A dos pollas de madrid al cielo
Continuación de a dos pollas del cielo, en el que se cuenta experiencia bisexual con una pareja de amigos gays, con la inestimable participación de mi mujer que participa del morbo. Ahora también le toca a ella.
Tal como se cuenta en “A dos pollas del cielo”, mi mujer, Lorena y yo, Pablo, tuvimos una pequeña orgía con mi amigo Juan y su novio Luis, donde por primera vez me comí, no solo una, sino dos pollas y, ya que el Tajo pasaba por allí, recibí la verga de Luis en mi culo.
Como ellos eran de Madrid, en un viaje durante una festividad, nos desplazamos a su casa invitados. No puedo decir que nada más llegar nos pusimos a follar. Para nada de eso. Hicimos turismo por la ciudad.
Por la noche, ya de vuelta a altas horas de la madrugada a casa, mientras subíamos en el ascensor no pude contenerme y puse mi mano sobre el paquete de mi amigo Juan. Comencé a magrearle y notaba como se le estaba poniendo cada vez más grande. Por su parte, Luis se puso detrás de mí, restregando su polla por mi culo. Mientras tanto, en el espejo del ascensor podía ver la cara de vicio de Lorena observándonos. La noche prometía.
Fue entrar en el piso y dirigir a Juan hacia el sofá. Estaba ansioso por meterme su polla en mi boca. Le desabroché el pantalón y se los bajé junto con el slip. Su verga lucía morcillona del viaje en el ascensor. Luis por su parte, se puso justo detrás de mí que estaba arrodillado comiéndole la polla a mi amigo, pasó sus manos por mi cintura, quitándome el botón del pantalón y bajando la cremallera, para acto seguido, bajarlo un poco dejando a la vista mis glúteos. Pude notar su pene grueso cómo se rozaba a lo largo de mi raja. Mi boca salivaba y mi culo hacía aguas. De repente, noté cómo entre Luis y Lorena me besaba los glúteos. Poco a poco eran más atrevidos hasta que llegaron a mi pequeña abertura. Sus lenguas me provocaban escalofríos y mi polla morcillona expedía líquido preseminal.
Primero un dedo, después fueron dos los que me estaba metiendo Luis. De reojo, pude ver que Lorena se había puesto de pie, viendo como dejaba caer sus bragas en el suelo. Muy cerca de mí vi como se sentaba sobre la polla de Juan con su coño en mi dirección. Me encantaba ver el coño de mi mujer siendo penetrado por la verga de mi amigo a escaso centímetros. No me limité solo a ver sino que me puse a lamer los huevos de Juan cuando de pronto, no sin cierto dolor al principio, la polla de Luis se abría paso por mi estrecho culo.
Luis pude notar cómo se corría en mis nalgas, dejándomelas pringosas de semen. Lorena descabalgó a Juan y lamió la corrida de mi culo mientras que yo volvía a meterme la verga de mi amigo en la polla pudiendo saborear los restos de mi mujer a lo largo de su sable. Tras uno o dos minutos, fui yo quien se sentó sobre su polla que entraba con facilidad, mientras que nuestras parejas se dedicaron a comerme mi pija empalmada a dúo. Poco tarde en salpicarles en sus caras cuando Juan se corrió dentro de mí.
Tras esto, nos duchamos todos juntos. Estábamos apretados en la ducha pero cabíamos perfectamente. Todas las manos poseyeron el coñito depilado de mi mujer, provocándole no sé yo cuantos orgasmos.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, Luis preguntó a mi mujer si alguna vez había estado con una mujer, a lo que ella contestó que no, pero que le gustaría probar en esta escalada de desenfreno sexual en la que nos habíamos embarcado.
-Pues tengo la chica perfecta- dijo Luis._ Esta tarde, quedamos con Miriam. Seguro que te va a encantar. A tu marido también. Pero ella solo le gustan las almejas .Es una delicia de chica.
-Pero sin meter presión, por favor. Que no estoy muy segura.
Tal como había dicho Luis, Miriam era preciosa. No obstante, era mucho más joven que nosotros. Tendría o aparentaba no más de veinticinco años. Tenía el pelo moreno, liso y corto. Nos vimos en un bar tomando unas cañas. El trato con Luis y Juan era de una gran amistad. Tenían buen rollo. Vestía unos vaqueros, zapatillas casual y una camiseta. No era extremadamente cuidada en la forma de vestir, lo que no le quitaba ni un ápice de belleza juvenil. Sentada al lado de Lorena, en alguna ocasión, puso su mano sobre la rodilla al descubierto de mi mujer. Tenía claro, y seguramente, había sido advertida por nuestros amigos, que mi mujer quería marcha y ella se la iba a dar.
Tras tapear algo de cena, nos volvimos al piso de Juan y Luis. Allí descorchamos una botella de vino y nos sentamos en el sofá. Miriam y Lorena no se separaban e intimaban demasiado, hasta que llegó el momento en que mi mujer, para mi sorpresa, le dio un pico a la joven, sin que esta pusiese objeción. La pasión en los besos fue en aumento. Miriam introdujo su mano en la entrepierna de Lorena por debajo de la falda. Mi mujer estaba desbocada y mi polla alucinaba.
Luis, que estaba sentado en el suelo, se acercó hasta el butacón en el que yo estaba, desabrochó mi pantalón, saliendo disparada mi verga erecta y comenzó a deglutir. Juan por su parte, se sacó su polla y comenzó a masturbarse lentamente. Tras unos minutos, mi mujer dijo que no podía aguantar más y propuso que nos fuéramos a la habitación para tumbarnos en la cama.
Todos nos desvestimos. Como Miriam solo era lesbiana, no hice siquiera el intento de aprovecharme de la situación con ella. Era el momento de Lorena. Eso sí, desnuda tenía un cuerpo precioso. Algo delgado, con pechos pequeños, de los que me gustan a mí y un coño sin depilar. ¡Cómo me hubiera gustado probarlo!.
Luis y yo hicimos un sesenta y nueve. Juan, tras un tiempo, introdujo su polla en el culo de su novio, que estaba en la posición de arriba. Por su parte, mi mujer estaba tumbada con sus piernas abiertas mientras Miriam le lamía toda su raja. Tras unos minutos en los que solo ella estaba recibiendo el placer, le pidió hacer un sesenta y nueve. Así, todos estábamos en esa postura, excepto Juan que le taladraba el culo a Luis mientras nos mamábamos mutuamente.
Llegó el momento en que yo quería recibir lo mío, así que dejamos el sesenta y nueve y entre los tres hicimos un trenecito. Las chicas ya se habían provocado algún que otro orgasmo. Noté como Luis se corría dentro de mí. Juan tan solo se vino unos segundos antes. Sólo quedaba yo, así que cogí a mi mujer y me puse sobre ella. De mi culo salían los restos de Luis, que éste se apresuró a lamer mientras me follaba a Lorena.
Esa noche, mi mujer la pasó con Miriam. No puedo contar lo que no vi, aunque ya de vuelta a casa me contó lo que disfrutó de la experiencia.