A dos Bandas

Volvía de camino en el coche. Con el brazo colocado sobre la ventanilla y los dedos sobre los labios, mientras pensaba.

Volvía de camino en el coche. Con el brazo colocado sobre la ventanilla y los dedos sobre los labios, mientras pensaba. La brisa me rozaba y el pelo ondeaba a su antojo. Unas grandes gafas de sol me cubrían la cara casi al completo. Él y yo. Yo y él. Dos personas antes desconocidas que nos unimos por fruto del azar. Dos cuerpos que se atraían mutuamente, sin necesidad de que mediara palabra alguna, ya sabíamos lo que necesitábamos, lo que queríamos, lo que nos deseábamos. Me había acordado de aquella conversación en diferentes lugares. Siempre tenía su voz dentro de mi cabeza diciéndome aquella frase que sin cesar resonaba insistente en mi cabeza, como si de mi conciencia se tratase. Y yo suspiraba. ¿Otra vez? ¿Y si ya no voy a poder dejar de pensar en él? ¿Y si esto continúa así durante mucho más tiempo? ¿Merecerá la pena? Pero su frase continuaba repetida en mi cabeza. ¿y si en realidad le quiero a él y no quiero al otro? ¿Y si todo esto desaparece un día? ¿Qué iba a ser de mi vida? ¿Qué iba a ser de esa vida aparte que me había construido a su lado, a escondidas? El semáfaro estaba en rojo. Tan sólo tenía dos alternativas y la correcta era la que menos me gustaba. Pero él era tan... aquella frase era... Su cuerpo... De repente, luz verde. Giré el volante a la derecha y fui al lugar al que estaba deseando volver, desde la última vez. Allí estaba él, con su coche blanco, cruzado de brazos, mirando a un horizonte por el que yo aparecía. Sonreí. Me sonrió. Apoyé los brazos sobre la ventanilla y sin parar de mirarle, rocé los labios con mi lengua, y le desafié por encima de las gafas de sol. Se quedó delante de mí, impaciente por volver a hacer conmigo esas locuras que carecían de nombre decente. Me subí a su coche y le pedí un cigarrillo. Se sorprendió. Sabía que yo no fumaba. -Para dejar unos vicios, hay que coger otros.- Respondí.-Y lo entendió perfectamente. Y allí estábamos los dos. Cada uno, jugando a dos bandas. Siendo dos personas diferentes dependiendo de la hora del día. Le miré. Me miró. -¿Qué disfráz me favorece más? ¿El de amante o el de esposa?-El de amante. Sin duda.- Respondió Arrancó el coche y nos fuimos.