A la luna de valencia v

Sofia se aleja de carmen sintiendose culpable por lo sucedido. pensando que se aprovecho del estado en que se encontraba carmen en el momento de estar juntas.

A LA LUNA DE VALENCIA

Escrito por: Atramentum et pergamen

*" Se ve siempre acompañado/ del mejor de los amigos/ que le acompaña y le dice/ ya está bueno de licor./ Nada remedia con llanto/ nada remedia con vino/ al contrario le recuerda/ mucho más su corazón." (Los Rodríguez)

  • Plou poc, però quan plou, plou prou.

  • Vaaaaya que sí - me contestó Bea, mirando con extrañeza, como si buscara algo en ella, a la etiqueta de la botella de Whisky Peché.

  • El caso es que si lo dices en castellano, suena estúpido- seguí hablando con la mirada fija y ausente en el cristal de la ventana, contra el que chocaban las gordas gotas de lluvia primaveral.

  • ¿El qué?

  • El refrán, ya sabes - pegué un trago del vaso que llevaba en la mano-, "llueve poco, pero cuando llueve, llueve bastante".

  • Sí, es verdad.

  • Es contradictorio, pero sin embargo, tiene toda la razón del mundo. Al menos con la lluvia aquí - hablé arrastrando las palabras en la pastosidad de mi paladar.

  • Mmmm- fue toda la respuesta de una Bea medio ida, que parecía a punto de entablar conversación con la botella blanca.

  • Llueve poco, pero cuando llueve, llueve bastante. Es casi surrealista.

  • Por muy surrealista que parezca, Carmen - me contestó mi amiga, con impaciencia-, es la verdad.

  • Ya, pero es curioso como pueden cambiar las cosas, según se digan de una forma u otra, ¿no crees? Si lo dices en castellano, parece una gilipollez sin sentido, en cambio, si lo dices en valenciano..como que le da sentido, y explica porque...

  • Carmen - me cortó Bea muy seca-, ¿te pones muy cansina y repetitiva cuando te bufas, no?

Otra vez borracha. Desde lo que había pasao con Sofía, ya iban tres veces en un par de semanas, eso era demasié pá'l body, para el de Bea no, pero sí para el mío. Esta vez la causa era que íbamos a pasar el fin de semana en un camping de Dènia, con Visent y Jaume, pero el estado de alerta en el que estábamos, y la tromba de agua que llevaba tres días cayendo sobre la provincia no nos dejaban apenas salir de mi piso, y Bea y yo decidimos agotar las existencias líquidas que habíamos comprao para la salida, y así borrar penas y aburrimiento.

  • Ya, pero es que es verdad. Es como si las nubes hubiesen absorvido el Mediterraneo entero y ahora lo estuvieran soltando de golpe.

  • Es que, mari, más o menos, viene a ser eso.

  • ¿Ah sí? - pregunté yo extrañada-.

  • Claro Carmen - chasqueó la lengua y me miró como si fuera una ignorante-, gota fría, ¿recuerdas? Más o menos es lo que tú has dicho, sí.

  • Aahhh, ya te entiendo - ni de coña sabía lo que quería decir, pero tampoco me apetecía, y miré preocupada por la ventana, las calles de Valencia estaban practicamente vacías, sólo el agua parecía transitar por ellas-, ¿crees que habrá ríada?

  • ¿Ríada? - me preguntó Bea casi gritando-, ¿qué coño va a haber ríada? Esto esta tarde se pasa, además, para algo desviaron el cauce por fuera de la ciudad, ché.

  • Ya...pero llueve mucho..y la ciudad ha crecido desde entonces..podrían inundarse los pueblos de alrededor.

  • Ni de coña Carmen, no flipes, anda, y deja el cubata que se te está subiendo demasiao a la cabeza. ¿Tú te crees que el cauce nuevo se va a desbordar? Para eso tendrían que caer tres gotas frías seguidas.

  • A lo mejor..pero también me da miedo - seguía yo divagando en cosas inútiles e imposibles, parecía emperrada en que algo pasara con tanta agua-, me da miedo...tú sabes que el agua muchas veces vuelve por su cauce natural...a ir por donde siempre iba...no sería la primera vez que pasara..quiero decir, que volviera a correr por el cauce antiguo.

  • Eso no va a pasar - me dijo poniéndose toda serie de repente, y bajó de nuevo la vista a la botella entre sus brazos, para hablarle a ella-, ¿verdad que no Peché mío? ¿Verdad que eso no va a pasar, que el Turia no volverá a correr por el viejo cauce? Tú no te asustes botellita mía, que te digo yo que eso no pasa.

  • Pero, ¿y si pasara? ¿Y si no bajara por el cauce que ahora es parques y jardines? ¿Y si lo hiciera por el original, por el antiguo de verdad, por el que ya taparon los moros cuando el Rey Jaime conquistó la ciudad?

  • ¡Carmen, quieres dejar de decir barbaridades! ¡Ese cauce está tapado por toneladas de cemento, casas, fincas, asfaltos, piedras y más cemento, así que ten por seguro que eso no va a pasar, y punt!

  • ¿Pero y si pasara? - Bea tenía razón, me ponía muy paranoica y repetitiva cuando me emborrachaba de bajón-, ¿qué harías si pasara? ¿Qué haríamos si eso sucediera?

  • ¡Y yo que me sé! Estás paranoica nano, ¿qué le has echao al cubata a parte de peché? Qué harías, qué harías.., a mí que me cuentas...no quiero ni pensar en que pasaría si de verdad el agua se fuera por alguno de los tres cauces, como voy a saber que haría entonces.

  • Lo siento, tienes razón - me acerqué un poco a ella-, si es que se me está yendo la cabeza..

  • ¿Y qué piensas hacer tú? - me preguntó señalándome con la cabeza, a mí me pareció que hacia el cubata que llevaba en la mano-.

  • Acabármelo, claro.

  • La bebida no, pava - me contestó de mala leche - que piensas hacer con Jaume.

  • Seguir con él, claro - sentencié seria, como si acabara de soltar la verdad más lógica del mundo.

Sí, estaba saliendo con Jaume. Al poco del doloroso desliz (bueno, derrapaje más bien) que tuve con lo de Sofía, me lo encontré en la biblioteca. Y me lanzé de carpa a sus brazos, en busca de consuelo y olvido. ¿Qué otra cosa podía hacer? Bhá, menuda gilipollez de pregunta, podría haber hecho veinte mil cosas, y todas habrían sido veinte mil veces mejor que empezar a salir con Jaume, quien no dudó en corresponderme viendo sus deseos satisfechos, y por supuesto, totalmente ignorante del motivo de mi repentino cambio. No sabía nada de lo que había pasado con mi vecina, ni ganas tenía de que se enterara. Sólo Bea lo sabía.

  • Pues me parece fatal - me dijo soltando la botella por primera vez en toda la tarde-. Te estás engañando, y a él también.

  • Puede ser, bueno, no sé - era todo tan difícil de asumir, tan complicao de explicar y tan imposible de entender-, Bea...creo que él...me gusta - mentí, mentí como una bellaca una vez más, y ni siquiera a mí, que era quien más tenía que creérmelo, logré engañarme.

  • Mentira, mentira, mentira y mil veces mentira - y claro, Bea estaba ejerciendo a la perfección su papel como voz de mi conciencia-. Tú estás enamorada, y ojo, que digo enamorada y no colgada ni encaprichada ni enchochada, digo enamorada hasta los huesos, de Sofía. Se te nota.

  • ¿Se me nota?

  • A la legua - se reclinó en el sofá y me indicó que lo hiciera a su lado-, Carmen, de verdad que debes hablar con ella.

Me senté a su lado y le miré

  • ¿Tú estás loca, verdad? ¿Cómo voy a hablar con ella de eso? ¿Cómo le voy a entrar?

  • No sé - se encogió de hombros con su respuesta favorita-, ¿ sabes algo de ella?

  • Que va - resolplé desesperada-, vino una vez a casa, y yo le recibí toda esperanzada, creyendo que por fin íbamos a hablar de eso y a aclarar el asunto, pero sólo quería decirme que ya no podía acompañarme a la facultad por las mañanas. Que se tenía que haber cambiao al horario de por las tardes...aayyy, pá mí que lo ha hecho adrede, para no verme...seguro que ya no quiere saber nada de mí...

  • Joder, tampoco será tan malo. ¿Tan mal estuviste en la cama?

Le miré con cara de "no me hace gracia", y enseguida corrigió.

  • Vale, vale, seguro que estuviste de muerte, que fuistes una venus en llamas..lo que quiero decir es que..no sé, a ver, dices que ella es lesbiana, ¿no?

  • Según su entrenador, sí.

  • Pues entonces...no debería ponerse así, chica, igual ha tenido que cambiar el horario porque de verdad era necesario, no creo que haya puesto esa excusa...además, que si es homosexual..no debió desagradarle tanto...no sé si me entiendes...aayyy, no soy buena con las palabras, lo sabes, y menos después de dos cubatas.

  • Lo sé, no te preocupes, te entiendo. Quieres decir que si a ella le molan las mujeres, tampoco debió disgustarle tanto acostarse conmigo ni que yo de alguna manera me aprovechara de su borrachera, ¿es eso verdad?

  • Justo, ahí las clavao.

  • Ya....no sé, igual es que de verdad no recuerda nada. Aunque la verdad...la cosa no fue como para olvidar, al menos para mí.

  • ¿Tan bueno, intenso, caliente, sentido y apasionao fue?

  • A ver..como te lo explico - se me hizo un nudo en el estómago al recordar todo lo sucedido en la cama de la Erasmus-. Junta todas las veces que me acosté con Sergio, suma el sentimiento y el placer que pudieran provocarme, multiplícalo por cinco y tendrás la cuarta parte de todo lo que....estalló en mí acostándome con ella.

