6.2 Conexiones – Los Sensuales (3° Parte)

Morbo universitario...

NdA: Que lo disfruten...

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- ¡Ahhh…!  – dijo él suspirando de manera soñadora –… La UCV es la casa que vence las sombras. Fue mi primera universidad.

- ¿En serio? – le pregunté viendo su muro.

- Sí, estuve allí en mis primeros años antes de irme del país. Fue cuando mis padres me enviaron a Princeton a terminar mi carrera, pero no me quedé con eso... Luego fui a Madrid para hacer mi maestría y espero comenzar mi doctorado pronto.

- Vaya... Pareces tener tu vida bien planificada.

- Jajaja... Para nada – negó con la cabeza –, solo tengo grandes aspiraciones. Tú también deberías de tenerlas.

- Claro... Debiste decírselo al Andrew de hace 10 años.

- Mmm... Bien, pero eso ya ha pasado. Mejor cuéntame de tus vivencias en la universidad... No divagues mucho tampoco – me recomendó.

- Jajaja... Fue una época salvaje.

- Cómo la de todos – coincidió.

- Bien, trataré de hablar de todo un poco...

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UN NUEVO MUNDO.

Junio – Julio, 2009.

Sí... el primer día como estudiantes de la UCV estuvo lleno de emociones, sentía como mi corazón saltaba y no podía borrar una sonrisa de mi cara. Caminando por las pasarelas techadas, viendo a nuevos estudiantes que como yo admiraban la facultad, hasta una chica que tomaba fotos del edificio con su cámara profesional.

Al entrar, vi como algunos estudiantes de cursos superiores estaban sentados en distintas zonas, hablando, riendo, escribiendo e incluso dibujando los espacios. Yo, ahora como un estudiante oficial comencé a notar todo detalle arquitectónico que podía sentir que no era lo usual, como las paredes con bloque calado en forma hexagonal y otros detalles en paredes, los techos curvos con ventanas en la parte superior, hasta como un tonto admiraba como el concreto era el material principal en cada elemento.

Richard por su parte no estaba tan perdido en las cosas como yo, él trataba de centrarse viendo donde quedaba la biblioteca, el auditorio, para no perderse en un futuro. Algunos estudiantes nos miraban de forma burlona y es que ambos parecíamos como niños en una dulcería.

Algunos chicos sentados en unas bancas seguían mirándonos con una sonrisa en la cara, lo cual me intimidó un poco, pero al contrario, Richard respiró tranquilamente y me tomó de la mano en un extraño gesto de amistad acercándose a los chicos para preguntar dónde quedaban los salones de nuevo ingreso. Ellos contestaron algo cortados al vernos tomados de la mano indicándonos por donde debíamos ir, Richard les agradeció amablemente y me guió por un amplio pasillo iluminado hasta entrar en uno de los salones.

Era impresionante como cada metro cuadrado de esa facultad indicaba la palabra arquitectura, no eran salones ordinarios con los típicos pupitres y pizarra. Eran espacios bien pensados, de paredes blancas, techos con distintas inclinaciones iluminados y en el centro había una gran estructura de acero y madera que abrazaba todo el salón. Mi amigo y yo, nos quedamos boquiabiertos al verlo hasta que un joven nos invitó a pasar y con una sonrisa nos dijo que no era necesario estar tomados de la mano para estar en su clase… Al darnos cuenta que seguíamos de esa manera, él soltó el agarre con una media sonrisa que mostraba una mezcla entre vergüenza y felicidad.

-   Bien, ya casi está el salón completo… ¡Bienvenidos al curso introductorio! – dijo el joven frente a todos.

... Bueno, habíamos entrado en la UCV... Pero, en realidad habíamos pasado la primera parte de la prueba.

La segunda parte, como nos explicaron el día de la prueba era cursar un taller de expresión, era un tipo de propedéutico dónde profesores y mejores estudiantes de los últimos semestres, nos podían evaluar y saber si éramos aptos para cursar la carrera.

Richard y yo estuvimos esforzándonos bastante, aunque nos separaron en algunas clases, ya que no podíamos estar juntos todo el tiempo. El taller fue bastante sencillo en realidad, aprendimos a dibujar con algunas técnicas, a utilizar algunos materiales de la manera correcta, como el x-acto, compás, escalímetro, hasta el uso de la pega UHU, también cómo cortar, pegar, sentir y “comer” el cartón.

Pasábamos tardes enteras cerca de la biblioteca, en unas mesas haciendo maquetas y planos, hablando con algunos chicos o leyendo… hasta simplemente estar comiendo algo cuando finalmente nos daba hambre.

Luego de haber aprobado el taller, vino la tercera parte y la más tediosa por la que tuve que pasar. El personal de la universidad lo llamó, “El Programa de Entrevistas”, dónde me sentí muy extraño y fue porque tuve que hablar con una psicóloga. Según los otros chicos que habían entrado con ella, decían que era bastante relajado, muy tranquilo. Pero lamentablemente, mis experiencias con psicólogos no habían sido muy buenas que digamos, sólo Richard pudo calmarme antes de entrar a hablar con ella pidiéndome que me relajara, que fuese yo mismo y recordándome que nada malo iba a ocurrir... Y al final, debo admitir que me preocupé por nada, ya que solamente me preguntó cosas básicas, sin profundizar en mi vida.

En principio, nuestra rutina era ir a la universidad, estudiar y tratar de aprobar el curso. Para que luego, Richard me dejara en mi casa en su moto y él regresara a la suya, exceptuando los viernes que se quedaba en mí casa todo el fin de semana.

Cuando finalmente terminamos todas las etapas e informarle a mi padre que oficialmente habíamos entrado. Él al día siguiente nos estaba esperando con una sonrisa en su rostro frente a un Chevrolet Optra, 2009 , de un genial color azul eléctrico como regalo. Ese iba a ser nuestro trasporte por los siguientes años en la universidad...

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NUEVAS AMISTADES.

Septiembre, 2009.

Vanessa – suspiro –… ¡Mí querida, Vanessa…!

Era el primer día de clases cuando la vi entrar en el salón, de piel blanca, cabellera cobriza, un poco rellenita en algunas partes de su cuerpo y algo que me hizo descolocarme demasiado fue notar sus hermosos ojos miel... Ojos que me dejaron embobado por un tiempo en el cual no dejaba de mirarla, cosa que ella notó a mitad de la clase un poco asustada y mi amigo tuvo que llamarme la atención.

-   Idiota... La estás espantando – me había dicho en un susurro.

-   Es que...

-   Es linda, ¿No?

-   No... Digo, sí, lo es... pero, me recuerda a alguien.

-   ¿A quién?

-   No lo sé...

-   ¡Disculpen, ustedes! – nos llamó el profesor –... Es el primer día y sé que es tedioso, pero presten atención... Ésta materia puede confundir a cualquiera.

-   Disculpe, profesor – había contestado mi amigo y yo asentido como apoyo.

Luego de eso, la clase había terminado y nosotros nos dirigíamos directo al cafetín. Justo al frente de nosotros iba esa chica sola mientras sostenía una carpeta y una bolsa con materiales, a la cual tuve que adelantarme para ayudarla en un intento de falsa caballerosidad... Pero, lo que en realidad quería era verla directamente a la cara y notar sus hermosos ojos.

-   ¡Disculpa...!  – la llamé mientras era seguido por mi amigo.

-   ¿Sí?

-   Hola... – saludé algo nervioso.

-   Hola.

-   Hola, vale...  – saludó Richard como todo un galán.

-   ¿Qué pasa? – preguntó ella mirándonos.

-   Es que... Bueno...

-   ¿Sí? – volvió a preguntar un tanto impaciente.

Me quedé como un tonto mirándola sin saber que decir exactamente, hasta que Richard me interrumpió.

-   Es que mi amigo cree que eres linda.

-   ¡Claro que no, vale! – protesté.

Ella se había ofendido por nuestros comentarios, comenzó a caminar de nuevo en dirección a la cafetería y yo tuve que detenerla de nuevo tomándola del brazo de manera algo brusca.

-   ¡¡OYE!! – me reclamó.

-   ¡Lo siento!... ¡Lo siento!... ¡No quise hacerte daño, discúlpame!... Es que tú... te pareces a alguien que... alguien que... Lo siento – terminé por decir muy apenado.

Ella al verme de esa forma tuvo que notar algo en mí y suavizó su expresión un poco, invitándome a sentarme junto a ella en una de las bancas seguido de mi amigo.

-   Sabes, simplemente puedes hablarme, no mirarme de esa forma que asusta.

-   Jajajajaja… Eso lo aprendió de un amigo.

-   Richard, cállate… ¿Quieres?

-   Nope… - negó tranquilamente.

-   Jajajajaja… Ustedes son muy graciosos… Por cierto, me llamo Vanessa.

-   Yo me llamo Andrew y el es mi amigo Richard.

-   Un placer, bella – había respondido mi amigo de nuevo como un galán.

Tanto Vanessa como yo, volteamos los ojos por la forma en que Richard estaba tratando de ligar con ella. Después de habernos conocido habíamos hecho bastante química, sumado a que estábamos en las mismas clases y los tres nos podíamos reunir en cualquier momento para poder estudiar, o realizar cualquier asignación que nos mandaran. Vanessa vivía bastante cerca de la universidad, por ello no me molestaba llevarla en las noches cuando terminaban nuestras últimas clases de diseño y allí aprovechaba esos momentos para hablar con ella, conocerla y detallar nuevamente esos ojos miel que no dejaban de hipnotizarme. Aunque a veces esos momentos eran arruinados por Richard, que casualmente en esos días que salíamos tarde, él no llevaba su moto, así que tenía a un invitado no esperado en esos viajes nocturnos.

