A flor de piel - salsa en cuba

Estamos apoyados sobre una enorme almohada de cuero, Mario nota mi reacción, me invita a beber un trago, la mezcla de champán/cointreau me estimula el paladar y anestesia un poco más mis neuronas. Tengo un mareo exquisito y excitante. Me estoy relajando cuando noto un par de manos alzar mi falda por

Estamos de vacaciones en la Habana por segunda vez y con mucha ilusión. La primera vez, hace un par de años, fue un descubrimiento inmemorable, principalmente de la Habana que es la síntesis de toda Cuba, capital de la isla y una de las más hermosas ciudades de Latinoamérica. El encanto de la "Perla del Caribe" sigue actuando, quien la conoce regresa enriquecido y conquistado. Conquistado por un pueblo extraordinario, todo sentimiento, por los mejores puros, el mejor ron del mundo y por los ritmos más hechiceros jamás inventados. Es una verdadera riqueza, con tantos estilos, culturas diferentes y su arquitectura colonial, con un rasgo diverso de árabe, español, italiano, griego y romano. Y como no, Stone y Yo nos enamoramos de esta mezcla de imágenes tan fascinantes. La Habana ofrece todo lo imaginable en materia arquitectónica. Sus barrios más importantes, la Habana Vieja, Vedado, Miramar, Centro Habana y el Malecón nos hacen disfrutar de los recuerdos de la antigua arquitectura al placer del paseo. La Habana es el esplendor tropical, que reúne lo mejor de España, lo mejor de África y lo mejor de las Antillas. Sus antiguos automóviles americanos, su bullicio, sus edificios desconchados, su historia, sus gentes y sus ritmos nos ilusionan tanto que nos emocionamos en cada instante.

Hace dos días que visitamos museos y monumentos. A partir de hoy, a pesar de seguir con algunas visitas turísticas, decidimos ir a descubrir las coloridas noches de la cuidad. Nos encanta bailar y la salsa es nuestro punto débil. Un grupo de cubanos, vecinos nuestros en la terraza de un bar, nos indica una discoteca salsera cercana, donde vamos a bailar gran parte de la noche en un ambiente amigable, con gente encantadora, humildes y sobre todo excelentes bailarines. Una noche en La Habana es un remolino de salsa o boleros llenos de sentimientos. ¿Por qué no hemos salido de noche antes? Pues…por el cansancio de caminar días enteros, de estar pendiente de no perder el espectáculo de la calle, de querer descubrir cada rincón, entrar en cada barrio y salir enamorados de su historia. Pero la experiencia de anoche fue tan encantadora y emocionante, que vamos a repetir.

Hoy, el director del hotel nos ha presentado a Mario, un español sevillano afincado en Cuba hace12 años y propietario de una discoteca salsera. Unos cuarenta años, 1 metro 70, bastante sexy con su pantalón y camisa de lino beige y su sombrero negro. Es muy amable y le agrada hablar con compatriotas. Esta misma noche nos   invita a visitar su discoteca.

Por la tarde damos un paseo por el malecón, el alma de La Habana, con sus olas rompiendo en sus muros, todos los edificios que lo conforman, y sobre todo sus gentes, los niños bañándose ante la atenta mirada de sus madres, las jovencitas escapando de la espuma de las olas por la tarde completamente maquilladas y vestidas de fiesta, y esos hombres mirando hacia el mar, quizás pensando cómo sería su vida fuera de esa tierra en el llamado “País de las oportunidades”. Todo esto, y mucho más de lo que vimos aquella tarde, paseando por el malecón, son la esencia de esta maravillosa ciudad. Es muy largo y nos lleva toda la tarde recorrerlo. Un paseo único e inolvidable.

A las 9 h de la noche vamos a cenar en el restaurante de un amigo de Mario. Degustamos un delicioso y romántico menú cubano, a la luz de un par de velas, acompañados de una actuación de mariachis en directo

-¡Cariño, estoy feliz! Ronroneo a Stone, los ojos entrecerrados, enviándole rayos de amor

Me sonríe, ladea la cabeza:

-¡Je t´aime mon chérie! ¡Yo también estoy feliz! -¿Te das cuenta de qué todas las mujeres tienen celos de ti?