  • Cooooooooño - pestañeó varias veces-, si que debió ser gorda la cosa, sí.

  • Por eso, por eso digo que no creo que no se acuerde...

  • ¿Ves lo que te quiero decir? Estás destrozada, y tú misma diciéndome eso acabas de confesar que estás enamorada, que le quieres, si no le amaras, no sentirías todo eso que tantas veces has intentao explicarme que sentiste. Esto lo tienes que arreglar como sea...en serio, no es por nada, pero mírate, por favor..

Le hize caso, y miré mi propio reflejo en la oscura pantalla de la tele apagada, mi imagen era...deplorable, ya sabía lo que Bea quería decir, y en mí una tormenta de sentimientos luchaban por salir, confusión, tristeza, frustración, culpa, engaño, pena...nada bueno, y nada bueno siguió aumentando con las palabras de mi amiga, que duras tal vez, pero eran la verdad, y la verdad me hacía bastante falta en ese momento.

  • Carmen, en serio, llevas dos o tres semanas fatal...si la prueba está en que te emborrachas cada dos por tres, yo..entiendo que es difícil, pero te recuerdo que con el alcohol las penas no se van...es que te veo muy mal - una lágrima empezó a salir, fruto de todo el dolor que el darme cuenta de la realidad me estaba provocando-, eso es normal en mí...que soy una maldita alcohólica anónima, pero en tí...no, Carmen, no, te puede dar un úlcera. Tienes que arreglar esto como sea, ya para bien, o para mal, no puedes seguir atormentándote así.

Y tenía razón, vaya que si la tenía, me estaba haciendo trizas yo solita el sentimiento.

  • No puedo más Bea, no puedo con mi alma... - y era verdad, ya no aguantaba más, iba a reventar, se me humedecieron los ojos, y a través de ese agüilla vi como mi amiga abría los brazos para ayudarme a sobrellevar lo que iba a venir. Destrozada y abatida, me refugié en su abrazo, y en vista de que las penas no se iban con alcohol, empezé a llorarlas sobre el hombro de Bea, igual que las nubes lloraban en el cielo de mi ciudad.

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*" Bien pagá/ si tú eres la bien pagá./ Porque tus labios compré/ y a mí te quisiste dar/ por un puñao de parné/ Bien pagá/ bien pagá/bien pagá/fuiste, mujer." (realmente, ¿de quién es esta copla, porque no lo sé, y me encanta)

Ceñuda, y empapada, muy empapada, rompí de mala leche una a una las pocas varillas que habían quedao enteras después de que un golpe de viento doblara el paraguas, partiendo la mayoría de ellas, y dejándome a la interperie, al descubierto bajo la maldita gota fría que caía desde hacía tres días sobre Valencia, acompañada de un Levante de cuatro pares de narices.

Lo tiré a un contenedor cercano y me metí bajo el escaparate de una tienda de ropa deportiva, esperando que, milagrosamente pasara por esa calle algún autobus de los que llevaban al Campus de los Naranjos, y desistiendo de entrar a refugiarme a la cafetería de al lado, pues no llegaría a tiempo a meterme en el bus, aparte de que llevaba el dinero justo para el viaje, ni pá un cortao me llegaba.

Pocos minutos después, un autobús paró cerca de la acera, tan cerca y tan repentino, que levantó el agua de un charco y me mojó aún más, si eso era posible, los vaqueros nuevos. "Gran idea el habértelos puesto, con la que está cayendo, muy inteligente Sofía" , me regañé a mí misma.

Que alegría me dió ver que el mismo autobús que acababa de amerarme, era el que tenía que llevarme a mi destino.

Subí y me encontré con un joven conductor, sólo le faltaba la L de conductor nóvel en la frente. Se mordía el labio, con gesto a la vez de culpa y disculpa el pobre..al verme como me había puesto con el frenazo.

  • Perdóneme...yo...no controlo esto con lluvia..mire como le he puesto.

No, si no hacía falta que me mirara, ya notaba yo que iba chorreando, no pude evitar darle una de mis miradas.

  • ¿Para en los Naranjos?

  • Bien - fue mi seca respuesta.

Le dí el dinero justo, y arranqué de mala manera el billete de la impresora, para ir a sentarme al último asiento de todos.

Bien que el viaje duraba mucho, me daría tiempo para pensar un poco.

Pensar...inútil verbo muchas veces. Llevaba semanas practicándolo, pensando, meditando, reflexionando, dándole vueltas, con el "run run" ese en la cabeza, y ¿había servido para algo? ¿Había conseguido así solucionar alguna cosa? No, nada, sólo había sido útil para apretar las tenazas del dolor, para darme cuenta de una sóla cosa; la vida es una jodienda. Mi vida es una jodienda, una jodienda muy gorda, una detrás de otra. Y no había manera de que algo me saliera a derechas. Ni a derechas, ni a izquierdas ni a "ná".

Había pasado de estar de puta madre, a ir de puto culo. De puta a puto, el caso era no salir de la prostitución, y así era justo como yo me sentío, una prostituta, casi de lujo, pues me vendía a Agriel pero también a mi propia vida, pagando un precio muy alto, intentando recuperar una normalidad que en realidad nunca tuve. Ale pues, otra jodienda más para la colección, encima de puta, tenía que pagar, ¿en la cabeza de quién podía entrar eso? ¿A quién que no fuera yo podía pasarle algo así? Iba a pagar un precio demasiado alto, dejándome caer de nuevo en el precipicio de mi oscuro pasado, y ya veríamos quien me ponía esta vez una red para cuando estuviera llegando al fondo. Me parece que nadie.

Y a ver como quedaba esa tarde, cuando acudiera a ver a Agriel para decirle lo que ella ya sabía, que aceptaba, porque parecía no haber ninguna otra salida en el oscuro pasillo por el que yo andaba, me había puesto en una encerrona, me tenía bien cogida por los huevos, y esta vez no podría echar a correr para esconderme y punto.

Tantas cabilaciones tenían mi adrenalina y mi mente preparadas y ocupadas, como no las había tenido en años, y me ayudaban a apagar, o al menos desviar la atención de la profunda pena que me estaba inundando el alma, y que parecía ahora reflejarse en mis ropas y mi pelo chorreando...la pena y el dolor por Carmen...fue el único pensamiento hacia ella que me permití en ese momento, en cuanto comenzé a sentir como un nudo de dolor se me colocaba en el pecho.

Bajé del autobús y corrí intentando no resbalarme en los adoquines de la acera. Entré en el edificio de Ciencias Sociales, y miré el reloj temerosa de haberme retrasado algo. Pero no, en realidad incluso me sobraba tiempo, así que me permití entrar por unos minutos al baño, para ver bien mi maltrecha y mojada imagen en el espejo, y saber en que condiciones iba a presentarme, junto a Pedro, ante la tirana esa que nos daba "historia de las tradiciones" para suplicarle, si hacía falta, que por Dios nos revisara el trabajo y no nos suspendiera. Bien, mi pelo ya estaba ahuecándose, de rodillas para abajo, mis pantalones estilaban, el diminuto chubasquero lucía grandes gotas, y mis pies ya flotaban dentro de la balsa en que se habían convertido mis deportivas, estaba cansada, fría, triste, tensa, herida y preocupada ¿algo podía ir peor? No, desde luego que no, así que tampoco pasaría nada si la Dra. Ángeles Ponce le daba por negarnos esa revisión, me penaría mucho por el pobre Pedro...pero lo que a mí respectaba, estaba ya más que curada de espanto y penas. Así que salí de allí y me encaminé por el estrecho y blanco pasillo, pensando que al fin y al cabo, no hay mal que por bien no venga, gracias a estar tan cavilosa y tan revolcada en la mierda, ahora podía mirar las nimieces que antes me preocupaban con frialdad, y enfrentarme a ellas seria y tranquila.

Al final del corredor ví a mi castaño amigo esperándome sentado en una silla. Se levantó para recibirme, no sé ni como pude reconocerle, iba disfrazado con un enorme chubasquero negro hasta casi las rodillas, y unas botas de agua oscuras por encima de los vaqueros....parecía el de "sé lo que hicisteis el último verano"....madre mía, y yo pensando que iba a presentarme mal al despacho de la profesora...

  • ¡Yeeeee! ¿Pero cómo vienes? Mírate...estás chopá.

  • ¡Vaya! - respòndí con sarcasmo-. No lo había notao...pero yo al menos voy vestida, tú... - le señalé de arriba a abajo-, ¿de qué vas disfrazao? Pedro...pareces un pescador...pareces el de "sé lo que hicisteis.."

Me miró medio ofendido medio pasota.

  • Eres una "exagerá"

  • No, yo no. ¿Sabes quienes son unas exagerás de verdad?- se encogió de hombros como respuesta-, esas - le contesté yo señalando las nubes negras que encapotaban el cielo-, esas son unas exagerás. Dios mío, que manera de escupir agua.

  • Anda.. - se rió entre dientes-, ¿que no teneis gota fría en Grecia o qué?

  • Claro que tenemos, pero joder, en otoño...como es lo normal. Pero ¿empezando la primavera? No es lo más lógico.

  • Ya, tienes razón, en fin, cambio climático, ya sabes, uno nunca sabe que esperarse.

  • Sí, mejor esperas cualquier cosa y punt.

  • Vale, ¿dejamos de discutir del tiempo? Me siento un aburrido inglés haciéndolo todo el rato, es algo estúpido.

  • Tienes razón...tanta agua... - le golpeé suave los nudillos en la coronilla-, nos humedece las neuras ¿eh?

  • Sí, y monopoliza las conversaciones. Bueno, que - señaló con la cabeza la puerta del despacho de la doctora Ponce-, entramos a que nos degüelle la arpía esa de una vez?

  • Jeje, claro, el sufrimiento, cuanto antes se pase, mejor.

