6.3 Conexiones – Los Sensuales. (4° Parte)

Morbo, hombres, mujeres y Arturo...

NdA: LEER ESTA NOTA ANTES DE EMPEZAR.

Hola, Felices Fiestas y espero que tengan un Feliz Año Nuevo 2019 todos ustedes... Este es el último capítulo que publicaré este año, espero me perdonen por la tardanza del mismo, pero se los he compensado por lo extenso que es.

Ahora, para aclarar en la forma de lectura y comprensión; Al momento en que utilice los puntos suspensivos “...” después de un párrafo, significa que habrá un cambio de escena, pero que pertenece a una misma parte del capítulo. Cuando utilice el separador de siempre “---*---” significa que estarán leyendo una parte diferente del capítulo junto a otros argumentos.

Les aviso que éste capítulo tiene escenas que pueden considerarse para “bisexuales”... o netamente contenido “heterosexual”, pero decidí publicarlo nuevamente como contenido “gay” para no confundir más a la gente.

Ahora sí, a leer...

Les deseo lo mejor, un cambio positivo en sus vidas y traten de no cometer los mismos errores que yo cometí.

Un abrazo...

Andrew.

---*---

NUEVAS MALAS EXPERIENCIAS.

Las luces de colores nos cegaban, la música nos ensordecía y los cuerpos a nuestro alrededor chocaban con los nuestros aumentando el calor de la sala. Así fue el tortuoso camino que hacíamos desde la entrada del local hacia la barra, dónde nuestros compañeros nos estaban esperando.

-   ¡Andrew!... ¡Por fin llegas! – exclamó Guille sosteniendo su trago.

-   ¡Te dijimos que la vaina empezaba a las diez de la noche! – siguió Carlo.

-   ¡Lo lamento, muchachos!... ¡Pero, Richard se quedó dormido!

-   ¡Sí!... Pero, llegamos rápido en mi moto porque al niño se le olvidó cargar gasolina hoy – dijo señalándome –... En fin, perdónenme muchachos, trabajé todo el día y se me olvidó que nos veríamos esta noche.

-   ¡AHHH!... ¿Se te olvidó que hoy vendrías a ver mi espectáculo? – preguntó Marcello con ironía tras la barra –... ¡Eres un mal amigo, ya no te voy a dar de los tragos que prepare!

-   ¡Marcello, jamás me lo perdería!... ¡Discúlpame, por favor! – pidió juntando sus manos con una sonrisa.

-   Mmm... ¡Dame un beso y te disculparé!

Sin que ninguno lo esperara, Richard se apoyó en la barra y pasando su brazo atrapó el cuello de Marcello con su mano acercándolo más a él para darle un suave beso cerca de sus labios. Nosotros nos quedamos pasmados por ese movimiento y más las parejas que estaban tomando cerca de nosotros.

-   Mmm... ¿Así estuvo bien? – preguntó mi amigo luego del beso.

-   Mmm... B-Bastante.

-   Bien. Danos a Andrew y a mí, uno de tus mejores tragos – resolvió.

-   Jajaja... Ahora no puedo, debo prepararme para mi espectáculo.

-   Joder, que ladilla eres – se lamentó mi amigo.

-   Así me quieres… – dijo alejándose tras una puerta.

Esa era la razón principal para estar en una de las mejores discotecas de Caracas, Marcello haría su primera presentación como bartender a la media noche, estuvimos anunciándolo y compartiéndolo por las redes sociales durante un par de semanas y es por eso que la discoteca estaba a reventar.

Al irse Marcello hacia las cocinas, un titubeante Guille comenzó a hablar mientras Carlo no despegaba la vista de nosotros dándole un sorbo a su bebida.

-   ¡O-Oye... Ri-Richard!... ¿Usted-des son no-novios?

-   Habla bien, pendejo – le corrigió Carlo dándole un golpe en la cabeza.

-   Es que... ¡S-Se be-besaron!... ¡Se besaron!

-   Mmm... Aja, ¿Qué tiene? – les preguntó Richard tocándose el cuello.

-   ¿Pero, son novios?

-   No vale... Yo soy hetero, Marcello y yo somos amigos. Nada homo.

-   Ahhh... Pero, es que se besaron... Y...

-   Ya basta, Guillermo – le regaño Carlo –... Estás siendo indiscreto, ese no es tu peo.

-   Ya... De acuerdo. Disculpa.

-   Jajaja… No hay problema, Guille.

Yo miré la escena un par de segundos, ya habían pasado unos años y mis amigos del clan seguían igual que siempre. A Marcello sí lo veía regularmente cuando venía a visitar a Richard, él había crecido un poco, su piel se había tornado un poco más bronceada por las actividades que hacía al aire libre y unas cuantas pecas se habían sumado en su piel. Había dos cosas nuevas que detallar de Marcello, la primera era su peinado, ahora se había rapado los laterales y parte de atrás de la cabeza, dejándose una cresta pintada de un color rubio.

- … Se ve bien, no lo puedo negar – dijo Richard cuando lo había visto la primera vez.

- Coño Richard, cada vez que se ven parecen más maricos que antes – le contesté para molestarlo, ganándome un coñazo de su parte.

Y la segunda cosa nueva, era un tatuaje que mostraba el emoji de un corazón roto en su muñeca izquierda, que claramente era un mensaje al fallido intento de tener una relación con la persona que le gustaba.

Guillermo por su parte seguía siendo un tonto que no sabía controlarse y Carlo le reprendía por todo lo malo que hacía. Pero, esta vez había algo especial entre ellos... estaban haciendo una conversación silenciosa acompañada de unas miradas que supuestamente nadie sabía descifrar, hasta que uno de ellos había ganado dejando al otro con la cabeza gacha.

Ellos no habían cambiado mucho, solo crecido unos cuantos centímetros llegando al metro ochenta y cinco con facilidad, se veía que Carlo se ejercitaba diariamente al mostrar sus venas marcadas cuando tensaba sus brazos o notando cómo su pantalón se ceñía a sus grandes piernas formadas. El pobre de Guille no había seguido el mismo camino de su mejor amigo, ya que seguía siendo igual de flaco y lo único sexy que podía notar en él, era que se había dejado crecer una barba que cortaba cuidadosamente.

-   ... Bueno vale, entonces déjense de miradas... ¿Y qué cuentan de nuevo? – les pregunté a ambos.

-   Nada nuevo, Drew... – respondió Carlo mirándome algo serio.

-   Sí, sí... Nada nuevo.

-   ¿Qué tal les va en la carrera entonces?

-   Jajaja… Bueno, sinceramente me he querido suicidar un par de veces – empezó a hablar Carlo –, sabía que medicina era difícil, pero estar despierto y estudiar doce capítulos completos sin dormir los fines de semana no es algo que deseas hacer por los próximos seis años.

-   Jajajajajaja… Sí, debías verlo el mes pasado, tenía dos parciales en la semana y tenía un humor de perro… Quise ayudarlo a estudiar, pero me terminó sacando a patadas de la casa – explicó Guille mirándolo con resentimiento.

-   Es que en vez de ayudarme, me distraía aún más… Lo único que hacía era hablar estupideces y poner porno en la laptop – se justificó cruzándose de brazos.

-   ¡Estudiabas anatomía, no hay mejor forma de aprender sobre el cuerpo humano que viendo videos!

Nosotros no pudimos hacer otra cosa que reírnos por tal ocurrencia, todos reíamos mientras Carlo negaba con la cabeza.

-   ¿Entienden lo que debo sufrir por culpa de éste imbécil?

-   Lo entiendo perfectamente – le respondió Richard a Carlo posando su brazo en su hombro –… Sufro todos los días al tener a Andrew haciendo estupideces a cada rato.

-   ¡Cállate, Richard!

-   ¡Pero, es cierto! – se justificó con una sonrisa.

-   ¡Ay, ya!... En fin – dije mirando a Carlo –... Oye y tengo una curiosidad... ¿Ya has abierto cadáveres?

-   ¡No, no, no! – negó Guille pasmado –... ¡No lo hagas hablar de eso!

-   ¡Qué bueno que preguntas mi amigo, Andrew! – me contestó con una amplia sonrisa ignorando a Guille –... Déjame decirte que sí, ya lo he hecho y no es como todos se imaginan. Es lo máximo abrir un cuerpo, saber las causas del por qué murió, conocer su historia médica y hasta encontrar todo tipo de curiosidades que aparecen cada vez que indago más en el cuerpo.

-   ¡AHHH!... ¡Eres un maldito morboso, Carlo! – gritó Guillermo desesperado.

-   Jajaja… Ya veo que sí escogiste la carrera que querías, ¿No?

-   Sí, Andrew, al principio sí me mortifiqué al ver el cuerpo en la camilla, pero al hacer el primer corte... ¡Me sentí tan emocionado, que olvidé esos pensamientos!

-   Sigues siendo un morboso... – soltó Guillermo viendo a otro lado.

-   Jajajajajaja... Te entiendo un poco, Guille – le dijo Richard dándole apoyo –, no me gusta que jueguen con los muertos, pero lo que ellos hacen es por investigación para que podamos tener una larga vida.

-   Ya… Yo lo entiendo, pero no me gusta que hable con tanta emoción respecto al tema.

-   Jajaja… Entonces háblanos de tu carrera en ingeniería – le pedí para evitar que Carlo se sintiera mal.

-   Coño, mi carrera no es tan morbosa como la de Carlo, pero si te joden igual. Me hacen parciales cada dos semanas y quizzes diarios. Cada cosa que explican me lanzan la pruebita y sin fórmula, para joderte más.

-   Coño, igual que nuestro profesor de estructuras – dijo Richard.

-   Cierto.

-   Pero bueno, hace poco fuimos a la fábrica de la Polar a una visita guiada para conocer sobre las maquinarias que usan, nos dieron un poco de regalos y comida también. Hacemos esa clase de visitas cada cierto tiempo...

-   Los beneficios de estudiar ingeniería – soltó Carlo luego de escucharlo.

-   No como otros que se la pasan abriendo cuerpos...

-   Por lo menos lo que yo hago no me hace raspar tres materias en un semestre.

-   ¡Maricooo!... ¡SHHH! – le dijo golpeándole el brazo.

-   ¡Coño, Guillermo! ¿Tres materias? – pregunté sorprendido.

-   ¡Coño, Carlo te dije que no les dijeras nada!... ¡Eres un idiota!

-   ¿Por qué?... ¡Lo hago para que pases pena, no joda y te pongas a estudiar!

-   ... Ya con el regaño que me diste fue suficiente – le dijo de manera apagada.

-   ¿Lo regañaste? – preguntó Richard burlón.

-   Más que mi mamá… Se pasó gritándome como por tres horas.

-   Jajajajajaja… Una hora por cada materia – dije burlándome también.

-   Jajaja… Me encanta ver cómo se llevan ustedes.

-   Así son las amistades Richard, me imagino que tú eres igual con Andrew, ¿No? – le preguntó Carlo.

-   Sí, sí… Más o menos.

-   ¿Más o menos?... Guille, te entiendo completamente... Tener a un Carlo a tu lado todo el tiempo es divertido y frustrante a la vez.

-   ¡Ves!... ¡Alguien que me entiende, sabe que la universidad es difícil y que gritarme no soluciona nada!... ¡Tú sí que sabes, Andrew!

-   ¡Bueno, ya! – le advirtió su amigo.

-   Ya, está bien... Lo siento.

-   Está bien… ¿Y a ustedes cómo les va? – nos preguntó Carlo dándole una última mirada a su amigo.

-   A nosotros bastante bien – explicó Richard mirándome –... Bueno, en realidad no mucho porque ahorita tenemos un profesor de Estudios Urbanos que nos saca de quicio.

-   Está loco, básicamente – dije interviniendo.

-   Sí. Nos habla de Venezuela como si fuese el mejor país del mundo y critica a Estados Unidos a diario.

-   Es chavista y me odia – dije volviendo a intervenir –... Quiere que retire la materia y me lo recalca en cada momento... Estoy considerando tener que hablar con el Decano.

-   ¿No estás exagerando? – preguntó Guillermo.

-   Nope… En serio tiene un problema con los gringos.

-   ¡Qué peo con los chavistas, están jodiendo el país! – dijo Carlo molesto –… Ya me quiero ir de esta mierda.

-   Sí, yo también.

-   ¿Tienen pensado algo? – les preguntó Richard.

-   ... ¿Cómo sabes que nos vamos juntos? – le preguntó Guille nervioso.

-   Ehhh… No sabía nada. Solo lo supuse.

-   Ay… Guille – se lamentó Carlo.

De nuevo ellos tuvieron esa conversación silenciosa en la cual Carlo lo miraba profundamente y Guille sólo se encogía de hombros pareciendo un completo tonto. No entendía qué problema había con que se fueran juntos del país, muchos de nuestros compañeros del colegio ya estaban emigrando o tenían la idea en mente luego de terminar la carrera. Así que no me parecía malo que se fueran juntos... Es más, era mucho mejor tener compañía que estar sólo en el extranjero.

-   ... Son nuestros amigos, Carlo... Ellos entenderán.

-   No hay nada que entender, Guillermo.

-   ¿De qué hablan? – les preguntó Richard.

-   Sí, ¿Por qué tanto secreto?

-   Es que...

-   Sí – habló Carlo interrumpiendo a Guille –... Vamos a emigrar juntos a España. Para compartir gastos.

-   Ah... Pues... Me parece bien, no hay nada malo en eso – dije contrariado.

Guillermo se había alejado para pedir otro trago y no regresó por mucho tiempo, logrando así evitar a Carlo que siguió hablando con nosotros tranquilamente, pero que de vez en cuando se preocupaba por vigilar a su mejor amigo.

Yo traté de no darle importancia a la actitud de ambos mientras Richard me lanzaba una que otra mirada, pero negué con la cabeza nuevamente. Si ellos no deseaban contarnos todo, tampoco íbamos a indagar más de lo que se debía y en eso pensaba cuando sentí una mano en mi hombro llamando mi atención.

-   Sabía que eras tú, mi príncipe – me dijo el hombre detrás de mí.

-   ¿Perdona? – pregunté muy confundido.

-   Jajaja... Sigues igual que antes, su majestad.

-   Lo siento, no sé de qué me estás hablando – le contesté a ese hombre muy confundido.

-   ¡Qué bolas!... ¡No te acuerdas de mí!

Al verlo de primera, no tenía ni idea de quién podría ser ese sujeto, Richard por su parte se colocó a mi lado, incomodándome un poco por esa cercanía así que lo aparté con mi mano y fijé la mirada en ese hombre nuevamente. De piel blanca, alto, de ojos azules, cabello recortado y una barba bastante poblada, pero muy bien cuidada. Él al darme una mirada completa terminó por conectar sus ojos con los míos y darme una sexy sonrisa.

-   Mmm... Creo que sí te recuerdo, pero no sé de dónde.

-   Jajaja... Mi príncipe... Sigues siendo tan inocente.

-   ¡Ahhh, no vale!... ¿Por qué lo sigues llamando así? – preguntó Richard algo molesto.

-   Pues... Porque así lo conocí... Estaba vestido como un príncipe, de un bello uniforme blanco.

-   Ehhh... La única vez que me vestí de esa manera fue en... – dije mirando a Richard para confirmarlo.

Y mi mente hizo una conexión, de mí vestido de blanco, en una fiesta, un concierto, un encuentro en el baño... Y dándome cuenta de que ese hombre tenía razón, yo lo conocía, era el mismo cantante de la banda que cantó en el cumpleaños de Cintia.

Era el mismo tipo que había conocido hace más de 5 años... Pero, estaba muy cambiado a como lo recordaba, antes se veía como un chico joven y vibrante. Ahora parecía todo un hombre, serio, sexy y con la mirada de un depredador.

-   ... ¿Ya lo recuerdas, mi príncipe? – me pregunto pasando la mano por su barba.

Ese gesto hizo que un hormigueo naciera por todo mi cuerpo y me volviese rojo como un tomate, al mismo tiempo que miraba el tatuaje de una gran rosa negra en su dorso.

-   Mmm... Sí, sí... Ya te recuerdo – contesté aclarándome la garganta –... Cantaste en el cumpleaños de mi mejor amiga. Pero, estás muy diferente.

-   Jajajaja... Exactamente, canté en el Eurobuilding con mi banda en esa fiesta… Tú no has cambiado nada, solo el largo de tu cabello, por eso te reconocí al instante.

-   Claro... – dije tratando de peinarme.

-   Jajajaja... “Claro”, eso es lo que decías todo el tiempo. De verdad que no has cambiado, príncipe.

-   Bueno, pero... ¿Me llamarás por mi nombre o seguirás llamándome de esa forma?

-   Jajajaja... ¡Coño, es que me gusta llamarte así!... ¿Te molesta?

-   Un poco, en realidad.

-   De acuerdo, te llamaré por tu nombre… Te llamas Andrew, ¿Cierto?

-   Sí, así me llamo.

-   Drew, para los panas ¿No? – acertó muy galán.

-   Jajaja… Claro – le contesté sonrojándome.

-   Ehhh... ¿Nos presentas? – preguntó Richard ya muy molesto de ser ignorado.

-   ¡Cierto! – dije dándome cuenta de ello y mirando a ese hombre –... Ehhh... Lo siento, pero no recuerdo tu nombre.

-   Me llamo Christian, mi pana. Y tú eres ... ¿El novio ? – terminó su pregunta en voz baja.

-   No, no, no, no, no... Él es Richard, mi mejor amigo – me negué causando una sonrisa en Christian.

-   Ahhh... Un placer, man.

-   Sí, ajá – contestó de una forma muy desagradable.

- Richard... – advertí golpeándole en el abdomen.

Ese pequeño movimiento hizo que Christian nos examinara con la mirada y luego mirase alrededor para poder continuar con la charla.

-   Bien... ¿Y dónde está esa hermosa chica a la que le canté esa noche?

-   Ella... No está con nosotros ahora – dije bajando la mirada.

-   Jajaja... Excelente, entonces podemos...

-   Ella murió hace mucho tiempo – interrumpió Richard muy molesto.

De nuevo mi amigo intervino dejando que el ambiente se volviera bastante tenso, yo le reclamé con la mirada nuevamente, pero él no se había inmutado y seguía viendo a Christian con molestia. En cambio, a pesar de tener a Richard a mi lado, ese hombre se acercó a mí muy cerca de mi oído y se disculpó por no saber sobre la muerte de Cintia, mientras yo asentía con la cabeza.

-   ... Entonces, no tienes novia a la vista, ni esposa por lo que veo, ¿Quieres que te invite un trago para pasar el mal momento? – me preguntó muy galán.

-   No, no quiere – contestó Richard.

-   Ya Richard, para – le reclamé.

-   Mmm... Ok, no te preocupes vale... Ya veo lo que pasa aquí.

-   No entiendo… – le dije confundido a Christian.

-   Sí, ¿Qué está pasando? – le preguntó Richard retador.

-   No importa, mi príncipe Drew – respondió ignorando a mi amigo.

Sentí un suspiro pesado en mi nuca y me di la vuelta para ver que Richard seguía molesto. Así que me volví a disculpar con Christian para poder hablar con mi amigo a solas, a él no le molestó, solo aceptó dándole una mirada divertida a Richard y negando con la cabeza.

-   … ¿Qué te pasa, idiota?

-   Coño, que no me gusta ese tipo – soltó sin más.

-   ¿Por qué?

-   Porque no me gusta y ya.

-   Ajá... Esa no es una respuesta, Richard.

-   Coño, Andrew... Que no me da buena espina. Se nota demasiado que le gustas mucho.

-   Bueno... A mí también me gusta, es bello y se ve que es maduro.

-   Exacto, maduro... Es un viejo.

-   Debe tener unos 30 años... Eso está bien para mí – dije mirándolo un poco para detallarlo.

-   Yo no lo veo así – respondió tomándome por la barbilla.

-   Es porque a ti no te gustan los hombres – le reclamé apartando su mano de mi cara.

-   Drew... Hay muchos tipos por allí, no le pares bola a ése.

-   Coño Richard, tú me prometiste que te alejarías... Y a la primera que se me acerca un hombre, te pegas a mí como chicle... Se supone que ya no harías eso.

-   Disculpa – dijo mirando a otro lado –... Es que de pana no me gusta.

Yo regresé mi mirada hacia Christian que seguía en la barra, ahora sosteniendo dos tragos dándome una mirada, yo tuve que sonreírle y él como respuesta me guiñó el ojo mordiendo sus labios de forma seductora.

-   A mí sí me gusta bastante, está buenísimo – dije suspirando.

-   Yo también estoy bueno – dijo sonriéndome.

-   Jajajaja... Sí, pero tú y yo somos mejores amigos.

-   Ya sé... Pero, ¿Qué tal si buscas a alguien de nuestra edad?

-   Richard, él es joven... ¡Relájate un poco!

-   Ehhh... Bueno está bien… ¿Tendrás cuidado?

-   Sí, papá, tendré cuidado – dije volteando los ojos.

-   Jajaja... Idiota... Y usa condón, por favor – me recomendó en voz baja.

-   Jajajajajaja... Richard, tranquilízate, no creo que pase nada esta noche – le contesté después de calmar mi risa.

-   Ya... Solo quiero que te protejas.

-   Lo haré, lo haré... Ahora regresa con tu verdadero novio – le dije señalando a Marcello que hablaba con los del clan.

-   Jajajaja... Sí, eso haré.

Esa fue nuestra despedida por esa noche, mientras yo iba al lado de Christian que me recibía con el trago y otra de sus sonrisas depredadoras. Vi de reojo como Marcello llamaba a Richard, para hablar muy de cerca y terminar separándose asintiendo con la cabeza mientras se sonreían.

-   ... Entonces, ahora eres tú el que cela a tu mejor amigo – me dijo burlón.

-   Jajajaja... Para nada.

-   Bueno, bueno... Pero, ahora hablemos claro, ¿De qué vas pendiente? – soltó sin más.

-   Jajajaja... Coño, pero tú vas en serio.

-   De bolas, marico. Dime pues...

-   Jajajajajaja... Dime ¿De qué vas pendiente tú? – le pregunté curioso.

-   De coger, es obvio.

-   Ahhh... Ya, verga...  –le contesté algo nervioso.

-   ¿Tú no?... Dímelo de una vez chamo, no estoy con ganas para estar con un carajito y...

-   ¡Epa, epa, que no soy un carajito! – protesté interrumpiéndolo.

-   Tranquilo pues... No será que – dijo examinándome –... No creo que seas virgen.

-   No lo soy, Christian.

