A escondidas con mi hermanastro 6

“Esto está mal” dije entre quejidos, él me puso la mano en la boca para ahogar mis gemidos mientras me seguía follando por detrás. “Muy mal” respondió aumentando la velocidad.

Lucas echó mi falda hacia arriba, corrió mi tanga hacia un lado y me penetró con fuerza mientras me tomaba por el cuello. Mi cara rozaba contra el mesón de la cocina, contrastaba con mi piel caliente. Utilicé mis manos para abrir más mis nalgas y recibir todo lo que me estaba dando.

“Mmm… mmm… mmm” yo intentaba gemir lo más bajito que podía, consciente que mi mamá estaba en el jardín con mis hermanitos. Mi padrastro no estaba, así que el único peligro era que escucháramos la puerta de la entrada. Comencé a encontrar sus embestidas con mis caderas, echándome hacia atrás tan rápido como podía, usando el mármol de la cocina como ancla, sintiendo cada penetración más fuerte que la anterior. “¡Más! ¡Más!” le suplicaba entre susurros mientras él aumentaba la velocidad, enterrándome las manos en las nalgas, metiéndomela hasta el fondo.

“Me voy a venir” anunció entre dientes.

“Sí, sí, sí” dije al ritmo de sus estocadas, sintiéndome cerca yo también. Continuó dándomela toda, rápido, duro, sin parar hasta que sentí el espasmo del orgasmo. Me tapó la boca con su mano mientras yo temblaba y gemía. Luego salió de mí un segundo y por instinto me di la vuelta y me agaché frente a él, me metió el sexo hasta la garganta poniéndome una mano en el cuello y probé mi sabor por un segundo antes de sentir la descarga tibia en mi boca. “Mmm” gemí mientras chupaba para limpiarlo.

“Oh, mierda, que rico la chupas” susurró un segundo antes que la puerta de la entrada se abriera. Saltó hacia atrás acomodándose la pantaloneta, yo me levanté bajándome la falda y abriendo la nevera para buscar cualquier cosa. Saqué el jugo de naranja en el momento que mi mamá entraba en la cocina.

Estas cogidas rápidas ya se habían vuelto costumbre, en lugares comunes y siempre con ropa por si alguien llegaba a entrar, en la cocina, en la sala. Mi mamá y Alberto estaban felices que cada vez mi hermanastro y yo parecíamos mas unidos, cuando nos encontraban viendo una película nos decían que les alegraba que pasáramos tiempo juntos… sin saber ambos teníamos las manos en el sexo del otro debajo de la sábana, masturbándonos mientras hablábamos.

Lucas y yo llevábamos follando ya dos semanas, yo había empezado a tomar la pastilla pero no sería hasta dentro de dos semanas más cuando él podría venirse dentro de mí, francamente no podía esperar más, quería sentir su descarga dentro de mí pero no podía quedar embarazada a los 18. A mi mamá le había funcionado, pero yo no creo que lo lograría.

El pene de Lucas me encantaba, siempre duro y dispuesto para mí, mañana, tarde y… Dejábamos las noches para poder disfrutar más tiempo, en su cuarto o en el mío, follando hasta el amanecer. Solo habíamos tenido un periodo de pausa cuando tuve mi periodo… y ahora que lo iba a tener otra vez. Así que esa noche, cuando Lucas se coló en mi cama me volteé enseguida para besarlo.

“Tengo el periodo” le anuncié empujándolo un poco.

“Voltéate” me dijo.

“Tengo el periodo” le repetí.

“Te escuché, voltéate” me repitió a su vez, lo miré extrañada y me di la vuelta. Empezamos con el vaivén familiar, él besándome el cuello, mis nalgas presionando contra su sexo, su sexo palpitando. Deslizó una mano debajo de mi pijama y encontró mis pezones listos para él, me giró un poco y los alcanzó con la boca y la lengua. Ya nos habíamos vueltos más confianzudos porque mi hermanita menor no se levantaba con nada.

“Mmm” gemí cuando empezó a masajearme el clítoris. “Lucas…” dije con cierta vergüenza cuando empezó a bajarme la tanga, no iba a encontrar nada porque yo tenía puesto un tampón, pero de todas maneras.

“Sh… ya lo sé” me dijo mientras me besaba y se restregaba contra mí. Lo escuché mientras se ensalivaba él mismo y me frotaba las nalgas con su sexo que palpitaba.

“Mmm” paré más las nalgas hacia él, disfrutando la sensación. Me tenía caliente, demasiado, y por un segundo pensé en quitarme el tampón y que fuera lo que dios quisiera. Un segundo, porque al siguiente sentí cómo presionaba la cabeza de su glande contra mi ano. Di un respingo, abrí los ojos y lo miré. “¿Qué haces?”

