9. Actualidad... – ¿Mi futuro esposo?

Seguimos con el penúltimo capitulo. Yo persigo mis sueños, Arturo toma una decisión y conoce a mi pseudo-padre... los dos, después de hacer una cursi promesa, la sellamos de la mejor forma que sabemos...

NOVEMBER

Jueves, 6 .

Ese maldito doble check azul – pensaba –, ha destrozado mi vida... y la de muchos creo yo. A este punto llegarán a pensar de nuevo que nuestra vida era tan feliz y llena de sexo descontrolado, pero lamentablemente no lo era, les repito, no somos perfectos y no creo que llegaremos a serlo jamás en la vida. Seguíamos con las TONTAS discusiones y seguramente en algún tiempo de nuestra vida vamos a necesitar un consejero de parejas.

Mi novio y yo hemos tenido una de las más fuertes y estúpidas discusiones por WhatsApp... y el hecho de que yo sabía que lo leía y no me contestaba, me molesta mucho más... y para vengarme – y por infantilismo –, también lo ignoraba.

La razón de todo es porque no quise enviarle fotos mías desnudo, a pesar de que él mismo tiene un catálogo llamado “LoMasBelloDeEstaPutaVida” donde aparecen más de mil fotos mías robadas de mi Facebook, celular, laptop... y las que él mismo me había tomado. Admito que yo mismo he borrado las más vergonzosas – donde pierdo la dignidad mostrando todo... si ustedes entienden –, cosa que a él le molestaba ya que le impedía “tener imaginación” y no hacerse una paja como dios manda . El inicio de todo fue un juego preguntándome que hacía, con quien estaba y si estaba vestido o no... Yo obviamente le dije que estaba en mi habitación encerrado, solo y me había desnudado para estar relajado y darme placer sin la interrupción de la ropa y que seguramente dormiría así, y de allí nació la idea de que me enviara mínimo 100 fotos de mi cuerpo para poder hacerse una paja. Yo para jugarle una broma, simplemente le envié una sonriendo y hasta un video tierno expresando todo mi amor. Pero tuvo las bolas de molestarse, en realidad él quería que le enviara una foto de mi verga, de mi culo abierto y si era posible con dos vibradores dentro, sumado a un

- ¡Vamos!...mi propio catálogo como si tuviese un perfil en una página porno – pensaba.

Y de allí comencé a ignorarlo. Y es por eso su molestia y también la mía, tanto que no nos contestábamos por WhatsApp... obviamente pensarán que éramos los mas infantiles de este mundo, pero hay personas peores... créanme.

Una vez... Tony me había contado que le había pasado lo mismo con una de sus parejas y para remediarlo, utilizo sus armas de manipulación – como siempre lo hacía – y me dijo como lo había resuelto, atacando a su punto más débil, así que yo hice exactamente lo mismo.

Le envié una llamada por Skype... eso lo resolveríamos esa misma noche. Sabía muy bien lo que hacía, era Arturo, lo conocía bastante bien y para solucionar su molestia utilice mi arma secreta... Cuando finalmente contestó y me vio, se quedó perdido viendo la pantalla y abrió la boca tratando de decir algo, pero no pudo. Yo sonreía satisfecho, estaba recostado en mi cama y la laptop mostraba mi cuerpo desnudo haciéndome la paja y tocándome. Él no pudo quitar esa cara de idiota y desnudándose rápido se comenzó a despertar su verga con fuertes jaladas y así estuviese completamente erecta, yo gemí un poco fuerte al pasar mi mano por todo mi cuerpo hasta llegar a mi ano previamente preparado para meterme dos dedos de golpe y Arturo no podía ni parpadear viendo la pantalla masturbándose... no dijimos más, todo estaba solucionado.

- Skype salva relaciones.

Sábado, 8.

- ¡No puedo creerlo!... ¡Finalmente!... ¡FINALMENTE HE TERMINADO MI TRABAJO! – pensaba en mi mente victorioso.

Después de todos estos meses se ha finalizado la obra, lo que significa que mi contrato había llegado a su fin, era una de las cosas que quería culminar y tratar de cumplir otras metas. El sol estaba bajo, en una tonalidad entre anaranjada y dorada en la zona de la piscina ya siendo las siete de la tarde, ya faltaba poco para el anochecer mientras esperábamos a que los obreros dieran los toques finales en otras viviendas cercanas, Fernando y yo con nuestros trajes y junto a algunos de los propietarios de las nuevas residencias estábamos celebrando que dentro de poco vivirían en esas espectaculares viviendas.

Ya al anochecer los camareros comenzaron a entregar copas de champagne a los invitados y Fernando me alejó del grupo y nos acercamos a la piscina.

  • Y ¿Qué te parece?

  • Pues quedó igual a como la había diseñado – contesté tomando un sorbo de la copa.

  • Mejor... porque es real. Ya no es un plano.

  • Lo sé.

  • Es tu primera obra de muchas...

  • Cálmate, recuerda que las cocinas también fueron parte de mi diseño.

  • En algunas casas, las primeras en realidad – recordó Fernando.

  • No me dejaste seguir con las demás.

  • Es porque... es mi trabajo, es MÍ proyecto.

  • Uyyy... sí, cuidado, se te están subiendo los humos – me burlé con malicia.

  • Bueno, un arquitecto puede sentirse Dios algunas veces, creamos cosas... algún día sabrás lo que se siente.

En ese instante las luces de la piscina oval del complejo se encendieron dando un increíble espectáculo iluminando el agua, también algunos faroles alrededor con distintos colores entre azul y morado se encendieron aumentando mucho más la emoción de los propietarios finalizando con la iluminación del muelle de la costa privada. Un aplauso siguió después de eso y Fernando me abrazó por el hombro.

- Dentro de poco... seré arquitecto... y crearé las mejores edificaciones del mundo –pensé con ilusión.

  • Felicitemos a mi asistente, Andrew Brown, el encargado de diseñar lo que vemos a nuestro alrededor...  – dijo Fernando en voz audible – obviamente bajo mi supervisión, pero no despreciando su trabajo. Pronto continuará sus estudios y seguirá mis pasos para convertirse en un arquitecto de renombre.

El aplauso continuó seguido de algunos comentarios por parte de los propietarios alrededor nuestro felicitándome, le explicaba a todos de donde nacía la idea, de la función, de los mejores materiales, la seguridad, instalaciones... vomitaba palabras y Fernando me veía divertido.

  • Disculpe, arquitecto ¿Este joven es su hijo? – preguntó una mujer con un vestido escotado vinotinto.

  • No, pero es como si lo fuera... – y comenzamos a sonreírnos.

  • Es hermosa esta área, joven.

  • Muchas gracias, madame. Lo hice con todo mi esfuerzo para complacerlos a todos.

La mujer me dio una mirada un tanto provocativa y se alejo a hablar con los demás propietarios. Fernando volvió a alejarme de los demás pasando su brazo desde mi hombro a mi cintura pegándome más a él.

  • Cuidado... podrías caer en sus garras – me susurró al oído.

  • ¿Qué dices?

  • Que debes tener cuidado de no excitar a estas mujeres, pueden hechizarte.

  • No creo que lo logren...

  • ¿Por qué no? Además de su dinero, debes admitir que tienen lo suyo – dijo de forma sugestiva.

  • Son operadas, todo su cuerpo es operado, Fernando.

  • Bueno, solo te lo estaba avisando, no quiero que te estés cambiando de acera a cada rato.

  • Jajajaja... ya para con eso.

  • Aunque, si logras cuadrarte a la de vinotinto no habrá problemas, ella es la que más dinero tiene entre todas... y es muy conocida por seducir hombres jóvenes como tú y yo.

  • ¿Tú y yo? – pregunté con burla – no creo que tú estés calificado, Fernando... a pesar de lo bueno que estas ...

Y cerré mi boca esquivando la mirada por lo que había confesado, le dije a mi propio jefe que estaba bueno ... y me sonrojé bastante, Fernando tampoco dejo pasar el detalle y se separó incomodo, hicimos silencio un par de segundos, yo miraba mi copa vacía y Fernando se terminaba de tomar el liquido de su interior para luego volver a sonreír...

  • Podrías intentar robarle algo de dinero a esa mujer... tiene a montones.

  • Jajaja... no creo – dije por lo bajo – además pronto tendré una fuerte suma de dinero por todo lo que hice.

  • Sedúcela, tienes con qué total – continuó ignorándome y lo miré abriendo los ojos por su confesión –, los dos estamos buenos ¿No?

  • Claro... claro.

  • No te propongo un trío porque... obviamente no compartiría la cama con mi propio hijo . Pero, puedes ir primero tú y luego yo.

  • Jajaja... ya Fernando, me incomodas bastante. Además tienes esposa y yo tengo novio.

  • Por dinero... podríamos hacer lo que sea, somos humanos – y me guiñó un ojo.

  • Bueno, se supone que esta noche termina mi contrato... en otras palabras, tú eres el que me debe dinero – le volví a recordar.

  • Jajajajajaja... no tendré sexo contigo, ya trabajaste por ese dinero.

  • Estás muy tomado, Fernando... y te hace falta sexo. Te hace falta tu mujer – concluí.

