A C le gusta por detrás
Relato sobre el día en que conocí realmente a C
C no es una chica normal. Nos conocimos hará unos 4 años, en una noche de fiesta. Ya había caído la noche y nos disponíamos a hacer botellón en un piso. Las previsiones eran bastante buenas: demasiado alcohol y un buen número de chicas.
Llevábamos un par de copas cuando C entró en el salón. Me quedé absolutamente embobado mirando cómo pasaba por delante de todos, saludaba y se sentaba en el sillón situado a mi derecha. Rubia, ojazos verdes, estatura media (más bien tirando a pequeña), pechos normalitos y un culazo de los que se quedan grabados en la memoria. Me pasé la noche pensando en la cantidad de cosas que podría hacer yo con semejante belleza.
La putada fue enterarse que el gilipollas que estába diciendo tonterías todo el rato era su novio. Después de cagarme en él unas 1.000 veces esa noche, desaparecieron sin más, y no volví a saber de ella en un tiempo.
Casualidades de la vida, C tuvo que venir a estudiar otra carrera a mi ciudad. A parir de entonces, comenzó una ciber-amistad entre nosotros mediante Facebook, porque lo cierto es que nos habíamos visto unas 2 ó 3 veces en un par de años. C había dejado al gilipollas de su novio, y había empezado otra relación con un chaval de un pueblo cercano.
Una buena noche, después de unas cuantas copas, unos chupitos y risas con mis colegas, Jose me pega un codazo y me indica con la cabeza que mire a las escaleras de entrada. Me giro y veo a C y a su grupo de amigas entrar en el garito donde nos estábamos poniendo finos. Hubo un momento en el que todos mis amigos se quedaron en silencio contemplando la escena, e incluso a alguno se le desencajó la mandíbula. Si ya de por sí C es una chica bastante espectacular a la vista, complementada con un vestidito negro ajustado, que no le tapaba mucho más abajo del culo, ya ni os cuento.
Nada más entrar, nuestras miradas se cruzaron, y me dedicó una sonrisa. Después de presumir un poco, o más de un poco, ante mis colegas, me dirigí a saludarla. En cuanto me agaché para darle dos besos (soy alto, mido 1,91, y de complexión fuerte), me dí cuenta de que la copa a la que le iba a invitar no iba a ser la primera que se había tomado esa noche.
No recuerdo muy bien cuánto tiempo pasó, pero cuando se quiso dar cuenta sus amigas habían desaparecido. Mis colegas no, siempre son los últimos en irse de cualquier garito los muy cabrones. Debido a nuestro estado de embriaguez y al plantón que le habían dado sus amigas, me ofrecí a acompañarla a casa. Nunca hay que dejar que una damisela vuelva sola a casa. Ella accedió sin mayores reparos, y nos pusimos en marcha después de aguantar las coñas de mis amigos.
Una vez llegamos a su portal, nos sentamos en las escaleras y estuvimos hablando otro intervalo de tiempo. Esta vez los temas fueron más interesantes, como la dificultad de las relaciones a distancia, etc, etc. Me acabó confesando que su relación sentimental estaba sufriendo un pequeño bajón, y yo no necesitaba oir más. Nos pusimos en pie y, tras hacer el amago de darle dos besos, me lancé descaradamente. Mi sorpresa fue mayúscula cuando, tras el primer beso, me susurra al oido:
- Estabas tardando mucho. Pensé que no,lo ibas a hacer nunca.
A partir de ahí fue una subida desenfrenada y a trompicones hasta su piso: beso, muerdo, pared, muerdo, beso, ascensor, muerdo, camisa fuera, beso... Y así entramos en su piso. Me siento en el sofá, con ella encima todavía. Ella me da besos por todo el cuello, pectorales... y empieza a desabrocharme el cinturón. Yo paso mis manos de arriba a abajo por toda su espalda, acabando en ese magnífico culo del que antes os he hablado.
Le quito los tirantes del vestido, y luego el sujetador, mientras ella baja dándome besos hasta el ombligo, y vuelve a subir. En ese momento, se gira y se sienta sobre mí de espaldas. Se recuesta sobre mí, me coge las manos y las pone sobre sus duras tetas, apretando muchísimo. Me dice al oído con una voz que me puso más cachondo todavía:
- ¡Arráncame el vestido!
Yo, gustosamente, hago su vestidito trizas, quedando ante mí una de las imágenes más bonitas que he visto en esta vida. No olvidaré pronto ese culo, con ese minúsculo tanga blanco, sentado sobre mí.
