A Chambear - Examen Anal episodio 13

Aquí cerramos la trama de Rolando y Marco, aunque como esta historia no es linial se podría contar algo de su pasado más adelante. Aviso: tienen un final duro y desagradable. Intenté suavizarlo, pero sigue siendo duro y desagradable a pesar de ello.

Marco había seguido a su hermano, Rolando, sin saber que este había quedado con su pervertido profesor de latín para que lo aprobara a cambio de sexo. Pero todo era una trampa para someter al muchacho a toda clase de vejaciones. Un desconocido se presentó a Marco como Adrián y le dijo que lo siguiera, que el ayudaría a su hermano y que debía ofrecerse a reemplazarlo.

De tal forma acabaron en un bunker adyacente a los baños en donde una turba violaba a Rolando, mientras Adrián le preparaba el orto a Marco con su lengua, dedos y polla. Este podía ver como su querido hermano era sodomizado sin piedad por cuarentones gordos, viejos decrépitos, niñatos de su clase, yonkis, alguno de los fibrados corredores habituales de la zona e incluso por los pastores alemanes de los vigilantes.

Debía llevar al menos una hora, en la que Adrían lo había llenado las entrañas tres veces de mecos, haciéndolo sentirse bien puto. Se giró para decirle a Adrián que creía estar preparado para ofrecerse cuando se encontró cara a cara con un negro inmenso que le sonrió. Era quien en esos momentos le taladraba el culo.

-Como se te ocurra rebelarte te reviento la puta cabeza.

Dijo el semental de ébano, sin parar de cabalgar a Marco. Pero ya no tenían que simular, así que lo agarró de las rastas y tiró de estas, como si fueran las riendas de un corcel. Un hombre de rasgos asiáticos se colocó delante de Marco, apuntó a la boca de este con su polla, de tamaño pequeño, y le apoyó una pistola contra la sien.

-Chupa si quieres vivir.

Marco se sintió sucio. Estaba siendo violado, al igual que su hermano, y no sabía si serían solo hombres o le reservaría la misma humillación de sentir los penes de varios perros entrando en su ser. Pero sus peores temores apenas se acercaban a la realidad. Adrián se acercó a Marco con una jeringa en la mano, la cual contenía un líquido rosado. Afrodita.

Se lo inyectó en un muslo mientras no dejaban de penetrarlo por boca y culo. El joven sintió un líquido cálido recorrer sus venas, esparciéndose por su cuerpo. Su juicio fue nublándose poco a poco. Lo último racional que pudo llegar a notar fueron unos pasos y la voz del profesor de latín de su hermano, el cual comenzó a hablar con Adrián.

-Te dije que sería sencillo, su hermano lo sigue siempre que piensa que pude pasarle algo. ¿Tenemos el altar preparado?

-Así es, Señor. Pronto el sujeto estará listo y podremos proceder al sacrificio.

-Perfecto. Nos tantum duos semine et sanguine paradisi.

-Sic erit.

Todo se volvió borroso para Marco, el cual sentía el dolor y la angustia de ser violado transformarse en un gran placer. Miró hacia la ventana de seguridad, aunque ya no buscaba a su hermano, sino esos agujeros que eran follados sin pausa. No estaba. El grueso de la fiesta había acontecido a cámara superrápida para un Marco bajo los efectos de la peor droga jamás creada, mientras que para su hermano, Rolando, fueron años de agonía y sufrimiento.

En lo que duró un parpadeo Marco se encontró en una sala oscura, rodeado de hombres con capuchas y capas rojas. Directamente enfrente de él había un altar de piedra, sobre el que estaba tendido Rolando, desnudo del todo y ya sin esa condenada máscara. Un hombre con una capucha negra estaba junto a su hermano, aunque su juicio estaba demasiado nublado para identificarlo. Hubiera dado igual.

Agarró el miembro de Rolando, así como sus testículos, tiró de elló, poniéndolos en tensión, y un destello plateado voló por el aire. Una rosa se abrió en el aire y una vagina se formó entre las piernas del muchacho, que gritó de agonía.

Dos hombres que sujetaban a Marco de los brazos lo soltaron. Su pene estaba erecto, palpitaba y el precum caía casi a chorros al suelo. Se lanzó hacía su hermano, el cual estaba sufriendo. Pero la Afrodita no le movía a ayudarlo, sino a penetrarlo. Así hizo. Fue una cabalgada furiosa y salvaje que terminó cuando Marcó depositó su semilla dentro de Rolando y el jefe de ceremonias, el hombre cuya cara no pudo distinguir Marco, le puso el cuchillo con el que había mutilado a su hermano en la garganta y le sacó la última sonrisa de su vida.

Continuará...