A la luna de valencia

Sofia y carmen se conocen de una manera poco comun

A LA LUNA DE VALENCIA

Escrito por: Atramentum et pergamen

El autobús de la EMT se dirigía a la parada del Paseo de la Alameda-calle Asturias. En su interior, una joven rubia y no muy alta viaja de la facultad hacia su piso, escuchando en el discman una de esas canciones capaces de hacerle alzar su puño al más conservador;

“¿Qué te ha pasado princesa / que no te veo sonreir? / aún no tienes tu dosis / por las noches te tienes que prostituir. / Maldita mierda prohibida / que nuestro sueño rompió, lo rompió/ hablábamos de injusticias / comenzábamos nuestra revolución

Instintivamente, la chica comienza a golpear el pie en el suelo del autobús al ritmo del estribillo; “no chaval, / no es ley de vida tu desigualdad / no te dieron la oportunidad....

“ Sin duda, -piensa-, esta es una de las mejores canciones subersivas que se han escrito, y la mejor de las que tiene SKA-P. Y no es sólo la letra, es ese ritmillo, esa desilusión contenida, esa batería marcando con rabia...¡ese peazo morenaza que acaba de subirse! ¡Por Dios, que mal repartido está el mundo, unos tanto otros tan poco! “. Interrumpió sus pensamientos al ver que una mujer alta, muy alta, y con el pelo negro, muy negro se sentaba en un sillón justo de cara a ella.

Vestía con ropa entallada, marcando a la perfección cada perfecta curva de su perfecto cuerpo.

Sus largas piernas rozaron sin querer el tobillo de la joven rubia al estirarse. Ambas se miraron, y unos grandes ojos verdes se clavaron en la boca de la morena, que se movió con un leve gesto de disculpa amistosa. La rubia, a pesar de no ver los ojos de su compañera de asiento porque los llevaba ocultos tras unas gafas de sol, comprendió, y con un movimiento de su mano le dio a entender que estaba disculpada.

De repente, por un momento, al volver a fijarse en los labios de la mujer que le acababa de “pisar”, le vino a la cabeza una rápida imagen, que la llenó de calor, al verse en ella rozando esos labios, que sin abrirse acababan de pedirle perdón con tanta gracia, con los suyos.

Asustada por tener esos pensamientos, sacudió su pequeña cabeza como si así fuera a sacárselos de ella, y miró a la calle por la ventanilla mientras se concentraba en el final de la canción, que iba llegando; “del paraíso al infierno / hay un paso, nada más / la prohibición es un bussiness....” la canción paró, y la chica comprendió que las pilas esta vez habían durado demasiado, y no podía quejarse.

Se fijó en la pantalla que colgaba del techo del autobús, que le anunciaba que la próxima parada era Avinguda Regne de València-Gregori Mayans.

-¡La mía!, - saltó sobresaltada. Medio autobús se le quedó mirando, pero ella sólo reparó en una mirada, que a pesar de venir de unos ojos tapados por gafas oscuras, notó fría y sorprendida a la vez. Pulsó para solicitar parada, y se dirigió a la puerta de salida. La atravesó y saltó a la calle, sin notar que la alta mujer morena seguía su mismo camino.

Cuando llegó a la puerta de la casa, se dio cuenta que la morena se paraba justo en el mismo lugar. La miró sorprendida, y le sonrió algo avergonzada bajando la cabeza para poder encarar las llaves a la cerradura. No sabía porque, pero esa mujer le turbaba, y si seguía mirándole, aún a través de las gafas, conseguiría que de los nervios se le cayeran las llaves. Y al final así fue, pero la otra fue mucho más rápida, y las cogió al vuelo para entregárselas con una gran sonrisa, que lucía blanca y franca. La rubia quedó petrificada ante tal espectáculo, y le dijo un tímido “gracias” mientras le sonreía embelesada, y abría la puerta pausadamente.

“La Viiirgen, que labios más hermosos cuando sonríen. La cogería aquí mismo de la cara y.. , Bueno, chica, apágate un poco, que no la conoces de nada. Además, ¿desde cuando a ti te gustan los labios de otras mujeres? Si es que no tienes remedio”. Todo esto lo pensaba la alta y morena, mientras se dirigía al ascensor detrás de la otra. La rubia pulsó al botón de la tercera planta, y tras mucho esfuerzo, le preguntó a la otra conteniéndose para no mirarle a la cara que a qué piso iba ella.

  • Voy al tercero, gracias- contestó con una suavidad impresionante.

  • ¿Al tercero?,- preguntó la rubia sorprendida, mientras levantaba la mirada y se encontraba con que la morena ya se había quitado los lentes que ocultaban sus ojos.- En el tercero viv...- no podía continuar, se perdía, se ahogaba de placer en la mirada azul que la observaba desde arriba, en su vida recordaba haber visto dos ojos tan bellos.

  • Perdona, ¿qué decías, me has dicho algo, no? Pero te has quedado cortada- la morena sonreía satisfecha, al ver como la chica bajita se había quedado ante sus ojos-. Mira, ya hemos llegado.

El timbre del ascensor al llegar despertó a la rubia de su trance, que dirigió la mirada hacia la mujer que parecía esperarle en el umbral de la puerta del aparato a que decidiera salir de él.

  • ¿Piensas quedarte en el ascensor? Lo digo por no seguir sujetando la puerta hasta que decidas salir.

  • Sí, perdona. – y salió, mientras se fijaba en el brazo que estaba aguantando la puerta para que no se cerrase, un brazo bien torneado, ni muy musculoso ni muy blando, y cuyo bíceps estaba levemente marcado por el esfuerzo. Cuando ya hubo salido, se decidió a preguntar- ¿Vives aquí? No sabía nada. ¿O sólo vienes de visita?- se sorprendió a sí misma deseando que la respuesta a la primera pregunta fuera que sí, y que nisiquiera contestara a la segunda.

  • ¡¡Ays, sí disculpa!! Me llamo Sofía, y sí soy nueva, me trasladé aquí hace apenas dos días. Mi piso es ese, el noveno. ¿Y tú?

  • Yo, yo me llamo Carmen, y vivo en el séptimo, justo enfrente de ti. ¡No sabía nada de que hubiera nueva inquilina!- y que estuviera tan bien, ¡joder! ¿cómo puedes pensar así ahora? Desde luego, esta mujer te hace algo...

  • Pues encantada Carmen- Sofía tendió la mano a Carmen para estrechársela, una vez más, le había sacado de sus pensamientos con esa voz tan, tan... . Carmen no pudo aguantarse, y en vez de cogerle la mano, se levantó de puntillas y de sopetón le dio dos besos, uno en cada mejilla. Ambas se sonrojaron, Sofía porque no esperaba esa reacción, Carmen porque no entendía como había actuado tan impulsivamente, pero ambas, sobre todo, por la pequeña descarga que el roce de sus caras había provocado.

  • El gusto es mío, Sofía. Y ya sabes que tienes una buena vecina justo enfrente, dispuesta a ayudarte...en lo que sea....,- y cerró tras de sí la puerta de su piso, golpeándose, una vez se aseguró de que nadie le veía, en la frente mientras se preguntaba desde cuando le gustaba tontear con mujeres

  • Y yo estaré encantada de pedirte ayuda, para lo que sea, - habló sóla Sofía, quien con la mandíbula a arrastrones entró a su nueva casa.