-¿Y eso?

-¡Porqué todos los machos te comen con los ojos! Este recogido desenfadado te embellece aún más ¡Estas divina!

Me sonrojo, su mirada baja lentamente de mis ojos hasta mi pecho

-¡Pfffff! ¡Madre mía! Eres muy sexi

Cruzo los brazos para esconder mis tetas:

-¿Mi camiseta es demasiado transparente?

-¿Demasiado? ¡Qué va! Lo justo para agradar a mi vista ¡Quita tus brazos!

De repente noto su pie rozar mi entrepiernas, meterse bajo mi mini falda, apartar la fina tela de mi tanga y tocar mi sexo, me pongo con la piel de gallina. “*Il me dit des mots d´amour, qui me vont droit au coeur”. Aprieto su pie con mis muslos, estoy gozando. Algunos cercanos se enteran de los tocamientos de Stone, veo ojeadas al nivel de mi entrepiernas, pero me da igual, no van a alterar mi placer. Llegamos al postre muy excitados, el amigo de Mario nos ofrece una copa de champán devorándome con los ojos. Nos despedimos antes de que le diera un paro cardiaco.

Nos vamos hacia la discoteca andando. Tardaremos de 10 a 15 minutos. Son las 12 h, la noche es luminosa, el aire un poco más fresco nos acaricia la piel, la luz de la luna, los sonidos de los insectos y el olor de las flores que brotan de los viejos balcones encalados y majestuosos nos acompañan hasta “las delicias”. Estamos muy excitados, a un par de manzanas de la discoteca, nos paramos en un rincón oscuro, abro la bragueta de Stone, envuelvo con la mano su erección hinchada, me arrodillo y la chupo, él jadea, yo me deleito,  cogiéndome por los hombros me susurra:

-¡Ohhh…Madre mía, para cariño!

Mientras me levanta se agacha, aparta mi tanga con una mano y pega su boca sobre mi sexo. La penetración de su lengua me electriza, una deliciosa traca atraviesa mi cuerpo

-¡Espectacular mon amour! Cómo…te…amo, tartamudeo haciendo fuerza sobre su nuca con las  manos entrelazadas. Siente que estoy a punto de correrme, se levanta, me coge por las caderas, me lleva hasta que su pene erecto encuentre mi vulva y me penetra brutalmente. Le respondo con la misma violencia encerrándole con las piernas, me pongo grosera:

-¡Fóllame, mi amor! ¡Dame, dame! Le grito corriéndome, mientras su semen caliente se derrama en mí

Dos gorilas de discoteca nos indican la entrada, pisamos un suelo de mármol blanco incrustado de luces coloreadas. Un impresionante cubano musculoso, por suerte muy amable, nos abre la enorme puerta de madera de roble. Entramos en un corredor decorado con delicados tonos verdes y blancos, las paredes tapizadas de fotografías firmadas de músicos y artistas famosos. Un perfume exótico y sutil nos envuelve en un ambiente evocador de la indolencia y prosperidad de los barrios ricos. Nos impregnamos del olor, de la dulzura del sitio, a la vez elegante y acogedor. Cruzamos un recibidor donde un puñado de pétalos de camelia duerme en un plato de cristal. Entramos en una sala grande y coqueta, con una barra a la izquierda, un par de pistas de baile en el centro y algunos sofás majestuosos alrededor. Una ingeniosa mezcla de luces y sombras dan a la decoración intimista un toque sensual. Las mismas fragancias de la entrada llenan el aire.