Había comenzado una extraña rivalidad entre nosotros para conseguir la atención de Vanessa, en donde cada cosa que hacíamos, cada pequeño detalle que le dábamos a ella era opacado por el siguiente, haciendo que él y yo nos molestáramos días enteros.

Richard y Vanessa vivían remotamente cerca, es por eso que yo siempre tenía que sacrificarme cuando hacíamos algún trabajo en grupo o nos reuníamos una noche para hacer diseño. Vanessa vivía sola, su madre siempre estaba de viaje así que ella tenía que mantenerse con el poco dinero que le dejaban al mes, ella sabía cocinar y limpiar, por eso mantenía la casa completamente limpia y cuando cocinaba dejaba todo impregnado con un delicioso aroma.

Eso pensaba cada vez que me reunía con ellos a hacer alguna lámina de dibujo y yo molestaba a Richard, porque siempre quería probar la comida de Vanessa, yo lo fastidiaba bastante con eso, hasta que un día mientras nuestra amiga cocinaba, él me confrontó.

-   … Sabes, podrías apartarte un poco – dijo de la nada.

-   ¿A qué te refieres? – le pregunté confundido.

-   Pues… Que Vanessa me gusta mucho.

-   ¿Y eso qué tiene?

-   Que deberías dejármela para mí.

-   ¿Por qué? – le pregunté algo picado.

Él se había alejado de su lámina y llegado hasta a mí con una cara muy seria imponiéndose.

-   Porque tú eres gay y ya tienes a alguien a quién querer…

-   Ya, apártate, Richard – le ordené empujándolo un poco.

-   Entiéndelo, Andrew. Ella me gusta, la quiero para mí.

-   ¿Y qué tal si yo la quiero para mí?

-   Yo sé que le gusto a ella – afirmó sacando el pecho.

-   Por Dios, también le gusto, ella me lo ha dicho.

-   ¡Claro!... Después de traerla a casa y llenarla de chocolates.

-   … Estás celoso, no seas idiota.

-   ¿Yo celoso?... ¿De ti?... ¡Por favor!

-   Yo podría complacerla en todo y mejor de lo que tú podrías hacerlo – le solté algo molesto.

-   Pssst… No en todo… maricón – respondió de una manera muy dura.

En ese instante sentí como sus palabras me habían dado un duro golpe, un golpe muy bajo así que yo había retrocedido con una mirada apagada siguiendo con mi trabajo. Él se había dado cuenta de lo que había dicho y se había puesto detrás de mí tocando mi hombro, toque que rechacé al instante.

-   Drew…

-   Déjame.

-   Drew – volvió a llamarme apenado –… Lo siento, no quería decirlo de esa manera.

-   Sí querías, tu siempre sabes que decir – le contesté muy triste.

-   No siempre , me equivoqué. Discúlpame.

-   Ya, quédate con Vanessa…

-   No, Drew… O sea… sí quiero quedármela, porque ella me encanta… pero tú.

-   Yo estaré bien, tú lo dijiste.

-   No me entendiste vale… Drew, por favor.

-   Olvídalo, Richard. Yo ya estoy claro de lo que sucede. Quédate con Vanessa y sean felices juntos.

Estoy seguro de que mi amigo iba a decir algo, pero alguien más se adelantó a él interrumpiéndonos y es que la palabra “Quédate”, como si fuese un objeto fue lo que más enfureció a la chica al escucharnos discutir.

-   ¡¿Cómo que QUÉDATE con Vanessa?!... ¡¿Es que acaso soy una cosa para ustedes o qué?!

La forma en que ella había reaccionado, nos había dejado helados pensando en todo lo que había escuchado.

-   Vane… Perdona, no es lo que parece.

-   ¡¿Cómo que no es lo que parece?!... ¡Explícamelo Richard, a ver si entiendo! – expresó molesta.

-   Es que tú me gustas… y…

-   ¡NOOO MI AMOR!… ¡No me vengas con ese cuento!

-   En serio Vane, por favor… No te molestes.

-   Vane, fue mi culpa. Yo fui el que comenzó todo – dije interviniendo –, no te molestes con éste idiota. Tú le gustas y…

-   ¡Me vale…! ¿Quién dijo que alguno de ustedes me gustaba?

-   Ehhh… Yo... – trató de responder Richard.

-   Este… Creo que... – traté de musitar.

-   Ustedes son mis AMIGOS, nada más… ¡ENTIÉNDANLO DE UNA VEZ! – gritó con sus ojos enfurecidos.

Y es que luego de verla de esa manera, con sus ojos miel tornándose en un tono más oscuro y endemoniado me hizo recordar a la que era mi mejor amiga, mi Cintia. Al recordarla en ese momento, le sonreí de una manera tonta cosa que hizo que ella me mirara aún más molesta.

-   ¿Y a ti que te pasa, tarado? – preguntó alterada.

-   Es que… Me recordaste a alguien – le contesté ampliando más mi sonrisa.

-   En serio, los dos son unos tontos, menos mal que solo son mis amigos, mis tontos amigos.

Eso había sido otro duro golpe para ambos, Vanessa nos había mandado a la friendzone sin importarle nuestros sentimientos. Claro que disculpé a Richard por lo que me había dicho, esa vez él se sentía afligido porque yo me estaba interponiendo en lo que deseaba su corazón. Él trataba de decirme las cosas de la mejor manera que podía para no hacerme daño y yo trataba de tener en cuenta en todo momento que él siempre, siempre tenía la razón.

Cercanas las vacaciones navideñas, la facultad de ingeniería hizo una fiesta para recaudar fondos para la universidad, nosotros junto a otros compañeros habíamos ido a celebrar por tener unas calificaciones “medianamente aceptables” en los parciales, así que debíamos brindar por eso. Vanesa y yo estábamos sentados hablando, mientras nuestro amigo estaba bailando con una chica y al mismo tiempo que le repartía besos en todo su cuello.

-   ... Richard no pierde el tiempo – dijo Vanessa sin dejar de mirarlos.

-   ¿Celosa? – le pregunté cómo broma.

-   Jajajajaja… Para nada, él es mi amiguito, nada más.

-   Claro, claro…

-   Es en serio, tarado. Igual que tú eres mi mejor amigo.

Yo sonreí por su comentario mientras ella me miraba de arriba abajo dejándome algo confundido.

-   ¿Qué pasa? – le pregunté.

-   ¿No piensas decir que yo soy tu mejor amiga?

-   Vane…

-   ¿Qué, Andrew?

-   Nada…

-   Dime, mi hermoso.

Tuve que mirarla de una forma muy seria, suspirando algo agitado, tomé un sorbo de cerveza para tranquilizarme un poco mientras la mirada de mi amiga no dejaba de indagarme.

-   ¿Y bien?...

-   Vane… mi mejor amiga, murió hace años – le dije en voz baja.

-   Oh…

-   Sí…

-   Es… ¿Cintia?

-   ¿Cómo sabes...?

-   Richard, él me dijo que no debía decirte nada… que tú debías decírmelo.

-   Ya…

-   ¿Yo me parezco a ella? – preguntó curiosa.

-   Un poco – respondí dándole una mirada

En ese momento, busqué en mi teléfono una de las fotos que más atesoraba y decidí mostrársela a Vanessa, en donde aparecía una pareja de jóvenes sentados en un muro, con chemise beige, sonriendo cálidamente, abrazados y mirando a la cámara profundamente.

-   Sí se parece a mí... – susurró ella al ver mi teléfono.

-   … Richard es un idiota.

-   No me contó nada, no te preocupes. Solo me dijo que el tema te afectaba mucho. Y yo lo entiendo, tranquilo.

-   Vane… Cintia era muy especial para mí… Ella hubiese sido la madre de mis hijos – le conté con una sonrisa apagada.

-   Andrew… No tienes que decirme nada.

-   Tranquila, Vane, puedo hacerlo porque confío en ti.

Esa noche, en medio de tragos y risas le conté a mi amiga sobre Cintia, un par de lágrimas salieron al contarle varias anécdotas de mi vida junto a ella y Vanessa estuvo allí dándome su apoyo e invitándome a seguir hablando. Me sentí algo libre al terminar de relatarle lo que ocurrió al final, ella había sonreído con lágrimas en sus ojos para luego limpiarlas con un pañuelo y después de lanzarse a mis brazos diciéndome que no le importaba ser la segunda al mando.

Porque ella entendía lo que Cintia significó para mí.

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Marzo, 2010.

Diego... Mi tranquilo y relajado Diego.

Un día, ya empezado nuestro segundo semestre estábamos de camino a la facultad cerca de la biblioteca central, Vanessa se había detenido abruptamente y mirando a un chico que estaba sentado leyendo.

-   Es él…

-   ¿Quién? – pregunté curioso.

-   Él.

-   ¿Quién? – repitió Richard.

-   Coño, es el que ganó el debate a los profesores de la UD2.

-   Ahhh… Eso había oído por los pasillos – expresé sin ganas.

-   ¿Por los pasillos?... ¡Te lo dije ayer!

-   No lo recuerdo.

-   ¡Claro que no! Estabas viendo una película y no me escuchaste.

-   Cálmate, Vane – había interrumpido Richard.

-   … ¡Es que ustedes nunca me prestan atención!