Un par de horas más tarde, una figura alta cruzaba, vestida con un pantalón de chándal blanco y una camiseta bastante ceñida negra, el pasillo de una finca. Llegó hasta la puerta con el número siete, y tocó decididamente el timbre. Al poco, una pequeña figura rubia abrió la puerta. Sofía no podía dar crédito a sus ojos, y debió de notársele por la cara de divertida que su vecina ponía, pero desde luego, no podía quedar indiferente ante lo que veían sus ojos, no podía quedarse tal y como si nada, después de ver a Carmen con un pantalón ancho bastante parecido al que ella misma llevaba, y un top muuuyyy por debajo de los senos, dejando al descubierto su estómago firme, y sudado, al igual que el resto de su cuerpo y su cara.

  • ¿Querías algo Sofía? Perdona que te reciba así, pero me coges a mitad de mi tabla de mantenimiento.

  • Sí, yooo...,- a ver Sofía, piensa un poco, y recoge tu lengua antes de hablar-, verás, puede parecer una tontería pero, con todo el lío de la mudanza, me acabo de dar cuenta ahora de que no tengo ni un gramo de sal, y me preguntaba si podrías dejarme una taza.

  • ¡¡¡Jajajaja!!! Claro, mujer, pasa que te la doy.

Sofía entró a un salón amplio, pintado con suaves tonos, y muebles más bien modernos, todos ellos llenos de fotos, y de figuras de estas inservibles que ella tanto odiaba. Oyó como desde el cuarto siguiente salía una canción que le resultaba familiar; “Tout est chaos / à coté / tous mes idéaux / des mots abimés/ je cherche une amme / qui pourra m’aider/ je suis d’une génération desechantée/ desechantée...

“jeje, Desechantée, adoro esa canción. ¿será con la que estaba haciendo esa tabla de mantenimiento que le mantiene así de bien, y me ha dejado a mí en este estado?”

Carmen apareció por el umbral de la puerta con la taza colmada de sal, se la dio muy gentilmente. Al rozarse las manos, volvieron a sentir lo mismo que poco antes cuando se dieron los dos besos. Pero esta vez, ninguna de las dos apartó las miradas. Carmen se lanzó y le preguntó:

  • Perdona Sofía, pero ¿no te habrá molestado que te diera antes los dos besos? Es que como te has quedado con esa cara...no sé.

  • No, que va, no me ha molestado. Es sólo que en mi país no estamos acostumbrados a saludarnos así, y me has cogido indefensa, jeje- rió con risa de tontaina, mientras volvía a embelesarse con ese estómago.

  • ¿En tu país? Ah, ¿pero que no eres española? Pues yo habría puesto la mano sobre el fuego porque sí.

  • No, que va. Soy griega, pero estoy aquí de Erasmus acabando la carrera de Antropología Cultural.

  • ¡Ostras, que interesante! Mi hermano estudia algo parecido, hace Sociología. Pues hablas muy bien español, casi no se te nota el acento..bueno, no sé, porque nunca había hablado con nadie de Grecia, así que no sé como sería vuestro acento en realidad.

  • Ya, bueno Carmen, yo de verdad que me quedaría gustosamente toda la noche hablando contigo (“ y sin hablar, dios, sólo con mirarte esos ojitos y ese cuerpecito tendría bastante), pero no querría que se te secara la sudor y te enfriaras. Así que mejor me voy a casa (“antes de que me reviente la líbido”) y ya hablaremos en otro momento. Ya me pasaré a por azúcar, o aceite o huevos o algo sí.

  • Lo que quieras y cuando quieras. Buenas noches Sofía, que descanses, (“ que yo creo que lo tendré difícil después de verte con esa camiseta y ese pelo mojado...por dios, pero si a mí nunca me habían tirao las tías, ¿qué me da ella para dejarme así? ¿y cómo me ha mirado cuando he abierto, eh? Váh, mejor dejo de pensar estupideces y me ducho, a ver si me apago un poco.


Un par de días más tarde, Carmen se armó de valor y fue a buscar a Sofía a su piso. Prefirió pensar que lo hacía sólo por resultar cordial con una vecina nueva que además era extranjera. Pero en el fondo sabía que iba por algo más, que la griega había conseguido atraerle como un imán, y que aún no podía olvidar aquellos dos ojos azules clavados en su vientre descubierto y recorriendo todo su cuerpo, ni lo deseada que esa mirada le había hecho sentir.

Era sábado por la mañana, así que seguramente Sofía estaría en casa, y así fue. Le abrió la puerta, y ambas se quedaron mirándose durante unos segundos, que a la morena le parecieron una eternidad, una eternidad sumida en esas esmeraldas que tenía delante, como si esa mirada ya la conociera de antes, de mucho antes. Al fin, se rompió el silencio:

  • ¡Buenos días Carmen! Pasa, pasa si no tienes prisa. Acabo de venir de nadar un poco, e iba a desayunar. ¿Quieres tomar algo?

  • Gracias, - y pasó a la cocina a través de un salón y un pasillo donde aún se veían signos de la mudanza. Se sentó en la mesa junto a la ventana del deslunado-, la verdad es que hace rato que he desayunado, pero por no hacerte un feo, no te rechazaré un café o un zumo.

Sofía sonrió, - Bien, enseguida te lo llevo. Bueno, ¿qué quieres, café o zumo?

  • Un café mejor.

A los dos minutos, ambas estaban sentadas a la mesa, Carmen con un café espumoso, Sofía con un tazón de cereales, fruta, y otro café.

Estuvieron un rato hablando, en el que Sofía le contó que se había ido de la residencia a ese piso porque prefería vivir sóla y llevar su marcha, que ya estaba haciendo el curso de doctorado de Antropología socio-cultural, y que pertenecía al club de natación de Valencia.

Carmen, por su parte, le contó que vivía en la ciudad desde hacía dos años, porque su pueblo quedaba lejos de la capital, y no era plan de ir y volver todos los días a Valencia para estudiar, y que hacía unos seis meses que había cortado con su novio (cosa que para su sorpresa pareció alegrar el rostro de la Erasmus). También le dijo que estaba estudiando Turismo en el Campus dels Tarongers.

-¿En serio vas al Campus de los Naranjos? ¡Yo también, voy a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales! ¿pordríamos ir juntas los días que nos coincidan, o algo, no?!!,- exclamó y preguntó Sofía, toda emocionada.

  • ¡Es verdad! ,- “¡claro, era verdad! ¿Cómo no lo había pensado antes? ¡Despiste...!”-, yo voy a la de Económicas, pero sí, podríamos.

  • ¿Y dices que estudias Turismo?- Carmen asintió-. ¡Bien! ¿Me harías el favor de llevarme de ruta por Valencia y los alrededores? A pesar de estar tanto tiempo aquí, he estado muy sóla, y apenas he salido más que para ir a clase... .- le puso cara de cordero degollado y le cogió la mano.

