9 No os voy a perdonar en la vida.

¿Como te enteraste de la infidelidad de tu pareja? Relatos basados en hechos reales que fueron contados por sus propios protagonistas y tienen un denominador común: cómo se enteraron que su pareja les estaba siendo infiel.

No os voy a perdonar en la vida.

Patricia, salió del servicio con una mueca de asco en la cara.

Tenía el estómago del revés y fuerte dolor de vientre.

- ¿Qué pasa? ¿No mejoras? le pregunto su jefa.

- ¡Qué va! no acabo de romper, ni por arriba ni por abajo…

  • Hija, eso va a ser una gastroenteritis que has pillado. Hasta que no vomites o hagas de vientre, no se te va a pasar el mareo.

- Sí, tiene que ser una infección o algo así, porque me duele. No estoy solo mareada, además de los retortijones siento como pinchazos.

  • ¿Qué te queda con Puri?

  • Ya he cortado, solo me queda marcar y lavar el pelo. Y quitarle a Lola los rulos y peinar.

  • Pues mira, ya lo hago yo. Recoge y vete para casa que no estás para estar de pie.

  • Gracias Vero. Creo que será mejor que me vaya, antes de que le pote alguien en la cabeza.

  • Pues sí, jajajaja… encima que tenemos poca clientela, lo que hace falta es que la espantemos. Anda, vete que te vea un médico y no vuelvas hasta que no estés bien. Quédate con los virus en la cama.

Patricia salió a la calle y agradeció el aire fresco de la mañana. Estaba muy mareada, así que decidió no utilizar la moto. Cogería un taxi y la dejaría allí aparcada: ya iría su novio a recogerla por la tarde.

El taxista la dejo en la puerta de casa y, por un instante, Vero estuvo tentada de irse al centro de salud que había dos calles más atrás. Lo pensó un momento y desistió de la idea. Seguramente, los médicos de cabecera estarían hasta arriba de citas y tardarían en verla y si además, le tenían que mandar alguna prueba, igual se pasaba allí toda la mañana.  En su estado y sola, no parecía una perspectiva halagüeña.

Decidió que era mejor opción, entrar en casa y pedirle a su hermana que la llevara a urgencias, en el coche de su madre.  De repente, pensó que era idiota, que podía haberla llamado desde el trabajo y que hubiera pasado a recogerla allí. Se habría ahorrado tiempo y taxi, pero Patricia no estaba para pensar mucho en ese momento. El dolor de vientre y las ansias se habían agudizado.

Abrió la puerta y trato de llamar a su hermana pero la voz casi no le salía. Cerró despacio y se apoyó contra ella, intentarlo contener las náuseas. Tardó casi un minuto en conseguir que las cosas dejan de girar a su alrededor y solo entonces, echó un vistazo desde la puerta al salón. Todo era silencio. La única que estaba en su casa a estas horas, era su hermana, que no trabajaba. Asistía unas clases por la tarde de algo relacionado con la informática: Patricia no sabía muy bien que era lo que estudiaba. Algún curso para diseñar por ordenador o algo así. Su hermana no parecía tener ninguna prisa por ponerse a trabajar, cómo habían hecho cada uno de los miembros de la familia. Se ve que le había cogido el gusto a vivir en casa todavía, como si fuera una niña, quedándose hasta las tantas de la madrugada metida en sus redes sociales y en sus rollos, o viendo series de Netflix. Eran las 11:30 y seguramente todavía no se había levantado. Patricia echó un vistazo al recibidor y vio que efectivamente, el abrigo y su bolso estaban allí colgados. Inútil tratar de llamarla desde la planta baja: su habitación estaba al fondo y si tenía la puerta cerrada, no iría nada.

Patricia subió los escalones con una mano sujetándose el vientre. Cualquier esfuerzo le resultaba penoso y hacía que se le removiera todo. Se detuvo frente a la puerta del dormitorio de su hermana y justo cuando iba a abrirla, oyó unos ruidos extraños que la pusieron alerta. Ruidos fuera de lugar por lo inesperado, no porque no pudiera identificarlos o le fueran desconocidos.

Pudo ir oír el golpeteo de una cama contra la pared y un somier crujiendo. Casi en sintonía y rítmicamente, al compás, una serie de jadeos y resoplidos. Resultaba evidente que su hermana estaba echando un polvo, aprovechando que la casa estaba vacía y no esperaba a nadie. Lo extraño del asunto, era que no sabía que su hermana tuviera novio. No la había visto nunca con ningún amigo, con el que pareciera intimar.

Pero que aquí había tomate, de eso no cabía duda: su hermana Alicia se estaba follando a alguien en su habitación, ya fuera un novio secreto o un ligue casual. Sospechó que debía ser más bien lo primero, no veía a Alicia trayéndose un extraño a casa.