-   Claro, porque decides contar un chisme... en medio de una película.

-   La película no estaba tan buena – nos recordó ella.

Sin darnos cuenta estábamos acercándonos al chico que seguía perdido en su lectura por lo que no se daba cuenta que estábamos hablando de su fama.

-   … Bueno, yo escuché que los profesores Juan y Miguel, estaban muy molestos con ese tipo – continuó Richard.

-   Pero, el profesor Raúl no, él es un pan de Dios, que defendió a Diego en todo momento.

-   Bueno, ya Vane… Sólo díganme, ¿Por qué tanto problema por un debate?

-   Pues... Qué nos lo explique él – respondió ella.

Y tan pronto como lo dijo, ella nos tomó de la mano para llegar lo más rápido que pudo hacia ese tipo Diego, que seguía leyendo su libro. Cuando notó nuestra presencia, ya Vanessa se había sentado a su lado muy sonriente.

-   ¡Hola!... ¡Tú eres Diego! ¿Verdad?

-   Ehhh… Pues, sí – contestó él de manera muy incómoda.

-   ¡Lo sabía!... Y… ¿Cómo estás?

-   Pues… Bien.

-   Tranquila, Vanessa – le dije al verlo tan contrariado con nuestra presencia.

-   Discúlpala, mi pana, ella es un tanto intensa al principio.

-   … Y después cuando la conoces – coincidí con Richard –, por cierto, me llamo Andrew, él es mi amigo Richard y bueno… ella es Vanessa.

-   Diego – me contestó estrechando mi mano.

Después de ese saludo, los tres comenzamos una conversación con él. Como estaba solo, le pareció extraño que “niños” se sentaran junto a él y Vanessa comenzó a interrogarlo mientras nosotros dos sólo callábamos. Mucho tiempo después de esa conversación supe que lo habíamos incomodado bastante.

Fue obvio que a Vanessa le gustaba desde el inicio, por ser “callado y misterioso”, su seriedad nos intimidaba al principio, pero luego de haber creado una amistad con él, nos había relatado que su silencio era causado por ser bastante tímido con las personas que no conocía.

Nuestro Diego, siempre iba vestido con ropa oscura y era el típico hombre que se la pasaba perdido en otro mundo. Él tenía un “ no sé qué”, que lo hacía ver bastante guapo, de estatura media, piel blanca, cabello castaño y liso, con una barba bien cuidada, unos profundos ojos castaños y cejas pobladas. Diego nos llevaba un año por encima de nosotros, así que él estaba en cuarto semestre, viendo clases en otra Unidad, pero entraba en una que otra clase de Diseño con nosotros como observador y consultor.

-   ... De verdad que se me ha complicado éste tema – comenté en un taller de diseño.

-   ¿Por qué?... Es bastante sencilla la solución – respondió Diego muy relajado

-   Para ti lo es... A ti se te hace todo tan sencillo.

-   Jajaja... Claro que no, solo hay que pensar un poco.

-   ¿En qué?

-   En lo que necesita el cliente y luego qué puede hacer uno para resolverlo.

-   Mmm... Bien.

-   ¿Qué necesita tu cliente?

-   Pues... Un solo volumen multinivel, con espacios y patios amplios y todo debe estar conectado con un solo elemento.

-   Es sencillo – repitió tranquilo.

-   Claro que no.

-   ¿En qué parte te complicas?

-   Pues... Ya tengo la idea en concreto, pero no sé como conectarlo con un solo elemento y que se vea de una manera correcta.

Diego solo había sonreído.

-   Andrew, es sencillo... – expresó súper calmado.

Después de sus palabras, se había sentado a mi lado explicando como con una simple cinta podías conectar niveles de distintas maneras indicando un sinuoso camino y al final creando una increíble obra arquitectónica.

-   ... Tienes suerte que Diego te ayudara – me reclamó Richard muy celoso.

-   Jajaja... Solo fue una pequeña idea.

-   Fuiste el mejor de la clase gracias a esa idea.

-   Richard... Diego también trató de ayudarte y tú lo apartaste.

-   Porque quiero aprender por mi cuenta.

-   Aja... ¿Y los profesores para qué están?... ¿Y los otros estudiantes de semestres superiores?... Es un taller de diseño, estamos para ayudarnos, ¿No crees?

Pero, no había contestado y se había ido del salón muy molesto. Yo traté de seguirlo, pero una voz me había detenido en el pasillo.

-   No debí ayudarte – escuché tras de mí.

-   Diego...

-   Ahora Richard está molesto.

-   No es eso, es que el profesor Miguel exageró todo.

-   Escuché que te puso en un pedestal.

-   El pedestal te pertenece a ti – concluí.

-   Para nada... Cómo tú dijiste, solo te di una idea. Tú solo la desarrollaste, tú y yo lo sabemos.

-   Bueno... Sí, tienes razón.

-   Intentaré hablar con Richard... No me gusta que esté molesto contigo.

-   Déjalo, en un par de días se le pasará todo.

Diego y yo nos habíamos dirigido al estacionamiento mientras algunos estudiantes no nos quitaban la mirada de encima haciendo comentarios entre ellos.

-   Ahora eres popular.

-   ¿Cómo tú? – le pregunté algo gracioso.

-   Pues, eso creo... Es algo frustrante – respondió fingiendo una sonrisa.

-   Ya entiendo porqué te molesta tanto todo eso de llamar la atención.

-   Aja...

-   Pero, tienes un don para la arquitectura, Diego... y eres muy bueno.

-   Ya lo sé – expresó levantando sus hombros.

-   No le prestes atención a esas personas y ya – solucioné.

-   Jajaja... Yo no lo hago, no mucho... Por eso prefiero perderme en la música.

-   Sí... Te he visto, componiendo canciones y tocando con las baquetas.

-   Jajaja... Sí.

Tal como había dicho, a Richard se le había pasado la molestia en un par de días y se había disculpado conmigo y con Diego muy apenado. Ese semestre terminó muy bien para todos, ya que Richard había encontrado buenas soluciones por su cuenta y finalmente el profesor me había bajado del susodicho pedestal para agregar a otros estudiantes que también habían hecho un buen trabajo.

En cuanto a Vanessa y su interés por Diego, después de haber salido y conocerlo bastante bien... Nuestro amigo sufrió el mismo destino que nosotros llamado friendzone.

-   ... Necesito a alguien más emocionante en mi vida.

-   ¿A qué te refieres? – pregunté intrigado.

-   Pues... Alguien que me mueva el piso y Diego... Bueno, no sabe moverse... Si tú me entiendes – había explicado ella.

Yo quedé enmudecido, con la mirada al frente mientras la llevaba a su casa pensando en el pobre Diego y que no podía cumplir con las expectativas de mi amiga... en la cama.

-   Andy... Necesito un hombre – continuó.

- Y yo también... – pensé sin emitir algún sonido.

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Octubre, 2011.

Reinaldo, el caliente, sexy y macho. Reinaldo.

Mi vida universitaria estaba viento en popa, ya estaba iniciando mi 5to semestre en la universidad, en todas las materias me había ido medianamente bien, ya que mis amigos y yo habíamos creado un buen grupo de estudio en dónde nos ayudábamos bastante.

En la parte de Diseño, nos iba mejor que nunca, de hecho, algunos profesores nos habían propuesto cursar semestres en el extranjero, e ir a España o Estados Unidos. Richard se lo había pensado, pero negó la propuesta al momento, diciendo que era muy abrumador irse del país sin preparación, Vanessa tuvo que negar también la propuesta con lágrimas en sus ojos porque no tenía el pasaporte, ni tampoco como mantenerse en otro país. Y yo, por mi parte tampoco estaba muy emocionado con la idea de seguir mis estudios fuera de Venezuela. Diego, al ser de semestres superiores los profesores y hasta el mismo decano le habían pedido que se diera a conocer en España, él sin muchos ánimos había aceptado y en menos de una semana, ya se había ido a otro país.

No todo era “Universidad, Estudios Internacionales y Arquitectura”… Éramos jóvenes universitarios, mayores de 21 años, que también teníamos una vida social, prácticamente todos los viernes después de clases íbamos a la disco y los sábados en la noche habían estudiantes que prestaban sus casas para realizar “reuniones sociales”, esos momentos dónde el alcohol, la droga, el desenfreno y placer corría por la vista de todos. Creo que fue la primera vez que vi como alguien aspiraba coca frente a nosotros y después ofrecernos con total tranquilidad, pero nosotros nos habíamos negado asustados.

Allí es dónde entraba el pent-house de Reinaldo, el palacio del crack.

Reinaldo... Ese nombre hacía que mi mente volara cuando lo escuchaba, él entró en la universidad al mismo tiempo que nosotros, pero estaba con otro grupo de estudiantes, es dos años mayor que yo y para ese entonces él tendría unos 23 años bien llevados. Es moreno, de metro ochenta y cinco, gozaba de su gran cuerpo bien formado que mataba a cualquiera, sumado a su exquisita vestimenta y esa colonia CH men de Carolina Herrera, que me drogaba cuando la sentía en él. Y para finalizar, sus ojos... sus putos ojos color miel que en contraste con su tono de piel oscura, era lo que me hacía voltear a verlo cada vez que pasaba por mi lado en los pasillos. Uno de los mejores anfitriones que tenía la facultad de Arquitectura, de padres militares ausentes, porque ellos se encargaban de administrar la academia militar y como consecuencia la mayor parte de su tiempo estaba solo en su pent-house.