Ante esto, Carmen se derritió y aceptó encantada.

  • ¡Claro que sí! ¿Qué te parece el fin de semana que viene? ¿Sofía, Sofíiaaa, eehh...?- Sofía estaba embobada mirándole los labios-. ¿Te pasa algo?

  • Tienes espuma del café en la comisura de tus labios, justo ahí- y con uno de sus largos dedos se rozó su propia boca para señalarle el sitio. La tensión comenzó a poder cortarse, a Carmen le había gustado, y mucho, ese gesto, aún no se había fijado en lo bonitas que su vecina tenía las manos.

“sólo y flaco como un perro tirao / hago recuento de las horas perdidas / a las que añadir el rencor que he guardao / para pasarte la factura, uno de estos días...”

El trance acabó en sobresalto, cuando una melodía comenzó a sonar muy fuerte. No se había dado cuenta hasta ahora, pero un disco había estado sonando de fondo todo el rato. La canción le era conocida;

  • ¿Te gusta La Cabra Mecánica?- preguntó Carmen sorprendida.

  • ¡Me encanta! Bueno, en realidad me gusta casi toda la música de vuestro país. Un compañero me dejó algunos discos para que fuera enterándome, y este fue uno de los que má me gustó. Me gustan mucho sus letras, creo que se las trabajan mucho.

  • A mí también, son uno de mis grupos favoritos..- a la rubia le emocionó ver que tenían algo más en común.

El estribillo comenzó a sonar, y como si lo tuvieran ensayado, ambas comenzaron a cantarlo en voz alta, con una compenetración impresionante, y ensoñando con la boca que cada una tenía delante;

“y he matado tu amor / con el hueso de jamón y el cuchillo de cocina / los dos duros que por mí diste una vez / no me llegan ni pá alcohol / ni pá merca / ni pa pipas/ y es que el amor es un deporte muy raro / y como vicio, bastante caro...”

Ambas explotaron en risas. - ¡Menuda coordinación! – dijo Carmen-. Bueno, he de irme, porque he quedado con una amiga de la facultad para acompañarle a comprar unas cosas.¿Quieres venirte?- “que diga que sí, por favor que aceptee..”

  • No puedo, me gustaría, pero tengo que acabar un trabajo muy largo para el martes, y lo llevo muy retrasado, lo siento. Pero ya quedaremos para ir juntas al campus, y para ese tour que me debes, no creas que se me va a olvidar.

  • No, claro.- Carmen estaba desilusionada. Quería haberse llevado con ella a esa morena que tan bien le hacía sentirse-. Bueno, pues cuando quieras que quedemos, te pasas por mi casa y lo hablamos. Gracis por el café.- Ya habían llegado a la puerta.

  • Gracias a ti por venir a verme y entretenerme. Ya me paso a devolverte la visita y quedamos. ¡Que te vaya bien el paseo!

Carmen iba a llegar tarde a su cita con Bea, pero decidió no coger el autobús, porque total, hasta la calle Colón, seguro que daría mucha vuelta, y como llegara retasao...mejor se iba andando rápido, le costaría menos, y de paso el aire en la cara le ayudaría a despejarse un poco las ideas. La cabeza se le había ofuscado de nuevo con Sofía, la tensión que vivió cuando ésta le indicó donde tenía restos de café había sido muy fuerte, pero en absoluto incómoda. Le preocupó mucho el darse cuenta de que la primera vez que sentía lo que la gente llamaba tensión sexual era con otra mujer. Nunca pensó que eso pudiera pasarle a ella, pero desde luego, para que negarlo, había deseado que la griega le limpiara la boca con la misma suavidad con la que se pasó los dedos por sus labios. Y ya, ni falta hace el nombrar la magia del momento de la canción, hacía mucho que no se encontraba con alguien a quien le gustase La Cabra Mecánica, y menos que se supiera de memoria una canción tan poco conocida de ese grupo como la que ambas habían cantado juntas.

“Pero mejor aún no se lo cuento a nadie, seguro que esto es la novedad, es como cuando te compras unos zapatos que te gustan mucho y vas muy a gusto, durante un tiempo no te los quitas para nada. Eso es, eso y la curiosidad, porque no todos los días una se encuentra con una Erasmus griega de vecina, y encima tan simpática y bien educada. Seguro que en cuanto la conozca algo mejor, se me pasara toda esta confusión, y definitivamente lo hará, cuando vuelva a Grecia nada más acabar la carrera. ¿Volver a Grecia?” una angustia enorme le invadió el estómago cuando pensó en que en pocos meses, su adorada Sofía volvería a su país, y ya no volvería a sumergirse en sus dos ojos azules nunca más.

Una voz chillona y ofendida le sacó de sus penas y sus sentimientos. Bea, muy ofendida, le recriminó que llegara quince minutos tarde, sabiendo que eso era algo que no soportaba.

Aún estando como ida, Carmen se disculpó de mil maneras, y para compensarle, le invitó a tomar algo antes de ir a comprar. Aprovecharía ese momento para contarle lo que le estaba pasando ¿o no? No lo sabía, si se terciaba sí, si no venía a cuento, no. Tampoco era plan de dramatizar las cosas.

-¿Así que ese es el motivo de que hayas llegado tarde? Bien, entiendo, no pasa nada. Ya se me ha pasao el enfado. Esta noche vamos a quedar con Visent, con Jaume y algún amigo más para ir al cine. ¿Te acuerdas, no?- Carmen asintió-. Bien, puedes decirle que se venga, si tan simpática es y tan sóla dice estar.

  • No creo que pueda, me dijo que tenía que acabar un trabajo muy complicao para este martes.- de repente, se sorprendió poniéndose nostálgica, al recordar lo bien que lo había pasado esa mañana desayunando con Sofía. Una voz interior pareció gritarle “¡ya estamos otra vez? Pero si no hace ni dos horas que acabas de verla, por dios, despierta Carmen, Carmeeeenn...!!!-. se sobresaltó, la voz interior acabó siendo la de su buena e impaciente amiga, que le chasqueaba los dedos delante de sus ojos.

  • Carmen, que te decía, que a ver si esa chica va a resultar siendo una empollona.- habló Bea burlonamenta.

  • ¡No es empollona! ¡No digas eso, es sólo que es muy trabajadora!.- Carmen se levantó toda exaltada, Bea se asustó, no se esperaba esa reacción por parte de su amiga, a causa de..¿una mujer..?

  • ¿Quieres tranquilizarte, por favor? Y explicarme qué narices te pasa. Desde cuándo te ha dao por defender tan aguerridamente a una mujer a la que casi no conoces de nada.

  • Sí la conozco.- habló en un susurro-, es como si la conociera de toda la vida.- y recordando ese mar azul que tanto le había mirado esa mañana, se le pusieron los pelos de punta.

  • Carmen, se te ha erizado la piel, hija mía, ¿qué cojos te está pasando? ¿qué has dicho susurrando? Carmen, esa mujer te está trastocando un poco, ¿no?

  • Y que lo digas..- “aayyysss, ya he vuelto a pensar en voz alta. Que maldita manía tiene mi boca de cagarla ultimamente-. Quiero decir, que no sé. Bueno, es igual, ¿a qué tienda te apetece que vayamos primero?

