A la prima, se le arrima, incluso si no es mía
Cómo la prima de un amigo me volvió loco
Mi nombre es Adrián, y les contaré lo que me pasó hace unos pocos años.
Estábamos en la fiesta de cumpleaños de un pariente cercano de un amigo, donde familiares de todos lados vinieron a celebrar los sesenta y cinco años de aquella querida mujer. Se alquiló un salón de fiesta, e inclusive se contrató un servicio de comidas, el cual no fue nada malo. Lo más interesante de esta historia, es aquella chica que bajó del coche un coche negro y lujoso. Había venido de Estados Unidos, junto con sus padres, únicamente para celebrar el cumpleaños de su tía. Ella, de veintiocho años, de quizás un metro sesenta, con unos pechos grandes, aunque no muy exagerados, hermosos a la vista, tentadores, perfectamente redondos, que estiraban un top de licra muy ajustado, dejando ver el diseño de su corpiño, y haciendo increíblemente más hermoso aquél busto que desde el primer momento quise acariciar. Su cintura se dibujaba perfectamente en la tela blanca, no había ninguna imperfección en aquella tela que dejaba mucho a la imaginación, cubriéndola hasta la cintura y pasando por sobre su vestido multicolor, con un diseño que pareciera hawaiano, de colores celeste, azul, rojo, e inclusive un verde marino, que dejaba ver sus piernas macizas con cada paso debido a que (en ignorancia de moda) diré tenían un corte en la parte frontal para permitir un mejor caminar. Su perfecto, redondo y sobresaliente trasero era levantado por quince centímetros de tacón blanco, que hacían un juego perfecto con sus impresionantes y exquisitos senos, siendo las dos cosas que más me llamaron la atención cuando la vi caminar frente a mí. Inmediatamente sentí algo duro entre mis piernas cuando se acercó y pude verle mejor. Además de tener un cuerpo de infarto, que casi por impulso quería manosear, su cara era angelical. De finas facciones, ojos verdes y una sonrisa encantadora, labios carnosos y mejillas un tanto coloradas, bien ocultas por un perfecto bronceado. ¡Inclusive el olor de aquella mujer era magnífico! Tanto en su perfume, tan dulce como su voz, angelical y aguda que logró derretirme y empalarme aún más, acompañada siempre de sus dientes blancos y perfectos, tanto como en su hermoso cabello castaño, profesionalmente estilizado, que alcanzaba hasta su corpiño por la espalda, y hasta un collar que descansaba en el canalillo de sus senos - y si se lo preguntan, no, nada de escotes, quedaba todo a la imaginación, pero, ¡Dios, qué placer aquella mujer! -.
Me sentí en el cielo cuando besó mi mejilla y me abrazó. Jamás nos habíamos visto. Solo me dijo su nombre, y que era un placer conocerme. Era un auténtico encanto, y todo un pibón. Estaba afuera en ese momento, en la entrada, y no evité seguir sus pasos hipnotizado con aquél culo que quería apretar. Comencé a imaginarnos ya follando en aquél momento. Mi polla era apretada por la bragueta; disimuladamente la moví, colocando mis manos sobre mis partes. Poco después, mi amigo me dijo era su prima. Contuve un suspiro, mientras veía sus caderas perfectas contonearse saludando a su tío. ¡Afortunado el hombre que llevara a la cama a aquella mujer tan suculenta!
