A la luz de las Velas
De cómo una mujer ve extinguirse el último halo de vida de su amado.
A la luz de las velas
Me encontré sentada una vez mas frente a la luz de las velas, en la misma mesa de siempre, en nuestro lugar preferido. Solíamos venir a comer al menos dos veces a la semana, pasábamos horas interminables conversando, compartiendo nuestras opiniones profesionales, e incluso discutiendo, frente a este mismo candelabro, frente a esta luz que hoy veo atentamente y que me recuerda a ti.
Pedí al mesero el trago de siempre, un ruso negro, doble, con mucho hielo picado y una gran cereza roja.
Nunca había estado acá sola, primera vez que el mesero (José), traía un solo trago.
Tu acostumbrabas tomar un escocés seco. Lo disfrutabas sorbo a sorbo, mientras hablabas sobre la economía global, tanto cuando hablabas sobre como te gustaba penetrarme.
Era increíble, 10 años. Cuantos recuerdos. Cuanta história ya contada.
José, el mesero, me miraba y con sus ojos me interrogaba silenciosamente. Con los míos simplemente respondía; eran respuestas simples, a preguntas que no deseaba me realizaran.
Me detengo a ver fijamente la llama de cada una de las tres velas del candelabro, y en ellas veo tu rostro, siempre alegre, siempre decidido.
Recordé en ese instante nuestro primer encuentro.
Me duele el alma en este instante, me duele el alma, el corazón llora.
Hoy exactamente cumplimos 10 años. Tu ya no estas. No vendrás mas a mi encuentro como acostumbrabas, y ya tus ojos no van a mirar mis senos escondidos tras el ropaje que estamos obligados a usar, ropaje que tu simplemente desaparecías con la mirada y dejabas al descubierto mi piel, al fin y al cabo tuya también.
Nuestra relación siempre fue amplia e ilimitada, nunca hubo un no, jamás creamos barreras, a menos que estás fuesen lo suficientemente bajas como para saltarlas o tan débiles como para traspasarlas juntos. Digamos que mas que barreras, fueron juegos que estábamos de acuerdo en jugar.
Nunca distrajiste tu mirada para ver a otra mujer en mi presencia, era yo quien te obligaba a curiosear y jugábamos al fin y al cabo a imaginarnos que tal sería estar con esa chica o aquél chico en la cama, disfrutando de las dulces caricias, de las penetraciones salvajes, de las miradas cómplices, de los tragos cargados de sexualidad.
Una vez apostaste, en esta misma mesa, a que no te entregaría allí mismo y frente a todo el mundo, aquella delicada pieza de ropa interior, llena de encajes negros que me habías regalado la tarde anterior y que como era costumbre cada vez que hacías lo propio, usaba en nuestra primera próxima cita para así darte la oportunidad de que la destrozaras con tus dientes al hacerme tuya esa noche.
No sé exactamente para quien fue mayor la sorpresa, si para ti, para mi o para el pobre José, que bien sabía ocultar con prudencia nuestras pequeñas travesuras en el local, puesto que esa noche sin mayores remordimientos y con 4 rusos negros dobles encima, levante lentamente mi falda, la llevé hasta mis muslos, introduje mis manos y poco a poco fui sacando la prenda codiciada, para luego ponerla entre mis dientes, como señal de "prueba superada".
Las velas siguen encendidas, ya llevo una hora acá acariciando sus llamas con mi mirada. Una hora, dos rusos negros.
José sigue sin saber que hacer, te extraña tanto como yo.
El no olvida como lo ayudaste aquella vez que su hijo enfermó de gravedad y fuiste el primero en donar la sangre necesaria para la cirugía, no sin antes haber garantizado al médico el pago de la misma, ya que José no contaba con los recursos para cubrir tan elevado costo.
Dejaste de ser su cliente de los martes y los jueves, para convertirte en un amigo silente.
Tengo frío amor, ya el invierno esta comenzando a causar sus primeros estragos climatológicos. No lo sabré de antemano. Ya lo habías predicho, nunca fallabas.
Las velas siguen llorando lagrimas de cera. Se siguen consumiendo mientras recuerdo.
El año pasado habíamos acordado celebrar este aniversario en grande, claro, acá en nuestra taberna, sentados como siempre, conversando sobre política, sobre economía, contando chistes viejos, los mismos con los que me hacías reír hace 10 años y que aún no han perdido la gracia para mi.
Luego tomaríamos un avión y viajaríamos a cualquier destino de Europa, o tal vez Sudamérica. Siempre quisimos conocer las Pampas juntos, pero de alguna u otra forma lo habíamos pospuesto para esta fecha tan significativa.
Una vez, en un avión con dirección a París, decidiste que deseabas que te hiciera el amor. La idea me pareció una locura, cómo iba a dejar que todos aquellos desconocidos se enteraran de cómo te hago el amor?. Vaya... Tu simplemente comenzaste a hurgar con tu mano bajo la manta que me protegía del frió en el avión, hasta encontrar la abertura de mi falda. Sin haber llegado aún a mi entrepierna ya había comenzado a lubricar, tal como si se tratase de un artilugio de magia.