  • Ostras Carmen, desde luego, tú necesitas de urgencia tirarte a Jaume. De berías aprovecharte esta noche. Seguro que desde que cortaste con Sergio no echas una canita al aire.

  • Vaya, Jaume. ¿Pero tú crees que querrá?- Jaume, se acordó del chico que estaba considerado el más guapo de su grupo de carrera. Pero al contrario de lo que esperaba, no le ilusionó su imagen, ni la idea de que él fuera ya dos meses detrás de ella le provocó el típico cosquilleo en el estómago. Sabía bien porque, y le asustaba. La razón era que en estos dos días, la única imagen que tenía en la cabeza era la de esa vecina morena, griega y cuyo nombre tan bonito le parecía. Decidió cambiar de conversación, antes de que el subconsciente volviera a traicionarle-. ¿Te parece que empecemos por Zara, y busquemos algo para esta noche?

  • Me parece perfecto. Allá va el batallón de tercera listo para abordar su tienda preferida!!

  • Jajaja!!, - Carmen rió de buena gana esa broma-. Listo señor, ¡al abordaje!

Al día siguiente, por la tarde, Sofía no pudo resistir la tentación y se dirigió al piso de su vecina rubia, para devolverle la visita y poder quedar. Le hacía mucha ilusión que alguien por fin le fuese a enseñar Valencia. Y también era verdad que necesitaba volver a verle. Por su culpa, le había costado mucho más de lo normal acabar ese maldito trabajo, porque se había pasado todo el sábado y parte de la madrugada con su imagen y su voz en la cabeza.

Tocó el timbre, y una figura cabizbaja y lloriqueante le abrió la puerta. Unos enormes ojos verdes húmedos se fijaron en una sorprendida Sofía.

La griega no pudo aguantar esa visión, y movida por una ternura que jamás había sentido, abrazó a Carmen acogiéndola entre sus largos brazos. Sin mediar palabra, y sintiendo que eso debería ser lo más parecido al Edén, la pequeña rubia envolvió la cintura de Sofía, y apoyó la cabeza sobre su torso, perdiéndose en ese cuerpo que últimamente parecía obsesionarle.

La griega le acarició con suavidad el pelo, mientras que en un susurro le preguntó que qué pasaba.

  • Es esa película. Esa dichosa película, que tanto me gusta.

Ya habían llegado al comedor, y Sofía se fijó en que por la tele estaban echando El Rey León. Con Carmen aún abrazada a ella, no pudo evitarlo, y se rió.

A Carmen eso le sorprendió, pero al sentir como el pecho de su amiga subía y bajaba contra su cara, se le erizó la piel y decidió no soltarse, sino que se apretó más fuerte a su cuerpo.

-¿De qué te ríes? ¿Acaso te burlas de mí, insensible?- Se estremeció al sentir como Sofía pasaba la mano por debajo de su pelo y comenzaba a acariciarle la nuca.

  • No me río de ti. Es sólo que me hace gracia, por un momento pensé que algo malo te había pasado, y me preocupé. Pero al ver que estabas llorando por una peli de Disney, no lo he podido evitar. Además, ¿qué te crees? Yo también lloro con esa película, sobretodo en la parte en que muere Mufasa. Es algo que pasa a casi todo el mundo que la ve.

Al darse cuenta que, al estar así, su temperatura había ido subiendo, Carmen se separó lentamente de Sofía. Volvió a la realidad, y se preguntó que de dónde narices habían sacado esa confianza tan grande, si apenas hacía tres días que se conocían

  • ¿Ya estás mejor?.

Carmen asíntió con la cabeza, y preguntó: - ¿Qué tal ese famoso trabajo? ¿Ya te has hecho con él?

  • ¡Buufff! ¡Sí, al fin! Esta noche tengo que pasarlo a limpio para mañana dedicarme a otras cosas. Ayer me estuve hasta las tantas para poder acabarlo.

  • Ya me dí cuenta. Cuando volví a las tres de estar por ahí, oí que salía música de tu piso.

  • ¿En serio se oía? Joder, no creí que estuviera tan alta. Tendré que quitarme esa costumbre, antes de que me echen de la finca por molesta. ¿Y qué tal quedó? ¿Ligaste mucho?

  • No, la verdad es que no íbamos en plan festorro a ver que cae. Era en plan tranquilo, al cine de sesión golfa y a tomar un par de copas.- “ni aunque hubiera querido. Si cada uno que se me acercó me pareció poco porque no pude evitar compararlo contigo”-. Pero mujer, no te quedes ahí de pie, - le tomó del brazo y le estiró para que se sentara en el sofá. Sofía se estremeció ante la suavidad de su mano-. ¿Quieres tomar algo?

  • Bueno, con un poco de agua fresca bastaría.- “a ti, te me quiero beber entera” pensó.

La rubia se sorprendió ante esa simpleza, y se fue a la cocina para poder complacerle. Desde allí le habló: - ¿Bueno, qué te trae por mi humilde morada?

“ Tú. ¿te parece poco? Si vengo aquí es sólo porque necesito más de ti.” Pensó Sofía, pero decidió que mejor contestaba otra cosa. – Pues venía porque mañana es lunes, día de ir a clase, y me preguntaba si podríamos ir juntas al campus. Y también para quedar para esa famosa ruta que me has prometido, claro. No pensarás que iba a olvidarme.

“¡Madre mía, todavía se acuerda! Y yo que me pensaba que lo había hecho sólo para quedar bien, y ya me había concienciado de que debía pasar el menos tiempo posible con ella.¡báh! que les peten a los “debería”, se lo prometí, estoy muy a gusto con ella, y no voy a permitir que se vaya de la ciudad sin antes haber conocido aunque sea lo más típico.”

  • Pues me parece perfecto, yo mañana entro a las ocho y media, por desgracia, ¿tú qué horario llevas?

  • ¡Perfecto! Yo entro exactamente a la misma hora- “uyyy, que mentira más grande, si entro a las diez...bueno, me da igual, no me importa levantarme a las siete para estar con ella..ostras!! ¿tú te has dao cuenta de lo que vas a hacer, y de lo que acabas de pensar? Tú, que sólo permitías levantarte pronto para ir a nadar. Muy fuerte, Sofía, te está pegando muy fuerte.”

  • Entonces perfecto, quedamos a las ocho menos cuarto en el rellano, y así nos vamos andando, que es muy sano y despeja mucho la cabeza.

  • Andando...- Sofía puso voz de desgana-. Andando a esas horas, Carmen noo... hay que usar el transporte público, que si todo el mundo andara, imagínate la de atascos que habría en las aceras y la de contaminación que se armaría. Mejor cogemos el autobús.

  • ¡¡pppprrrrffff, jajajajajajaja! Desde luego, no me imaginaba que tuvieras tanto morro, Sofía, no me esperaba esa perrería de una deportista como tú. Está bien, cogeremos el autobus. Oye, Sofía, no te habrás ofendido por lo de “perra” ¿verdad?- Sofía había simulado poner morritos y hacer pucheros, como si le hubiera sentado mal lo que Carmen le había llamado. La rubia le cogió la barbilla muy dulcemente, consiguiendo que Sofía rozara el cielo sólo con el tacto de su mano, y cuando le levantó la cara, vió que la griega comenzaba a sonreir.