La noche transcurrió común para mí. Tenía apenas dieciocho años, pero siempre había aparentado mucho más. Una protuberante barba, que por suerte estaba muy corta, de unos pocos días, disimulando mi pereza. Mi metro setenta y seis venía también con muchísimo bello que dejé lucir por el calor, desde hacía algunos años aquello era mi orgullo, pero siempre me avergoncé de mostrar mi torso más que en la piscina. Coincidía en el color de ojos con ella, con un tono de piel mucho más claro, el cabello recientemente cortado y rubio, sin mencionar las discretas gafas que llevaba, aunque sin ellas, también me habría puesto duro al siquiera sentir su piel sobre la mía con aquél abrazo que me dio aquella mujer tan buenona. Pero, volviendo al tema: la gente bailó, bebió, comimos todo lo que pudimos, hubo más baile, y simplemente me quedé todo el tiempo sentado. Apenas cruzaba palabra más que cuando había música baja, me limitaba más a escuchar que a participar. La gente iba y venía por nuestra mesa, ya que la anfitriona - no la cumplañera - estaba en la misma mesa, y todos pasaban a decirle lo hermoso que había estado todo, inclusive Valentina.
Él es Roberto, ella María, y él - dijo señalándome la madre de mi amigo, la anfitriona - es su hijo, Adrián.
Sí, ya nos conocimos - dijo con una sonrisa que le devolví levemente, y aparté la mirada, nervioso.
A él sí puedes hablarle en inglés, a mí no - dijo nuevamente nuestra anfitriona.
Pero, ¡si has pasado más de veinte años en Estados Unidos! ¿Cómo que no? - replicó Valentina.
¡Yo no sé inglés! - ambas rieron. Valentina se sentó a su lado, y ya no pude escuchar más lo que decían. Solo podía pensar en verla y deleitarme con su figura. Sentía de nuevo el pene como piedra, tenía unas ganas tremendas de masturbarme... con su par de tetas. Y no solo yo, inclusive sus primos - hermanos de la anfitriona, madre de mi amigo, por cierto - habían hecho varios comentarios obscenos, inclusive Roberto, mi padre, que dijo debería ir a practicar un poco el idioma con ella, comentario al cual solo me limité a reír. La fiesta continuó normalmente. Ella se fue. Y la música nuevamente comenzó.
No era de bailar, y hasta mis padres allí presentes lo sabían, y ya se habían acostumbrado enormemente, por lo cual hacía siete años que ya no me insistían con ello, la verdad era que no sabía como, ni nunca me interesó. Pero eso sí, tenía alguna que otra copa demás. Era un amante de la cerveza desde temprana edad, y mis padres nunca se opusieron. Era lo suficientemente responsable, y tenía el suficiente control sobre mí mismo con grandes dosis de alcohol que había heredado de mi padre, quien aún después de un casillero entero de rubias seguía fresco como un tomate, pero más deshinibido y ridículo. Y así la fiesta se extendió hasta las tres de la mañana, con muchas personas bailando, otras charlando y riendo, y yo, solo, sentado.
Why so alone? (¿por qué tan solo?) - escuché en mi oído. Me tomó por sorpresa hablándome al oído con su voz, me derretí al instante.
I don't know how to dance (no sé cómo bailar) - le contesté. Llevando mi cuello un poco hacia atrás, acercando mi boca a su oído para que escuchara claramente mis palabras. Sentí un olor muy fresco, y su cabello rozándome el cuelo. Era una sensación tan deliciosa.
Oh, sweety, I can teach you then, if you want to (oh, dulzura, yo puedo enseñarte entonces, si quieres) - aquello fue casi perfecto. ¡Bailar con ella! ¡Asombroso! Casi no pude responder. Mis labios se resecaron. Apenas pude contestar que sí en inglés. Pero solo sabía que haría el ridículo. - Come with me, honey (ven conmigo, cariño)
Me tomó de la mano. Era tan cálida y suave. ¡¿Qué había hecho yo para merecer que esta Diosa se interesara en mí?! La música fue movida, pero, como si fuera por arte de magia, el disc jokey anunció que era el momento para las parejas. Las luces de colores danzantes se apagaron, y una tenue luz brilló. La música suave comenzó a sonar. Solo veía su espalda. Era demasiado mujer. No era una escuálida, ni tampoco tenía sobre peso, ¡era perfecta! Sus cabellos hicieron un juego seductor cuando se dio media vuelta, balanceándose y acariciando sus senos. Me sonrió. Sus ojos eran hermosos. No podía creer aún estaba conmigo. Se acercó, y guió mis manos a su cintura. Me aproveché, y las bajé un poco más, solo me respondió con una sonrisa mientras la tomaba de las caderas. Ella rodeó mi cuello con sus brazos, me dijo siguiera sus pasos, y se acercó lo suficiente a mí como para que se me pusiera nuevamente duro el miembro, sintiendo el calor de su cuerpo. Comenzamos a movernos lentamente. ¿Qué era lo que pasaba? ¿Era todo un sueño? ¿Me había dormido?