-   Hola gringo… ¡Qué raro verte por aquí!

-   ¿Qué tal, Reinaldo?

-   Bien… bien… Me alegra que llegaras y trajeras a tus amigos.

-   Jajaja… En realidad, ellos me obligaron a venir.

-   ¿Y por qué? – me preguntó de cerca –… ¿No quieres disfrutar de las mejores reuniones de los Futuros Arquitectos?

-   Jajaja… Pues… Sí, sí me gustaría.

-   Solo queríamos saber si eran ciertos los rumores – intervino Richard.

-   ¿Cuáles? – respondió él con otra pregunta.

-   Los rumores del llamado “palacio del crack”.

-   Jajajajaja… ¡Ahhh! – respondió sin poca importancia –… ¡Por supuesto! En aquella esquina pueden consumir coca si desean y en la terraza pueden fumarse sus porros. Pero espero que hayan traído, porque aquí no se trafica nada, todo es de uso personal.

A pesar de explicar un tema delicado como son las drogas, lo hacía como si fuese lo más normal del mundo, Vanessa estaba completamente asustada y al segundo en que Reinaldo se retiró nos pidió irnos inmediatamente.

-   Vane… tú eras la que quería que viniera.

-   ¡Andrew!... Es que… No creí que fuera cierto… ¡Mira a Reinaldo!… No parece ser de esos que consumen drogas.

-   Pero, si parece de los que beben y beben ron como si fuese agua – le contesté mirando en dirección al anfitrión.

-   Vámonos, Andrew – me volvió a pedir.

-   Tranquila, Vane… No nos va a ocurrir nada – dijo Richard.

-   ¿Y cómo estás tan seguro?... ¿Y si viene la policía y nos arrestan?

-   No creo – respondió relajado –… Sus papás son militares de alto rango, ellos saben lo que ocurre aquí. Además, el anfitrión lo dejó claro, aquí no se trafica nada.

Vanessa no estaba convencida, ni yo tampoco, pero había algo… o alguien que hacía que me quedara en esa fiesta. Por supuesto era la atractiva sonrisa del anfitrión que me dejaba embobado al verlo, el propio Richard me había golpeado en el abdomen con su codo, porque la cara de idiota que tenía al ver a Reinaldo no podía quitármela cualquiera.

-   Es hetero, Drew… Ni lo intentes – me recordó mi amigo en voz baja.

-   Ya lo sé – contesté decepcionado.

-   ¿De qué hablan? – preguntó Vane curiosa.

-   De nada… ¡Nada!

-   Mmm… ¡Claro!... ¡Tengo tanta sed!

-   Te traeré un trago – avisó Richard muy rápido.

-   ¡Ayyy, qué bello!... ¡Gracias!

Al irse, mi amiga me tomó del brazo y volvió a preguntarme de que estábamos hablando, pero yo la había ignorado con otro comentario muy perspicaz.

-   Eres mala, Vane…

-   ¿Por qué?

-   Pues… Sabes que Richard aún está loquito por ti. Y tú con un simple comentario lo tienes rendido a tus pies.

-   Jajaja… No sé de qué hablas, yo solo tenía sed.

-   Sí, sí, sí… ¡Claro!

-   Podías haber ido tú a buscarme un trago.

-   No, gracias… Tú eres perfectamente capaz de ir a la cocina y prepararte algo.

-   ¿Para qué?... ¡Los tengo a ustedes para eso!

-   Lo repito, eres mala – concluí.

-   ¡Vamos a bailar!

La noche empezó bien, con nuestro trío amoroso, en dónde Vanessa y Richard seguían aprovechándose mutuamente con cada baile lento de reggaetón y yo estaba allí porque Vanessa necesitaba tener a otro hombre a su lado como pareja de baile y protector. Pero, yo estaba más pendiente de ver en dirección al dueño de la casa, que seguía tomando, riendo y bailando con sus amiguitas de forma muy sensual.

Fue en un momento de la noche en que finalmente Reinaldo se había quedado solo y había salido a la terraza. Yo prácticamente me separé de Vanessa para salir a perseguirlo, no sabía muy bien qué le diría o qué excusa utilizaría hasta que lo vi fumando tranquilamente viendo a la ciudad.

-   Yo… no sabía que fumabas – interrumpí sus pensamientos.

-   Jajaja… No lo hago, pero de vez en cuando un porro no viene mal.

-   ¿Y tus papis de la mili no se molestan? – pregunté divertido.

-   No vale – contestó tranquilo –, ellos saben lo que ocurre aquí. Estoy protegido.

-   Claro… claro…

-   ¿Quieres probar? – me ofreció.

-   No, yo no fumo… “Es malo”, ¿Sabes? – le contesté haciendo comillas con los dedos.

-   Jajajajaja… ¡No jodas!... Pensé que al ser gringo ya tenías ese tema más que superado.

-   No te creas… Yo… Bueno, soy un santo.

-   Sí, claro… Anda marico, pruébala – me ofreció acercándose.

Yo le di una mirada entera admirándolo, apenas estaba iluminado por un par de luces y analizaba como esa vestimenta oscura y elegante junto con su camisa blanca se ceñían a su cuerpo. Luego vi lo que sostenía en su mano, ese porro que soltaba un leve aroma que embriagaba, al ver a sus ojos estaba esperando algún movimiento por mi parte, así que me decidí a tomarlo, pero un fuerte dolor de cabeza me hizo pensar en un recuerdo y coloqué una mano en mi frente para amortiguar el dolor.

Fue una conexión.

... Es mejor que no lo hagas. No es bueno...

-   Oye… Gringo ¿Estás bien?

-   Sí… sí…

Arturo me había dicho eso hacía mucho tiempo… Yo negué con la cabeza, pensando en que ése idiota ahorita debía estar en Europa cogiéndose a cualquiera, haciendo todo lo que le provocara sin consecuencias y al final... ¡Qué importaba lo que él me había dicho antes!

Así que tomé el porro y le di una calada. El humo me quemó por dentro y tuve que toser un poco logrando que Reinaldo se burlara de mí.

-   Jajaja… Tranquilo, gringo … Ve con calma – me recomendó.

-   Ya… ya…

-   Dale otra calada y espera a que sientas los efectos del placer.

-   Sí, tengo un amigo drogo… ya me había dicho que hacer.

Estuve dando un par de caladas compartidas con Reinaldo en silencio, él me guió hasta unos asientos que estaban en la terraza y allí nos quedamos un rato viendo a la ciudad, de vez en cuando él me daba unas cuantas miradas acompañadas de sonrisas y yo le respondía de la misma manera.

Ya después de media hora, los efectos estaban a flor de piel, estaba relajado, pero al mismo tiempo mi corazón estaba un poco acelerado. Reinaldo y yo comenzamos a hablar de todo un poco, quería conocerlo, pero él no soltaba mucho de su vida personal, solo hablaba de cosas triviales, como el fútbol y la universidad, hasta que de la nada se levantó sin despedirse y se perdió dentro de la casa unos cuantos minutos. Pensé estúpidamente que había arruinado mi momento con ese tipo y cuando ya iba a entrar a la fiesta nuevamente, él regresó con una botella de ron.

-   ¿A dónde vas, gringo ?

-   Coño… es que creí que…

-   ¡Vamos a seguir hablando!... ¡La conversación estaba buena! – dijo alegre mostrando la botella –… ¡Traje a mi compañera para poder seguir…!

-   Jajaja… Está bien – acepté feliz –, ¿En qué nos quedamos?

-   Me preguntaste cómo fue que pasé el semestre pasado.

-   Ahhh… Sí, cierto. Es que… ¡Te perdiste como tres meses, no apareciste en la presentación final y luego mágicamente pasaste el taller con 20!… ¡Eso no es normal!

-   Se llama ser buen estudiante, gringo .

-   Mmm… No lo sé, Reinaldo.

-   Rey… llámame, Rey.

-   Claro… Mi Rey – le solté y ambos reímos por mi ocurrencia.

Los dos nos quedamos recostados en el asiento con una sonrisa boba y Rey le dio un largo trago a la botella para después ofrecérmela, yo tomé un poco sintiendo como ese líquido me quemaba aún más la garganta y debí haber tenido una extraña expresión en la cara porque Reinaldo no dejaba de reírse.

-   ¿Qué pasa? – le pregunté soportando el ardor.

- Gringo , no aguantas nada.

-   Jajaja… Coño, es que me quema la garganta.

-   Si eres marico, vale.

-   Ya vale… ¡Y no te hagas el loco, responde!

-   Ya te respondí.

-   Sí, claro… ¿Y los rumores qué?

-   ¿Cuáles? – preguntó con mala cara.

-   Pues… Que le pagaste a Susana para que te pasara.

-   ¡No jodas, gringo !... ¿Y tú crees esa mierda? – reaccionó alterado.

-   No, Rey… ¡No te molestes, vale!

-   ¡No joda!... ¡La gente si le encanta hablar paja de mí! ¡Todos están celosos!

-   Rey… tranquilízate – le pedí tocando su pierna –… Solo es un rumor.

-   Uno de tantos me imagino.

-   Claro.

Él solo suspiró frustrado para tomar otro trago de ron y me dio otra mirada.

-   ¿Cuál es el otro?

-   Pues…

-   Habla, marico – me ordenó.

-   El otro rumor es… Que te cogiste a Susana y según… le diste verga por todos los agujeros que tiene – le dije viendo a su entrepierna.

Rey había negado con la cabeza para luego mirarme con seriedad.