  • No mujer, sólo actuaba, o bromeaba, o como le digais aquí.- “pero si cada broma tuya acaba así porque me pueda ofender, ten por seguro que sieeeemmpre simularé estar enfadada, ¡Dios, que manos tiene!”

  • Bueno, y lo de la ruta, a ver, has tenido suerte, porque este fin de semana he anulado mi viaje a mi pueblo, y puedo dedicarlo por entero a ti

  • ¿¡En serio!? Eso es...¡chachi! que diría mi amigo Pedro.- “me gusta, y mucho, todo el fin de semana para mí..que bien suena eso”.- Entonces, ¿qué tal el sábado a las once de la mañana?

  • Vale, mujer. Tampoco hace falta que quedemos ya en la hora, que mañana nos vamos a ver ¿no? Y algún día más, digo yo.

  • Claro, es verdad. Bueno, pos ya está arreglao. Este...-( a ver como se lo digo sin que suene a insinuación, madre mía, que difícil)-, ¿te apetece venir a cenar a mi casa hoy? Es que me ha dado un ataque de morriña agudo y voy a preparar algo de comida típica de mi tierra, y en fin, no me gustaría comerla sóla. Si no la prueba nadie más, nunca sabré si soy buena cocinera de verdad, o sólo tengo el ego muy alto.-(¡Olé, te las currao, Sofía, te las currao..).

  • Jejeje, hoy estás gracioseta ¿eh? Pues claro que me apetece, ¿quieres que lleve algo?

  • No, no hace falta, eres mi invitada de honor, y yo lo pongo todo. Bueno, si te empeñas, podrías por mí ponerte..- “¡¡calla bocazas, ni se te ocurra pedirle que se ponga ese maravilloso top con el que le viste el otro día!!”.

  • ¿Podría ponerme qué, Sofía? ¿Va a ser una cena de gala o algo? ¿Quieres que me ponga algo en especial?

  • No, no. Sólo quería decir que...”piensa y rápido, maldita sea”...que te pongas ya a hacer tu tabla de mantenimiento para un par de semanas. Porque después de la pedazo de cena que te voy a preparar, no podrás moverte en muuucho tiempo.

  • Ah, muy bien. Como gustes,- le sonrió ampliamente, Sofía casi babeó.- ¿A qué hora quieres que me pase?

  • Aaa..pues a las nueve estaría bien, ¿no? Porque si mañana hay que madrugar tanto..

  • Vale, muy bien. Pues a las nueve en punto estaré en tu casa.

  • Bueno, hasta dentro de un rato entonces.

  • ¿Pero ya te vas?-“¡eso pava, descúbrete un poco más, venga!”-, quiero decir- se había sonrojado por completo y no sabía como continuar.

  • Sí, ya me voy. Tengo que empezar a hacer la cena, y ducharme luego, que seguro que el pelo me cogerá mucha olor. ¡Hasta luego!

Sofía se fue encantada de ver lo bien que le iba con su vecina del alma, dejándola por cierto, muy preocupada, pues no sabía que ponerse.

La hora de la cena llegó, y Sofía hizo pasar al salón a una Carmen recién duchada, vestida con unos vaqueros manchados de cobre y una camisa lisa blanca, con los labios levemente pintados y algo de colorete en sus mejillas. “¿por qué se habrá puesto así sólo para venir a cenar a mi casa? ¿no será que ella también sentirá..? no, no. Baja a la tierra, es imposible, pero aún así, no puedo evitar ilusionarme, ahora que ya sé que me he vuelto a fijar en una mujer, no pienso evitar el ilusionarme. Espero que el ambiente romántico que le he dao al comedor no sea muy evidente”

Carmen por su parte, quedó encantada con ese ambiente que la griega había preparado. El salón ya lucía limpio y ordenado, y sobre la mesa del centro, un mantel de un blanco impoluto acogía una botella de vino blanco con su enfriador, dos cubiertos enfrentados, y los manjares griegos que Sofía había cocinado(vale, no..no voy a nombrar esos manjares, no soy una profunda conocedora de la gastronomía griega, y para un cuentecillo de ná no me voy a poner a documentarme tanto, ni que concursara pá’l Pullitzer..). En las dos estanterías que había en la pared, estaban encedidas un par de velas aromáticas, al igual que en la mesa camilla situada junto al sofá. El tono de la iluminación era muy suave, y de fondo sonaba...¡sí! La Cabra Mecánica, (sí, ya sé que las canciones de este grupo no son muy románticas que digamos, pero ¿no me digais que no se salen?).; “y así está mi corazón / que a ver por donde me sale / que estoy como un mejicano / en una patera / rumbito a Caí”

  • Adoro “La novia del marinero”, me encanta esa canción. Me gusta mucho todo lo que has preparado.

  • Me alegro- contestó Sofía con toda la sinceridad del mundo, y también muy aliviada.- En fin, la invitada no creas que lo desmerece, estás guapísima.

  • Vaya, gracias, aunque no creas que tú tampoco te quedas corta- dijo la rubia toda sonrojada, “si es que ya sabía yo que no tendría que haberme arreglado tanto. Pero, ¿qué me habré pensado yo, para qué me pongo así? Sabía que iba a cantar..pero parece que le gusta, y ¿cómo ha preparado el salón? Por dios, esto parece cualquier cosa excepto una cena de vecinas”.

  • ¿Yo? Pero si yo voy en chándal, Carmen, que dices...

“Aún así, Sofía, aún así” pensó Carmen mientras le miraba extasiada, llevaba la misma camiseta negra que aquella noche que fue a por sal. “¡Ay, la Virgen y San José, me tengo que contener. ¿Pero se puede saber que me está pasando? ¿Tan desesperá estoy que cualquiera que se me pone delante me atrae, aunque sea una nueva amiga que resulta ser demasiado aduladora?”

De nuevo, la grave voz de la griega le sacó de su ensimismamiento, como siempre;

-¿Por qué no te sientas un momento, y vas destapando el vino? Yo voy un momento a arreglar un par de detalles y vuelvo enseguida.

  • Muy bien.- Carmen se sentó y comenzó a abrir el vino, llena de curiosidad por cuales serían esos dos detalles. “¿Es que acaso falta algo? Si ya todo es perfecto, demasiado perfecto”

Al cabo de unos cinco minutos, una Sofía totalmente transformada apareció por la puerta del salón, dejando a Carmen descolocada, fuera de sí ante lo que veía. La griega se había cambiado, y llevaba unos pantalones vaqueros de azul muy oscuro, junto a una camisa negra a rayas diplomáticas, que marcaba a la perfección toda la curvatura de su parte superior, y le combinaba perfecta con el pelo ahora de nuevo suelto, luciendo negro y liso por debajo de sus hombros.

Se sentó disfrutando de la estupefacción de su vecina, y con una amplia sonrisa que hizo volar aún más a la pobre Carmen.