Tocamos, y la grave voz de Ponce nos invitó a pasar. Tengo que confesar que me gustaba esa voz...aunque me recordara a Agriel...era profunda y adormilante...y acompañada de la estilizada figura de la profesora y de su fama de "poco hetero sexual", hacían que más de uno aguantáramos el ir a sus clases más por morbo que por interés en la asignatura.

Entramos y nos hizo sentarnos, yo me quité el chubasquero, dejando a la vista un suéter que me compré nuevo, verde y totalmente ajustado a mi carne. Ángeles Ponce clavó sus ojos en mí, y me atrevo a decir que ha sido una de las veces que más deseada me han hecho sentirme, lo que elevó un poco mi ego, aunque no fuera esa mi pretensión. Pero Antonio tenía razón, si tenía buen cuerpo..¿por qué narices no iba a lucirlo, ché? Así que me compré unas cuantas prendas nuevas que más que entalladas, hacía de segunda piel, y comenzé a lucirlas.

  • Buenos días, Srta. Ponce - le saludó Pedro, interrumpiéndole el reconocimiento sobre mí. Desvió su vista de mi figura, con cara de quien sabe que ha sido pillada pero no le importa en absoluto.

  • Buenos días. Por favor, sentaos mientras voy al otro cuarto a buscar vuestro trabajo.

Me lanzó otra mirada indiscreta y desapareció por una puerta interior, marcando más de lo normal el vaivén de sus caderas.

  • Buena estrategia - me guiñó Pedro palmeándome la rodilla.

  • ¿Cuál? -, giré sobresaltada.

  • La de venir a persuadirle para que nos revise el trabajo, embutida cual longaniza en esa camiseta.

  • ¿Me estás llamando "embutido"?

  • Ay, perdona - agitó las dos manos-, que tampoco te he dicho morcilla ni nada de eso, te he llamado longaniza. Las longanizas son largas y finas.

Me giré y enfoqué mis ojos desafiantes en él, dispuesta a seguir con la broma.

  • ¿Me estás llamando "embutido"? - repetí.

  • Síííí... - se acercó un poco más a mí-, eres una longaniza, una maldita longaniza tierna..además, con llavoretas y anises.

  • Y tú, una maldita y sabrosa careta de cerdo, con hocico incluído.

Se rió un poco y giró la cara, ¡ja!, otro incapaz de sostenerme la mirada. Me contestó:

  • A la brasa y con mucho ajo-aceite, por favor.

Sonreí, - Oído cocina!! - volví a ponerme seria-. Yo no he venido aquí para ligarme ni seducir a nadie.

  • ¿Ah, no? Entonces, a que viene esa vestimenta tan...? - me observó detenidamente-, por Dios, Sofía, estás como un tren.

  • Cállate - me sonrojé un poco, y ví como sus marrones ojos centelleaban al ver que había conseguido ruborizarme.

  • Vale, entonces, si no vienes vestida así para conseguir que esta mujer nos revise y apruebe el trabajo, ¿qué es? ¿Tu nueva campaña de "observadme, admiradme y reventad de envidia, malditos mortales"?

Suspiré y reí a la vez. Este chico era imparable a la hora de soltar paridas. ¿Por qué no tenía amigos más normales y serios? Bha, que más daba, menudo aburrimiento entonces.

  • Es sólo que Antonio me convenció para....lucirme un poquito más. He mejorado bastante mi físico desde que nado en el club...y las cosas no me han ido muy bien ultimamente...y pensamos que vestirme así..como que me levantaría el ego un poco.

  • Ya, además de tirárselo por los suelos a las mujeres que no pueden tener tu físico, y a los hombres hetero y las lesbianas que no pueden poseerte.

  • ¿Nunca vas a dejar de decir tonterías?

  • Querrás decir verdades Sofía - se cruzó de brazos y me miró-, y no, no voy a parar de decirlas. Eres un peligro para la salud mental y sexual de esta ciudad..no deberían dejarte ir así por la calle...

  • Pedro... - le recriminé ya cansada.

  • Vale, está bien. Oye, ¿y qué es eso de que ultimamente las cosas no te van bien?

Sentí como me nacía una coraza interior. No quería hablarle a él de un tema tan retorcido, y menos en esta situación.

  • Pues...nada, mala racha, ya sabes - moví mis manos en el aire, como quitándole toda importancia.

  • Jooo..., Sofía - morritos y voz de caprichoso. Eso sí que no lo soportaba-, que ya no nos cuentas ná a María ni a mí...

  • Pedro, de verdad, que ahora no es el momento.

  • Ya, para tí, nunca lo es.

  • Desde luego, ahora no...

Se giró hacia mí, alzando el índice derecho. Abrió la boca para decir algo más, pero le interrumpió la voz de Ángeles Ponce a nuestras espaldas.

  • Ya lo he encontrado, perdonad el retraso.

Se sentó ojeando con interés nuestro trabajo, y yo miré orgullosa la obra, notando como Pedro lo hacía de igual manera. ¿Pero cómo podía suspendernos un trabajo así? Con su encuadernación, su gusanito, sus gráficas, sus fotos, sus artículos...estaba perfecto.

De repente, dejó de pasar hojas.

  • Ah, ya está, sí, ya recuerdo el problema - cogió un post-it y lo pegó en uno de los apartados-, y creo que había algo más... - nos levantó la vista-, ya lo recordaré sobre la marcha. A ver, el problema estaba aquí, - giró el trabajo para que nosotros también pudiéramos verlo-, en las encuestas que habeis puesto..no me parecen nada reales ni consecuentes...es como si os las hubierais sacado de la manga....no parecen fiables.

¿Las encuestas? ¿No le parecían reales las encuestas? ¿Cómo se atrevía? ¿Acaso sabía la de horas y horas de dejarme los ojos en la pantalla del ordenador me había echao al cuerpo, navagando para poder encontrar una página que pareciera fiable y decente sobre la "evolución de la opinión de la población española con respecto a las fiestas taurinas"? ¿Y ahora me venía con esas? Me mordí el labio para contenerme unas cuantas barbaridades, pero aquí don impulsivo, sentado a mi siniestra no pudo.

  • ¿Y ese es el único motivo que tiene para suspendernos? - le peguntó alterado y ofendido, golpeando levemente la mesa de la profesora.

Una ceja rubia se alzó, los carnosos labios de Ponce se fruncierom y se echó para atrás suspirando, oh oh...Pedro acababa de meter la pata...

  • No, no es el único - cogió de nuevo el trabajo y buscó en él, como quien busca cualquier tontería para agarrarse a ella como a un clavo ardiendo, y seguro que era eso lo que estaba haciendo. Llegados al final del trabajo, se reclinó en su asiento, y volvió a leer el apartado "conclusión". Un momento después lo dejó encima de la mesa.

  • El otro problema era la conclusión, no me parece bien fundamentada, ni argumentada. No parece tener nada que ver con el resto del trabajo, es como si lo hubierais escrito a parte, y después lo hubieseis puesto al final y punt.

  • Ah - se limitó a decir Pedro, todavía helado y arrepentido por la reacción que había provocado en la mujer-.

  • ¿Hay algo más, Srta. Ponce? - pregunté lo más educadamente que la situación me permitía-.

Volvió a estudiarme de arriba a abajo, sin recato alguno.

  • Creo que no, de todas formas, dejadme un tiempo para que corrija unos cuantos exámenes...y veré a ver como podemos remediar esto.

  • Está bien, Srta. Ponce, ya tiene nuestros e-mails, ¿verdad? - ella se limitó a asentir con la cabeza-, vale, pues en cuanto pueda nos dice algo.

Ambos nos levantamos dispuestos a irnos de allí, Ponce hizo lo mismo.

  • Espera Sofía...tú quédate un momento. Tengo que hablar contigo...a solas - remarcó las dos últimas palabras mirando a Pedro con indirecta. Los castaños ojos de mi amigo se abrieron con sorpresa, pero pronto captó el mensaje.

  • ¿Tes espero fuera Sofía?

  • Sí, espérame por favor.

Volví a sentarme preparándome para lo que ya me imaginaba que venía, que en cierta manera me removía cierto interés, lo que no esperaba era que eso que se avecinaba, lo hiciera por el camino que lo hizo.

Mi compañero se perdió por la puerta, e Isabel Ponce se sentó de nuevo, esta vez sobre la mesa, apenas a un metro de mí, cruzando sus largas piernas, que le hacían ser casi tan alta como yo, bajo la falda negra que le cubría hasta un poco más abajo de las rodillas.

  • Bien, pensé que nunca te pasarías por mi despacho.

  • Bueno - levanté mi mirada para enfrentarla a la suya- no me había hecho falta por el momento.

  • Sí, eso es verdad - volvió a levantarse para dirigirse a una pequeña estantería a mi izquierda, rodeando mi asiento y pasando largos dedos por mi hombro, con un toque que era algo más que simple confianza o camadería- estás llevando bastante bien el curso, teniendo en cuenta que el doctorado no suele ser fácil...y que tú eres una Erasmus - cogió una pequeña carpeta de la estantería, con mi apellido en una pegatina, parecían mis trabajos y exámenes-, y es tan agradable tenerte en clase, siempre tan seria y atenta... - dejó la carpeta de nuevo..hacía tiempo que nadie me soltaba tantos halagos seguidos-, siempre perspicaz y pendiente, como si siempre estuvieras alerta.. - y volvió su mano a mi hombro, palpando sobre mis repentinamente estimulados músculos-, por Dios Sofía, relájate un poco...siempre quise sentir.. - puso la otra mano en el otro hombro y comenzó un experimentado masaje, mandando cosquilleos por toda mi espalda-, estaba realmente intrigada sobre si tu espalda realmente estaba tan tensa como parecía - bajó suavemente los dedos hacia la parte superior de mis brazos, permitiéndose el lujo de derretir mis clavículas al pasar por ellas, y consiguiendo que se calentara por completo mi frío cuerpo-, llevo queriéndolo saber desde la mañana que entraste por la puerta de mi clase..tenía que averiguarlo de una vez...- se agachó apoyando su torso sobre mi espalda y susurrándome al oído, me dejé perderme entre su suave perfume y su envolvente voz, sabía que estaba traiccionando mi amor hacia Carmen, pero otra parte de mí sólo quería olvidar aquello, y dejarse seducir por una vez en mucho tiempo-, desde la primera vez que oí tu voz hacerme una pregunta, desde que te ví reírte de las bromas de Pedro, no he tenido otra idea en la cabeza que esta fascinación por tí y por todo lo que te envuelve, y ya no sabía que hacer para atraete hasta aquí...