Él terminó sonriéndome mucho más, me dio un gran abrazo seguido de un beso en la frente y una tosca felicitación para luego volver con los demás, al final terminé gritándole que me debía mi dinero y él sonrió mucho más continuando con la broma y volví mi vista a la piscina caminando alrededor de ella llegando al otro extremo. Definitivamente me sentía orgulloso de hacer este tipo de cosas y tener el mérito para poder colocarlo en mi portafolio – currículo –, podía seguir haciendo este tipo de trabajos, pero sin el titulo no sería legal y al final, terminaría trabajando para otros y no para mi, cosa que no quería. Yo deseaba formar mi propio imperio y si era lo suficientemente bueno trabajaría codo a codo con los mejores. Siempre al lado de mi Arturo que me apoyaba en todo lo que hacía... sonreí a la nada nostálgico y deseé tenerlo a mi lado en ese momento, necesitaba su abrazo y calor para sentirme completo, pero debía esperar unos días más... pronto le pediría a Fernando permiso para que viniese a Miami... después de todo, necesitaría ayuda de alguien para que me ayudase con la mudanza...

Con ese pensamiento saqué el celular del bolsillo de mi saco para tomarle una foto al espectáculo que veía y la publiqué en Facebook.

¡Finalmente ha terminado una etapa!... ¡Terminé de trabajar y pronto me pagarán!... ¡Ahora toca mudarme de nuevo!... otra etapa de mi vida debe comenzar... – Andrew posted a status on Facebook.

Viernes, 14.

Que tu perro se enferme, es el sentimiento más fuerte que puede causarte entre todos, esa preocupación y miedo de que pueda pasarle, es lo peor y no se lo deseo a nadie, imagino que eso mismo siente un padre con su hijo... fue terrible ver a mi Apolo caminando extraño por la casa, así que lo seguía para ver que hacía... caminaba lento y  se tambaleaba pegándose con las paredes, con risa pensaba que trataba de hacerse el gracioso.

  • Ojalá Fernando viera esto...

Casualmente mi jefe se había desaparecido luego de la celebración en el conjunto, lo veía en la oficina pero luego se iba y no dormía en su propia casa quedándome solo con Apolo.

Seguía pensando en lo que debía de estar haciendo Fernando cuando escucho el chillido de mi Apolo cerca del salón y fui corriendo, cuando llego y lo veo acostado en el piso y al momento en que fui a acariciarlo comenzó a vomitar y yo retrocedí rápido dejando que botara todo lo que tenía dentro, pude ver una combinación de comida para perros y otras cosas de un color anaranjado y un poco de sangre...

  • No... mi Apolo... no... ¿Qué te pasa? – dije preocupado.

Fue lo único que pude decir arrodillándome a su lado... el perro no se movía mucho y traté de pensar rápido lo que podría hacer. Lo tomé en mis manos y salí corriendo al carro directo a la clínica veterinaria. En el camino el perro parecía dormir pero luego se retorcía mucho haciendo que bajara la velocidad para darle caricias y revisarlo lo poco que podía, notaba su vientre algo purpura, nada normal en un perro y su hocico estaba caliente, cuando llegué a la clínica esperaba que fuera como una película en donde correría y lo atenderían lo más rápido posible, pero no ocurrió así. Tuve que sentarme en la sala de esperas hasta que finalmente llego nuestro turno, estuve molesto al entrar al consultorio y la veterinaria comenzó a revisarlo pacientemente.

  • Debes estar tranquilo.

  • ¿Cómo? – le pregunté molesto a la veterinaria – no entiende que puede morirse... y llego a la clínica para esperar media hora y nos atiendan...

  • Debes tranquilizarte – repitió.

La veterinaria parecía lo más tranquila posible y acariciaba a mi Apolo como si no estuviese pasando nada.

  • Los perros sienten cuando estas asustado, molesto y preocupado... si ellos ven eso en ti, ellos se sentirán igual y las cosas pueden pasar a peor, debes tomar el control de la situación hacer que ellos se sientan cómodos... recuerda que ellos son como niños. Nosotros queremos que se mejoren – dijo la veterinaria tranquila.

Pude notar un acento muy conocido y por los rasgos de piel y ojos que tenía pude reconocerla rápidamente.

  • Usted es latina.

  • Así es... – recalcó con su acento – ¿Algún problema?

  • ¿De Dónde es?

  • De Venezuela – contestó seria.

  • ¿En serio?

  • Te repito la pregunta, ¿Algún problema? – preguntó revisando un par de jeringas y frascos.

  • No, para nada... yo viví en Venezuela muchos años.

  • Tienes suerte, yo viví un par de años solamente.

  • No creo que sea suerte... – le contesté.

  • Claro que sí... vivir en un país donde no naciste y estar rodeada de personas que te juzgan por lo que eres... no es muy agradable, pero logré sobrellevarlo y superarme a mí misma.

  • Me alegra... – fue lo único que pude decir.

  • Bueno, voy a comenzar. Necesito que te retires. Pero primero, despídete de él.

Me quedé congelado esperando lo peor, pero me explicó sonriendo que era para que el perro no comenzara a llorar y se preocupara en el proceso, así que me despedí acariciándolo y dándole un pequeño abrazo para retirarme a la sala de espera.

A la media hora la veterinaria salió del consultorio y me explicó lo que le ocurría, mi Apolo fue intoxicado por una araña que estaba en su estomago – seguramente en sus paseos por el jardín –, también me explico que procedería a realizar un pequeño lavado de estomago ya que el suero no estaba haciendo mucho en el proceso de desintoxicación a pesar de que había vomitado...

Luego de eso se fue por otra hora más en donde simplemente me quedé solo en la sala de espera, ya estaba anocheciendo así que salí unos segundos a tomar aire, pero lo que no sabía en realidad era que comenzaría a llorar como un niño pequeño, entré al carro lo más rápido que pude y apoyándome en el volante solté todo lo que tenía adentro, presión, tristeza y más que todo la fuerte preocupación de que pude haber perdido a mi perro... me sentía tan solo en ese momento, necesitaba a Arturo y pensar que estaba a unas horas de distancia y que pronto vendría me llenaba con algo de paz... y con ese nuevo sentimiento de esperanza salí del carro limpiándome las lágrimas, al entrar de nuevo en el consultorio la veterinaria me esperaba sonriendo, explicando que todo había salido bien y Apolo estaba fuera de peligro.

  • Lo mejor será que pase la noche aquí, le administraremos suero, si lo deseas puedes ir a casa y regresar en la mañana.

  • No... no, para nada. Me quedaré.

  • La sala no es muy cómoda – dijo no muy segura tratando de convencerme.

  • Estaré en el auto.

  • ¿Estás seguro...? Tenemos un personal capacitado.

  • Me quedaré – dije cansado – pero, primero ¿Puedo verlo?

  • De acuerdo – terminó con una sonrisa.

... Al siguiente día ya mi Apolo estaba algo mejor, no se movía normalmente pero su cola no dejaba de moverse al verme cuando yo le hablaba y pensaba que eso era una buena señal, así que salimos de la clínica veterinaria aún con las indicaciones de tomar algunas gotas y comidas blandas, yo asentía no muy seguro de lo que me decía pero ya lo resolvería luego.

Cuando estaba punto de llegar a la casa recibí un mensaje de Arturo.

“¿Dónde estás?”

Y por todo lo que había pasado no recordaba que Arturo llegaba ese mismo día en la mañana y debía buscarlo en el aeropuerto. Tuve que pensar rápido que hacer, Apolo debía descansar y llevarlo al aeropuerto no era el mejor plan, así que lo lleve a casa rápido y luego saldría disparado al aeropuerto. En ese momento que di la vuelta en la calle veo un taxi parado frente a la casa y a Arturo bajando como mínimo diez maletas molesto, toqué la corneta y me estacioné rápido para bajar del carro y llegar a donde estaba mi novio.

  • No puede ser que se te haya olvidado – fue lo primero que dijo lanzando la maleta a la acera.

  • No no... bueno, sí. Pasaron muchas cosas.

  • ¿Qué cosas?

En ese momento, Apolo llegó a mi lado y se acostó sin percatarse de la presencia de Arturo.

  • ¿Qué le pasa al apestoso?

Se acercó a acariciarlo mientras el taxista nos veía desde su asiento, yo bajé las últimas dos maletas para terminar contando trece, las cuales estaban amontonadas en el jardín, pagué al taxi después de tanta espera y finalmente se fue. Arturo acariciaba al perro, pero el mismo se quedaba acostado y moviéndose levemente.

  • Vamos adentro. Apolo no puede estar mucho tiempo afuera – dije tomándolo del collar para llevarlo a casa.

Arturo me siguió y luego entre los dos metimos todo el equipaje atiborrando toda la entrada de maletas y le explique lo que le ocurrió a mi Apolo. El correr ayer en la tarde a la clínica, la espera y saber lo que le harían a mi perro causaron que las ganas de llorar volvieran y al tener a Arturo a mi lado fue lo más reconfortante ya que él mismo me comenzó a abrazar muy fuerte, al sentirme protegido volví a llorar rodeado por sus brazos y solté todo lo que mantuve dentro. Imaginar que tu perro, que es como tu hijo, esté en una clínica por una intoxicación y si no hubiese actuado rápido podría haber muerto... es un susto que nadie debería sentir.