-   Ahhh... Entonces has probado verga – me dijo muy de cerca.

-   Pues… Sí.

-   Mmm… ¿Y por todos lados?

-   Averígualo, Chris – le contesté sacando el pecho.

-   ¡Uyyy!... Me salió maricón el príncipe – dijo agarrándome el culo.

-   ¡Hey!... ¡Aquí no, que mis amigos están cerca! – protesté alejándome un poco

-   Bueno, entonces vámonos.

Después de que había dicho eso, la música se había detenido y luego una chica inició con la presentación de los bartender seguido de los aplausos del público. Eran tres chicos y una chica los que se colocaron detrás de la barra, incluido mi amigo Marcello, estaban vestidos con ropa muy ajustada de color negro y después de la presentación ellos tres saludaron a todos los presentes en el club para iniciar el show. Unos segundos después una música muy seductora empezó a sonar y los cuatro bartender empezaron a moverse al ritmo de la música mientras tomaban vasos, instrumentos, hielo y licor.

-   No, yo vine a ver a un amigo y... ¡Oye, tranquilízate, que yo tampoco estoy tan caliente!

-   Mmm... Ya, ya espero que valga la pena – dijo mirando a otro lado.

-   No te vas a arrepentir.

Eran increíbles los movimientos que ellos comenzaron a hacer, intercambiándose los vasos y botellas en el aire acompañados del aplauso y gritos del público, también me emocionó ver la enorme sonrisa de Marcello, en verdad sentía que estaba disfrutando lo que hacía, una faceta tan brillante que jamás esperé ver de él.

Los bartender estaban haciendo su trabajo, repartiendo tragos como locos, Carlo, Guillermo y Richard ya tenían una bebida de color azul en sus manos y sin que yo lo esperara, mágicamente habían llegado dos tragos de la chica a las manos de Christian, tomando uno y ofreciéndome el otro con mucha sensualidad.

-   Aquí tienes, mi príncipe.

-   Jajaja... Ya vale, para con eso.

-   Jajaja… Ok, ok, pero por lo menos dame las gracias.

-   Gracias, Chris – agradecí dándole un sorbo a mi trago.

-   Y… ¿Cuál es tu amigo? – me preguntó curioso.

-   Ése, el de la cresta rubia.

-   Mmm... Ya. Se ve que lo disfruta mucho.

-   Sí que lo hace – contesté mirando a mi amigo orgulloso.

Con una música más activa, él público se había animado mucho más y después de haber hecho su show inicial, cada uno de los bartender le fue dando el espacio a su compañero para que hiciera su show personal.

El primero se movía muy bien con la música y las luces iluminaron la discoteca con diferentes tonos de colores mientras iba siendo asistido por sus compañeros. El Bartender construyó una torre con las copas, al mismo tiempo que todos los que estaban cerca de la barra se fueron alejando un poco por seguridad, pero no dejaban de filmar la proeza que iba a hacer el bartender. Él con algo de delicadeza, pero sin dejar de mover su cuerpo dejó caer un líquido por toda la torre desde la punta hasta que la última copa de la base se llenó. Después trató de emocionar al público para que vieran lo que seguía, así que con emoción tomó un shot de ese licor y con un yesquero en la mano, expulsó un aliento de fuego que encendió la torre, seguido de los gritos y aplausos de emoción del público.

-   ... ¡Vergaaaa! – gritó Chris aplaudiendo emocionado.

-   Viste, te dije que no te ibas a arrepentir.

-   Sí, sí, sí... Ya... ¡Shhht! – me calló de mala gana.

Yo volteé los ojos para centrarme ahora en el siguiente bartender. La música cambió para volverse más tranquila que la de su compañero e incluso las luces se apagaron para que reflectores de tonos azulados, amarillos y verdes iluminaran ciertas zonas de la discoteca. Él se movía tranquilamente tras la barra organizando todo mientras sus compañeros analizaban todo lo que hacía, organizaba vasos, los apilaba y todo con una calmada sonrisa. El público se estaba aburriendo un poco hasta que él llamó a siete chicas y les colocó unos vasitos de shot vacíos frente a ellas, nosotros no entendimos de qué se trataba lo que iba a hacer hasta que el bartender con unos pocos movimientos, colocó licores, hielo y jugos en un vaso metálico, empezando a servir diestramente en los vasitos de shot. Las chicas gritaron emocionadas al ver como las bebidas que salían del vaso metálico iban cambiando de color hasta que los siete vasitos de shot terminaron con los siete colores del arcoíris y todo el público empezó a aplaudirle al joven.

Su presentación de basaba en servir tragos de distintas formas, él siguió apilando los vasos de vidrio y luego de tenerlos como un dominó, fue sirviendo de la misma manera que emocionó al público con diferentes tipos de colores, para que al final, él con un leve empujón tirara de uno de los vasos para que todos cayeran de manera perfecta acompañados del asombro del público.

- Bien, bien... Muy bien, con estas dos presentaciones – dijo la chica del inicio – ... Pero, ahora viene el acto principal de la noche. Demos la bienvenida, a la pareja que deseaban ver... ¡A la bella, Carla y al caliente Marcello!... ¡La barra es suya!

No tenía idea de que Marcello compartiría su presentación con esa chica, pero de igual manera aplaudí y animé la presentación de mi amigo con todas mis ganas.

La música fue un elemento principal en cada una de las presentaciones y en éste caso no fue la excepción, porque de un estilo de música calmado, el DJ nos colocó música bastante sexy, mientras las luces de la discoteca se encendieron y reflectores rojos cubrieron toda la barra. Ellos se pararon encima de la barra de una manera muy diestra y empezaron a bailar de forma muy provocativa moviendo sus cuerpos mientras se acercaban más y más...

El reggaetón a un ritmo lento es clásico para bailar sensualmente y eso es lo que hacía esa pareja que se movía al ritmo de la música. Sus cuerpos enmarcados en esa ropa oscura hacían que dejaran a la imaginación algunas partes en específico, Marcello pasaba sus manos por todo el cuerpo de Carla, acariciándola, seduciéndola y haciéndola suya mientras ella se sostenía de él agarrada de su cuello.

El público y yo incluido, no hacía más que mirar embobados esa danza, algunos silbidos se escuchaban por encima de la música y uno que otro flash los iluminaba de repente. Tan embelesado estaba que no me di cuenta en el momento en que cada uno tenía un shot de tequila en sus manos y entrelazando sus brazos le dieron de beber al otro sin quitar ese tono sensual en sus movimientos. Al terminar la música, ellos se separaron levemente y fueron aplaudidos por el inicio de ese espectáculo.

El ambiente se estaba calentando un poco y más al ver cómo por ese simple baile Carla estaba cubierta de una fina capa de sudor iluminando sus tetas, al mismo tiempo que Christian dejaba escapar un comentario de lo grande que eran y la forma en que apuntaban sus pezones erectos hacia nosotros. Yo lo ignoré completamente para detallar a mi amigo Marcello, viendo como una capa de sudor también lo cubría y una gran erección se marcaba en su paquete.

- Vaya, vaya… Nuestro pequeño italiano quiere salirse de esos pantalones, ¿No, Marcello? – dijo la presentadora encargándose de que todos lo vieran.

En vez de taparse, o estar avergonzado, su sonrisa se volvió más amplia y le guiñó el ojo a la presentadora continuando con el espectáculo.

Lo siguiente que hicieron nuestros Bartender fue invitar a una pareja a subir al escenario. Carla tomó al chico alejándolo de su novia, mientras Marcello agarró posesivamente a la chica y comenzaron a bailar. Al principio la pareja se quedó un tanto cortada, el chico mucho más al ver como Marcello pegaba su erección en las nalgas de su novia moviéndose al ritmo de la música, pero el público como siempre animaron la situación y le alentaron a continuar.

Ellos bailaron de la misma manera, para que de nuevo aparecieran mágicamente los shots de tequila y se los dieran a su respectiva pareja. Los dos jugaron un rato con ellos repartiendo tragos, dejando escapar uno que otro hilo de tequila que corría por la comisura de sus labios y cada Bartender se encargó de atraparlo con su lengua para casi besar a la pareja de novios.

Fue algo excitante de ver, Carla y Marcello hicieron un excelente trabajo, porque al terminar el baile la pareja bajó de la barra y lo primero que hicieron fue besarse apasionadamente mostrando lo excitados que estaban. Creí que para ese entonces ya todo había terminado, pero me había equivocado, los compañeros de Marcello le dieron una botella de tequila y él tomó un sorbo bastante largo dándosela a Carla que repitió la misma acción, ambos sonreían con malicia y buscaron entre el público a su siguiente presa...

Para sorpresa de todos, Carla invitó a una chica a subir a la barra y al momento se abrazaron de una manera algo posesiva. Yo ya me olía lo que iba a suceder después... Y acerté al ver como Marcello le tendía la mano a un Richard, bastante nervioso para subir a la barra.

El público no sabía si reírse, aplaudir, gritar, molestarse o alegrarse, al ver lo que estaba a punto de suceder, pero la música, más sensual que antes empezó a sonar y los Bartender empezaron a bailar con sus nuevas parejas.

Las chicas fueron las que más se desenvolvieron al bailar, parecían mejores amigas soltando una que otra risa y uno que otro toqueteo en alguna parte que podría considerase indebida, todo acompañado por los aullidos de los machos que deseaban ver algo de acción. Pero, lamentablemente Richard no estaba animando mucho la fiesta, Marcello estaba tratando de relajarlo con suaves caricias en sus brazos, mientras se intercambiaban un par de frases y sonrisas nerviosas. Carla al ver la situación, dejó a su pareja a un lado para poder ayudar a Marcello en su labor de seducir a nuestro amigo Richard, los besos de ella iban repartidos en su cuello, mientras Marcello lo daba todo bailando y tocando todo lo que podía de nuestro amigo.

Finalmente, Richard había comenzado a bailar, moviendo sus piernas un poco dando unos pasos con Marcello y haciendo que Carla quedara satisfecha regresando con su pareja. Ambas parejas estaban bailando tranquilamente en la barra y el público se estaba animando nuevamente al verlos desenvolverse tan bien.

Yo estaba entre risas y excitación, viendo a mis amigos bailar. Fue cuando Christian al colocar una mano en mi cadera, posar su rostro cerca de mi cuello y decir unas leves palabras llamó mi atención.

-   ... A ti cómo que te está gustando mucho ver a tus amiguitos bailar.

-   ¿Qué, a ti no?

-   Mmm… Sí, Drew… Está entretenido el espectáculo.

-   Te dije que te iba a gustar.

-   Sí… sí… Pero, no me interesan tus amigos – respondió esquivando mi mirada.

-   ¿Entonces?... ¿Qué es lo que te llama la atención?

-   Pues, hasta ahora… Carla y su amiguita.

Después de estar escuchando a Christian, estaba demasiado confundido, pensando si realmente yo le gustaba.

-   Mmm… ¿En serio? – pregunté extrañado.

-   ¿Qué?... ¿Celoso?

-   Jajaja… No, para nada.

-   No seas un niño, Drew. Si quieres saber lo que en verdad quieres saber… Solo pregunta.

-   Ya – dije quedándome pensativo –… ¿Yo te gusto?

-   Jajaja… De pana que tienes mente de carajito – contestó con una sonrisa sensual.

-   Yo no…

Iba a replicar, pero en ese momento el agarre en mi cintura se hizo más fuerte, él pegó su entrepierna a mis nalgas sintiendo su dura herramienta y mostrándome que estaba bastante excitado.

-   Así me tienes, mi príncipe.

-   Verga, Chris… – solté sin pensar.

-   ¿Ya quieres irte?

En el momento en que abrí mi boca, el público se emocionó demasiado soltando gritos como locos en dirección hacia la barra porque Carla y su amiga se estaban besando apasionadamente mientras no dejaban de tocarse. Silbidos y gritos bestiales se escuchaban en toda la disco mientras las chicas se comían una a la otra, yo estaba asombrado por lo que estaba pasando, no por ver a las chicas besarse, si no por la forma en que lo hacían de una forma tan feroz… Tan carnal.

Tuve que despegar mi vista un momento, para centrar mi mente en la otra pareja encima de la barra y recordar que mis mejores amigos seguían allí. Marcello y Richard estaban bailando, muy pegados y mirándose… eran pocos centímetros los que faltaban para que ellos unieran sus labios al igual que las chicas.

Desde donde estaba pude notar como uno de ellos deseaba besarlo intensamente y con el otro noté que sus nervios estaban seguramente fuera de este mundo, Marcello asintió decidido, mojo sus labios un poco y con una mano en la nuca de Richard, lo atrajo firmemente para poder besarlo con ganas.

- Oh… My… ¡God! – dije soltando el aire.

- ¡¡VAMOS, RICHARD!! – gritó Guille.

- ¡¡WOOOW!!... ¡¡ENTREGATEEE, MI PANA!! – animó Carlo.

Mis amigos del clan levantaron su trago en honor a lo que estaban haciendo nuestros panas y una ronda de gritos femeninos se escucharon en la disco. Richard se separó levemente de Marcello, para mirarlo detalladamente, pero solo por unos segundos, porque en ese momento volvieron a besarse como fieras casi al nivel de las chicas que seguían en lo suyo.

Yo estaba aún sin aire viendo como mis amigos se besaban sin pudor alguno, repartiendo intensas caricias por todo su cuerpo, tanto así que Chris tuvo que darme un empujón para llamar mi atención.

-   Ahora sí que debes estar celoso… No me mientas.

-   Jajaja… Son mis amigos, Chris.

-   Eso no importa, Drew.

Y era cierto, una pequeña parte de mí estaba teniendo celos al verlos besarse y tocarse de esa manera. Pero, traté de sacar esos pensamientos de mi mente y centrarme en el hombre que seguía excitado detrás de mí.

-   ¿Ya quieres irte? – volvió a preguntar.

-   ¿A dónde?

-   A hacer lo mismo que hacen tus amigos… – respondió repartiendo un par de besos en mi cuello.

-   Ahhh… Es que… – traté de decir, pero me detuve sintiendo cada beso.

-   Vámonos, mi príncipe – me pidió con falsa amabilidad.

Volví a centrar mi vista de nuevo a la barra, viendo como las chicas se habían separado y Carla estaba repartiendo un shot de tequila con sus tetas en la boca de su compañera. Para ese momento, un muy excitado Marcello se separó de Richard, para dominarlo con fuerza y hacer que se sentara en la barra. El reflector los iluminaba, notando nuevamente como el paquete de Marcello marcaba una verga bien erecta y bajé mi mirada a Richard, que aún sentado podía observar como en su entrepierna, su verga luchaba por salir de sus pantalones.

-   Ok… Es hora de irnos… – acepté.

-   ¡Por fin!

Chris tomó mi mano para poder salir de la disco, la última vista que pude ver de mis amigos en la noche fue de Marcello, dándole de tomar tequila directo de la botella a un Richard bastante sumiso, pero excitado.

Decidí seguirlo por el estacionamiento hasta quedar frente a un carro oscuro, él con movimientos rápidos desactivó la alarma, me abrió la puerta del copiloto obligándome a entrar rápidamente y casi corriendo se subió a su carro para encenderlo y conducir por la zona. Chris me miraba de vez en cuando, intercambiando su mano entre la palanca de cambios y mi pierna dándome unos apretones como si estuviese catando la mercancía. Yo lo miraba haciendo exactamente lo mismo, moviendo mi mano por su pierna, rozando su paquete y mordiendo mis labios lascivamente.

-   … Ok, no puedo más – anunció.

Chris detuvo su carro repentinamente en la vía, para luego abalanzarse a mis labios y yo lo recibí bastante excitado. Me comía la boca de manera desesperada pasando sus manos por mi espalda para atraerme más a él, mordía mis labios y me dejaba casi sin aire, pero yo estaba muy caliente para pensar en otra cosa que no fuese en ese beso.

Yo gemía de placer por la forma en que ese hombre me acerco tan peligrosamente hacia él, me sentía apresado, pero no deseaba escapar, de hecho necesitaba más de él... Así que comencé a comerme su cuello y al abrir su camisa pude ver cómo otro tatuaje de una rosa negra con espinas se dejaba ver en algunas partes. Yo admiré por unos segundos esa figura, acompañada de un sutil aroma a colonia y sudor que aspire profundamente, para luego empezar a comerme su clavícula.

-   Sí... Sigue, mi príncipe – gemía.

Sin darme cuenta, él ya había desabotonado mi camisa, para dar paso a su mano que levemente rozaba mis pectorales y atrapaba uno de mis pezones entre sus dedos para darle un fuerte pellizco haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera.

Volvimos a besarnos sin pensar en lo que ocurría en el exterior, ambos gemíamos, los dos decíamos el nombre del otro con excitación y nuestras manos juguetonas llegaron la entrepierna del otro. Una sonrisa cómplice salió de nuestras bocas al desabrocharnos el botón de los pantalones y bajarnos los cierres de forma apresurada. Él al darme un escaneo completo, se quedó mirando mi bóxer rojo que tenía una pequeña mancha húmeda justo en la punta de mi verga y empezó a hablar de manera engreída.

-   Ves... Yo no tengo que andar preguntándote si yo te gusto o no...

-   Jajaja... Que creído eres… Te pareces a... – y me quedé en silencio.

-   ¿Tu ex, acaso?

-   ... No... Cállate y bésame – dije volteando los ojos.

-   Mejor mámame la verga.

Él se incorporó en su asiento esperando y yo negué con la cabeza. Le di una mirada desde su rostro impaciente, pasando por su pecho y pelvis, para notar otro tatuaje de rosas que apuntaban directo a su entrepierna.

- A éste loco sí le gustan las rosas... – pensé.

Con ese pensamiento, mis manos fueron a su paquete para revelar un poco el tamaño de su verga que sobresalía de su bóxer negro, él se exasperó un poco por lo lento de mis movimientos y de manera tosca se lo bajó para revelarme su verga completamente ordenándome que lo pajeara rápido.

Yo algo contrariado acepté su orden y empecé a pajearlo mientras repartía besos por su pecho, concentrándome de nuevo en su clavícula, dando unos cuantos besos, chupones y mordidas juguetonas, que él aceptaba con una sonrisa mientras cerraba sus ojos.

-   Te dije hace rato que me dieras una mamada.

-   ¿Ya se te olvidó lo de “príncipe”? – pregunté curioso y juguetón.

-   Dijiste que no te gustaba.

-   Mmm... En buen momento lo recuerdas.

-   Ya vale, deja de hablar tanto – me dijo colocando su mano en mi nuca.

Chris me bajó con fuerza a su entrepierna y yo aspiré su olor a macho para empezar algo molesto a mamarle la verga dándole unas cuantas lamidas. Él se revolvía de gusto al lograr su objetivo y seguir guiando mi cabeza en un sube y baja intenso en el momento en que me metió su verga en mi boca. Yo saboreaba su duro falo sintiendo ese ligero sabor a líquido preseminal por las gotas que salían de su punta cada vez que acariciaba sus bolas, las tomaba con mi mano y le daba un leve apretón al momento en que él me clavaba su verga casi por completo.

Para ese punto yo también me estaba pajeando lentamente, Chris al darse cuenta liberó su agarre de mi cabeza, pero no para ayudarme con mi paja como pensaba, si no que su mano húmeda fue directo a mi culo y se coleó rápidamente hasta mi entrada para darme un ágil masaje. Yo estaba gimiendo por esa mano que se movía tan bien, dos de sus dedos lograron entrar rápidamente para comenzar a dilatarme y mis alarmas sonaron precipitadamente cuando uno de esos dedos rozo mi próstata haciéndome gemir como una perra en celo.

-   Ok... ¡Suficiente! – dije separándome un poco.

-   Bien, ya estás listo.

-   ¿P-Para?... ¿Para qué?

-   No seas virgen, Drew – me recriminó –... Anda, pélame ese culo que tienes para darte bien duro.

-   ¿Qué te pasa vale? – le pregunté separándome completamente.

-   ¿Vas a seguir actuando así?

-   Christian, yo no voy a coger contigo.

-   Ya va, ¿¡Qué!? – exclamó molesto.

-   O sea, hoy no.

-   ¿Qué te ocurre?

-   Que no voy a coger contigo la primera noche que hablamos.

-   No vale... ¿Tú me estás jodiendo, marico?

-   No, Chris.

-   ¿Y me vas a dejar así? – preguntó señalando su verga.

-   Yo estoy igual, pendejo... Y te puedo hacer una paja – propuse.

-   Con eso no me basta.

En ese momento de manera algo frustrada encendió el carro y comenzó a conducir por la ciudad. Yo molesto por su actitud me comencé a vestir notando que estábamos regresando a la discoteca y estuvimos en silencio todo el camino hasta que él habló de nuevo.

-   Eres esa clase de hombres... ¿No?

-   Pues... No sé de que hablas, pero tal vez sí lo soy.

-   ¿Qué quieres entonces? – volvió a preguntar de manera frustrada.

-   No lo sé, Christian, salir a comer algo, hablar un rato... No andar tirando en la primera noche.

-   Una cita – dijo cansado volteando los ojos.

-   Sí, podría ser...

-   Ok... Ok... Complaceré al príncipe maricón.

-   Ehhh... ¿En serio? – pregunté entre confundido y herido.

-   Sí es la única forma de que me des ese culo, sí.

-   Eh... ¿Gracias? – respondí insatisfecho.

-   Eso sí. Después de la cita, vas a entregarme ese rico culo que te gastas, ¿Tenemos un trato?

-   Sí, trato.

-   Ese culo será mío.

-   Gánatelo primero, Chris.

-   Júralo que lo haré.

En ese momento se detuvo frente a la discoteca, acordando que al siguiente día iríamos a cenar después de que él saliera del trabajo mientras intercambiamos los números de teléfono, para después ordenarme que me bajara del carro y que tomara un taxi para volver a la casa.

Por un estúpido momento creí que regresaría conmigo a la discoteca, pero al verlo arrancar a toda velocidad y quedarme solo en la acera, desaminado, fui a la parada a tomar un taxi e ir a casa.

- Seguramente Richard y los muchachos ya se habrán ido... – pensé al ver la hora en mi reloj.

La cita con Chris, fue un poco insípida, aunque sí la pase bien, él fue a buscarme a la universidad luego de que ambos termináramos con nuestras responsabilidades, fuimos en carros separados hasta llegar a un restaurant que casualmente quedaba cerca de su apartamento, en dónde hablamos, reímos y compartimos uno que otro toqueteo.