¡Ye! ¡Alerta, cuidao! Me gritaron de repente mis defensas. Una duda me asaltó la cabeza, para pasar a pensamiento razonable y tomar la senda de la certeza. Me temía que empezaba a caer en un nuevo juego de compra-venta e intercambios, y no me apetecía. Me obligué a sobreponerme por un momento, para asegurarme de que rumbo estaba tomando esto antes de continuar. Así que me giré rompiendo el sensual contacto, y miré a su cara, sus labios invitadores a centímetros de los míos, que comenzaban a cosquillear.

  • Isabel....exactamente, ¿qué busca de todo esto?

  • Tenerte así Sofía, es todo lo que quería, poder hablarte cerca, a solas, en algún lugar tranquilo...tenía que conseguirlo a toda costa, tenía que atraerte hasta aquí, fuera al precio que fuera.

Esas palabras no me gustaron, yo las había pronunciado y puesto en práctica muchas veces en el pasado, y sólo me traían recuerdos de dolor y arrepentimiento, no pude evitar pensar en voz alta.

  • No hable así, usted no sabe el significado y las consecuancias que pueden llagar a tener esas palabras.

Sorprendida por mis palabras, se irguió y volvió de nuevo hacia la mesa. Me miró interrogante.

  • ¿Qué quieres decir?

Todo había tomado forma y sentido, que nos suspendiera un trabajo que practicamente estaba para matrícula, que nos obligara a ir los dos a su despacho, que no pareciera tener razones sólidas para ponernos la nota que nos puso, o su nerviosismo cuando Pedro le cuestionó que esas razones no parecían más que excusas tontas. Debí habérmelas visto venir.

  • ¿Esto no tendrá nada que ver con el trabajo, verdad?

  • Mira Caulous, la cosa es así de sencilla, tú me dejas que te invite este viernes a cenar en el Gargantúa - ué, buen restaurante, me recordó mi estómago, repentinamente interesado-, y después a ver que pasa...y yo os pongo el nueve que realmente os mereceis en el trabajo.

Mi interés decayó en picado, así no, estaba harta de hacer las cosas así, no más veces por favor.

  • No haga esto así, por favor. No habiendo terceros de por medio, no estando Pedro también implicado...no me ponga en este aprieto. Si hay alguien que de verdad se merece una buena nota por este trabajo, desde luego es él, así que por favor, piense bien lo que está haciendo..es usted muy atractiva...hasta el más ciego lo vería, pero así no quiero las cosas.

  • Sofía - puso aún más grave su voz-, querida, lo que yo me propongo lo consigo, ten eso muy en cuenta.

No había manera de sacarle de sus trece a aquella mujer, y tuve que tomar una decisión que me dolió porque podía hacer daño a mi compañero de clase, pero ya no quería que las cosas sucediesen así. Ya había tenido una vez, y parecía que dentro de poco iba a tener otra más, y no me gustaba esa situación. Así que, con la pequeña esperanza de que en algún momento, la profesora entrara en razón, me levanté dispuesta a salir de su despacho.

  • Srta. Ponce, de verdad, no me haga sentirme más sucia y...corrupta de lo que ya me siento. Ya lo he estado muchas veces, y no me apetece hacerlo de nuevo. No más basura sobre mi conciencia, por favor.

Y creo que ahí, en ese momento, dí el golpe de gracia, porque se quedó patidifusa ante mis palabras de "especie-de-ex-convicta", y entre abrió un poco la boca, mientras que sus ojos se clavaban de nuevo en mí, como si en mí pudiera encontrar una respuesta a eso, que sin duda era lo que estaba buscando. Al final pareció que pudo volver a hablar, muuuy suavemente.

  • Vale, ya os diré algo sobre el trabajo.

  • Hasta luego.

Salí de aquel despacho de corrupción al pasillo, donde el frío de la pared desnuda y del mármol me golpeó el rostro encendido por el roce primero y la rabia después. No me dí cuenta que Pedro estaba justo al lado de la puerta, mirando extrañado como me pasaba la mano por la cara y el cuello, intentando liberar de alguna manera toda la tensión acumulado, justo por donde Ponce había pasado sus dedos. Carraspeó un poco y me acordé de él, dejando enseguida de hacer algún gesto que revelara mi malestar.

  • Vámonos de aquí - dije como una sentencia. Puso cara de extrañeza.

  • ¿Qué ha pasao ahí dentro?

  • Vámonos y te lo cuento por el camino - paré un momento en seco-, ¿has venido en coche, verdad?

  • Claro, con la que está cayendo..¿crees que iba a venir como tú? - me estudió un segundo-, aahhh, por eso querías que te esperara, ¿verdad? No por nada más...

  • Claro, ¿qué creías?

  • Serás convenenciara...no me esperaba eso de tí.

  • Amigo mío - le empujé levemente del hombro para que saliera del ascensor-, nunca se acaba de conocer a los conocidos.

  • Y que lo digas. Bueno, y a ver, explícame, que es lo que te ha pasao con Ponce que has salido así de su despacho.

  • Se me ha insinuao.

  • ¡¿En serio?! - nos metimos en las puertas giratorias, y en cuanto salí detrás de él empezó la carga-, ¿de verdad que Isabel Ponce se te ha insinuao?

  • Insinuado es poco, vamos, ha sido más que directa.

  • ¡Sofía, por dios! ¿Sabes que eres la lesbiana más afortunada de toda la facultad, de todo el campus! ¡Que coño, de los cuatro campus, de la Universidad de Valencia entera!

  • Tampoco exageres - me quité una gorda gota que había notado caer sobre el cogote. La lluvía no había cesado, pero al menos caía con menos violencia-.

  • ¿Y qué ha pasado? ¿Qué te ha dicho? ¿Cómo habeis quedao? Aayyyy!!! Desembucha todo, maldita suertuda!! Si ya sabía yo que esa camiseta no podía fallarte...

  • Deja ya de hablar de la maldita camiseta y abre el coche antes de que nos empapemos más.

  • Valeeee, diiiisa, amaina Venenosaaaa - me gritó imitando acento de pastor-, ya tienes el coche abierto, ale.

Entramos en su azul Focus, y enseguida encendió la calefacción, mientras que yo me acurrucaba contra el mullido asiento de copiloto y aspiraba el olor a coche nuevo, uno de mis favoritos. ¡Cuanto echaba de menos mi Peugot!

  • Bueno, y ahora comienza a contar.

  • No hay mucho que decir.

  • Sofía...por favooorr - maniobró para sacar el coche del aparcamiento y enseguida circulábamos por Ramón Llull, pero el semáforo nos cogió en rojo-, vaa...dime que es lo que te ha dicho...te ha insinuado, pero tú no has salido con muy buena cara.

  • Pedro, es sólo que todo tiene un precio, y este era demasiado caro.

  • No te entiendo.

  • Nos aprovaba el trabajo a cambio de una cita conmigo - decidí espetarle sin rodeos, para que comprendiera pronto y esto no se alargara-.

  • Ostia - se quedó tan empanao, que no se dió cuenta que el semáforo volvía a verde, hasta que los pitidos de la cola que llevábamos detrás le sacaron de la sorpresa-, ¡¡valeeee!! - les gritó como si los otros conductores pudieran oírle y arrancó girando un tanto "ilegalmente" en la isleta para cambiar el sentido de la marcha y poder llegar hasta Blasco Ibáñez-.

  • ¿Tú te has dao cuenta de lo que acabas de hacer?

  • Claro, es una pequeña trampa...no pasa ná Sofía - decidí no replicar...aayyy si aún hubiera tenido mi placa y una libreta de multas en ese momento...-, escucha...y ¿tú qué has hecho? ¿qué le has dicho?

  • Lo siento, Pedro - le miré con pesar, y por un momento el también me miró para volver a poner su vista en la calzada-, no estoy dispuesta a caer en algo así. Perdóname, de verdad, sé que estás tú por medio...pero no quería algo así. En otro momento, de otra forma, habría aceptado, pero ahora mismo, y así....desde luego que no. Lo siento, no quiero joderte el doctorado, pero eso me parecía muy sucio.

  • Porque lo es - frunció labios y cejas-, no te preocupes, está bien - pude ver que estaba molesto, como era normal, debatiéndose entre comprenderme, o renegarme porque por mi culpa, seguramente, tendríamos que ir a septiembre para poder doctorarnos-.

  • No quiero que disimules, ya sé que te molesta que lo haya hecho así, pero..- es que no podía disculparme de otra manera que no fuera como acababa de hacerlo-.

  • No sigas disculpándote, Sofía, está bien. Está claro que es una putada, pero también que estás en tu pleno derecho de conservar la dignidad...desde luego, no quiero un aprovado y un doctorado así....¿sabes que podríamos denunciarle por esto, verdad?

  • Claro que lo sé, pero algo me dice que quizá puedan arreglarse las cosas y no haga falta hacerlo.

  • Sofía, ¿no estarás pensando en acabar aceptando, eh?