“Si no te gusta, paro” me dijo entre gemidos, apretándose contra mí, presionando la entrada de mi ano mientras jugaba con mi clítoris.

“Ahm… no” estaba demasiado caliente para quitar sus manos de mi cuerpo. No podía creerlo, Lucas quería sexo anal. Siguió masajeándome mientras rozaba el glande contra mí, su pene que estaba cada vez más duro me hizo saltar cuando encontró mi entrada trasera y se abrió camino.

“Me tienes caliente” suspiró contra mi cuello, siguió masturbándome y ahora su otra mano se deslizó hasta mis senos amasándolos.

“Para” gemí de dolor cuando se introducía en mí, bombeando lentamente, besándome el cuello. Cada centímetro más adentro y yo no sabía si sentía placer o dolor. No, sí sentía dolor, con cada avance sentía cómo me desgarraba.

“Me muero de ganas de metértelo” respondió. Dolía. Me removí intentando alejarme, él me tomó por la cadera, impidiendo que me moviera.

“Lucas, para” repetí, forcejeando un poco contra su agarre, haciendo que sus manos se deslizaran por mi cuerpo con más fuerza. Metió una mano por debajo de mí, presionándome con su cuerpo mientras me penetraba. Con el forcejeo solo sentía cómo entraba cada vez más y más, desvirgándome de esta forma también.

“Que rico culo tienes” me susurró mientras me la metía sin darle descanso a mi clítoris.

“No, por favor” iba tan lento y tan suave, combinado con sus caricias y besos, que también sentía placer. “Mmm” Gemí cuando ya estuvo por completo dentro, sentí cómo palpitaba y así, completamente empalada, se quedó quieto, besándome los senos y chupándome los pezones.  “Mmm” gemí moviendo un poco las caderas, invitándolo a moverse porque ya no podía con mi calentura. Y lo hizo. “Oh” exclamé cuando empezó a bombearme.

“Te gusta” me dijo con su voz ronca, empujando contra mí, teniéndome por los senos, la cintura.

“Mmm…mmm” respondí incapaz de hablar, cerrando los ojos y mordiéndome los labios, sintiendo cada empuje.

“Ah, sí…” replicó, penetrándome cada vez más fuerte, más rápido.

“Esto está mal” dije entre quejidos, él me puso la mano en la boca para ahogar mis gemidos mientras me seguía follando por detrás.

“Muy mal” respondió aumentando la velocidad.

“Muy… muy mal” repetí debajo de mi aliento, sintiendo cada centímetro de su verga que se perdía en mi culo. Dios, que rico, quién lo diría. Quería más. Me removí un poco, empujándolo con mis nalgas.

“A alguien le gusta que la culeen” sonrió mientras lo dijo. “¿Qué haces?” preguntó confundido cuando hice que saliera de mí y me levanté de la cama. Lo empujé hacia el otro lado y me acomodé en la cama, en cuatro patas, ensalivándome yo misma al mismo tiempo. “Oh…” dijo mientras se levantaba, ensalivándose a su vez y abriéndome las nalgas apuntando con su sexo.

“Mmm” enterré la cara en la cama mientras Lucas me penetraba otra vez, lentamente, por el ano. Se sintió como la primera vez pero sin tanto dolor porque ahora yo era toda humedad, y enseguida comenzó el vaivén. Dándome duro y parejo, casi podía escuchar sus bolas pegando en mi vagina estimulando mi clítoris por la posición en la que estaba. Totalmente a su merced. Me tomó por las caderas mientras me penetraba más y más rápido. “Ah… ah… ah… ah… ah…” menos mal mi hermanita dormía como si estuviera muerta, me costaba mucho callarme cuando sentía cada estocada.

“Te voy a llenar de leche” escuché que decía mientras aumentaba las estocadas. Deslicé mi mano hacia mi sexo, masturbándome mientras sentía cómo se movía. La cama tembló un poco mientras terminaba dentro de mí, empecé a sentir las descargas tibias en mi culo y me mandó al orgasmo, cerré los ojos y me dejé ir temblando como una hoja.

Cuando por fin salió, sentí cómo se escurría su semen por mis nalgas y goteaba en la cama. Eso lo tendría que limpiar después. Debían ser las tres de la mañana, así que cuando Lucas estuvo en su cuarto me escabullí al baño y comencé a limpiarme. Ahí desnuda frente al lavamanos, vi cómo pasó una sombra por la puerta… me quedé petrificada porque no podía haber sido Lucas, no había escuchado su puerta abrirse. Me asomé a tiempo de ver a mi padrastro subiendo las escaleras muy lentamente, casi sin hacer ruido.

¿Qué hacía Alberto en el primer piso? Y más importante, ¿nos había escuchado?