A la luz de la ventana
Estaba completamente empalmado, categoría imperial con brillo. De hecho mi glande brillaba orgulloso bajo la luz de la ventana mientras con mi mano agarraba mi polla por la base asegurándome de que mi hermana viese perfectamente la herramienta que calzaba.
Entró en la habitación, cerró despacio la puerta y se metió en la cama de al lado sin encender la luz. No hizo ningún ruido al deslizarse entre las sábanas y rápidamente se acurrucó dándome la espalda. La escasa luz proveniente de la ventana hacía brillar su pelo negro sobre la almohada.
Yo fingía dormir plácidamente mirando hacia su lado, aprovechando que al tener la ventana a mi espalda no se me veía apenas la cara. Hacía diez minutos que había llegado nuestra madre con su amiga. O eso decía ella, porque nosotros sabíamos de sobra que era su amante. Siempre que salían de copas y volvían con alguna de más, sabíamos que habría espectáculo. Parece que esta noche tenían prisa y echaron de su habitación a mi hermana pequeña que estaba viendo la tele.
Al poco rato empezaron a oírse pequeños ruidos inconfundibles y algunos gemidos apagados que venían de la habitación de al lado. Debían de estar pasándoselo de cine y la cosa empezó a calentarme; baje mi mano hasta mi entrepierna e inicié un leve toqueteo sintiendo como mi polla iba ganando tamaño.
Metí mi mano bajo el pantalón del pijama cogiendo mi polla cada vez más dura mientras movía mi mano arriba y abajo despacio jugando con mi prepucio. Para estar más cómodo me giré hasta quedar boca arriba y seguí con lo mío sin darme cuenta de que el golpeteo de mi mano contra las sábanas, aunque apagado, se oía con nitidez por encima de los ruidos que provenían de la refriega de mi madre y su amiga en la habitación de al lado.
La situación me estaba resultando de lo más morbosa, no recordaba haber vivido otra similar. La paja que me estaba haciendo era realmente deliciosa. Giré mi cabeza para mirar a mi hermana pequeña. Ella también se había puesto boca arriba y me pareció ver el brillo de sus pupilas durante un breve instante.
Los quince minutos de calentura que llevaba encima y la estupenda paja que me estaba haciendo me llevaron a levantarme sigilosamente de la cama con la intención de tantear a mi hermana que se había vuelto mi objeto de deseo. Porque debo decir que estaba realmente deliciosa... A sus diecisiete años era una morenaza espectacular, con un cuerpo de infarto que desafiaba a la gravedad, bellísima y con una melena negra que, en fin, quitaba el sentido.
Así que sin sacar mi mano de dentro de mis pantalones me acerque a su cama y acerqué mi mano temblorosa hacia su cuerpo. No se lo que tardé en tocarla, me pareció un mundo. Pero por fin apoyé despacio mi mano en su teta, por encima de la ropa de cama. Ella dio un respingo y se removió dando un bufido, lo que hizo que rápidamente sacase mi mano y volviese a mi cama como una exhalación metiéndome bajo las sábanas. Así estuve unos minutos, pensando que era hombre muerto, hasta que me atreví a sacar tímidamente la cabeza.
Ella estaba boca arriba, con la cara hacia mi y aparentemente disfrutando de un relajante sueño. Claro que era evidente que estaba despierta, por lo que si yo ya estaba más caliente que una estufa de leña, eso sirvió para encenderme aún más. Así que olvidando cualquier precaución, corrí la ropa de mi cama destapándome completamente mientras miraba fijamente la cara de mi hermana.
Despacio me fui desabrochando la chaqueta del pijama, haciendo gestos ostentosos entre botón y botón hasta dejar caer la chaqueta abierta hacia los lados. Luego desanudé mi pantalón y me lo bajé hasta las rodillas. Estaba completamente empalmado, categoría imperial con brillo. De hecho mi glande brillaba orgulloso bajo la luz de la ventana mientras con mi mano agarraba mi polla por la base asegurándome de que mi hermana viese perfectamente la herramienta que calzaba.
Empecé a masturbarme sin piedad mirando hacia ella. Veía perfectamente la luz reflejada en sus ojos, no perdía detalle de mi paja. Su respiración se aceleró ligeramente y sus labios se entreabrieron dejando ver ligeramente sus dientes.
Deseaba follármela, tenía que follármela. Sin darme cuenta empecé a susurrarle despacio mientras seguía con mi paja:
- ¿Estás dormida?
Ella no contestó, lo cual me dio pié para seguir hablando.
- Siempre he deseado follarte, desde hace años.
Era increíble que le hubiera dicho eso. El placer que sentía con mi paja se había elevado al cuadrado.
- Ya se que hace tres semanas te desvirgó el noviete pringado que te has echado. Me sentí celoso, siempre pensé que yo sería el primero.
La respiración de mi hermana se volvió algo más nerviosa; su pecho subía y bajaba con mayor celeridad y veía su lengua a través de sus labios entreabiertos. Ahora me estaba pajeando con furia, estando seguro de que ella no se perdía detalle y con el añadido de haberle dicho que la deseaba como mujer. Me estremecí notando como mi corrida era ya imparable:
- Me corro, me estoy corriendo! - le gritaba en susurros sin poder contenerme.