  • ¿Ves? Ahora ya estamos conjuntadas y empatadas.

  • Es verdad, gracias- le respondió Carmen de corazón. Se pasó la cena agradeciendo en su interior que la griega hubiera tenido ese detalle y ese tacto. Ahora ya no se sentiría tan ridícula.

La cena trancurrió sin pena ni gloria en el sentido que todos estamos pensando. Ambas intentaron contener por todos los medios sus impulsos y sus más oscuros deseos, aunque desde luego les costó y mucho. Además, tenían que acostarse pronto, al día siguiente sería momento de volver al tajo.*( y el cuento me está quedando demasiao largo, así que no me entretengo más en esta romántica escena, y dejamos a nuestras dos protagonistas descansar).

Tal y como habían acordado, las dos estaban en el pasillo la mañana siguiente a la hora indicada .

-¿Qué tal has pasado la noche, Carmen..?- la pregunta de Sofía iba con un tono burlón que a su vecina le puso de los nervios.

  • Bien, bueno, mal. Bueno, no sé. Lo he llevado mejor que otras veces, la verdad.- Carmen recordó avergonzada como había engullido toda la cena que la griega había preparado la noche anterior, y el pedal que estuvo a punto de coger si Sofía no le hubiese parado los pies con el vino.- Tengo que decirte que realmente eres buena cocinera, no tienes el ego por las nubes ni nada de eso, y que la comida griega me gustó y mucho- ya habían llegado a la calle-. Por cierto, que gracias por llevarme a casa y preocuparte por mi estado. La verdad, me avergüenzo de cómo me comporté, no sé qué me pasó con el vino.

  • No te preocupes, mujer. Es normal, a mí me pasó lo mismo la primera vez que lo probé. Está tan bueno, y entra tan bien, que una no se da cuenta. Además, estuviste muy graciosa, en serio, no me molestó en absoluto que te pusieras así. Todo lo contrario.

Le apretó el hombro cariñosamente. “Ahí está otra vez. ¿Por qué me tiene que tocar de esa manera? No mentira, ¿por qué yo me tengo que poner así sólo por un apretón de hombro? Ayyss, es que mírala como me sonríe, y que bien se porta. Ya ha tenido que consolarme dos veces en menos de una semana, y sin conocerme de nada. Pero es que lo hace tan bien, tan natural, que parece que de verdad no le importe. Y a mí, lo reconozco, me gusta tanto que lo haga. Vamos, tengo que admitirlo, me gusta y punto. Ahora, lo que tengo que hacer es luchar porque esto nocrezca, y no me vuelva loca por no sentirme correspondida. Porque seguro que no me corresponde”

Una voz ronca le sacó de sus pensamientos:

  • ¡Carmen, mujer! ¿Quieres subirte al autobús? Que va a arrancar sin ti...

La rubia sacudió su cabeza (gesto que últimamente parecía muy habitual en ella), y se subió corriendo a un autobús a reventar de gente, debido a la hora que era y a la dirección que este llevaba. Una vez más, Sofía había sido la causa de que se sumergiera en el mundo de las divagaciones, y también la causa de que hubiera vuelto de él a la realidad.

-¿Ves como tendríamos que ir andando? Ya te lo dije, habría sido mucho mejor, ahora..ahora..

Ahora calló, al notar que a causa de un frenazo y de que tenían que ir de pie, su cuerpo y el de la Erasmus se habían tambaleado a la par. Un escalofrío le recorrió la médula cuando notó los pechos de Sofía contra su espalda. Pero peor fue cuando, al coger una curva, no atinó a cogerse a la barra, y estando a punto de caer, sintió como una mano fuerte le agarraba firmemente por la cintura y le atrajo hacia un cuerpo cuyo roce ya empezaba a serle familiar. Notó el aliento de Sofía sobre su oído, poniéndole la piel de gallina.

  • Tranquila que ya te sujeto yo.

“¡Dioooss, esa voooooz! Estoy realmente enganchada a esa voz. Como siga hablándome en ese tono, acabaré volviéndome loca”

El trayecto se le hizo a Carmen más largo de lo habitual, a la par que más corto, por un lado, tenía que luchar muy a duras penas para contenerse y no girarse a besar a su vecina, ni gemir por el roce de su mano en su cintura a veces, en su hombro otras. Pero por el otro lado, quería seguir disfrutando de la sensación de seguridad que le daba ese contacto, y que la parada de la Facultad nunca llegara.

Por su parte, la griega había sentido algo de vergüenza al notar como se había avalanzado sobre la cintura de su rubia vecina, y por haberle hablado en ese tono tan...¿seductor? Pero al ver que como única respuesta recibía la mano de Carmen apretándose a la suya, decidió que esa era la suya, y cada vez que había una curva, o un frenazo, por imperceptible que fuera, apretaba aún más a la rubia contra sí.

Por fin llegaron a la parada, pero Sofía se negaba a soltar a esa criatura de entre sus brazos, hacía tiempo que no se notaba tan tierna ni cariñosa con nadie. Fue Carmen quien esta vez le sacó de su ensimismamiento, mientras caminaba delante de ella en dirección a la salida del autobús.

  • Sofíaaaa...vamos despierta, que ya hemos llegado.-le soltó la mano, dejando a la morena sumida en un vacío abismal.

  • Nooo..- dijo la Erasmus algo disgustada y angustiada.

  • ¿No qué?- Preguntó Carmen entre intrigada y divertida por ese tono de voz.

  • Quiero decir...- “upsss, ya has tenido que volver a cagarla, tú y tu maldita manía de pensar en voz alta, a ver cómo sales ahora de ésta”- que noooo, que no...- desde luego, estaba perdida, y más si Carmen seguía sonriéndole con esa curiosidad- ¡que no recordaba que esta fuera la parada!- Carmen le señaló extrañada el Campus al que se iban acercando por la acera-. Sí, ya sé que el Campus está ahí, lo veo, es sólo que no sabía yo que había esta parada.

  • Pero a ver, griega despistada, ¿tú donde tenías la residencia?

  • ¿Yo? Pues cerca del Paseo de la Malvarrosa.¿Por qué?

  • ¡Pava! ¡entonces vendrías en tranvía hasta la Facultad!- Carmen rió tan fuerte, que el resto de universitarios que llevaban su mismo camino se le quedaron mirando.- ¿Cómo ibas a acordarte de que esa era la parada del autobús? ¡¡jajajajajajaja!!

  • Ostras, pos es verdad. No sé que narices me pasa hoy- Carmen seguía literalmente esclafándose de risa-. ¡Pero bueno, quieres parar ya! ¿No me hs puesto bastante en ridículo?

  • Vale, lo siento. – Carmen paró al ver que se estaba pasando, y miró al cielo suspirando y aún sonriendo, moviendo la cabeza en gesto de “no tiene remedio”.

  • ¿Es eso lo que piensas de mí?- Sofía le había visto el gesto, y a parte de querer abalancerse para besarle el cuello levantado, había entendido bien que había querido decir.

  • ¿De qué? – Carmen no entendía a que venía eso, si no había dicho nada.