  • Ya ya... Andy, Apolo ya está bien.

  • Sí... ya lo está.

  • Entonces, tranquilo... ya pasó todo y estoy aquí contigo.

  • Gracias, Artie... gracias. Eres lo máximo.

  • Ya lo sé – aceptó sonriendo.

Arturo finalmente había llegado a Miami gracias a mí. Unos días después de la celebración en la piscina, había encerrado a Fernando en la oficina para pedirle que mi novio viniese, primero, para podernos ver y segundo, para que me ayudara con la mudanza a New York. Él no muy convencido por lo que le pedía se quedó pensando sin dar respuesta hasta que le dije que si Arturo venía, él lo podría conocer y... “darle el visto bueno” así que luego de pensarlo unos segundos reclinando su silla y viendo al techo con risa aceptó.

  • ¿Y dónde está ese jefe tuyo que parece ser tu padre?

  • No está, últimamente no llega a casa... solo lo veo en la oficina – le dije ya sentados en el sofá junto a Apolo.

  • Tal vez quiera darte tu espacio.

  • Es su casa – le aclaré cansado –, si es por eso, yo debería irme a un hotel.

  • Jajajaja... allí cogeríamos mucho mejor, sin interferencias, de hecho... – eso último lo dijo en voz baja acercándose a mí.

  • No no... Artie – y coloqué mi mano en su pecho – a pesar de que te extrañaba... no tengo ganas de hacerlo. Lo siento.

Él se quedó extrañado aunque no se alejó de mí en ningún momento.

  • Ni siquiera...

  • No – le corté –, no quiero chupártelo. No dormí mucho anoche.

Resignado se alejó de mí, recostándose en el sofá suspirando.

  • Te entiendo, sube a dormir, Andy.

  • Gracias... – y le di un beso profundo en los labios.

  • Entonces subiré las maletas... ¿Es la misma habitación?

  • Claro.

Me levanté sintiendo el peso en mis hombros seguido de Apolo que comenzó a subir las escaleras entendiendo el plan. Pero, me detuve en la entrada viendo la montaña de maletas, en realidad no entendía por qué Arturo había traído tanto equipaje, si generalmente solamente viene con una o dos, así que lo miré confundido y él tampoco quito su mirada de idiota de la cara.

  • Oye... no quiero preguntar pero... ¿Por qué tantas maletas?

  • Bueno, es que tomé la decisión de traer toda mi vida... traje absolutamente todo lo que tengo aquí.

  • ¿Qué? – pregunté asustado.

  • Bueno...

Arturo se rascó la cabeza y me dio una sonrisa corta, la idea general era que viniera y me ayudara a mudarme a New York, pero... no habíamos hablado de lo que seguía... si se quedaría o no, pero con lo que acababa de hacer trayendo todas sus cosas a Estados Unidos...

  • Ve a dormir, trataré de no hacer ruido – me pidió, para no comenzar una discusión.

  • De acuerdo.

Obviamente no me fue posible dormir, había entrado a mi habitación y me quité toda mi ropa quedándome desnudo y me recosté en la cama, Arturo entro dejando las primeras maletas y dijo algo riéndose, pero no pude entender mucho. Seguía pensando por qué había tomado esa decisión de traer todo lo que tenía aquí a Miami... desde la última vez que fui a Venezuela me había traído más de lo que me había llevado, mudas de ropa que tenía en casa de Mathew, fui al depósito de la familia y tomé algunas cosas que eran mías como sabanas, cobertores, algunos libros, mi blu-ray y mi ps3 con algunos juegos ya que quería distraerme. Yo si tenía una razón por la cual traer mi vida a otro país, pero Arturo... no sabría decirlo exactamente.

  • No te has dormido. No hice mucho ruido.

  • No, lo siento, no fue por eso... ¿Ya subiste todo?

  • Sí, mi Andy... – y me dio un beso para luego comenzar a quitarse su ropa – creo que te deje pensando.

  • Algo.

  • Te molesta lo que hice – me dijo seguro.

  • No... es que, Artie, no lo entiendo. Estas diciéndome que trajiste toda tu vida.

  • Algo así, no traje mi cama porque no sabía cómo traerla sin pagar demás... – dijo con una sonrisa – lo lamento, debí decirte.

  • Pero ¿Por qué lo hiciste?

  • Porque creo que es lo correcto. Sé que no hemos hablado de lo que pasará, pero podríamos hacerlo ahorita... bueno, no ahorita porque estas cansado y yo también, pero podríamos hablarlo. Tú y yo sabemos que somos el uno para el otro y vivir en países distintos no es de una relación de parejas... ¿No crees?

  • Claro... te entiendo – dije cansado.

  • ¿En serio? – preguntó sorprendido.

  • Sí, tienes razón... no podemos vivir en países distintos si vamos a tener una relación seria.

  • ¡Lo sé!

  • Jajaja... Arturo, lo has pensado mucho más que yo. Me siento mal por no darme cuenta de eso.

Nos unimos debajo de las sábanas sintiendo nuestros cuerpos desnudos de nuevo, su mano me acariciaba la espalda mientras yo me apoyaba en su pecho y mi mano recorría todo su vientre. Apolo entró en la habitación y se acostó al pié de la cama bastante tranquilo sin molestarnos – al parecer, se había acostumbrado a que mi novio y yo estuviésemos juntos en la cama –.

  • Tenía que dar ese paso Andrew, lamento hacerlo así, pero es que si no lo hacía, seguramente me tendrías en ese juego de ir y venir...

  • ¿De qué hablas? – y me separé molesto.

  • De nada... – y esquivó mi mirada.

  • No, Arturo. Ya hablaste, explícate.

  • Ok... no soy tonto, pero... Richard y mi hermano me convencieron de hacerlo... – y me miró – no te molestes con ellos, por favor. Solo quieren ayudar.

  • ¿Ayudar en qué?

  • En nuestra relación, que la distancia no nos separe...

  • No nos separa, estábamos bien... ¿No?

  • Sí, pero no avanzamos, es ir y venir... sexo aquí y sexo allá... eso cansa, Andrew.

Me quedé en silencio, ya los dos estábamos sentados en la cama y la sábana nos cubría solo lo justo. Fue extraño saber que Richard y Aquiles estaban ayudando a Arturo a entender nuestra relación, que para mí funcionaba bastante bien. Pero claramente, “el Richard de mi mente” prácticamente me dio un golpe directo en la cara insultándome por lo que había pensado y tenía razón, Arturo viajaba y yo viajaba, era sexo aquí y sexo allá que aunque los dos disfrutábamos esos momentos, al estar separados no lo hacíamos y eso no era una verdadera relación. Y los dos deseábamos una verdadera relación.

  • Te quedaste callado.

  • Estaba pensando.

  • Lo siento...

  • No, no, no, Arturo. Ellos tienen razón. Tú tienes razón, lo que hacíamos no era sano y... te estaba haciendo daño.

  • No es para tanto.

  • ¿Cómo te sentías? – le pregunté acercándome a él un poco.

  • Bueno, cuando estaba contigo me sentía el hombre más feliz del mundo, teníamos un excelente sexo... y estaba bien. Pero cuando te ibas o yo me iba... no sabía qué hacer.

  • Yo me sentía igual.

  • ¿Entonces está bien lo que hice?

  • Sí, eso creo... aunque mataré a Richard y a tu hermano – y se quedó serio –... por no decir nada desde mucho antes.

  • Jajajaja... te mentiría si te dijera que Richard no había soltado algunas indirectas.

  • Lo voy a matar en serio, Richard... es el mejor amigo que podría tener.

  • ¿Y yo que soy?

  • Mi novio, idiota. Eres el idiota de mi novio – admití y él sonrió.

  • Gracias, me siento amado por ti.

  • Que idiota eres...

Comenzamos a besarnos lentamente y volvimos a acostarnos en la cama, eran besos algo intensos y las caricias iban mucho más, Arturo rápidamente se colocó encima de mí y pude sentirlo completamente y no pude controlar el gemido que salió de mi boca, íbamos a continuar pero él mismo se detuvo mirándome divertido.

  • Espero que sea la última vez que nos separamos tanto, Andrew, de verdad no creo que pueda continuar con esto.

  • Lo sé...

  • Y todo el dinero que he gastado.

  • Lo sé... – repetí.

  • Esta vez fueron dos mil dólares.

  • ¿Dos mil dólares? – pregunté sorprendido – ¿De Caracas a Miami? Pero si ese vuelo no pasaba de los cuatrocientos dólares...

  • Lo sé.

  • ¡Qué hijos de puta!

  • Jajaja... Oye, también fue mi culpa. Hice unas escalas, te lo dije por WhatsApp. Y también fue por el equipaje. Es un milagro que esté completo.

  • Ya... lo había olvidado.

  • Creían que llevaba veinte kilos de cocaína en el aeropuerto... casi me meten preso.

  • No bromees – y le besé.

  • Por suerte no descubrieron que si llevaba un poco... ahora voy al baño y la probamos... un par de líneas si quieres.