Mario nos recibe con unas palabras de bienvenida y nos lleva a un sitio reservado, cerca de un acuario de peces exóticos, un rincón encantador. Un bellezón se acerca, nos presenta a su esposa, una joven cubana/americana, de unos treinta y pocos años, de piel marfil. Su cabello lacio y oscuro cae salvajemente sobre sus hombros desnudos, su mirada transparente y luminosa es color esmeralda. Sus espectaculares piernas no parecen tener fin, mis ojos la recogen desde abajo hasta arriba, al andar le envuelve un aura de delicadeza y fragilidad, el susurro de su mini vestido acaba de convencernos, es un encanto. Stone me aprieta la mano, sabe lo que me pasa por la cabeza, su mirada me reconforta, sé que me quiere, me ronronea a la oreja (soy su gatita):

-¡Estas muy guapa!

Parpadeando le devuelvo una mirada cómplice, una mirada que conecta dos pensamientos al unísono. Media hora después estamos los cuatro como viejos amigos, Soraya me cae muy bien, Stone y Mario parecen conocerse de toda la vida. En un momento que seguramente Mario ve oportuno, nos explica que él y Soraya son una pareja liberal, se conocen hace 10 años y se quieren como el primer día. Han abierto esta discoteca de espíritu liberal, pero hay parejas no liberales que vienen a pasarlo bien, atraídos por el ambiente amigable y la buena música. Delante de nuestro silencio entienden que formamos una pareja convencional y nos aseguran que nadie nos molestará. Aquí cada uno se respecta y reina la mejor convivencia entre parejas tradicionales y liberales. Nos quedamos un poco sorprendidos porque el sitio parece muy normal, con gente normal y ambiente normal, exactamente lo que Mario acaba de decirnos, convivencia perfecta.

Son las dos de la mañana, la verdad es que lo pasamos muy bien, acabamos la tercera botella de champán. Mario se va a otro sitio de la discoteca que nos hará visitar a la hora de irnos, para no incomodarnos, nos dice.

Seguimos bailando y hablando con Soraya. De repente se levanta y corre en brazos de otro bellezón, los mismos genes que ella pero en chico, los mismos ojos, mismo pelo largo, la misma piel dorada, parece una liana de 1 m 75, más o menos. No sé exactamente el efecto que ha producido Soraya sobre Stone cuando la vio por primera vez, pero de repente mis pezones se endurecen, espero que no se vean bajo la fina tela que los cubre, me siento avergonzada, me cuesta quedarme natural.

Se acercan los dos, Soraya nos presenta a su hermano menor (dos o tres años menos) Máximo y por si faltaba algo, **”la cerise sur le gateau” es profesor de baile latino. Stone ha visto mi molestia y me invita a bailar una bachata:

-¿Estás bien? Me pregunta

-¡¡¡Siiii!!! Mi voz se alza varias octavas, -pero creo que nos hemos pasado con el champán, tengo ganas de hacer el amor. Mi lengua busca la suya, un dedo rodea mis aureolas, pasando lentamente de una a la otra, se une otro para pellizcar mis pezones, su otra mano roza mis nalgas desnudas bajo mi tanga. Le suplico:

-¡Vamos a hacer el amor!

-¡Espera! Yo también tengo ganas, ¡Vayamos después de bailar!

Regresamos hacia los sofás, Soraya le pregunta a Stone:

-¿Te molesta si Máximo baila con Tsumi?

  • Claro que no, si a ella le apetece y está en condiciones

Él sabe a qué se refiere, yo también, tenemos que aplazar nuestra meta. Me dejo llevar y entro en la pista como Alicia en el país de las maravillas.

-Mira como baila, es un crack, me dice Soraya

Estamos sentados en un sofá trampa, muy blando, nos hundimos en  medio y quedamos pegados el uno al otro. Miramos la exhibición. Bailan una salsa, Tsumi se mueve como una pluma, baila como nunca, el hermano es un mago, la mueve y la roza con un “puto” arte y una “puta” sonrisa seductora.

-¿Estás celoso? Me pregunta Soraya, poniéndome la mano, naturalmente, entre mis piernas, encima de mi pene, tenso como un arco.

-¡La verdad, es que si! Estoy celoso, pero viendo ese arte, olvido un poco que estoy mirando a mi esposa bailar de esa manera. Mientras contesto deslizo mi mano hacia el muslo suave de Soraya que me responde con una impertinente sonrisa torcida. Notamos, los dos, mi erección crecer aún más.

