A la fuerza (1)

Tenía ganas de sexo. Ella no era mi esposa, pero estaba en mi casa y...

POR LA FUERZA

Estaba tranquilo; había hecho lo que deseaba. Permanecía tumbado desnudo y acababa de forzar a mi suegra a tener una relación sexual conmigo. Ahora podría denunciarme por violación pero yo no pude evitar lo sucedido.

Dado el forcejeo y el cansancio a la que la sometí, se desmayó junto a mí justo cuando me corrí en el interior de su culo. La abracé; ella también estaba semidesnuda. Esperé a que despertase.

Siempre he sido un hombre rudo. De profesión camionero, a pesar de estar casado nunca tenía suficiente en lo sexual con mi mujer, y era dado a parar en los clubs de carretera a menudo a echar un polvo con cualquier puta.

Cuando mi mujer me pedía que fuese mimoso con ella lo único que me estaba pidiendo era que me la follase brutalmente. Mímame – me decía-, y yo iba y me la follaba. Un día mi camión se averió y quedé sin trabajo por unos días dado que el taller de reparación tardaría en reparar el vehículo por lo menos una semana. Me quedé en casa solo pues mi mujer también salía a trabajar todo el día.

Casualmente en ese tiempo mi suegra vino a pasar unos días junto a nosotros. Nunca antes lo había hecho, pero una vez se quedó viuda se decidió ha hacerlo. Yo siempre la había despreciado, ya que me parecía estúpida, entrometida y gorda, pero no quería disgustar a mi mujer y me comporté con ella generosamente, aunque estaba algo irritado por no poder trabajar y encima mi mujer se negaba la mayoría de las noches a tener sexo conmigo.

Un día que mi mujer salía al trabajo me dijo: Sé bueno y mima a mi madre. No entendí a qué se refería, ¿quería que me follara a su madre, a mi propia suegra? Supuse que no se había referido a aquello, pero la idea me excitó y pensé en echar un polvo con mi suegra. Fui hacia la cocina.

La madura mujer se encontraba allí preparando el desayuno; de espaldas a mi. Observé su culo y me gustó, imaginé que mi polla podría pasar un buen rato entre sus nalgas. Me acerqué a ella y la rocé con mi paquete. Ni se inmutó. La cogí de las caderas, de espaldas a mi y me acerqué a su oído para preguntarle ¿hace mucho que no ves una polla dura? Mi suegra se asustó y retrocedió apartándose de mi. Salió de la cocina y huyó a encerrarse a su habitación. Desayuné despreocupado, con la conciencia tranquila. Aquella vieja mojigata no se atrevería a decirle nada de lo ocurrido a mi mujer, lo más se iría al día siguiente de mi casa.

Al cabo del rato mi suegra reapareció en la cocina. Me pareció que era una temeraria, que quizá me quería provocar. Tomó un café. Sin pudor ninguno saqué mi verga y se la mostré a la vez que me masturbaba. De nuevo mi suegra salió de la cocina y se encerró en su dormitorio. Sin embargo una vez más salió a limpiar la casa. Yo leía el periódico en el comedor. Ella se mostraba tímida al pasar junto a mí, pero continuaba tranquilamente su labor. Me levanté sigilosamente y le eché mano por detrás. Le levanté la bata y comencé a bajarle las bragas. Ella empezó a gritar, pero le introduje sus propias bragas en la boca para que nadie la oyese.

  • Me estás provocando –le dije-, así que quiero follar contigo.

Ella gimoteó. Ambos caímos al suelo. No dejaba de llorar mientras yo le introducía mi pene en su vagina apenas lubricada. Me planteé abandonar pues tampoco quería dañarla, sin embargo ella permanecía quieta, como hipnotizada; así que aproveché y la bombeé cuanto pude hasta correrme dentro de ella. ¿Cuánto hace que no sentías un torrente de semen como este?- le pregunté. Ella no contestó.

Con su silencio me bastó para decidir llevarla hasta la cama con intención de sodomizarla. Aunque ya no tenía las bragas en la boca, mi suegra no se atrevió a gritar, sólo lloraba mansamente. Le hice abrir la boca para introducir mi pene. No fue una fácil felación porque ella expulsaba constantemente mi verga de su boca.

No quise abofetearla aunque de veras lo deseé. Le arranqué toda su ropa. Sus senos aparecieron ante mis ojos como enormes globos hinchados. Me lancé a acariciarlos y a chuparlos con ansia. Ella apenas se resistía, únicamente me insultaba y prometía denunciarme por aquello. No le hice caso. Subí sobre ella y le restregué el glande de mi pene por su rostro, por sus tetas y pezones. Ya que ella no quiso comerme la polla, yo le comería su coño.

Me colé entre sus piernas pues apenas opuso resistencia. Lamí su coño durante largos minutos y fui preparando su ano mediante estímulos con mis dedos y lengua para minutos después metérsela por el culo. La puse a cuatro patas para ello. Me lubriqué el pene con vaselina y procedí a hundírsela allí. Lloró y gritó, pero ya todo me daba igual.

Le dije toda clase de insultos, pero no se me ocurrió ser violento físicamente con ella, excepto lo que suponía la sodomización. Jamás lo pasé tan bien. Volví a eyacular. Como ya he contado ella se desmayó después. La abracé y esperé a que despertase. Yo también me quedé dormido, pensando que mi siguiente destino sería la cárcel por delito de violación.

Continuará...