  • No, tranquilo que no - vamos, de eso estaba más que segura, antes repetía todo el curso que aceptaba otra propuesta así-, pero quizá se eche para atrás y acabe dándonos lo que nos merecemos.

  • ¿Lo que nos merecemos? - ah, claro, olvidaba contarle que ella me había dicho la nota real-, no te entiendo, ¿te falta algo por contar?

  • Sí, ella me dijo, en pocas palabras y resumiendo, que nuestra investigación estaba para sobresaliente, pero que nos puso ese cuatro con cinco para que fuéramos al despacho, y conseguir hablar conmigo a solas y esas cosas....

Pedro abrió la boca soltando una risa incrédula y sarcástica.

  • No me lo puedo creer, pero como se puede ser tan....

  • De todo, Pedro, tan de todo.

  • Sí desde luego. Vamos, que si al final no nos lo pone se merece una denuncia en toda regla.

  • Sí.

No contesté nada más, ambos ya sabíamos lo que supondría algo así.

  • ¿Dónde quieres que te deje?

  • Llévame al Meliá Rey Don Jaime, si no te importa.

  • No, no me importa, te llevo. - hubo un momento de silencio-, oye, ¿y para qué vas allí? - ah, la pregunta, como no-.

  • Tengo que visitar a alguien que se aloja allí, es una vieja conocida, de Grecia.

  • Eehhh, ¿una vieja amiga o algo así?

  • No sé yo si se le puede llamar "amiga".

  • Vale, seremos claros y diremos entonces..."amante"

  • No sé, no sabría como llamarle.

  • No se te ve muy emocionada de visitarle.

  • No tengo motivos - perdí mi vista en las calle por las que circulábamos, no me sonaban de nada, ¿este tío donde se había metido?

Pedro interpretó mi escueta respuesta y el silencio como debía y como era, y no peguntó nada más, consiguiendo así que durante un minuto se hiciera un incómodo silencio, que rompió poniendo un cd. Enseguida un "chimba-chimba" alternado con un monótono "pum-pum" empezó a inundar el coche y taladrarme el oído. Pues casi prefería el silencio...

  • Pedro, ¿cómo puedes escuchar esto? ¡¡Se te van a marear las neuronas!! La Virgen esto es insoportable.

  • Va, no dramatizes, es buena música de baile y punt.

  • No me puedo creer que sigas escuchando esto, como si aún tuvieras 14 o 15 años....

  • Tengo alma de bacala, que le voy a hacer, además, me recuerda mi juventud perdida.

  • Tu juventud perdida...ni que estuvieras en el lecho de muerte - tenía que sacar conversación como fuera, cualquier cosa antes que tener que oir ese estridente y repetitivo sonido-, ¿qué es, Chocolate? - aventuré una de las tantas discotecas que eran templos para gente como mi amigo-.

  • No, te has ido de unos cuantos kilómetros.

  • Mmm - rebusqué en mi memoria nombres de antros de ese tipo, por los que él tanto iba-, vale, ¿Rockola entonces? - una negación-, ¿Masía?

  • Naaaaaada, ni una.

  • ¿Kapital? ¿Pachá?

  • Alaaaaa, animal, como van a poner esta música en Pacha.

  • Tienes razón..., vale, Límite entonces.

  • No señorita.

  • No pienso parar hasta averiguarlo.

  • Pues sigue sigue..

  • Scorpia, ¡es Scorpia!

  • Uuyy, casi, pero cerca está - subió un poco más la canción que empezaba con una suave melodía de piano, vale, esta era inconfundible, la canción, una de las pocas de ese estilo que me gustaban, era el himno de la discoteca-.

  • Ya está claro, "since 1992, there is a club wich is making history...." ¡Pont aeri!

  • ¡Síííííí! Muy bien amiga mía - me palmeó el muslo-, veo que vas metiéndote en contexto. Cualquier día de estos te vienes conmigo.

  • Ni en mis peores pesadillas me meto yo en un sitio así.

  • Vale, vale. Oye, que ya estamos llegando - el hotel se distinguía a un par de bocacalles-, esta noche vamos de cena María y yo con gente de clase, estarán Lucía, y Pau, supongo que Encar y todos estos...ya sabes, los "pijos non-natos". ¿Te apetece?

  • Noo, la verdad es que no - tenía planes, bueno, seguramente Agriel tendría planes, dios que asco-, lo siento, pero saluda a todos de mi parte. Dile a María que mañana le llamo, ¿vale?

  • Vale, tía - salí del coche y el bajó la ventanilla-, oye....¿ten cuidao vale? - me lo dijo con un deje de preocupación-.

  • Vale, tío - le guiñé un ojo-, nos vemos, gracias por traerme.

  • Gracias las tuyas, mi vida - me lanzó un beso-.

  • ¡Anda, arrea!

  • ¡Au!

Arrancó el coche y yo me dirigí hacia la entrada del hotel. Fui hasta recepción, donde el encargado me miró con una cara mala, mu mala. Me hizo sentir como Julia Roberts en Pretty Woman, cuando entra por primera vez en el hotel de mano de Gere. Joder, sabía que estaba muy mojada y el pelo un poco revuelto...pero aparte de eso...

  • Buenas, vengo a ver a Agriel Gianponoka - uy, que apellido más feo, me di cuenta en ese momento, era horrendo y largo encima-.

  • ¿Tiene cita con ella? - me preguntó desconfiado.

  • Sí, dígale que Sofía Caulous está aquí y quiere verle.

  • Está bien, espere un momento.

Se fue hasta una esquina de la recepción y descolgó un teléfono, habló por él unos segundos, sin apartar su despectiva mirada de mí ni uno sólo. Al poco volvió.

  • Le está esperando, quiere que suba. El botones le acompañará - eso, estirao, ten cuidado no sea que te robe un cenicero o algo...no te jode-, Sento - llamó a un joven chaval disfrazao con un uniforme azul y gris que se acercó hasta nosotros-, acompaña a la señorita hasta la habitación de la señorita Gianponoka.

  • Muy bien, señor - se giró hacia mí educado-, ¿me acompaña?

  • Claro - dije yo sorprendida de que el botones supiera a que habitación se referían sin decirle el número ni nada, sólo con el nombre...¿cuánto tiempo llevaría Agriel ahí? ¿Cuánto se gastaría? ¿Cuántas visitas recibiría?

  • Así que va a ver a la srta. Agriel - me dio conversación una vez dentro del ascensor-.

  • Sí, tengo que hablar con ella...¿qué habitación es? - me aventuré a sonsacarle algo hasta que llegáramos a la puerta-.

  • La 513, es una de las mejores, con unas vistas increíbles.

  • Sí, me lo creo de ella...y dime, ¿cómo es que sabes que habitación ocupa sólo con que te digan su nombre?

  • Bueno.., se hace de notar, ya me entiende, se le ve alguien bastante desahogado - dijo tocándose el bolsillo en clara referencia a la fortuna de Agriel-, y es buena clienta, no da problemas, ya casi veterana en el hotel...

Ah, ahí estaba el punto, ¿ya veterana en el hotel? ¿Pero cuánto? ¿Cuánto hacía que ella estaba en Valencia acechándome?

  • ¿En serio ya es veterana? ¿Lleva mucho aquí?

  • Sí, bastante, como unos...- de repente se calló y se mordió el labio inferior-, lo siento, creo que ya he hablado demasiado. Tenemos por norma respetar la intimidad de la clientela y no dar muchos detalles.

  • Entiendo, está bien - pobre chicón, si lo mirabas bien, se le veía cara de necesitao...y yo no quería ser la causa de su despido-.

Llegamos a la planta y me acompañó hasta la puerta.

  • Aquí está, la 513 - tocó a la puerta de clara madera y esperó a mi lado hasta que Agriel, enfundada en un albornoz blanco del hotel-. Srta. Gianponoka, aquí está su visita.

Agriel me estudió un momento, y se giró a él.

  • Gracias Sento - el chico hizo ademán de retirarse, pero ella le retuvo un momento-, espera, toma.

Cogió un par de euros de una mesa cercana y se los dió de propina. Sento se sonrojó un poco.

  • No, gracias, señorita Agriel, pero ya sabe que no podemos aceptar propinas.

  • Me da igual, tu jefe no tiene porque enterarse. Tómalo y ve a tomarte un café a mi salud.

El botones miró unos segundos las dos monedas plateadas en la palma de su mano.

  • Está bien, señorita, muchas gracias.

  • De nada, ¡ah! Y di en recepción que necesitaré mi coche en la puerta en unos quince minutos.

¿Su coche? ¿En la puerta? ¿Agriel conduciendo por una ciudad extraña? Madre mía, eso me daba una idea de cuanto podía haber estado ya en la ciudad. Se apartó de la puerta para darme paso al interior. Cerró.

  • Madre mía, Sofía, que pintas traes...

¿Todo el mundo tenía que recordarme que iba amerá, nadie iba a ofrecerme algo seco, o caliente en su defecto?

  • El viento me ha roto el paraguas camino de la facultad.

  • Ah - me miró intensamente, para morderse los labios tras haberse pasado la lengua por ellos, temí tener que afrontar la segunda escena de oscura seducción en un día, pero no-, ¿por qué no pones la chaqueta a secar y te acercas a la calefacción, mientras yo acabo de arreglarme, no tardaré.

Desapareció por la puerta blanca del baño, y miré tentada a la confortable banqueta azul. Si hubiera sido fría y testaruda, no habría aceptado su invitación, pero mi sentido común clamaba por un poco de calor, o peligraba la salud de mi garganta. Asi que puse el chubasquero en el respaldo de una silla junto al radiador, y me senté en la banqueta.