Chris era el tipo de hombre que trabajaba en oficina y en sus ratos libres compartía su tiempo en sus placeres que eran la música y el sexo. Yo trataba de no sentirme nervioso cuando tocaba ese tema sexual tan explícitamente con la gente alrededor mirándonos y él al verme me provocaba aún más soltando otra de sus depredadoras sonrisas. Para luego, cambiar el tema a la música que tocaba generalmente, él se centraba más que todo en Rock y una que otra canción popular a la que valía la pena hacerle un cover.

En medio de la cena y ya cerca del postre, me tomó de la mano y comenzó a cantarme en un tono bajo. Yo estaba tan concentrado sin borrar una sonrisa boba de mi cara, que no me di cuenta que él había dejado de cantar porque noto que lo estaban filmando con un celular, haciendo que los dos termináramos con el momento muertos de la pena.

Extrañamente era yo el que le hacía preguntas, él las contestaba tranquilamente, pero no se preocupaba en saber de mí. Solo en mirarme y recordarme lo bien que me veía esa noche.

Al finalizar la cena, Chris pagó la cuenta y fuimos a su carro, en dónde volvió a apresarme con otro de sus besos intensos.

-   ... ¿Y? – preguntó al separarse.

-   ¿Q-qué pasa?

-   ¿Me gané mi premio?

-   Jajaja… Chris, creo que sí.

-   Bien, vamos a mi apartamento. Quiero cogerte.

-   Ehhh… Mi carro – dije mirando hacia otro lado.

-   Luego lo vienes a buscar – respondió sin importancia.

El camino hacia su apartamento lo hicimos en silencio, él actuó normal en todo momento, incluso en el ascensor al quedarnos a solas, caminamos por un pasillo hasta que él abrió las puertas y al cerrarlas tras de mí su mano se posó en mi cuello para pegarme a la pared con bastante fuerza.

-   Al fin a solas, mi príncipe.

-   Coño, Chris… Me haces daño.

-   Aguanta, maricón… Que apenas empiezo – me dijo muy de cerca.

Con eso que dijo me dio otra de sus sonrisas para soltar un poco el agarre y darme un suave beso en los labios. Con su otra mano, comenzó a desabrocharme la camisa para poder llegar hasta mi pecho y volver a tocar mis pezones con mucha paciencia. Un hormigueo estaba naciendo en todo mi cuerpo con cada parte que Chris tocaba, era una deliciosa corriente eléctrica que dejaba escapar gemidos de mi boca y que él seguía disfrutando.

-   Ahhh… ¡Chris!

-   Sí, di mi nombre… ¡Ohhh! – dijo sorprendido –… No me había dado cuenta que puedo hacer esto.

Seguido de sus palabras, soltó mi cuello para tomar mi cabello en una caricia y terminar jalándolo con fuerza causándome un gemido de dolor. Pero, a él no le importó en absoluto y siguió su tarea de acariciar mi cuerpo con dedicación. Repartía besos por mi cuello, pecho y terminaba por mis pezones para regresar a comerme la boca salvajemente, todo eso sin soltar mi cabello.

Yo quería saciar el deseo sexual que hacía mucho tiempo estaba dentro de mí. Mis manos tampoco se quedaron tranquilas, trataron de ser parte de la acción, quería tocar a ese hombre con todas mis ganas, hacerlo mío de alguna forma… Fue entonces que él, inesperadamente soltó su agarre y fue mi turno de atacar. Abrí su camisa con rapidez repitiendo las mismas acciones que él me hizo, él estaba entre sorprendido y excitado dejando escapar uno que otro quejido, yo fui directo a su clavícula dándole una mordida para luego repartir besos por todo su pecho y llegar a sus pezones que me comí salvajemente.

-   Para, maricón.

-   ¿Qué pasa? – pregunté impaciente.

-   Ve a mi habitación, al fondo. Desnúdate y espérame en la cama.

-   ¿Qué vas a hacer tú?

-   Marico, cállate y obedece – me ordenó empujándome.

Yo respiré un poco tratando de calmarme y seguí sus órdenes. Caminé por su apartamento sin detallarlo realmente, al entrar en su habitación, me di cuenta que podía pasar por una habitación de hotel por lo limpia y lujosa que estaba. Me quité toda la ropa rápidamente dejándola en el piso, al quedar completamente desnudo me vi en el espejo que tenía en una de las paredes detallando mi cuerpo por unos segundos y un nerviosismo nació en mí, pero negué con la cabeza rápidamente.

Caminé por la habitación para calmar mis nervios y me acerqué a la ventana, analicé si alguien podía vernos a pesar de estar en un piso alto y cerré la cortina por seguridad.

Estaba completamente excitado viendo mi verga erecta, me di una leve paja viéndome al espejo para luego sentarme en la cama a esperar a Chris, él no tardó en llegar completamente desnudo con unos condones y lubricantes en una mano y la otra la mantenía con el puño cerrado.

Me sorprendí gratamente al verlo sin ropa y el pensamiento de que a ese hombre le gustaban mucho las rosas volvió a mi mente, ya que había más tatuajes no que había visto antes. El de su mano, su otro brazo entero estaba tatuado, el de su hombro que enmarcaba una parte de su cuello y cerca de la clavícula, uno pequeño en su pecho, las dos rosas de la pelvis, uno en su pierna y otro más en su pié.

-   ¡Vaya!... ¿Tienes otro tatuaje más?

-   Jajaja… Estos dos – dijo volteándose.

Esta vez me mostró uno que marcaba su columna vertebral y terminaba muy cerca de su culo y otro, que estaba en una de sus nalgas, todos los diseños de unas rosas negras.

-   ¿Qué tal? – preguntó.

-   Bien… Muy bien, en serio… Me gustan.

-   Cuando eras carajito, te dije que un día te los mostraría todos – dijo acercándose.

-   Y lo prometiste.

Él me dio una sonrisa tranquila lanzando los condones y el lubricante en la cama, con su mano libre volvió a hacer el mismo gesto de darme una leve caricia, para luego tomar mi cabello con fuerza y acercarme a su verga. Yo iba a metérmela en la boca, pero me detuvo mostrándome su otra mano y revelando lo que sostenía… Un par pastillas de colores.

-   ¿Quieres antes de empezar?

-   ¿Ehhh...?

-   No me digas que nunca las has probado.

-   Mmm... No – repetí con lentitud –… No, Chris.

-   Ahhh… Bueno, entonces métete esto en la boca y empieza a disfrutar.

-   Pero, ¿Qué te causa eso? – pregunté desconfiado.

-   Placer marico, ¿Qué más?

Yo me levanté mirando las pastillas que tenía en la mano y un pensamiento vino a mi mente, diciéndome que no era buena idea tomar eso.

-   No, no voy a tomar eso.

Así que negué con la cabeza y Chris viéndome con decepción se tomó las dos sin problemas.

-   Tú te lo pierdes, anda. Empieza a mamar.

-   ¿Qué tal si me besas primero?

-   Dale, pues…

Después de decirme eso, me empujó en la cama y prácticamente saltó encima de mí para poder besarme. Nuestros calientes cuerpos se encontraron para dar paso a una sesión intensa de besos, Chris no dejaba de besarme y mover su pelvis al mismo tiempo, haciendo que nuestras vergas lucharan entre nuestros cuerpos. Al abrir mi boca, él sonrió enterrando su lengua en mi interior, ambos gemíamos, nuestras lenguas se encontraban, compartíamos fluidos, tanto así que no me di cuenta cómo su hábil lengua pasó una de las pastillas de éxtasis a mi boca y logrando que me la tragara sin poder hacer nada más.

-   Epa, vale… – dije luego de entender lo que había pasado.

-   Ahora disfruta, marico.

-   C-Chris.

Él para evitar que siguiera hablando me abrazó y siguió besándome intensamente, rodamos por su cama un poco quedándome justo encima de él, lo que le dio paso a que sus manos juguetonas tocaran mis nalgas sin problemas. Ese hombre me agarraba el culo como si fuese de su propiedad, amasando mis nalgas y repartiendo una que otra nalgada aumentando las corrientes de mi cuerpo.

-   Ahora sí, mámame la verga – me ordenó.

Yo bajé lentamente por su cuerpo hasta quedar en frente a ese falo de carne, con un glande rosado llegando a un tono oscuro por la presión que tenía, la tomé entre mis manos para iniciar con una leve paja e ir lamiendo la cabeza con energía. Con cada lamida que hacía, él soltaba un gemido de su boca incitándome a seguir, la recorría desde la base hasta la punta, chupando y sintiendo como esa verga se hacía más grande y mucho más dura. Pero, lo que más me excitaba era escuchar los gemidos de Chris mientras le estaba comiendo la verga, él no se quedaba tranquilo, su cuerpo se movía bastante dando una que otra sacudida y sin dejar de sonreír.

Cuando estaba a punto de separarme, me tomó del cabello fuertemente para guiar la mamada de una forma brusca y acelerada. Él me cogía en la boca bastante rápido, movía sus caderas y yo trataba pobremente de detenerlo, pero mis manos no podían controlar el movimiento de su pelvis. Por pequeños segundos enterraba su verga en mi garganta mientras soltaba maldiciones al aire para soltarme y repetir el proceso unas cuantas veces más… Creí que ese hombre tenía mucho aguante o es que la mamada que le estaba dando no llenaba a sus expectativas, pero esos pensamientos se fueron cuando me separó unos cuantos centímetros de su verga y al pajearse unos segundos, los disparos de leche fueron directo a mi cara cubriéndome todo.

-   ¡¡Ohhh, sí!!... ¡Puta, que rico!... ¡AH! – gimió batiendo su verga contra mi cara.

-   Para la próxima avisa – le dije separándome un poco.

-   Shhh… Lo hiciste de puta madre… ¡Ufff!… ¡Mierda! – respondió recostándose.

-   Gracias.

Yo me arrodillé en la cama mientras me limpiaba con el dorso de mi mano, en el proceso, probé un poco de su leche dándome cuenta del fuerte sabor que tenía y causándome un poco de asco. Yo usé un poco de su leche para lubricar mi verga y volver a hacerme la paja, ya que se me había bajado un poco. Él al recomponerse y verme con una sonrisa, me pidió que me acostara.

-   Bien, le toca a mi príncipe maricón.

-   Mmm… ¡Por fin!

-   Jajaja… Acuéstate.

Al estar acostado, Chris se levantó de la cama para verme desde un punto de la habitación, tenía la mirada pegada a todo mi cuerpo, examinándolo y en ese punto de verdad creí que yo sería su próxima presa.

Él se acercó de nuevo a la cama y tomo mi verga en sus manos para hacerme una furiosa paja, yo me trataba de controlar, pero gemidos salían de mi boca sin que yo lo quisiera, eso hacía que la sonrisa de ese hombre se hiciera más amplia.

Sin esperar mucho, él se acercó a mi verga para hacerme una rica mamada que yo esperaba desde el momento en que lo había conocido, lo hacía bastante bien, moviendo su cabeza en un sube y baja lento y coordinado, se deleitaba con mi verga chupándola desde la base hasta la punta y jugando con mis bolas.

Luego de estar unos minutos acostados, mis piernas se fueron abriendo involuntariamente, lo que dio paso a que Chris moviera su mano hacia mi culo tanteando mi entrada, él se separó de mi verga, para abrirme las piernas completamente y hundir su cara en mi culo con brutalidad. Sentía como me comía el culo con ganas, como si realmente quisiera devorarlo, su lengua y sus dedos se movían tan rápidamente dilatando mi ano que creía que estaba desesperado por cogerme, pero no estaba preparado para lo que vendría.

Él se separó, me volvió a ver de esa manera que me estaba excitando y asustando al mismo tiempo, me lanzó un beso para luego ir a buscar en su armario un vibrador eléctrico.

-   ¿Lo quieres? – me preguntó lujuriosamente.

-   Jajaja… ¿Estás loco?

-   Yo creo, pero te lo voy a meter para prepararte primero.

-   No jodas, Chris.

-   ¿Qué?... ¿Nunca te has metido uno?

-   Ehhh… ¡No!

-   Pues… ¡Disfruta, que lo que te viene es candela!

No me dejó pensarlo, en menos de cinco segundos, ya tenía el vibrador en el culo tratando de penetrarme, yo me revolvía como loco y Chris no hacía más que sonreír viendo cómo me iba entrando poco a poco.

-   Coño… – gemí agarrando las sábanas.

-   Y lo que te espera… – dijo mirando a mi culo.

Después de abrir su boca, él encendió el aparato haciéndome dar un grito que seguramente escucharon los vecinos. Él se reía con mucha gracia, viendo como el vibrador enviaba deliciosas corrientes eléctricas por todo mi cuerpo, estaba en una fiesta, disfrutando sin dejar de gemir. Después de una pausa, comenzó a cogerme con el vibrador, logrando que volviese a gemir sin control, estaba entregándome por completo y él ni siquiera había puesto su verga en mi culo.

-   ... Estás pasado de maricón, mi príncipe.

-   No… No… No jodas, Chris… ¡No pares!

-   Jajaja… De bolas que no voy a parar.

Él aumentó la velocidad del vibrador y yo volví a gritar como una perra en celo.

En ese momento, Chris balbuceó algo de que era “la hora”, empezando a comerse mi cuerpo, desde las piernas, pasando lentamente por mi abdomen y pecho, concentrándose en mis brazos y axilas, repartiendo besos, chupones, lamidas y mordidas.

Y mientras hacía todo eso, entendí a lo que se refería con lo de “la hora”. El éxtasis estaba haciendo efecto haciéndome sentir en la gloria, no supe cuando empezó exactamente, mi cuerpo actuó por sí solo, mi corazón, mi respiración, mi mente… Todo mi cuerpo iba demasiado rápido, cada toque en mi piel me hacía sentir algo inexplicable, alegría, libertad, excitación… Pero, no era suficiente, quería más…

Estaba extasiado.

-   ¿Listo? – preguntó luego de darme un beso.

No le contesté y el volvió a sonreírme con burla. En un par de movimientos había sacado el vibrador para luego meterme su verga entera en una sentada, no supe si se colocó el condón o no, pero no me importó, solo quería que me cogiera lo más rápido posible. Yo seguía en mi estado de placer, solo sentía como metía su verga y la sacaba a un ritmo rápido tocando ese punto que me volvía loco.

-   Ponte en cuatro, príncipe.

- Fuck…

-   ¿Qué?

- Fuck me, asshole.

-   Ahhh… ¿Quieres que te coja?... ¡Pues ponte en cuatro, perra!

Una cachetada fue directa a mi cara, pero no le reclamé en ningún momento, tan sumiso como estaba me di la vuelta para recibir otro golpe en mis nalgas y Chris volvió a meterme la verga retornando a su vaivén salvaje.

Él definitivamente le gustaba jugar con todo mi cuerpo, porque volvió a peinar mi cabello en una cola, lo sostuvo entre sus manos y le dio un tirón mientras actuaba que era un jinete domando a su caballo. Gemíamos al unísono, acompañados del chasquido que se formaba en el momento en que su pelvis pegaba con mis nalgas.

-   Ya estoy cerca, mi príncipe.

-   Y yo… Casi me vengo.

-   ¡No te toques! – me dijo –… Voltéate de nuevo, quiero verte lleno de placer.

Regresamos a la posición inicial, Chris tomó mis piernas montándoselas en los hombros, para luego inclinarse y casi pegarlas a mí pecho para tener mejor acceso a mí culo. Fue una penetración tan profunda, él sabía moverse bastante bien, iniciaba clavando su verga lento hasta casi meterme sus bolas, la dejaba quieta unos segundos para después moverse lentamente y aumentar el ritmo hasta volverse la cogida salvaje de siempre.

No dejábamos de mirarnos, yo estaba recibiendo latigazos de placer en todo mi cuerpo, me agarré de su espalda hasta el punto de arañarlo y no pude más... Me vine sin haberme tocado, los trallazos de leche cayeron en nuestros vientres, pechos, cuellos y en mi cara. Él dio un grito de victoria para después darme unas estocadas fuertes, sacarla rápido, quitarse el condón que tenía y acabarme en la cara llenándome de leche…

-   ¡¡AHHH!!... ¡¡TOMA LECHE, PUTO!! – gritó.

Yo estaba en completamente perdido en el placer viendo como seguía acabándome en el cuerpo hasta quedar completamente satisfecho. Él vio su obra maestra para luego ir tomando los restos de semen con su lengua e ir soltándolos en mis labios, mientras me repartía unos cuantos besos.

-   Eres un maldito morboso – le dije luego de recuperarme.

-   Jajaja… A mí me gusta la leche – respondió tragándosela.

-   Sí, bueno – traté de decir limpiándome –… Dirás que te gusta jugar con ella.

-   Es lo mismo.

-   Estoy… ¡Ufff!

-   Jajaja… De nada – respondió bastante creído.

-   Joder…

Yo me quedé mirando el techo esperando a calmarme otro poco. Sinceramente había sido el mejor sexo que había tenido hasta el momento… Estar con otro hombre fue increíble, me hacía sentir tan bien, era algo nuevo que no había probado y me había gustado.

Lo otro fue el efecto que me causó esa droga que Chris me había dado, el efecto aún no se iba, todas las sensaciones a mi alrededor las sentía multiplicado por diez y me daba cuenta por esos leves movimientos que él hacía al rozar mi cuerpo mientras se recostaba a mi lado.

Finalmente después de estar un rato así en silencio, él encendió un cigarro para fumarlo lentamente, me ofreció un poco, pero me negué al momento.

-   Cuéntame, príncipe… ¿Cómo estuvo?

-   De puta madre – dije sinceramente.

-   De nada…

-   Jajaja… Yo también hice mi parte.

-   Sí, pero yo hice todo lo demás.

-   Que idiota eres.

-   Mmm… Y llevabas mucho sin tirar… ¿No?

-   Pues sí… ¿Fui tan obvio?

-   Claro, parecías virgen – contestó expulsando el humo de su pecho.

Yo solté una carcajada pensando que era cierto y para ese momento me sentí un completo idiota por desinhibirme de esa manera. Pero, Chris me causó esa sensación y no pude más que sentir alegría por eso, había logrado mi objetivo de tener relaciones con otra persona que no fuese Arturo y estaba más que feliz.

En eso pensaba, hasta que se me cruzó por la mente que mañana tenía que ir asistir a una convención de arte contemporáneo y un grupo de música iba a tocar ese día. Me pareció adecuado invitar a Chris y después de eso podríamos repetir lo que acabábamos de hacer.

  • ¡Oye! – dije abriendo mi boca sin pensar –… Mañana me gustaría...

  • ¿Mañana? – me interrumpió burlón –… Mañana tengo otra cita. Lo siento.

  • Ahhh... Ok – dije decepcionado –… ¿Y después?

  • No, no, Drew... Lo entendiste mal. “Esto” fue de una sola noche.

  • Ahhh... Ya veo – dije sin entender un coño.

  • No me mal entiendas, eres bueno cogiendo, te comportas muy bien, pero yo soy un hombre que no le gusta repetir.

  • Ya… – dije levantándome de la cama.

  • Jajaja... Tranquilo, Drew. No te comportes como un niño.

  • No lo hago.

Él me miró extrañado desde la cama y yo solo traté de buscar mi ropa que supuestamente había dejado en el piso, pero ahora estaba esparcida por todo el cuarto.

  • No te entiendo, desde el primer momento te dije que solo buscaba tirar.

  • Sí pues… Pero, pensé que – dije sosteniendo mi ropa –… Lo de la cita.

  • La cita fue para que me dieras tu culo, ese fue el trato.

  • Ya… No tienes que explicarme nada, Christian – dije cansado vistiéndome.

  • Mucho cuidado, Andrew... No te enamores a la primera.

  • No me enamoré – le dije en voz baja algo herido.

  • ... Me harás sentir mal.

  • No lo hagas – dije serio y con ganas de golpearlo.

  • Bueno... ¿Ya te vas?

  • Sí, voy a buscar mi carro antes que cierren el estacionamiento.

  • No conduzcas con el efecto del éxtasis, aún no se te ha pasado – recomendó sin ganas.

  • Ehhh… Gracias, entonces me iré en taxi.

  • De nada – dijo mostrándome su cuerpo tranquilamente –, cierra cuando te vayas.

Cerré la puerta de su apartamento de un portazo sin importarme lo que pensara y luego de un arranque de furia le di un puñetazo a la pared.

  • Maldito…

Y me fui a mi casa.

Luego de eso, creí que sólo había sido una mala experiencia con un hombre, que la siguiente vez sería diferente, pero en realidad todo fue peor y en bajada.

La siguiente vez, después que salí con Christian, fue cuando tuve un accidente chocando contra una defensa y mi carro quedó con toda la trompa destrozada. Por suerte a mí no me había sucedido mucho, solo un par de golpes en la cara junto a otros raspones y allí fue que lo conocí a él...

Un policía bastante amable que se preocupó demasiado al verme, mucho más al ver mis documentos de identidad notando que era gringo. Ese hombre era un moreno alto, de buen cuerpo uniformado, él me revisó y me preguntó en todo momento si me encontraba bien. No dejaba de mirarme, ni siquiera cuando se comunicaba con sus compañeros por el walkie-talkie y por curioso él me preguntó cómo es que hablaba tan bien con acento venezolano, contestándole que prácticamente había pasado mi vida entera en éste país...

El tipo me trató como ningún policía me había tratado antes, con respeto... Fue tan buena química que causamos en ese momento que él se atrevió a tomar mi número del reporte y esa misma noche me llamó muy nervioso para saber cómo estaba.

- ... Escucha… Esto se supone que lo hacemos para… Para certificar que el ciudadano se encuentra en buen estado.

  • Tranquilo, man. Estoy bien, solo unos golpes y ya.

- Qué bueno, bro… De pana que fue un gran coñazo que le diste a la defensa.

  • Sí, lo sé… Creo que el carro va a quedar irrecuperable. El seguro no va a pagarme mucho por esa vaina.

- Jajaja… Estamos en Venezuela, aquí nada sirve – dijo sin más.

  • Coño, es raro que esa vaina me lo diga un policía.

- ¿Por qué, pues?

  • No sé… Tú sabes… Eres policía, hay que aparentar que todo está bien. ¿No?

- No vale… Hablemos claro, tú y yo sabemos que el país esta vuelto verga… Muchos de nosotros se aprovechan de los demás porque… Bueno, el poder – trató de decir.

  • Sí, lo sé… Pero, tú no eres así… ¿No?

- No te voy a mentir… He tenido mis momentos, pero trato de no joder demasiado, después me matan por joder a quien no debo.

  • Ya veo, que jodas a un malandro no debe ser divertido.

