A la luna de valencia ii

Sofia y carmen empiezan a liarse de una manera muy particular, mientras antonio el mejor amigo de sofia la entrena en natacion para la proxima competicion.

A LA LUNA DE VALENCIA

Escrito por: Atramentum et pergamen

*"Grita,grita,grita / no te pueden oir /Grita, grita más alto / que te puedan sentir / grita, grita, grita, grita / si te sientes sólo/ hay un amigo cerca de ti." (melón diesel)

Es jueves por la tarde, y a pesar del frío húmedo de febrero que cala hasta los tuétanos de los viandantes, dos figuras van corriendo por los jardines del antiguo cauce del Turia.

Uno de ellos es un hombre maduro, alto, fuerte y muy moreno. Una perilla recortada y bien perfilada junto a unos picarescos ojos, le dan el aspecto de lo que realmente es, un don Juan algo vividor y sin vergüenza, pero buena persona en el fondo, y uno de los pocos amigos de su acompañante de carrera.

El hombre se para resoplando, y dobla su espalda para apoyarse en sus rodillas y recuperar poco a poco el aliento.

Su acompañante se paró unos metros más adelante, dio media vuelta y se dirigió a él con tono preocupado:

  • ¿Te pasa algo Antonio?

  • ¡Piedad Sofía! ¿Se puede saber qué has desayunado hoy? Estás inagotable, y yo ya no puedo con mi alma.

Sofía ya había llegado a su altura, y daba círculos lentamente a su alrededor, moviendo sus brazos de atrás a adelante, para normalizar su respiración.

  • ¿Cómo puede ser que mi entrenador tenga peor forma física que yo? -hablaba burlonamente-. ¿Qué clase de preparador me he buscado que no aguanta que yo suba el ritmo?

Antonio ya se había recuperado, y le pasó el hombro por los brazos amistosamente:

  • No es que tenga mala forma. Es sólo que me hago mayor, y que nunca te había visto correr tanto y tan rápido, vas como alma que lleva al diablo. ¿Se puede saber qué te pasa hoy? Desde que hemos empezado a ejercitar te noto más tensa de lo normal. Y en la vida te había visto correr con tanto entusiasmo. Venga, ya me estás contando qué es lo que pasa por esa cabeza.

  • Naaaada.- Antonio se paró y le miró incrédulo-. ¡En serio que no me pasa nada! Es sólo que hoy me he levantado activa.

  • Sofía, a mí no me engañas. Te conozco demasiado bien y sé que algo escondes.- Se había puesto muy serio y volvió a cogerle de los hombros para seguir caminando-. No es bueno que te lo tragues todo, griega testaruda, no es preciso que te hagas la dura. En tus ojos y en tus movimientos veo que algo te atormenta, y me hace pensar que no tiene nada que ver con el doctorado ni con el nacional de natación, sino más bien con el corazón. Así que ya puedes empezar a largar, que te necesito "mens sana in corpore sano", pero de alma también.

La griega suspiró, Antonio le conocía poco tiempo, pero ambos habían congeniado muy bien, y era el único a quien ella le había contado sobre su oscuro pasado que seguía atormentándole. Sabía que de él no podría ocultarse, y que en él sí podía confiar.

  • Vaaaaale Antonio. Tú ganas, sí que me pasa algo, y sí tiene que ver con el corazón.

Calló y Antonio volvió a pararse para decirle impaciente:

  • ¿Es que voy a tener que sacártelo con cuchara?

  • ¿No piensas parar hasta conseguirlo, verdad?

  • Sabes bien que no. Cuéntame todo mientras vamos a la piscina a que hagas unos largos, antes de que se nos congele el sudor y cojamos una pulmonía.

Sofía decidió que quizá era mejor así, que aunque no aplacara su pena, Antonio le ayudaría a sobrellevarla, y le aconsejaría para darle consuelo y solución. Siempre lo hacía, nunca le había fallado, y no cesaría de interrogarle hasta que se lo contara todo. Así que decidió abrirse a él una vez más, y de paso no tener que aguantar su amable acoso y derribo.

  • " A menudo me recuerdas a alguien / tu sonrisa la imagino sin miedo / invadido por la ausencia / me devora la impaciencia / me pregunto si algún día te veré" ( Miguel Ríos)

Carmen fue otra vez a casa de Sofía. Desde el lunes por la mañana no había vuelto a saber nada de ella, a pesar de haber ido martes por la mañana y por la tarde y miércoles por la noche a buscarle.

Ninguna de las tres le había abierto la puerta, y excepto el martes por la tarde, en el que una música se oía salir a la perfección del piso de la griega, las demás, no había oído ni respuesta, ni pasos, ni ningún ruido, nada.

Esa vez tampoco pasó nada y resignada sacó una nota de su bolsillo. La repasó para ver que estaba bien escrita: "Sofia, soy Carmen. No he sabido de ti en toda la semana, y sólo quedan dos días para lo del sábado, además....me aburro si no tengo quien me sujete en el autobús hacia la Facultad ;-). Por favor, pásate por mi casa, y si no puedes o no estoy, llámame al móvil que te dejo apuntado detrás. Besets, :Carmen:"

La pasó por debajo de la puerta, asegurándose que se metiera lo suficiente como para no romperse o arrugarse cuando Sofía abriera.

Oyó que en su casa sonaba el teléfono, y corrió para contestar. Una voz familiar le habló:

  • Hola, ¿está Carmen?

  • Sí, soy yo. ¿Con quién hablo?

  • Hola Carmen. Sóc Jaume, ¿com va tot? ¡Ay! Disculpa'm, ja no m'en recordaba que tu no parlabes valenciá. Ya está, ya me paso a tu bando- Jaume rió su propia gracia. "Ja, ja, ja" pensó Carmen con malagana al imaginar a Jaume delante del espejo ensayando sus gestos mientras hablaba con ella.

  • Hola Jaume, ¿qué querías?- sonaba seca, lo sabía, y eso era lo que quería

  • Bueno, es que Visent Bea y yo habíamos pensado en quedar este sábado para salir por ahí, y me han dejado encergado de que te avise.

  • ¡Uy! Lo siento, no puedo- "sí, los cojones lo siento"-, pero ya he quedado. No va a poder ser.

  • Aaahhh, vaya. ¿Y el viernes tal vez?

  • El viernes..- " a ver, invéntate algo pronto"-. No, el viernes tampoco. Por la tarde viene mi hermano Manolo a verme desde Bolbaite y se queda a dormir. No le voy a dejar al pobre, encima de que viene desde allí.- "¡toma peazo mentira!"-.

  • Claro, claro que no. Pues tal vez el domingo por la tarde para ir al cine o algo. O el fin de semana que viene.

  • Tal vez. Si veo que el domingo puedo ya os llamo, ¿vale?

  • De acuerdo Carmen. Hasta luego.

  • Adéu Jaume. - "mejor hasta nunca".

Colgó impaciente, y oyó que desde el comedor sonaba música. Recordó entonces que se había dejado puesto el Básico 2 de Revólver. Tuvo tentación de quitarlo, pero la voz grave y a veces rota de Carlos Goñi cantando esas canciones tan bonitas...era algo superior a sus fuerzas. Escuchó deleitada una de sus favoritas; " contra el color de tus ojos / me quedé sin voluntad /...("ayy, algo así como lo que a mí me ha pasado contigo, Sofía)" "y convertiste mi amor / en algo de usar y tirar... "por favor, que eso no me ocurra. Si no me quiere, vale. Pero si me quiere, que lo haga bien y de verdad"

Se fue a la cocina a prepararse un zumo, mientras su adorado Goñi seguía machacando guitarras, violines, gaitas y flautas en el estribillo de aquella canción que, tras seis años escuchándola, todavía le hacía "bailar" y emocionarse cada vez que la oía:

"Ya no volveré a apostar por nadie / ya no volveré a ser como soy / ya no volveré a nuestra calle / ya no volveré a firmar mi rendición..

Se sentó en la mesa, y en ella vió un gran sobre marrón listo para ser enviado:

  • ¡Mierda! Casi me olvido de que tengo que echarlo a correos.

Cogió un post-it de la nevera y comparó la dirección que habían en él con la del sobre, para asegurarse de que estuviera bien escrita: EDITORIAL RES PUBLICA c/ Conde de Navaljacinto nº 15 pta.3 /Valladolid/.

  • Ánimo y al toro Carmen. Esta va a ser una de tus últimas oportunidades, así que autodeséate suerte y tírali.

Se puso su chaqueta de piel vuelta marrón, y salió a la calle, hacia la estafeta de correos más cercana. Cuando vió como el chico le colocaba el sello certificado al sobre, cerró sus ojos involuntariamente, como despidiéndose de aquel paquete donde viajaba uno de sus sueños esperando a que esta vez sí cayera en manos de alguien que le ayudara a cumplirlo.

  • " Nunca el tiempo es perdido / sólo un recodo más / en nuestra ilusión / ávida de olvido / nunca el tiempo es perdido" (Manolo García).

  • Entonces, tú crees que debo hacerlo ¿no?

  • Pues claro Sofía. Total, no tienes mucho que perder.- Antonio paró el coche ante un semáfaro en rojo-. Además, si ella actúa y reacciona tal y como me has contado, quizá vayas a tener suerte y todo. Y otra cosa, - volvió a arrancar-, así de paso liberas tensiones, en vez de hacerlo machacándote de esa manera tan bestia en los entrenes.

  • Pero Antonio, el nacional está cerca y yo aún no sé...

  • ¡Ni nacional ni chorras! El equipo te necesita bien entrenada, sí, pero no reventada.

  • ¿El equipo me necesita? Si todavía no me han dicho que me hayan seleccionado.

  • ¿Pero es que te cabe alguna duda? Porque a mí desde luego no. Ale, que ya hemos llegado.

Sofía abrió un poco la puerta del coche de su amigo, pero antes de salir se volvió y se le quedó mirando.

  • Antonio...

  • ¿Qué quieres ahora?...- un coche les pitaba por detrás impaciente.

  • Que muchas gracias por consolarme y ayudarme, otra vez...