Solo con imaginar tus dedos frotando mi clítoris y jugueteando con mis labios, conseguía que torrentes de jugos vaginales fluyeran hacia el exterior y tu eso lo sabias, no necesitabas que nadie te lo hiciera saber.
Terminaste excitándome de tal manera, que fue imposible evitar darte la mamada que me habías pedido desde el principio. Simplemente levantamos el brazo del asiento y dejaste libre tu verga. Tapaste mi cabeza y mientras acariciabas mi espalda con ternura, yo comía con desesperación la carne húmeda que me regalabas cada vez que te excitabas.
Nadie pareció darse cuenta, todos dormían.
Las llamas de las tres velas siguen tranquilas, están en paz.
Brota de ellas un ligero aroma a naranjas dulces.
Ese viaje a Paris fue inolvidable. Hicimos el amor incansables, deseosos. Estábamos llenos de juventud.
Allí conocimos a una pareja que se hospedaba en el mismo hotel. Eran Ingleses. Cuando los viste a la primera me lanzaste una mirada picara, diciéndome, "allí están las victimas".
Fue una semana en la que aprendimos a disfrutar del sexo en grupo. Disfrutabas viendo como Linda chupaba mis senos mientras Robert penetraba mi ano y tu jugabas implacable con los labios de ella.
Con el paso del tiempo recordamos esa, como la primera aventura a lo extremo. Luego fuimos experimentando mas situaciones similares.
En una ocasión le pagaste a tres prostitutas para que me iniciaran abiertamente al mundo lesbico. Tomaste toda clase de fotografías, y te masturbaste copiosa y repetidamente mientras las veías llevarme una y otra vez a los orgasmos que me iniciaban realmente en esta carrera sexual.
Soy bisexual, jamás dejaría de estar con un hombre, adoro sentir un pene grueso y largo en mi cuerpo, penetrándome cada orificio, pero eso no quiere decir, que dejaría también de disfrutar de las suaves caricias femeninas, de la lengua tibia de una mujer sobre mis pezones y de sus dedos jugando acertadamente con mi clítoris.
Ya han pasado cuatro horas, son apenas las 8 de la noche, que aún es jóven si tomamos en consideración que los dos amanecíamos acá, ebrios, felices.
Recuerdo aquél viaje que hicimos a Cancún hace 7 años atrás. Recorríamos juntos la Zona Hotelera, viendo tiendas en los Centros Comerciales, y conseguimos una muy bien escondida tienda de juguetes sexuales. No recuerdo nunca antes haberte visto tan emocionado con la idea de entrar a un negocio a ver y comprar, pero en esa ocasión no te invadió ni la mas mínima duda y sin mayores comentarios tomaste mi mano y entramos. Tu curiosidad te llevó a mirar detenidamente cada objeto, juguete, libro, pomada, prenda de vestir e incluso hasta me hiciste medirme varias de ellas, para acabar comprándolas todas.
Esa tarde llegamos a nuestra Suite cargados de paquetes, pero no eran recuerdos de ese paraíso caribeño, sino juguetes que querías probar, cremas que deseabas untar y ropa que deseabas romper. Lo mas sorprendente fue, que no esperaste mas de 30 minutos, para pedir a la recepción el diario del día, y una botella del vino tinto mas costoso.
Cuando te entregaron el diario, inmediatamente recolectaste toda la información posible sobre masajistas femeninas y masculinos del lugar y luego de varias llamadas y esperar unos 45 minutos, llegaron una hermosa morena con unas tetas enormes y bien formadas, llamada Sandra y un hombre del que jamás me olvidaré y con quien aún hoy día teníamos encuentros cuando el viajaba a nuestra ciudad con los gastos completamente pagos por ti, o nosotros íbamos a México o Estados Unidos.
Carlos tiene los ojos verdes, su piel es como la canela, muy bien bronceada, cabello castaño claro, mide 1,90, cuerpo muy bien definido, un pene sencillamente delicioso y es bisexual.
El fue quien te permitió conocer el placer de tu bisexualidad sin limites.
Su primer encuentro fue simplemente genial. Mientras Sandra masajeaba mis pechos y tu meneabas mi clítoris con tu lengua, el colocaba su pene de miel en mi boca. Cuando su miembro estuvo completamente erecto te llamé a mi lado y te pedí que lo acariciaras con tus manos y sintieras su suavidad, su dureza, la firmeza que ese miembro tenía y que me hacía desearlo con locura.
Mientras Sandra bajaba hacía mis muslos con su lengua, Carlos, tomó la iniciativa y colocó tus manos sobre su miembro. Tu ibas con miedo, pero con deseos. Parecía que hubieses estado esperando esta oportunidad por tiempo y al fin había llegado.