  • Ese gesto de “no tiene remedio”, te he visto. ¿Es eso lo que piensas de mí?

  • Tía, pero ¿qué me estás contando? – Carmen cruzó sus brazos poniéndose a la defensiva, muy puesta ella en su papel.

  • Lo que oyes, te he pillado- “mírala que mona cuando se pone desafiante. Tiene el mismo gesto que anoche, cuando me cogió una de mis toledanas y me retó a una escarmuza después de cenar, jeje, como moló aquello” ahora fue ella la que sonrió al recordar algunas de las cosas que, movida por el alcohol Carmen había hecho en la cena.

  • ¡Ahora eres tú quien se sonríe! ¡Ya me estás explicando qué se te ha pasado por la cabeza!

  • Nada, sólo que te pones “molt rebonica”, que diriais, aquí cuando adoptas esa actitud desafiante, y me ha venido a la cabeza cuando anoche insististe en retarme a un duelo con una de mis toledanas. Jeje, ¿siempre te pones así de divertida cuando bebes?

  • No..., no lo sé. – Carmen agachó la cara avergonzada. Esperaba haber intimidado a la morena pillándole el gesto e interrogándole al igual que ella había hecho. Pero para su sorpresa, Sofía no sólo le contestó con toda naturalidad, sino que le recordó alguna de las ridiculeces que la noche anterior había cometido, y que ella en absoluto recordaba.

  • Vaya, lo siento Carmen, no quería ofenderte recordándote eso. ¿Lo he hecho, verdad?- Carmen se encogió de hombros-. Sí, lo he hecho. Jo, no sabes cuanto lo siento. En serio perdóname- “ya has tenido que cagarla, idiota. ¡Eres una animal!” se asustó al comprobar que por el rostro de su adorada vecina bajaban un par de lágrimas. Le cogió la cara lo más dulcemente que pudo, y con la otra mano se las limpió. Aquello ya era demasiado para Carmen, que suspiró por la suavidad con la que Sofía le manejaba y le consolaba, una vez más.- mira, ya te he hecho llorar. Lo siento, no sabes como me jode haberte ofendido.

  • No te preocupes, es sólo el aire. Tengo unos ojos muy sensibles, y en cuanto me entra cualquier cosa, por pequeña que sea, me lloran.- “mentira cochina, y lo sabes. Te ha jodido acordarte de lo mal que anoche quedaste con esta chica que tan bien se porta contigo sin ningún motivo”.- Y por lo demás estás perdonada, incluso antes de que lo pidieras.-no se atrevía a mirar a Sofía a los ojos.

  • Gracias Carmen- le levantó la cara cogiéndole de la barbilla-. Muchas gracias, de verdad, sólo de pensar que podría haberte hecho llorar, me ha entrao un dolor aquí..- le cogió la mano y se la puso en el pecho, Carmen creía estar soñando, en su vida había sentido nada así-. Y por favor, ponte gafas de sol o algo cuando haga aire, cuídate esa vista, no me gustaría nada ver esas dos esmeraldas dañadas. No, son demasiado hermosas.

  • Está bien- Carmen dijo eso por decir algo, porque en realidad no sabía como actuar ante el torrente de sensaciones que las palabras y los actos de la Erasmus le estaban provocando, y mucho menos ante esa mirada tan penetrante, fija en la suya, como si no quisiera aparterse nunca de ella.

Ninguna de las dos supo nunca cuanto rato pasaron en esa postura y en ese lugar, el caso es que una voz familiar para la rubia, y molesta en ese momento para Sofía, les sacó del trance en el que se habían sumido.

  • ¡Carmen! ¿Qué haces ahí pasmada? ¡Que no vamos a llegar a clase, por favor!

Bea se dirigía a ellas dos. Su cara se convirtió en un poema cuando se dio cuenta de la postura de las manos de su amiga sobre la otra chica.

Al percatarse también la rubia de la situación, quitó sobresaltada su mano del pecho de Sofía, quien se negaba a soltarle la mirada, la tenía atada a sus ojos, y no pensaba dejar de hacerlo, por mucho que el incordio de Bea rompiera el momento.

Realmente, la cosa estaba muy tensa. Sofía sonreía por dentro al ver como había capturado, aunque sólo fuera un momento, la esencia de la pequeña rubia.

Carmen luchaba por no volver a levantar la cabeza y mirar a la griega, porque sabía que volvería a quedarse colgada de su mirada.

Bea intentaba asimilar lo que estaba viendo, y formarse una explicación convincente en su cabeza para aquello, que no fuera que su amiga se estaba enamorando de otra chica.

Y como ya venía siendo habitual, fue Sofía quien salvó a Carmen, cuando como si nada, se giró hacia la cómica cara de Bea y tendiéndole la mano se presentó:

  • Hola Bea, porque supongo que tú eres Bea ¿no? Yo me llamo Sofía, y soy la nueva vecina de tu amiga Carmen.

A Bea le iban encajando las piezas del rompoecabezas que su cerebro se negaba a acabar respecto a su amiga. Le devolvió el saludo, muy interesada en conocer a esa chica que en una semana había tenido esos efectos sobre Carmen.

  • ¿Así que tú eres la famosa Erasmus griega? Pues encantada de conocerte, ya era hora, la verdad.

Desde su interior, Carmen le pegó un puño mental a la patosa de su amiga; “¿cómo puede ser tan malapatuda? Ahora Sofía pensará que me he pasado todos los días hablándole de ella a todo el mundo. Ya, lo que me faltaba para descubrirme un poco más”.

Pero, al contrario de lo que Carmen esperaba, y tal y como venía siendo normal, Sofía mostró un tacto incríble, y en vez de interrogar sobre como Bea le conocía y qué era lo que le había contado de ella, se despidió de las dos amigas, dejándolas aún más descolocadas.

  • Bueno chiquetes, que no sé vosotras, pero yo me voy a c lase. Que este es el año del doctorado, y no es plan de tomárselo a la ligera. Carmen, ya quedamos. Bea, un placer.

Les guiñó rápidamente un ojo, y se fue en dirección a su aulario, aunque luego entró a la cafetría, acordándose de que aún faltaba hora y media para que sus clases empezaran. Así se tomaría otro café y reflexionaría sobre lo que estaba pasando.

Las dos amigas se miraron, y sin mediar palabra comenzaron a caminar hacia el aulario de económicas. Una vez entraron en el ascensor, se encontraron en él con Jaume y Visent, que habían decidido pelarse las dos primeras horas para ir a la biblioteca a buscar información para un trabajo. Les invitaron a ir con ellos. A Carmen no le hacía mucha gracis pelarse las clases, y menos aún tener que aguantar al pesado de Jaume. En otro momento, habría estado encantada de ir a la biblioteca con él, pero después de todo lo que en su cabeza y su corazón estaba pasando, lo que menos deseaba era estar a sólas con ese don Juan.

Pero Bea le insistió, también tenían que buscar información para el mismo trabajo, y además, se moría de ganas de estar cerca de Visent. “¡Dios mío! ¿Cuántas veces habíamos soñado con estar así, los cuatro en plan parejitas? Y después de conocer a Sofía, este tipet me parece...eso, un simple tipet resultón.”