  • ¡Anda! Dame un abrazo que sé que te estás muriendo de ganas- la griega rió de buena gana mientras estrechaba la espalda de su entrenador.- y arrea a hablar con tu futuro romance.

  • ¡Jajajaja! ¿Y quién te ha dicho que vaya a serlo?

  • No hace falta que nadie me lo diga. Lo sé y punto, ¿olvidas que yo sé las cosas, y punto?

  • I don't know. It's a mistery!

  • ¿Quééééé...?- Antonio no había entendido ni una.

  • Naaaada. Es sólo una frase de Sahkespeare in love que venía muy bien pá la situación.

  • ¿Queéééééé..?- El pobre entrenador seguía sin entender nada.

  • Bueno, es igual. Hasta el lunes, y gracias.

  • Que sí, mujer que sí. ¡Ya me contarás, eeehhh!- le recordó con voz entre pícaro y marujón.

La griega comenzó a subir las escaleras tranquilamente, no quería correr, ni coger el ascensor. Quería tomarse todo el tiempo del mundo antes de llegar a su piso y poner en orden sus sentimientos y sus pensamientos.

Antes de nada pensó en la suerte que tenía de haber encontrado a Antonio, alguien como ella, también con un pasado un tanto oscuro que cargaba en la conciencia, y que tanto le había ayudado y comprendido desde que llegó a Valencia.

Eso le ocupó hasta el primer piso, y a partir de ahí, sólo tuvo cabeza para su querida vecina.

Se sonrió al pensar en la ternura que había despertado en ella, y en como sus grandes ojos verdes le habían atraído nada más subir al autobús.

"No, mentira, no fueron sus ojos. He visto muchos ojos así, e incluso más bonitos. Fue como me ví reflejada en ellos, a pesar de que suene a novela rosa, sí, me ví reflejada en ellos, y me ví a mí misma como hacía años que no me veía. Y sé también que a través de ellos he visto una generosidad y una inocencia que hacía mucho que no veía en nadie.

Es como si sólo ella (bueno, aparte de Antoñete, claro) pudiera ver eso de mí que estaba tan escondido. ¿Qué me hace para despertar estos sentimientos tan buenos en mí?

¿Cuánto hace que nadie me hacía sentir así? Puede que desde Pericles no pensara en nadie así. ¿Cuántos años tenía entonces? Bufff, diecinueve. ¡Dios mío, seis años sin sentir lo que es el principio del enamoramiento! ¿Del enamoramiento? ¿Pero yo estoy segura de lo que me estoy diciendo? ¡Ah, pues se ve que sí, que estoy muy segura! Vaya, nunca acaba uno de conocerse a sí mismo. Ahora todo es distinto, ni siquiera con Agriel sentí algo así, con Agriel las cosas no eran como ahora. Agriel..., esa maldita traidora, esa maldita, cruel y viciosa Agriel...por tu culpa he perdido tres años de mi vida, y por culpa de tu recuerdo he estado a punto de dejar escapar a Carmen...

Pero ahora no. Menos mal que Antonio me ha abierto los ojos. Ahora ya estoy decidida, y en cuanto vea un mínimo atisbo de algo, me lanzo. Total, sólo me quedan unos meses aquí...jooo, sólo unos meses, ¡y yo quiero estar con ella para siempre!"

Pensando, pensando llegó a su piso. Entró, y al cerrar, oyó el ruido de un papel arrugado. Extrañada, recogió la nota de Carmen, y una sonrisa de emoción recorrió su cara de parte a parte. Dobló sus rodillas y movió el brazo de atrás a adelante, como un futbolista celenbrando un gol. Estaba muy, muy pero que muy contenta, "¿con qué echas de menos que alguien te sujete en el autobús eeehh? Jeje, esto merece una celebracióm". Se fue al mueble bar, y se sirvió un vaso de "¿tequila con kiwi..?, ¿Yo bebiendo tequila con kiwi así porque sí?, uuyyy, que fuerte me está tocando esta chiquita el corazón"

Se fue con el vaso hacie el radio cassete, y puso en marcha el CD, pero una triste canción de Estopa sonaba, recordó que durante toda la tarde del martes la había estado escuchando una y otra vez, " presidiario del silencio / frío, frío que la sangre hiela / si se ha muerto un sentimiento / yo le encenderé una hoguera/ de esas que llevo por dentro / de esas, que de fuego me queman / he perdido los papeles / me han echado de la Tierra / te ví, te ví pero no sé donde ...

  • ¡Aayyggsss!! Esta nooo...- bebió un trago del cubata que se había puesto, y puso la primera canción, pasando directamente a la parte más "intensa", bueno, al menos, la que a ella más le gustaba "¡fíjate un objetivooo../ búscame un adjetivoo.../ fíjate un objetivo distinto / que soy como un vino tinto / que si me tomas en frío engaño / y con los años me hago más listo, ¡cariñoo!- sacó el pecho hacia fuera con ese grito, como si fuera un cantaor de rumba partiéndose la camisa- tómame calentito / a tu ritmo / que soy como un vino añejo / hace ya tiempo me ando buscando / y no me encuentro ni en el espejo...

Siguió bailando con el final de la canción, para acabar saltando y cayendo en cuclillas, como si el guitarrazo final le hubiera golpeado como un rayo.

Se levantó algo más relajada, y todavía sonriendo, fue corriendo a la puerta. Se bebió de un trago el poco cubata que le quedaba, para salir e ir a hablar con Carmen ya. Pero antes, algo le empujó a mirar el reloj de su muñeca, justo cuando su dedo se dirigía al timbre de la rubia. Las once y media de la noche, demasiado tarde. El entrene y la terapia sentimental habían sido demasiado largos. Seguramente Carmen estaría durmiendo ya. Así que suspiró resignada, y corriendo se puso el pijama y se metió en la cama. Mañana a las ocho menos cuarto en punto estaría en el rellano esperando a que su vecina saliera hacia la facultad, y si no se iba a esa hora, y se iba más tarde, ella misma se encargaría de despertarle muy....alegremente, digamos.

Intentó dormir, pero por supuesto, no pudo, había pasado muy malas noches, en las que había acabado durmiendo a base de valerianas cuando el dolor del recuerdo de Agriel le retorcía el pecho. Pero ahora el pecho le picaba por otro motivo bien distinto, y los buenos consejos de Antonio y una simple nota eran los causantes de que en unas horas hubiera pasado de nada a todo, absolutamente todo por esperar y por intentar.

Daba vueltas en la cama, nada no había manera.

Daba vueltas en la cama, nada no había manera. Resignada, Carmen se levantó y fue a la cocina a por un vaso de leche caliente (remedio de la abuela que nunca fallaba) y un par de valerianas.

No podía dormir, no podía dejar de pensar en porque no había sabido nada de Sofía incluso después de la nota. "Sé que ella ha vuelto a su casa. Lo sé, he oído la música. Vamos, que como siga escuchando música a ese volumen no tardarán en tirarla. Así que, ha tenido que leer mi nota, ¿por qué no me ha contestado? ¿No sabe que he estado hasta las doce esperando una llamada o un mensaje en el móvil, o un timbrazo? Bueno, pardilla, como lo va a saber. Si seguro que no piensa en ti como tú en ella, seguro que cuando ha leído la nota se ha asustado de ti, y no vuelve a hablarte ni para pedirte sal. Pero por qué...¿ le asustaría mi actitud el otro día en el autobús y en la calle? Pero no, ¿cómo le va a asustar? Si fue ella quien empezó, fue ella quien me cogió así, quien me habló al oído con ese tono que me enloquece cada vez que lo recuerdo. Fue ella quien me intimidó, quien me acarició para limpiarme una lágrima, ella quien me puso mi mano sobre su pecho, y quien me cogió la mirada con la suya y se negó a soltarla incluso cuando Bea se acercaba...yo no hice nada..¿o será eso? ¿será que no hice nada, y es un poco impaciente, y ahora llego tarde? Aaayyyss, tengo que dejar de pensar estupideces, o perderé la cordura, eso si mañana consigo levantarme para ir a clase, claro. Madre mía, la una y media ya...Sofía, sácame de esta otra vez, por favor..."

Lo que no sabía era que su Sofía estaba en su cama en la misma situación, pero nada angustiada, sino sonriendo y preparando lo que sería (o eso esperaba) una gran sorpresa matinal.

  • "Ese silencio que me despide / me dice cosas que son tan claras / que yo no puedo, no puedo, no puedo dejar de mirarla. / Y yo le tengo que decir pronto / que estoy loquito de amor por ella/ y que sus ojos llevan el fuego de alguna estrella. / Que las palabaras se quedan cortas / para decir todo lo que siento / pues mi chiquilla es lo más bonito del firmamento/. (Seguridad Social)

El despertador tronó sobre la mesilla de noche de Carmen. Miró la hora, las siete menos cuarto de la mañana, ¿yaaaaa? ¡Pero si no haría ni dos minutos que se durmió! O al menos eso le pareció a ella.

Lo apaga de un manotazo y se quedó pensando: "A ver... prácticas de economía que no voy a examinarme y teoría de inlgés, que voy sobrá y me paso la clase en las musarañas. Decidido, me quedo".

Se puso el despertador a las ocho y media, tampoco le gustaba levantarse muy tarde, le parecía que había perdido el día. Además, quizá tuviera suerte y se encontrara con Sofía llendo a comprar o algo. Se había permitido la licencia de enterarse del horario de su curso, y sabía bien que hoy no tenía clase.

Así que apagó la luz, y esta vez si que no tardó nada en dormirse.

Mientras, Sofía se arreglaba a toda prisa en su baño, casi al mismo ritmo de la canción que sonaba en la radio: "y la verdad, es que te quiero en el olvido / pero tu amor es como un vicio/ que ya no quiero dejar / y aunque sé que cada día me lastimas / que cada beso es una espina que se clava más y más, nooo../

Sin darse cuenta, comenzó a dar la vuelta moviendo las caderas al son de la trompeta y los timbales cuando llegó el estribillo.

Se miró satisfecha y sonriente al espejo. Debía hacer siglos que no bailaba de esa manera, y si todo salía bien, pronto vería al motivo de su alegría.

