A corazón abierto
Un corazón abierto, el mío...
Dices que tienes corazón, y sólo
lo dices porque sientes sus latidos;
eso no es corazón..., es una máquina
que al compás que se mueve hace ruido
(Gustavo Adolfo Bécquer)
Si hay algo de lo que estoy segura es que soy buena persona. Muchas podrán pensar que soy una hija de puta, o una cabrona, y puede que tengan razón, pero siempre he sido sincera y clara con mis sentimientos, tanto para mi misma como para las demás.
Y si hay algo de lo que también estoy segura es que me han roto el corazón. Y bien roto. Alguna seguramente se alegre y diga que me lo tengo merecido. Incluso algunas personas se alegrarán sobremanera al saber que la "tía dura" ahora es como una botella vacía a merced de las mareas.
Pero para eso estamos, ¿no? Para aguantar carros y carretas, para dejarnos llevar por los impulsos. Todos sabemos que, cuando abres tu corazón a alguien, corres el riesgo de que te lo arranquen, lo muerdan y luego te lo vuelvan a dejar dentro.
Si es que aquel que dijo la frase "el dolor físico lastima, el espiritual desgarra" tenía mucha razón. Las heridas del cuerpo se acaban curando por muy profundas que sean, pero las que no son físicas esas ya son otro cantar. Esas heridas no se curan con vendajes, ni con desinfectantes, ni siquiera con pastillas. Esas quedan y son tan fáciles de reabrir somos tan vulnerables, tan poca cosa.
Cuando tienes un dolor de este tipo, a todo el mundo se le da por aconsejarte, por contarte sus experiencias, por tratar de explicarte en que consiste el desamor, en decirte una y otra vez "el tiempo todo lo cura". Y no digo que no tengan razón, pero muchas veces no necesitas escuchar esas cosas. No necesitas escuchar nada. A veces no hay mejor paliativo que ser escuchada o, simplemente, sentirte un poco querida por alguien.
Pero como la suerte no siempre está del lado de una, a veces tienes que comerte el marrón tú solita con tu conciencia y allá tú con tus problemas. Si, claro, siempre tienes alguna muestra de compañerismo pero todos estamos solos. Egoístas por naturaleza.
Las rupturas. Los finales, unas veces trágicos, otras veces intranscendentales. El adiós. Y la lucha por sacar la cabeza del pozo donde te has sumergido.
¿Por qué es tan complicado? ¿Cómo se puede salir de aquí? Tantas palabras tiene el español para tantas cosas y nunca somos capaces de plasmar un sentimiento o una sensación en un pedazo de papel es más, cuanto más sentimos, menos nos explicamos.
Incluso me doy cuenta de que, con la de tiempo que llevo escribiendo, me cuesta mucho hablar en primera persona de mis sentimientos y tiendo a generalizar para no sentirme tan mal. Como dice el refranero español: "Mal de muchos, consuelo de tontos". Pero yo se porqué lo hago.
Siempre que he intentado contarle un problema, temor, duda o similar que tuviese que ver conmigo misma, siempre he recibido la misma respuesta: "tú no eres la única que sufre ese tipo de cosas". Y, aunque siempre respondo lo mismo ("se que no soy la única, pero ahora mismo este es mi problema"), todavía no he encontrado a nadie que, simplemente, se limite a escuchar.
Ves, eso es algo que yo si sé hacer. Sé escuchar, es más, no me gusta dar consejos gratuitos a no ser que me los pidan (y, aun así me cuesta).
Pero los consejos, los apoyos, las palabras (si es que recibes algo de eso) no sirven de nada. Te tienes que fastidiar y vivirlo tu solita como puedas. Y si tu manera de superar las cosa es hablando, escribiendo o algo así y no eres capaz de hacerlo (bien porque no puedes, bien porque no te dejan) te fastidias. Y luego se extrañan cuando tardas tanto en superar las cosas
Pero yo estoy harta de dobles sentidos, de generalidades y de literatura barata para tratar de aligerar el peso de mi dolor. Así que, Pilar, clava tu vista en el ordenador y dile al señor "Word" que es lo que te pasa.
