9. polvo rápido en la oficina
Llevaba tiempo dándole vueltas a echar un polvo en el trabajo con su marido. Era una idea que le daba cierto morbo y al final...
- POLVO RÁPIDO EN LA OFICINA. Aprovechando un día que no estaba su jefe, coló a su marido en el trabajo para echarle un polvo rápido en los lavabos. Ella le había comentado a él que le haría gracia correrse mientras sus compañeros trabajan tan solo a unos metros. Decidieron hacerlo el jueves porque sabía que su jefe no estaría en la oficina. Solo pensarlo iba cachonda perdida toda la semana. Se había puesto una camisa blanca y una faldita corta para que él lo tuviese fácil para meter la polla. Aquella polla que tanto gusto le daba en cualquier sitio. Ya lo habían hecho en algún lavabo público alguna vez
y hacerlo en su trabajo, con sus compañeros tan cerca le daba un morbo especial. Su marido se presentó sobre las 9. Una hora en la que todavía no hay mucha faena. Entró y preguntó a una empleada por ella. Una de ellas que ya lo conocía de otra ocasión, lo hizo pasar hasta el despacho de ella. Ella hizo ver delante de los clientes que se trataba un cliente más dándole la mano pero nada más cerrar la puerta se funcieron en un beso y se bajó las bragas delante de él. Le enseñó todo el coño sin depilar y bien mojado para acabar de ponerlo bien perro. Cómo a ella le gustaba tenerlo.
Él estaba nervioso pero deseoso de joderla cuanto antes. También había esperado mucho tiempo que llegara ese día.
Uno de sus compañeros, un argentino treintañero alto y con barba, bien cuidado y atractivo, no les quitaba ojo, sospechando que aquellos dos tramaban algo. Como buen argentino, era un halagador incansabe que en más de una ocasión le había tirado los tejos con descaro diciéndole lo buena que estaba. Siempre que ella estaba en otra oficina, la llamaba para preguntar sobre su bonito culo. Ella se las apañaba para ir dándole largas. Y en el fondo, le gustaban aquellos piropos.
En un momento en el que todos parecían estar ocupados, se levantó del despacho y le dijo a su marido que la siguiera a cierta distancia hasta los lavabos. Una compañera salía del lavabo de señoras, él se introdujo en el de caballeros y esperó. A los pocos segundos, entró ella y se encerraron en uno de los waters. No hicieron falta palabras. Ella le bajó los pantalones, sacó su polla y se la metió en la boca desesperada. Él le agarró del pelo, cerró los ojos y se dejó comer la polla. En nada se le puso tiesa. Ella lo sentó en la taza y lo empezó a cabalgar con fuerza. La polla se hundía hasta lo más profundo de ella con cada cabalgada. Empezó a moverse más rápido
dándose gusto con aquel trozo de carne caliente entre las piernas.Ella le agarraba del pelo y lo insultaba llamándolo cabrón.
Le gustaba perderle el respeto cuando follaban.
-¡Qué polla tienes cabrón! ¡Me gusta en cualquier parte cabrón!
En nada, él notó como le subía la leche y solo atinó a decir:
-¡Me corro puta! ¡Más que puta! ¡Que te da todo igual, cerda!
La leche inundó todo su coño y ella se corrió como una perra en celo con él.
Abrazados unos segundos, disfrutaron el momento.
Él se incorporó, se vistió deprisa y entreabrió la puerta para ver si podían salir. Pero al otro lado, con los pantalones medio bajados y una polla gorda en erección en la mano estaba el compañero argentino de ella. Los había seguido hasta los lavabos y estaba deseando unirse al polvo de la pareja. El marido sorprendido acabó de abrir la puerta totalmente para que ella pudiese ver a su compañero meneándose la polla por ella.
Ella, aún cachonda y con el coño chorreando leche se quedó asombrada al ver semejante pollón. Tenía un glande enorme y el resto de la polla era muy gruesa. Sin pensarlo dos veces, le cogió de la camisa y tiró de él hacía el interior del lavabo. Sin apenas sitio allí dentro para los tres, ella se las apañó para agarrarle la polla a su compañero y apretándosela con fuerza le dijo:
-¿A qué has venido? ¿qué quieres cerdo? ¿quieres coño, ehhh? ¿Quieres follarte un buen coño ehh cabrón?
Él, con la voz entrecortada dijo:
-Sii, yo también quiero.
-¿Quieres qué? -dijo ella
-¡Follarte! ¡Quiero follarte la concha!
-¡Pues ven aquí cabrón! ¡Dame por detrás y remátame!
le respondió ella apoyándose en la pared y ofreciéndole todo su impresionante culazo.
El marido sujetaba la falda dejando el camino libre al argentino. Su gruesa pija se perdió en su coño empapado de la mezcla de flujo y leche de la primera corrida. La situación era más morbosa de lo que los dos habían planeado y no iban a desperdiciarla. Ella sabía que su compañero llevaba tiempo queriéndosela follar y hoy iba a darle lo que tanto deseaba.
Él empezó a darle pollazos como si llevara todoa una vida sin follar. Ella se tenía que sujetar con fuerza para no golpearse contra la pared y notaba como la polla le entraba cada vez más adentro llegando incluso a sentir dolor. No iba a aguantar mucho sin que le viniera un segundo orgasmo.
El marido le sobaba las tetas y le buscaba la boca metiéndole la lengua bien adentro y ella le devolvía besos húmedos. Entre beso y beso le dijo:
-¡Amor, me están follando en tu cara! ¡Me voy a correr con este cabrón! ¡No puedo más mi amor, me revienta!
Oír eso les puso locos a él y a su compañero y el primero le llamó puta mientras le comía toda la boca sin dejarla respirar mientras el segundo soltaba un buen chorro de semen que hizo que ella se corriera al instante haciéndola casi caer al suelo del gusto.
Entre los dos la sujetaron y la besaron. Se vistieron todo lo deprisa que pudieron.
Él compañero salió el primero diciendo muy bajito:
-Gracias. Ha sido increíble Sara.
Abandonó el lavabo y volviendo a su puesto con temblores en las piernas.
El marido salió en segundo lugar sujetando la puerta a su esposa y seguidamente salió ella toda colorada por el polvazo que acababa de meter.
Los dos se sentaron en el despacho de ella. Y sonriendo preguntó:
-Ufff, ¿y ahora como salgo yo por esa puerta?...