Un poco antes de las ocho menos cuarto salió al rellano a esperar a Carmen. No llevaba mochila. No iba a clase, ni quería simular que fuera a hacerlo siquiera. Tan sólo quería verle y hablar con ella, y también quería que su vecina se diera cuenta de que así era.

Esperó hasta que fueron casi las ocho, y tiró a llamar a su timbre al ver que no salía. Pero antes se paró al pensar que quizá estuviera durmiendo aún.

Impaciente, entró al piso y se puso a vigilar por la mirilla, "en cuanto ella salga, saldré yo". Se dio cuenta de su actitud, "je je, cualquiera que me viera pensaría que no soy más que una chiquilla obsesionada".

Esperó así hasta que pasaron las ocho y cuarto, y al ver que Carmen no daba señales de vida, fue corriendo a la cocina para poner en marcha el "plan B" lo más rápido posible.

En unos diez minutos lo tenía todo a punto. Bendijo a todos los santos que se le pasaron por la cabeza por tener todo lo que necesitaba en la nevera.

Con una maña inusual, llevó de su casa a la puerta de Carmen una bandeja cargada y dos bolsas llenas. Le tocó el timbre, y un "ya vaaaaa" algo malaganoso predeció a una imagen de Carmen que obligó a la Erasmus a hacer equilibrios para que no se le cayera todo lo que cargaba.

Sorprendida por la visita, y aún atándose la toalla que le cubría el cuerpo recién sacado de la ducha, Carmen hizo pasar a su vecina.

  • Buenos días, Sofía. Pasa, mujer, no te quedes ahí pará.

Sofía intentaba articular alguna palabra. Imposible, su boca se resistía a ser cerrada.

  • Bueno, chica, por fin te veo. ¿qué haces por aquí tan pronto?

  • ¡Ay! ¿Te molesto? Lo siento, yo..., sólo es que anoche leí tu nota, y ya era muy tarde, así que decidí que mejor venía a primera hora.

  • Aaahh.., muy bien. ¿Y eso?- Carmen señaló extrañada la bandeja y lo demás que su vecina traía.

  • ¿El qué?- Sofía se hebía olvidado de todo lo que sus manos cargaban. No sentía peso, no sentía dolor, a pesar de que las bolsas de plástico ya le estaban dejando marcas en las muñecas. No sentía nada, sólo un agradable cosquilleo de pecho para abajo, y algo así como un...¿flotamiento? La rubia le volvió a señalar todo lo que llevaba-. ¡Ah, esto..! - enrojeció por el despiste-. Esto es sólo un detalle, para disculparme por haber estado desaparecida todos estos días. ¡Te invito a desayunar!

  • ¡Anda! ¿Todas tus disculpas son como esta?- Carmen se acercó lentamente a Sofía, con una sonrisilla que a la griega le pareció demasiado pícara para ser real, y menos en una cara como esa. Se paró a un solo paso de ella, provocándole un sentimiento como si un cable tenso le estirara sin remedio hacia su cuerpo semidesnudo.- Desde luego, si todas tus disculpas van a resultar tan suculentas, vamos, ¡rezo porque metas la pata más a menudo! - sacó una fresa de una de las bolsas y se la metió en la boca con un movimiento lento, muuuyy lento, massa pá la carabassa de Sofía.

  • Si tanto te gustan mis disculpas, también yo procuraré meter la pata más veces.-sólo atinó a decir eso tras muchos esfuerzos de juntar todas las palabras que se le agolpaban en la cabeza en una frase con algún sentido.

Sin poderlo evitar, su mirada se desvió hacia uno de los senos que sobresalía un poco más que el otro de la toalla. Carmen se dio cuenta, y se sonrojó y fustigó por haber resultado tan evidente y haber incomodado a su amada griega. Intentó quitarle hierro al asunto: - Pues ya que tú eres quien invita y se disculpa, ves preparádolo todo en esa mesa, mientras yo me pongo algo de ropa y voy abajo a ver el correo.

Sofía tan sólo movió la cabeza obediente, y con gran diligencia comenzó a ordenarlo todo para el gran desayuno a domicilio que había preparado.

"Tiene que quedar perfecto, ella se lo merece.-(dos tazas de café espumoso y humeante)- Un momento, ¿cómo que ella se lo merece? A ver si ya no sé ni lo que me digo, - ( dos vasos de zumo de piña)- tendré que pedirle que no vuelva a abrirme así la puerta- (una bandeja con fresas y trozos de naranja)- porque que a mí una chica así me reciba en su casa medio desnuda y toda mojada a las nueve de la mañana- (dos platos de cá de frutas casera)- pues no, y más después de los sueños que tuve anoche, joer- (un plato repleto de pan tostado con aceita, tomate fresco untado y sal)-. Los sueños de anoche, madre mía con los sueñecitos de anoche...- . (se sonrojó al recordar avergonzada todo lo que durmiendo había vivido. Aunque sólo había pasado en su cabeza, realmente lo había disfrutado, lo que hizo que aún se pusiera más roja.)

Ya había acabado, miró orgullosa su gran obra, regodeándose en su ego estaba cuando un grito de alegría desde la entrada le sobresaltó. Oyó a Carmen trotar por el pasillo, y le vió entrar en la cocina agitando un papel mientras chillaba que lo habían conseguido, o algo así.

Sin entender aún nada, Sofía vió como su extrañeza se veía aumentada, al notar que las piernas y los brazos de la rubia le rodeaban el cuerpo.

De un salto, y sin previo aviso, Carmen había saltado sobre la Erasmus, quedando justamente en una de las tantas posturas que en los sueños de la morena habían aparecido. Pero ésta no tenía capacidad ni para darse cuenta de eso, porque ahora su cara se veía asaltada por los labios de su pequeña vecina, que se la llenaban de besos en todas sus partes, excepto allí justo donde Sofía más lo deseaba.

A pesar de no entender nada de lo que sucedía, decidió que el momento durara lo que tuviera que durar, "no voy a romper algo así, por Dios, sería un sacrilegio, me mandarían a la hoguera".

De golpe, Carmen paró de tanta efusividad, y le miró a los ojos risueña. Cuando de verdad se percató de la postura sobre Sofía en la que había quedado, se le subieron los colores a la cara, y bajó la mirada avergonzada por ese ataque de cariño repentino. Quiso bajarse, pero fue imposible. Para su sorpresa, (y agrado, pá que vamos a negarlo), la griega le sujetaba fuerte por la cintura, y no le permitía hacer movimiento alguno, manteniéndola muy cerca de su piel, demasiado cerca para su creciente líbido.

Volvió a mirar a los dos azules mares que coronaban esa cara, y tembló cuando le pareció ver en ellos un rayo de lujuria. Sólo fue un momento, un instante, algo que pasó como un relámpago. Entonces, esos mismos ojos comenzaron a reir medio burlones medio tiernos, junto a los labios que poco se iban abriendo para acabar por dar paso a una señora y blanca sonrisa. Carmen literalmente se derritió entre los torneados brazos de la griega, quien suavemente se dio media vuelta, y se dirigió hacia el banco de la cocina, para depositar a ese líquido helado de limón en el que la rubia acababa de convertirse, aún así, no deshacía el abrazo, no dejaba de mirarle, cada vez más intensamente.

El alma entera se le atoró cuando aún se acercó más, y por encima de su hombro alargó uno de los brazos que le hacían delirar y colocaba la cara cerca de su cuello, susurrándole al oído.

  • ¿Puedoo..?

"¿Puedo qué, cojos, qué puedes? ¡En esta situación puedes lo que quieras, me tienes a tu merced, Sofía, por favor, aprovéchate de esto que yo sin darme cuenta he provocado y que tú queriendo has alargado, vamoooos...puedes lo que quieras mientras sea conmigo..!

Sofía se apartó un poco, y volvió a sonreírle esta vez con una galleta en la mano:

  • Que si puedo cojerte una galleta de estas de mantequilla, es que me encantan.

Volvió a sonreir, Carmen ya ni recordaba donde estaba ni quien era, se sentía galleta, "¿quieres una galleta de mantequilla? Pues cómeme a mí, que soy una deshaciéndose entre tus manos, no mentira, no soy galleta, QUIERO SER ESA GALLETA, jooo, que bien debe sentirse ese dichoso dulce ahora mismo."

  • ¡Carmen, despierta!- Sofía disfrutaba y mucho de todo eso-. Creo que ya no es necesario que me des permiso para cogerte la galleta, me la he comido. Estaba buenísima.- seguí sin soltar la cintura de la rubia y sonreía al pensar lo subliminal y lo bien que le había quedado eso de "cogerte la galleta, me la he comido, estaba buenísima"-. Carmeeenn...hola, hay alguien ahí - Carmen volvió en sí.

  • Sí, lo hay.- sonrió tontamente, la Erasmus se chupaba los dedos para quitarse las migajas que le habían quedado en ellos. "Joder, que malditamente seductora puede ser. ¿Por qué me hace esto? Para por favoorr, ya basta, acaba todo esto como sea. No creo que pueda aguantarlo"

  • ¿Te sientas a desayunar o qué?

  • ¿Qué?- Carmen se sobresaltó. Sofía ya estaba sentada a la mesa con un bol de cá de frutas entre sus manos. ¿Cuánto llevaba ahí sentada? ¿Cuánto hacía que había soltado su cintura y se había ido del banco? Pero si ella seguía sintiendo su aroma a Nenuco cerca, y aún notaba el roce de su mano sobre su piel, ¿cómo es que estaba allí sentada? ¿Acaso habían ahora dos Sofías? ¿Pero que estaba pensando? ¿Qué le estaba pasando? "Joder, que mal, Carmensín , que mal estamos..."

  • Carmen, no es por nada, pero el café y el pan van a enfriarse.

Por fin se sentó enfrente de la morena, y comenzó a beberse el café lentamente, hizo una mueca de escozor.

  • ¿Qué te pasa? ¿No me ha salido bueno el café?

  • No, es que aún quema. Como has dicho que se iba a enfriar..., me he resquemao el paladar.