  • Jajajaja... eres un idiota, Arturo.

  • Pero, soy TÚ idiota. El idiota que ha viajado más veces este año y solamente por ti – lo sentí como otra queja más y lo mire molesto.

  • Ya entendí, Duarte. Ya para con el tema.

  • Ehhh... no me entiendes – y movió su vientre para sentir su erección contra mi pene –, te digo que viajaría por ti a todas partes y gastaría todo lo que tengo porque te amo, Andrew...

  • Ya... disculpa. Yo también te amo – dije abrazándolo de nuevo y acariciando su culo –, pero no vamos a coger hoy.

  • Mierda... creí que con ese “te amo” funcionaría.

Cada día, cada noche, a cada minuto, de cada hora. No podía creer la forma en que Arturo me sorprendía – con algo de ayuda, claro está –, ya era un hombre hecho y derecho, aunque ahora que lo pienso, siempre fue ese hombre solo que a mis ojos lo seguía viendo como un niño mimado... pero al final de todo me demostraba su afecto. Era increíble e igual de excitante como mi amigo de la infancia me abrazaba y me protegía repartiéndome besos por todo mi cuerpo diciéndome que todo estaría bien y me prometía un mañana junto a él. Y yo, como su novio también le prometía una mejor vida a mi lado.

Miércoles, 19.

  • Son diez hamburguesas, Arturo.

  • Tengo hambre.

  • Son diez.

  • Tengo hambre – repitió metiéndose otra en la boca.

  • ¿Ni siquiera me vas a dar una?

  • No... compra la tuya.

  • Las compré para los dos.

  • ¡Jódete! – gruñó.

Me quedé sentado mirándolo comerse las diez hamburguesas de McDonald’s mientras yo solo me tomaba un té helado, moría de hambre y seguía quejándome porque la mitad – o por lo menos dos –, eran las hamburguesas que había comprado para poder almorzar después que habíamos salido de la casa en la mañana para pasear con Apolo. En realidad, también estábamos en centro comercial para comprar algunas cosas que necesitaba para la mudanza y comprar un regalo a mi ahijado, el juego de “Pokemon Omega Rubí”. Ya era después del almuerzo, pero el estomago nos gruñía a ambos y el McDonald’s apareció de repente.

Traté de tomar unas papas pero Arturo me dio un manotazo quedándome sorprendido, el gruño algo y unos niños que pasaron a nuestro lado comenzaron a reír diciendo que Arturo sería gordo si seguía comiendo así.

- Kids, watch these muscles – y mostró sus bíceps marcados –. This is gym, every day.

- Enough, Arthur.

Los niños siguieron corriendo mientras yo moría de hambre, hasta que tuve que levantarme a pedir un par de hamburguesas para mí e ir a comer lejos de mi novio ya que seguramente también se comería lo que yo comprara. En el momento que estaba comprando mi celular vibró y vi que era una llamada por Skype y mucho más cuando vi de quien se trataba.

  • Miguel...

- ¡NOOO! Soy yo – gritó mi ahijado, llamando la atención de muchos a mí alrededor.

  • Joel... ¿Cómo estas mi peque?

- Bien, papi Drew.

  • Jajajaja... adivina, estoy en el centro comercial... bueno, de hecho estoy almorzando en McDonald’s... – y giré el teléfono para que viera alrededor.

- Yo quiero ir... quiero estar allí.

Que las demás personas estuvieran pendientes de lo que el niño gritaba por el teléfono con un claro acento venezolano me hizo colocar los audífonos para que solo yo lo escuchase...

  • ¿Tu papi no te lleva a comer hamburguesas?

- No, no me lleva a pasear...

Pude ver que Miguel sonreía bastante atrás y yo tuve que picarle un ojo haciéndonos confidentes.

  • Escucha, Joel... adivina que vine a comprar en el centro comercial.

- ¿Una cajita feliz?

  • Mmm no... no es eso, es algo que tú querías desde hace tiempo...

- Nooo... – se escuchó sorprendido.

  • Sí – le contesté feliz.

- ¡¡¡MI JUEGO!!!... ¡PAPI!... ¡MI JUEGO DE POKEMON!

Tuve que quitarme un audífono riendo, por lo aturdido que me dejó. Caminé alejándome de la gente y fui a sentarme a una de las mesas donde seguía viendo a Arturo comer tranquilo y con los cachetes inflados.

  • Sí, tu juego de Pokemon.

- Da las gracias, Joel.

- ¿Por qué? Aún no lo tengo.

- Da las gracias, hijo – repitió Miguel a sus espaldas.

- Gracias, papi Drew. ..

  • Tranquilo, aún no lo tienes en tus manos. Te lo enviaré pronto...

- ¿Y cuál será mi regalo de navidad?

  • Ehhh... bueno... ¿es ése?

- No... – dijo negando rotundamente.

  • ¿Entonces?... ¿Qué quieres?

- Yo quiero... pues... yo quiero ir a donde tú estás papi Drew... quiero ir a Disney.

Me quedé sorprendido porque Miguel negaba con la cabeza y pidiendo que no dijera nada.

  • Mmm... mi peque, eso está muy difícil. Pero, trataré de cumplirlo.

- Ves papá... él dijo que sí.

- No, no lo dijo... dijo que trataría Joel... hay que conformarse con el juego. Es lo que querías ¿No?

- Sí... pero yo también quería ir a Disney.

- Otro año será – dijo su papá.

  • Descuida, peque. Pronto vendrás.

- Bueno...

Miguel le susurró algo al oído y Joel se despidió de mí para que luego él tomara la tablet y me hablara. A pesar de todo, Miguel no tenía buena cara y noté que algo no estaba bien, me saludo con la misma adoración de siempre y le sonreía de igual forma, pero esa sensación no se iba de mi sistema, la noticia que me dio, simplemente me dejo descolocado.

- Tendré otro hijo.

  • ¿Otro? – pregunté en un susurro.

- Sí... Joel tendrá un hermanito... o hermanita.

  • No me digas... veo que Joel no sabe, no me dijo nada.

- No, no sabe nada.

  • Ya veo.

- No sé cómo pasó...

  • ¿No sabes?... Miguel... cuando un hombre y una mujer se quieren...

- Cállate, Andrew – obviamente me quedé en silencio sorprendido – ya sé cómo funciona una verga y el coño de mi mujer junto. Te digo que me sorprende porque... yo no tengo relaciones con Dayana desde hace más de un mes... y... bueno... usé condón...

  • ¿Miguel? – pregunté confundido.

- Solo quería decírtelo... que serás padrino de nuevo.

  • ¿Quieres hablar de eso?

- No, ya te dije lo que quería decirte.

Levanté la mirada y Arturo me veía serio, ya había terminado de comer y estaba a punto de levantarse, cuando volví mi mirada al teléfono la llamada había terminado y Miguel había cerrado sesión. Yo simplemente me quedé callado mientras Arturo llegaba a mi mesa preguntándome que ocurría, obviamente no le dije nada y salimos del McDonald’s rápidamente.

  • ¿No ibas a comer?

  • No tengo hambre.

  • Tenías hambre.

  • Ya no – le respondí molesto –, quiero comprar el puto regalo e irme.

  • Andrew ¿Qué paso?

  • Nada.

  • ¿Qué paso? – y me tomó fuerte del brazo.

Me solté molesto y nos sentamos en una banca, Arturo conocía vagamente a Miguel, más que todo por los relatos y sabía que él había sido el primero... también con respecto a Joel y por eso le conté lo mismo que me había dicho Miguel. Mi novio no reaccionó de pronto cuidando bien sus palabras, parecía que quería decir lo apropiado, pero no pudo contener sus pensamientos y lo primero que dijo fue una de las respuestas más obvias que podría haber...

  • Tal vez no es lo que piensas... tal vez se rompió el condón.

  • ¿Cómo que no es lo que pienso? – pregunté molesto.

  • Por lo que cuentas... pareciera que piensas que la mujer estuvo con otro tipo.

  • Yo no dije eso.

  • Pero, lo piensas.

  • No lo sé. Pareciera...

  • Puede que no, puede que se haya roto el condón.

  • Sí... claro.

  • Puede pasar... a todos nos ha pasado ese susto.

  • Sí, hasta a mí me paso – admití.

Mi novio no dijo más y se levanto guiándome tomando mi mano en dirección a la tienda de video juegos. Pensar que la zorra estuvo con otro hombre me molestaba bastante, pero debía tener fe. Tal vez si se había roto el condón y ella había quedado embarazada. Miguel seguiría teniendo a Joel en el peor de los casos si algo extraño llegase a pasar y yo también estaría allí para apoyarlo, pero no podía pensar tan negativamente, trataría de hablar con Miguel luego y darle mi apoyo si lo necesitaba... aunque la noticia me había arruinado el día, debía continuar comprando lo que necesitaría para mi mudanza.

Cuando llegamos a la casa, repletos de algunas cajas dobladas y bolsas, Fernando también estaba allí recostado en su sillón y Apolo de igual forma estaba durmiendo a sus pies. Debo de admitir que esperaba que la relación entre mi novio y mi jefe – pseudo-padre –, fuese bastante incómoda y con conversaciones toscas, pero fue completamente diferente, le gustaba ver a Arturo como ­­­“el novio de su hijo” y se llevaban extremadamente bien que hasta me llegaba a preocupar.