C se vuelve a girar y, estando frente a mí, introduce su mano dentro de mis pantalones, muy despacio. Me la saca, y comienza a juguetear con ella. Yo le doy besos en el cuello, y voy bajando hasta focalizarme en sus pezones. Los lamo, beso muerdo... mientras mi mano comienza a introducirse lentamente dentro de su tanga. Acaricio sus labios lentamente, masajeo su clítoris... C me mira fíjamente y me dice:
- ¡Fóllame de una vez!
Niego con la cabeza. En ese instante, comienzo a incrementar el ritmo de los movimientos oscilatorios de mi mano sobre su clítoris. Me levanto con ella cogida y la recuesto sobre el sofá, mientras continúa gritándome que la folle. Vuelvo a besar su cuello y, al agotarse su paciencia, coge mi pene y se lo introduce, a la vez que deja escapar un sonoro gemido. Comienzo a follarla, lentamente primero, e incrementando el ritmo exponencialmente.
C se agarra de mi cuello, y se cuelga de mí. Nos incorporamos, sin parar de follar, y la pongo contra la pared más cercana. Noto como su vagina se contrae con cada embestida, sirviéndose de las piernas para atraer mi pene hacia ella, cada vez más rápido.
Llega un punto en el que no puedo más, me quedo sin fuerzas, y me tiro en el suelo. C, con cara morbosa, se acerca lentamente a mí y se acuclilla de espaldas a mí. Vuelve a coger mi pene, y se lo vuelve a introducir, dando botes y moviendo su culito delante de mí. No sé cuánto tiempo duré en esa posición, pero creo que, en no más de 2 minutos, me corrí dentro de ella.
Exhausta, C se tira a mi lado. Tras recuperarme durante unos momentos, me giro sobre ella y vuelvo a juguetear con su clítoris. Mientras, con la otra mano voy introduciendo lentamente un dedo, luego dos, tres... hasta que prácticamente mi mano entera está dentro de ella. Incremento salvajemente el ritmo de las dos manos, girando sobre el clítoris con una, y presionando sobre el punto G con la otra. C acabó empapando el lateral del sofá con un magnífico squirt.
Para entonces, mi pene había resucitado, y buscaba más guerra. Me levanto, tiro todo lo que había sobre la mesa, y la pongo con sus tetas pegando en el cristal y el culito en pompa. Voy por detrás y la embisto con todas mis fuerzas, dejando su vagina dolorida. Mientras la follo una y otra vez, golpeo su culo con la palma de mi mano, produciendo gemido tras gemido.
En este momento sucedió algo totalmente inesperado para mí. C, cegada por el placer y el morbo. lleva una de sus manos atrás y comienza a jueguetear con su ano. Introduce un dedo, luego dos... y de repente me grita:
- ¡¡¡Por favor, fóllame el culo!!!
Dicho y hecho, saco mi pene de su vagina y lo lubrico un poquito más con mi saliva. Comienzo a hacer presión sobre su ano, poquito a poquito, hasta que el capullo entra completamente. En ese momento, C realiza un movimiento hacia atrás y se introduce mi pene entero dentro de su culo, dejando en mí una estupenda sensación, puesto que el agujero era mucho más estrecho.
C no paraba de gritar. ¡Estoy seguro de que los vecinos no pegaron ojo en toda la noche! Cojo a C, y la llevo a la cama con mi pene aun dentro de su culito. Me echo sobre la cama, y ella se gira y comienza a botar sobre mí, rompiéndose el culo ella solita, mientras utiliza su mano izquierda para masajear su clítoris. Pude contabilizar 3 orgasmos más de C hasta que le llené completamente el culito de mi progenie malograda.
Ya tirados en la cama, C se enciende un pitillo y no puede evitar una sonora carcajada al observar que se me cierran los ojos.
- No te confíes, porque en cuanto me fume el piti vuelvo a pedirte guerra - me advirtió.
Yo estaba ya relajadísimo y medio dormido, cuando empiezo a sentir algo húmedo en mi pene. Abro los ojos, y veo a C comiéndomela completamente. No tardé en empalmarme al 100% de nuevo con esa pedazo de mamada, bastante duradera y placentera, por cierto. Con mis manos empujaba su cabeza hacia mi pene, mientras ella se atragantaba y volvía a la carga una y otra vez. Cuando noté que me iba a correr, le avisé por costumbre, y su respuesta fue realizar movimientos más rápidos y profundos.
Me corrí dentro de su boquita en una explosión tremenda de placer. C se incorpora, me mira, sonríe pícaramente y se echa a mi lado, esta vez para dormir.