movía los huevos de una forma deliciosa que me di una soberana empalmada y finalmente me sentía tan a gusto que cerré mis ojos para disfrutar del hidromasaje. Así estuve unos minutos, estaba como embelesado, cuando sentí que mi pierna era rosada por algo y cuando abrí mis ojos, creí que estaba alucinando, en la esquina contigua del yakussi estaba él.
Pensé que era mi imaginación, no podía pensar que esto fuera real, eso tenía que ser producto de mi imaginación. Pero no, era una realidad, quien estaba sentado tan cerca de mi, desnudo y rosándome una pierna con uno de sus pies era mi cliente, ese cliente que cada vez que entraba en el bar me ponía en tal estado que hacía que siempre me salieran las cosas mal.
El tío sonrió y continuamos jugueteando con los pies. Ahora podía observarlo más detenidamente. El agua le cubría el pecho, pero podía ver que el tío era mucho más interesante de lo que me había imaginado. Su pecho era velludo, pero sus hombros no tenían ni un solo vello. Su espalda tampoco tenía un solo vello. Sus brazos eran fuertes, su barba lucía el descuido de no haber sido rasurada por un par de días, era una barba insipiente y cerrada. Sus labios eran gruesos, su cuello fuerte y bien formado. Así desnudo se veía mucho más varonil, más macho.
De repente, abandonó la esquina del yakussi donde estaba sentado y se puso a mi lado y yo aproveché e inmediatamente acaricié su velludo pecho y comencé a juguetear con una de sus tetillas. Y luego con mi mano bajé por su vientre y fui a dar con su polla que estaba dura como un palo y tenía un tamaño como para salir corriendo. Sus manos también fueron a mi cuerpo y mientras yo le acariciaba su empalmada polla, sentí como su dedo índice se introducía en mi culo sin mediar ningún permiso. Creí que me iba a enloquecer. Jamás había imaginado que podría tener entre mis manos a un hombre de semejantes características. Fue él, quien me invitó a trasladarnos a una de las cercanas cabinas.
Salimos desnudos del yakussi y nos cubrimos la cintura con la toalla. Su verga estaba tan dura que levantaba la toalla de forma tentadora. Mi boca se hacía agua, pensando en que pronto tendría su polla dentro de mi boca. Entramos a una cabina que estaba en penumbra, una tele mostraba un video donde dos tíos estaban follando, pero para que mirar para allí cuando tenía ante mi a aquel espectáculo de hombre. Inmediatamente que entramos en la cabina, cerramos la puerta, sacamos de un sobre de nylon una pequeña sábana roja, un preservativo y un sobre de gel lubricante. Mario colocó la sábana sobre la cama y se acostó boca arriba con sus manos debajo de su nuca. Su polla se endureció más de inmediato, como invitándome a entrar en acción y así lo hice.
Estaba desesperado por empezar a chupar aquella pollaza de libro, pero quería desesperarlo y antes de empezar a mamársela, comencé a acariciar su pecho. Pasaba mis manos por sus vellos, jugueteaba con sus tetillas que se ponían durar, le hacía cosquillas en su ombligo y bajaba a acariciar sus huevos sin tocarle la polla que se balanceaba como desesperada porque me ocupara de ella. Finalmente entre en acción con mi boca. Le besé delicadamente sus huevos, una y otra vez y después le fui dando besos cortos por todo su rabo duro, que parecía que no se acababa y finalmente le di una ligera chupada a la cabeza de su polla que ya estaba babeándose de líquido preseminal que segregaban sus huevos y por eso volví a besarle los huevos y comencé a chupárselos. Solo en ese momento, por primera vez habló Mario y me dijo: Cabrón, me estas desesperando, acaba de empezar a chupárme la polla antes que me cabreé y de inmediato le dí una profunda chupada a la cabeza de la polla y él suspiró de placer y yo de nuevo me fui a sus huevos y se los empecé a chupar con intensidad. Mi boca soltó sus huevos y fui chupándole la polla por todo aquel tronco gordo hasta que llegué a la cabeza y le di varias chupádas que lo hicieron volver a soltar expresiones de placer que hacían que me empalmara