Dudó si dar unos golpes en la puerta o llamar a su hermana, pero se retuvo. Aparte de cortarle el polvo, le iba a dar el susto de su vida. Decidió que esperaría unos minutos abajo en el salón y luego, la llamaría por teléfono. Nunca se separaba de su móvil, así que lo tendría seguramente dentro del cuarto. Entretanto, dentro de la habitación aumentaba el ritmo y los gemidos de su hermana. Cada vez jadeaba más deprisa y el chico con el que estaba, resoplaba con más fuerza. Parecían a punto de correrse.

- Joder , pensó divertida, estoy escuchando correrse a mi hermana en directo…

Y justo cuando iba a darse la vuelta y a bajar al salón, los escuchó hablar.

Primero a ella, con la voz entrecortada:

- Fuerte, fuerte, dámela toda, así, así… estoy chorreando… me voy a venir…

Y luego él, entre resoplidos y con voz ronca por el esfuerzo

- ¿La quieres hasta el fondo? Tómala, tómala, te lo voy a meter hasta el final y te la voy a dejar dentro para que te corras…

  • Sí, sí, ¡la siento! No la saques, déjala, que ya me llega…

- Yo también me voy a correr, me tienes loco…

Patricia se quedó de piedra. No lo esperaba, pero había algo familiar en la voz del chico

Demasiado familiar.

Ese “me tienes loco” se le clavó en el corazón. Esas mismas palabras eran las que tantas veces había escuchado de labios de su novio, justo en el momento de llegar al orgasmo. Demasiadas coincidencias: palabras idénticas, en el momento cumbre, la voz...tan similar...tan reconocible para ella...

Fue incapaz de seguir pensando. Siguiendo un impulso, empujó la puerta y traspasó el umbral, plantándose a los pies de la cama y deseando con toda su alma estar equivocada.

Se encontraban tapados hasta la cintura por una manta, pero la imagen que se ofreció a sus ojos, no dejaba lugar a duda y concordaba perfectamente con los sonidos que había escuchado. Alicia estaba abierta de piernas, tumbada boca arriba y entre sus muslos, había un hombre que aún seguía empujando dentro. El pelo, la espalda, los brazos… lo reconoció al instante, antes de que él se diera la vuelta, para mirar sorprendido quién era la persona que había irrumpido en la habitación

Aún continuaron unos segundos enganchados uno al otro, llevados por la inercia del sexo a punto de culminar. Con sus cuerpos deseando acabar lo he empezado, y sus mentes, resistiéndose a hacer frente a la nueva situación que se les presentaba.

Los ojos de su novio se abrieron desmesuradamente al reconocerla. Patri, pudo ver a cámara lenta, como una palabrota brotaba de sus labios. Instantes después, él se salía de dentro de su hermana, que aún hizo un intento de aferrarlo contra sí misma.

Se dejó caer a un lado, mirándola fijamente, sin articular palabra.

Alicia parecía no verla. Los ojos entornados como si le molestara la luz. Se ve, que había estado con ellos cerrados, para concentrarse más en sentir como el miembro del novio de Patri la golpeaba en lo más profundo. La expresión de placer interrumpido, todavía le marcaba una mueca en la boca, en la que la sorpresa y el gusto aún se mezclaban, sin que ninguna de las dos emociones hubiera ganado aún la batalla.

El cuadro quedó suspendido en el tiempo durante unos segundos, con Víctor mirando hacia la nada y sin saber qué decir ni dónde meterse; con Patricia en shock y con Alicia despertando a la realidad, sin acabar de comprender que la acaban de pillar con las manos en la masa.

La imagen fija, se rompió con la primera arcada que doblo a patricia por las rodillas, apoyando los codos en la cama y vomitando sobre las sábanas.

Un primer intento de gritar a esos dos la palabra más obscena que se le pudo ocurrir, se ahogó con un sollozo en su garganta. No pudo articular palabra. Entonces comenzó a notar una presión sobre su cuello, como si la estuvieran asfixiando. Se le hizo una bola imposible tragar: su glotis se cerró y notó que le faltaba el aire. Patricia boqueó, desesperada, hasta que por fin consiguió respirar. Cuándo fue a expulsar el aire, sin embargo, lo que subió por su tráquea fue el vómito incontenible.

Víctor, permaneció quieto, no se atrevía a reaccionar de ninguna manera. Alicia fue la que por fin espabiló y dio un salto de la cama, pegando la espalda al cabecero y recogiendo las piernas, como si temiera que la salpicara.

Patri, se fijó en detalles prosaicos y que en ese momento le parecieron sórdidos, como por ejemplo, que su hermana aún tenía los pezones en punta y que se había rasurado completamente el sexo, que al encoger las piernas, apareció ante ella aún dilatado y brillante de jugos. De nuevo, intentó liberar parte de la presión que le oprimía el pecho recurriendo al insulto, a palabras duras contra ellos, pero solo sollozos acudían a su garganta. Una mezcla de lloros, hipos y vómito que se iban alternando. Se dejó escurrir hasta caer de lado y allí se quedó en posición fetal, mientras violentos temblores la sacudían. No supo cuánto tiempo pasó, hasta que unas manos la intentaron levantar. Ella empezó a dar patadas y puñetazos hasta que la soltaron, quedando allí tirada sobre la moqueta, inerte, agotada y dolorida.