Bailamos ahora una bachata mientras Soraya ha abierto la bragueta de Stone, le esta masturbando, me parece que él tiene su mano entre las piernas entre abiertas de ella, es el detonante que me hace entrar en una tormenta perfecta, el olor de Máximo me confunde, su aliento acaricia mis hombros, la luz mágica y translucida me marea, miro sus labios carnales, su sonrisa sensual. Su mirada rebelde me observa, mi sangre esta bombeando alrededor de mi cuerpo, estoy cayendo en un remolino voluptuoso, mis piernas ya no me aguantan y me abandono en sus brazos. Deliciosamente sus manos se deslizan de mi cuello hasta mis costillas, rozando mi piel, mi cuerpo es de goma bajo la sensualidad de sus movimientos, sus manos suben un poco, palpan mis senos,  la punta de los dedos pellizcan mis pezones…

¡Santo cielo! Sus manos ya rozan mis piernas, otro paso de bachata y palpan mis nalgas, una ola de escalofríos hunde mi cuerpo cuando un dedo roza mi ano, me mantiene pegada a sus caderas, siento su erección empujar hacia mí, me sonríe con una sonrisa malvada, me susurra al oído:

-¡Eres muy hermosa Tsumi! ¿Te gusta bañarte desnuda en el mar?

-¡¡¡Heu!!! Si es muy agradable, musito entre dientes ¿Por qué?

-Qué bueno es sentir esta sensación de libertad en el agua ¿No?

-¡¡¡Sí!!! Pero ¿a qué viene eso? Le contesto a punto de atragantarme

-Porque puedes tener la misma sensación si bailas sin nada debajo. Quítate el tanga después y te enseñaré a bailar la bachata más sensual del mundo

-¡Ahhh! Es lo único que puedo articular

Sus palabras son un resonante para mi cerebro que hace volar mi imaginación

Empieza una cumbia, volvemos a sentarnos. Soraya y Máximo nos dejan un momento para buscar a Mario que ha desaparecido hace ya un buen rato.

-¿Qué hacemos? Pregunto a Stone, ¿Nos vamos? ¡No sé lo que va a pasar si nos quedamos!

-¿Quieres irte? ¿Lo pasas mal? Me pregunta Stone

-¡No! Estoy muy excitada y tengo miedo ¿Estás celoso?

-¡Sí! Cuando lo vi acariciarte, casi tengo un paro cardiaco, pero estabas tan guapa bailando de esa manera que mi corazón siguió latiendo

Sonrió:

-Bueno, creo que Soraya te ha ayudado a superarlo. Cuando la vi con tu pene en la mano, me pregunté si tenía que parar todo esto, pero estoy un poco desorientada y muy excitada. Máximo me ha pedido que me quite el tanga para seguir bailando ¿Qué tengo que hacer?

-Yo estoy bien, si tu lo estas también, nos quedamos.

-Cariño, vamos a un sitio tranquilo, hazme el amor y me lo quitas tú.

Nos escondemos en un rincón oscuro, donde solo se podía ver nuestras sombras. Stone me arranca el tanga, yo su cinturón, le bajo el pantalón, con la mano cojo su erección latiendo y la guio entre mis piernas. Me perfora de un golpe, lo agarro por el culo clavándole las uñas en sus nalgas nudas. Me corro enseguida, él tambien. Fue rápido pero de un goce excepcional.

A la vuelta peso 10 gr menos, Stone lleva mi tanga en su bolsillo.

Brindamos, en nuestras venas corre champán, Stone y Yo nos miramos con chipas en los ojos sabiendo que nuestro amor es indestructible y que la noche aún promete.

Soraya y Máximo han vuelto. Entre anécdotas y risas el tiempo pasa volando. Nos dicen que tenemos que visitar la Cabaña, la Fortaleza más grande construida por España en América, la iglesia de la Reina, la plaza vieja. Al final nos proponen hacer de guías, si nos apetece. Naturalmente aceptamos encantados.

