A esa incomprendida por ella

Me gusta imaginarte hundida en una vieja poltrona de cuero gastado, con una taza de café negrisimo como yo.....

A ESA INCOMPRENDIDA POR ELLA

Me gusta imaginarte hundida en una vieja poltrona de cuero gastado, con una taza de café negrisimo como yo, en medio de la noche, teclado en mano, el cabello en perfecto desaliño, sin ganas de dormir, la vista perdida, en las luces de la ciudad, que le quitan el encanto, a esas estrellas que deben brillar, allá a lo lejos en la profundidad de ese universo pequeño que nos envuelve.

Cierras un momento tus ojos, hundes tu barbilla en el pecho, aprietas los puños y luchas por ordenarte, te desborda y arrancas, tus motores rugen hace rato, hay tantas vías por las cuales deslizarte, sin saber más, te enfilas rauda a la rotonda del primer párrafo, y sin darte cuenta ya sientes el viento mesando tu cabellera, tus dedos autómatas ya cabalgan el teclado, sin pausa, vas descubriendo cada frase en el espejo de tus ojos, se acelera el galope, tus ojos se achican, ya no es brisa lo que roza tu piel, no sudas, pero te sientes arder, la luz de tu pantalla te inunda, pero no te ahoga.

Tomas un respiro, cierras tus ojos, estiras tus vértebras y vuelves al ataque, no puedes detenerte, ya les diste forma, sabes quienes son, eres su Dios, les das luz, color, forma, calor que los abrase, los haces jugar con fuego, te encanta, tu lado sado aflora, tienes la fusta en tus yemas, brillas y no lo ves, no puedes verlo, porque no sabes como, y no quieres saberlo, aunque lo sepas, pero está allí, envolviendote como un capullo de seda a su gusano.

Maldita sea, ya estas lanzada, una sonrisa oscura te ilumina, ríes a tus demonios internos, sigue la danza incontenible, pícara y lujuriante, girando en tu fauno laberinto, sin ganas de hallar la salida, solazandote en hacerlos rodar, como pichones en el asador, sientes crujir su piel ya crocante, por el fuego vivo de las brasas en que los tienes.

Un sorbo al café, ya frío, un cigarrillo compensa el desazón del brebaje, te entrampaste sola a sabiendas, para obligarte a buscar el giro que no encuentras,, está fresca la medianoche, buscas a tientas la manta vieja y raida, pero cálida y confortante.

Hundes la colilla en el macetero a tu lado, y te apresuras en zambullirse en esas aguas infestadas de tus mounstros inefables y paradójicos, los llevas al borde de tu abismo y los obligas a saltar al vacío apasionante de esa petit mort que te subyuga.

Ahora es preciso salir, ya lograste lo que querías pero no los liberas, gozas en su sufrimiento gozoso, pero no los liberas, malvada, ríes en silencio, porque te liberaste tú.

Apagas la pantalla y te vas al lecho contenta, y triste como una abeja, porque sabes que seguirás pululando en tu colmena de eterna obrera atada a tu incesante necesidad de crear nuevas víctimas heroicas.

Á salido el sol, despiertas otro café caliente para sentirlo recorrer tu cuerpo, sabes que debes verle las caras y enfrentarte a ellos, te dan miedo aunque hayas sido tu quien les diera vida, tienes que hacerlo.

Te armas de valor con un suspiro largo, esta vez te sientas en la mesa, no vas a la trinchera de cuero, ella es solo para procrearlos, ya están vivos, es hora de educarlos, adecentarlos para presentarlos en sociedad, como niños buenos.