Sintió un vahído y pensó que perdía el conocimiento…

- Patri, Patri, Patri … una voz la llamaba: era su hermana

- No puedo moverme, me duele, duele mucho… consiguió responder y no se refería al corazón, que también, el dolor que sentía en el vientre era como si tuviera apendicitis.

- Patri ¿qué hacemos? ¿Llamamos a urgencias? ¿Te llevamos al hospital? Ella asintió sin abrir los ojos: si por favor, que la llevarán a algún sitio.

Esos 15 minutos de coche hasta llegar a urgencias, fueron de los peores de su vida. Víctor conducía y ella iba atrás con su hermana. Si creyó que ya nada más salía podía salir de su estómago, estaba equivocada: aún vómito dos o tres veces de camino. La cabeza y todo el cuerpo le daba vueltas.

- Patri, Patri, ¿cómo estás?

¿Cómo iba a estar? pues muy jodida, muy bien jodida, pensaba ella, en los escasos momentos de lucidez.

La llorera aún le duraba. Realmente pensaba las cosas que quería decir, pero no podía. Más que consuelo ante el abrazo de su hermana, lo que sentía era asco y cabreo, y cuanto más la apretaba contra sí, más ganas tenía de gritarle que era una cabrona. Sentía que, con cada mirada preocupada que echaba su novio hacia atrás por el retrovisor, más placer obtenía en vomitarle todo el coche, sabiendo lo pulcro y lo cuidadoso que era con su vehículo. No conseguía emitir ningún sonido ininteligible, pero los insultos no dejaban de venir a su mente: guarra, perra, cabrona, hijoputa, cabrón… era de lo más suave que se le ocurría.

Y cuando llegaron a urgencias, el esperpento total.

- ¿Qué le sucede?

Su hermana y su novio intercambiaron miradas, cómo preguntándose que iban a decir.

- Está vomitando. Le duele mucho el estómago.

El médico la reconoció, presionando sobre la tripa, para ver de dónde procedía el dolor. Ella se quejaba hasta cuando no la tocaba, le apartaba las manos y no dejaba de llorar.

  • Aquí hay algo más: esta chica tiene una crisis de ansiedad ¿qué le ha pasado?

Alicia echó el aire por la boca y puso los ojos en blanco. Finalmente, cogió al médico del brazo y se lo llevó un poco aparte. Hasta Patricia llegaron algunos retazos de conversación: problema sentimental, su novio, está afectada, se ha llevado un disgusto…

- Joder, vaya una mierda, pensó…

Sintió ganas de levantarse de la camilla, dirigirse a donde su hermana y pegarle un bofetón: ¿problema sentimental? me has puesto los cuernos so guarra con mi novio, tú mi propia hermana . Pero su cuerpo aún no le respondía.

Se acercó un enfermero con una inyección. Ella lo miró y con un gran esfuerzo, consiguió por fin hablar:

- ¿Qué es eso?

  • Un calmante. Estás muy excitada, te hará bien… te quitará el dolor y te dejará un poquito más tranquila.

El médico se acercó.

- Hola Patricia. Mira, vamos a hacerte una radiografía de abdomen y una analítica por los síntomas. Seguramente sea simplemente una gastroenteritis aguda, pero así nos aseguramos.

También veo que estás muy alterada. Ya me ha contado tu hermana que has tenido un problema… además del calmante que te acaban de poner, te vamos a dar también algo para que descanses y disminuya un poquito la ansiedad. No elimina los problemas, pero ya verás como cuando te despiertes estás mejor. Necesitas descansar.

Necesito estrangular a alguien con mis propias manos, pensó ella, mirando a Víctor que acababa de llegar y cuchicheada con Alicia.

Cuando se fue el médico, su hermana se acercó.

- ¿Cómo estás Patri?

Ella la miro con los ojos inyectados en sangre.

  • Mira, no hables ahora. Tienes que descansar. Ha sido una putada, lo reconozco, pero lo importante es que te recuperes. Que te pongas buena. Después, ya hablaremos. Te lo explicaré todo...dijo cogiéndole la mano y apretándola entre las suyas.

Patricia intensificó la mirada y la fijó aún más en su hermana. Ella se estremeció y la soltó. Luego, separándose un poco de la camilla, le dijo:

- Solo espero que un día nos perdones...

Patricia consiguió por fin hablar. La voz encontró finalmente el camino a través de su garganta y brotó ronca, extraña y dura, pero para sorpresa de las dos hermanas, sorprendentemente clara y calmada.

- No os voy a perdonar en la vida. Ni a ti, ni a ese... proclamó con un gesto de la cabeza dirigido a su novio que observaba a una prudente distancia.