Al dejar las cajas y algunas cosas más en la sala, mi novio se quitó la camisa que llevaba mostrando su pecho y se lanzó en el sillón sin pena alguna. Fernando por su parte, le hablaba prácticamente ignorándome sobre una jugada del partido de fútbol que estaba viendo y ambos se quedaron recostados mientras yo comenzaba a organizar mis cosas para la mudanza.

  • Me vendría bien algo de ayuda.

  • Yo ya te acompañe hoy, estoy cansado – dijo Arturo colocándose la mano en el paquete y apretándola un poco –, descansa Andy. Vamos a terminar de ver el partido.

  • Necesitamos tener esto listo.

  • Mmm... déjame descansar.

  • Relájate, hijo – dijo Fernando de igual forma rascándose los güevos, nada típico en él.

  • Desde que llego Arturo, pareces un cerdo, Fernando.

  • ¡Respeta! – dijo indignado.

  • ¡Sí!... ¡Respeta a tu pseudo-padre!

Ambos reían por la broma y yo me sentía levemente celoso al ver como ellos se llevaban tan calurosamente. Desde que Fernando había conocido a mi novio, ambos prácticamente se flecharon y su macho interior salía a flote en todo momento, queriendo demostrar quién era el alfa. Hago resaltar la “nueva actitud recatada” de Fernando y es porque a cada momento ambos hacían me bromas o simplemente hablaban de sexo... y generalmente “alguien” preguntaba muchas cosas con respecto al sexo homosexual... y “alguien” le contestaba con lujo y detalle haciéndome enrojecer.

  • Lo sigo diciendo, este novio tuyo si me gusta.

  • Muchas gracias pseudo-padre... ¿Tengo tu bendición?

  • ¿Para qué?... ¿Para cogerte a mi hijo?

  • No, señor... eso ya lo hago desde que tenemos 15 años.

  • ¡Por Dios, Arturo! – grité indignado.

  • Ahhh... ya veo... ¿Entonces qué bendición quieres?

  • Pues... para casarme con él.

Yo solo negaba con la cabeza, ya que parecía que ellos me seguían ignorando y les gustaba hacerlo mientras hablaban de mí.

  • Ahhh bueno... bueno... claro. Si es por mí, yo mismo llevo a Andrew al altar. Pero que ni se le ocurra ponerse un vestido, que lo desheredo.

  • Ya viste Andy, ya tenemos su bendición.

  • De verdad, ustedes son los hombres más imbéciles que he conocido en mi puta vida... iré a la cama.

  • ¿Te acompaño? – preguntó Arturo quitándose el blue jean y dejándolo en el suelo quedándose en bóxers.

  • Si van a coger lo hacen en silencio – aconsejó Fernando.

  • ¡Fernando, para ya!

  • ¿Por qué? es un buen consejo. No quiero volver a escucharlos.

Y era cierto, una noche Fernando prácticamente había tumbado la pared a golpes para que hiciéramos silencio y Apolo no dejaba de ladrarle a las puertas, fue el momento más humillante e incómodo de mi vida y con emociones encontradas ya que Arturo y yo estábamos excitados llenándonos de semen el uno al otro...

  • Se serio, Fernando. Ya para, que Arturo te está enfermando.

  • Jajajaja... no, claro que no. Si yo soy un buen yerno – dijo Arturo con cara de idiota agarrándose el güevo.

  • ¡Claro que sí!... con éste carajo puedo ser como soy realmente.

  • ¿Y conmigo no? – pregunté indignado.

  • Claro que no... tú eres algo serio y amargado, aunque algunas veces tierno... por eso debo ser igual.

  • ¡Qué lógica más absurda para alguien de tu edad! – respondí cruzándome de brazos.

  • Al contrario. Uno debe saber cómo actuar frente a sus hijos. Me servirá a futuro cuando Eduardo tenga novio – dijo tranquilo.

  • ¿Quién es Eduardo? – preguntó Arturo acercándose a mí y abrazándome por la espalda para darme un beso.

  • Mi hijo de sangre.

  • Mmm... Fernando, tienes dos hijos y ambos son maricones... me parece que eso tiene que venir de ti.

  • ¡Arturo, respeta! – le reclamé separándome del abrazo.

  • Jajajaja... descuida Andrew, yo estoy bastante claro de lo que soy. No como ese novio tuyo que o es maricon o se la pasa pensando en coños y tetas.

  • Pues discúlpeme pseudo-padre. Mientras yo esté con Andrew, yo seré bien maricón, lo acepto.

  • Pues serás maricon toda tu vida – concluyó Fernando.

  • ¡Por supuesto que sí!

De nuevo me ignoraban y yo simplemente, tomé un par de cajas dobladas y subí a la habitación ya que Arturo y Fernando se habían sentado de nuevo en el sofá para ver televisión con el perro, como los mejores amigos del mundo. Yo simplemente me quite mi ropa y me coloqué algo más cómodo para acostarme en la cama esperando a que los hombres terminaran de ver su partido y comenzaran a ayudarme.

Ya una hora después yo estaba dormitando cuando las manos de Arturo me despertaron.

  • Vamos a trabajar...

  • ¿Ya?

  • Sí. Empezamos hace media hora... pero estabas dormido. No seas holgazán.

  • Mira quién habla – le contesté levantándome de la cama.

Fernando por su parte estaba desconectando mi televisor y guardándolo en su caja.

  • Entonces... ¿Me dejarás?

  • No lo dejo, ya termino mi trabajo, yo firme un contrato con usted – le dije serio.

  • ¿Ahora soy usted?

Arturo seguía viendo donde guardar toda mi ropa sacándola del armario y yo abría todas las maletas.

  • Jajajaja te tengo que tratar así para que tú vuelvas a ser el de antes, Fernando.

  • Ya ya... solo era una broma porque a tú novio le gusta sacarte de quicio – explicó compartiendo una mirada con Arturo.

  • Sí, me lo esperaba.

  • ¿Qué puedo hacer para que te quedes? – preguntó ilusionado.

  • Nada, yo ya he terminado... eso fue lo que acordamos.

  • Lo sé... lo sé.

  • Andrew tiene que crecer... – dijo mi novio guardando algunas camisas en la maleta.

  • Sí, por supuesto, debes de graduarte y Cornell es una buena universidad...

La Universidad de Cornell... no sé si había hablado de ella antes, pero pienso que es una de las mejores universidades para estudiar Arquitectura. Está ubicada cerca de New York – Ithaca –, cosa que me facilitaba las cosas al momento de la mudanza, iría primero a New York para establecerme un tiempo en el apartamento con mis padres y luego buscaría un lugar cercano para poder ir a la universidad tranquilo sin tener que utilizar el carro. Desde que estaba en Venezuela quise estudiar allí, pero mi madre pensaba que era mejor ser ucevista antes que todo. Y es una de las razones por las cuales comencé allí en vez de irme del país cuando me gradué del bachillerato.

Desde que había llegado de Venezuela la última vez, había solicitado una cita para entrevistarme con el decano y establecer los parámetros de intercambio para la universidad y finalmente lo había logrado. Estaba a pocos pasos de cumplir mi sueño y terminar de estudiar mi carrera y ser arquitecto. Claro que había piedras en el camino, como el lugar a donde vivir, el dinero y demás... pero tenía fe de que lograría cumplir lo que me había propuesto.

  • Lo sé, es mi sueño.

  • Cuando entres...

  • Aun me falta la entrevista – aclaré interrumpiéndolo.

  • Cuando entres – recalcó –, me sentiré muy orgulloso. Tener a una persona tan valiosa como tú con una carrera ya formada será una joya difícil de perder...

  • No vas a perderme, de hecho. Me gustaría seguir contigo.

  • Hasta que no te gradúes, no trabajarás conmigo de nuevo – sentenció –, es por tu bien y por todo lo que te aprecio. Pero... debes cumplir tu sueño, no el de los demás.

  • Gracias, eso espero de verdad.

  • Y yo – me apoyo mi novio.

Después de un largo rato, nos quedamos en mi habitación llena de cajas y con la mayoría de mis cosas empacadas, Apolo estaba un tanto molesto ya que todas sus cosas estaban en una caja del pasillo y él sabía que estaban allí ya que no dejaba de olfatear y rasgarla. Mientras, Fernando dijo que volvería a salir esa noche y que no lo esperaran despierto – seguido de otra broma para mí –. En ese momento, Arturo y yo nos despojamos de la ropa que nos estorbaba quedándonos en bóxers ajustados y yo me senté en la cama bastante cansado. Como algunas veces sucedía, mi mente comenzó a divagar sobre mi vida y lo que seguía, ya terminaba otra etapa de mi vida y empezaría otra, era agobiante, en realidad.

Desde mi accidente y mucho después hasta ahora, mi mente comenzaba a jugar, siendo bastante ruda conmigo ya que la mayoría de las veces venían pensamientos de si realmente yo merecía estar allí... si merecía seguir adelante y aprovechar esos momentos felices que estaba viviendo ahora.