- No solo a los malandros, me refiero a otro policía, o militar… Hasta hay que tener cuidado si es algún político, esos te hacen la vida imposible si te metes con ellos… Así es la vida de un policía.

  • No me lo imaginaba, mi pana.

- Ya te dije, estamos en un país jodido. Pero, vivimos en el, así que nos jodemos todos.

  • Sí, tienes razón.

- Escucha, me gustaste – dijo sin pensar –… ¡DIGO, ME GUSTO HABLAR CONTIGO!

  • Jajajajajaja… Tranquilo, a mí también me gustó hablar contigo.

- ¿Qué tal si…?

  • ¿Sí? – pregunté nervioso.

- ¿Quieres tomarte unas cervezas conmigo?... Podremos seguir hablando.

  • Claro – dije contento –… Ehhh… Nunca me dijiste tu nombre.

- Ahhh… Sí, disculpa esa. Me llamo Jorgel.

  • Un placer…

- Bueno, entonces ¿Nos vemos mañana?

  • Claro mi pana, tú dime dónde y yo me llego.

- Jajaja… Que loco escuchar a un gringo hablar como uno… Dale, ya te envío la dirección de una tasca.

Al día siguiente me encontré con él, ya venía vestido de civil y a pesar de que el uniforme engaña el cuerpo haciéndolo ver más grande, en él no hubo mucha diferencia. Me saludó muy animado y empezamos a tomar hasta muy entrada la noche, la conversación fue fluida, él me contaba parte de su vida y sus anécdotas como policía, mientras yo me reservaba a hacer pequeños comentarios de mi vida.

Sus deseos tampoco se dejaron opacar, volvió a decirme que le había gustado bastante y yo al mirarlo detalladamente, decidí aceptar sus deseos.

La calentura nos ganó, me ofreció ir a un hotel cerca de la tasca y acepté con ganas. Esa noche me cogió fervientemente y después de estar jugando con sus nalgas, había decido entregarme su culo para que yo lo penetrara con fuerza... Lamenté que no tuviese el uniforme en ese momento para poder cumplir la fantasía de muchos hombres de cogerse a un uniformado.

Después de acabar, creí que iniciaríamos algo esa noche… Por lo menos una simple amistad. Pero, el tipo me decepcionó, a él solo le interesó haberse cogido a un gringo.

Prácticamente me había dicho lo mismo que Christian, pero con diferentes palabras.

La siguiente decepción fue un par de semanas después... Yo seguía sin carro y a Richard lo había atacado una de esas fiebres extrañas de Venezuela, no recuerdo si fue el “chikungunya”, o la “fiebre porcina”... Era una mutación del dengue, que dejó a mi amigo en cama imposibilitado de moverse y dejándome a mí sin trasporte.

Después de unos días de sufrir en el metro, una de las chicas que trabajaba en la casa, me recomendó irme en camioneta y me dio indicaciones para ir a una línea que me podría dejar cerca de la universidad. Después de  dar unas vueltas por la zona, finalmente conseguí las camionetas que me llevarían y yo le agradecí a Dios en ese momento, más que todo porque no deseaba montarme en metro.

Allí fue que conocí a otro chamo y digo chamo porque es lo que era... Un chico de 18 años que trabajaba con su hermano mayor como colector de dinero en una de esas camionetas, él era bastante simpático, moreno, de mi misma estatura, rellenito en algunas partes de su cuerpo, unos labios gruesos y ojos castaños bastante claros.

Los primeros días me esquivaba la mirada, también se equivocaba al darme el vuelto, luego de unos días la situación cambió, me saludaba más tranquilo, contaba dos veces antes de darme el dinero de regreso y cuando iba de asiento en asiento ofreciendo chupetas, galletas o chocolates se concentraba en darme una sincera sonrisa.

Una tarde, estaba esperando a que se llenara la camioneta y fue cuando él se acercó para presentarse como Said, hablándome con un tono caribeño, desde hacía días yo estaba esperando el momento en que él se acercara a mí. Sabía que él deseaba hablarme como lo estaba haciendo en ese momento, lo había visto muy contrariado, negando con la cabeza y luego alejarse de mí hasta que esa tarde estaba de pié extendiendo su mano nervioso.

Otro pensamiento que estuvo rondando por mi cabeza desde hace días es que no quería repetir la experiencia de la vez pasada, sobre esa hazaña que había logrado Christian y Jorgel de haberse cogido a un estadounidense, así que decidí que ésta vez no sería el “típico gringo”...

  • Me llamo Andrés , mi pana. Un placer.

  • No, el gusto es mío... Y... ¿Qué tal andas? – me preguntó nervioso sentándose en otro de los asientos.

Después de ese día, yo trataba de llegar temprano o esperar un poco para que llegara la camioneta donde trabajaba Said para hablar un poco con él, generalmente me contaba de lo que hacía, su trabajo y demás... Como broma, me dijo que nunca se había equivocado tanto al dar el vuelto del pasaje, dejando escapar que yo lo ponía nervioso, lo que ocasionó que sonriera internamente.

También me comentó que había dejado el colegio desde que tenía los 15 años, porque se dio cuenta que ganaba más plata haciendo lo que hacía, que convirtiéndose “en un profesional que ganaba salario mínimo”, yo no pude recriminarle nada, solo aceptar que ésa había sido su decisión y que era problema de él si llegaba a arrepentirse. Yo trataba de no contarle mucho sobre mí, solo que iba a la universidad y estudiaba arquitectura... Lo que ocasionó que él me apodara como “El Misterioso”.

Una mañana, vi como llegaba su camioneta, pero no se paró en la línea, a pesar de toda la gente que estaba esperando en la parada, él me hizo señas y yo fui lentamente hacia allá. Unas señoras comenzaron a gritar que había un orden en la cola y que no fuera abusador, pero sinceramente no les presté atención, solo quería ir a hablar con Said. Al subirme en la camioneta lo saludé como siempre, mientras su hermano mayor me miraba con asco bajándose de la camioneta y dejándonos solos.

  • ¿Qué le pasa? – pregunté.

  • Nada, nada... Es que la mujer no le dio el culo anoche y anda arrecho gritándole a todo el mundo.

  • Ya veo...

  • ¿Y qué me cuentas “misterioso”?

  • Jajaja... Nada interesante, man. Sólo quiero salir de vacaciones e ir a la playa.

  • Mmm... ¿Solo a la playa?

  • Ehhh... ¿Tienes otros planes? – pregunté curioso.

  • B-Bueno... Es que...

  • ¿Sí? – pregunté sonriéndole, haciendo que aumentara su nerviosismo.

  • T-Tengo... T-Tengo...

  • Marico, habla ya.

  • Jajaja... Perdón – dijo mostrándome dos entradas –... Tengo estos pases para el juego “Caracas-Magallanes” de éste sábado.

  • ¡Coño, qué bien!... A mi pana Richard le gusta mucho el beisbol y es Magallanero, yo le voy al Caracas, solo para joderle la vida. Gracias – dije tomando las entradas.

  • No, coño – protestó –... Te estaba invitando solo a ti.

  • Jajajaja... ¡Ya sé, pendejo!... ¡Debiste ver tu cara!

  • Ahhh...  – dijo mirando hacia otro lado apenado.

Antes de que yo le dijera algo más, él se había abalanzado a mis labios para darme un profundo beso, fue tanta la sorpresa que al separarse él comenzó a reírse bastante.

  • Epa... – pude decir después del beso.

  • Jajajaja... ¡DEBISTE VER TU CARA!

  • ¿Qué hacen, maricones? – preguntó su hermano subiendo a la camioneta.

  • ¡Nada, solo hablamos! – respondió Said.

  • Sí, aja... Maricones – dijo arrancando el vehículo.

  • No le pares bola a mi hermano – susurró –... El sábado lo terminamos.

Y se fue a hacer su trabajo como colector...

El siguiente sábado, un Richard muy celoso de que yo fuese al partido y él no, finalmente me había dejado salir de la habitación. Yo había tomado la moto de mi amigo y me había llegado al Estadio Universitario, dónde sería el partido. El estacionamiento estaba completamente lleno, la gente haciendo fila para entrar, otros comprando entradas a última hora, algunos comprando cerveza y comida para pasar el rato, otros esperando a sus parejas y allí es dónde se encontraba Said, más nervioso que nunca.

Me saludó de forma rápida mirando a todos lados, diciéndome que su hermano estaba cerca y que era mejor entrar al estadio para que no nos encontrara juntos, yo para no causarle más problemas acepté y entramos. El partido estuvo realmente bueno, acompañado de unas cervezas y unos perros calientes, mientras hablábamos y reíamos tranquilamente, esa noche el Magallanes “dejó en el terreno” al Caracas y antes de que el partido oficialmente terminara, Said me pidió que lo acompañara...

Ya en el estacionamiento, vi que me guiaba a la camioneta de siempre, él abrió la puerta, subimos rápido para que luego él cerrara la puerta y la bloqueara. Yo me preguntaba por dónde iba a empezar esto y cuanto tiempo nos daría antes de que su hermano llegara, pero no me dejó analizar las posibilidades, ya que Said se había vuelto a lanzar sobre mí. Me besaba desesperadamente, hasta de una forma un poco inexperta, yo tuve que separarlo un poco, guiándolo para que el beso fuera pausado, profundo y algo juguetón.

  • ... ¿De qué tenemos tiempo? – pregunté mordiendo sus labios.

  • No mucho... M-Mi hermano va a llegar.

  • Bueno, entonces vamos a apurarnos. Sin juegos.

Yo le apreté el paquete por encima del pantalón y guié su mano a mi paquete para que viera lo excitado que estaba. En menos de un minuto abrimos nuestros pantalones dejando escapar nuestras vergas, nos hicimos una rica paja repartiéndonos besos de vez en cuando, yo bajé a su entrepierna para hacerle una rica mamada, logrando que gimiera como el carajito que era, sentía que no tenía mucho tiempo si quería acabar esa noche, así que me separé y le obligué a que se comiera mi verga.

Claramente él no era un experto mamando, pero hizo un trabajo medianamente aceptable, lo tenía controlado tomándolo de la nuca haciendo un sube y baja bastante rápido, tanto así que sin que él lo esperara me vine en su boca y con risa vi que se había ahogado un poco con mi descarga.

Él se estaba limpiando la leche que tenía en la boca cuando le dije que podía ayudarlo a acabar, pero él negando de mala manera me pidió que me fuera de la camioneta.

  • ... Ya mi hermano viene.

  • No vale, déjame ayudarte – le pedí tocándole la verga.

  • ¡Que no vale!...

  • Ahhh... Pues, ¿No te gusta que te hagan una mamada?

  • No, No me gustó... Ya, olvídalo – dijo levantándose y abriendo la puerta.

  • Bien, perdiste tu oportunidad.

  • Sí, ajá – respondió sin mirarme.

Al bajarme, no entendí lo que había pasado, mi mente trabajó muy rápido y la única respuesta que dio fue que había sido muy rudo con el chamo, dándome cuenta del error que había cometido. Así que antes de que me cerrara la puerta, yo hice fuerza y la detuve con mis manos.

  • ¡Espera, Said!... Escúchame, yo... ¡Lo siento!

  • Ok – dijo sin ganas –... Pero, ya vete, Andrés.

Yo retrocedí viendo la cara de decepción de ese chico y me fui en dirección a la moto de Richard.

Me sentí culpable por haber arruinado todo con él de una manera tan rápida, me sentí tan frustrado que lo único que pude hacer fue dar un grito que alertó a algunas personas que estaban en el estacionamiento, pero no me importó su reacción, me monté en la moto y me fui de allí.

...

Y la última de esas malas experiencias que puedo recordar, fue con otro pana que tenía mi edad.

Él chamo se llamaba Fidel, lo conocía desde antes porque estudiaba ingeniería civil, generalmente lo veía relajado leyendo un libro en la biblioteca y luego tomándose una chicha dónde el Sr. William o simplemente acostado en Tierra de Nadie.

Un día casi entrando a clases, se había acercado a mí con una expresión seria.

  • Epa, ¿Andrew? – me preguntó serio.

  • Ehhh... Sí, ¿Qué pasa? – respondí algo desconfiado.

  • Ahhh... No, nada... Hola.

  • Mmm... Hola.

  • Jajaja... ¿Qué tal estás?

  • Bien – respondí sin entender por qué estaba hablándome.

  • ¿Y Richard no está contigo?

  • Pues... No, está enfermo en casa.

  • Ahhh... Menos mal – dijo con tranquilidad.

Después de eso había comprendido la situación... Y es que Fidel siempre me había visto por la facultad con Richard, pero no se había acercado a mí en ningún momento por miedo a que mi amigo le cayera a coñazos. Por primera vez en mucho tiempo me había visto sin mi guardaespaldas y por eso se decidió a dar el primer paso de hablarme e invitarme a salir.

Yo estaba riéndome por la situación, más que todo porque desde un principio yo tuve razón de que si mi amigo no me hubiese protegido tanto, yo habría tenido más acción en mi vida universitaria y ésta era la prueba de ello.

Allí estaba un Fidel nervioso mirando a todos lados, esperando a que yo aceptara salir con él, con la condición de que Richard, “no le fuera a caer a coñazos”.

Él era un chamo de piel trigueña, más bajo que yo, con una complexión física algo gruesa, no estaba en forma como yo, pero tenía lo suyo, unos ojos castaño oscuros y lo que más resaltaba en él era su vello corporal, el tipo estaba cubierto y se podría llamar lo que se conoce en el mundo gay como un “Oso”.

En realidad, Fidel no me atraía mucho, pero quería darle una oportunidad, él se había esforzado en hablarme a pesar de que si lo hacía seguramente Richard, le habría frenado en su intento. Y por lo que pude ver, él estaba actuando de manera sincera, me estaba pidiendo tener una cita tranquila en el cine y luego ir a tomar unos tragos si me apetecía.

Así que yo acepté gustoso la invitación...

  • Verga... ¿De pana?... – preguntó sorprendido.

  • Sí, pues... No tengo problemas en salir contigo, estoy seguro que la pasaremos bien – respondí relajado.

  • Claro, claro... ¡De bolas que sí!

  • Bien, debo entrar al taller.

  • Dale, dale... Y gracias, yo te llamo – dijo despidiéndose muy animado.

Mi cita con él no hubo nada que resaltar, el cine estuvo tranquilo y luego entramos en un bar a tomarnos unas cervezas, no hablamos mucho de nuestra vida privada, lo que me dio paso a entender a dónde iría nuestra relación y decidí dar el primer paso para colocar mis términos.

  • ... Mira, Fidel... Voy a serte bastante claro, necesito sexo, quiero tener sexo contigo y voy a cogerte, ¿Me entendiste?

  • ¡Verga, man!... ¡Vas en serio! – exclamó sorprendido.

  • Sí, creo que sí – dije sonriendo –... Pero, lo que te quiero decir es que quiero tener sexo contigo y luego... Bueno, ver que podemos hacer.

  • ¿A qué te refieres con “ver que podemos hacer”? – preguntó pensativo.

  • Ser amigos, o llegar a algo más, como ser novios... Tú entiendes – resolví.

  • Ahhh... Es que yo no he salido del closet – me aclaró mirando a todos lados.

  • Bueno, yo técnicamente tampoco – expliqué –. Pero, algunos lo han descifrado por su cuenta.

  • Ahhh... Ya veo.

  • ¿Qué me dices?

  • Mmm... Déjame pensarlo, ¿Quieres?... Me dejaste algo loco con lo que dijiste.

  • Ya... Ya... Igual si quieres nos vamos y hablamos otro día.

  • ¡No, no vale!... O sea – trató de decir nervioso –... Sí quiero coger contigo y quiero intentar ser pasivo.

  • Bien – dije animado –... Por mí está bien, ¿Esta noche?

  • Sí, tengo un sitio... Un amigo me presta su casa para estos casos.

  • Mmm... ¿Él va a estar?

  • No vale... Ya se fue del país – señaló sonriendo.

El sexo con él fue... Diferente. No era experto siendo pasivo y yo tampoco tenía mucha experiencia siendo activo, pero igual lo disfruté.

Al principio, al estar desnudos fue clara la diferencia entre nuestros cuerpos, nos besábamos con timidez, nos hicimos la paja mutuamente, pero ninguno de los dos mamó la verga del otro, él se puso en cuatro para que yo dilatara su culo y cuando fue mi turno de clavarlo, lo hice con cuidado. Él gemía bastante mientras se estaba masturbando, de vez en cuando me miraba dándome una sonrisa de satisfacción pidiéndome que siguiera, haciendo que yo me lo cogiera en un ritmo acelerado, disfrutando de la calidez en su interior. Al momento de acabar, él lo hizo en las sábanas de la cama de su amigo y yo me quité el condón para poder acabarle en sus velludas nalgas dejándolo todo manchado con mi leche.

Pero al final, Fidel fue igual que los otros, me había probado y luego había desaparecido sin dejar rastro. Fue luego de un par de semanas que lo vi, caminando tomado de la mano de una chica a la que entendí que era su novia, él al verme se asustó bastante cambiando de rumbo con ella y evitando mirarme nuevamente.

  • ... ¿Ya puedo golpearlo? – me preguntó Richard a mi lado.

  • No, ya no vale la pena – respondí cansado.

  • Esta vez no lo alejé yo, él solito se fue...

  • Sí, ya sé...

  • No te desanimes – me dijo pasando su brazo por mi hombro.

  • No sé por qué me va tan mal.

  • Jajaja... Tal vez, eres “mala cama” – teorizó viendo mi cara.

  • No seas imbécil – dije golpeando su abdomen.

  • Jajaja... Lo siento, Drew... ¿Pero, no has pensado en que ser gay ya no es lo tuyo?

  • ¿Qué dices?

  • No sé, deberías intentarlo ahora con mujeres... ¡Tal vez te vaya mejor!

  • Sí, podría ser... Pero, tendré que descartar a todas las chicas de la universidad.

  • ¿Y eso por qué?

  • Porque todas nos están viendo en este momento caminar abrazados...

  • Ahhh... Ya, no importa. – dijo sonriendo.

A pesar de lo que dije, él no se separó de mí haciendo aún más cercano el abrazo, pasando su brazo por mi cintura de forma posesiva, logrando que todos hablaran de nosotros mientras caminábamos por la facultad.

No sabía por qué mis encuentros con esos hombres habían salido tan mal, me negaba a pensar que yo tenía la culpa en la mayoría de los casos y tampoco quería pensar lo que dijo Richard con respecto a ser “mala cama”.

Lo que sí era obvio, fue aceptar que había tenido muchos fracasos últimamente y que lo único que había logrado era darme otro golpe en el orgullo.

---*---

UN NUEVO MODELO A SEGUIR.

  • ... Créanlo o no, ésta persona se está haciendo de un nombre en su mundo laboral – dijo mi padre mientras conducía.

  • Sí, se supone que él solo hacía remodelaciones... Ahora está haciendo unos tres o cuatro edificios en Las Mercedes – corroboré.

  • Ajá... Todo bien... Pero, ¿Por qué tengo que ir? – protestó Richard desde el asiento trasero.

  • Richard – trató de decir mi padre cansado –... Andrew y tú tienen que ir conociendo a gente relacionada con su carrera. Es su futuro.

  • Sí... Ok – respondió sin ganas.

Estábamos los tres vestidos formalmente, de camino a un restaurant para almorzar con un arquitecto que era cliente de mi padre. Ellos iban a hablar de sus negocios y mi padre había aprovechado la oportunidad para que lo conociéramos... Aunque yo ya lo conocía de vista y es porque él había hecho la remodelación del primer apartamento de Mathew.

Al llegar, él nos esperaba en la entrada del restaurante y nos saludó con bastante energía.

  • ¡Buenas tardes, Joseph!... Andrew, has crecido bastante.

  • Hola... Buenas tardes, arquitecto – le saludé estrechando su mano.

  • Llámame, Fernando.

Fernando Márquez, el arquitecto, era un hombre en toda regla. Para ese momento él tenía unos 36 años muy bien llevados, de piel blanca, pero muy bronceada llegando a un tono canela, es alto superando la altura de Richard e igualando a la de mi padre, podía notar que tenía un buen cuerpo, mostrando un gran porte vestido en su ajustado traje azul marino, de cabello oscuro y unos increíbles... INCREÍBLES ojos azules.

Con el pasar del tiempo me di cuenta que él podía ser animado, dominante, serio, y algo rudo, pero también bastante cariñoso cuando se lo proponía. Todo un prototipo de hombre soñado, diría yo.

Yo no dejaba de verlo con una sonrisa, maravillado de sus palabras, él hablaba en un tono jovial, pero firme, sobre el futuro proyecto que tenía en sus manos, hasta que Richard dio un bostezo bastante alto haciendo que Fernando se detuviera, yo iba a reclamarle, pero mi padre se adelantó acercándose bastante y diciéndole algo en su oído que lo dejó algo frío, asintiendo enérgicamente.

  • Disculpen – dijo en voz baja.

  • Bien, entremos Fernando, tenemos negocios que hablar – dijo mi padre con una falsa sonrisa.

  • No hay problema... Claro, entremos. Después de ustedes, muchachos.

El almuerzo estuvo bastante tranquilo, ellos hablaban intercambiando ideas, Fernando le hacía todo tipo de preguntas y mi padre las contestaba con calma, dando una que otra recomendación para tratar con los clientes o algún funcionario del gobierno. Todo iba de maravilla, mi padre nos adulaba de vez en cuando diciendo lo bien que nos iba en la universidad, también sobre la buena capacidad que teníamos para realizar trabajos, sumado a la creatividad con los que lo hacíamos.

  • ... Los vieras en su taller en las madrugadas... Creando, discutiendo, riéndose mientras hacen sus planos y maquetas – comentó mi padre sin borrar su sonrisa.

  • Sí, sé lo que es eso... Yo estuve en sus zapatos hace una década – respondió Fernando levantando su copa.

Yo estaba internamente sorprendido por lo que decía mi padre, más que todo porque a veces venía uno que otro flashback de él insultándome y diciéndome lo inútil que era... Pero, allí estábamos, él agradeciendo al buen hijo que tenía, mientras yo sonreía levemente y Richard se mantenía concentrado en su plato.

  • Bueno, entonces no hay más nada que hablar, Joseph... ¿Andrew, Richard, desearían trabajar conmigo en mi empresa?

- Wait!... ¿Es en serio?... ¡Me encantaría! – respondí bastante animado.

  • Claro, es lo que necesitas en éste momento que estás casi finalizando la carrera, te vendrá bien empaparte en el oficio.