cada vez más. Cuando estaba itentando de nuevo soltar la cabeza de su polla para recrearme con sus huevos y continuar desesperándolo, sus manos sujetaron mi cabeza y no permitieron que abandonara su polla. Ahora Mario repetía: Chupa, coño chupa y no me desesperes más. Al sujetar mi cabeza y no poder abandonar su polla de mi boca comencé a mamársela con mayor intensidad. Se la chupaba y veía como su vientre se contraía de placer. Mis manos le acariciaban su pecho y yo sentía como cada vez presionaba más mi cabeza y su gruesa polla entraba más en mi boca. Para poder tener aquella polla en mi boca tenía que hacer un gran esfuerzo en abrirla. Mario comenzó a decir: Venga, chúpala completa y en ese momento me empujaba la polla a lo más profundo de mi garganta. Me salían arqueadas, pero me la dejaba profundamente en mi garganta por unos segundos. Luego me la sacaba un poco. Yo trataba de tomar un poco de aire y de nuevo esa frase se repetía: Venga chúpala de nuevo. Y de nuevo aquella polla se metñia hasta mis amígdalas, me volvían las arqueadas, mis ojos soltaban lágrimas pero Mario seguía follándome la boca cada vez a más ritmo. Mi cuerpo entero sudaba, mis piernas temblaban, pero Mario continuaba empujándome su rabo hasta lo más profundo de mi garganta, una y otra vez y cada vez a mayor ritmo. Cuando me la sacó la tenía ensalivada a más no poder, sus cojones los tenía mojados con mi saliva y la tenía dura como un palo. Yo pude tocársela con una de mis manos, antes de que me pusiera de rodillas y boca abajo, me dijo que pusiera los codos en el colchón de la cama y colocó su aterradora polla en la justa entrada de mi culo.
Yo le supliqué que me lubricara un poco. Pero de nuevo sus palabras eran tajante: Venga, para que lubricante si tu saliva la tengo hasta en los cojones. Y sentí como empujaba con fuerza, como sus fuertes manos sujetaban mi cintura y como mi culo cedía ante sus embestidas. Sentí como centímetro a centímetro aquella polla se iba apoderando de mis entrañas y cuando un empujón me la clavó hasta los huevos, creí que me iba a desmayar de dolor. Ahora sudábamos los dos copiosamente y ahora su polla entraba y salía de mi culo sin la menor consideración. Todo mi cuerpo temblaba y yo notaba que eso le daba cada vez más morbo. Traté de pajearme un poco con una de mis manos, pero Mario me lo impidió y yo empecé a sentir como aquel macho al follarme estaba al borde de sacarme la leche dándome por el culo.
Aquello era interminable. Mario llevaba más de media hora dándome por el culo y parecía que nunca se iba a correr. Yo estaba cada vez más aterrado, pero valientemente soportaba aquella follada de un macho ibérico puro. Y de pronto sus embestidas increíblemente aumentaron más, a fuerza de sus manos sujetaban mi cintura cada vez más hasta que sentí sus expresiones de placer cuando su leche era disparada a dentro de mis entrañas por su polla como un cañón que dispara sus municiones y luego llegó la calma y me sentí de nuevo abrazado por aquel macho con un cariño que me dejó sin fuerzas y finalmente me percaté que yo también me había corrido sin tocar mi polla y nos quedamos medio dormidos, abrazados y con su polla en mis entrañas.
Finalmente, desocupó mi culo con su aparato. Yo estaba extenuado. Nos abrazamos, nos besamos y nos despedimos sin más palabras.
Luego al llegar a mi casa y recordar la salvaje follada de la que había sido objeto por mi cliente, no me quedó más remedio que masturbarme y para que decirles que esa noche me la pasé pensando en Mario y hasta estuvo presente en mis sueños.
A la mañana siguiente, a la hora habitual, con la misma habitual virilidad, entró en mi bar y como siempre, como si no hubiera pasado nada entre nosotros me pidió un botellín de agua mineral. De nuevo al verlo entrar volví como a estremecerme, me volví a poner nervioso y lo atendí con mi torpeza habitual. No nos cruzamos ni una sola palabra de más. Pagó y al retirarse pronunció una frase que por poco me enloquece: A las 4 me paso a buscarte.