So, this is easy, right? (Así que, esto es fácil, ¿o no?) - preguntó.
A lot, thanks, Teacher (Un montón, gracias, Profesora) - dije; contestó solo con una risa.
Are you enjoying this? (¿Estás disfrutando de ésto?)
A lot, Teacher (Un monón, Profesora) - respondió a ello con una pequeña risa.
Quedamos así un buen rato. Estábamos cerca de la barra, por lo cual logramos alcanzar un par de copas mientras conversábamos. El calor subía, pero mi polla parecía reventaría dentro de poco. El dolor bajo mis pantalones era inigualable. De un momento a otro, tomó ambas copas. Dejó la mía sobre la barra, me dió la suya y se puso de espaldas a mí. Pegó su trasero a mi miembro, e intenté apartarme, pero la muy escurridiza ya me había tomado por los brazos, y me tiraba hacia ella pegando mi pecho a su espalda, y acercando más su trasero a mí. Entendí que era lo que quería, así que no me aparté. Nos movíamos. Me sentía en el cielo, mi pene estaba justo entre medio de sus nalgas, duro, acariciando aquellos cachetes. Ella lo disfrutaba. Y sabía bien que yo también. Después de todo, ella sabía bien que tenía sus encantos, y que pocos hombres podrían resistirse a tal infernal cuerpo y actitud. Contoneó sus caderas... quería sacarla y follarla allí mismo.
Veo que estás disfrutando mucho, ¿eh? - dijo.
Un montón... - respondí.
Tu amiguito me lo dice claramente...
¿Usted está disfrutándolo, profesora? - gimió mientras aún seguía fregándose contra mí.
¿Tú qué crees?
Que mi Profesora es una auténtica guarra, y que quiere la folle - dije, sin miedo ya. Sonrió ante mi respuesta, y no hizo nada más que seguir fregándose contra mí entrepierna.
Se dio media vuelta y me vio a los ojos, tomó su copa, deslizando sus dedos por los míos, bebió y se marchó hacia afuera. Se volvió en un momento, simplemente me me invitó con la mirada a que la siguiera, y así lo hice poco después perdiéndonos aún más entre la multitud. El sonido de la música apenas se oía. Afuera estaba bastante fresco, y más aún por ser en campo abierto. Fui detrás de ella todo el tiempo, y conocedora de ésto, sintiéndose segura, acariciaba sus nalgas con la mano derecha que no sostenía la copa mientras se escuchaba cómo se revolvían las piedras a cada paso que ella daba. Estaba volviéndome loco.
Nos acercamos a aquél auto del que ella se había bajado, estaba un poco protegido. En plena noche, nadie vería nada. No había ningún sujeto a la vuelta rondando. Era obvio por qué había elegido aquél lugar. Aclaré un poco mi garganta mientras me acercaba. Ella solo se apoyó contra la puerta del auto, viéndome a los ojos y terminando de beber su copa, sin dejar de verme a los ojos. Parecíamos cada uno esperar algo del otro. Pareció por un momento que besó el mismo vidrio del cual bebía, y dejó la copa sobre el techo del auto, se cruzó de brazos, y mordió su labio.