-   La gente habla mucha paja – había dicho en voz baja.

-   ¿Lo hiciste, Rey?... ¿Te la cogiste?

-   No… pero, nadie se resiste a mí – me contestó.

Había algo en esa respuesta, una cosa era lo que salía por su boca y otra cosa era lo que expresaba con su cuerpo y mirada. Él acariciaba su abdomen hasta llegar su entrepierna y agarró su paquete de una manera tan firme, como todo un macho. Y en su cara, al picarme un ojo y darme la sonrisa más sexy que me había dado hasta el momento, me hizo darme cuenta que en realidad los rumores eran ciertos.

Después de esas revelaciones el efecto del porro y el ron estaban mejor que nunca, mi cabeza me daba vueltas lentamente, traté de levantarme, pero al dar dos pasos regresaba a mi puesto junto a Reinaldo que reía lentamente. Amigos de la universidad pasaban por nuestro lado, algunos despidiéndose y otras amiguitas llamando la atención del anfitrión para que entrara, pero él solo les contestaba de la misma manera.

-   ... Estoy hablando con el gringo – les había dicho –, es importante.

Palabras que me hacían sentir demasiado especial. También, gracias a los efectos de las drogas, mi mente no notaba esos repentinos roces, en mi pierna, brazos, tampoco percibía cuando él pasaba su brazo por mi cuello en un abrazo fraternal, hasta que ambos estábamos pegados uno al lado del otro con suaves sonrisas en la cara. Tenía mis defensas bajas y más aún cuando sentía su embriagante aliento a alcohol en mi cuello y oído.

-   … Quieren que entre para cogerlas.

-   Jajaja… Entra, entonces – le contesté sintiendo cosquilleos.

-   No vale, estoy hablando contigo, gringo .

-   Mmm… Rey, entonces no vas a tirar esta noche – le recordé tocando su pierna.

-   ¿Quién sabe?

-   Jajajajaja… ¿Qué tratas de decir?

-   Jajajajaja… ¿Tú qué tratas de decir? – me contestó con otra pregunta.

-   No lo sé, Rey – contesté moviendo mi mano y apretando con algo de fuerza.

-   Mmm… Gringo .

Para ese entonces mi verga estaba completamente erecta, tenía las piernas abiertas y claramente se podía ver mi paquete detallando toda mi extensión. En realidad no sé si Reinaldo se dio cuenta de ello, pero no me importó, me mantuve junto a él acariciando su fuerte pierna mientras él rosaba mi brazo mientras seguíamos recostados uno al lado del otro.

Todo era casi perfecto hasta que mi amigo me llamó desde dentro del apartamento y salió dando pasos firmes.

-   Drew… Nos vamos – anunció Richard.

-   ¿A dónde? – le pregunté.

-   A casa, pendejo.

-   No vale… Vamos a quedarnos hasta el amanecer, ¿No Rey?

-   ¡Claro, papi!... ¡Vamos a ver el amanecer!

-   Vanessa se siente mal, hay que llevarla a su casa.

-   Mmm… Pues, llévala tú – le contesté sin importancia.

-   Y de paso puedes cogértela, aprovecha que está borracha – corroboró Rey.

-   Jajajajaja… ¡Aprovecha Richie, cógetela de una vez!

Al momento en que dije esa frase, mi amigo me dio un fuerte manotazo en la cabeza haciéndome perder la visión por unos segundos, yo me quedé muy contrariado por lo que había hecho, no lo entendía y lo miré pidiendo una explicación. En cambio él estaba detallándome, me estaba examinando de arriba hacia abajo hasta llegar a mi entrepierna mirándola con sorpresa y notar como mi verga estaba erecta. En ese instante, Reinaldo se separó de mí haciendo que yo terminara completamente acostado en el asiento, él se levantó al mismo tiempo que decía que tenía que ver cómo la estaban pasando todos adentro, que ya regresaba y se fue dejándome con mi amigo.

-   No me vuelvas a llamar así, pendejo – me reclamó Richard.

-   Lo… siento – susurré.

-   Vámonos – me ordenó.

-   No quiero, me voy a quedar aquí.

-   Él es hetero, pendejo. No te va a prestar atención, se va a ir con sus amiguitas.

-   Cállate, Richard. Ya lo sé.

-   Entonces, vámonos.

-   ¡Dije que no quiero! – protesté.

-   Entonces, dame las llaves. Llevaré a Vanessa.

En un movimiento rápido sin dejar que pudiera moverme, metió la mano en el bolsillo sacando mis llaves y rosando mi verga en el proceso.

-   ¡Oye! – le reclamé.

-   Ya vengo.

-   Richard…

-   No hagas nada estúpido – me ordenó sin mirarme.

-   ¡Yo no...! – traté de decir, pero sólo pude aceptar su orden –... Ok.

Después de eso, él se fue y yo me quedé mirando al cielo. Ya no estaba tan excitado como antes, la llegada de Richard y su golpe en mi cabeza me habían regresado lentamente a la realidad. Era cierto que Reinaldo era heterosexual yo en ningún momento le atraía y solamente era un pana más. En esos momentos seguramente ya estaba bailando con alguna de sus amiguitas para poder llevarla a la cama y darle por todos los agujeros que tuviese… porque nadie se resistía ante él.

Y comprobé ese pensamiento, porque después de media hora, Reinaldo no había regresado y yo seguía allí viendo al cielo mientras estaba amaneciendo…

Las semanas habían pasado después de esa fiesta, y Rey estaba pasando más tiempo con nosotros, cosa que realmente incomodaba a Richard y a Vanessa, pero a pesar de lo que ellos pensaran a mí me encantaba tenerlo cerca, sentir su aroma, escuchar su voz y ver su rostro tan cerca de mí me excitaba bastante.

En una clase de historia, tuve que amar al profesor porque había asignado una exposición en parejas sobre “Movimientos de la Arquitectura Moderna”, yo prácticamente grité el nombre de Reinaldo como compañero cosa que había asombrado a mis amigos y como respuesta había recibido una de las cautivadoras sonrisas de Rey.

Esa noche, aproveché que mis padres no estaban para poder hacer algún tipo de jugada con Reinaldo, obviamente después de escuchar el reproche de Richard al recordarme que Rey era hetero, pero no le di importancia, así que lo invité para poder adelantar algo del trabajo y bueno… pasar el tiempo juntos, idea que le había encantado.

Cuando entró en mi casa le dije que se relajara, ya que mis padres estaban de viaje… Al parecer me había tomado la palabra porque lo primero que hizo fue lanzar su bolso y quitarse la franela que llevaba puesta mostrando un gran pecho, pezones erectos, abdominales en formación y una línea de vello que se perdía en el elástico de su bóxer.

-   ... En casa ando desnudo, pero aún no te tengo tanta confianza, gringo .

-   Jajaja… Rey… Ehhh… T-Tranquilo – traté de decir –… Menos mal mi madre no está en casa.

-   Jajaja… Seguro caería a mis pies.

-   Y luego mi padre te mata.

-   Seguramente… Pero, no me arrepentiría porque tu madre está buenísima – dijo viendo una foto en la pared –. Parece una actriz de telenovela.

-   Mmm… Podría ser, pero no lo creo.

-   ¿Qué dices?... ¡Parece toda una cougar, esperando al que limpia la piscina!

-   Jajaja… ¡Ya Rey, respeta a mi madre! – le expresé algo molesto.

-   Después de cogérmela.

A modo de juego le lancé un cojín del sillón que atrapó en el aire con superioridad, para luego regresármelo con bastante fuerza y una pequeña lucha inició entre nosotros. Nos repartíamos pequeños golpes por todo el cuerpo tratando de ver quién podía aguantar más, pero era claro quién tenía la ventaja y fue cuando él, con algo de fuerza me empujó al sillón haciendo que cayera largo y tendido.

-   Gané, gringo . Dame mi premio.

-   ¿Qué quieres?

-   Un besito – respondió con una sonrisa.

Yo me sorprendí al ver como en un rápido movimiento se había montado encima de mí para tomarme por los hombros y darme un beso en la mejilla.

-   ¿Qué haces, Rey?

-   Reclamando mi premio – volvió a contestar sin borrar su sonrisa.

-   ¡Ya vale!

No quería revelar que esa muestra de afecto me había encantado y más por tener a Reinaldo encima de mí en menos de 10 minutos. Me enorgullecía por lo que había hecho en tan poco tiempo, pero debía actuar un poco para no verme tan desesperado ante él y más por lo que estaba despertando en mi entrepierna al tener ese macho tan cerca de mí.

-   ... ¿Qué hacen, maricones? – escuchamos desde las escaleras.

- Mierda, Tony – pensé.

Mi hermano estaba bajando las escaleras en ese momento, vestido de manera casual, pero elegante para estar en casa.

-   ¿Quién es él? – preguntó Reinaldo incorporándose.

-   Mi hermano, Tony.

-   … Soy Anthony, para ti – intervino serio.

-   Un placer mini-gringo , me llamo Reinaldo… Rey para ti – se presentó muy galante.

Mi hermanito seguía siendo el mismo, callado, serio, reservado, pero éstos últimos años que estuvo en el bachillerato se había vuelto algo… salvaje en los momentos menos esperados. Podía ser una gran explosión de emociones o una pequeña chispa brillante que salía de sus ojos en medio de una seriedad bastante abrumadora y eso fue lo que vi cuando estaba detallando a mi amigo con la mirada.

-   Reinaldo está bien – contestó sin cambiar el semblante.

