A escondidas con mi hermanastro 2
Esa fue la primera noche que me desperté con él en mi cama.
No sé si es mi imaginación pero cada vez que hay la oportunidad, Lucas me da unos arrecostones que me ponen a mil por hora. Cuando está detrás de mí en la cocina y necesita agarrar algo que está más arriba, se me arrima y puedo sentir su bulto presionando. O cada vez que pasamos por el pasillo (que es muy estrecho) al mismo tiempo y él me pone de espaldas con sus manos para pasar, siento como me rosa. Pero yo no le digo nada, no reacciono.
“¿qué haces? ¿Quieres jugar?” me dijo Luisa, desde su cama.
“Estoy haciendo tarea” le respondí desde mi escritorio. Escuché ruidos fuera del cuarto, seguramente Lucas había llegado del colegio también. Él iba a otro colegio, nuestros padres todavía se discutían quienes iban a cambiar de colegio si Carlitos y yo, o Luisa y Lucas.
“vamos, juguemos a algo. Estoy aburrida, ¿no quieres jugar al rey de leones?” me suplicó.
“¿y eso cómo se juega, hermanita?” le preguntó Lucas, que estaba en la puerta. No me giré enseguida, porque últimamente solo necesitaba su voz grave para que me sintiera excitada.
“pues unimos las dos camas, y dos pelean hasta que uno de los dos dure 10 segundos debajo del otro, el que gana todas las partidas es ¡el rey de leones! Ah y tienes que hacerlo en cuatro patas, porque se supone que somos leones, ¿entiendes?” le explicó Luisa, yo volteé a ver la expresión de interesado que había puesto Lucas.
“sí, claro, dale, juguemos” respondió.
“¡CARLOS!” llamó Luisa mientras movía la mesita de noche y, ayudada por su hermano mayor, unía las dos camas.
Evidentemente, Lucas no tuvo problemas en ganarle a su nuevo hermanito y yo no tuve problemas en ganarle a mi nueva hermanita. Cuando nos tocó el turno a Lucas y a mí, fue otra historia. Desde el primer momento que me puse en cuatro patas sobre la cama, sabía lo que iba a pasar. Lucas estaba en cuatro patas mirándome fijamente, sonriendo y haciendo sonidos de animal para hacer reír a Luisa. Me hacía reír a mí también, no conocía este lado juguetón.
Comenzamos a pelearnos. Le tomé los brazos y lo empujé hasta ponerme a horcajadas sobre él, escuchaba a los pequeños gritando pero estaba más concentrada en cómo rozaba mi sexo contra el de mi hermanastro. “Uno, dos, tres…” empezaron a contar, a ver si llegaba a 10, pero Lucas empujó con su cadera, rozando más su sexo al mío, y se levantó. Cambiamos de lugares, él estaba a horcajadas sobre mí y puso su peso sobre mi cuerpo, su pecho contra el mío, y mis manos por encima de mi cabeza, cuando tuvo su cara al lado de la mía, él gruñó como un animal justo en mí oído. Me puso a mil por hora. “Siete, ocho, nueve, DIEZ” escuché que gritaron.
Esa fue la primera noche que me desperté con él en mi cama.
Sentí el empuje de su sexo contra mis nalgas y al principio pensé que estaba soñando y me había despertado, estaba de medio lado acurrucada como siempre duermo. Abrí los ojos lentamente, veía claramente la mesita de noche y la cama de mi hermanita. Luisa dormía profundamente, dándome la espalda. Volví a sentir el empuje contra mis nalgas y una mano posarse en mi cadera jalándome hacia él. Lucas me respiraba en la nuca, sentía su pecho contra mi espalda, su mano en mi cadera y su sexo. Debía tener shorts de tela porque lo sentía muy bien cómo palpitaba.
“Mmm” gimió mientras comenzaba a restregarse suavemente.
