A Barata
Llegar a la casa y encontrar siempre una vecina con la mujer puede resultar desagradable...o excitante.
A Barata
Apenas abrió la puerta del departamento se dio cuenta que todo era igual como todos los días: la vecina del piso de encima estaba acompañando a Maru, su mujer. Se podían escuchar desde el vestíbulo las risitas sofocadas de las dos mujeres provinientes del dormitorio. Desanudó la corbata, desprendió el botón superior de la camisa para dejar su cuello libre, y tomó el camino de la cocina para lavarse las manos en la pila pues no quería usar el lavabo, dentro del dormitorio en estos departamentos minúsculos. Escogió entre los cedés uno que habían comprado en el viaje de bodas y se sirvió un vaso lleno de agua mineral, observando las burbujas del líquido subir y deshacerse...
"Toda vez que eu chego em casa,
a barata da vizinha tá na minha cama..."
La música era contagiosa, alegre, divertida. Cuando se casaran cuatro años antes, la empresa en la que trabajaba les había obsequiado el viaje de bodas a Rio de Janeiro. Después de tres años de noviazgo Maru le había insinuado una especie de ultimatum, o nos casamos o ya...y decidió que daba lo mismo casarse o no, de modo que lo hicieron. Pero desde el regreso, ya instalados en este departamento luminoso pero reducido que les compraran sus padres, Sergio tuvo a esa insoportable vecina en la casa todos los santos días.
Maru la conoció mientras subían unos tiestos que trajeran desde su casa de soltera y ella se apresuró a presentarse y a ofrecer su ayuda. Y subió con ellos, se paseó por el departamento con el aire de una castellana, alabó la textura de las cortinas, el lustre de los muebles, las acuarelas enmarcadas apenas entre dos vidrios, recetó un remedio para los pulgones de la bouganvillia, se bebió dos tazas de café y sentada en la mesa redonda de la cocina hechizó a Maru con su voz un poquito grave y el movimiento continuo de sus manos largas y pálidas rematadas en unas descomunales uñas pintadas de rojo coral.
Desde ese día a Sergio le cayó mal aún sin tener motivos. Que Olivia esto, que Olivia aquello; que vamos con Olivia, que venimos de la compra; que mira qué mono lo que Olivia me ha dado, oye, dónde lo ubicamos; que dice Olivia...
"Diz aí o que você vai fazer,
eu vou dar uma paulada para me defender!..."
Mientras pensaba en todo este rollo puso atención por primera vez en la letra de la canción. Su conocimiento del idioma portugués no era sobresaliente pero podía captar por aproximación el significado de la historia cantada, que a todas luces parecía semejante a la suya: una vecina pesada a la que era necesario dar un escarmiento.
Desde el dormitorio las dos mujeres estuvieron en un santiamén en la cocina.
-Hola, guapo- saludó Maru poniendo el morro para recibir su beso con la misma ansiedad que si se tratase del beso de un camello.
-Hombre, qué cara traes- observó Olivia con su voz de terciopelo- ¿a que quieres un masaje para relajarte de un mal día?
- Pues mira, que no sería mala la idea si no tuviese esta migraña que me mata- respondió evasivamente pero con el apercibimiento de una luz brillante y pequeñísima en el fondo de su cerebro- pero otra vez será.
-La cena ya está casi, cariño. Invité a Olivia a acompañarnos ya que tuvo la gentileza de traernos unos boquerones fresquísimos que rellené con setas como a ti te gustan- dijo Maru, atándose un delantal e indicando con la cabeza a su vecina que dispusiera la vajilla sobre la mesa.
-Vale, entonces. Bienvenidos los boquerones, gracias Olivia- repuso con voz neutra- Entonces mientras termináis de aparejar me doy una ducha rápida a ver si me pasa esta peste de dolor.
"Diz aí o que você vai fazer,
eu vou dar uma paulada para me defender..."