-    Mmm… ¡Qué carácter!

-   Tranquilo, Rey… Tony siempre ha sido así de serio.

-   Ya veo.

Anthony seguía detallando a Reinaldo de una manera muy intensa, cosa que tuve que detener antes que mi amigo se diese cuenta de ello.

-   ¿Qué haces aún aquí?... Creí que te irías a las siete.

-   Es temprano, me vienen a buscar a las nueve.

-   ¿Y a dónde vas mini-gringo ?

-   No te interesa.

-   Anthony… – le reproché.

-   Voy a una fiesta, ¿No ves? – le contestó algo atacante.

-   Sí ya veo, mini-gringo , se ve que vas a conquistar a alguien esta noche.

-   Anthony ya tiene novia – señalé.

-   ¡Mejor aún!... ¡Vas a tirar esta noche!

Yo me sorprendí por la ocurrencia de Reinaldo, pero en cambio mi hermano no se había inmutado y solamente se cruzó de brazos con fastidio mirando hacia otro lado. Se notaba nuestra incomodidad mientras Reinaldo le explicaba cómo Anthony, podría manipular a su novia para que se acostara con ella en cualquier sitio. Yo no sabía cómo sentirme al respecto además de la incomodidad, porque a pesar de que Tony ya tenía 17 años, yo lo seguía viendo como mi hermanito, que pasaba horas y horas leyendo, o si no gritando y corriendo por toda la casa reclamando porque yo no jugaba con él…

-   … Y si ella no quiere abrir sus piernas… Bueno, te doy esto para que se relaje un poco – dijo ofreciéndole un porro preparado.

-   Wow… – musitó tomándolo.

-   ¡Rey!... ¡Él no es mayor de edad! ¡Dame eso, Tony! – grité asustado.

-   No vale… ¿En serio, Andrew? – reclamó mi hermano.

-   ¿Quieres que le diga papá?... ¿O a Matty? – le amenacé.

Ante clara intimidación, mi hermano me dio el porro con fastidio y yo se lo regresé a Rey que no entendía que sucedía.

-   Eres un idiota, Andrew.

-   Y tú un chamo aún Tony, así que tranquilízate un poco.

-   ¿Por qué tanto peo, gringo ?... Hace unas semanas pasamos toda la noche fumando – se le escapó a Reinaldo.

-   ¡¿Ah, sí?! – dijo Tony con ironía –… ¡Vaya, vaya!... ¡Ya tendré tema de conversación con Matty, cuando lo vea mañana!

-   ¡Reinaldo, idiota! – le insulte golpeando su brazo.

-   ¿Qué vale?

-   ¡Nada!

Reinaldo no era idiota y sabía que la había cagado. Anthony literalmente me tenía agarrado de las bolas y pensé que si abría su estúpida boca, Mathew me mataría… Mi hermano estaba sonriendo con suficiencia y fue cuando Reinaldo intervino.

-   Ok, chamo… Relájate, no te he dado nada y ya actúas como drogado. Andas pidiendo que te de un coñazo por lo idiota que estás siendo.

-   ¿Tú darme un coñazo a mí?... ¡Sí, claro!

-   ¡De bolas, mini-gringo !... Estás claro que entre tú y yo, gano yo. Te dominaría en menos de lo imaginas…

-   Ya veremos – le respondió de manera sombría.

-   Bueno, ya basta ustedes… Te conozco Anthony, ¿Qué quieres para mantenerte callado?

-   Primero, dame tu tarjeta de crédito y segundo – dijo mirando a Rey de arriba hacia abajo –… ¡Enciéndelo, quiero probarlo!

-   ¡No, Anthony!

-   ¿Qué dijiste…? – me preguntó de forma retadora.

-   Dijo que no, carajito – le respondió Rey –… No seas una ladilla y madura. Te drogarás con lo que sea cuando seas un hombre y dejes de actuar así.

Fue… asombrosa su respuesta, hasta para mi hermano que sorpresivamente lo hizo retroceder un par de pasos. Él iba a decir algo, pero se quedó callado con la boca abierta y yo tuve que sonreírle a Rey en modo de agradecimiento.

-   … Pero, para que veas que no soy mala persona – dijo buscando algo en su bolso –… ¡Te voy a enseñar a preparar un trago para que seas una estrella en esa fiesta!

-   Mmm…

-   Se dice gracias, carajito.

-   Gracias – fue todo lo que dijo mi hermano.

-   Pero, Rey – traté de protestar –… Se supone que deberíamos hacer lo de historia.

- Gringo … Sabes tan bien como yo, que no vinimos para eso. Lo dejamos para otro día – explicó.

-   ¡Ay, Reinaldo eres un vago! – me lamenté tapándome la cara.

Pasamos un par de horas en la cocina, mientras veíamos como Reinaldo preparaba unos tragos y le daba indicaciones a Tony sobre las medidas a usar. Rey se veía bastante bien cuando explicaba o soltaba alguno que otro comentario de macho, sumado a que su torso aún seguía al descubierto y vibraba levemente cuando agitaba un envase metálico mezclando las bebidas.

-   … Están bastante buenas – felicitó mi hermano.

-   ¡Gracias!... ¿Aprendiste algo?

-   Seguro que sí.

-   Bien… Entonces, mi trabajo está hecho.

-   Gracias, Rey – le susurré.

-   Por nada – respondió de la misma forma.

-   ¡Bien, ya me vinieron a buscar! – dijo mi hermano revisando su teléfono –… ¡Me largo!

- Por fin – pensé.

-   ¡Espera!... Te tengo otro regalo.

Reinaldo volvió a su mágico bolso, que al parecer estaba preparado para todo tipo de fiestas y sacó una caja de condones con sabores y otra caja de condones retardantes.

-   La primera, es para que cuando ella te vaya a mamar la verga, tendrá un sabor delicioso… a chocolates. Y la segunda, bueno… para los vírgenes es lo mejor.

-   Ehhh… Gracias – contestó rojo de la pena.

-   ¡Anda y disfruta bastante, campeón! – le animó y le dio una fuerte nalgada.

En vez de molestarse por la nalgada, mi hermanito solamente le dio otra de sus miradas escaneándolo y darle una extraña sonrisa. Tal como deseaba, Tony estaba listo para irse, subió a su habitación buscando su bolso y al bajar introdujo unas cuantas botellas de vodka y ron. Antes de irse le llamé y caminé para darle una última cosa.

-   ... ¿Tu tarjeta de crédito? – preguntó curioso.

-   No te vuelvas loco, idiota.

-   ¿Por qué me la das?

-   Porque te conozco – respondí mirándolo seriamente.

Esa respuesta fue clave. Ya que era obvio que si no le daba la tarjeta, al siguiente día tendría a Mathew parado a mi lado bastante molesto, así que debía calmar la furia interna de mi hermanito. Él asintió con la cabeza y no dijo nada más, solo se fue de la casa dejándome a solas con ése macho.

Cuando regresé a la sala, mi amigo no estaba por ningún lado, pero un extraño aroma salía del patio trasero así que fui a indagar un poco, al estar en el marco de la puerta, el olor regresó mi memoria a unas semanas atrás en una terraza, recostado al lado de ése hombre.

-   Rey… ¿Qué haces?

-   Relajándome.

-   ¿Más?

-   Es justo y necesario.

-   Jajaja… ¿De verdad es necesario que te drogues en mi casa?

-   ¿Te molesta?

-   No, no, para nada… Pero, espero que ese olor se vaya para mañana.

-   Lo hará, tranquilo… Ven y dale una calada – me ofreció tranquilamente.

Yo asentí con algo de emoción probando de nuevo esa droga que me llevaba a estar abrazado a Reinaldo, esperaba que pasáramos toda la noche uno al lado del otro recostados, acariciándonos y si era posible… Ir a algo más.

Luego de acabarnos el porro, decidí que lo mejor sería ir a mi habitación, así que subimos lentamente dejando escapar una que otra risa entre los dos, mientras nos tambaleábamos en cada escalón. Al entrar, él se lanzó en mi cama, desabrochó su pantalón dejándolo caer y mostrando unos bóxers rojos.

-   Rey… estás desatado.

-   Jajajaja… Un poco, un poco.

-   ¿No tienes frío?

-   ¡Para nada, tengo calor que jode!... ¿Y tú?

-   … También – le contesté quitándome la franela que llevaba.

-   Mmm… Bien, bien.

-   ¿Qué pasa? – le pregunté con una sonrisa.

-   ¿Tienes mucho calor?

-   Pues… Ahora sí, mi Rey – le contesté quitándome el bluejean y enseñando unos bóxers iguales a los suyos.

-   ¡EPA!... ¡Me robaste, gringo !

-   Jajaja… ¡Lo mismo digo!

Los dos nos quedamos viendo el cuerpo del otro un instante esperando a que alguien hiciera algún movimiento, pero nada sucedía, mi cabeza comenzaba a dar vueltas por los tragos que había tomado temprano y pensaba que Reinaldo estaba igual que yo, pero en realidad, él estaba más lúcido que nunca.

-   ¿Qué quieres haces ahora? – me preguntó con una sonrisa.

- ¡Coger! – pensé excitado.

-   … Responde, vale.

-   Me pasan muchas cosas por la mente…

-   ¿Cómo qué?

- Mamarte el güevo, por ejemplo – seguía pensando –… Tragármela entera hasta que acabes.

-   ¡Ahhh, pues!... ¡Quédate callado!