Empezaba a caer en una especie de sopor placentero, cuando su molesta voz me llamó desde el baño, diciéndome que si quería, podía tomarme cualquier cosa del mueble-bar o la nevera. Bien saben Dios y mi conciencia, que se me pasó la idea de vaciárselo, mi estómago era capaz, y llamar al servicio para que luego se lo rellenaran con los productos más caros que hubiera en el hotel, pero el somnoliento calorcillo que me subía a través de los pies descalzos sobre el radiador me hizo desistir de la travesura. El sopor se hacía cada vez más dulce y profundo, hasta que de nuevo su maldita voz me interrumpió, curioso, su recuerdo, su voz, sus llamadas, su presencia, sus amenazas, siempre algo suyo tenía que sacarme de un relativo bienestar, normalmente violentamente.

  • ¿Podrías venir un momento, por favor? Necesito tu ayuda.

¿Necesitaba mi ayuda? ¿A su edad aún no sabía vestirse solita? Ah, mmm, creo que ya me imaginé porque necesitaba mi ayuda. Fuí hasta el enooooooorme cuarto de baño, que era casi como mi habitación del piso, Agriel estaba frente al espejo, en sujetador, intentando abrocharse unos extraños pantalones negros, que llevaban la cremallera detrás, pero no acertaba a hacerlo. Me imaginé que esa sería mi tarea.

  • No encaro a pasarme la cremallera y el botón, ¿te importaría hacerlo tú?

  • Ni lo sueñes.

Me miró por encima del hombro.

  • ¿Cuándo vas a empezar a olvidar y a volver a donde sabes que perteneces?

  • Cuando sepa que tú estás definitivamente fuera de mi vida.

  • No, tú perteneces a donde yo estoy, no puedes volver a ese luger sin mi presencia.

  • No empieces, ¿eh? No empieces a decir estupideces. Yo sólo olvidaré y volveré a la normalidad cuando tú desaparezcas, y ahora por favor, acabemos con esto de una vez.

Al final consiguió vestirse, toda de negro, como siempre. Recogí mi chubasquero ya algo menos húmedo, me calzé y bajamos a la puerta del hotel, donde un suntuoso y llamativo Maseratti también negro, practicamente nuevo, esperaba, llamando la atención de los peatones y provocando la envidia de los conductores de simples utilitarios. Bueno, pensé al meterme en él, al fin y al cabo, ya que iba a sufrir un poco, al menos lo haría rodeada de lujo. Las penas, con pan, son menos penas.

Una vez nos hubimos puesto en marcha, Agriel tuvo a bien explicarme donde íbamos.

  • Primero iremos al puerto, allí nos esperan los jefes del grupo traficante con el que tratamos, nos explicarán cual debe ser nuestra parte, como será el reparto, y nos enseñarán cual será el muelle elegido para el desembarco de los inmigrantes ilegales sub-saharianos.

Sacudí mi cabeza en su dirección, alzando las dos cejas, ¿sub-saharianos? ¿Ahora también habían inmigrantes africanos? Eso no estaba dentro del trato.

  • ¿Cómo que sub-saharianos? Tú no me dijiste nada de eso.

  • Cierto, no te dije nada, pero porque es algo que ha surgido de repente, se dirigieron a nosotros con la posibilidad de poder dirigir también esta operación, y es una oferta que no podíamos rechazar.

  • Mierda.

Mierda, mucha mierda, y no precisamente de la que se desean los actores antes de salir al escenario. Me estaba metiendo hasta las rodillas en ella, y era espesa, me costaría mucho salir de ese montón de estiercol en el que iba a participar, era consciente de ello, pero cuantos más inmigrantes con cuyas vidas traficar, más cargo de conciencia, y más serio se me hacía el planteamiento de ir a contárselo todo a la policia, en la primera comisaría o el primer retén que viera abiertos.

  • ¿Y qué tal con la rubia, Sofía?

No contesté, estaba sumida en otros pensamientos, le oía hablar, pero no le escuchaba. Sus palabras chocaban y resbalaban en mi como las gotas de agua sobre el parabrisas del Maseratti. No me importaba lo que dijera, estaba harta de barbaridades, de paranoias, obsesiones y mentiras. En mí comenzaba a formarse un plan, por el cual sabría que acabaría por meterme en un lío tremendo del que llevaba escondiéndome ya casi años, pero tal vez ese fuera el momento de encontrarme cara a cara con él, total, el destino, si es que eso realemte existe y es útil para algo, me lo estaba poniendo a huevo. Quizá no debiera dejar escapar la oportunidad de afrontar la única y más terrible verdad de mi vida. Me tocó levemente el muslo.

  • Te decía que que tal te va con tu vecina esa tan mona que tienes.

  • Quita esa mano de encima.

  • Perdona, oye. Hubo un tiempo - sonrió maliciosamente-, en el que eso no te ponía nada nerviosa, sino de otra manera. ¿Podremos volver a eso algún día?

Volví a no contestar, y ella respetó mi silencio. Era lo único que podía darle, el único escondite, la única tabla de salvación que me quedaban. Cualquier palabra, cualquier gesto, podría interpretarlos y averiguar que había detrás de ellos, sobre todo en lo que a Carmen respectaba. Y Agriel era muy lista, demasiado, y sabría interpretar las señales como lo que realmente eran, y actuar en consecuencia. El silencio no. El silencio era ambiguo, ni mentía ni decía verdades. Ni escondía ni revelaba, ni era odio ni amor. El silencio es el silencio y no había nada más detrás de él, aunque tras él se escondiesen intensos miedos, o temores, o sentimientos. Sólo silencio.

  • ¿Quieres saber cual va a ser tu parte?

De alguna manera me hiere, me hiere que piense que realmente voy a aceptar cobrar algo. Y sigo mirando por la ventanilla.

  • Yo no quiero ninguna recompensa por esto.

  • Pero lo has aceptado. Venga...no te me pongas santona ahora, las dos sabemos que ese dinero te vendría muy bien, que la beca no te da para mucho...si has decidio trabajar en esto, hazlo con todo lo que conlleva...siempre te gusto tener tus honorarios por tu trabajo, y no me cabe duda de que esta vez lo harás tan bien como siempre.

  • Sabes que si he aceptado volver a las andadas, es porque no me has dejado otra alternativa. No quiero ver peligrar la vida de quienes quiero, ya lo he visto demasiadas veces. La única paga realmente valiosa que puedo recibir de todo esto, es que tú no vuelvas a molestarme ni a acecharme cuando todo acabe.

  • No soy yo quien te busca ni te acecha, es el destino, que quiso unirnos, porque es lo mejor que podía hacer, y ¿quién soy yo para llevarle la contraria? Sólo intento que el plan que tenía para las dos se acabe culminando.

  • Por millonésima vez, deja de decir gilipolleces, no sé si me explico, no quiero volverte a oír hablar del destino, de almas unidas, y menos si esas dos almas se supone que son las nuestras, ni de planes divinos, ni de volver a estar juntas ni nada de eso. Asúmelo, me desencanté de tí hace mucho, gracias al cielo, y no quiero volver a verte. Y si de verdad eso del destino existe, y de verdad por él estoy atada a tí, ten por seguro que no me voy a quedar quieta mientras él decide por mí, lucharé lo que haga falta para deshacerme de esa atadura y alejarte de mi vida.

Agriel sopló con impaciencia, mientras metía el coche por la entrada del puerto, que a causa del temporal estaba vacío.

  • No sé cuanto tardarás en darte cuenta de que estás equivocada, pero espero que no sea mucho.

No le respondí, de verdad que no tenía ganas, no de seguir en aquella conversación tan inútil y surrealista, no quería perder de nuevo tiempo y palabras en una discusión en la que ninguna de las dos cedería. Así que fue ella quien siguió hablando.

  • Allí están - señaló con la mano un grupo de cuatro personas, una de ellas era Helena, dos hombres y dos mujeres, cercanos a dos Audis plateados, aparcados al principio del tercer muelle.

Salimos del coche y empezé a estudiarlos a todos, total, seguro que ellos lo harían conmigo, porque no iba a hacerlo entonces yo. Llegados allí, Agriel les saludó, y me los presentó.

El más alto, como yo más o menos, se llamaba Roman Lanck, era rumano, vestía una gabardina oscura que le llegaba hasta un poco abajo de las rodillas, el pelo repeinado con gomina hacia detrás, me recordaba a Mijatovic, pero un poco más rubio. Tenía la complexión fuerte, de hecho lo era, cosa que más tarde comprobaría. Luego estaba Milena, se parecía bastante a Helena, aunque llevaba el pelo algo más corto y más castaño, de bote, comprobé. Cosa extraña, se me hacía raro que alguien se tintara el pelo para tenerlo de ese color. Por último, Helena, a quien ya conocía, y Diego, este era medio griego medio español, bastante bajo, pero muy fuerte también, fue el único que tuvo la suficiente educación como para sacar la mano de su chaquete de oscuro cuero y estrechar la mía cuando nos presentaron.

Comenzaron a repasar el supuesto plan, el barco con los pobres inmigrantes sub-saharianos llegaría en nueve días, más o menos, y estos estarían esperando hacinados en uno de los contenedores, que supuestamente cargaría soja brasileña. Poco después, en la estación de autobuses llegarían tres autobuses de Polonia, Rumanía y Ucrania, con las chicas que, engañadas y casi asaltadas, acabarían ejerciendo la prostitución en algún lujoso club marbellí o de Benidorm. Escuché todo poniendo mi atención y mis cinco sentidos, tanto en ver las fisuras y defectos del, hay que reconocerlo, casi perfecto plan, como en estudiar a los componentes de ee extraño grupo de traficantes con quien iba a tratar, todo tenía que estar "atado y bien atado", tenía que tener todos los detalles, puntos y acciones bien claros, para llevar a cabo el plan que tenía pensado. Y ese plan tenía que dar resultado, fuera como fuera.

Aunque en ello se me fuera la libertad.

Aunque en ello se me fuera la vida.