Colocando en el canasto de la ropa sucia los calcetines y el boxer para tomar su ducha reparadora tras la mampara acrílica, su mente se aclaró como con un rayo súbito de luz: estas dos, ¿no tendrían algo entre ellas? Maru era una mujer que en cuestiones de sexo no era para nada lanzada, más bien pacata y rutinaria. Él, después de todo, no se había casado con ella por estar locamente enamorado o siquiera apasionado por ese cuerpo que se le entregaba de modo natural pero sin ofrecer estímulos. Lo había hecho porque un hombre a cierta edad debe tener sus asuntos arreglados y una mujer propia para no correr el riesgo de tener que hacer los fines de semana la tarea de la casa. ¿Tendrían ellas la intimidad que aparentaban? Un cosquilleo agradable y morbosillo le subió por los cojones, empinándolo de solo pensarlo. Descorrió el prepucio para enjabonar con cuidado el glande que aparecía morado y brillante, gozando con sus manos la rigidez de su miembro y la imaginación galopante de una situación entre ellos dos y la vecina de voz desagradable. Porque vamos, que Olivia no era lo que se dice una belleza ni mucho menos, pero tenía unas buenas nalgas y un pecho que aunque nada grande se veía duro y separado sin necesidad de sostenes o tirantes. Y tal vez en un trío Maru pudiera decidirse a abrir compuertas y darle satisfacciones que nunca le diera antes...
El sonido de la canción llegó demasiado claro y nítido, como si estuviese sonando a pocos pasos. ¿Habría dejado abierta la puerta del cuarto de baño? No, era imposible. La había cerrado, porque en el gancho adosado a ella había colgado la sudadera gris que iba a ponerse, así como su bermuda y la ropa interior.
La mampara se descorrió de un tirón único y las dos entraron con él bajo el agua. En medio del desconcierto trató de cubrir con su mano la erección, pero las dos mujeres lo apretaban contra los azulejos del duchero y era muy poco el espacio, ambas reían de su asombro, y vaya que le tenían una sorpresa...Maru se había abalanzado sobre él, cubriendo con su cuerpo el suyo y descubriendo en el contacto la dureza indisimulable de su verga. Pero al extender su mano para no resbalar y encontrarse el delgado cuerpo de Olivia detrás de Maru, cuál no sería su asombro al descubrir, donde debía ubicarse el chocho de la vecina un falo también erguido aunque de pequeñas dimensiones que se estremecía bajo su palma cerrada. La vecina tediosa de voz de contralto que estaba siempre en su casa agasajando a su mujer era un transexual...No cabía duda: lo que tenía Sergio en la mano era la prueba contundente, la gota que rebasaba el vaso, una pilila de pequeñas dimensiones pero dura como un hierro que seguramente habría retozado en los agujeritos que Maru le había negado en todos esos largos y aburridos años.
"eu vou dar uma paulada pra me defender,
eu vou dar uma paulada pra me defender..."
¿Con que ésas tenemos? Cerró como pudo dado lo exiguo del espacio los grifos, tomó a ambas por la cintura y las llevó al dormitorio, todos mojados y oliendo a jabón, las echó sobre la cama y organizó como si fuese un director de cine avezado la escena.
- Tu se la mamas- le dijo a Maru sin esperar respuesta- y a ti si es lo que quieres, voy a darte por el culo como en tu vida no te ha dado nadie, ya lo verás.
Comieron sus boquerones un tanto fríos, pero estaban para chuparse los dedos. Se sentaron a la mesa mucho más tarde, en pelotas, sólo para darse un descanso y seguir dando palo en un juego donde nadie pedía ni daba tregua.
"Toda vez que eu chego em casa
a barata* da vizinha está na minha cama..."
*Para poder entender el sentido de la canción conviene saber que "barata" en portugués significa "cucaracha". Sin embargo, en la gíria o imagen popular del Brasil, equivale a "vagina". Dar "uma paulada" o "golpes de palo" en ella quiere decir lo obvio, bombearla.