A escondidas con mi hermanastro
Quédate quieta y no hagas ruido me susurró al oído. Su aliento caliente en mi oreja me hizo estremecerme un poco y automáticamente me moví hacia atrás, sintiendo más claramente su bulto que palpitaba entre mis nalgas.
No me agradaba mucho la idea de compartir mi hogar con 3 personas más. Alberto tiene dos hijos, Lucas y Luisa. Luisa es una niña de la misma edad que Carlos, mi hermanito de 9 años, se llevan solo unos meses de diferencia por lo que se llevaron muy bien desde el principio. Pero Lucas es mayor que yo 2 años, a sus 20 años actúa como si tuviera 30. Ya llevamos 3 meses de estar viviendo en la misma casa y no he cruzado más de 5 palabras al día con él. Bueno, no había cruzado muchas palabras, aunque digamos que no son palabras lo que hemos intercambiado... La historia comenzó así.
Mi mamá y Alberto tenían el cuarto más grande de la casa, en el segundo piso, con su propio baño y closet aparte; al lado del estudio. En el primer piso dormíamos todos los mortales, como le decía yo a mi mamá. Desde que mis hermanastros se habían mudado, nos tocaba compartir habitación. Luisa conmigo y Carlos con Lucas. Niños y niñas, había dicho Alberto. Entonces ahora en mi cuarto se libraban batallas campales cuando Luisa y Carlos jugaban a la guerra, aunque yo estaba en el computador o en el celular, siempre se las arreglaban para hacerme jugar. A mí no me molestaba, disfrutaba jugar con mi hermano y Luisa es muy divertida. Así que jugábamos a la guerra, hacíamos fuertes, al escondido, guerra de cosquillas, de todo.
La primera vez que Lucas jugó con nosotros fue forzado por su padre, Lucas gritaba que él era un hombre para estar jugando a esas cosas.
“Natalia es una mujer y ella juega con sus hermanos, tú también puedes” le dijo su papá.
“No es una mujer, es una niña grande” le dijo Lucas antes de entrar refunfuñando al cuarto. En ese momento me dio rabia que me dijera niña, pero la verdad no le di mucha importancia porque ¿quién era él para decir lo que yo era? Así que seguí en mi celular mientras los más pequeños hacían un rompecabezas.
“¿Vas a jugar con nosotros?” dijo la hermanita de Lucas, muy entusiasmada con la idea.
“No, Luisa, él es muy débil, seguro no nos alcanza” dije para provocarlo. Lucas me miró alzando una ceja, echó el mentón hacia adelante y soltó un bufido.
“Sí, él es fuerte, vamos, Lucas, por favor” suplicó Luisa. Vi cómo se transformaba la cara de Lucas con una sonrisa malévola que la verdad me pareció muy sexy.
Antes de darnos cuenta estábamos jugando a las cosquillas los cuatro, la idea era que uno cayera bajo las garras de los otros tres. Corríamos por todo el cuarto, Carlos era el más rápido. Lucas alcanzó a derribarme y encima de él cayeron los dos pequeños, pero era Lucas el que estaba justo encima de mí. Mientras forcejeaba para zafarme de su agarre sentí su paquete contra mis nalgas, y como no dejaba de moverme, era como si me estuviera restregando contra él. Por un segundo me detuve porque me dio miedo que él se diera cuenta, pero me seguían haciendo cosquillas así que continúe moviéndome como pude para zafarme, restregándome más a su bulto.
“Basta, basta, la vamos a matar” dijo Carlos, riendo y tanto Luisa como Carlos se levantaron enseguida, sentí como Lucas titubeó antes de levantarse, pero no supe decir porqué.
“Bueno, eso es para que no digan que nunca juego con ustedes” dijo y salió rápidamente del cuarto.
Tres días después pasó lo mismo, me encontré debajo de Lucas, restregándome contra su bulto mientras él y los dos pequeños me hacían cosquillas. Yo tenía los ojos cerrados, disfrutando la sensación pero riéndome por las cosquillas. Era muy extraño para mí, porque aunque ya tenía 18 años, nunca me había sentido atraída sexualmente por nadie, mis amigos del colegio hablaban de sexo y yo participaba pero nunca había tenido esas mismas ganas por alguien que ellos decían sentir.
Lucas seguía haciéndome cosquillas aunque esta vez sí sentí que presionaba un poco con su pelvis, quise pensar que era para mantenerme quieta y no para sentir más mis nalgas contra su sexo. En ese momento, mi mamá abrió la puerta y Lucas saltó hacia atrás llevándose a mis hermanitos con él.
“¿Qué le hacían a la pobre?” preguntó mi mamá riendo.
“Me están matando a cosquillas, mami” le dije entre risas. Volteé a mirar a Lucas quien tenía una cara de susto y vergüenza, parecía que se iba a levantar pero solo se acomodó el short que tenía puesto y se quedó sentado.
“¿Por qué no juegan a otra cosa? A las escondidas, por ejemplo, mientras yo hago la cena” sugirió mi mamá. Luisa gritó SÍ y comenzó a contar, yo miré a Lucas a ver qué iba a hacer, y él me miró también con una mirada profunda, como si me quisiera decir algo más. Carlos salió corriendo fuera del cuarto, ya mi mamá estaba en la cocina. Luisa iba a terminar de contar así que salió corriendo del cuarto, sintiendo a Lucas que me seguía. Cuando llegué al baño de arriba, que compartían mi mamá y el papá de Lucas, me quedé en la mitad sin saber a dónde moverme, sentí las manos de Lucas en mi cintura que me echaba hacía atrás para escondernos detrás de la puerta entreabierta. Quedé mirando hacia la parte de atrás de la puerta con Lucas pegado a mi espalda.
Me quedé en silencio, tratando de controlar mi respiración después de subir corriendo las escaleras, sentía la respiración de Lucas detrás de mí. Sus manos todavía estaban en mi cintura, y su bulto un poco más arriba del centro de mis nalgas. Nunca me había dado cuenta que él era solo un poco más alto que yo.
“Quédate quieta y no hagas ruido” me susurró al oído. Su aliento caliente en mi oreja me hizo estremecerme un poco y automáticamente me moví hacia atrás, sintiendo más claramente su bulto que palpitaba entre mis nalgas. No lo podía creer, Lucas estaba excitado conmigo. Sus manos en mi cintura me hicieron sentir atrapada, y justo cuando quise moverme un poco sentí los pasos de mi nueva hermanita en la habitación. Lucas me apretó más hacia él, sentí su pelvis empujando hacia mí y sin que yo le dijera nada, mi cuerpo también reaccionó. Eché mis caderas hacia atrás y mi espalda chocó suavemente con su pecho, sentía como respiraba rápidamente, claramente alterado con lo que estaba pasando pero ninguno de los dos habló. Luisa entró al baño y yo me moví, gritando para asustarla, salimos y luego bajamos a comer. No pude ver a Lucas a los ojos durante toda la comida.
Eso fue hace 1 semana, 1 semana que Lucas estuvo siempre muy ocupado para jugar con nosotros. No sé si esté mal, pero estoy deseando que lo haga.
PRONTO SEGUNDA PARTE