*"Dime si lloras/ y si te ahogas/ dime si lloras/ como yo./ Dime si lloras/ entre las sombras/ dime si lloras/ por los dos." (Alejandro Parreño y Chenoa)

  • Entonces, ¿tu hermano llega a Valencia el viernes, no?

  • Sí, así es - le contesté a Jaumen, intentando pasar por alto el leve acento de valenciano de La Costera que le daba a su castellano. De normal me hubiera gustado, siempre mi hizo gracia ese acento tan cerrado de la comarca vecina a la mía, pero algo había en él que no me gustaba.

  • Ha estao mucho tiempo fuera, ¿verdad? - el pobre llevaba todo el trayecto de vuelta intentando cortar el incómodo silencio que en el coche se había hecho, a la vuelta de pasar la tarde en la bolera. Las preguntas tontas cuyas respuestas sólo podían ser monosílabos eran sólo un intento desesperado más.

  • Sí, bastante. Pero creo que lo necesitaba, casi tanto o más que todas las terapias del IVO, si no iba a las fiestas del pueblo primero, y a la "quedá" en el monte después, le podía dar algo. Además, en el hospital le dijeron que había mejorado bastante desde las últimas pruebas, y él mismo se permitió esa licencia - le expliqué sorprendida de haber sido capaz de soltar más de diez palabras seguidas.

  • Me alegro. Bueno, pues ya hemos llegado.

  • Sí - miré a la calle, buscando mi portal, pero mi vista pasó antes por la cafetería que estaba al lado, donde ví una figura alta y morena que pronto atrajo toda mi atención-.

  • ¿Vas a subir ya a casa?

Quizá el chico quería subir también, y arreglar de alguna manera el desastre de día que había sido, pero mi ser entero me gritaba desesperado que fuera al encuentro de esa persona que estaba acodada en la barra, frente a una taza de loza azul. Así que fui directa al grano, mentir no podría, no iba a subir a casa, y si le decía que sí, intentaría ir él detras.

  • La verdad es que no, he visto que en la cafetería está una vecina mía. Hace tiempo que no le veo, y necesito hablar con ella de unos asuntos.

Un destello de desilusión pasó por su mirada, que me llenó de culpa y compasión. ¿Por qué tenía que estar haciéndole esto? ¿Por qué tenía que estar usándole de esa manera? Desde luego, esa forma de actuar no iba nada conmigo, tenía que ponerle arreglo pronto a esto, pero para eso, el primer paso, era hablar con la otra parte implicada, y la otra parte implicada estaba empezando a ponerse la chaqueta para salir de la cafetería, así que me giré corriendo para despedirme de Jaume.

  • Bueno Jaume, ya te llamo yo mañana, ¿vale?

  • De acuerdo, cariño - ¿ese cariño iba conmigo? No me sentía en absoluto identificada con esa palabra-, que tengas buena noche.

  • Tú también, descansa mucho

Nos besamos levemente, sé que él hubiera querido más, pero no podía ser, no cuando lo que encontraba en sus labios no era nada más que saliva fría y resbaladiza, nisiquiera el hecho de qe tuviera unos labios tremendamente suaves y expertos quitaban que me sentía vacía, como si estuviera besando a un vaso de agua, que luego en absoluto me saciaba de la verdadera sed que yo tenía. Salí del Mégane verde de Jaume y fui casi corriendo a la cafetería, encontrámdome con Sofía ya cruzando la puerta. Me miró sorprendida al principio, pero luego una sonrisa complaciente se instauró en su cara, despertando en mí sentimientos que llevaban dormidos tanto tiempo como yo llevaba sin perderme en sus ojos. Comprobé por el reflejo del cristal que el coche de mi novio ya no estaba.

  • Hola Carmen, ¿qué pasa? ¿Venías a la cafetería?

  • Yoo...sí, iba a entrar ahora.

  • Muy bien, yo ya me iba...pero...no sé, a no ser que hayas quedao, si quieres, te hago compañía.

  • Bueno.. - ¡sí, sí, sí, que se quede, que se quede! Me gritaron todas y cada una de mis hormonas-, yo no querría molestar, si tienes algo que hacer...

  • Psss..., la verdad es que sólo iba a deambular un poco.

  • Pues, si no te molesta, creo que lo haremos juntas. Hace tiempo que no deambulo por la ciudad.

Una pequeña risa ahogada y un toque en el hombro, creo que el primer contacto desde lo que pasó la noche de la gran borrachera.

  • Bien, vayámonos entonces.

Cruzamos la calle y comenzamos a caminar con lo que a mí me parecía un rumbo sin fijar, pero que ella parecía llevar calculado y decidido.

  • ¿Y qué tal con la novela?

  • ¡Muy bien! Quiero decir, tengo que ir al mes que viene a Valladolid, a pulir y atar unos cuantos cabos, y quizá, si todo va bien, podrían publicármela a finales de otoño.

  • ¡Ehhh! Eso es genial, enhorabuena.

  • Lo sé, gracias.

De nuevo se hizo el silencio, pero era un silencio placentero. No como cuando estás incómodo porque no sabes que decir, o no estás a gusto. Era un silencio lleno de confianza y comodidad. Al rato, no sé ni cuanto, su voz rompió mis pensamientos, en los que yo estaba intentando sacar de alguna manera un tema que me llavara a revelar mis sentimientos.

  • ¿En qué piensas?

Más apunto no podía habérmelo puesto. Sin embargo, me paralizé y acobardé en el

  • En que hace bastante tiempo que no salía a pasear, así sin más. A pasear a secas, sin un sitio fijo al que llegar, sólo a pensar, y deambular, y contemplar.

  • Decididamente, eres escritora.

  • ¡Anda! Te lo digo muy en serio. Desde que no estoy en Bolbaite, hay cosas como esa que echo mucho de menos.

  • ¿Echas de menos tu pueblo?

  • ¿Sabes? Puede parecer raro, en alguien joven, pero sí. Debería gustarme vivir en la ciudad, y nio está mal, tienes de todo...y no podía seguir perdiendo casi 4 horas todos los días en ir y volver de la facultad. Pero aún así....te acostumbras a cosas, como que ningún semáforo te regule el paso, o poder mirar al cielo por la noche y ver las estrellas, en vez del humo y el reflejo de las luces, caminar por en medio de la calle sin preocuparte de que te atropellen.., acabar de llover y abrir la ventana para asomar la...

  • cabeza y respirar el olor a tierra mojada - me encontré con Sofía diciendo exactamente las mismas palabras que yo. Le miré sorprendida pero emocionada, me llenó tanto que supiera lo que iba a decir.

  • ¿Cómo has sabido lo que iba a decir?

  • Créeme Carmen, sé bastante bien como te sientes. Y algunas cosas las comparto.

  • ¿Túúúu? - pregunté toda extrañada-. ¿Tú que antes de venir aquí vivías en Atenas? ¿Cómo vas a comprenderme y a echar de menos lo mismo que yo?

  • Aayyy, Carmen, que malo es hablar sin saber. En realidad, sí vale, yo vivia en Atenas, pero no desde siempre. Mi familia tenía una especie de finca en el campo, bastante cerca de un pueblo, y yo vivií allí hasta los doce años.

  • Ah, vaya - esta chica era una eterna caja de sorpresas-,¿y por qué os fuisteis?

  • Bueno, teníamos suficiente para vivir, ¿sabes? Por mí nunc nos habríamos ido de allí, era feliz, y tenía mis amigos en el pueblo, era libre...me gustaba vivir así. Además, no nos iba mal, teníamos nuestras viñas, nuestros olivos, unos cuantos frutales...lo vendíamos a los almacenes de alrededor, y aparte teníamos una pequeña huerta para consumo propio, y un corral con aves, y con gallinas ponedoras...estábamos bien, suficiente para subsistir tranquilamente.

  • ¿Peeerooo?

  • Peeeero, a mi padre y mi hermano les dio la fiebre del progreso. Que si aquello no era vida, que si nos estábamos quedando atrás, que si fíjate tú que todos los jóvenes se iban del pueblo, que si no era futuro para los hijos, bla bla bla....yo me habría quedao encantada, incluso me habría hecho cargo de la finca. Pero vendimos la mayoría de la tierra,nos quedamos con la casa y unos cuantos árboles, por si queríamos volver, y nos fuimos a la capital. Con el dinero conseguido mis padres compraron un hostal de un hombre que se jubilaba, y empezamos a regentarlo. Volvíamos de vez en cuando a la finca, alguna vez a pasar las vacaciones...pero ya no era lo mismo.

  • Te entiendo, ¿volverías ahora?

  • Bueno, este verano volveré a pasar allí unos días, claro.

  • No, no es eso lo que quiero decir. Quiero decir que, si pudieras recuperar ahora toda esa tierra, y volver a trabajarla y a vivir de ella, ¿lo harías?

  • No sé...en fin, me alejé de ella justo cuando estaba en la edad de empezar a aprender a llevar una finca así ed verdad, no sólo a ayudar y punt, sino a saber como se trabaja y se vive del campo, con todas sus técnicas y sus inconvenientes. Creo que ya he olvidado como era esa vida, y que se me ha hecho tarde para aprender esas cosas.

  • Vaya.

Sofía suspiró con cierta tristeza. Y me preguntó.

  • ¿Y tú? ¿Volverás tu a Bolbaite algún día, para quedarte allí?

  • Pues mira...es una cosa que he estao pensando y...sí, quizás no sea algo con mucho futuro, pero tembién es verdad que ahora las cosas están mucho mejor que estaban, e irán mejorando. Antes neceistabas dos días para llegar a Valencia, ahora en una hora estás, y ni siquiera hace falta que vengas, hay pueblos más grandes cerda que cumplen sus funciones...realmene, no me apasiona la idea de acabar por instalarme en una ciudad. Añoro mi pueblo, añor la confianza y la tranquilidad, añoro frío y calor reales, añoro tierra y ríos. Si por lo que fuera...no acabara por instalarme para siempre en Bolbaite, no sé que haría, quizá lo único que me gustrái hacer...sería...ver mundo.