Debo admitir que algunos días pienso en que no tengo futuro y que mi momento pasó hace mucho tiempo y ocupo el lugar de otra persona... ya que realmente yo no merecía ser feliz.

Así estaba cuando Arturo me miro serio y yo enfoqué mi mirada en él.

  • ¿Qué sucede?

  • Nada...

  • Andy... ¿Qué te pasa? – y se sentó a mi lado.

  • Nada.

  • Háblame – pidió con voz firme.

  • Bueno – contesté resignado –... ya lo sabes, son esos pensamientos de nuevo.

  • ¿Cuáles?

  • Cintia... y yo... recuerdas el sueño que te conté.

  • Sí, lo escribiste en tu relato...

  • Bueno...

  • Ohhh – suspiró entendiendo –... Ya, escucha, hemos hablado de eso... es lo que piensan todos en algún momento... pero aquí estamos y estamos aquí por alguna razón. Si lo que escribiste en ese sueño es cierto...

  • Es lo que recuerdo – le interrumpí.

  • Entonces tomaste la decisión correcta y tienes un destino aquí... y lo compartes con tus hermanos, amigos... y conmigo, yo siempre dije que despertarías y volverías a mi lado a pesar de todo, porque creo que tú y yo merecemos estar juntos.

  • Éramos niños cuando pasó eso.

  • Sí, bueno... pero yo sigo pensando lo mismo después de los años.

  • Ya... eres un cursi – dije sonriendo acariciando su mejilla.

  • Solo lo digo para alegrarte, porque esas frases te arrugan el corazón – contestó sonriendo – anímate, Andy... ese momento ya pasó – terminó su discurso tomando mis manos.

  • Ya lo sé, lo sé... descuida. Estoy bien, eso fue hace mucho... y ella ahora está en un mejor lugar.

  • Y tú estás aquí, conmigo.

  • Aguantándote – dije sin pensar.

  • Pero me amas – contra atacó.

  • Parece un sueño...

  • No lo es...

  • Es que imagínalo... algunas veces pienso, que es un enorme sueño... y yo aun sigo allí... tirado en el suelo... y... – comencé a soltar algunas lágrimas – ustedes están a mi lado... no están llorando... y ella... ella no muere... y yo...

  • Ya... ya... tranquilo, no puedes recaer, Andrew... estas aquí conmigo... no es un sueño, es la vida real... aquí estoy yo, tu novio que te ama.

  • Lo sé... gracias por estar aquí... por ser mi amigo... mi novio... por amarme tanto como yo te amo a ti.

  • Mi Andrew...

Esas conversaciones con Arturo calmaban a mi mente y a mi corazón, algo que el alcohol y las drogas hacían antes. Creo que había cambiado de hábito, a otro mejor... Arturo era mi droga y yo la de él – en el buen sentido claro está –. Es por eso que decidí que mi relación con él no sería un secreto, era suficiente...

  • Y cuando veamos a mis padres se los diré.

  • ¿Qué?... ¿Es en serio?

  • Sí... sí. Siento que ellos ya merecen saber. Y... ya, nada de secretos.

  • Genial... aunque, seguro que se lo imaginan.

  • Claro, pero es un peso que quiero quitarme.

  • Yo solo se lo tuve que decir a mi hermano, porque es la persona más importante para mí, pero él sabía que seguro pasaríamos la vida juntos de una forma u otra .

- ¿U otra? – pregunté confundido.

  • Sí, algo así como que nos casaríamos con mujeres, pero nos veríamos los fines de semana a coger como conejos...

  • Ahhh ok... Aquiles es un enfermo.

  • Sí, su mente es retorcida... aunque tiene razón, seguramente nos casaríamos con alguna puta y luego tú y yo nos iríamos a jugar golf, o a pescar y luego tendríamos el mejor sexo de todos...

  • Jajajaja... lo sé, otra de nuestras películas más taquilleras.

  • El éxito del verano 2015.

Reíamos los dos recostados en la cama viéndonos sin separar nuestras manos y repartiéndonos pequeños besos jugando a cada rato.

  • Ahora si... ¿Estás mejor?

  • Sí, gracias Artie... eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

  • Lo sé, creo que lo has dicho más de diez veces este año – dijo con suficiencia mientras me abrazaba y besaba.

  • Debo dejar de decirlo entonces... no se te puede subir el ego a la cabeza.

  • Tengo otro pensamiento en la mente en realidad – y se saco el pene bajándose el bóxer – Quiero un hijo.

  • ¿De qué hablas? – pregunté por el abrupto cambio de tema.

  • Ya que se lo dirás a tus padres y tenemos la bendición del pseudo-padre. Quiero hacerte hijo... quiero preñarte.

  • Ehhh... – gemí confundido – solo estás buscando razones para coger, ¿No?

  • Para el sexo no hay razones... menos entre tú y yo, solo hacerlo... ¡Ahora, cállate, te voy a preñar! – y se colocó encima de mí para comerme la boca...

Martes, 25.

Después de tanto trabajo, finalmente los tres habíamos llegado al apartamento de New York y fue una suerte que no hubiese nadie en realidad, ya que Anthony se había regresado para ayudar a mis padres con su propia mudanza. Y llegarían el primero de diciembre. Es por eso que aprovecharíamos el tiempo para instalarnos – o medio instalarnos –, ya que el siguiente paso, era buscar un lugar para vivir los tres solos como una familia.

Pero, nuestros planes de mudanza eficiente no cumplieron con las expectativas ya que la mudanza llegaría el jueves en la mañana por el recorrido del camión. Arturo y yo estábamos molestos ya que se suponía que debían seguir nuestra ruta por las autopistas y no la suya por las “vías turísticas”. En fin, estábamos solos en el apartamento con un par de maletas con nuestras cosas importantes como algunas mudas de ropa y las laptops de ambos.

  • Solos...

  • Así será dentro de poco – dijo Arturo mirando todo alrededor.

Apolo ladró y nosotros sonreímos ya que él entendía que ese sería su nuevo hogar.

  • Deberíamos hacer algunas compras, Anthony no dejo nada para nosotros y seguro mi madre se molestará bastante que al llegar y no encuentre la despensa llena.

  • Sí, tienes razón... ¿Qué crees que piensen cuando me vean? – preguntó siguiéndome para salir a comprar víveres.

  • Bueno... le pedí a Anthony que dejara pistas sobre ti... pero aún no sé.

Seguimos caminando una de las avenidas principales hasta llegar a una tienda que conocía bastante bien. Y dejamos al perro atado afuera esperando pacientemente – sí, Apolo estaba muy bien entrenado –.

  • ¿Cuáles pistas? – preguntó al tener un carrito de compras y colocar una cantidad ridícula de papas.

  • No lo sé... él es bastante creativo. Necesitamos su creatividad en este momento... no pueden llegar y nosotros decir que somos gays y...  – me detuve viendo el carrito – no vamos a comprar solo papas, refrescos y chucherías, Arturo.

  • Lo sé... pero esto es mío. Mi reserva especial.

  • Faltan las cervezas – le recordé.

  • No se me olvidan, créeme. Lo que más disfruto es que todo es tan ridículamente barato – expresó cambiando el tema.

  • Pero, debemos comprar otras cosas. Algo más sano diría yo.

  • Esto es sano – dijo sosteniendo una bolsa con chocolates – tiene cacao...

  • Vas a engordar como el estereotipo americano.

  • Para nada, mi querido Andrew. Yo sé cuidarme... de hecho – dijo señalando mi abdomen – tengo que arrastrar a alguien al gimnasio, ya está perdiendo sus cuadritos.

  • ¡No es cierto! – grité indignado.

Él comenzó a reír bastante fuerte llamando la atención de todos y mucho más por nuestra conversación ya que nadie entendía lo que decíamos... tuve que calmar a mi novio y decirle lo que ocurría para que finalmente todos nos ignoraran de nuevo.

Estuvimos supuestamente discutiendo hasta el momento de pagar en la caja registradora viendo que habíamos comprado más de la cuenta, especialmente Arturo ya que yo había comprado solamente lo esencial para que él pudiese comer lo que quisiera sin molestar a nadie.

Ya en casa organizamos las cosas en la despensa y Arturo llevo sus cosas a mi habitación, le di a Apolo su comida, agua y una golosina especial por haberse portado bien y me fui a mi habitación.

No era la gran cosa, piso de madera, paredes blancas, una ventana que tenía vista hacia la avenida y otros edificios. No tenía televisión allí, solamente la del salón, pero si tenía una cama matrimonial y un pequeño armario que dudaba si entraría todas nuestras cosas allí.

Nos quitamos la ropa hasta quedar desnudos, nos acostamos en la cama y Arturo abrió la bolsa donde había chocolates de todo tipo. Y comenzamos a hablar de nuestro futuro.

  • ¡Libertad! – exclamó.

  • No podemos andar desnudos por la casa.

  • Ya sé. Por eso quiero apresurarme para poder vivir los dos solos... estos días seremos tú y yo solos de nuevo, aprovechemos.

  • ¿Para qué, Duarte?

  • Primero... andar desnudos por la casa...

  • ¿Y luego? – pregunté aceptando esa idea.

  • Cogeremos por toda la casa...