¿No quieres venir a "recoger" tu premio por ser tan buen alumno? - me acerqué y ella extendió sus brazos sobre mis hombros. Nos besamos. Juntamos nuestros labios húmedos, los mordíamos, tirábamos de ellos, jugábamos, nos lamíamos entre risas. Besos tontos, que pasaron a otros más apasionados mientras iba acariciando sus costados y bajando cada vez más. Mis manos acariciaban sus caderas mientras ella se sostenía de mi cuello entrelazando sus propios dedos. Nos miramos un segundo. Y volvimos a besarnos, con más deseo que antes. Me pegué a ella, haciendo que sintiera mi dura polla en su vientre, claramente podría sentir un calorcillo y un olor leve subir por entre nuestros cuerpos. Nuestras lenguas comenzaron a buscarse, contorneándose una contra otra. Ella la tomaba entre sus labios, tiraba de ella, se reía mientras yo ya estaba apretando sus nalgas. Quellas preciosidades carnosas, lo suficientemente blandas y firmes, un trasero mullido y perfecto en el que fácilmente podía adivinar mientras enganchaba mi dedo en la tela que Valentina estaba usando una tanga.
Quiero follarte - le dije, mientras nos dábamos cortos y húmedos besos. Ella sonrió.
Espera, espera... - me apartó un poco tomándome del pantalón. Acarició por encima mi polla, apretándola entre sus dedos, recorriéndola con toda la palma, sintiendo su calor, humedad y firmeza... - está a punto, justo como me gusta mamarla... - me miró con malicia, y bajó, quedando de cuclillas. - a ver qué tienes para mí... - desabrochó mi cinturón, el botón de los jeans, y abrió la bragueta. Inmediatamente la acarició un poco más con la mano. La punta de mi verga estaba húmeda y brillante, muy pegajosa por el líquido preseminal que miró con recelo. Acarició mi glande esparciendo el líquido, y lo llevó a su boca, haciendo un sonido de satisfacción como si probara una crema recién hecha - si así está esto, no me imagino como estará mi lechita... - suspiré, mientras ella se acercaba. Pudo notar el olor y el calor que emanaban de mi miembro claramente. Ni siquiera la sacó a la primera. Simplemente comenzó a besar por sobre mis calzoncillos mi pene. Lo mordió un poco juguetona mientras me miraba con sus ojos verdes y se reía, yo me sentía frente a las puertas del paraíso. Tomó mi miembro con la mano y lo apretó. Tiró de él y pude ver claramente la base de mi propia polla, cubierta por la lycra del bóxer. Metió la punta en la boca, aún cubierta por mis calzoncillos e hizo círculos con la punta de su lengua sobre mi glande saboreando mi líquido preseminal. Alcé la cabeza y cerré los ojos ante aquella maravilla. Metió un poco más mi pene, con tela y todo. Me miró con satisfacción. Ambos estábamos disfrutando, yo de su lengua que hábilmente movía, y ella de mi pene pegajoso, duro y caliente. Lo sacó de su boca, y liberó mi pene de su prisión.Tenía la polla apuntando al cielo, con la punta reluciente y enrojecida. Ella volvió a morderse el labio. - ¡Vaya tranca me escondías!
Toda tuya, Vale...
Gracias por la comida - dijo, y se la metió inmediatamente en la boca como toda una maestra. Aquella mujer debía tener una maestría en sexo oral. Jugaba con la lengua, con el frenillo, la lamía completa, me masturbaba mientras me decía un montón de guarradas acerca de lo deliciosa que era mi polla, y que tanto su olor como firmeza la volvían loca. Que le encantaba. Me masturbaba con una, dos manos, se golpeaba con ella en los labios y las mejillas, parecía toda una actriz porno de primera. Su cara pronto quedó empapada de su propia saliva y mis fluidos, con la cara manchada y totalmente salpicada. Su belleza ahora era absoluta y sumamente obscena, aumentando todo el morbo que podía sentir al estar por tirarme a la prima de mi amigo. Volvió a meterse mi verga en su boca. Esta vez, entró completa. Succionó con fuerza y acarició mis testículos, tiró de ellos, y con tanta presión solo no pude evitar correrme en su boca. Sentí mi leche salir. Simplemente gemí mientras me corría en ella, soltando toda mi carga blanca que golpeaba su garganta que parecía contraerse alrededor de mi polla. La sacó sin más y tragó, y un hilillo de saliva y semen se pegó a sus labios, que fue cayendo hasta su top. - ¡qué leche más rica tienes! Me podría volver adicta... - decía mientras acariciaba mi polla completamente empapada.