  • Aahh, es que estás hecha una delicá.- "o a lo mejor es que tal y como me has dejado, contigo encima de mí y besándome toda la cara, ya nada me parece caliente, si se compara con como estoy yo".

  • Pppfff, sí, la delicá de Gandía. Es que eres una exagerá.

  • No, a ver si vas a ser tú. Bueno, cambio de tema.- Sofía se quedó mirando a la lámpara que colgaba del techo encendida, vió que el cable era un muelle. Se levantó, la estiró hacia abajo y la encaró al rostro de Carmen, mientras con voz de inquisidor de la KGB le preguntaba:- Muy bien, señorita Carmen Ferrer, ¿se puede saber qué le llevó a usted a entrar en tal estado hace unos minutos y asaltar la intimidad de nuestra más preciada agente Sofía Caulous de esa manera?

  • Desde luego...estás como cabra Sofía- contestó la rubia riéndose y apartando la lámpara de su cara-. Es sólo que estaba muy contenta, nada más.

  • ¡Vaya! ¿Me lo dices o me lo cuentas? Carmen, de eso ya me he percatao, aún me duelen los mofletes de lo que me los has apretao. Pero lo que yo quiero saber es porqué estabas así de feliz.

  • Bueno, porque al fin lo hemos conseguido, y nos han dado licencia para abrir un centro de acogida de desfavorecidos en el barrio de Nazaret.

  • ¿Cómo, qué? No entiendo nada, desde el principio y para cortos, Carmen, por favor.

  • A ver, a la ONG que yo dirijo nos han dado por fin permiso para que rehabilitemos un edificio abandonado y lo abramos a la acogida de inmigrantes, sin techo, ancianos y niños abandonados o problemáticos, drogadictos, prostitutas, en fin, esa clase de gente que lo pasa mal y que de nadie reciba ayuda.

  • ¡Genial! Me parece muy bien, enhorabuena. Aunque no sabía nada de que pertenecieses a una ONG, bueno, mejor aún, que fueses su directora.

  • Bueno, tal vez porque nunca te lo he dicho. Es algo que sabe poca gente, ya sabes, "que no se entere tu mano izquierda de lo que hace tu derecha", o al revés, ya no recuerdo bien como era.

  • Ya, vamos, que no te gusta que la gente sepa que dedicas parte de tu tiempo a ayudar a los demás. Pues no sé porque, la verdad. Creo que es algo muy noble, y así los demás ven que no sois pocos quienes lo haceis, y puedes explicarles, y "captarles" y esas cosas...

  • Ya, pero es que yo me conozco, y sé bien que el día que la gente empiece a enterarse y me haga preguntas, y alabanzas y movidas, a mí se me subirá el ego a las nubes, me pondré farruca, y mi labor perderá sentido. Soy así, es muy fácil conseguir que me sienta importante. Es uno de mis defectos.

  • Será el único...-murmulló Sofía. Pero la otra lo había oído, y la griega se puso nerviosa cuando vió que la rubia le miraba con cara de desconcierto, y que abría la boca para preguntarle algo.

  • ¿El único qué? ¿Defecto?- la Erasmus notó una ilusión en los ojos de Carmen que no era normal.

  • ¿Qué? Bueno, síííi...quiero decir, te conozco de hace poco, aún no me había dado tiempo para enterarme de tus defectos, y...- Sofía no sabía como continuar.

Carmen iba a contestarle, pero el teléfono sonó. "Gracias a Dios, esta vez la suerte sí ha sido mi aliada. Definitivamente, tengo que contenerme un poco." Carmen descolgó el aparato de la pared - ¿Diga? ¡Hola tete! ¿qué tal estás? ¿y los papás?....... Aahhh, ya entiendo, vale.......¿Qué?- su voz adquirió un tono de preocupación que llegó a estremecer a la griega-. Pero...¿cómo?...no me hagas la púa Manolo.....no ya lo sé hombre,....joder, entiéndeme.....pero, y no sé....¿qué tal lo llevas, quiero decir de ánimos y todo eso?....ya, me imagino, pero...es que yo no sé....- una lágrima marcó el camino por su mejilla que deberían seguir todas las que vinieron detrás-. Sí, estoy llorando, a ver, que quieres que haga....- sollozó-. Pues claro que puedes, surritonto.....joder, perdona..pero es que me haces cada pregunta -Carmen recordó que su vecina estaba ahí cuando notó los dos hielos mirándole muy preocupados. Buscó refugio en ellos, y ya no salió de allí en toda la conversación-. Muy bien...sabes que cuando quieras. Vale, bueno, saluda a todos por allí...¿lo saben ya? Ya claro, y ellos que tal...claro normal - sorbió-. Bueno, pues os llamo a la tarde....para qué para qué, pues tú qué crees...bueno, venga, ánimos eh, que al final todo se arreglará...nada hombre, soy tu hermana, por favor. Eso, - un amago de sonrisa apareció en su cara-. Tú nunca lo pierdes...el qué va a ser, el humor. Bueno, Manolico, que te cuides, que te quiero un huevo, ¿vale?...me alegro...jeje, hasta la tarde.

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  • " Mira bien la talla al cambiar de chaqueta / y escóndeme del monstruo y que no me vea / llévame siempre a tu vera / tu vera, tu vera, tu vera, tu vera / reza pá que no me pierda" (Estopa)

Colgué y suspiré. Cerré los ojos y me quedé cubriéndome la cara con mis manos. Entonces noté como unos fuertes brazos me envolvían, no sabía bien porqué, pero era como si toda la eternidad lo hubieran hecho cada vez que lo hubiera necesitado. Solté las manos que cubrían mi rostro, y me aferré fuerte al cuerpo de Sofía, sollozando y llorando amargamente.

Respondiendo a los impulsos que esa pequeña me hacía sentir, y movida también por algo que me dictaba que aquello era como una obligación moral, acurruqué a Carmen lo mejor que pude, le dirijí hasta mi silla y esperé hasta que dejara de llorar.

Poco después, sentí que había cesado su llanto y que abría sus ojos cuando sus pestañas rozaron mi cuello, creo que mi piel se erizó por ese cosquilleo, pero ninguna de las dos estábamos para romanticismos.

No pregunté, aún podía ver la angustia escrita con mayúsculas en sus ojos. Si quería contarme algo, ya lo haría por voluntad propia. Se retiró de mi cuello para apoyarse en mi hombro. Aún estuvo un rato callada, no sé cuanto fue, no me importó. La eternidad, si hacía falta, le daría. Luego ya me habló:

  • Gracias Sofía. Necesitaba un hombro sobre el que llorar. ¡Uy!, fíjate - me acarició la zona del cuello donde había llorado-. Te he dejado el cuello empapado, - me lo secó con suavidad. A pesar de lo doloroso de la situación, no pude evitar suspirar ante ese roce.- debes de pensar que soy una llorica, de cada tres veces que vienes a mi casa, dos te toca consolarme. Que pesá te tengo que resultar..

  • Chssss, no digas tonterías,- le callé con el índice-. Sabes bien que no me molesta. Si me necesitas, aquí me tienes.

  • Vale. Bueno, te preguntarás..., - se removió en mi regazo. Pensé que quizá estuviera incómoda, y deshice un poco el abrazo, pero ella no se soltó de mí, gracias a Dios, y yo voví a abrazarle-. Era mi hermano, él...yo..., lo siento, es difícil.

  • Carmen, no tienes que explicarme nada si no quieres, o no puedes.

  • No, sí que quiero, y debo. Te debo una explicación, aunque me cueste un poco dártela...- volvió a apoyarse en mi hombro, cogió aire y comenzó-. Era mi hermano, yo me he puesto así porque él...él tiene leucemia y...- su voz se rasgó un poco, volvió a comenzar a llorar- la quimio que le han dado en el hospital de Játiva no ha sido suficiente, es más, se le ha agrandado el cáncer, así que...,- el mundo se me cayó encima, no podía tan siquiera imaginar el dolor que ella estaría sintiendo, aunque quería, lo intentaba, quería comprender y compartir, ayudarle a sobrellevarlo. Dejó de sollozar y siguió con tan amarga historia-. Así que tiene que venir al IVO de aquí, de la capital, para que le den un tratamiento más fuerte y le vigilen más. Él quería saber si podía quedarse en mi piso mientras tanto.

Volvió a llorar como una Magdalena, yo no sabía que hacer, ni que decir, ni nada. Hacía tanto que no tenía a nadie tan cerca. Había pasado tanto desde la última vez que alguien recurrió a mí para que le ayudara...así que sólo pude abrazarle aún más fuerte, porque quería traspasar su piel, entrar en su alma y arrancarle ese maldito dolor para siempre. Yo me lo quedaría si era necesario, si era preciso, yo sufriría por ella, pero verle y sentirle así...eso sí que no.

No sé porqué volvía a sentir ahora todo esto, ni siquiera en mis mejores tiempos como policía en Grecia, antes de que Agriel me corrompiera, había sentido tanta compasión ni tantos deseos de ayudar a nadie. Todo esto venía a ser nuevo para mí, y mi torpeza para expresar unos sentimientos que estaban muy guardados desde hacía mucho, desde luego no ayudaba nada. Al final, pude arrancar algunas palabras a mi confusa garganta.

  • Tranquila Carmen. Chssss,- le acaricié el pelo suavemente, pero pronto dejé de hacerlo cuando ví que mi mano se descontrolaba y comenzaba a bajar... . Me recriminé por haber intentado, inconscientemente, aprovecharme de aquella situación. Iba a resultar difícil controlar mo otro yo. Decidí abandonar las caricias y volver a estrecharle-. Ya verás como al final se recupera, en el IVO le tratarán bien, y tú aquí le cuidarás y lo tendrás como a un rey, y él se pondrá bien, se curará por tu amor y tu cariño. Porque tú le mimarás y le cuidarás, y él no podrá dejarte, no podrá dejar a una persona tan buena y tan hermosa como tú.- ¡Madre mía! ¿Pero de dónde había sacado yo tanta sensibilidad para decir todo eso? Realmente, esta chica saca todo lo mejor de mí.