  • Nuestra relación se basa solo en coger... por lo menos podrías decirlo de buena forma.

  • Está bien... haremos el amor por toda la casa, te meteré la verga hasta adentro y te haré volar y tú me harás ver el cielo lleno de ángeles parecidos a ti... llenándote de semen... y...

  • ¡Para! -  le detuve divertido – uno no puede ser serio contigo.

  • No... yo no sirvo para eso, yo soy el activo, el divertido, el genial. Tú el aburrido, nerd y pasivo.

  • Bueno, ya Duarte... hablemos en serio ¿Qué haremos?

  • Está bien, Brown. Estuve viendo apartamentos en Ithaca. Creo que están cerca de la universidad... y el precio no me incomoda.

  • Bien, que sea algo que nos funcione por un año y mientras no supere lo que tenemos ahorrado, no pienso quedarme con mis padres por mucho tiempo no lo aguantaremos.

  • Andy... sabes que el dinero no es problema.

  • Lo es para mí – contesté terco.

  • Tú ocúpate de estudiar. Y yo me ocuparé de mantenernos... puedo hacerlo.

  • Debemos tener nuestro propio dinero ahorrado, no de una “millonaria cuenta fantasma”.

Él sonrió por la broma y luego volvió serio explicando de nuevo que ese dinero se lo enviaba su hermano, que era parte de su herencia por la muerte de su abuelo. Y no tenía nada de malo hacer uso de eso si era para pagar estudios y renta.

  • Te repito, tú estudia y yo pagaré tu carrera.

  • No tienes que hacer eso... recuerda que Fernando me pagó lo que merecía y más... yo puedo pagar mi matrícula. Y no aceptaré otra cosa – terminé aclarando.

  • Está bien, pero yo me encargaré de mantener a los dos... puedo pagar alquiler... comida... todo lo que necesitemos.

Me quedé en silencio, no sabía cómo ver esa acción de Arturo, si simplemente aceptarla y seguir, o pelear por mi dignidad – y mi masculinidad –... ambos podíamos pagar lo que se nos avecinaba, éramos una pareja... se suponía que debíamos hacerlo juntos.

  • Oye... es que no me siento bien aceptando eso.

  • ¿Por qué?... no entiendo, Andrew. Somos novios... y yo hago esto porque te amo... nos amamos ¿No?

  • Sí... – suspiré resignado.

  • Entonces, permíteme hacerlo por ti. Somos una pareja seria... debemos mantenernos.

  • De acuerdo, te permitiré pagar el alquiler y lo que necesitemos... pero con una condición.

  • Sí, Andrew... te cogeré todas las noches hasta que quedes preñado – dijo de forma cansada y exagerada.

Le di un leve coñazo directo en el pecho por su respuesta y él actuó como si hubiese sido un golpe fulminante.

  • Jajajajajaja... ok. Dime.

  • Trabajarás... no utilizarás el dinero que tienes, hagámoslo bien. Si tenemos una emergencia utilizaremos ese dinero, pero si no. Simplemente gastarás lo que ganes.

  • Que tonto.

  • No lo es. Podría pasar algo malo y necesitar dinero para sobrevivir y...

  • ¡Ya!... ¡De acuerdo!... ¡Lo haré!.. solo para que te calles. Trabajaré.

Sonreí victorioso y a pesar de lo que ustedes piensen, es bueno tener dinero, lo admito, pero tener dinero que obtienes por tu propio trabajo te hace valorarlo mucho más y quería que Arturo lo aprendiera... él ha vivido del dinero de sus padres desde siempre... y es por eso que proponía – u obligaba – que tuviese un trabajo, un trabajo para mantenernos a los dos, ya que él deseaba ser el macho de la casa, lo aprendería por las malas. Y como él dice, somos una pareja seria, no había otra respuesta razonable.

  • Gracias... y pienso que...

  • Pero buscaré el trabajo que yo quiera – me interrumpió.

  • ¿A qué te refieres?... ¿Qué estas pensando?

  • Buscaré un trabajo como modelo... aquí en New York hay excelentes agencias. Y sé que pagan muy bien.

Y fue así como Arturo Duarte, me hizo la jugada, se supone que debía “sufrir” un poco al momento de conseguir su dinero y no utilizar su rostro y cuerpo para hacer todo más sencillo, era obvio que a mí no me gustaba esa idea para nada y alguna vez se lo había dicho...

  • No creo que sea buena idea.

  • Oye... se supone que el que va a trabajar soy yo.

  • Sí, pero de algo que... – y me quedé sin palabras.

  • De algo que me guste, obviamente.

  • Pero a mí no, sabes que no me gusta que trabajes en modelaje.

  • Andrew, es la mejor opción para mí. Al ser modelo puedo usar esto – explicó señalando su cuerpo –, aunque esté oxidado, me pondré en forma rápido y me darán trabajo al instante... además, tengo mi portafolio. Con eso ya tengo un pié adentro de nuevo.

  • No sé...

  • Dijiste que necesitábamos el dinero... y no hay trabajo que pague mejor.

Pero, también conocía a Arturo Duarte, el Arturo adolescente que me relataba lo que ocurría en ese mundo y es por eso que mi miedo comenzó a crecer. Negándose a la realidad de que si él conseguía ese trabajo, algo cambiaría entre nosotros y ese amor que nos teníamos, esa llama, iba a esfumarse.

  • Te van a robar... y me vas a dejar solo – dije de repente.

  • No digas estupideces.

  • Ese mundo es muy peligroso para los gays... – seguía escupiendo excusas.

  • Lo sé, Andrew, yo sé de ese mundo.

  • Por eso, me preocupas.

  • No te angusties coño. No me va a pasar nada, no te voy a engañar... te aviso primero y luego lo hago.

El coñazo que le di esa vez si fue en serio y aparentemente si le dolió.

  • Eres un maldito imbécil...

  • Es broma, Andy – respondió sobándose el brazo.

  • Lo digo en serio, Arturo. No quiero que aparezca un hombre o una mujer mejor que yo y te vayas corriendo... Hay gente malintencionada, que podría tentarnos a hacer cosas que no queremos.

Él se quedó en silencio analizando lo que decía mirando hacia otro lado hasta que pudo hallar algunas palabras.

  • No lo haré, te perdería... y ya te he perdido muchas veces... esta es mi última oportunidad – eso último lo dijo en un susurro pero pude escucharlo claramente –, yo sé que soy muy débil Andrew... lo sabes.

  • Sí – dije aceptando la verdad –, por eso me preocupas... tengo miedo. No quiero que se repita la historia.

  • Ya sé. No haré nada estúpido – aceptó de una sabiendo a que me refería – fui un imbécil la última vez que nos vimos, ella era...

  • No quiero hablar de ella .

  • Perdóname.

- Esa vez, me rompiste el corazón , Arturo.

  • Yo lo sé. Lo juro... pero he cambiado, tú sabes que he cambiado... mírame, yo deseo una vida contigo. Y esta vez no habrá nadie que interfiera con nosotros. Solo me importas tú – reconoció.

  • Sí, haz cambiado... lo acepto. Yo tampoco quiero perderte, también es mi última oportunidad contigo.

  • No hay nadie que sea mejor que tú – explicó acariciando mi mejilla.

  • Lo mismo pienso.

  • Entonces... tú confía en mí. Y yo lo haré contigo...

  • ¿Por qué lo dices, Arturo?

  • Tú también irás a una universidad... allí también pasan cosas. Conocerás a otras personas, más inteligentes, que tendrán más cosas en común contigo. Yo también estoy asustado.

  • Claro... – dije entendiéndolo – yo también puedo ser débil.

  • No tanto como yo. Si veo algo que me gusta... – y no terminó la frase.

  • Te entiendo – dije apretando los labios.

Ambos nos quedamos en silencio, ya era tarde y estábamos un poco cansados, pero la conversación no había acabado.

  • Por eso – y se arrodilló en la cama invitándome a hacer lo mismo –... jurémonos en éste momento. Que seremos fieles el uno al otro.

  • ¿Es necesario? – pregunté creyendo que era algo estúpido.

  • Sí. Ambos estaremos en otro ambiente, separados del otro y habrá muchas personas a nuestro alrededor que querrán algo nuestro, lo que sea, pero siempre sabremos que regresaremos con la persona que amamos... prométemelo, Andrew.

  • Arturo, eres mi novio y yo sé que no...

Pero no pude continuar, ya que su expresión era la de un niño regañado... y esa cara que ponía me ablandaba el corazón y sabiendo que si él hacía eso, yo haría lo que fuera por él... esa era una de las armas de mi novio, una que funcionaba muy bien.

  • Bien... de acuerdo. Yo, Andrew, prometo serle fiel a mi novio Arturo, pase lo que pase. Ahora tú – terminé sonriendo como un bobo.

  • Jajaja... bien. Yo, Arturo, prometo serle fiel a mi novio Andrew, pase lo que pase.

  • Bien, ahora estamos más que comprometidos – le dije con broma.

  • Debemos besarnos para sellar el juramento.