  • Sí, bastante tarde debo aclarar... Anthony cumplió los 18 años hace poco, también entró en la universidad y ya está trabajando en mi oficina.

  • Solo porque él lo quiso... – le aclaré volteando los ojos con una sonrisa.

  • Sí, pero eso no quita que sea hora de trabajar en su área – coincidió mi padre.

  • Espera... ¿Qué? – dijo Richard bastante confundido.

  • ... Un trabajo, Richard – respondió mi padre duramente.

  • Pero, yo no quiero trabajar con... No así.

  • Ehhh... Bueno, no entiendo – trató de decir Fernando.

  • Ni yo. Richard, ven – interrumpió mi padre –... Vamos a discutir esto.

Eso no fue una petición, fue una orden que mi amigo tardó en entender y cuando lo hizo se paró bastante rápido con la cabeza gacha. Traté de hacer que la discusión entre mi amigo y mi padre pasara desapercibida por Fernando, pero ellos estaban llamando la atención de todos mientras Richard negaba fervientemente y mi padre se acercaba tomándolo del brazo con fuerza diciéndole unas palabras en su oído.

En ese momento yo regresé mi vista a Fernando que veía el espectáculo seriamente.

  • Entonces, Fernando... ¿Qué necesito para trabajar con usted?

  • Bueno, ven a mi oficina el lunes por la mañana con tu portafolio de presentación y tu currículo.

  • Jajaja... Pero, yo solo he realizado trabajos en la universidad y nunca he trabajado – aclaré con pena.

  • Igual, debes tener unos buenos proyectos que mostrar a nivel académico y también tienes unas cuantas aptitudes que debes saber.

  • Pues... Sí, tienes razón, sé algunas cosas como AutoCAD y Revit.

  • Perfecto entonces, eres la persona que necesitaba.

  • ¡Genial, allí estaré!

  • Bueno, por lo menos tú si eres una persona sensata con respecto a tu futuro – dijo mi padre interrumpiéndonos –... El otro muchacho ya se fue. Perdió su oportunidad contigo, Fernando.

  • No, no, Joseph... No lo presiones, no importa si no acepta ahora. Dile que aún tiene las puertas abiertas.

  • ¡Gracias! – agradecí antes que mi padre abriese su boca.

Al terminar el almuerzo, ninguno de los dos dijo nada sobre Richard. Mi padre me dejó en casa y se fue de vuelta a su oficina, yo saludé a mi madre al llegar y le pregunté si Richard ya había llegado, ella me contestó con pocas palabras que había subido a su habitación sin decir nada y yo subí para saber cómo estaba. Iba a ir directo a su habitación, pero al pasar por la mía, lo vi acostado en mi cama vestido solamente con un bóxer.

  • Ya iba a ir a tu habitación – le dije a modo de saludo pero, no contestó –... ¿Por qué te fuiste?

Pero, seguía sin abrir su boca, solo se quedó mirando el techo.

  • ¿Qué haces así en mi cama?... ¿Acaso quieres que te mame el güevo? – le pregunté en voz baja mientras cerraba la puerta con seguro.

  • No seas un maldito marica conmigo, Andrew.

  • ¡Auch!... En serio estás molesto.

  • Pues sí.

  • ¿Con quién?

  • Con Joseph.

  • ¿No te refieres a papá ?

  • Sí... sobre él.

  • ¿Qué te dijo?

  • Que estaba decepcionado de mí. Es obvio.

  • Ya veo...

Mientras hablábamos yo iba quitándome la ropa hasta quedar en bóxers, para luego revisar mi celular un momento y saber si me había escrito la persona con la que me estaba contactando últimamente, pero al ver que no había nada nuevo volví a dejarlo en la mesita de noche.

Después me acerqué a la cama de manera predadora acostándome encima de mi amigo, a pesar de que me había insultado hace unos minutos, él pasó su brazo por mi cintura uniendo más nuestros cuerpos mientras yo recostaba mi rostro en su pecho y acariciaba sus brazos.

  • Lo odio – comenzó a hablar –... Odio que esté molesto conmigo, solo lo ha estado un par de veces y odio la manera en que me mira... Odio que me diga lo decepcionado que está de mí.

  • Te entiendo...

  • Claro – dijo mirando hacia otro lado.

  • Discúlpate como siempre – propuse.

  • No.

  • ¿Por qué?

  • Coño, porque no hice nada malo. Solo no acepté esa oferta, yo puedo conseguir trabajo por mi propia cuenta.

  • Pero, él lo hace para ayudarte.

  • ¡Lo sé! – gritó golpeando mi espalda.

  • ¡Coño! – protesté.

  • Lo siento – dijo bajando su tono de voz –... Trato de decir que ésta vez yo tengo razón. Soy un hombre, puedo conseguir las cosas por mis propios méritos.

  • Yo lo sé... Pero, él está tratando de ser amable, ¿Lo sabes, no? Me refiero a que es extraño que haga esas cosas por nosotros.

  • No es extraño... Él nos ama, ¿Lo sabes, no? – repitió la pregunta con ironía.

  • Ahora me confundiste – le contesté mirándolo a la cara.

Tener tan cerca a Richard, hizo que mis deseos perversos despertaran para poder comerle la boca como quería, pero tuve que reprimirme como otras veces... Desde que había terminado con aquel chamo de la universidad, mi amigo había bajado sus defensas, ahora se la pasaba en mi habitación con poca ropa cada vez que podía, nos abrazábamos e incluso dormíamos juntos. Cada mañana que amanecíamos abrazados, Richard despertaba con una enorme erección, pero él se levantaba como si nada estuviese pasando, me saludaba como siempre e iba al baño a ducharse mientras yo me desnudaba y me hacía tremenda paja en honor a mi mejor amigo.

  • Me refiero a que él es bueno con nosotros y nos ama, aunque tú no lo veas... Amo a tu padre por todo lo que ha hecho por mí, pero es suficiente, él ya debe parar... Tiene que darse cuenta que yo debo conseguir las cosas por mí mismo, porque yo soy un hombre. Y tiene que respetar mi deseo.

  • Ya lo entiendo. Aún así, Fernando dijo que podías ir conmigo a trabajar el lunes y papá no dijo nada negativo al respecto... ¿No quieres que trabajemos juntos?

  • No, Drew... Ve tú, yo no voy a ir. Yo voy a conseguir algo por mi cuenta, ya verás – dijo bastante seguro.

  • Está bien, Richard... Qué orgulloso eres.

  • Jajaja... No es orgullo, o bueno, creo que sí lo es... Pero, ahora párate, que tienes el güevo duro pegado en mi muslo.

  • Jajajaja... Y el tuyo está apuntando a mi vientre.

Él había sonreído por mi comentario haciendo el abrazo más fuerte, moviendo su entrepierna para que nuestras vergas se rozaran fuertemente y que ambos dejáramos escapar un gemido de nuestras bocas.

  • ... Párate, idiota – me volvió a ordenar.

  • Déjame ir entonces...

  • Mmm... Está bien, Drew – dijo aflojando el agarre.

  • En serio, Richard... Uno de estos días vamos a terminar cogiendo.

  • Sería una cogida mundial – aseguró.

  • ¿Tú crees?

  • No pienses más en eso... Porque no va a suceder a menos que estemos bien borrachos.

  • Vale... – dije algo esperanzado.

...

Fue así como la siguiente semana me aparecí en la oficina de Fernando a primera hora, con los nervios a tope esperando en una sala a que me llamaran, veía a personas entrar entregando paquetes, materiales, otras cobrando cheques y finalmente vi a algunos trabajadores llegar, generalmente jóvenes algo mayores que yo que entraban por otra puerta con un carnet de seguridad.

Mientras estuve sentado mi mente divagaba... Sobre mí, estando en una oficina, que haría “arquitectura” y seguramente construiría un edificio gigante... Luego, mi mente regresó a la realidad, negando con la cabeza y esperando lo mejor. Estaba cansado de ver hacia la puerta de vidrio de la entrada y a mi celular cuando la puerta del ascensor se abrió y un apresurado Fernando llegaba.

  • ¡Discúlpame, Andrew!... Mi asistente no me recordó que tú vendrías hoy.

  • No, yo... Bueno...

  • ¿Llevas mucho tiempo esperando?

  • Ehhh... No mucho – respondí para no hacerlo sentir culpable.

  • Ok, ok... Entremos al departamento de proyectos, para que conozcas a tus compañeros de trabajo.

Seguí a Fernando hacia otra parte de la oficina, un gran espacio con muchos escritorios, equipos de última generación y otra parte muy parecida a uno de los talleres de diseño de la facultad. Allí, él me presentó a los que serían mis compañeros de trabajo, ingenieros y arquitectos, todos entre hombres y mujeres mayores que yo, pero que no me llevaban ni diez años, haciéndome ver como la mascota de esa oficina.

Como era de esperar, empecé desde lo más bajo, generalmente mi estadía allí se resumía en llegar temprano por la mañana y el resto de los arquitectos e ingenieros llegaban una hora más tarde con órdenes de Fernando para que digitalizara sus ideas en AutoCAD. Ellos generalmente abusaban de mi tiempo, ordenándome también que les hiciera un poco de café para llevárselos a sus escritorios y yo al ser el nuevo, no podía rehusarme a hacerlo. Después de esa tediosa tarea, volvía a sentarme para hacer los planos que luego de cierto tiempo se volvieron prácticamente infinitos, pasando días enteros dibujando e incluso me llevaba los archivos a casa para hacerlos durante la noche con la idea de terminarlos y no decepcionar a nadie. Así era mi jornada diaria, hasta que llegaba la hora de ir a la universidad por las tardes y luego ir a casa en la noche para volver a iniciar todo nuevamente.

Pero, no todo eran trabajos llenos de estrés... También había momentos bastante geniales, en dónde mis compañeros planificaban reuniones sociales para festejar la finalización de la etapa de un proyecto. Los días en que alguno de nosotros cumplía años era prácticamente “fiesta nacional”, decorábamos la oficina, no trabajábamos mucho, salíamos a almorzar, para luego ir al cine y terminando el día en un bar. En esos momentos, todos dejaban de verme como la mascota de la oficina, para hacerme entender que yo era parte de ellos.

Pasaron los meses y yo fui escalando alguna que otra posición laboral... También había aparecido un nuevo recluta en la oficina haciendo que mis tediosas tareas se simplificaran.

Al ser una oficina de proyectos, también hubo una especie de “sana competencia”, en la cual todos nos enfocábamos en hacer bien el trabajo para llamar la atención de Fernando. Hubo muchas veces en las cuales él me felicitaba por las buenas ideas que yo le daba y logrando que algunos de mis compañeros se sintieran celosos llegando a tratarme un poco mal a veces.

  • ... Dejemos que el consentido lo disfrute, ya se le acabarán las ideas.

  • Ya déjenlo, igual no es pieza fundamental, es reemplazable.

  • Sí, Fernando se puede conseguir otro igual cuando quiera.

  • Y más porque no se ha graduado aún...

  • Jajajaja... ¡Sí, es patético!

Lamentablemente esas eran las conversaciones que escuchaba en los descansos cuando pasaba por la kitchenette para intentar tomar un café, pero después de oír lo que pensaban de mí, yo regresaba a mi puesto de trabajo como todo un cobarde y trataba de olvidar lo que había ocurrido.

Pasé una mala temporada llena de mal trato por parte de algunos de mis compañeros, pude notar que Fernando se daba cuenta de lo que pasaba, pero no decía absolutamente nada... Yo me sentía bastante mal por eso, iba al baño para sentarme en el cubículo, dejar escapar mis frustraciones en un par de lágrimas, para después levantarme y hacerme el fuerte el resto del día.

Todo se fue de las manos cuando un día, uno de mis compañeros me había insultado bastante, llegando a empujarme y creando una fuerte discusión entre nosotros. Nuestro jefe tuvo que intervenir llevándome directo a su oficina, como si fuese un mal estudiante a punto de ser reprendido por su profesor.

  • ... ¡Tienes que decirle algo a él, está acosándome desde que te ayudé con el proyecto! – le expliqué alterado.

  • Bueno, sopórtalo... Así es el mundo laboral – dijo sin importancia.

  • No tiene que serlo... Es que él es...

  • Él está celoso de ti – aclaró –, celoso porque eres un chamo joven con buenas ideas y él se está quedando estancado... Sólo es un mal compañero de trabajo.

  • Bueno... ¡Despídelo! – intenté darle como idea.

  • No, claro que no... No seas infantil, Andrew... Tanto él como tú son necesarios, por ahora. Yo lo llamo sana competencia.

  • Yo lo llamo abuso – protesté –... No me gusta estar pasando por este mal rato a diario... No me parece y no quiero seguir haciéndolo.

  • Entonces... ¿Qué vas a hacer? – me preguntó bastante relajado.

Yo no supe qué contestar a esa pregunta, así que solo me obligué a soportarlo por otro tiempo más...

A pesar de todo, Fernando fue muy condescendiente conmigo, trataba de mantenerme la mayor parte del tiempo en su oficina, yo lo ayudaba y él me trataba de forma un poco especial. Después de cierto tiempo, tuve mi pequeña victoria al ver como la persona que me acosaba, tomaba todas sus cosas en una caja y se iba de la oficina sin decir nada.

  • ... ¿Qué le pasó? – pregunté curioso.

  • Consiguió una mejor oferta de trabajo, con condiciones más adecuadas para él.

  • Es una lástima, no sabría si existe mejor oficina que ésta.

  • Gracias por el halago – contestó Fernando muy galán.

Mucho después, yo me hice bastante cercano a Fernando, empezaba a conocerlo mejor, supe un poco de su vida privada, de su familia, de su hermosa esposa e hijo. Extrañamente, él no me atraía de manera sexual a pesar de lo bueno que estaba, lo veía de una manera diferente, de alguien muy masculino y me sentía protegido por él.

Pasábamos tanto tiempo juntos, que un día él me sorprendió con la mudanza de mi escritorio dentro de su amplia oficina, con la propuesta de ser su asistente personal de ahora en adelante.

  • ... ¿Es-Es en serio?... ¿¡De-De pana!?

  • Sí vale... Ya pasas bastante tiempo aquí, es más fácil decirte las cosas en vez de ir al departamento de proyectos.

  • ¡No jodas! – dije emocionado sentándome en mi nuevo puesto.

Yo me sentía feliz porque él había visto mi potencial, así que ahora pasaba más tiempo con Fernando, mostrándome su verdadera faceta laboral e ilusionándome bastante. Él y yo nos estábamos conectando poco a poco, me veía reflejado en él, viéndome a futuro sobre cómo sería mi vida dentro de poco, pero no todo era color de rosas... El trabajo aumentó nuevamente haciéndose el triple que tenía antes, hacía planos, informes, tablas y registros diarios, regresaba a las noches sin dormir haciendo las presentaciones que él haría al día siguiente en alguna de sus reuniones.

Aunque los nuevos beneficios fueron bastante atractivos, llegaba un poco más tarde, no tenía que llevar almuerzo porque ambos íbamos a su restaurante favorito todos los días, también después de una ardua jornada él me daba un par de días libres para poder descansar y que yo aceptaba más que feliz. Además, hubo unas cuantas ocasiones en las que me regaló camisas, trajes de vestir y colonias con el pretexto de ser “regalos corporativos” que yo no podía negar, ni cuestionar.

Después de cierto tiempo siendo su asistente, conocí personalmente a su familia, por una reunión que tuvo en su casa. Su esposa era realmente bella, propia de una combinación de la revista “Playboy” y otra de “Ama de Casa”.

  • ... Sinceramente te digo muchacho – me dijo después mirarme detenidamente –... Pasas más tiempo con mi esposo que yo en todo el día.

  • Jajaja... Por favor, no me diga eso.

  • Es en serio – continuó ella.

  • Mi amor – intervino Fernando –, por lo menos paso todas las noches contigo haciéndote el amor...

  • ¡Fernando, compórtate! – regañó con una sonrisa cómplice.

Luego de ése incómodo momento, pasé a otro peor al conocer a su hijo, ya había hablado con él por teléfono anteriormente, cuando llamaba a su padre para saber cómo estaba y él no podía atenderlo como debía. El niño se parecía mucho a Fernando, de cabello oscuro y unos ojos increíblemente azules, pero yo extrañamente seguía relacionándolo con mi hermano Anthony, por su manera de actuar cuando era más pequeño y de vez en cuando me miraba profundamente entre nervioso y divertido. El chico también actuaba de una manera perdida mirando a la nada, pero luego cuando alguien se acercaba a preguntarle algo él respondía de forma un poco amanerada, haciendo que su padre negara con la cabeza un poco decepcionado.

Yo estaba bastante tranquilo en la reunión, bailando, bebiendo, hablando con algunos compañeros de trabajo y una que otra persona que se me acercaba a coquetearme. Hasta que Fernando llegó a mi lado, pasando su mano por mi hombro para darle más privacidad a sus palabras.

  • ¿Qué tal la estás pasando? – me preguntó de cerca, sintiendo su aliento a alcohol.

  • Bien, jefe...

  • Jajajaja... No me digas así ahora, llámame por mi nombre.

  • Está bien, Fernando – acepté sonriendo –... Y la estoy pasando bien, me siento genial estando aquí, contigo.

  • Yo estoy igual... ¿Estás disfrutando bastante?

  • Claro, es una fiesta entretenida.

  • No me refería a eso, si no de lo demás...

  • Ehhh... Sí, claro – respondí entendiendo a lo que se refería –... Por supuesto, ser tu asistente ha sido genial.

  • Me alegra... Y me alegra saber que no me equivoqué contigo al darte ésta responsabilidad.

  • Gracias... Eso... Me alegra bastante – dije mientras me emocionaba un poco.

  • Es en serio lo que te digo, Andrew... Ven – me pidió más de cerca –... Vamos, quiero decirte algo importante.

Él me llevó poco a poco alejándome de todos, yo miré por encima de mi hombro tratando de analizar si no se veía algo sospechoso que un asistente y su jefe se alejaran medio abrazados en una fiesta, pero no había nadie prestándonos atención solo veía a la gente divirtiéndose. Cuando llegamos a una parte alejada del patio cerca de la piscina iluminada tenuemente, él se colocó frente a mí bastante nervioso para verme a los ojos.

  • ¿Qué pasa, Fernando?

  • Quiero decirte algo muy importante, muchacho.

  • Ok, pero... ¿Qué es? – pregunté nervioso –... ¿Me vas a despedir?

  • Pues... No, no, no... En realidad es todo lo contrario.

  • Jajaja... ¿Entonces me vas a dar un aumento?

  • No te ilusiones tampoco, Andrew – me dijo tiernamente, posando su mano en mi cuello.

  • ¿Entonces?... Vamos Fernando, me pones nervioso.

  • Ok lo diré... Bueno, me he dado cuenta que tú y yo hemos pasado mucho tiempo juntos.

  • Pues, sí – dije aceptándolo.

  • Hemos trabajado codo a codo, hablado, discutido, reído, pasamos buenos ratos sólo nosotros...

  • Sí, lo sé... Como te dije antes, lo he disfrutado bastante – dije interrumpiéndolo mientras un hormigueo nacía en todo mi cuerpo.

  • Y yo, Andrew... Es por eso que quería aclarar algo que se me ha cruzado por la mente repetidas veces en estos días.

  • ¡Verga!... ¿Y es...?

  • Que te aprecio mucho, muchacho – declaró mirándome a los ojos y acariciando mi cuello con firmeza –... En serio, has llegado a hacerte muy cercano a mí, a pesar del poco tiempo que llevamos trabajando juntos y debo decirte que nunca me había pasado con alguien más.

  • ¡Wow!... Yo... No sé qué decir – dije muy conmovido.

  • Bueno, es incómodo para mí preguntarte esto... Porque los dos somos hombres, pero... ¿Sientes lo mismo?

  • ¡Por supuesto!... Desde hace tiempo sentía algo hacia ti... O sea, no me refiero a nada sexual – expliqué con una sonrisa nerviosa que él entendió –... Me refiero a que contigo, me siento protegido.

  • ... Y yo de alguna manera quiero protegerte – completó mis palabras por lo bajo.

  • ¿En serio?

  • ... Por supuesto – respondió después de unos segundos.

  • ¡Vaya, Fernando!... En serio, gracias por decirme esto.

  • Jajaja... No es nada, es lo que siento – explicó mirando hacia la fiesta –... Si alguien nos estuviese escuchando, pensaría que somos unos tremendos maricones.

  • Jajaja... Pues, sí – respondí nervioso.

  • Yo... Bueno – trató de decir mirándome nuevamente –... Siento que estoy empezando a verte como un hijo, Andrew.

Al escucharlo, no pude decir otra cosa, solamente me armé de valor respirando profundamente y me lancé a sus brazos. Estaba tan agradecido en ese momento que no me importaba si me alejaba de manera brusca, pero lo que en realidad pasó fue que él me correspondió haciendo el abrazo más fuerte y yo tontamente dejé escapar una lágrima por mi mejilla que limpié para que no pudiese verla.

  • ... Gracias, en serio estoy muy agradecido contigo por todo, Fernando.

  • No es nada, hijo ... En realidad, quiero que crezcas más en el campo... Y aprendas más conmigo.

  • Mierda, quiero llorar – dije apartando la mirada.

  • Jajaja... ¿En serio?

  • Sí, coño – dije limpiándome nuevamente.

  • Para serte sincero, yo también estoy a punto de llorar, pero yo si soy un hombre y bien macho – dijo sacando el pecho.

  • Jajaja... No jodas, Fernando... O mejor dicho, papá.

  • Verga... ¡Salido de ti, suena bonito y todo, carajo! – dijo finalmente logrando que escaparan un par de lágrimas.

  • Bueno, ya papá . Dejémonos de sentimentalismos, somos hombres... No podemos estar llorando por esto.

  • Es cierto, hijo.

Fernando y yo, nos habíamos dado otro fuerte abrazo más fraternal que el anterior, para luego secar nuestras lágrimas con unos pañuelos y recomponernos un poco volviendo a la fiesta... Después de eso, nuestra relación había evolucionado completamente y yo no podía estar más que feliz de que eso haya sucedido.

...

- ¡Oye, hijo!... ¿Por qué no me has presentado a una novia? – me preguntó Fernando tranquilamente desde su escritorio.

- ¡¿QUÉ!? – respondí con otra pregunta, casi cayéndome de mi silla.

Esa pregunta me la había hecho hace un par de días y yo me había quedado sin responderle nada en concreto, ahora él volvía a hacérmela con mucha insistencia caminando hacia mí, se sentó en mi escritorio bastante cerca y por lo que pude notar no iba a aceptar otra evasiva.