Ella también se extrañó, levantó la cabeza y me miro triste y confundida. ¡Dios, que ojos! ¿Pero desde cuándo unos ojos que no fuesen perfectos podían ponerse aún más bellos tras el llanto amargo?

  • ¡Jolín Sofía! No esperaba eso de ti....en fin, ha sido bonito y reconfortante, gracias.

  • ¿Por qué no te esperabas eso de mí? - menuda estupidez de pregunta. Estaba claro porque no lo esperaba. Pero bueno, lo podía tener claro yo, que me conocía bien, pero ella...¿cómo?

  • Pues porque no te pega..., no sé, no te pega y punto. Pero no te creas, - su voz sonó algo más sosegada-, no te creas que no me gusta. Todo lo contrario, estar resultando ser un excelente consolador.

  • ¡¿Un excelente qué?! - ¿pero qué acababa de decir? Desde luego, esta chiquita, o va con segundas o realmente no medía sus palabras.

  • Un excelente consolad...¡uy! pprrfff, jajajaja, aayyy, jeje. Perdona, no quería decir eso. Me he equivocao.

¡Había reído! Joder, que bien sonaba esa sauve risa. Y por Dios, ¡que entereza y que humor! Hasta en momentos así sabe sacarle el buen jugo a las cosas.

  • Ya, ya. ¡Je! Mente calenturientaaa...,- le dije de broma mientras le daba golpecitos en el cogote.

  • ¡Oye, no te pases un duro! ¿Eh? - Me miró, pude ver un haz de alegría en sus húmedas pupilas verdes-. Fíjate, por unos momentos me has hecho olvidar.

  • Bueno, no sé si tomármelo como un cumplido o como un reproche.- realmente no lo sabía. Se levantó de mis piernas suavemente

  • Creo que debería ir a ver el cuarto de los trastos, a ver que puedo hacer para dejarlo algo decente para Manolo.

  • ¿Quieres que te ayude?

  • No, te lo agradezco, pero no sé porqué, siento que esto tengo que hacerlo yo sóla. No te ofendas, no quiero hacerte un feo, es sólo que...

  • No hace falta que te disculpes, no me ofendes. Si necesitas estar sóla, pues ya está. Bueno, esteee.., ¿vas a ir al pueblo este fin de semana? Lo digo por lo de mañana, - no quería sonar impaciente ni egoísta, pero realmente tenía que saber si saldríamos o no.

  • No, no me voy a ir. Manuel vendrá el martes o el miércoles, y yo no puedo ir al pueblo. Además, creo que este fin de semana nadie de mi familia va a estar allí. Y otra cosa - ya habíamos llegado a la puerta y ella me tomaba de las manos y me miraba...¡la Virgen como me miraba!-. yo te lo prometí, y lo que se promete es deuda. No voy a permitir que te vayas de Valencia sin haber conocido lo mejorcito y más selecto de mi ciudad.

"Lo mejorcito de tu ciudad, lo mejorcito y más selecto de tu ciudad debe de ser lo que tengo ahora mismo entre mis manos. Que deleite de piel, por favor"

  • Carmen, no quisiera importunar. Si tú no estás para...

  • ¡Que no! - me volvió a mirar con aquella cara de ofendida y desafiante. Por San Lucas, que...¡reboniquia!-. La vida sigue, yo te lo prometí, y de paso me servirá para despejarme un poco la cabeza.

  • Bueno..- imposible resistirse a esa criatura-. Entonces, ¿cómo quedamos?

  • Pues...¿qué te parece que vayamos a desayunar juntas, y así arreglamos el desastre de desayuno que ha acabao siendo esto?

  • Pues que no va a poder ser, he quedado por la mañana con gente de mi clase en la biblioteca para acabar un trabajo. Pero acabaré pronto, yo creo que a las 11 o así ya estaré libre.

  • Bueno, pues entonces, ¿sabes donde está la Estación del Norte, verdad? - asentí -. Pues a las 11 y 30 o así en la Estación, para no perdernos, en la cafetería que hay casi al final del andén, la que está al lado de la sala de exposiciones, ¿te parece bien?

  • Me parece perfecto.

  • Muy bien entonces. Empezaremos la ruta desde allí, a lo mejor nos lleva todo el fin de semana, no sólo el sábado.

  • ¡Ah! No importa, me parece un excelente plan pasar el fin de semana contigo a sólas..- ¡Ups! ¿Qué acababa de decir? A ver como arreglo esto, no imposible, esto no tiene arreglo. Además, ahora que lo pienso, ¿yo no había acordado con Antonio y conmigo misma que iba a ir a saco con Carmen? ¡Pos ya está!

  • ¿En serio te lo parece?- su cara se había vuelto a iluminar con un brillo y una ilusión que para mí no parecían ser muy comunes. Pero no pensaba romper ese momento, su cara estaba demasiado hermosa, así que se lo confirmé:

  • Sí, me lo parece. Me parece una gran forma de gastar mi tiempo libre.

  • Vaya, pues...gracias, ¡jo! ¡Estás hecha una aduladora!

  • Vhá, no creas. Esto es sólo el principio.

  • ¿El principio de qué?- se sonrojó, sonrió, se extrañó, se le agrandaron los ojos...muchas expresiones, y todas demasiado bellas y bien hechas para mi débil resistencia hacia esa carita.

  • De...muchas cosas. Sólo el principio. Bueno, hasta mañana.- ¡Toma, y ahora le doy un peazo beso en la mejilla así porque sí, y ella no se aparta, ni se asusta, ni nada! Jeje, esto va viento en popa.

  • Hasta mañana Sofía, hasta mañana.

Cerré mi puerta, y ella todavía estaba en el umbral de la suya, como mirando al vacío, totalmente descolocada, y tocándose ese moflete tan bonico y tentador que yo acababa de besar. Lo pude ver, lo ví todo por la mirilla...

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  • "Cuanto más bella es la vida / más feroces sus zarpazos./ Contra más frutos consigo / más cerca estoy de perder / con una caricia tuya, toco el cielo con las manos / pero sé que si te marchas / besaré el suelo otra vez." (Revólver)

Cerré mi puerta y me apoyé lentamente en ella, sin apartar la mano de la mejilla que aún me ardía.

Había dicho que sólo era el principio, pero ¿el principio de qué? De muchas cosas, pero ¿de qué cosas?

Todo estaba pasando deamsiado rápido, ese desayuno inesperado, la licencia de apertura para la ONG, el abrazo, la dichosa galletita, las malas noticias de Manolo, las dulces palabras de Sofía, la ilusión del sábado, ese beso... . Muchas cosas juntas, mucha confusión, demasiados sentimientos agolpados y enmarañados.

El cuarto de los trastos no estaba tan desastrado como esperaba, así que no me llevaría mucho tiempo arreglarlo. Me até mi bandana azul al pelo, y fui a elegir algún disco que me animara. Era egoísta por mi parte, pero necesitaba animarme y evadirme para centrarme un poco. En parte, había habido momentos en los brazos de la Erasmus en los que me había olvidado de todo de lo de mi hermano. Sabía que no estaba bien, pero había pasado, había sido inevitable, era imposible no olvidarse de todo cuando me ahogaba de placer en esos fríos hielos, que aún pareciendo helados, parecían hacer que me derritiera.

Así que decidí que lo mejor para evadirme y trabajar sería no ponerme ningún disco sentimentaloide, dudé pues entre Molotov y los Mojinos Escocíos. Cogí el último disco de los Mojinos, me apetecía reírme un poco.

Y comencé a limpiar y "decorar" el cuarto para que cuando Manuel llegara todo estuviera limpio y acogedor. Cuando acabé, me duché y me senté en el sofá, a esperar la más que segura llamada de mi amiga Bea sulfurada e irritada, recriminándome por mi negativa a Jaume de la noche anterior.

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  • "Tan sólo un adicto / un adicto de tu sol / y es que con sólo un cachito / un pedasito de tu luz / yo llegaría al cielo / o me caería al suelo. (Maná)

Me puse el forro polar más ancho que tenía, y salí a comprar. Decidí ir al Mercado Central, cosa extraña en mí, que odio el jaleo y el contacto con desconocidos. Pero me apetecía todo fresco, me apetecía el bullicio campechano mezclado con exquisiteces y estructuras modernistas.

Una vez allí, me paré delante de un puesto de frutas y verduras excelentemente expuestas y ordenadas. Cuando estaba a punto de llegarme la vez, una mano de hombre me chinchó las costillas, y me giré hacia el lado de donde venía el contacto. Cuando no ví a nadie, y oí una risa ronca y burlona venir del lado contrario, supe bien con qué perilla y qué ojos me iba a encontrar al girarme.

  • ¿Tú por aquí, doña insociable? - Antonio me habló burlón, pero eso último no me hizo ni pizca de gracia, y lo notó-. Vale, no me acuchilles con la mirada, pero comprende que es extraño verte por aquí, tú que odias todo este bullicio y este calor humano, y siempre vas al súper más frío y cercano para acabar antes. Algo tiene que haberte pasado, algo gordo y bueno. ¡Venga Mari! - puso ese tono de voz entre pijo y marujón que a mí tanto me hacía reir-. ¡Cuéntamelo todo y a todo detalle!

  • Espera que acabe de comprar...

  • Bueno, yo voy a la pará de pescao que hay al girar y vuelvo enseguida.

Se fue y me llegó el turno, aún no había acabado de pedir, y él ya volvía. Mientras yo pagaba, aprovechó el despiste de la dependiente para coger cuatro plátanos y meterlos destrangis en su bolsa. No me parecía bien, pero no pude evitar sonreírme.

Cuando salimos de allí, sacó dos de esos plátanos y me tendió uno guiñándome un ojo.

  • Toma, que yo invito.

  • Desde luego Antoñete, no tienes remedio, nunca dejarás de hacerlo, ¿no?

  • No, no puedo. Ya no seré tan delincuente como antes, pero el instinto es el instinto, ché, no puedo controlarlo

Me miró todo inocentón, con esos ojillos, ¿quién iba a pensar en reñirle? Le miré mejor, podría haberse reformado, pero desde luego, seguiría teniendo instinto y pinta de ladrón de guante blanco.