Pues resulta que me enamoré hace un par de años de una chica. No se que fue lo que vi en ella, ni siquiera se el por qué de mi atracción será lo del amor por las causas perdidas. El caso es que, cual quinceañera superhormonada, me enamoré de esa mujer y, sin preguntar, sin conocer, sin protegerme, abrí mi corazoncito y puse todo lo que soy sobre un bien amortizado sofá, entregándoselo sin miramientos.
Viví intensamente a su lado todo lo que alguien enamorado puede vivir. Sentí todo aquello que nos hace sentir el amor puro y desinteresado. Fui feliz, muy feliz. Aprendí a confiar de nuevo en una mujer, aprendí de nuevo a ser dos. Reí, lloré, me estremecí a su lado.
No me quiso querer y, realmente, no se si me quiso. Se que si le importé o eso prefiero creer.
Se que soy una mujer muy intuitiva, suelo conocer fácilmente a la gente y no me suelo equivocar prefiero pensar que el amor que vi en ella no fue fruto de mi invención.
Esto cuesta
Estoy convencida de que decir "te quiero" cuando quieres a alguien no es algo difícil, pero nunca escuché esas palabras de su boca (aunque tampoco escuché lo contrario).
Si es que en el fondo soy una idiota, una romántica idealista (posiblemente mi brujita mexicana me diría que la piscis que llevo dentro me lleva a actuar así), pero no puedo controlar mis impulsos, y mucho menos mis sentimientos. Soy así de espléndida, cuando me doy, me doy toda yo sin tener en cuenta las consecuencias.
Lo que no entiendo es porque cuesta tanto olvidar. Al menos a mi me cuesta olvidarla. Me cuesta dejar de quererla a pesar del tiempo, a pesar de la distancia. ¿Por qué narices no nos desenamoramos con la misma velocidad con la que nos enamoramos? ¿Por qué coño estoy un jueves por la tarde llorando delante del ordenador recordándola? ¿Por qué no puede costarme tan poco como creo que a ella le costó?
Si de algo me ha servido todo esto es para darme cuenta de lo poco que le puedo llegar a importar a aquellos a los que quiero, y no me refiero solo a ella aunque tal vez, lo que está hablando ahora, es mi dolor y no mi conciencia real. Y eso que le importaba
Soy una crédula, he de reconocerlo. Me conozco desde hace 28 años y se como soy. Se que, en "condiciones normales" soy pasota, algo chula y un poco cabrona (aunque prefiero denominarme como juguetona) y, sin hacerle daño a las demás, me gusta dar y recibir "cariño de parquímetro", ese que dura unas horas y si te he visto, no me acuerdo. Pero cuando hablamos de "condiciones subnormales" (es decir, cuando hablamos de amor-pareja) soy una calzonazos tranquila e ingenua. Una cría experimentada.
Es duro tratar de recuperar a una persona que ni siquiera te da la oportunidad de hablar. Es duro intentar a la desesperada hablar con aquella que no te quiere escuchar. Es dura tratar de superar algo cuando tu manera de hacerlo es dejando el "asunto" zanjado y no puedes hacerlo porque no. No puedes hacerlo porque no vas a tener una respuesta que te quite la estaca que tienes en el corazón.
Al decir esto último me gustaría ser una vampiresa, que me clavasen una estaca de madera para desintegrarme y dejar de sufrir. Pero no creo en el más allá, ni en los vampiros, ni siquiera creo ya en el ser humano, así que tengo que quedarme empalada, sufriendo esa herida que no deja de sangrar.
Y doy mi palabra de que me gustaría poder decir cosas malas malísimas, incluso me encantaría poder escribirle un correo maldiciéndola y diciéndole lo que estoy pasando por este desamor pero no puedo, no soy capaz de culparla, de insultarla o de decir nada negativo, no soy así, no se hacerlo, no me sale.
Prefiero culparme yo y decirme a mi misma que soy una idiota por creerla, que soy una imbécil por enamorarme una vez más, una estúpida por dejarme arrastrar hasta aquí. Y prefiero ser yo la que llore. Incluso prefiero pensar que me ha olvidado, que nunca me quiso y que simplemente fui una sonrisa en su vida fácilmente olvidable.
Prefiero ser esa mujer que la besó por primera vez aquella noche de diciembre, la primera que le hizo el amor. La primera para ella en algo, aunque solo fuera en eso.
Ahora ya solo queda esperar