-   Ahhh… No, no…. Ehhh… Sí, sí... Digo ¿Estudiamos un poco? – le pregunté encendiendo mi laptop.

-   No vale, si eres pendejo, gringo.

-   Jajaja… Y tú eres un flojo.

-   Pero, cuando me concentro paso la materia.

-   Sí, mágicamente… Repartiendo verga por todos los agujeros que veas – le dije mirando a su entrepierna.

-   Puede ser, my gringo, puede ser… ¿Quieres que te enseñe a meterla como un macho?

Lo miré analizando su propuesta, lentamente fui a sentarme en la cama en una posición estratégica, detrás de dónde estaba acostado, mi pierna rozaba levemente su bíceps y tenía una genial vista panorámica de todo su cuerpo, inclusive viendo como la línea de vello oscuro se perdía en su paquete.

-   Jajajajaja… P-Pues… N-No – tartamudeé.

-   Ahhh… ¿Sabes meterla?

-   ¡C-Claro!

-   Mmm… Ya veo.

-   ¿Qué piensas, Rey?... ¿Qué soy virgen?

-   Pienso que no disfrutas el sexo como yo.

-   Sí lo hago… A mí manera, Rey.

-   Quisiera saber cómo es a tú manera – dijo acariciando su paquete.

Yo instintivamente me mordí el labio, sinceramente me pajeaba todas las noches pensando en probar esa verga y ver si era tan grande como escuchaba por los pasillos de la facultad. Tener bajo mi control al rey del palacio del crack y que luego, él me reventara el culo como tanto deseaba.

Me armé de valor y en un par de movimientos tuve apresado a mi amigo tomándolo de las manos y colocando mis piernas a los lados. Él me miraba de una manera sorpresiva, yo solo miraba sus ojos miel y sus labios entreabiertos, mi verga estaba algo dura pidiendo atención y la verga de mi Rey iba por el mismo camino, sintiendo como su paquete rozaba mi culo.

-   ¿Qué haces, gringo?

-   No lo sé – respondí tragando en seco.

-   Mmm… Una pregunta.

-   ¿Sí?

-   ¿Qué tal es…? Vanessa en la cama.

-   ¿Qué? – pregunté completamente descolocado.

-   Sí… Dime qué tal es… he pensado en ella, verla desnuda… comerle el coño, chuparle las enormes tetas que tiene y matándola a vergazos con mi güevo.

-   Rey…

-   ¿Sí? – me pregunto sonriendo.

-   Nada…

Me levanté separándome de él y caminando hacia la ventana. Tomé mi teléfono y casualmente había un mensaje de Richard, dónde me repetía lo mismo que me llevaba diciendo desde hacía unas semanas, “ÉL ES HETERO”, me sentía molesto y tecleé enviándole una respuesta clara. “Y TÚ UN IDIOTA”.

-   Entonces, ¿Cómo es ella en la cama?

-   No lo sé, nunca he estado con ella. Es mi amiga.

-   ¡Por favor!... ¿Cómo no te la has cogido?... De verdad que Richard y tú son unos gallos.

-   ¿Le preguntaste a Richard?

-   ¡Claro!... Como está pegado a ella todo el tiempo, me imaginé que estaban saliendo.

-   No, ellos no están juntos, Vanessa es… un poco difícil.

-   ¿Qué tanto? – preguntó sin inmutarse.

-   Es difícil de complacer, ella quiere a alguien que la haga sentir especial… Un hombre.

-   ¡Jaja!... ¡Está hecho!

-   Claro – contesté desanimado.

-   Sinceramente, yo esperaba que te hubieses cogido a Vanessa, gringo. Y saber todas las posiciones en que te la clavabas.

-   No… Yo no disfruto el sexo de esa manera – le dije dándole la espalda y revisando mi laptop.

-   ¿Entonces?

-   Me gusta disfrutar con hombres.

En vez de pensarlo, esas palabras habían salido por mi boca...

-   ¡¿Cómo?! – preguntó sorprendido.

-   ¿Qué?

-   ¿Qué dijiste?

-   ¡Nada! – respondí asustado.

-   ¿Te gusta estar con hombres?

-   Y-Yo… Ehhh… R-Rey.

-   Responde.

Pero no contestaba, no me atrevía a mirarlo, estaba completamente aterrado por lo que me diría, apoyaba mis manos fuertemente en la mesa del escritorio y no escuchaba nada por su parte, solamente sentía un pesado ambiente en mi habitación.

Trataba de armarme de valor nuevamente, pero todo era en vano y me maldecía por haber dejado escapar esas palabras. Necesitaba que el tiempo se detuviera y retrocediera hasta el simple momento en que dije esas estúpidas palabras… No, regresar al momento en que decidí abrir mi boca y escogerlo como compañero de estudio.

-   Yo…

-   Bueno, no importa – me interrumpió –… ¿Qué tal si me das el número de Vanessa?

-   ¿Qué?... ¿Por qué no se lo pides a ella?

-   Porque ella no me lo quiere dar – respondió acercándose detrás de mí.

-   Ella… es astuta, Rey – dije sintiendo como me abrazaba por la espalda.

-   Sí, algo… Porque sabe que yo soy un macho que quiere cogérsela – explicó mientras yo tragaba en seco.

-   Sí…

-   Bueno, ¿Quieres dármelo?

-   No lo creo, Rey.

-   ¿Qué puedo hacer para que me lo des? – preguntó pegando su paquete en mi culo.

-   ¡Rey!

-   ¡Shhh! – me calló instintivamente –… Solo tienes que tomar tu teléfono, buscar el contacto y enviármelo. Yo haré lo demás.

-   ¿Qué es lo demás?

-   Conquistarla – respondió muy seguro de sí mismo.

Para ese momento, Reinado me tenía atrapado en sus brazos, sentía su verga completamente erecta pegada a mis nalgas, mi corazón estaba muy acelerado, no podía respirar y mi mente no trabajaba correctamente. Obviamente todo era un juego para él, necesitaba que yo le diese el contacto de Vanessa, de una manera u otra, pero al revelar mi secreto, mi amigo se estaba aprovechando completamente de eso usando su mejor carta.

Después de revelarme su plan, le fue sencillo lanzarme en la cama y quedar boca abajo, tomar mi teléfono de la mesa y lanzármelo cerca de donde estaba. Se subió encima de mí pegando su cuerpo completamente, para luego sentir su verga de nuevo en mi culo, pequeñas gemidos salían de nuestras bocas acompañados del suave vaivén que me proporcionaba Reinaldo.

-   Vamos, gringo … Dame su número.

-   Rey… así…

-   ¡Shhh! – me volvía a callar –… Anda, desbloquéalo, busca el contacto y envíamelo.

Yo tuve que hacerlo, más que todo, porque mi cerebro sólo recibía órdenes de ese macho, el calor de su cuerpo y sumado a ése intenso movimiento de su verga en mi culo no me permitía pensar en nada más, solo en Reinaldo montándome.

-   Sí… Richard, es un idiota – dijo después de ver la pantalla y repartiendo un par de besos en mi cuello.

-   Sí… ¡Ahhh!… Lo es – corroboré.

Cómo deseaba que me diese la vuelta, para tenerlo frente a mí y poder besarlo, o que simplemente él bajara ambos bóxers y me terminase de penetrar… En todo eso pensaba mientras mis dedos se movían en automático y un contacto era enviado al teléfono de mi amigo.

-   … Listo.

-   ¡Sí!... ¡AHHH! – gimió mi amigo y yo sentía cómo se quedaba estático.

Pasaron los segundos en los que ninguno se movía, las respiraciones de ambos eran agitadas y nuestros latidos estaban igual de acelerados. Fue en ese momento, que Rey me dio un suave beso en la espalda levantándose y yo me quedé en la cama en la misma posición.

-   Se hace tarde mi gringo, me voy. Si quieres mañana continuamos con la tarea.

-   No… Mañana no puedo – dije mirando el celular.

-   Mmm… Bien, bien – dijo después de aclararse la garganta –… Tú me avisas.

-   Claro.

-   Bien, ya conozco la salida.

No supe si se había colocado la ropa en la habitación o si había salido en bóxers a la sala, lo que si supe es que le había dado el número de mi mejor amiga a ese macho que me había provocado todas esas emociones y también supe lo que habíamos hecho, no fue un sueño, la enorme mancha húmeda en mi culo lo demostraba. Me sentía usado por él, pero al final la situación me había encantado.

Luego de que la droga había dejado mi sistema, me sentí un completo idiota por lo que había pasado, mi orgullo estaba por el piso por no haber resistido una táctica como esa. Y mis ánimos empeoraban más al ver como Vanessa y Reinaldo compartían todo cerca de mí, estudios, almuerzos, en el taller, comentarios, risas, abrazos, besos… Todo, todo cerca de mí. Al parecer, ella tampoco podía resistirse a Reinaldo.

En los siguientes días creció una tensión entre nosotros, pero más que todo una tensión sexual, aunque no lo quisiera cerca, él buscaba estar a mi lado, pero yo no sabía si lo hacía porque le excitaba o porque deseaba saber más cosas de Vanessa, al principio pensaba lo segundo, ya que logró su cometido de cogérsela y lograr ser novios en menos de un par de semanas. Pero después, en las fiestas cuando él se pasaba de copas su toque se volvía mucho más intenso que las primeras veces, roces, abrazos, nalgadas, una que otra agarrada de verga “a modo fraternal”. Y generalmente no perdía la oportunidad de acompañarme a la cocina para repartirme besos por el cuello y restregar su paquete en mi culo con su novia cerca.