  • Eres un cleptómano irremediable.

  • Ya, pero mira, es la fuerza de la costumbre. No puede lucharse contra ella. Si no lo hago muy de vez en cuando, no soy yo.

  • Desde luego...

Habíamos llegado a la calle de Santa Catalina, repleta de horchaterías y chocolaterías. Me cogió del brazo para que parara:

  • Espera, ven, hace frío. Vamos a tomarnos un chocolate caliente mientras me cuentas....lo que me tengas que contar. Va, que también invito yo.

Nos sentamos en una mesa de la cafetería. Era cálida, y el ambiente estaba cargado de olor a chocolate, churros y buñuelos. Eso fue demasiado para mi pobre estómago, que con un rugido me recordó que esa mañana no había podido al final desayunar como Dios manda.

  • Bueno, vale. Pero ¿me vas a invitar de verdad, o otra vez a tu manera?

  • De verdad, mujer, de verdad. No puedo cometer excesos, si no me reengancho.- le pidió al camarero dos chocolates calientes y cuatro churros.

Definitivamente, seguía teniendo aspecto de ladrón selecto, de Don Juan y algo viciosillo, y eso gustaba mucho, sobre todo a las de su edad.

Pronto llegó el deseado chocolate caliente, y pronto llegó también su interrogatorio. Yo le conté todo muy emocionada. Lo de la nota de la noche anterior, lo del desayuno sorpresa, lo de Carmen sobre mí por la carta de la ONG, lo de su hermano, lo de mi reacción.. . Todo, y Antonio poco a poco iba poniendo una sonrisa cada vez más grande de satisfacción y autosuficiencia.

  • ¿Ves? Ya te lo dije yo ayer que la tenías en la mano. Si es que...¡soy un excelente profesor, y tú una gran alumna! Desde luego, ¡estás hecha toda una conquistadora!

  • Sí, bueno, no será para tanto. Ahora lo que tengo son unas ganas más grandes de que llegue mañana..

  • Claro, normal. Oye, ¿qué te parece si, para que se te pase más rápido el día... - le miré extrañada, no comprendía-. Sí, no me pongas esa cara, que sabes bien que cuanto más deseas que algo pase, más tarda en llegar ese momento.

Ahora comprendía por donde iba.

  • Bueno, que si me acompañas a comprar unas cosas para esta noche. Es que tengo una cita importante y tengo que ultimar detalles, ya me entiendes. Necesito ropa fashion.

  • ¡Una cita! ¡Importante además! Menos mal, a ver si sientas cabeza de una vez.

  • ¡Eso jamás! ¡ Va contra mi naturaleza!

  • Jajaja, anda que... - ya nos acabamos el chocolate, y nos fuimos a comprarle ropa para estar guapo esa noche, después de pasar por su casa a dejar el pescado, claro, que tampoco era plan de llevárnolo de paseo, no fuera que reviviera y le entraran ganas de probarse una corbata o algo...

Mientras elegíamos la ropa y las velas para esa noche, me estuvo comentando que cada vez veía más cerca que el equipo de natación de la Comunidad me seleccionara para el torneo nacional, y que esta vez sus fuentes sí eran realmente contrastadas. Eso era genial, de categoría, me encantaba la idea. No se trataba sólo de competir un nacional, era la posibilidad también de que me pagaran un extra, que la beca la iban recortando cada vez más conforme avanzaba el curso. Además, quizá tuviera suerte, y el equipo de la ciudad se decidiera a ficharme definitivamente, ya tendría una buena excusa para quedarme en España y no volver a Grecia.

No estaba bien pensar eso, lo sabía. En Grecia tenía a casi toda mi familia, pero allí no estaba ella, y ella estaba empezando a significar algo más para mí que una simple vecina que me atraía, me estaba enamorando como una tontaina de ella, y quería estar así por siempre. Además, en Grecia estaban todos esos recuerdos, todo ese oscuro pasado que yo trataba una y otra vez de olvidar. Antonio afirmaba con la cabeza, realmente me comprendía. Encontrar a este hombre que hacía las veces de gran entrenador, excelente amigo, perfecto consejero y sustituto de padre había sido un regalo del cielo, a quien yo tendría que agradecer eternamente.

Pasamos todo el día juntos, él se empeñó en que le ayudara para que la cita de esa noche fuera simplemente perfecta, y yo no paré de hacerle preguntas y pedirle consejos para que el sábado todo quedara también bien.

Cuando llegué a casa, me dí cuenta que estaba hecha polvo. No tenía fuerzas ni para pasar a ver a Carmen ni de cenar o preparme los trastos para el día siguiente. Estar todo el día con ese hombre de compras podía llegar a ser agotador, así que me duché y me metí rendida a la cama, abrazando la almohada como un bebé. Sabía ya bien con qué y con quién iba a soñar esa noche...

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  • "Yo vivo de la ilusión / de hacer camino al andar por campo minado./ De mirar por debajo de las faldas / de las hadas del dulce sabor./ De tu parte del pastel / castigado sin postre por malo./ La ilusión del placer de tu cuerpo / de sábado tus besos hechos canción. (La Cabra Mecánica)

Me metí corriendo en el metro, maldita huelga que había retrasado el tranvía hasta Benimaclet. Si lo llego a saber cojo el autobús.

Eran casi las once y media cuando llegué a la estación, y ví que en donde habíamos quedado, Carmen no estaba, así que decidí dar una vuelta por las tiendas "residentes" y por los puestos que habían puesto en la entrada. En una de ellas, como en tantas, había cintas para el pelo, turbantes de estos anchos y coloridos que tanto se llevaban últimamente y que a mí tan poco me gustaban. Pero es que en esa tienda, había una que atrajo mi atención, no sé bien porqué. Era verde un poco oscura, con rayitas difuminadas más claras. Pensé que quizá le quedarían bien a mi pelo moreno, y que así de paso me quitaría estos pelos de la cara y me taparían las orejas del maldito frío tan húmedo de esta ciudad. Sabía bien que eso no eran más que excusas, había algo que me empujaba a querer tener ese turbante, sus colores me recordaban a algo, aunque no podía averiguar el qué.

Pronto lo supe, cuando noté que alguien me estiraba de la manga del abrigo y que dos joyas verdes me miraban algo ofendidas desde abajo:

  • ¿Pero no habíamos quedado en la cafetería del final? ¡Anda, oye, que bien te queda esa cinta! ¿Te la acabas de comprar? ¿Pero no me dijiste que no te gustaban esos turbantes? ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión? Realmente te para bien, ¿eh?- yo solamente sonreía. Menuda labia tenía la tía en cuanto cogía algo de confianza. ¡Era una cinta sin fin!-. ¿Pero por qué de ese color? A lo mejor te habría quedao mejor una azul, o naranja, para que contrastara con tu pelo, ¿no crees? Déjame que busque otra que te vaya más..

Le tomé del brazo para que no lo hiciera. Otra vez aquellos ojazos me miraron, y se confirmó mi teoría sobre el turbante:

  • Me lo he comprado porque hace juego con tus ojos.- ¡Alaaaaaa! Y lo solté así, sin más, como quien da los buenos días. Me salió del alma, lo sentí. Pero se puso toda roja y bajó la mirada. A mí me dio igual, yo ya estaba dispuesta a lo que fuera por conquistarle.

  • Vaya, hay que ver como estamos últimamente. Si no paras de decirme tantas cosas bonitas a la vez, desde luego me ahorraré un pastón en coloretes.

  • Seguro que te han dicho cosas más bonitas que esas. Además, ya te dije que era sólo el principio... - ya habíamos salido de la estación.

  • ¿El principio de qué Sofía? Me dejaste muy intrigá con eso, y a mí las medias tintas y los misterios, sólo en los libros y el cine, ¿eh?

  • El principio de...nuestra ruta. - Me miró confusa-. Este era el principio de nuestra ruta de hoy, ¿no? A ver, por donde me vas a llevar.

  • Pues empezaremos por aquí, mismamente. Por la Estación del Norte, ya te habrás fijado que es una pasada.

  • Sí, desde luego.

  • Vale, pues nada, vamos a ello.

Le enseñé y expliqué todo lo que sabía sobre aquella construcción modernista que a mí tanto me gustaba. Le expliqué el porque de esos mosaicos en la fachada principal, y también la razón de que el escudo de la ciudad llevara dos eles, una a cada lado.

Luego le enseñé la Plaza de Toros, que estaba al lado, tremenda tontería, porque resultó que a ninguna de las dos nos gustaban las corridas taurinas. También le expliqué quien era el torero a quien había dedicada una pequeña estatua en la cera principal.

Luego le enseñé la Plaza del Ayuntamiento, con la casa consistorial y la oficina principal de Correos, y le conté todo lo que allí se armaba en Fallas, con las mascletás y las bandas de música, y la plantá de la Falla principal...ella me miró muy sorprendida, y me preguntó que cuando eran esas fiestas, porque tenía ganas de que llegaran. Me sorprendió que no hubiera oído hablar de ellas en todo el tiempo que llevaba en la ciudad, porque eran bastante populares y esperadas.

De allí fuimos a La Plaza de la Reina, y vimos una de las entradas de la Catedral y la Torre del Micalet. Le dije que si quería que entráramos en la Catedral, porque allí estaba lo que se aseguraba que era el Santo Cáliz auténtico, aparte de otras reliquias menos agradables, como el brazo incorrupto de San Vicente y esas cosas. Cuando pasamos dentro, miró hacia arriba y suspiró cerrando esos ojos tan, tan...aquella imagen casi me hizo entrar en éxtasis.

  • ¿Y eso? ¿A qué ha venido ese trance en el que acabas de entrar?

  • A nada. Bueno, sí. A algo. Es que las catedrales...no sé, es como si me elevaran el espíritu cuando miro hacia arriba, me hacen sentir más cerca de Él y de su grandeza.

  • ¿No me digas que eres creyente? - me extrañó, la verdad. Yo la veía más a lo escéptico.

  • ¿Qué tiene de malo? ¿Por qué te extraña?