  • Ehhh... Bueno...

  • ¿La pregunta es muy complicada para ti?

  • No, no, no... Para nada, sólo que estoy pensando en todo el trabajo que me mandaste a hacer y estoy hasta el tope.

  • ¡Por favor!... Son nada más cuatro informes, ya lo has hecho antes mientras hablamos paja.

  • Sí, tienes razón.

  • ¿Entonces?... ¿Y la novia?

  • Jajaja... ¡Qué pregunta! – dije mirando al techo –... Bueno, Fernando...

  • ... Aquí no hay nadie – me interrumpió.

  • Jajaja... Papá – dije en voz baja –... Es que no he tenido suerte.

  • No te creo esa vaina – me contestó muy desconfiado –... O sea, mírate hijo , eres buenmozo, tienes un buen porte y con tan buena presencia que atraerías a cualquier mujer que se te presente.

  • No tanto como tú, papá. Estoy seguro que tú eras el mejor conquistando a cualquiera.

  • ¡De bolas! – me dijo muy presumido –... Por eso te digo que tienes todo lo necesario. Cuando tenía tu edad cogía todos los días y cada semana tenía una nueva mujer para disfrutarla en la cama.

  • Vaya... – dije evitando su mirada.

  • Jajaja... Era todo un macho – dijo agarrándose la entrepierna justo a mi lado.

  • ¡Fernando, por favor!

  • ¿Qué?... ¡Somos hombres y me gusta pensar que somos familia, hay confianza!

  • Jajajaja... ¿La confianza de pegarme el güevo en el hombro?

  • Ya... Lo lamento, hijo – dijo sonriendo.

  • No hay problema, papá.

  • ... ¿Entonces? – preguntó después de mirarme un rato.

  • ¿Qué pasa?

  • ¿Qué problema tienes que no consigues una novia?... ¿La tienes pequeña?... ¿No sabes moverte?... ¿No sabes dónde tocar?

  • Jajaja... No vale papá , no digas esas cosas... Además, la tengo grande, sí se moverme muy bien y sí sé dónde y cómo tocarlas... Solo que las personas... Chicas – mentí –, con las que he estado me han... ¡Olvídalo!

  • ¿Qué? – preguntó confundido –... Habla ya.

  • ¡Solo he tenido malas experiencias!... ¿De acuerdo?

  • Ahhh... ¿En serio? ¿Qué tan mal? – preguntó algo incómodo.

  • ¿Para qué quieres saber?

  • Porque me interesas, quiero saber más de ti y podría ayudarte.

  • Ya... Haces el papel de padre mejor que el mío – dije después de pensarlo unos segundos.

  • Jajaja... Joseph te ha descuidado bastante, punto para mí.

  • Es que no estoy acostumbrado a esa clase de atención.

  • Ya veo – entendió colocando su mano en mi hombro –... Solo han sido malas experiencias, solo debes volver a intentarlo. Además, ésta es tu época de tener relaciones con quien quieras, ya después conseguirás a la mujer de tu vida y te casarás.

  • Lo veo muy difícil – contesté algo abrumado.

  • Andrew, solo es salir a un bar, conocer a una chica hermosa e invitarla a tu casa o tú vayas a la de ella a coger. Solo eso – dijo sin más.

Yo en realidad estaba aturdido por las cosas que me decía, ya había tenido en mente comenzar a salir con mujeres y de hecho ya lo había intentado. Pero, no había conseguido mucho, me faltaba algo de confianza, ya que no lograba concretar nada y me quedaba tomando sólo en el bar hasta quedar algo borracho e ir a casa. Sabía que Fernando tenía razón y debía ponerme las pilas para continuar con mi misión de tener una relación con una mujer.

  • Dame consejos de cómo lo hacías antes de casarte – propuse.

  • Bueno, te lo repito, es bastante sencillo para alguien como tú y como yo... – comenzó a explicar interesado.

Luego de eso, Fernando me comentó sus proezas de cuando tenía mi edad y era cierto que se había acostado con muchas mujeres. Él me contaba sus tácticas al momento de acercase a una chica, hablarle, parecer interesado en lo que decía, los pequeños roces intencionales... Las tácticas siguientes de, “No parecer tan interesado”, otra de “Hablar con otras chicas para que se ponga celosa” y finalmente la de “Hacerla tuya de todas las maneras posibles”... Que me dejaron pensando en el macho que tenía delante de mí y también de las tantas mujeres que disfrutaron de él, hasta que llegó una que le puso los pantalones a Fernando y logró domar a esa bestia, su esposa.

La otra parte de mí se sentía culpable, quería contarle todo a Fernando, pero internamente pensé que no era tan necesario revelarle que había tenido relaciones homosexuales. No recordaba ningún comentario subido de tono o negativo acerca de la homosexualidad, ni tampoco recordaba que haya dicho que era explícitamente homofóbico, pero no me fiaba mucho de eso... Fernando era un hombre carismático, bastante macho y no deseaba que pensara mal de mí, ni arruinar esta relación que estábamos forjando.

...

Después de unas semanas me había armado de valor... ¡Y lo había logrado!

  • Fernando... Quiero que conozcas a alguien.

  • Oh... ¡Vaya, que hermosa eres! – dijo a modo de saludo.

  • Te presento a Érica, mi novia – presenté orgulloso.

Y después de tanto tiempo siendo homosexual, fue el momento en que conseguí a mi primera novia, los consejos de Fernando me sirvieron demasiado, fui un éxito en realidad, seguí paso a paso cada una de las cosas que me dijo, al principio me sentía nervioso, pero emocionado y a final de cuentas yo era un hombre que estaba excitado.

Me sentí con tanto poder sobre ella la primera vez que nos conocimos, cómo la miraba, como le hablaba, como le repartía pequeñas caricias y roces con mis dedos, luego la besé y cayó en mis manos. Ella se sentía ida con cada cosa que hacíamos, jugaba con ella al igual que ella me respondía casi de la misma manera y fue cuando me pidió que la llevara a su casa bastante entusiasmada...

Cogérmela por primera vez... Se sitió como si volviera a perder la virginidad.

Ya yo lo había hecho antes con otra chica, pero había pasado demasiado tiempo y yo prácticamente era un niño cuando lo hice... Ahora, era un hombre y estaba teniendo una verdadera relación con una mujer.

La llevé a su casa y ella me guió a lo que era su habitación. No hubo mucha conversación, ella se quitaba su ropa al mismo tiempo que gemía por mi toque, cuando estuvimos los dos completamente desnudos, ella me miro de arriba abajo centrándose en mi verga erecta y yo la tomé entre mis manos mostrándole lo que se comería esta noche.

Estar acostados juntos fue completamente diferente que estar con un hombre, ahora yo era el que daba las órdenes, el que guiaba, el que le daría verga toda la noche si era posible... Besaba su piel blanca dándome cuenta de los lunares que tenía, me daba cuenta en la manera en que se revolvía, cuando estuve frente a sus tetas las tomé entre mis manos con fuerza probando su firmeza y ella se estremeció viéndome desesperada eso me dio paso para seguir mi camino hasta su vientre.

Fui besando lentamente su cuerpo mientras ella de forma automática abría sus piernas, debo admitir que cuando vi su vagina algo se estremeció en mí, hubo muchas emociones confusas, pero al final ganó la excitación... Al pasar mis dedos por ella sentí que estaba completamente húmeda, vi como mis dedos se iban llenando de su flujo con cada toque curioso que le daba, nuestras miradas se conectaron y luego ella sonrió, invitándome a seguir... Así que me hundí para comerle su coño, lo besaba, lo saboreaba, jugaba con sus labios y clítoris, y ella no hacía más que gemir gritando mi nombre exigiendo que siguiera... Estuve jugando bastante, descubriendo que me estaba gustando lo que le hacía, tanto que cuando sentí un tirón en mi cabello alejándome la miré confundido, pero ella contestó que era su turno.

Así que le ofrecí mi verga con ganas, estaba a la expectativa de cómo me la mamaría una mujer y cuando estuvo a pocos centímetros de mi verga, se la metió en la boca de una. Yo jadeaba sintiendo lo que hacía, de cómo me la chupaba, me pajeaba y acariciaba mis bolas, pero a pesar de todo, no fue tan buena como pensaba. Por eso, para guiarla la tomé de la cabeza y empecé a cogerla a un ritmo continuo que fue aumentando poco a poco. La penetraba tan profundo haciendo que mi verga llegase a su garganta, al mismo tiempo que yo gemía con ganas y cuando estuve a punto de acabar... La saqué para poder darle unos vergazos juguetones en toda su cara mientras ella sonreía bastante traviesa.

Después de eso, volvimos a acostarnos, para tocar nuestros cuerpos nuevamente y sentir como nuestros genitales se rozaban... Ella ya estaba lista para ser cogida y yo más que excitado por poder penetrarla, así que busqué un condón para colocármelo rápidamente, jugué un poco rozando su vagina hasta que decidí hundirme en ella...

Fue tan diferente a cogerme un culo, no estaba tan apretado, pero sentía como su interior se amoldaba a mi verga, ella no necesitó mucho para pedirme que me moviera y así lo hice. Me la cogí en un vaivén suave mientras la besaba y acariciaba su cuerpo, después de unos minutos mi cuerpo se movía por su cuenta, aumenté la velocidad mientras ella aumentaba sus gemidos, sus manos se movían intensamente por todo mi cuerpo hasta el punto de dejarme marcas con sus uñas, ella acarició mi espalda hasta que llegó a mis nalgas para tomarlas con fuerza y de alguna forma guiar la cogida que le estaba dando.

Cuando estuvimos cerca del final, fue ella la que me pidió que le bañara todo el cuerpo con mi leche y así lo hice. Me separé de ella con perversión quitándome el condón para poder pajearme sin dejar de mirarla, al momento de acabar mi cuerpo se revolvió y ella recibió mi leche sonriendo, mientras sus dedos húmedos fueron directo a su vagina para acariciarla rápidamente logrando así llegar a su orgasmo...

Hubo demasiada lujuria, placer y perversión carnal entre nosotros, mientras ella disfrutaba esparciéndose toda mi esencia entre sus tetas y su vientre...

  • ... Eres tan hermosa como dijo Andrew – expresó Fernando sacándome de mis pensamientos.

  • ¿Le hablaste a tu jefe de mí? – me preguntó Erica sonrojada.

  • Tuve que hacerlo, si no, no me dejaba tranquilo.

  • Jajaja... Todo hijo debe presentarle una novia a su padre.

  • Pero – comenzó a decir ella confundida –... Creí que tu papá...

  • Después te lo explico mejor – la detuve dándole un beso en sus labios.

  • ¡Bueno!... Me alegra que llegaras a la hora del almuerzo, ¿Qué tal si vienes y nos conocemos mejor? – preguntó Fernando muy galante.

Yo tuve que negar con la cabeza, si no me avispaba, mi pseudo padre me quitaría a mi primera novia... Al final del almuerzo, después de llevar a Erica a su casa y volver al trabajo, Fernando me había felicitado por haber pescado a una chica tan hermosa como lo era ella. Yo no pude más que agradecerle por todos los consejos que me había dado, pero aún así le reclamé por el par de veces que intentó coquetear con ella y como respuesta sólo obtuve una de sus clásicas sonrisas de macho.

Extrañamente, la primera persona que le presenté a Erica fue a Fernando, ella conoció a mis padres y hermanos oficialmente un par de días después, causando una alegría en mis padres y extrañeza en mis hermanos y en Richard, que no entendían lo que estaba pasando, pero se atrevieron a actuar bastante bien para no levantar sospechas con los demás.

...

Fernando... Al final de cuentas, era un macho que no podía controlarse, si pasaba algo intenso en su vida, sus instintos primitivos se activaban lo que hacía que sus sentimientos se mostraran a flor de piel...

Para ese momento, estábamos realizando un proyecto de viviendas, eco-sostenibles, high-tech y lo más destacable es que eran genéricas, así que podrían construirse casi en cualquier sitio a nivel mundial. Después de tantas reuniones con el cliente, finalmente había dado el visto bueno para dar paso a los cálculos y preparativos para poder construir uno de esos edificios en la ciudad, y si era posible construir otro en Miami.

  • ... ¡Maldita sea! – gritó trancando el teléfono.

  • ¿Qué pasa? – pregunté nervioso.

  • Ese maldito ingeniero... ¿Qué se cree? ¿Por qué hizo el cálculo nuevamente va a cobrarme el edificio entero?

  • Bueno... Es que el cliente quiso una piscina en la terraza y...

  • ¿Te pones de su lado? – preguntó impactado.

  • No, no, Fernando – contesté apenado, pero continué luego de pensarlo un poco –... Bueno, sí, es su trabajo y lo sabes. Hay que pagar el trabajo realizado.

  • Sí, pero ese idiota era mi amigo. Teníamos un trato.

  • Oye, yo no escuché toda la conversación, ni estuve en esa cena, pero me dijiste exactamente lo que iba a hacer. Y él lo hizo, hizo el cálculo del edificio de nuevo según lo que quería el cliente.

  • Sí, sí... – dijo tapándose la cabeza.

  • Bueno – dije acercándome y colocando mis manos en sus hombros dándole un suave masaje –... ¿Y cuanto está cobrando?

  • El triple que la primera vez... Y ésta vez quiere el pago en dólares.

  • ¡NO JODAS! – grité molesto.

  • ¿Ahora me entiendes?

  • ¡DIOS!... ¡QUÉ HIJO DE PUTA!

  • Ya... Estoy demasiado estresado.

  • ¡Y ahora yo me estresé! – dije caminando por su oficina.

  • Coño, pero no detengas el masaje.

  • Lo siento, pero es que estamos jodidos...

  • Yo más que tú – aclaró.

  • Bueno, sí...

Él hizo un esfuerzo en levantarse, pero cuando estuvo de pié volvió a sentarse nuevamente mirando hacia el techo, yo me preocupe bastante pensando que le había ocurrido algo, así que regresé a su lado para revisarlo y cuando vi que estaba respirando me tranquilicé un poco, fue cuando él volvió a hablar.

  • No... Tienes razón, tengo que hacer unos cálculos de caja y hablar con el administrador, ¿Ahora cómo le diré esto a los demás?

  • Bueno... Explicándoles, ellos entenderán.

  • No, cuando se trata de tocar los salarios de los trabajadores, la cosa se pone algo difícil. Más en éste país y lo sabes.

  • ¿Es-Espera, qué?... ¿Salarios?... ¿Vas a tocar los salarios?

  • Sí... Te dije que estaba cobrando el triple, eso va a arruinar la caja que tenemos.

- ¡My God! – exclamé.

Al ver que los ánimos de Fernando estaban decayendo, volví a colocar mis manos en sus hombros para volver a darle otro masaje que él agradeció con su mirada.

  • Tranquilo, papá... Todo saldrá bien – dije volviendo a su lado.

  • Gracias, hijo ... Escucha, en verdad estoy estresado. ¿Qué tal si vamos a cenar y nos tomamos algo? En serio no quiero llegar a la casa y tener que escuchar más problemas.

  • Jajaja... ¿Crees que deberías gastar el dinero ahorita en una cena?

  • Es mi dinero aún... – solucionó tranquilo.

  • Bueno, si mi jefe invita. Acepto.

  • Ahhh... Perfecto, allí... Hazlo allí – dijo sintiendo como presionaba en sus hombros.

  • Tu esposa debería estar haciendo esto por ti.

  • Shhh... Tengo a mi hijo para eso.

  • Para lo que sirvo.

  • Sigue...

Después de que él se había relajado, me pidió sin mucho tacto que siguiera trabajando hasta que fuese la hora de salir. Cuando ya había caído la noche, mi celular estaba vibrando para recordarme que se suponía que esa noche tendría una cita con mi novia y yo como un idiota lo había olvidado. Así que pensé rápidamente qué sería lo mejor que podría hacer y vi en dirección a Fernando que seguía bastante concentrado, pero aún se le notaba desanimado.

- No puedo ir ahora y decirle que no podré cenar con él... Lo deprimiría aún más – pensé en unos segundos –... Puedo salir con Erica otro día, total, sólo íbamos a coger esta noche. Ella entenderá.

Así que con ese pensamiento en mente, la llamé rápidamente para explicarle lo sucedido y mintiéndole un poco sobre que Fernando me obligó a quedarme toda la noche en la oficina. Ella, todo lo contrario a lo que yo esperaba, me gritó que era un idiota insensible que no la quería y de muy mala manera me había colgado.

- ... Genial, ahora tendré que comprarle chocolates, rosas, llevarla a cenar, darle un regalo y después de eso, rogarle para que me abra las piernas de nuevo – pensé bajando la cabeza.

  • ¿Todo bien? – preguntó Fernando levantándose.

  • Sí, sí... Mujeres.

  • Te entiendo completamente.

Después de ese lamentable momento, Fernando anunció que lo mejor que podíamos hacer sería salir temprano para poder tomar una buena mesa, así que ambos salimos de la oficina rumbo a su restaurante favorito.

En la cena no hubo mucho que resaltar, hablamos tranquilamente como siempre, notaba que realmente esto era lo que él necesitaba para relajarse del mal trago que había pasado en la tarde y que seguramente necesitaría otras cenas iguales para lo que vendría de ahora en adelante, pero allí estaba yo dándole todo el apoyo que podía.

Cuando ya estábamos en el postre, vi que él estaba algo nervioso revolviéndose en su asiento y dándome unas sonrisas incómodas. Cuando iba a preguntarle qué le ocurría, él levantó su mano para detenerme imaginando lo que iba a hacer.

  • No me pasa nada, solo que... Bueno, quería decirte algo.

  • ¿Y qué es...? – pregunté curioso.

  • Bueno, más que todo agradecerte... Sé que le cancelaste a tu novia para estar aquí, conmigo. Y sé que no es algo normal pero...

  • No, Fernando – le interrumpí –... Yo quería hacerlo por ti.

  • Entiendo, gracias – me dijo sonriéndome de forma cálida.

  • Aunque... Creo que una cena no es suficiente, iba a coger esta noche Fernando, y ahora ya no podre.

  • ¡Oh!... Eso sí que es una lástima. Ya querría yo comerme ese culito que tiene Erica – dijo con picardía.

  • No jodas, papá...

  • Jajaja... Hijo, tú empezaste.

  • De verdad que a veces te pasas... Ya deberías ir buscando otra manera de recompensarme en vez de palabras de aliento.

  • Ya que lo mencionas... Sí tengo una manera para recompensarte todo y más después de lo que me dijiste.

  • Ehhh... ¿A qué te refieres?

  • Shhh... Es una sorpresa, hijo.

Al salir del estacionamiento, creí que regresaríamos a la oficina a buscar mi carro para ir a casa, pero cuando vi que tomaba otra vía me confundí bastante, yo iba a preguntar qué era lo que pasaba, pero él me pidió que hiciera silencio que y que era parte de la sorpresa.

En pocos minutos llegamos a un centro comercial, para luego entrar al estacionamiento, Fernando daba vueltas por todos los pisos bajando y luego volvió a subir nuevamente tratando de encontrar un puesto, hasta que finalmente encontró uno.

  • Bueno... Me estoy quedando ciego, no había visto este.

  • Ok, Fernando... ¿Qué carajo te pasa?

  • Jajaja... ¿Por qué? te dije que era una sorpresa

  • ¿Qué hacemos aquí?... Ya es algo tarde para venir a comprar algo ¿O qué, me invitarás al cine?

  • No es tarde a donde vamos – dijo de forma misteriosa mientras caminábamos por el estacionamiento.

  • ... Ya a esta hora no hay funciones en el cine – dije después de pensarlo un poco.

  • No vamos al cine, de verdad estás pendejo, hijo.

  • ¿Entonces a dónde? – pregunté impaciente entrando al ascensor.

Pero, no me contestó... Fue más extraño ver como él marcaba último piso del centro comercial y yo me puse ligeramente nervioso al no saber lo que me esperaba. Al abrirse las puertas, la terraza estaba prácticamente al tope de gente, haciendo casi imposible circular con tranquilidad, fue entonces cuando Fernando tomó mi mano para guiarme directo a uno de los tantos bares que estaban allí y que justo en la entrada estaban dos personas, un hombre y una mujer casi sin ropa invitándonos a entrar.

  • ... ¡SORPRESA! – anunció Fernando.

  • ¿Un bar?

  • No es solo eso... ¡ES EL MEJOR CLUB DE CARACAS!

  • ¿Estás jodiéndome? – pregunté abrumado.

Después de esa pregunta él se detuvo, luego se acercó a mí pegándome a la pared colocando su brazo tratando de acorralarme, yo iba a pedirle que se apartara, pero su mirada intensa me detuvo.

  • ... Solo quiero demostrarte otra faceta de mi vida.

  • ¿Q-Qué?... ¿Te-Te gustan los clubes como otros hombres?...

  • Yo tengo... Un gusto peculiar – explicó mordiéndose los labios.

  • ¡Carajo, Fernando! – dije apartándolo –... Si me trajiste aquí para cogerme o algo...

  • ¡¿Qué?!... ¡NO!... ¡NO, NO, NO!... ¡Para nada, hijo !... Solo quería venir contigo aquí. Tú sabes, como todo padre hace con su hijo la primera vez... Y estoy seguro que Joseph nunca te ha llevado a uno.

  • ¡DIOS!... ¡Me asustaste, imbécil! – grité golpeándolo mientras trataba de tomar aire.

  • Jajaja... Lo lamento, en serio... Pero bueno, si quieres irte, lo entenderé – trató de decirme tranquilamente.

No habíamos entrado completamente al club, estábamos en el vestíbulo, pero desde allí se podía ver a lo lejos unas cuantas mujeres haciendo pole dance, otras caminando casi desnudas seduciendo a los hombres y yo debía admitir que quería saber cómo era por dentro. Y si esas mujeres lograban excitarme tanto como lo hacía Erica, francamente podría pensar que el ser homosexual había sido una “fase que estaba terminando”.

  • Ok, entremos.

  • ¿En serio?

  • Sí, bueno... Somos hombres, es normal que hagamos esto, ¿No?... Y lo planeaste para mí como algo padre e hijo ... No voy a arruinarlo por estarme asustando.

  • ¡Así se habla, carajo! – me dijo abrazándome y guiándome adentro.

Al momento de entrar, un joven en traje de baño nos guió a una mesa para dos cerca de una pista y un tubo en el medio. Fernando pidió algo fuerte para ambos y el camarero se fue mostrándonos a ambos su perfecto culo.