Tocan una bachata, menos mal que la luz tenue esconde lo roja que me pongo. Soraya invita a Stone, Máximo me tiende las manos, las mismas que ahora ardían sobre mi piel, mis pezones suaves y tiernos (me lo susurra al oído), soban mis nalgas, mis genitales, sus dedos se mojan en mi. Estoy oscilando, me cuesta deglutir, un burbujeo se extiende por mi vientre haciendo que mi sexo comience a palpitar encendiendo mis ganas, estoy vibrando de los pies a la cabeza. El me mira con una sonrisa maliciosa, sus ojos hechiceros me preguntan: ¿Estás disfrutando?

Cierro los míos en signo de contestación. Mis manos entran en su melena, ¡Santo Eros! Es tan sexy. Bailamos como serpientes, su pulgar entra en mi vagina, el resto de su mano abierta sujeta mi culo y mi cuerpo, que dejo caer al ritmo de la música. Es un cuerpo a cuerpo intenso, vibrante, me corro en menos de dos minutos. Estoy extenuada, asfixiada, pegada a él, con una mano me soba el culo, la otra suavemente coge mi mano derecha y la lleva encima de su tremenda erección que estira su pantalón. Deslizo su bragueta, busco y encuentro su sexo demasiado extenso para quedarse encerrado. Estiro el bóxer para dar un poco de aire a su verga que se extiende hacia mi mano. Estoy ardiendo, con los dedos húmedos la masajeo suavemente, me gusta su piel delicada, es dulce, caliente, mis caricias la ponen erecta en segundos, “¿Que estoy haciendo?”.

Busco a Soraya y Stone con la mirada, están besándose, sus manos han pasado la barrera de la ropa, me palpita el corazón, tengo un ataque de celos, murmuro un “te quiero” en dirección de Stone…

Acabo de ver las manos de Máximo subir por los muslos de Tsumi y esconderse bajo su mini falda. Ahora veo la tela moverse, está dejando sus huellas sobre las hermosas nalgas nudas de mi mujer, estoy aturdido, desorientado, pero tengo entre mis brazos una preciosidad, ahora mismo el deseo de poseerla es más fuerte que cualquier otro sentimiento. Mis manos exploran cada centímetro de su piel, mis dedos la penetran, jadea, su boca se pega a la mía, nos lamemos. Ella ha liberado mi erección de la opresión de mi calzón y me masturba con gran arte. Sus dedos se mueven como si tocasen un concierto para piano. Una mezcla de emociones me confunden, suaves, sensuales, electrizantes, excesivamente eróticas. Veo los labios de Tsumi moverse en mi dirección, entiendo su mensaje, le contesto enviándole un beso…

Max me mordisquea la oreja, esta jadeando, lo masturbo más rápido, apretando su fogosa erección desde su base hasta el glande donde recojo un poco de miel a cada llegada para extenderlo en toda su rigidez, me excita mucho sentirla latir entre mis dedos. La bachata se acaba, de repente, tengo vergüenza de que alguien pudiese verme y abandono su verga. No se puede ser más tonta, aquí la gente no se ofusca, al contrario, disfruta. Aún no estoy del todo preparada para exhibirme delante terceros, fue un reflejo instintivo de principiante. El pobre Máximo se queda cerrando su bragueta con el miembro apretado y convulsionado. Lo miro con aire de desolación, él me tranquiliza con una media sonrisa torcida y un guiño.

¡Oh, Dios mío...! Estoy en una nube placentera, entre lágrimas de felicidad vuelvo a los sofás. Veo a Soraya hablar a la oreja de Stone…

Ya estamos otra vez con una copa en la mano, la cosa se ha puesto muy ardiente, brindamos con miradas prometedoras. Me acerco a Stone y le murmuro:

-¿Qué quiere Soraya?

-Me ha dicho: ¡fue un aperitivo, el plato principal viene después!

-¡Aaah! ¿Y quieres llegar al plato principal?

-¡Sí! Me responde, seguro de sí mismo… ¿Y tú?

Frunzo el ceño, aprieto mis labios y le susurro:

-¡Yo también!