  • No sé, es sólo que no me lo esperaba. Pero...¿eres católica?

  • Sí, señora, cristiana católica apostólica romana. Bueno, aunque hay algunas cosillas del Vaticano y de la Iglesia como institución que no me convencen.

  • Aaahh, pero en Grecia ¿no hay mayoría ortodoxa?

  • Sí, pero mira, yo no soy de esa.

  • Mmmm, muy bien. Bueno que, ¿vamos a ver el brazo de San Vicente?

  • Sí, vamos.

Le cogí de la mano, sólo Dios sabe porqué lo hize, bueno no, también mi corazón. Y yo les agradecí a ellos dos que me hubieran impulsado a hacerlo, y también que ella me hubiera respondido apretándomela suavemente. "Malos pensamientos" vinieron a mi mente, que yo enseguida borré, porque en el sitio donde estábamos, no era plan de ponerse a imaginar esas cosas. Era una tontería, ya, pero mira, cosas mías y de mi conciencia.

Llegamos a la vitrina y se lo mostré, ella lo miró entre asqueada, decepcionada y confundida:

  • ¿Y dices que dicen que este brazo está incorrupto? Pero si parece, parece...- movía las manos en señal de que no sabía con que compararlo.

  • Ya, tienes razón. Parece más bien un trozo de mojama esperando a ser cortado y metido entre el pan.

  • ¡Carmen! - me miró con cara de susto y sorpresa, aunque se le veía que lo hacía de broma-. Mujer, no seas tan así, que asco, ¡por Dios!

  • Va, pero si estás pensando lo mismo. Además no te preocupes, que todos nos quedamos igual la primera vez que lo vemos.

  • Ah, bueno. Eso me alivia. De todas formas, yo pensaba que estaría...no sé mejor conservao.

  • ¿Mejor conservao? Pero ¿tú cómo quieres que esté, sin haberlo embalsamao nunca ni nada de eso? Que pretendes, que cuando te vea se levante y mueva la mano saludándote.- volvió a mirarme algo asustada de nuevo. Creo que esta vez si iba en serio, me parece que me había pasao con la bromita.

  • Carmen, que macabra que eres. Por Dios- cruzó sus dedos en forma de curz y los puso delante de mi cara-. ¡Vade retro Satanás!

  • Jajajajajaja,- me reí a carcajada limpia, ya ves tú, como si esa broma no estuviera ya más repetida que el ajo, pero ella lo hacía...distinto. cuando se dio cuenta de que media catedral nos miraba, me calló rozándome la boca con esos mismos dedos, mientras se acercaba y me miraba sonriendo de medio lado. ¡Aagg! ¡Pero si a mí nunca me habían gustado las sonrisas de medio lado! ¿Cómo es que esta simplemente me...? ¡Joder que cerca está, otra vez como ayer por la mañana! ¡Ya estamos, ya quiero volver a ser galleta, recollons! Sus ojos brillaban aún más, debería de ser, bueno no, era, era por el reflejo de la cristalera que tenía detrás, le enmarcaba toda la cara con la luz que por ella entraba, y sus dos zafiros brillaban como nunca, ¡quien fuera urraca para robárselos para siempre! Esa imagen era simplemente celestial, y creo que cuando noté su boca rozando mi oído, fue ahí, justo ahí, cuando de nuevo empezé a creer en que Dios existía.

  • Quieres no ser tan escandalosa por favor- como única respuesta habló mi estómago-. Jejeje, no Carmen, ya veo que no puedes. Tranquila, que ya todos nos hemos enterado de que tienes hambre.

  • Jooo, no te burles, yo...lo siento. Es que haces esas bromas con esas caras, además, ya son la una pasadas, y te recuerdo que al final no hemos podido desayunar.

  • Aahh, vaya, es verdad. - ¡era verdad, no habíamos podido acabar de desayunar por lo de su hermano! ¡Idiota, en qué estaré pensando, como es que no le he preguntado aún nada, insensible egocéntrica libidinosa maldita! No podía retrasar más esa dolorosa pregunta-. Oye Carmen, qué tal lo de tu hermano, quiero decir, qué más sabes y cómo lo llevas y eso. Es que ayer llegué muy tarde a casa y no pude pasarme a preguntar.

  • No te preocupes, llamó Bea para reñirme por una cosilla y cuando se lo conté vino corriendo a verme y se pasó el día con migo. Estuve hablando con ellos por la tarde - me puse con la mirada perdida hacia el altar principal-. Por la tarde les llamé, y estuve hablando con mis padres, más o menos lo llevan bien, dentro de lo que cabe.- sonreí como buenamente pude, recordar la voz rasgada de mi madre hacía que ni siquiera la mano de Sofía rodeando mi hombro me hiciera sentir mejor.

  • Lo siento Carmen, realmente, no puedes imaginar como lo siento. Y encima he tenido que hacerte recordar. Venga, vamos a comer algo, que te invito yo.

Bueno, realmente lo agradecía. Con las prisas no había podido ni coger dinero para comer ni un bocadillo ni nada.

  • ¿Dónde te apetece que vayamos?

  • Que tal si vamos....al bar Los Toneles. ¿Sabes cuál es?

  • No.

  • ¡¿Nooooo?!- ¿cómo podía no saberlo, en qué mundo vivía?-. ¿Y cómo puedes vivir sin saber qué es ni haber ido allí nunca?-. ella me medio sonrió, yo medio volé.

  • Pues mira, no sé. Por ahora me ha ido bien sin hacerlo.

  • Pues de hoy no pasa - sentencié toda convencida. Se iba a enterar esta de lo que era un bocata calamares como dios manda-. Vamos pà ' yá.

Y allí fuimos. Me propuso que fuera yo la que elijiera, ya que me conocía el sitio. Así que pedí unas bravas, unos pinchos de tortilla, dos bocatas calamares con un poco de ajo aceite y dos tintos de verano.

Yo empezé a engullirlo todo como una mala bestia, lo reconozco. Y cuando ví que Sofía sonreía ante por como yo devoraba, como si en un par de años no me hubieran echao a comer, rebajé las revoluciones de mi mandíbula.

  • ¿Es que no tienes hambre?

  • No mucha. Poco antes de venir Pedro me ha invitao a almorzar en la cafetería de la Uni y nos hemos comido un chivito a medias.

  • ¡Pedro! ¡¿Qué Pedro?! ¡¿Medio chivito para almorzar?! - No pude evitar el asombro. No sé que me sorprendió más, si que se comiera un chivito para almorzar, o que le invitara ese tal Pedro. Bueno, sí lo sabía. Lo primero me sorprendió, lo segundo me puso...¿celosa?

  • Sí, un chivito, es que me encantan.

  • Ya, bien - no era eso lo que me interesaba averiguar-. Pero, ¿quién es ese Pedro?- buenooo.. me estaba poniendo muuuuyyy celosa, y ella lo había notado, porque comenzó a sonreir con malicia.

  • Es un buen amigo, compañero de la Facultad. ¿Qué pasa? ¿No te estarás poniendo celosa?

  • ¿Yo? - ya está, ya me ha pillao, debía estar supurando celos por cada poro de mi cuerpo-. ¿Y por qué iba yo a estar celosa de Pedro? - me dí cuenta de que me miraba con una expresión extraña, indefinible, pero deliciosa..viniendo de ella no podía ser de otra forma.

  • ¿Y quién ha dicho que estuvieras celosa de Pedro?

¡TOC! ¡DIISS! ¡PLAF! ¡CHOF! ¡UINGIL! Me acordé de todas y cada una de las expresiones que de más pequeña utilizaba cuando la cagaba, quedaba mal, o me descubrían, y ahora acababa de descubrirme yo solita, a ver, centrémonos, ¿por qué cojos ha dicho eso? ¿De quién iba a esatr celosa si no, de Sofía? Pero si no conocía a Pedro...¡ay Dios, que lío! Y me tiene que seguir mirando así, jodeeeer, y yo ya no sé por donde tirar. Vale, ya está claro:

  • ¿Vas a comerte el de la vergüenza?- le pregunté señalando el último pincho de tortilla que quedaba en el plato.

  • No, no. Te lo estaba reservando, comételo tú, que te hace más falta que a mí.

  • ¿Ah, sí? ¿y eso? - me lo metí en la boca, joder, que bueno estaba.

  • Bueno, pues tú aún tienes que crecer...- me miró burlona.

  • ¡Oye! ¿de qué vas? ¿Pero tú qué te has creído? Baja de estatura pero alta de espíritu.

Ella se reía sujetándose el estómago, y a mí me lo contagió. Esta chica me lo contajiaba todo, y siempre solía ser algo bueno.

  • Vámonos anda, que acabemos de ver aunque sea el casco antiguo antes de que se haga de noche.

  • Vaaale, espera que pague.

Salimos de allí y comenzamos a andar hacia el Barrio del Carmen. Llegamos a la Plaza de la Virgen, y me dí cuenta una vez volví a ver allí al Micalet, de que no le había dicho si quería que subiéramos. Fui a decírselo, pero ví que estaba ensimismada mirando la Fuente del Turia.

  • Qué te pasa Sofía?- me cogió suavemente por la cintura y se acercó a mí, miles de mariposas comenzaron a volar de mi pecho a mi estómago.

  • Es sólo que siempre me ha encantado esta fuente. Aunque no tenga ni pajolera idea de lo que represente, Antonio nunca ha sabido explicármelo.

  • Es el Turia- me miró ensimismada, como pidiéndome que le explicara algo más. Y así lo hizo susurrándome al oído. Aaayyy, esa vooozz. Eternamente agradecida que los azulejos de la plaza me sujetaran cuando mis rodillas flojearon-. El hombre grande que está tumbado en medio de la fuente, es el río Turia, que baña las tierras valencianas y les da vida, y las siete mujeres desnudas que lo rodean con siete jarras representan las siete antiguas acequias principales que regaban toda la huerta de la provincia.

  • Mmmm, que bonito. Que bien hablas cuando quieres, Carmen. Serías una excelnte narradora.