Pero aún así, sin haberle dejado decir “esta boca es mía”, le estiró de la mano hacia la salida del ascensor y caminaron hacia la biblioteca.

  • Además, tampoco pasa nada. Tú en inglés vas sobrá y lo sabes. Y de economía, el sábado mismo me confesaste que te la ibas a dejar para el segundo semestre, porque no entendías ni papa, y que no sabías ni pá qué ibas a clase. Así que no me pongas mala cara ni me reniegues.

“¿Pero aún está la tía esta hablando?-pensó agobiada Carmen-. ¿Nunca se cansa? De verdad, que cansina, no para, y tiqui tiqui, y tiqui tiqui”

Le sonrió para disimular, y se percató de que Bea ya le había cogido del brazo a Visent. “Madre mía, esta no pierde una, por Dios, que lanzá que va últimamente, tranquila que no te lo quit..”, un roce en su mano le sacó de sus pensamientos. Era Jaume, que le había cogido de la mano. Si hubiese sido otra que todos nos sabemos quien le hubiera devuelto a la realidad, no le habría molestado en absoluto. Pero le incomodó que Jaume tuviera ese atrevimiento.

“Bueno..tranquilízate, si total, el chicón está muy bien, y sólo trata de ligar amablemente contigo. Si lo que tienes que hacer es olvidarte de Sofía, pues aprovéchate y disfruta de esto”. Así que Carmen le sonrió y le devolvió el gesto, apretando también la mano de su acompañante.

Desde los cristales de la cafetería de ADE, una figura miraba compungida esta escena que a cualquiera parecería de lo más natural. Había estado pensando y se había decidido a admitir que nuevamente se estaba enamorando de otra mujer, pero todo lo que estaba ocurriendo y lo que ambas parecían sentir le había hecho creer que esta vez no estaba enamorándose de la persona equivocada, y que si llegaba a ser correspondida, para nada le haría tanto daño como aquella vez.

Pero al ver la escena que acabamos de describir, todas sus ilusiones y su decisión se vinieron abajo de golpe, y una lágrima azul se confundió con las pupilas también azules que las retenían, hasta dejarse caer por la mejilla. Un largo y esculpido dedo se la secó con torpeza enredándose sin querer en unos cuantos lisos cabellos negros. No recordaba como se hacía eso de limpiar las propias lágrimas, hacía mucho que no lloraba por nada, ni por nadie.


En una mesa de la sala de trabajos en grupo de la biblioteca, Carmen, Bea, Jaume y Visent están riendo divertidos ante las ocurrencias del último. Jaume mira por enésima vez a Carmen como con segundas, y la chica ni se entera, ha vuelto a concentrarse en subrayar la fotocopia para el trabajo y en pensar la ruta a seguir el tan ansiado sábado para enseñar a Sofía lo mejor de la ciudad.

Molesto y extrañado por la falta de interés que la rubia venía mostrándole toda la mañana, se disculpó para ir a echarse un cigarro, y con una rápida mirada, obligó a Visent a acompañarle.

Cuando cerraron la puerta, Bea se giró furiosa a la rubia:

  • ¿¡Pero se puede saber que ostias te pasa?!

  • ¿Qué dices? ¿Quieres no gritarme así? ¿Ahora que te pasa?- preguntó Carmen entre confundida y exaltada.

  • Me pasa que Jaume lleva dos horas tirándote los trastos, y tú ná, ni flores. ¿se puede saber en qué tienes la cabeza? ¿qué te la mantiene tan ocupada como para que no te des cuenta de que el chico más buenorro de la carrera se te estás insinuando?

  • En nada, es sólo que no me he dado cuenta. Además – espera, que ahora viene el golpe de efecto-, últimamente me resulta un tanto cansino. Y como parece no decidirse, pos mira, ya me he cansado, y me atrae mucho menos que antes.

  • Tú no estás bien, no sabes lo que dices. ¡ah! Ya está claro, es la Sofía esa ¿verdad? Si ya lo veía venir yo cuando estabas tan flotante estos días, justo los que la conoces. Y lo de hoy en la calle, vamos, más aclarador no ha podido ser. ¿Te gusta a que sí?

  • ¡Pero que dices!- “mare de déu, tanto se me nota ya...”- no te ralles de mala manera. Es sólo que me despierta curiosidad. Es sólo eso. Eso y que es como si estuviera destinada a ella, eso y que me pierdo en su mirada, eso y que me siento protegida y parte de su ser...

  • ¡Te gusta! Lo reconoces. Lo acabas de decir.

  • ¿Qué me estás contando, Bea?- “yo juraría que sólo estaba pensando, y no hablando en voz alta”

  • No m’ho puc creure.

  • ¿Y a ti desde cuando te ha dao por hablar en valenciano así, espontaneamente?

  • Desde que tú has decidido pasarte al otro bando, y no informarme de ello. Ahora yo me paso a la otra cera, pero lingüística.

Carmen no entendía ni una sóla palabra; - Bueno vale, Bea, lo que tú digas. No me marees que tengo que terminar esta fotocopia antes de ir a clase.

“ Y seguir pensando en donde la llevo el sábado, y en lo que ha pasado estos días. Y en que me pongo este fin de semana, y en como me ha sujetado hoy, y en su voz sobre mi cuello, y en mi mano sobre sus pechos...¡¡joder..que ganas tengo de volver a verle, y de que llegue el sábado para pasarme todo el día sóla con ella.!! Y por fin aclarar mis sentimientos, y ver si todo lo que ella hace es porque siente lo mismo o sólo soy yo que alucino. Sofía, si es así, me resignaré. Pero si veo un solo atisbo de ser correspondida, ¡sí que mandaré a petar de verdad a Jaume! Sofía y el sábado, no podré quitármelo de la cabeza en toda la semana. ¿Qué estará haciendo, a qué hora volverá, volveré a verle hasta el gran día? ¿Por qué despierta esta curiosidad en mí, por qué me pone así, por qué quiero saber más y más, y sentirle cada día más mía..? ay Sofía, espera a que llegue el sábado, será el día perfecto.

Mientras tanto, la griega se paseaba tristemente por la el Puente de la Mar. No había ido a c lase, se había ido de la facultad nada más ver a Carmen cogida de la mano de aquel chico. Se estaba planteando muy seriamente en seguir en pie con lo del sábado, y también lo de ir al campus con ella. Seguía llorando en silencio, lloraba su ignorancia y su ceguera. Lloraba por haber vuelto a caer, por haber vuelto a ilusionarse con quien no debía. Lloraba por todo lo que había sentido, para borrarse cualquier atisbo de sentimiento de su alma. Carmen había despertado en muy poco tiempo algo que llevaba dormido años, y luego había vuelto a hundirle en la más absoluta de las desdichas y en el desngaño. Pero no lo había hecho adrede, no como aquella mala p... . No, y así nunca podría echarle nada en cara, ni odiarla por ningún motivo. Tendría que conformarse con olvidarle poco a poco, y rehacer su entereza cuando regresara a Grecia.

“Eso es, y lo del sábado, en cuanto pueda, lo anulo, y le anulo a ella de mi vida”