Creo que parezco una niña sorprendida haciendo algo malo y esperando su castigo. Media sonrisa aparece sobre la boca de Stone, su mirada tierna va directa a mi corazón, se acerca, me da un reconfortante y largo beso en el cuello, me estremezco, me relajo, mi cuerpo pide más…

Soraya se lleva a Stone para enseñarle la parte escondida de la discoteca. Me quedo con Máximo y Mario que ha vuelto con nosotros. Se preocupan de mi estado de ánimo, y del de Stone, no quieren que nos queden malos recuerdos, ni secuelas en nuestra relación de pareja si esta noche traspasamos fronteras.

Mario cruza las manos, apoya sus codos encima de sus rodillas, abre los ojos en grande, me mira fijamente y me pregunta con una sonrisa atenta:

-¿Qué tal? Tsumi

-¡Bien!  Contesto acercando mi copa hacia la boca, para esconder mi nerviosismo, intentando dar una imagen de serenidad.

-¿Estáis preparados?

-Parece que sí, farfullo

-Pero, esto puede ir a más…

-¡Bueno, creo que ya hemos empezado! Tartamudeo mordiéndome el labio inferior.

Máximo frunce el ceño, me coge las manos con la punta de sus dedos y me dice con una sonrisa angelical que me deja boca abierta:

-Cariño, fue deliciosamente delicioso, pero después de eso… es sexo

Los dos me miran con mucho respeto,  francamente preocupados

Me sonrojo. Son tan sinceros y cariñosos que me levanto, me acerco a ellos, les doy un beso tranquilizador en las mejillas y les digo, esta vez con un tono más seguro y decidido:

-Stone y Yo estamos muy enamorados y preparados para nuevas experiencias, siempre y cuando las compartimos.

Los dos se miran, se sonríen, mientras vuelvo a sentarme

Mario nos propone otro brindis, me mira con ojos lascivos y me dice:

-Entonces, vamos a hacer que esta noche sea inolvidable para todos…

Me coge la mano, nos levantamos y 5 metros más tarde pasamos entre dos cortinas de terciopelo, que nos abren paso a un lugar más oscuro, iluminado por un pasillo de velas. La música relajante y los olores florales me impregnan de erotismo. Pasamos cerca de un jacuzzi en el cual un par de pajeras se acarician, y follan también, me parece. Estoy inquieta e intimidada, me estremezco apretando la mano de Mario. Llegamos a un lugar muy íntimo, con una barra a la izquierda incrustada de centenas de lucecitas y 3 velas sobre 3 mesitas dispuestas entre un par de sofás. Detrás de la barra un atrayente camarero nos prepara un coctel pedido por Mario. Sentados delante de la barra sobre sillas altas, una pareja bastante mayor nos saluda, Mario les abraza como viejos conocidos. Enfrente hay una pared de cristal que da a una habitación muy grande, donde vemos 8 o 10 parejas acariciarse, tumbados encima una cama gigante. Es como un ballet de manos, piernas y cuerpos, muy harmonioso, delicado. Es muy excitante ver a esta gente desnuda entrelazada, me llega una imagen de ternura y dulzura, a pesar de que están follando. De repente veo delante de mis ojos a Soraya sentada encima de Stone, puedo ver el pene entrar y salir animando a nuestra amiga. Me paralizo, una ola de calor invade mi cuerpo, es la primera vez que lo veo practicar sexo con otra mujer (a parte del episodio del barco con la mulata, pero fue rápido y en la penumbra). Aquí es diferente, puedo ver los sexos rozarse, las manos acariciar, estoy despistada, disgustada pero cautivada, celosa y excitada, mareada por la mezcla de sentimientos.