  • Bueno, ya lo intento- ¡anda! ¿cómo es que le he confesao mi vocación de escritora si apenas le conozco? Pero si esto sólo lo sabían mis más allegados...ah, sí, ahora recuerdo, que es como si la conociera de toda una eternidad.

  • ¿Cómo que lo intentas?

  • Es que verás, yo estudio turismo, sí. Pero en realidad soy un intento de escritora.

  • ¡¿Ah, sí?! Jolín, que interesante.- me sonrió con esa boca perfecta que yo ya llevaba días deseando besar.

  • No te burles, por favor

  • Pero si no me burlo, en serio que me lo parece, no sabía nada. ¿Ves? En vez de esos numerosos defectos de los que tú me hablaste ayer, yo cada día descubro nuevas virtudes tuyas.

No me digas esas cosas, que yo me emociono y pienso lo que no debo, por favor, maldita sea, para ya... .

  • Bueno, que a lo que yo venía era a decirte que si querías que subiéramos a la azotea del Micalet, es un poco cansino, pero la vista vale la pena.

  • ¿Hay ascensor?- le negué con la cabeza y miró hacia arriba con cara de duda y dolor.

  • Si no te apetece, no subimos y seguimos viendo el centro histórico.

  • ¿Cuántos escalones crees que hay hasta allí arriba?

  • No lo sé, y te advierto que es de caracol y en algunos puntos un poco demasiao estrecha.

  • Bueno, si tú dices que la vista vale la pena, verdad será. Además, llendo contigo, ¿qué me puede pasar?

  • ¿Qué?- esto de dejarme desenfocada a base de piropos estaba heciéndose una costumbre bastante peligrosa para mí, si seguía desmontándome a este ritmo, pronto no quedaría nada de mí.

  • Venga, vamos arriba.

Costó subir, pero lo logramos, la vista era maravillosa, perfecta. Lástima que no fuera verano y pudiera enseñarle como desde ahí arriba se veía en los días claros la isla de Ibiza, ¿o era Mallorca? No sé, es igual. Le pregunté sin girarme, no podía apartar los ojos de aquella estampa.

  • ¿Qué te parece? ¿Te gusta? ¿A que ha valido la pena?

Unos brazos perfectamente trabajados me rodearon la cintura a cámara lenta y se juntaron justo debajo de mi pecho, unas tijeras invisibles me cortaron la respiración. Una barbilla se posó suavemente en mi hombro y noté un aliento ya familiar en mi nuca, un pincel invisible me llenó la cara de rojo, una ronca voz que me hacía delirar me preguntó que si siempre hacía lo mismo, un cuchillo que ni yo veía cortó el hilo que me enganchaba a la cordura. Ya juré una vez que si volvía a hablarme así perdería los estribos, y así estaba siendo. Dejándome llevar, apoyé mi espalda contra ella, y le pregunte medio embobá que qué era eso que yo hacía siempre.

  • Si siempre hablas tanto y así de rápido, si siempre lanzas tantas preguntas a la vez.

  • ¿Por qué? Acaso te molesta.

  • Que va, todo lo contrario, Carmen, me encanta, casi casi me vuelve loca.

¿Qué, qué está diciendo? ¿Qué le vuelve loca, pero en qué sentido? Mi pecho subía y bajaba al ritmo acelerado de mi corazón. Tú si que me estás volviendo loca perdida a mí.

  • Tenías razón, pequeña escritora, el esfuerzo de la subida ha valido la pena. Esto es una maravilla, y más si se comparte con alguien como tú.

Esto no podía estar pasando, todo esto debía ser un sueño mío. Pues por favor, que nadie me despierte jamás, si hasta aquí es hasta donde podemos llegar, aquí me quedo para siempre. Pero fue ella, ella que había empezado ese sueño, la que tuvo que volverme a la realidad, como ya era también habitual.

  • Carmen, está empezando a anochecer. Será mejor que apuremos el tiempo que queda y dejemos algo para mañana.

Se había separado de mí, y ahora estaba a mi lado, rodeándome los hombros con su abrazo.

  • ¿Quieres que mañana sigamos? ¿No te cansas de estar conmigo?

  • ¿Cansarme de ti? Eso jamás, además, si tengo que cargar contigo, lo haré gustosamente siempre.

  • Anda pelota!! Vámonos ya.

Pensé que tal y como se estaba haciendo ya de noche, mejor paseábamos un rato por la vera del cauce antiguo, cruzando algún puente chulo.

Y así lo hicimos, no me costó mucho convencerle.

Mientras cruzábamos el Puente del Real, me dí cuenta de que su mirada estaba perdida en el horizonte, y tenía una estúpida sonrisa en la cara.

  • ¡Sofía! ¿en qué piensas? Tía, estás en la luna de Valencia, eh?

  • ¿en la qué?

  • En la luna de Valencia, ¿no has oído nunca eso?

  • Pues no, ¿qué quiere decir?

  • Quiere decir que estás empaná, atontá, despistá, emparrá, ida.. todo eso

  • Aahh, pues gracias por la parte que me toca. ¿Y por qué se dice eso? ¿Tanto poder tiene la luna de Valencia sobre las mentes de sus habitantes?

  • Nooo.., la luna de Valencia era una posada que había a las afueras de Valencia, cuando esta aún no era tan grande y todavía estaba amurallada.

  • Aahh, ¿y qué tiene que ver?

  • Pues a ver, era una posada que había en las afueras, y cuando alguno se quedaba despistao por la noche, o se retrasaba y no llegaba a las puertas de las murallas antes de que cerraran, no podía entrar y muchos se quedaban a pasar la noche allí. Por eso a los despistaos se les dice que están a la luna de Valencia.

  • Mmmm, curiosa historia.

  • Cerca de aquí están los restos de esa posada,¿quieres que vayamos? No es ninguna maravilla, pero tiene su gracia ver las ruinas de lo que provocó un dicho tan popular.

  • Vale, pues vamos.

Enseguida arribamos a las ruinas, como estabam en medio de la calzada, sólo pudimos verlas desde la cera contraria, no erea cuestión de que nos atropellaran sólo por ver el antiguo marco de piedra de una puerta.

  • Es bonita..me gusta.

  • Debe de ser la iluminación, porque los restos en sí no son gran cosa que digamos.

  • Debe, eso y lo que tú has dicho de la curiosidad.

  • Bueno que, m'onem que ya es de noche.

  • M'onem que ya es de noche, sí.

De camino a casa estuvimos hablando de nuestras ilusiones, Sofía me contó que su entrenador creía que al final sí le seleccionarían para competir el nacional de natación, que sería también en Valencia. Me preguntó si iría a verle y animarle. Vamos, por supuesto, yo no me perdía a Sofía en bañador y mojada por nada del mundo, jeje. Yo le conté lo de la novela que había escrito, y que ya había mandado a tantas editoriales, recibiendo siempre una negativa o ni siquiera eso. Me pidió que se la dejara leer, a mí me derritió que se interesara por eso, y acepté encantada.

Llegamos al piso, y le hice pasar para darle una copia de mi novela, y de paso a ver si caía en una invitación a cenar, pero me negó su hermosa presencia porque tenía que estudiar y descansar para la mitad de la ruta del domingo. Bueno, visto así, yo también tenía que hacer exactamente lo mismo, además de llamar a mi casa de Bolbaite, para ver que tal andaban por allí las cosas.

Le acompañé hasta la puerta, y una vez en el umbral, me tomó de la mano y me acercó hacia ella:

  • Gracias por todo Carmen.

  • Mujer, ya ves de nada, a mí tampoco me cuesta tanto, y de paso practico.

  • Ya, pero no sólo me refiero a eso. Digo que gracias por haberte presentado en mi vida, y por haberme llenado tanto en tan poco tiempo.

De piedra, así me estaba dejando. Como yo era incapaz de contestar, sonrió y como despedida, volvió a besarme en la misma mejilla que la mañana anterior.

  • Mañana me pasaré por tu casa sobre las once para irnos. Hasta luego, que estudies mucho.

Sí, mal lo veo que pueda concentrarme en los estudios después de todo lo que me has dicho y hecho en este día.

Me cambié y me puse el pijama, me negaba a ducharme, aunque fuera una guarrería. Pero es que después de tanto abrazo y tanto roce, aún tenía su fresca olor a Nenuco en mí, y quería dormir así con ella, como si la tuviera al lado. Descolgué y marqué el número de mi casa del pueblo, sabedora del drama que me esperaba.

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*"Y ahora quisiera / que tu nombre en mi pecho / fuera una calcamonía./ Que pudiera borrar / con electros pá joder el día a día / con cada letra de tu nombre / encuentro un sinónimo / de mentira..." (La Cabra Mecánica)

El teléfono insistente me sacó de la ducha, me puse el albornoz corriendo, no sé pá qué, porque la casa la chorreé igual. Y descolgué, una voz familiar pero que no identifiqué pregunto por mi.

  • Sí, Sofía soy yo. ¿Con quién hablo por favor?

  • Bueno...que educada te has vuelto..

De repente, quien estuviera al otro lado del aparato empezó a hablarme en griego. (pero evidentemente la autora está bastante pez de griego, y un año de griego clásico no sirve para mucho, así que será igual en castellano ;-D )

  • Ya veo que por ahí te han llevado por el buen camino, ¿cómo es posible que aún no te acuerdes de mí, Caulous, después de todo lo vivido?

Esa voz, esa maldita voz, mi cerebro la reconocía, pero el resto de mi ser se negaba a admitir que la muy zorra hubiera encontrado mi número y ahora tuviera la desfachatez de llamarme. Un montón de malos recuerdos y de rencor comenzaron a invadirme.

  • ¿Te callas? ¿Aún no consigues reconocerme, guerrera mía?

No me veía en ningún espejo, pero sabía bien que cara estaba poniendo. Mis ojos se cerraron y ardieron, nublando mi vista. Mi cuello empezó a temblar, y mi mandíbula tensa comenzó a abrirse para que una voz llena de odio y tristeza que hacía tiempo que no usaba dejara escapar aquellas tres sílabas que tanto quería olvidar porque tanto mal su dueña me habia hecho:

  • Agriel..