Chorros de semen brotaban de mi polla hacia arriba, cayendo sobre mi pecho y sobre mi cama mientras mi hermana veía al trasluz como brotaba y caía sobre mi el resultado de mi paja. El placer era exquisito, estoy seguro de que había sido la mejor paja de mi vida. Todavía mi cuerpo estuvo temblando un par de minutos cuando rozaba mi glande, resultado de la hipersensibilidad que había alcanzado. Pero mi polla no bajó ni un milímetro. Ahí seguía, enhiesta y brillante, imperial, con más ganas que antes de fiesta.
Así que me erguí y me saqué la chaqueta para limpiarme. Me saqué los pantalones, me levanté de la cama y con gesto decidido di los dos pasos que me separaban de mi hermana.
Estaba completamente desnudo, con mi piel brillando bajo la luz de la ventana barnizada con mi corrida y mi polla durísima avisando de mis intenciones. Olía a semen intensamente, casi mareaba.
Eché decididamente mi mano sobre su pecho, agarrándole una teta. Esta vez no hubo ningún gesto de desaprobación, sólo un leve gemido por su parte y el anuncio con su cuerpo de que esa noche pasarían cosas especiales en su cama. Deslicé mi mano bajo sus sábanas, por encima de su camisón, hasta llegar a su entrepierna. Subí un poco su camisón y metí mi mano abierta bajo su braga, rozando su pubis con mis dedos y luego con mis palma. Con mis dedos sobre la abertura de su coño introduje el índice entre sus labios. Wow! Estaba encharcada, completamente chorreando.
Mi cuerpo funcionaba en automático, mi mente sólo pensaba en follarse a esa mujer espectacular y que ardía en deseos de ser follada por su hermano. La destapé completamente y puse su mano derecha en mi polla; qué placer más alucinante, sentir su mano agarrando mi mástil y permaneciendo allí, calibrándolo, palpándolo, apretándolo...
Le subí el camisón hasta el cuello y la saqué las bragas encharcadas, abriendo sus piernas completamente. Su coño brilla empapado, su olor inundó la habitación tapando el olor a semen. Era un perfume embriagador, hipnótico, que me llevó a bajar mi boca hasta su coño y succionar con pasión su clítoris.
Pasaba mi lengua desde su ano hasta su clítoris y lo mordisqueaba y chupaba deleitándome en cada pasada que daba. Mi mano izquierda pellizcaba sus pezones mientras introducía dos dedos de mi otra mano en su coño. Hubo un momento en que pensé que ella se llevaría mi polla a su boca, pero no lo hizo. Así que para vengarme empecé a darle caña inmisericordemente y ella empezó a convulsionarse apretando mi polla con fuerza, hasta que estalló en un orgasmo increíble. Cerró sus piernas sobre mi cabeza con tanta fuerza que casi me hace caer. Sentía cada convulsión de su orgasmo con apretones sucesivos de sus piernas mientras aprovechaba para seguir castigándola con mi lengua.
Repentinamente su movimiento cesó. Su cuerpo se relajó y abrió nuevamente las piernas. La única tensión que aún notaba era la de su mano, que no había soltado mi polla. Me incorporé despacio y su corrida empapaba mi cara. Intenté limpiarme con sus bragas, pero estaban también muy mojadas, así que no tuve más remedio que escurrir mi cara con mis manos y esparcir su flujo por mi pecho. La miré a la cara y me encontré con sus ojos abiertos como platos, mirándome:
- Voy a follarte – fue lo único que atiné a decirle
Me eché sobre ella todavía agarrado por la polla, viendo como se dibujaba una sonrisa en la cara de mi hermana. Puse la punta en su entrada de su coño sin presionar mucho, disfrutando del vaivén y el roce. Mientras nos besábamos, ella acariciaba mi nuca.
- Cuando me desvirgaron sólo pensaba en ti – me dijo susurrándome al oído.
Fue como si clavase sus espuelas en mi espalda. Se la clavé entera de un único golpe de riñones, sintiendo como se cortaba su respiración. Me abrazó con sus brazos y sus piernas fuertemente, izándose sobre la cama y quedando colgada de mi, completamente encajada y llena.
Poco a poco empezó a moverse, despacio al principio y con furia desatada al final, empalándose con mi polla al final de cada envite. Los dos estábamos descubriendo placeres inexplorados, deseos acallados que nos llevaban más allá de lo que habíamos imaginado.
Súbitamente su coño empezó a estrangula mi polla, sin tregua al principio y con convulsiones después, en un orgasmo que debió durar minutos.; de pronto empecé a notar un ardor en mis testículos que no había sentido antes y, sin esperarlo, comencé a correrme dentro del coño de mi hermana con una fuerza brutal. Notaba como mi semen recorría mi uretra, casi me parecía oírlo. Ella también se dio cuenta y clavándome sus talones en mi culo hizo que descargase completamente dentro de ella, formando un sólo cuerpo, un sólo sexo. Fue fantástico.
Cuando terminamos no nos dijimos nada. Nos besamos despacio clavándonos las pupilas, disfrutando de cada caricia como si fuese a ser la última, aunque sabíamos que no sería así. Nos tapamos y nos quedamos así, uno encima de otro, con mi polla dentro.