  • Aquí también vienen mujeres que buscan algo de emoción en su vida.

  • Ya veo – dije detallando al camarero.

Las bebidas llegaron rápido y con ellas pude disfrutar algo de lo que estaba pasando. Unas chicas bailando... moviéndose sutilmente, jugueteando con el tubo y luego entre ellas repartiéndose uno que otro beso travieso. Yo me quedaba hipnotizado viendo todo lo que ocurría alrededor, sentía como Fernando llamaba mi atención levemente para ver como unas chicas se tocaban entre ellas mientras bailaban, para después decirme como otra pareja iba a empezar una actuación en otro lado del club.

Sinceramente, él estaba feliz... Con su trago en la mano, las piernas abiertas mostrándome un paquete abultado y sin dejar de ver embobado a las chicas desnudas que danzaban a nuestro alrededor. Y verlo a él de esa manera después de verlo tan decaído, simplemente me alegraba.

Yo también estaba empezando a disfrutar, mucho más al sentir como algunas chicas que pasaban por mi lado jugaban con mi cabello o me halagaban.

  • ... ¿Te gusta? – preguntó Fernando en voz baja.

  • Bastante.

  • ¿Quieres disfrutar de algo más?... ¿En algún lugar privado?

  • Ehhh... Yo – traté de decir nervioso –... ¿Podemos?

  • ¡Claro!... Disculpa – dijo llamando a una chica –... Mi hijo y yo queremos una función privada.

  • Al ser los dos tiene un costo especial, guapo – dijo ella sentándose en sus piernas.

  • Mmm... Pagaremos lo justo, mi amor.

  • Bien, ¿A cuántas de mis compañeras quieren ver?

  • Sorpréndannos... – dijo él relajado.

  • Ok, en cinco minutos les avisará un mesero – y se retiró.

Para ese momento, mi corazón estaba latiendo algo rápido, mis manos sudaban y una pequeña corriente estaba recorriendo todo mi cuerpo y centrándose en mi verga... En realidad, no me imaginé que Fernando iría tan enserio con respecto a disfrutar en un lugar más privado, pero todo se hizo real cuando el mesero llegó por nosotros indicándonos que nuestro cuarto estaba listo. Él nos guió a un sitio más privado, en dónde ya no se podía escuchar la música y se detuvo en una puerta roja que abrió con lentitud.

  • Muy bien, en este momento tengo por política informarles que nuestras chicas no son prostitutas. Ellas ofrecen un servicio sano para hombres y mujeres que desean experimentar. Hay una tarifa que es pagada al principio de cada actividad que ustedes les soliciten, si desean descargar sus deseos sexuales con ellas les informo que eso no será posible – dijo de manera profesional.

  • ¿Entonces no podemos tener sexo con ellas? – preguntó Fernando en tono casual.

  • No, las chicas podrán tocarlos a ustedes todo lo que ellas deseen, pero ustedes no pueden hacer lo mismo, a menos que ellas den el consentimiento.

  • ¿Y contigo es lo mismo? – siguió preguntando.

  • Jajaja... Exactamente, señor – asintió el mesero tranquilo –. Entonces, tienen una hora dentro de la habitación, al terminar ese tiempo entraré y sin importar qué, se acaba lo que estén haciendo ¿Quedó claro?

  • Sí, claro – contesté.

  • Bien... Espero que disfruten, caballeros.

  • Muchas gracias – agradecimos al unísono.

Al entrar en la habitación, me sorprendí por lo que tenían preparado para nosotros, estaban cuatro mujeres en ropa íntima esperándonos, todas hermosas, se veían coquetas, juguetonas y muy sensuales. Dos de ellas nos invitaron a sentarnos en un mullido sillón rojo, para luego colocar una suave música de fondo y bajar las luces un poco.

Esa música y luces sirvieron para dar un leve ambiente a lo que estaba pasando, las chicas bailaban sensualmente cerca de nosotros, nos miraban como poseídas al mismo tiempo que pasaban sus manos por todo su cuerpo, una de ellas se acercó gateando hacia Fernando, él abrió sus piernas esperándola y mirándola como un depredador a su presa.

Para ese momento, mi garganta estaba seca, deseaba tantas cosas al mismo tiempo viendo como ella trepaba por las piernas de él, pasando sus manos por sus muslos hasta llegar a su paquete y darle un suave apretón. Estaba tan concentrado en lo que ellos estaban haciendo que no noté cuando otra chica estaba haciendo exactamente lo mismo y yo me sorprendí soltando una risa nerviosa mientras mi verga era atrapada por sus manos.

  • ¡Qué bello!... ¿Estás nervioso, mi amor? – me preguntó ella bastante cerca.

  • Un... Un poco... – logré contestar.

  • Jajaja... Traten bien a mi hijo.

Ellas asintieron por la orden de Fernando, para que luego las otras dos chicas que faltaban comenzaran a tocar todo mi cuerpo... Mi corazón estaba palpitando bastante rápido al ver a esas tres mujeres estar casi encima de mí, yo soltaba leves gemidos y no dejaba de sonreír al ver como mis piernas, mis brazos y pecho eran acariciados de una manera tan posesiva. Cuando mis manos se movieron para tocar a una de las chicas, ella me reprendieron rápido dándome una cachetada, yo me había asustado tanto que me disculpé tan rápido como pude.

  • ¡Lo lamento!... ¡Por favor, discúlpenme!

  • Tranquilo, mi amor... ¿Eres nuevo en esto, no? – preguntó una.

  • Sí...

  • Bueno, solo disfruta.

  • Sí, hijo ... Disfruta de estas bellas mujeres – dijo Fernando mientras su chica se desvivía recostándose en su cuerpo.

  • Hazle caso a tu padre, ve como él disfruta.

  • Me-Me gustaría que me hicieran lo que le hacen a él – dije tragando en seco.

  • Sí, lo haremos, pero tienes que calmarte un poco... Estás a punto de acabar – explicó ella señalando mi entrepierna.

  • Lo siento...

  • No importa, chicas – les tranquilizó la que estaba con Fernando –... Su papá está igual, la tiene grande y está durísima... Jueguen con él.

  • Ohhh... Sí – gimió él.

Esa fue la orden para que las tres chicas comenzaran a rozar su cuerpo contra el mío, yo sentía como sus enormes tetas se pegaban a mi pecho, o como el culo de una de ellas se juntaba a mi verga erecta dando suaves sentones.

Yo estaba en éxtasis y a la primera oportunidad que tuve empecé a besar el cuerpo de alguna de ellas, no sabía quién era, ni me importaba, pero lo disfrutaba... Con cada beso, cada lamida o mordida que daba, ellas dejaban escapar pequeños gemidos de placer.

  • ... Quiero cogerte – escuché a Fernando decir con voz grave.

  • No puedes – contestó ella.

  • Por favor – le rogó aumentando su tono de voz.

  • ... ¿Qué pasa ahora? – preguntó la otra chica.

  • Él quiere aumentar la tarifa.

En ese momento las cuatro chicas se detuvieron y se separaron de nosotros de manera automática.

  • Entonces sí podemos cogerlas – dijo Fernando con suficiencia mirándolas a cada una.

  • ¿Si puedes pagarlo...? – dejó caer la chica.

  • Claro que puedo.

  • ¿Y tu hijo?

  • También se va a unir. ¿No, hijo ?

  • Ya va... ¿Qué? – pregunté confundido –, ¿Qué quieres hacer?

  • Cogérmelas a todas... Y tú me vas a ayudar – resolvió Fernando.

  • Eso te va a costar bastante.

  • Puedo pagarlo – repitió –... Mira cómo me tienes y mira cómo tienes a mi hijo .

Fernando se había levantado del sillón mostrándonos a todos su bulto, allí pude notar como una enorme verga se marcaba y en la punta se dejaba ver una enorme mancha de semen. Yo bajé la mirada a mi entrepierna para darme cuenta que esta exactamente igual que él.

Escucharlo hablar de esa forma tan dominante, pidiéndonos a todos tener una orgía en ese momento, me hizo sentirme demasiado excitado, pero también demasiado nervioso y más porque al momento de imaginarme la grandiosa orgía que tendríamos, vino a mi mente la imagen de mi novia.

En ese instante estaba llegando la culpa de algo que aún no habíamos hecho y fue cuando en esos pocos segundos analicé lo que estaba pasando allí. Un hombre casado estaba a punto de cometer un error y un joven como yo que no quería cometer más equivocaciones.

Me di cuenta que lo que estábamos haciendo estaba muy mal y fue cuando se lo hice saber a Fernando.

  • Espera...

  • ¿Qué? – me preguntó de manera ruda.

  • ¿Po-Podemos hablar?... En privado – dije mirándolas y ellas retrocedieron un poco –... Fernando, esto está mal.

  • ¿Qué dices?... ¡Está de puta madre!... Tenemos cuatro mujeres esperándonos.

  • No, Fernando, está mal, hazme caso. Tú estás casado y yo tengo novia.

  • Andrew – me llamó colocando su mano en mi nuca –, ellas no van a saber esto... Solo vamos a relajarnos y cogernos a estas perras.

  • Fernando, por favor – le pedí haciendo el mismo gesto –... Vámonos, es lo mejor.

En ese momento vi que la rudeza desaparecía de su expresión, para mostrarme a un hombre confundido, pero que expresaba calidez en su mirada.

  • Pero... No entiendo, yo quería compartir esto contigo, ¿Estás seguro?

  • Sí, ya lo hicimos y estuvo genial, pero no quiero que se nos salga de las manos... No quiero arruinar lo que tengo con mi novia y yo no quiero que arruines tu matrimonio. Por favor... papá.

  • Está bien, hijo – dijo después de unos segundos.

Después de entenderme, me abrazó completamente pegando nuestros cuerpos, él me envolvió en sus brazos como si estuviera protegiéndome de las mujeres que estaban a nuestro alrededor, sentía como el calor de su pecho me invadía cada segundo, mis brazos también quisieron protegerlo de esas perras y mis manos acariciaban con fuerza su espalda. Fue cuando algo duro y caliente se posó en mi entrepierna, sentí su verga en toda su extensión y estuve completamente seguro de que él estaba sintiendo la mía en ese instante.

Yo iba a decirle algo, pero me detuve al sentir como Fernando besaba mi cuello pacientemente, hasta el momento en que se separó de mí y me dio un beso en la mejilla.

  • ... Cambio de planes, señoritas – anunció Fernando.

  • No, ya nos dimos cuenta – respondió una de ellas sonriendo.

  • Lamento que no van a disfrutar de esto – se disculpó agarrando su paquete con fuerza.

  • Y ustedes tampoco van a disfrutar con nosotras...

  • ¡Tiempo, caballeros! – dijo el mesero entrando sin ser llamado.

Después de eso, el mesero prácticamente nos saco de la habitación para después regresar al club, ya era tiempo de volver a casa, así que Fernando pagó el servicio que habíamos solicitado y salimos de vuelta al estacionamiento.

Ninguno dijo nada hasta el momento en que entramos en el carro y nuestras emociones se habían calmado un poco.

  • Gracias – dijo él en voz baja –... En serio iba a cagarla esta noche.

  • Yo también.

  • No, yo estaba a punto de cogérmelas a todas, contigo o sin ti. Pero, tú me hiciste reaccionar... Tengo una hermosa mujer esperándome en casa, mi mujer y también un hijo a quien no quiero hacerle daño.

  • No lo hiciste y tampoco lo harás, Fernando...

  • Llámame, papá ... Sólo por esta noche, hijo – me pidió tomando mi mano.

  • Está bien, papá – dije sonriéndole.

  • En serio eres una buena persona, que nadie te diga lo contrario.

  • Ya, no sigas – le pedí sonrojado.

  • Es en serio. De verdad me gustaría que tú fueras mi hijo ... Estaría tan orgulloso que lo seas.

  • Y... A mí me gustaría tener un padre como tú – le contesté con los ojos húmedos.

  • ¿En serio?

  • Sí, pero ya no me hagas hablar más... Porque de seguro voy a terminar llorando.

  • Jajaja... Yo también , hijo.

No dijimos más, volvimos a abrazarnos dentro del carro, nos repartíamos pequeñas caricias en la espalda del otro, para que nuevamente Fernando me sorprendiera al a darme unos besos en mi cuello y luego yo hiciera exactamente lo mismo... Antes de separarnos, él tomó mi rostro y por unos segundos creí que me daría un beso en la boca, pero me equivoque al sentir como bajaba mi cabeza levemente para dejar un suave beso en mi frente.

Después de eso, con una sonrisa se separó para que ambos nos dirigiéramos a nuestras casas.

...

La siguiente semana después de haber compartido ese momento con Fernando, él parecía estar muy contento... Estando los dos solos en su oficina él me miraba, me sonreía, cuando se acercaba para comentar algo del proyecto me tocaba el cuerpo más de lo necesario, sus manos iban desde mi hombro cruzando toda mi espalda hasta casi tocar mi culo, o si no, simplemente me tomaba de la mejilla y me daba un suave beso en la frente terminando por revolverme el cabello. También estaban los pequeños detalles que hacía al regalarme un chocolate a media tarde o después de salir del trabajo, me invitaba a ir un restaurant para pedir un café y terminar hablando hasta que se hacía bastante tarde.

  • ... Sigo sin entender ¿Por qué haces eso? – le pregunté sonrojado.

  • ¿Te molesta?

  • Un poco... Bueno, no... Me refiero a que me incomoda por lo que dirán los demás.

  • Jajaja... Aquí nadie nos ve.

  • Sí, también me di cuenta que eres así de cariñoso solo aquí... Afuera de esta oficina me maltratas y me repletas de trabajo.

  • Afuera eres mi asistente, Andrew... Aquí eres mi hijo.

  • Ya... Lo entiendo.

  • Sí quieres que pare, sólo dímelo.

  • Hay una parte de mí que quiere que dejes de hacerlo – dije mirando a otro lado.

  • ¿Una parte, eh?... ¿Y la otra? – preguntó entendiendo a lo que me refería.

  • Jajaja... A esa otra parte le encanta.

  • Que marico eres, hijo – soltó con una sonrisa en su boca.

  • Ya... Oye, una pregunta, ¿Eres igual de cariñoso con tu hijo?

  • Bueno – dijo después de pensarlo un poco –... Sinceramente, no soy muy cariñoso con él.

  • ¿Por qué?

  • No quiero mariconearlo tanto, no quiero que a esta edad piense que el contacto con los hombres de esta manera es usual...

  • Pero – le interrumpí –... Lo haces conmigo y te he visto joder con tus panas.

  • Andrew... Lo hago porque sé que no hay peligro de que a ellos o a ti les guste la vaina. Es solo joder y ya.

  • Ya, ya... Entonces piensas que si lo haces con tu hijo se volverá...

  • No lo digas – habló serio –... ¿Sabes qué? En realidad no me importa, pero es mejor no hablar de esto, tenemos trabajo que hacer.

Yo quería continuar con el tema, tal vez explicarle que yo tuve mi época en la que me gustaban los hombres, pero de nuevo, me acobardé bastante... En serio no quería decepcionar a Fernando de esa manera, ni que pensara mal de mí.

  • Sí, tienes razón... Es mejor ir pensando en Miami – dije volviendo a mi escritorio.

  • Hablando de eso...

Otra cosa por la que Fernando estaba feliz, era porque ya se había solucionado la situación gracias a que el cliente nos hizo el favor de pagarle al ingeniero, explicando que era su culpa por pedir algo tan costoso y extravagante... Y en esa misma reunión nos había soltado que había comprado un terreno en Miami, para que Fernando comenzara el proyecto de las viviendas allí. Lo que significaba que él se iría pronto para planificar todo lo que eso conllevaba.

  • ¿Sí, qué pasa?

  • Te iba a proponer algo importante – dijo con una sonrisa orgullosa.

  • No es lo que estoy pensando... ¿Cierto?

  • ¿Quieres venir a vivir conmigo en Miami? – preguntó abriendo los brazos.

  • ¡¡NO JODAS!! – grité emocionado a abrazarlo.

  • ¿Eso es un sí?

  • ¡CLARO QUE SÍ, PAPÁ!

  • Jajaja... Ni lo pensaste.

  • ¿Qué hay que pensar?... Ir a Miami es lo máximo, no importa el tiempo que sea, le avisaré a mis padres y hablaré en la universidad para tomarme un tiempo.

  • Ok, pero recuerda que vamos a trabajar. No a jugar.

  • Ehhh... Sí, sí, lo entiendo – dije separándome del abrazo –... Pero, lo que no entiendo es una cosa ¿Por qué voy yo? Creí que llevarías a alguien del departamento de proyectos.

  • Si me los llevo a ellos, ¿Quién se hará cargo de ésta oficina y los proyectos que estamos haciendo aquí?... Te lo iba a proponer a ti, pero recapacité – al escuchar eso tuve que fruncir el ceño molesto –... No me mal entiendas, sé que tienes la capacidad, pero aún eres estudiante hijo... Quiero que aprendas más conmigo y lo harás en Miami.

  • Ya, bueno... Gracias, saldré temprano hoy para ir a la universidad y también hablar con mis padres.

  • Ok... Y será mejor que te prepares, porque voy a partirte ese culo cuando estemos allá – dijo dándome una nalgada –, voy a llenarte de trabajo.

  • Jajaja... Ya, lo haré – dije sonrojándome nuevamente.

---*---

- Lo próximo que te contaré lo haré bastante resumido, en verdad no quiero profundizar en eso, ni siquiera debería relatártelo – le expliqué apenado.

- Pero...

- Soy una mierda.

---*---

Después de vivir esa excitante experiencia con Fernando, evitando que arruinara su matrimonio y antes de irme a vivir con él a Miami. Sentí que él había hecho un cambio en su vida, pero lo que en realidad pasó fue que su maldición de ser un macho todo el tiempo había pasado a mí... Y ahora, ni yo era capaz de seguir mis propios consejos volviéndome un poco narciso.

Me había convertido en el típico “macho heterosexual” al igual que fue Fernando cuando era joven, tenía a Erica como mi hermosa novia, pero para mí no fue suficiente... Me la pasaba seduciendo a cuanta chica linda veía por la universidad, en el edificio donde trabajaba era lo mismo, pedía los números de las chicas y me la pasaba escribiéndoles, pidiéndoles fotos y demás...

Y llegó el momento en que había engañado a Erica, fue con una caliente chica morena en una discoteca que en realidad ni conocía, me la llevé a una esquina y prácticamente me la cogí sin que nadie nos viera.

Mi cerebro no funcionaba bien en esos días, a esa nueva chica también la había convertido en mi nueva novia y me veía a escondidas con ella. Con dos novias al mismo tiempo me sentía el más macho, tenía lo mejor de dos mundos, con una podía estar cogiendo como loco toda la noche, me sentía deseado, ella era una perra insaciable que me pedía más y más... Y con la otra podía estar tranquilo en el día, teniendo una cita en el parque, llevándola a almuerzos extravagantes, dándole regalos y haciendo lo que ella llamaba “el amor”.

Richard se acercaba a mí y me encerraba en el cuarto cuando le decía que iba a encontrarme con la perra de mi novia.

  • ... Estas siendo un idiota, actúas de manera irracional, Drew.

  • No jodas, Richard... Quítate de la puerta, me están esperando.

  • No te vas a ir con ella, tienes a Erica.

  • No sé qué es lo que te molesta, esto es lo que querías ¿No? Que estuviera con mujeres.

  • No es lo que quería para ti... No así – me dijo de manera triste, pero firme.

  • Estás actuando como un niño.

  • ¡Y tú como un imbécil! – me atacó.

  • ¡Vete al diablo! – le gritaba mientras hacía un esfuerzo por quitarlo de la puerta –... ¡Esto no tiene nada que ver contigo!

Y así era cada vez que él sacaba el tema, yo lo trataba horriblemente haciendo que se alejara de mí muy decepcionado.

En una de mis aventuras nocturnas, estaba cogiéndome a mi perra como siempre, golpeándola e insultándola mientras me abría las piernas pidiéndome más verga. Estábamos tan concentrados en lo que hacíamos, gimiendo, tocándonos y viéndonos, que no nos dimos cuenta de cómo se rompía el condón mientras le acababa dentro. Fue en el orgasmo que todo se sintió extraño, más caliente, más intenso y ella me vio de manera extraña mientras tenía mis espasmos al descargar mi leche.

  • ¿Qué paso, acabaste? – le pregunté recuperando el aliento –... Siempre acabas conmigo.

  • Sí... Pero, sentí algo raro...

Después de que dijo eso, sentí de nuevo la extraña sensación y mi mente me hizo llegar a la conclusión más sencilla.

  • ¡Mierda!... ¡Mierda! – grité al salirme de ella y ver mi verga con el condón roto –... ¡¡MIERDA!!

  • ¿Qué?

  • ¡Se rompió esta cagada!

Al decirle lo que había pasado ella se quedó petrificada, como una estúpida mientras yo caminaba por la habitación bastante nervioso pensando que la había cagado. Cuando regresé mí mirada a ella estaba sonriendo mientras se acariciaba la vagina.

  • ¿Qué haces, estúpida?

  • Nada... Estoy cansada.

  • ¡¿Y eso qué?!... ¿Acaso no estás asustada?... ¡Tomas las pastillas! ¿No?

  • Mmm... No, no tengo dinero para comprarlas – dijo mirando a otro lado.

Escucharla decir eso me hizo empezar a pensar que ciertamente esa chica era una perra estúpida, así que pasándome la mano por la cara, tratando de recapacitar lo que tenía que decirle para que se diera cuenta del lío en que estábamos, me hizo suspirar antes de abrir la boca.

  • Escucha, si no hacemos algo rápido vas a quedar embarazada y ninguno de los dos quiere eso.

  • ... ¿No? – preguntó ella de forma inocente.

  • Claro que no, perra estúpida – le contesté abriendo los ojos.

  • Pero, mi mamá ya quiere que quede embarazada... Y ya podría estarlo, se emocionará saber que el papá es gringo.

  • Ya va, ¿Qué? – pregunté confundida.

  • Sí – dijo tocándose el vientre –... Ahora estoy segura que todo saldrá bien.

Yo estaba completamente pasmado al oírla, no podía creer lo bajo que podía llegar una perra para querer embarazarse y amarrar a un hombre. Ella estaba prácticamente segura que tendría al niño y que yo me quedaría a su lado para criarlo, pero ella no me conocía, lo mínimo que yo quería en ese momento era un bebé en mi vida. Así que bastante molesto me acerqué a ella y la tomé del cuello haciendo que se asustara bastante.

