A Chambear - Perra de los Sanitarios episodio 11

En Ciudad Santiago el sexo gay está a la orden del día. Estos son los relatos cruzados de varios de sus ciudadanos y el como disfrutan de sus vergas y culos todos con todos.

Carlo despertó. Estaba en su casa, y le pareció que todo había sido producto de su imaginación calenturienta. Se desperezó, se levantó de la cama. Llevaba puesto uno de sus pijamas. Se le hizo raro, él nunca los usaba salvo si tenía visitas heterosexuales que se quedaran a dormir. En el salón estaba encendida la televisión, en la que se oía que daban la noticia de dos jóvenes a los que habían encontrado muertos en un parque con evidentes signos de violencia sexual.

Carlo se pensó solo, pero al ir a sentarse en el sofá a ver la televisión se encontró que este estaba ocupado por un hombre de gran tamaño y complexión totalmente desnudo. No tuvo que decirle nombre alguno para saber quien era, así como que todo lo vivido no había sido un sueño.

-¿Doctor Kerainen?

-Así es, soy yo.

Se puso en pie. Su vergota oscilaba de un lado a otro, imponente. Le tendió la mano, pero Carlo lo saludó entrechándole el glande con gran efusividad.

-Fue un detalle me trajera a casa. ¿Cuantos fueron?

-Al menos cuarenta. Pero tardaron un rato en darse cuenta que habías perdido el conocimiento. Me preocupaste.

-Me violaban por orden tuya. ¿Pude preocuparte?

-Ordené entrenarte para que me recibieras a mí. Y... ¿sabes cuanto has estado inconsciente?

-¿Una noche?

Preguntó Carlo, ignorante de su situación. Kerainen lo tomó entre sus fuertes brazos y lo besó, sin encontrar resistencia. Tras sacar su lengua de la boca del muchacho siguió hablando.

-Una semana.

-¡¿Tanto?! ¡¿Y mi trabajo?!

-El Señor Arriba se hizo pasar por tu pareja y llevó un parte médico de baja. Te he recomendado reposo absoluto hasta finales de la semana que viene.

-¿Y pretendes que repose?

-Si puedes hacerlo con mi verga entre tus nalgas sí... si no puedes relajarte siendo penetrado... lo siento mucho, te pienso follar de igual modo.

Carlo asintió, sin pensárselo mucho. Quería sentir unas buenas y ricas clavadas, aun pese a todo lo acontecido. Pero se dio cuenta de algo, y preguntó, intrigado y algo inquieto.

-Ricardo, mi amigo...

-¿Con el que llegaste al hospital? Lo atendió el señor Fontaneda, se le dio el alta y se marchó a casa. Uno de los enfermeros dijo haberlo visto en el zoo, atendiendo a los gorilas.

Carlo respiró aliviado, pues eso era que a su amigo ya le iba bien y tenía trabajo, sin saber las connotaciones del mismo. Se dejó caer al sofá, cogió el mando del televisor y cambió de cadena.

-¿Te molestaría mucho si desayunamos y vemos un rato el televisor antes de hacer todo lo que ordenes?

-Sin problemas. Así esperamos a Hugo, que dijo vendría con comida y unos juguetes.

Continuará...