Sofía se paró en seco, y se me quedó mirando. Entonces tendió su mano hacia mí y me peguntó.

  • ¿Te apetece venir a ver mundo conmigo?

Y de repente, ahí estaba todo. Mi mundo se cerró alrededor de esa imagen, todo lo que yo deseara, estaba ahí, frente a mí, tendiéndome su mano e invitándome a compartir algo grande. El tiempo desapareció, y todo perdió sentido, dejé de ver las fincas de alrededor, dejé de oir los coches pasar, sólo podía centrarme en lo que tenía delante, y fue en ese momento cuando me di cuenta de que todo giraba en torno a ella, que no había nada más, sólo ella era lo que quería, ella ofreciéndome algo, ella compartiendo algo conmigo. Mi corazón había dejado de latir y luego había comenzado una carrera loca en tan sólo un segundo, y mi alma se perdió en ese nuevo mundo que en un instante se había creado, estaba claro que ya había elegido, que le amaba a ella, y que en mucho tiempo no podría conseguir amar ni siquiera la mitad a nadie más.

  • ¿Carmen, que si te vienes a ver mundo conmigo?

Aún sin comprender a que venía todo aquello, le miré embelesada por el dulce tono que su voz daba a mi nobre, y le cogí la mano, como si de verdad, de un momento a otro, una alfombra voladora fuera a aparecer y nos llevara a ver mundo.

  • Claro que voy Sofía.

  • Carmen...¿te encuentras bien?

Se acercó un poco más a mí, y pude aspirar su eterna olor a Nenuco. Su cercanía me hizo volver al mundo real, cuando mis neuras me recordaron que debía tener cuidado, que no podía volver a dejarme llevar y aprovecharme como hize aquella vez.

  • Sí, es sólo que....no sé. Perdona, no te entiendo - fue lo único que acerté a decir. Pero bendita aquella tontería que solté, que le arrancó una sonrisa capaz de robarme el aliento.

  • Quiero decir, que hay una exposición aquí cerca, de fotos de Javier Reverte, ¿sabes quién es, verdad?

  • Claro, claro, el escritor.

  • Eso es. Pues ha hecho un libro de las mejores fotos de sus viajes, y una fundación ha conseguido que le deje los originales para hacer una exposición. A eso me refería, a que si te venías conmigo a verla.

¿Una exposición? ¿De fotos? ¿De Javier Reverte? ¡¡Claro que sí!!

  • Claro que me voy contigo a verla, ¡como no!

  • Bien, vamos pues. Está cerca de aquí.

  • Vale, oye, ¿y cómo es que tú vas a eso?

  • Porque me gusta, ¿te parece raro?

  • No sé...no te pega.

  • Uy, que pasa, te parece raro que la ruda nadadora ahora le apetezca ir a ver una exposición de fotos.

  • Pues sí - reí-, aún a riesgo de parecer una prejuiciosa, me parece bastante raro, pero no me importa, ¿eh? Y te agradezco que me hayas invitao.

  • Nada mujer, me he imaginao que te gustaría.

  • Pues sí, mucho. ¿Dónde está?

  • Es ahí, en esa puerta marrón.....vaaaya.

  • ¿Qué pasa?

  • Creo que está cerrada.

  • No jodas.

  • Pues...creo que si.

Cruzamos la calle, y en la puerta de la fundación vimos un horario, según el cual no habrían por la tarde, y para ver las fotos deberíamos esperar hasta la mañana siguiente.

  • Bueno - se encogió de hombros-, ya que te he hecho venir hasta aquí para nada, al menos, déjame que te invite a cenar como recompensa.

  • No - me miró sorprendida-, la última vez me invitaste tú, ahora me toca a mí.

Confusión pasó a sonrisa.

  • Vale, me parece justo. ¿Dónde vamos?

  • Mmm, creo que a mi estómago se le antoja un kebab.

  • Ooohhh, siíííííí, un kebab, que bueno. Me parace perfecto.

  • Vamos pues, pero mejor cojamos el autobus, si no no llegaremos en la vida.

Nos metimos en el autobus, y en unos minutos estuvimos en la parada. Bajamos y comenzamos a andar por la peatonal Calle Ruzafa. Llegamos al bar donde tocaba ir.

  • Oye, ¿a tí te gustan los bares de esta calle, verdad?

  • ¿Por qué?

  • Mujer, ¿te acuerdas de cual fue el primer bar al que fuimos juntas?

  • Ahhh, vaya, jeje, Los Toneles, que están un poco más alante, sí. Bueno, no es mi culpa si se concentran todos aquí.

  • No, no desde luego. De hecho, debe resultarte de lo más práctico.

  • Jejeje, sí, tira anda entra.

Buscamos una mesa tranquila, en la planta de arriba, y pronto nos trajeron nuestros Donner Kebabs, debíamos estar las dos hambrientas, porque nos pusimos a comer sin apenas cruzar palabra. La verdad es que, no sé ella, pero mi merienda había sido de un insípido...como casi todo lo que compartía con él. Sin embargo, estando con Sofía, aún sin estar saliendo juntas, todo se me despertaba, todo parecía agrandarse y mis sentidos estaban mucho más receptivos. Sin embargo, fue ella quien se acabó antes el bocadillo.

  • ¿Qué te ha parecido?

  • Bueno - se metió en la boca un trozo de carne con salsa que se había quedado en el papel-, tengo que decir que no estaba mal...pero es como muy "estándar".

  • ¿Qué? A ver, que es eso de que es un kebab estándar.

  • Mmm, verás, no quiero despreciarte que me hayas traído aquí. De verdad que el kebab estaba bueno y el bar está bastante bien. Peroo...no llega a saber a un kebab aunténtico.

  • ¿Por dónde me vas a salir?

  • A ver, como te lo explico. Mira, una pizza, por ejemplo, hay muchas pizzerías en Valencia que seguro que las harán buenísimas, ¿cierto?

  • Cierto.

  • Pero seguro que no es tan aunténtica y tan pizza como la que pueda hacer un italiano en su casa. O una paella, hay muchos bares, incluso paelladores que las hacen muy buenas, y bastante parecidas a como realmente son.

  • No te creas, que hay por ahí cada aberración de la paella...

  • Ya, bueno, pero eso. Seguro que por muy buenas que estén, ninguna sabe...como la que tu padre o cualquier valenciano pueda hacer en su casa del monte o de la playa un domingo. ¿A que no?

  • Vale, ya te cojo. No es lo mismo un Agual de Valencia que venden por ahí, o que puedan hacer unos amigos en una casa...por muy buena que esté, nunca será como...la que hacen en esa taberna que está en la Calle La Paz.

  • ¡Exacto!

  • Muy bien, ¿y qué propones que hagamos con el kebab entonces?

  • Te propongo...que el próximo viernes quedemos a cenar, y yo te llevaré a un sitio donde podrás degustar un kebab, griego eso sí, como dios manda, con su salsa y su cordero y su picante y su todo. De hecho... - sacó una libreta pequeña de su bolsillo y empezó a escribir algo-, ahora si me perdonas tengo que irme, porque he de ir a una cita urgente...y ese viernes yo no podré acompañarte hasta el sitio que te voy a invitar, así que te lo dejo apuntado aquí, y acudes a eso de las nueve y media, yo iré más o menos a esa hora. Si me retrasara por algo, te llamo al móvil, ¿vale?

  • De acuerdo.

Se puso la chaqueta y me dio le papel.

  • Gracias por invitarme, de todas formas.

  • De nada mujer - desplegué el papel y leí extrañanda "Restaurante Caulous", calle Palleter 20, pta.7.-, Sofía, espera - se detuvo cuando empezaba a bajar las escaleras-, esto...esto en tu casa.

Me guiñó un ojo

  • Buen y auténtico kebab griego, en exclusiva para tí. Hasta ese día, Ferrer.

  • Hasta luego.

Me quedé a acabarme el kebab, deleitándome en la figura espectacular pero discreta al mismo tiemopo de Sofía alejarse por la calle, mirándole la espalda desde la ventana. Y me sentí feliz, feliz de poder volver a hablar con ella, de parecer haber recuperado la confianza, de poder volver a empezar, de tenerle cerca de nuevo, aunque pareciera como si nunca fuera a ser como yo quería, quizá con eso me bastara, quiza fuera a ser lo mejor, si ella acababa por volver a Grecia este verano. Quizá pronto yo podría asumir que nunca pasaríamos de ser lo que éramos, y conformarme con poder disfrutar de ella así. Pero quizá, sólo quizá.

La camarera se acercó, y yo quise pedirle un té de manzana y la cuenta, pero para sorpresa me puso una taza blanca delante, con ese mismo líquido que yo iba a demandarle humeando en ella, para decirme, con sonrisa un tanto maliciosa, que la chica que me acompañaba le había pedido que me lo subiera, y ya había pagado la cuenta. Le dí las gracias y me enamoré aún más de Sofía, si eso cabía. Ya no era sólo el misterio, ni la novedad, ya no era su cuerpo, ni su mirada o sus palabras, es que ya eran detalles como ese, me tenía totalmente enganchada, y no sé como podría liberarme de su lazo. Quizá algun día lo consiguiera, quizá no y para siempre estaría atada a ella, o quizá algún día podría conseguir siquiera llamar su atención y que se fijara en mí como yo queía que lo hiciera. Sólo quizá. Bebí el primer sorbo de ese líquido verde como la esperanza que estab volviendo a venir a mí, y dejé que su calor me llenara y me reconfortara, igual que pasar tan sólo una hora con Sofía lo había hecho. Y a esperar que llegara el momento de volver a dejar que me envolviera en sus detalles y me llenara de esperanza.