  • ¿Quién te crees, estúpida? ¿Qué yo quiero tener un hijo contigo? – le pregunté peligrosamente.

  • ¡Andrew!... ¿Qué haces? Me estás asustando.

  • ¿Qué pasa? Hace nada me dijiste que te ahorcara más fuerte...

  • Pero... ¡AY! – gritó adolorida.

  • Vamos a ir a la clínica ahorita mismo – seguí sin escucharla –... Y vamos a pedir algo para deshacernos de este problema ¿Quedó claro?

  • Sí... – dijo ella en voz baja.

  • ¡¿Qué dijiste?!

  • ¡Que sí!... Suéltame, por favor – después de escucharla la solté dejándola de nuevo en la cama.

  • Vístete, es temprano. Debe haber una clínica que nos atienda.

Hacer eso me hizo sentir bastante extraño con respecto a mí mismo, jamás me había sentido tan dominante, pero allí estábamos, vistiéndonos mientras ella me miraba asustada y yo no podía estar más que satisfecho por causar ese miedo en ella.

El camino lo hicimos en silencio, cuando entramos a la clínica prácticamente llevé a la perra a empujones hasta el mostrador, le explique a la enfermera que ella era una amiga que había tenido relaciones con un pendejo sin protección y necesitábamos ayuda con ese problema. La enfermera habló conmigo todo el tiempo mientras ella se quedaba en silencio porque supuestamente estaba traumatizada por quedar embarazada y la enfermera solamente le dijo a ella que debía agradecerme porque habíamos venido en el momento adecuado, quedando yo como un héroe evitando un embarazo no deseado.

Cuando la chica tenía las píldoras en su mano le ordené con voz fuerte que se las tomara, ella lo hizo y yo por seguridad tuve que verificar si se las había tomado realmente.

  • ... Bien, esto se acabó – le dije al salir de la clínica.

  • Pero, Andrew...

  • ¡Cállate! – le grité a punto de golpearla –... No te atrevas a llamarme, o a buscarme de nuevo, estúpida.

No la dejé hablar, la abandoné allí y yo me fui directo a casa.

---*---

- Eras bastante...

- No he terminado – le interrumpí de forma seria.

---*---

Después de pasar por ese susto, no había vuelto a saber de esa chica y yo respiré tranquilamente volviendo a circular por los bares en busca de otra nueva presa.

En una de mis salidas, estaba caminando por la discoteca hasta que llegué a una chica que estaba sola, empezamos a coquetearnos un poco y mientras la tocaba repartiendo unos besos por su mejilla sentí una cachetada que me dejó algo atontado.

  • ¡Eres un estúpido!... ¡No quería creerle a mis amigas, pero aquí estás!

  • ¿Qué paso vale? – le pregunté a una molesta Erica.

  • ¿Cómo que qué pasa?... ¡Estás besándote con ésta tipa!

  • Solo fue un beso, no estábamos haciendo nada más, tranquilízate... Estás haciendo una escena – traté de decirle lo más calmado que pude.

  • ¡¿Cómo quieres que me calme?!

  • Erica... Tranquilízate – volví a decirle acercándome a ella –, solo fue un beso. Tú eres mi novia, ésta tipa no es nada para mí.

  • ¿Cómo dices? – preguntó la otra.

  • Lo que escuchaste... ¡Lárgate!

  • ¡Estúpidooo! – dijo en voz chillona lanzándome su trago en la cara.

Mientras la chica se iba, yo traté de secarme viendo como Erica me seguía viendo molesta. Estaba seguro de que estaba metido en un pequeño problema, pero no fue algo tan grave, podía solucionarlo con palabras lindas, mi encanto y con alguna recompensa.

Así que la saqué del bar evitando que sus amigas nos siguieran para ir directo a hablar en mi carro, dentro le expliqué amablemente que no la estaba engañando de ninguna manera, que ella era lo único bueno que tenía en la vida y era bastante importante para mí. Luego de estar hablando por media hora mientras la iba tocando suavemente y repartiéndole besos, había aceptado mi disculpa.

  • ... Escucha, solo me gustas tú, Erica.

  • Sí, lo sé... Estaba exagerando un poco – respondió de ella de forma comprensiva.

  • Sí, estabas loquita allí dentro – le dije dándole un beso.

  • Jajajaja... ¡Andrew, entiéndeme!

  • Lo hago, mi amor... Pero, entiéndeme tú a mí, si se llega a dar la oportunidad ¿Harías un trío conmigo y otra amiga?

  • ¿Qué?... ¡Andrew! – dijo ella golpeándome suavemente.

  • Jajaja... ¡Solo es una broma!

  • ¡Ajá!

  • Erica, mi amor – le dije volviendo a abrazarla –... Hablar de esto me puso caliente, ¿Tu casa sigue sola, no?

  • Sí... – respondió mordiéndose sus labios.

  • Entonces, vámonos...

De nuevo me estaba sintiendo orgulloso de mis poderes de persuasión con las mujeres, a pesar de todo lo que había pasado logré llevarme a mí novia a la cama esa noche, sin embargo después de haber estado con diferentes mujeres, el sexo con Erica llegó a volverse algo soso, pero tenía que soportarlo porque ella era mi novia y le tenía mucho aprecio.

Allí acostados, estábamos malditamente excitados, yo le comía el cuerpo mientras la penetraba y ella me manoseaba gimiendo de placer.

Fue en ese momento que llegó a mi mente un solo pensamiento, pensé en todos los hombres con los que había estado... Deseé que me vieran, que sintieran celos y que me odiaran porque no eran ellos los que estaban en mi cama, si no una hermosa mujer.

Era una pequeña venganza para que vieran lo que se sentía... Con ese pensamiento terminé acabándole a mi novia en sus tetas, para luego recostarme y quedarme dormido...

---*---

EL SUEÑO DE ARTURO.

... Lo sabía, era un sueño...

Lo supe por mi vestimenta, solamente un jean oscuro, caminaba descalzo por un parque que estaba debajo de una autopista, pero en ella no circulaban carros... estaba completamente sólo. O eso quise imaginar, porque lo siguiente que vi fue a un hombre de espaldas vestido de la misma manera que yo.

Él estaba cerca del centro de ese parque en dónde se alzaban unas esculturas, fuentes y habían algunos bancos de piedra. Al acercarme pude ver que él era más alto que yo, tenía un buen físico y el cabello rapado.

No recordaba a haber conocido alguien así en mi vida, hasta que él se dio la vuelta lentamente con una sonrisa y yo me quedé congelado.

- Arturo...

- Hola, mi Andy – me saludó pausadamente.

- ¿Qué haces aquí?

- Esperándote.

- Pero, yo – dije retrocediendo –... Creí que estabas en Europa.

- Sí, pero volví por ti. Porque te necesito y tú me necesitas.

- ¿De qué hablas?

- Ven – me llamó amablemente –... Siéntate aquí.

Mágicamente el escenario se movía alrededor de él hasta que unos asientos de piedra se acercaron y Arturo se sentó tranquilamente.

- Sí... Esto es un sueño – dejé escapar viendo todo.

- Entonces si estoy soñando contigo, soy el hombre más feliz del mundo.

Caminé lentamente hacia él, cuando estuve a su lado me senté un poco alejado y pude verlo detalladamente. En verdad él había cambiado, se veía más maduro en comparación a la última vez que lo había visto, con su cabello bastante corto y mostrándome una leve barba que lo hacía parecer un hombre tranquilo y serio, pero que dejaba escapar una sonrisa sincera ante mí.

- Te ves tan diferente, Arturo.

- Jajaja... Y tú igual mi Andy, con el cabello largo te ves espectacular, hace resaltar tus ojos.

- Ya, para – dije apartando la mirada.

- Sigues igual que siempre.

- Sí... Pero, ya no lo soy – dije cambiando mi semblante.

- Mmm... ¿En serio? – preguntó algo triste.

- Pues sí, y espero que tú también hayas cambiado, Arturo... Desde la última vez, ¿Recuerdas?

- Sí, lo recuerdo... Y sí he cambiado, mi Andy... ¿No lo ves?

- Solo veo que cambiaste físicamente... Y sigues mostrándome esa sonrisa estúpida – dije molesto.

- Sonrío porque te estoy viendo y porque estamos hablando... Es todo lo que he deseado desde que nos vimos la última vez...

Después de decir eso, sus ojos se pusieron algo rojos haciendo que soltara unas lágrimas que se limpió rápidamente. No entendía por qué estaba llorando de esa manera, desde nuestra separación él y yo habíamos hablado... por mensajes...

Negué con la cabeza viendo hacia la fuente, que de nuevo, por arte de magia empezó a soltar agua y a moverse de manera teatral y pensé que éste sueño estaba volviéndose mucho más irreal de lo que debería ser.

Al ver de nuevo a Arturo me di cuenta que ya se había calmado y ahora estaba viendo el espectáculo al igual que yo con una sonrisa tranquila.

Mis pensamientos por él se estaban volviendo más reales, por primera vez quería abrazarlo como antes, que me hablara, saber realmente qué le había pasado desde que nos separamos... desde el momento en que lo vi salir del restaurant esa última vez.

- ¿Cómo has estado, Arturo? – le pregunté armándome de valor.

- Bien... – dijo quedándose callado.

- ... ¿Eso es todo lo que dirás?

- No, lo siento – respondió volviendo a sonreírme –... Sinceramente, estuve mal los primeros años que estuvimos separados... Pero, Aquiles me ayudó, me dio ánimos y me dijo que algún día nos volveríamos a ver. Yo tuve fe, mi Andy... Y aquí estamos.

- Esto es un sueño, Arturo... No seas idiota.

- Jajaja... Igual, estamos juntos.

- Yo también la pasé mal... Richard me ayudó bastante – solté sin más.

- Lo sé, él y yo hablamos de vez en cuando.

- Mmm... No recuerdo que Richard me dijera algo parecido.

- Tal vez no quería hacerte molestar con eso...

- Puede ser – dije para luego preguntar algo que deseaba saber, así fuese un sueño –... ¿Y has estado con alguien más? ¿Me has podido olvidar?

- Sí, he estado con un par de chicas... – me dijo apenado.

- Tan típico de ti.

- Pero, no te he olvidado – continuó –... Yo jamás podré olvidarte, tú eres mi primer amor.

- ¿Qué cosas tan estúpidas dices?... No le mentirías a tu “primer amor” – dije desconfiado.

- Lo sé... Pero, ya lo habíamos hablado Andrew, tienes que dejar ir lo que pasó.

- No lo haré, Arturo.

- Pero...

- Ya me voy.

En el momento en que me levanté, él se acercó a mí de manera desesperada tomando mi mano, yo iba a quitarla pero mi cuerpo no se movió ni un milímetro, fue así que Arturo logró acercarse, juntar su pecho a mi espalda pasando su brazo por mi abdomen y colocando su barbilla en mi hombro.

- No lo hagas, por favor... No me dejes aquí solo, no podría soportar que te alejaras de mí... Me duele no tenerte, no quiero perderte... Te quiero tanto, yo te quiero tanto.

- Ya, no sigas Arturo – le detuve al escucharlo hablar tan intensamente.

- No te vayas, quédate conmigo, estoy arrepentido... No sé qué hacer sin ti.

- Está bien – acepté cerrando mis ojos.

A pesar se der un sueño, el cuerpo de Arturo se sentía tan real a mi espalda, tan cálido que deseé por un momento que no fuese una ilusión, deseé tener a Arturo a mi lado. Fue entonces que mi cuerpo se movió de manera automática y me senté al lado de él.

- Gracias por quedarte... Me haces tan feliz.

- Yo... Olvídalo.

- Está bien, mi Andy, puedes decirlo.

- No, no es nada... Olvídalo.

- De acuerdo...

Estar sentados los dos allí, hacía que el sueño se volviera pausado, no sabía en qué momento iba a despertar y si quería que mi subconsciente continuara con éste sueño, era mejor hacer hablar a Arturo y saber qué más podría decirme.

- Tú – empecé a hablar para cambiar la conversación –...  ¿Tienes preguntas para mí?

- Sí, claro – dijo poniéndose serio –... Te preguntaré casi lo mismo que me preguntaste a mí para ser justos... ¿Has tratado de olvidarme? ¿Has logrado olvidarme?

- Claro, Arturo... Eso es obvio. He estado con otros hombres y mujeres... Tengo una novia, por si preguntas – dije con orgullo.

- ¡Vaya!... ¡Eso sí es una sorpresa!

- ¿Creías que yo no sería capaz de tener a una mujer a mis pies, así como haces tú? – pregunté ofendido –... Pues sí soy capaz de hacerlo, las mujeres caen solitas ante mí. Me quieren, me desean y yo cumplo con ellas en la cama como todo hombre haría.

- Mmm... Ya veo – dijo mostrándome de nuevo ese semblante triste y abrazándome más fuerte.

- ¿Estás herido?

- Algo...

- Me alegra – solté sin mirarle –... Es lo que necesitaba saber.

- Lamento haberte hecho tanto daño, mi Andy – dijo a pesar de mis palabras.

- ¡Por dios, Arturo! – dije tratando de levantarme, pero no pude –... ¡¡Deja de ser tan condescendiente!!

Al mirarlo, noté que él estaba triste y lloraba nuevamente, pero al verme trataba de sonreír. Yo no podía soportar que hiciera eso, deseé golpearlo, pero mi maldito cuerpo no se movía, no cumplía mis deseos.

- No has contestado mi otra pregunta... ¿Has logrado olvidarme?

- No pienso contestar eso – dije con asco.

Darle esa respuesta, para él significó que después de todo lo que había hecho, no era capaz de olvidarlo, haciendo que a pesar de sus lágrimas su sonrisa se ampliara bastante.

- ¿Tú me extrañas? – siguió preguntándome.

- Arturo...

- Yo sí, te extraño como nunca.

Escucharlo decir eso, quebró mis barreras.

- Ya... Lo acepto, yo también lo hago – dije lamentándome –... ¿Para qué seguir engañándome?

- ¡Lo sé!... Te extraño y te amo, entiéndelo, mi Andy.

- Arturo... Por favor.

- ¿Tú me amas solamente a mí? – preguntó algo desesperado.

- Yo...

- Andrew, dime... ¿Si llegase a aparecer otro hombre, lo llegarás a amar como me amas a mí? No una aventura... Un verdadero hombre.

- No lo sé – contesté francamente.

Él asintió tranquilo, para luego seguir con ese interrogatorio que me obligaba a contestarle sin mentir de ninguna manera.

- ... ¿Amas a Richard?

- Es mi mejor amigo… Claro que lo amo.

- ¿Tendrías algo con él?

- Yo... No lo sé, es mi mejor amigo – repetí –... No quisiera arruinarlo como ocurrió con nosotros.

- Tal vez deberían intentarlo – recomendó.

- Tú no decides eso.

- De acuerdo.

- ¿Por qué tantas preguntas?

- Porque quiero saber lo que ocurre en tu corazón, Andrew.

- No sé para qué quieres...

- Y ese tipo – me interrumpió –... ¿Miguel?... ¿Puedes amarlo cómo me amas a mí?

- Miguel es diferente, Arturo. Deberías saberlo... él si es un hombre de verdad.

- ¿A quién amas más? – preguntó a pesar de todo –... ¿A él o a mí?

- No me hagas pensar en esas cosas...

- Tú me amas más que a él – respondió por mí.

- Pues yo creo que...

- Shhh – me calló besando mi cuello –... No lo digas, ya lo sé.

Al decir esas palabras su abrazo se volvió más fuerte, tanto que me estaba haciendo daño, yo iba a reclamarle, pero sabía que eso era imposible... Arturo tenía el control sobre mí, sobre lo que pasaba a nuestro alrededor, era su sueño... No el mío.

- Bésame – me pidió con una sonrisa triste.

- Pero, Artie...

- Por favor... Cumple mi deseo, Andy.

En ese momento unimos nuestros labios con cariño, él había liberado su agarre levemente, pero solamente fue para obligarme a recostarme en el banco de piedra y él se acostara encima de mí, el frío del banco contrastaba con el caliente cuerpo de Arturo y yo estaba comenzando a recordar lo que era estar al lado de ese hombre...

Sus besos eran tan pasionales, algo rudos, pero con cariño, intensos como recordaba... Él no había cambiado, eran los mejores besos del mundo. Sus manos tampoco se quedaban tranquilas, tocaban mi pecho, mi abdomen hasta llegar a mi cintura, pero yo tampoco me quedé sin hacer nada, mis manos fueron a su espalda para recorrerla completamente, dejando marcas hasta llegar a su culo que apreté con ganas.

Estaba aceptando lo que estaba ocurriendo.

- Esto... Es igual a como recordaba – gemía.

- Lo es, mi Andy... Lo es.

- Artie... Tócame, quiero sentirte.

Su beso se había transformado a uno completamente desesperado, me besaba haciéndome suyo y yo lo aceptaba.

Me sentía tan culpable, antes estaba engañándome a mí mismo porque creía que si volvía a ver a Arturo, lo rechazaría y no iba a permitir que él me hiciera daño nuevamente, pero yo era débil ante él...

Lo pensaba, pero ahora estaba seguro de ello.

De nuevo, mágicamente nuestras únicas prendas habían desaparecido, haciendo que nuestros cuerpos desnudos se unieran, esa sensación no la había sentido desde hacía tantos años... Que nuestras vergas se tocaran hacía que mi cuerpo entero vibrara de tanto placer, Arturo sabía cómo moverse, cómo hacerme sentir éxtasis con unos pocos movimientos y fue así que mis piernas se abrieron ante él.

Yo estaba preparado para entregarme una vez más a ese hombre que me había causado tanto sufrimiento, pero que no podía olvidar...

- Te amo – gimió cuando estuvo dentro.

- Artie... Hazme el amor.

- Lo haré... Te lo juro...

Hacer el amor con Arturo fue excitante, que su verga estuviese dentro de mí fue lo mejor de mi vida, deseaba que fuera real, era el sueño de Arturo, pero también quería que fuese mi propio sueño. Todo fue perfecto hasta el momento en que acabamos al mismo tiempo y dije esas palabras que para mí estaban malditas.

- Te amo, Artie... Te amo.

... El sueño, todo era perfecto, él y yo... Juntos.

Pero todo cambió cuando unas personas aparecieron, vestidas de manera desdeñada, acercándose peligrosamente hacia nosotros, Arturo y yo nos sorprendimos, nos levantamos rápidamente, deseábamos irnos, escapar, pero nuestras piernas no se movían y ellos empezaron a atacarnos...

Nos separaron, ambos gritábamos el nombre del otro de forma desesperada, esos hombres reían con burla, nos señalaban con desprecio hasta que uno de ellos sacó una daga y apuñaleó a Arturo en el pecho.

Yo sufrí horriblemente viendo como ese hombre seguía clavándole la daga repetidas veces a mi primer amor...

- ¡¡NOOO!! – grité negando que todo fuese a terminar así.

Mi gritó alertó al hombre, ordenándole a sus acompañantes que me acercaran a Arturo. Ellos lo hicieron y mi cuerpo volvió a unirse al cuerpo de mi amante. Yo lloraba mientras él volvía a sonreírme amablemente, a pesar de toda la sangre que brotaba de su cuerpo.

- Andy...

- Artie...

- Voy a morir...

- No... Por favor, no.

- Lo lamento.

- ¡Está bien, Arturo!... ¡Te perdono, pero por favor no me dejes!

- Andy... Si nos volvemos a ver... Si nuestras vidas vuelven a cruzarse, ¿Estarías conmigo de nuevo?

- Sí, sí... ¡Lo prometo!

- Gracias... Gracias, prometo que no volveré a arruinarlo... Te amo, mi Andy.

- Y yo te amo a ti, mi Artie.

Iba a besarlo, pero el hombre que lo había atacado, me volteó salvajemente y clavó su daga directo en mi cuerpo lo que me hizo volver a la realidad.

...

  • ¡¡AHHH!! – grité con todas mis fuerzas levantándome de la cama.

  • ¿Qué?... ¿Qué?... ¡¿Qué pasa, Andrew?!... ¡¿Qué pasa?! – gritó Erica a mi lado.

Yo había despertado, sí, había sido un sueño, pero había sido el maldito sueño más real de mi puta vida. Estuve con Arturo, hablé con él, tuve sexo con él y al final habíamos muerto...

Yo no podía pensar, no podía moverme, mi novia estaba viéndome asustada, tocaba mi cuerpo repetidas veces hasta que me dio una suave cachetada que me obligó a empujarla.

  • ¡Aléjate de mí! – grité aterrado.

  • Pero, ¿Qué te ocurre?... ¡Me hiciste daño, idiota!... ¿Estás bien?

  • ... ¡Dios! – exclamé temblando.

  • Háblame, Andrew, estás pálido... Vuelve a la cama y tranquilízate, por favor.

  • No, no.... No... ¡No! – negué respirando agitado –... Me voy de aquí, me tengo que ir.

  • Pero, es de madrugada, es peligroso.

  • ¡Cállate!... ¡No me hables más, no quiero escucharte a ti!... ¡¡No es lo que necesito!!

  • Entonces, ¿Qué necesitas? – preguntó angustiada.

No contesté, busqué mi ropa tirada por el piso y me la fui colocando a medida que la encontraba. Mi vista iba entre mis pertenencias y novia que no dejaba de verme como si hubiese perdido la cabeza.

Cuando estuve medianamente vestido, tomé mis cosas y salí de su habitación al mismo tiempo que escuchaba cómo ella me llamaba. Pero, yo necesitaba estar solo, necesitaba dejar salir todo lo que sentía en ese momento, necesitaba algo, pero no sabía qué era lo que quería realmente.

Al llegar a mi carro, intenté abrir la puerta introduciendo la llave, pero mis manos temblaban y ahora entendía lo que me estaba pasando, estaba teniendo otro ataque de pánico. Al ver que no podía controlarme, dejé caer mis llaves, cartera y celular al piso, y me apoyé en el carro para dejar escapar el grito más desgarrador de mi vida...

Todo fue tan frustrante y tan pausado que no sentí el tiempo pasar...

Estaba tan ido del mundo real, que no supe en qué momento me había calmado completamente, así que tomé mis llaves para abrir la puerta y gateé hasta estar sentado dentro del carro.

Estando allí, me quedé en silencio notando como amanecía lentamente y viendo a la nada hasta que las palabras salieron solas de mi boca.

  • Lo necesito... a él.

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Conexiones forma parte de la saga de Anécdotas y sus derivados por Andrew Brown. Tiene Licencia Internacional bajoCreative Commons que abarca, Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional (CC BY-NC-ND 4.0)https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/