De verdad que eres una puta...
Y tú de verdad que eres cabrón follándote a la prima de tu amigo...
No puedo evitarlo, está buenísima... - sonrió, y se levantó, sin dejar de acariciar mi polla en ningún momento.
Eres tan mono... me encantas... y tienes una buena herramienta que aún no ha bajado ni un poquito... - continuaba masturbándome allí parada, sintiendo la carne y las venas por debajo de la piel de mi polla.
Quiero follarte de una vez... - dije, luego de besarla.
Pues, primero tenemos que conseguir un lugar, ¿no?
Aquí mismo, contra el auto.
Dios, que eres una bestia jajaja... uff... estoy muy mojada... ¿quieres ver?
Por supuesto...
Mete tu mano - dijo con una sonrisa maliciosa. Así lo hice. Estaba empapada, y además... había algo allí...
¿Qué...? - tomé el objeto. Mi mano salió empapada junto con un par de llaves. Eran las llaves del auto. - ¡Vaya escondite! ¡Qué puta eres!
Gracias, cariño... - tomó mi mano, me quitó la llave y comenzó a lamer mis dedos empapados de su flujo recorriéndolos con la lengua y chupándolos inclusive. Se dio media vuelta y abrió la puerta del auto, inclinándose y ofreciéndome una espectacular vista de su culo, acomodando los asientos para que tuviéramos más espacio, pero la cosa no se quedaría así. Bajé su vestido hasta las rodillas y enseguida pude ver aquellos perfectos muslos y piernas macizos, ¡qué delicia! Ella gimió al sentir mi mano acariciar sus nalgas y rozar cada tanto su ano con mis dedos, metiéndolos por dentro de la tanga blanca que llevaba puesta. Me arrodillé y bajé también su tanga. Estaba completamente mojada. Metí la cara entre aquellos dos hermosos cachetes y comencé a lamer su vagina, recorriendo los labios con la punta de la lengua y besando cada tanto aquél rico coño... - mnmnmnm... qué bien que me lo comes... - dijo, mientras presionaba mi cabeza contra sus nalgas. Comencé a jugar con su clítoris usando mis dedos mientras penetraba como podía su vagina con la lengua, aquél flujo me volvía loco y estaba cubriendo todo mi rostro, era delicioso. Metí dos dedos luego. Valentina comenzó a gemir, diciéndome lo rico que se lo hacía, y que no podía esperar a sentir mi jugosa polla dentro de ella mientras estrujaba sus senos por sobre el top y el bra. Yo no podía hablar, ella me tenía prisionero, acariciando mi cabeza a la vez que me dejaba hacerle el coño. Se corrió un tiempo después de que metí mi tercer dedo y empecé a flexionarlos acariciando sus paredes vaginales, me llenó la cara de flujo, que también escurrió por mis manos hasta recorrer mi brazo. Sus piernas temblaron, así como pareció que sus nalgas por un segundo fueron vibradores. Tuvo que agarrarse de la puerta para no caer, y aún así, no dejé de masturbarla. Dio un grito ahogado. Saqué mis dedos y besé su coño. Relamí mi mano probando aún más sus ricos jugos, ¡qué pedazo de mujer! - eres... ¡sensacional! - me dijo exhausta, y cayó en el asiento. Se abrió de piernas y comenzó a acariciar delicadamente su clítoris, teniéndome allí de cuclillas y a escasos centímetros. - Fóllame... - me pidió, viéndome a los ojos.
Cumpliría su capricho.
Continuará, si a alguien le ha agradado mi primer relato.