Y eso hicimos, nos besamos así como estábamos, como si fuésemos niños en una casa del árbol prometiéndonos ser los mejores amigos para toda la vida, era nuestra versión de la “promesa del meñique”, si queríamos madurar completamente debíamos dejar el pasado atrás, confiando el uno al otro y así continuamos hasta que nuestras vergas, por el contacto del uno al otro ya estaban erectas.

  • ¿Lo sellamos de otra forma?

  • Claro, Andy...

Arturo me acariciaba la verga, mi vientre, mi pecho y tomándome del cuello me comía la boca, estaba tan poseído que me encantaba lo que hacía con mi cuerpo, las palabras de cariño se habían ido al diablo por unos minutos y solo ordenes toscas y rudas formaban parte de su vocabulario.

  • Ponte así, coño... en cuatro.

  • ¿Así?

  • Sí... sí... siéntelo – repetía pasando su verga entre mis nalgas sin llegar a penetrarme.

También un par de nalgadas formaban parte de su dominación y me hacían olvidar todo lo que habíamos hecho en el día... Arturo rozaba su verga en mi culo, dándome besos en la espalda y pidiéndome que se la chupara rápidamente.

  • ¡Ahora!

Me volteó para luego el pararse en la cama y dirigirme directo a su verga metiéndomela en la boca, disfrutaba de su dureza, de su sabor, su calor, ese falo ardía en mi boca y mi novio quería que me la clavara completa, haciendo que me la tragara varias veces y yo me sostenía de sus piernas para tener algo de control.

  • Espero que... no... te vengas... tan... rápido – traté de decir con la verga en mi boca.

  • No... no... no. Ufff... claro que no – repetía con cada estocada.

  • Métemela.

Finalmente pude dar una orden, o fue lo que me hizo creer ya que volví a estar en cuatro para sentir como Arturo comenzó a comerme el culo y clavarme su lengua repetidas veces, lubricando mi entrada, mis bolas tampoco fueron ignoradas ya que Arturo se las comió una a una, estirando mi escroto haciéndome gemir como una puta.

Aunque poco duró esa mamada de culo, fue estupenda y mucho más como siguió. Sentir esa verga dentro, me llenaba y simplemente me hacía feliz, después de tanto tiempo, había llegado al nivel que sin esa verga dentro de mí, el sexo no tenía sentido y las estocadas de mi novio seguido de nalgadas y sus gemidos eran el complemento perfecto el uno para el otro.

  • Es tan malditamente apretado...

  • Se siente tan bien...

  • ... Voy lento.

  • Sí... hazlo así, me encanta.

  • Es mi parte favorita de ti – dijo sacándola y metiendo dos dedos para lubricarme de nuevo –... ¡Ohhh sí!

- ¡Yeah!... feel so good.

Arturo buscaba apoyo en todo mi cuerpo, mis hombros, espalda y culo cuando la metía y la sacaba tan rápido. La cama comenzó a moverse sin control y mis gemidos se volvieron agudos sacándonos un par de sonrisas y estocadas más rápidas...

- ¡Ohhh, fuck yeah!

- Sooo fuckin’ tight...

  • Así... dame duro, Arturo.

  • Sí... sí, ya voy... lo hago, puto ¡Lo hago!

Mi pecho quedó de lleno en la cama y mis manos se iban hacia mi novio sin control, solamente podía acariciar a mi hombre sintiendo todo su ser, su pecho, su culo que él apretaba por la presión que ejercía al cogerme tan rápido.

El ritmo de Arturo al poseerme iba de violentamente rápido a pasar a un vaivén lento y profundo, cambiando de nuevo la velocidad, yo ya no sabía que sentir... mi corazón iba demasiado rápido, estaba sudando como un cerdo y las gotas de Arturo que caían en mi espalda me daba la sensación que él estaba en las mismas condiciones que yo.

  • Mierda... no quiero acabar – expresó alejándome furioso.

  • No jodas... Arturo.

  • ¡Que no quiero! – y se quedó arrodillado en la cama viéndome el culo – estás tan putamente abierto... me encanta.

  • Acábame.

  • No... lento, siente mi verga.

En eso volvió a tomarme por las caderas, pero no para penetrarme si no para colocar su glande en mi ano. Simplemente rozarlo sin meterlo.

  • Ábrete el culo.

  • ¿Me harás sufrir? – pregunté gimiendo.

  • ¿Qué te ocurre? Con ese culo tú me haces sufrir, hijo de puta. Ahora ábretelo.

Y lo hice, usando mis manos para abrirme mucho más si se podía, entregándome a mi macho.

  • Ahora, clávatelo... lento.

  • ¡ Ohhh yeah...! – grité al momento en que su glande volvió a entrar.

  • Así... así... muy bien. Ahora sácalo, lento... lento... Andrew, lento.

  • Ya... ya... que dura se siente.

  • Y la tendré más dura si sigues así, compláceme.

  • Puto, me encanta.

  • Se siente tan bien – sentía como me la sacaba y volvía a meterla en toda su longitud.

Arturo se recostó un poco en la cama y yo mismo me cogía rebotando en sus muslos, sabía hasta donde elevarme para que no se saliera su verga y rebotar tan fuerte para que Arturo gruñera excitado. Giré mi rostro y la cara de mi novio era de placer puro levantando sus brazos para colocarlo detrás de su cabeza.

Aunque en un movimiento de distracción me salí por completo y Arturo me miró molesto así que volvió a metérmela para cogerme de nuevo furioso clavándomela sin detenerse, esas manos tomaban mis nalgas con fuerza sin dejarme escapar, yendo y viniendo rozando mi verga, para terminar dándome una fuerte y sonora nalgada.

  • ¡AHHH!

Yo trataba de no perder el equilibrio de nuevo, por eso estaba desesperado agarrándome de las sabanas de la cama que seguía rechinando con cada movimiento nuestro.

  • Acuéstate, maricón.

  • ¿Qué te pasa? – pregunté confuso.

  • ¡Que te acuestes, dije!

Me recosté en la cama esperando una clavada aún más brutal, pero mi novio me volteó quedando frente a él  y de nuevo ese macho no dejaba de sorprenderme, yo estaba a punto de acabar de eso no había duda, es por eso que Arturo se subió a horcajadas para poder clavarse mi verga de una y por fin estar complementados el uno al otro, no éramos macho y hembra, pasivo y activo... éramos dos homosexuales disfrutando del sexo puro. Los sentones que se hacía me encantaban, sintiendo su ano hirviendo y fuertemente apretado sumado a los besos que llegaban esporádicos a mi boca eran la combinación perfecta y no pude evitar venirme rápidamente en el culo de mi novio.

- I’m cumming... I’M FUCKIN’ CUMMING!!!

- OHHH… fuck… your dick…

- Don’t... fuckin’... stop! – le gritaba mientras me venía y Arturo atrapaba mi verga con su culo hasta dejarlo lleno.

Salí de Arturo viendo como su culo chorreaba mi corrida y él me volvía a colocar en cuatro para clavármela sin dejar de terminar de disfrutar mi orgasmo. Fue clavándose y saliendo un par de veces escupiendo palabras sin sentido para que luego me preñara de igual forma que yo había hecho con él hacía unos segundos.

  • Dios... Dios... Dios... que rico.

  • Sigue... sigue metiéndolo.

  • Ya sé... ufff... no puedo parar – exclamó para luego besarme.

Eran estocadas lubricadas por su semen y pude notar luego de un par de minutos que su verga seguía estando dura.

  • Ayyy... sigue dura.

  • Lo sé... jajaja.

Me tuve que separar para obligarlo a que se acostase en la cama y poder besarnos tranquilamente, pero mi mano me traicionaba, ya que tampoco deseaba separarse de él. Y Arturo comenzó a darme nuevas órdenes.

  • Acaríciame.

  • ¿Qué?

  • Voy a venirme de nuevo.

  • Eres una bestia.

  • Tócame, Andrew...

Estaba a su lado, mi verga dormida acariciaba su brazo y yo pasaba mis manos por todo su cuerpo como si estuviese adorándolo mientras él se pajeaba como si no hubiésemos cogido hacía pocos minutos.

Era insaciable, mi novio era un insaciable de mierda, pero al ver esa verga dura y esa punta roja y brillante que luego de unas cuantas sacudidas comenzó a botar leche de nuevo... mi boca fue llamada a chupar todo lo que había soltado.

  • Chúpala, tomate toda mi leche...

  • Jajajaja estás mandando mucho.

  • Es que ando excitado.

  • Ufff... sigues duro – le dije blandiéndola frente a mi cara.

  • No es una sorpresa, estando contigo siempre... ahhh – gimió al sentir como me la comía completa –  siempre estará dura.

  • Que bella es.

  • Es toda tuya... yo siempre seré tuyo.

Subí de nuevo a besarlo y compartir un poco de semen que no me había tragado, estaba sudado, muy sudado y caliente, cuando nuestros cuerpos ya un poco calmados se unieron, eran sonrisas, que aliviaban al otro. De esa forma habíamos sellado ese juramento donde nos seríamos fieles... Si seguíamos de esa forma, nada podría separarnos, el destino debía estar claro que Arturo y yo éramos el uno para el otro, nos amábamos y eso, jamás nadie iba a separar.

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NdA : No se olviden de comentar y valorar los relatos muchachos, eso me haría muy feliz.

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