Estamos apoyados sobre una enorme almohada de cuero, Mario nota mi reacción, me invita a beber un trago, la mezcla de champán/cointreau me estimula el paladar y anestesia un poco más mis neuronas. Tengo un mareo exquisito y excitante. Me estoy relajando cuando noto un par de manos alzar mi falda por detrás, instintivamente quiero darme la vuelta, pero Mario me murmura con el índice encima de su boca:

-¡Shhh! No te muevas, y disfruta

Lo miro como un pajarito asustado. Su sonrisa serena me tranquiliza, me aflojo. Las manos acarician mi culo despojado, bajan entre mi raja, palpan mis nalgas, las abren, un dedo soba mi ano. Las manos bajan un poco más, se mojan al rozar mi vulva humedecida, pellizcan mi clítoris, jadeo, excitada por lo que veo por delante y lo que siento por atrás. Un par de dedos se introducen en mí, los aprieto con la vagina, ronroneo, no sé quién es. Aquí estaba el camarero y el hombre mayor, pero prefiero pensar que es Máximo y me excito aún más, un pene que me parece bien proporcionado roza mi entrepiernas. Los dedos se deslizan hacia mi ano y lo masajean con un gel, supongo que es vaselina, dan vueltas a su alrededor, lo penetran un poco, estoy gozando, esperando lo que va a suceder. Las manos entreabren mis nalgas, siento la punta de la erección rozarme, deslizar entre mi raya, inmovilizarse a la altura de mi esfínter, estoy preparada para recibirla. Al comienzo es doloroso, el tamaño importa en algunas ocasiones, pero es muy fugaz porque el placer comienza a subir por las fibras de mi cuerpo. Es deliciosamente estimulante, aquel pedazo entra y sale de mí arrancándome alaridos de placer con cada embestida que me lleva al éxtasis en segundos, dejando mis piernas débiles y temblorosas. Sigo viendo a Stone, quien mientras entusiasma a Soraya introduce un par de dedos dentro del sexo de otra chica la cual mama a un gigante polo negro. Relajo todos mis músculos, dos manos me acarician toda la espalda, es placentero, super excitante, el pene sigue un movimiento de ida y vuelta, penetrándome entero a cada empujón, las manos de mi amante agarran mis caderas y dan la cadencia. Es simplemente exquisito, intento seguir el ritmo, cada vez que su bajo vientre toca mis nalgas empujo un poco más para sentirle aún más profundo.

Con una mirada envidiosa y una sonrisa provocadora media torcida, Mario se quita la ropa lentamente, hasta lo último, su bóxer. Está en frente de mi totalmente desnudo, su cuerpo bien proporcionado y muy cuidado, seguramente por un par de visitas al gimnasio a la semana, es bastante excitante. Su pene se vigoriza velozmente, lo cojo con mi mano izquierda, lo acerco a mi boca, mis labios se posan en el glande para coronarlo con besos. Su mirada me suplica,  sigo tragándolo hasta la profundidad de mi garganta, vuelvo a sacarlo una y otra vez con más ritmo, mientras mi lengua saborea cada parte, desde la base hasta la punta.

Siento un segundo orgasmo atravesarme como un tsunami, detrás las idas y vueltas se aceleran, tengo un obús entre mis piernas listo para explotar. Nos liberamos juntos en un rugido de satisfacción. Lentamente, el miembro se retira de mí, gimo, lo aprieto para que salga aún más despacio, necesito asimilar lo que acabo de sentir.

Parpadeo, abriendo los ojos que tenía cerrados en este último asalto. Mario retira su pene ensalivado de mi boca, lo miro oscilando, me sonríe, se sienta en el sofá a mi lado, me atrae por las caderas y delicadamente me empala encima de su erección. Giro la cabeza, ¡Gracias Eros mío!, detrás esta Máximo, muy gracioso  con el pantalón en los pies y el sexo empapado colgando entre las piernas. Entrecierra las cejas, con un indicio de sonrisa, marcada con dos hoyuelos en sus mejillas, la cabeza ladeada como si se burlara de sí mismo. Esta irresistible, me siento desarmada y conquistada.

Detrás de la barra, la cara de felicidad del camarero habla sola, está disfrutando con lo que está viendo. La pareja mayor se masturba mientras nos mira, con un movimiento de cabeza me hacen entender que el espectáculo les gusta. Debo estar muy mareada para participar en este show y que no me choque la situación, al contrario, me deleito muy naturalmente.