Pensé en moverme, quería moverme y sentirlo más, pero no quería que supiera que estaba despierta. Era mi hermanastro, el hijo de mi padrastro, esto tenía que estar mal, no podíamos estar en estas. ¿No es incesto? Mmm, no podía pensar con su sexo restregándose cada vez más intensamente. Deslizó su mano entre mi camiseta y el short que usaba para dormir, encontró rápidamente la piel de mi cadera. “Oh” exclamó con sorpresa al sentir que no traía ropa interior, nunca la usaba para dormir.
Empezó a bajarme el short de un solo lado ya que yo estaba acurrucada en posición fetal, intentando meter mano hacia mi sexo. ¡Pero soy virgen! Pensé asustada, no podía dejar que él me quitara la virginidad ¿o sí?
Pero él posó su mano suavemente en mi vientre, acariciándome, y empezó a empujar contra mí, como si estuviéramos follando con ropa. Al cabo de unos minutos de deliciosa tortura, sentí como se revolvía detrás de mí y cuando me volvió a rozar sentí su sexo en todo su esplendor. Estaba duro y suave. Di un respingo ya que era la primera vez que sentía un pene directamente en mi piel, él se quedó congelado, sin moverse. Me acomodé un poco, para hacerle creer que estaba dormida todavía y al cabo de un par de minutos lo volví a sentir apoyarse sobre mis nalgas. Me estaba torturando sin quererlo, cada vez más fuerte, cada vez más intensamente.
“Mmm” gimió cuando por fin deslizó dos dedos por mi sexo y lo encontró húmedo “¿Natalia? ¿Estás despierta?” susurró muy bajito, supongo que se preguntaba cómo era posible que yo estuviera tan mojada si estaba dormida, pero yo no respondí. Comenzó a tocarme por todo mi sexo, el clítoris, la entrada de mi vagina, mientras su pene se deslizaba arriba y abajo por mis nalgas. El glande forzando cada vez más hacia mi ano, hacia mi sexo. “Oh, mierda” suspiró cuando me metió un dedo y luego dos.
Sentí como se levantó un poco de la cama y cómo jalaba mi short hacia abajo. Yo estaba aturdida con toda la excitación, así que me volví a acomodar para hacerle la tarea un poco más fácil, él deslizó mi short hasta mis rodillas y se volvió a acomodar detrás de mí, pasando su sexo ahora descaradamente contra mi sexo desde atrás. Sentí cómo empezó a empujar contra la entrada de mi vagina mientras su mano encontraba mis senos.
“Mmm” gemí involuntariamente con los ojos cerrados cuando sentí su glande abriéndose camino. Él se detuvo, esperó y continúo 30 segundos después. Su pene estaba duro, caliente, palpitando dentro de mi vagina, cada vez más adentro. Me dolía pero no quería que parara, él empujaba y empujaba, y yo tenía que morderme los labios para no gemir otra vez. Mi hermanita dormía en la otra cama, mi hermanito en la otra habitación y nuestros padres estaban en el segundo piso, y yo estaba ahí, siendo ensartada por mi hermanastro.
Cuando yo estuve dentro por completo, Lucas volvió a sacarlo y a meterlo lentamente, torturándome. Empezó a aumentar la velocidad, empujando contra mí, jalándome por la cadera, rápido, suave, gimiendo bajito. Dios, me tenía al diez mil por hora, sentí como se iba aumentando la excitación, que rico era esto. Mi hermanastro me estaba follando.
“Oh, mierda, que rica estás” escuché que decía entre gemidos “sí, mmm” mientras movía su mano hacia mi clítoris, masajeándolo, masturbándome al mismo tiempo que me la metía. Aumentó la velocidad, lo hacía más fuerte, “oh… mmm…” de repente había sacado su pene y quitó su mano de mi sexo, “mmm…mmm…” la cama vibraba lentamente y escuché su orgasmo. Claro, había salido para venirse en su mano, me imagino que no quería dejar rastros de lo que me había hecho. Al cabo de un rato sentí como me subía el short suavemente, lento, con sus manos rozándome sentí cómo dejaba un rastro de humedad.
Cuando ya había salido del cuarto, me acomodé el short y toqué con mi dedo la humedad en mi pierna, lo pasé por mi lengua… era semen, obviamente y su sabor, para mi sorpresa, me gustó.
PRONTO TERCERA PARTE.