Tu pene, cada vez mas erecto y mas duro, demostraba abiertamente el placer que sentías al tocar el miembro de Carlos, quien decidió no perder mas el tiempo y se arrodillo frente a ti, para mamarte la verga. Al principio te resististe un poco, pero luego simplemente te dejaste ir. Sandra sonreía de placer al ver tu rostro excitado y dejándome libre, se acercó a tu espalda y comenzó a lamerte el cuello. Carlos entonces extendió una mano en señal de llamado y me acercó a ti. Pasamos tres días encerrados en la suite los cuatro juntos.
Allí fuiste penetrado por primera vez por un hombre, y sentiste el placer de penetrarlo a el también.
Carlos y tu, simplemente se convirtieron en amantes, y aunque jamás hizo alguna competencia conmigo, estoy segura de que te amó a su manera y tu a él.
Ha comenzado a nevar. Los primeros copos de nieve de este año están cayendo.
José sorprendido por la velocidad con la que tomo, me ha traído ya el octavo trago. Son las 12 de la noche.
El pobre, acaba de mirar el diario y leyó la noticia fatal. Leyó tu nombre en la lista. Al fin está entendiendo.
Sus ojos se enjugaron con lágrimas sinceras. Esa noche le tocaba cerrar a el. Ya el encargado se había retirado, y conociendo la clase de cliente que éramos tu y yo, no vio ningún problema en que una vez más amaneciera en la taberna, tomando.
Recuerdas hace cuatro años?. Si, aquél viaje a Nueva York. Te habían invitado a dictar una serie de Charlas y Conferencias en tu área y además ibas a aprovechar de cerrar algunos negocios. Por mas que me habías insistido que te acompañara, para disfrutar de las noches dela Gran Manzana, yo me había negado rotundamente. Tenía muchísimo trabajo. Ya llevabas dos noches fuera y simplemente no lo resistí. Encargué a mi asistente de todo y tomé el primer vuelo que me llevara justo al centro de tus piernas.
Eran las 12 de la noche y aun no llegabas a tu habitación. Ya lo tenía todo preparado. Velas aromáticas, encendidas por todos lados, el jacuzzi lleno y con todas las burbujas del mundo, Champagne del mas caro, aceites aromáticos para masajearte, mi cuerpo desnudo, deseándote.
No lo esperabas. Te sorprendiste cuando llegaste a la habitación y encontraste aquel panorama erótico. Sobre la cama pétalos de rosas rojas y blancas. Incienso de miel.
Una noche que jamás olvidaríamos los dos.
Se acaba de apagar una de las tres velas. José iba a encender una nueva, le pedí que no lo hiciera. Ya las otras dos están por extinguirse también. Ya son las tres de la mañana, a las 7 debo estar en la funeraria. Tu cuerpo lo entregan hasta esa hora, es necesario que firme algunos documentos para tramitar tu entierro.
Había algo que me habías propuesto que hiciéramos. Me parecía algo loco al principio, pero ya luego de todo lo que hemos vivido juntos, pues al fin y al cabo era algo que podría verse mas bien normal.
Esa noche íbamos a esperar a José hasta la salida y le llevaríamos a tomar unos tragos en un hotel cercano.
Ya que tu no estas, y como no hay nadie mas en la Taberna, ya que hace rato José cerro las puertas, para así garantizar que esta despedida fuese intima, le llamé.
Cuando se acercó, sujete su rostro con delicadeza y lo besé.
El se asustó mucho al comienzo, sin dudarlo se retiró y me miró con lástima. Pensaba el que estaba yo muy ebria, como para saber lo que hacía.
Lo llamé de nuevo y le expliqué, que no se trataba de mi embriaguez, mas bien era un regalo de nosotros dos a el y de el a nosotros, por 10 años de fidelidad.
Me levanté, me acerqué suavemente a el, y bese sus labios, suavemente besé su rostro y el poco a poco comenzó a acariciar mis senos.
Me desvistió suavemente, queriendo no hacerme daño, aún cuando se notaba en su respiración la desesperación que le ocasionaba tenerme allí, a su entera disposición y no haberme penetrado aún.
Esa noche le dí un regalo muy especial. Tomé tu verga y la hice mía, el me hizo su mujer una y otra vez.
Que bueno hubiese sido que estuvieses acá para presenciarlo y participar.
Queda aún una sola vela encendida, le quedan escasos minutos de vida.
Son las 6. Llevo mas de 12 horas acá. José me dio un café muy fuerte, sin azúcar. La ebriedad se perdió.
Acomodé mi ropa, mis cabellos. Puse maquillaje de nuevo en mi rostro, luego de lavarlo.
No hubo una sola palabra mas. José simplemente abrió una vez más la puerta, pero esta vez solo para mi. Le di un beso tierno en la mejilla, también las gracias. Gracias por 10 años de alegrías.
Una lágrima recorrió su rostro.
En mi automóvil, aun permanecía el periódico de ayer con la noticia.
"20 Muertos en accidente de Ferrocarril".
Habías perdido el avión. Teníamos una cita y no deseabas faltar. Hoy daría todo por no haber celebrado ayer, como lo hice, nuestro décimo aniversario.
Mañana salgo a las Pampas argentinas. Al fin las Pampas... Sin ti.