-   ... ¡Está volviéndome loco! – grité frustrado.

-   Él es…

-   Hetero – contesté sin ánimos.

-   … Tú te lo buscaste – me dijo Richard muy serio.

Richard me advirtió de no caer en el juego de Reinaldo y se molestaba mucho cuando veía cómo jugaba conmigo. Me dio pena contarle la historia de cómo Rey obtuvo el teléfono de Vanessa, pero Richard era mi mejor amigo después de todo, traté de no contar los detalles humillantes, pero él había desmenuzado la historia hasta llegar a la verdad y según él yo había sido violado por Reinaldo, pero yo no lo veía así. Conocía una violación… y lo de Reinaldo, lo aceptaba a toda regla, cosa que enfurecía a mi amigo, pero se contenía para no explotar y caerme a coñazo limpio. Mi amigo tenía paciencia, pero creo que la paciencia solamente era conmigo…

Era diciembre y estábamos de vacaciones cuando se hizo una reunión en la casa de un chico en Manzanares, estábamos todos divirtiéndonos hasta que vi como mi trago terminaba en el piso por culpa de unos borrachos, así que tuve que ir a la cocina a ver si quedaba algo bueno que tomar y fue cuando ese macho llegó tras de mí, repartiéndome besos en el cuello y la mejilla…

-   Nos encontramos de nuevo, gringo.

-   ¿Qué haces, Rey?… Aquí no, Vanessa está cerca.

-   Shhh… Yo solo estoy buscándole un trago a mi novia y me encontré a mi gringo en la cocina. No pasa nada.

Sentí como su mano acariciaba mi abdomen, los besos se hacían mucho más intensos y su verga se encontraba nuevamente con mi culo. Fueron pocos segundos en los cuales ninguno dijo nada, solo sentíamos al otro con bastante placer.

-   … Casi – gemía Rey.

-   Aja… Rey…

-   Mmm…

Pero, nuestro encuentro fue terminado por un furioso Richard que separó a empujones a Reinaldo pegándolo a la pared, mi macho estaba entre sorprendido, confundido y molesto, mirando como mi amigo ya estaba apretando los puños para caerle a coñazos, pero yo lo detuve y me interpuse entre ellos evitando que pelearan. Los tres respirábamos muy agitados pensando en el movimiento del otro hasta que al final, Rey solo soltó una risita, abrió el grifo para mojarse la cara y tomó una cerveza de una de las cavas para luego irse de la cocina.

Yo solté el aire que tenía en los pulmones y al parecer mi amigo hizo exactamente lo mismo.

-   ¡Coño, Andrew!... ¡No quiero estar protegiéndote toda tu puta vida! – exclamó molesto.

-   … No lo hagas, idiota.

Richard, me miró negando con la cabeza, dio dos pasos para salir de la cocina, pero lo detuve, lo abracé tan fuerte que él solamente pudo corresponder el abrazo hasta que los dos nos tranquilizamos y regresamos a la fiesta. Mi estúpida cabeza se desconectaba cuando Reinaldo estaba cerca, dejando que la cabeza de abajo y mi culo tomaran las decisiones por mí y eso debía parar.

Una noche, estábamos estudiando todos en el palacio del crack, Richard y yo estábamos en una materia, mientras Vanessa y Reinaldo estaban discutiendo mientras estudiaban otra cosa. Fue grande la sorpresa cuando Vanessa le había gritado que era un retrasado mental por no entender algo tan simple como una fórmula, ellos empezaron a discutir incomodándonos hasta que Vanessa decidió irse, arrastrándonos a nosotros y dejando a Reinaldo muy molesto.

-   ¡Nos vamos ahora! – gritó ella.

-   ¡Me vale verga! – gritó él.

Nosotros habíamos tomado nuestras cosas e iríamos a mi casa para terminar de estudiar hasta que Rey me detuvo tomándome por el hombro.

-   Tú no te vas.

-   ¿Por qué no? – pregunté confundido.

-   Prometiste ayudarme con instalaciones.

-   ¡Ni lo intentes, Andrew, que ése imbécil no entiende matemáticas, menos va a entender instalaciones! – reclamó Vanessa molesta.

-   ¡No te metas, coño!

-   ¡Ya vale, parecen casados peleando por un hijo! – intervino Richard.

-   ¡Yo me voy, Andrew y Richard también!

-   Pero... – traté de decir.

-   ¡Pero nada!... No te vas a quedar.

-   ¡Mira mujer, él decide por su cuenta, deja de estar jodiendo y vete de una vez! – gritó Rey.

-   Andrew – me llamó Richard seriamente.

-   ¿Qué?

-   ¿Vas a venir o no?

-   Ehhh… Es que se lo prometí y…

-   ¡Bien! – interrumpió mi amigo –… ¡Ya sabes!

-   ¡Verga, Richard, esa mujer y tú son igualitos!... ¡Deberías cogértela de una vez!

-   ¡Anda a mamarte un güevo, Reinaldo! – insultó mi amigo.

-   ¡Y tú a cogerte a esa perra!

-   ¡Tal vez lo haga! – gritó Vanessa desde la puerta –… ¡Richard, ven!

Ellos salieron del apartamento, seguramente odiándome por haberme quedado, pero yo se lo había prometido a un Reinaldo de rodillas porque iba a perder la materia por segunda vez. Y yo... bueno, quería ser un buen amigo a pesar de todo.

-   ¡Maldita! – gritó Rey pateando un mueble –… ¡Solo sabe joder!

-   ¡Ya Reinaldo, tranquilízate!

-   No entiende que me cuesta la materia y ella explica como si fuese lo más sencillo del mundo.

-   La materia es fácil, Rey… si te concentras un poco… podrás entenderlo, lo prometo.

-   ¿Tú crees?

-   Pues sí… pero, nada de juegos. Seriedad, porque si no, también me iré.

-    Está bien, te lo prometo… solo no te comportes como esa perra.

-   Y no insultes a Vanessa – le ordené.

-   Bueno… – respondió volteando los ojos.

La sesión empezó bien, era cierto que a Rey le costaba bastante y yo trataba de ser paciente explicándole de la manera más sencilla que podría hacerlo e incluso enseñándole trucos para los exámenes. Pasamos un par de horas sentados en la mesa resolviendo problemas, aplicando fórmulas y usando la calculadora. Fue entonces que cercana a las 10:00 pm de la noche, Rey se había rendido y yo también por tanto estudio.

-   Lo hice bien… – expresó el viendo al techo.

-   Sí, al final si entendiste algo.

-   Eres mejor profesor que esa mujer.

-   Es que ella si no le entiendes a la primera, se frustra.

-   Es mujer al fin y al cabo – resolvió él levantándose –… Pero, no hablemos más de esa perra.

-   Rey… – le reclamé.

-   Es mi novia, le hablo como quiera.

-   Es mi amiga también.

-   Aja…

-   Bueno, ya es hora de irme – anuncié.

-   No vale...

-   Ya terminamos, ¿No?

-   Pues sí...

-   ¿Entonces, qué vamos a hacer?

-   ¡Cualquier cosa! – dijo levantándose animado.

-   Ok, ya veo que tienes energía para algo más.

-   Pero no para estudiar.

-   ¿Qué quieres hacer? – insistí.

No me contestó, fue directo a la cocina tardando unos segundos para regresar con una piña y limones, luego entró en la estación tipo bar que estaba cerca del salón y yo lo seguí intrigado. Estuve viendo como sacaba un bol de vidrio, lo llenaba primero con hielo, luego con licor de curaçao azul, algo de ron con coco, jugo de naranja y piña, adiestradamente cortó la fruta en rodajas, todo en silencio para colocarlas sutilmente en el bol y ofrecerme el coctel terminado.

-   ... Es para agradecerte.

-   ¿Me hiciste un trago?

- Nos hice un trago. No te vas a tomar un bol tú solo – señaló colocándole dos pitillos.

-   ¿Cómo sabes preparar un trago así? – dije admirándolo –... ¡Te quedó igual que los que hacen en Samoa Bar!

-   La gente aprende haciendo cursos… ¡Yo vi esto en Youtube y listo!

-   Mi amigo se moriría si te escuchara hablar así… Marcello dice que ser Bartender y Barista es un arte.

-   Me vale verga, un trago es un trago.

-   Mmm… No lo sé, Rey…

-   Solo agradéceme y ya.

-   Pues… ¡Gracias! – dije con una sonrisa.

Al probarlo, ciertamente le había quedado igual al que preparaban en el bar, pero me sentía algo incómodo por Rey que me detallaba por cada cosa que hacía, iba a preguntarle qué le sucedía hasta que empezó a hablar.

-   Escucha… estos días… bueno, yo…

-   ¿Sí? – pregunté tomando otro poco del coctel.

-   Mmm… Nada…

-   Dime, Rey.

-   Es que… bueno, tú eres mi amigo, mi gringo , ¿Entiendes?

-   Pues… Algo.

-   Dame un poco de ese coctel – pidió tomando un largo trago.

Reinaldo estaba actuando un poco reservado, nada usual en él y yo estaba algo confundido por las palabras que decía, mientras tomaba una alta cantidad de alcohol. Él me sonreía y me miraba tiernamente, yo aún algo confundido en su actitud estaba de la misma manera, lanzando una que otra sonrisa esperando a que continuara.

-   Bien… es que hace unas semanas que bueno… En diciembre tú y yo… tuvimos un momento… Llegó Richard y…

-   Ya, Rey… no quiero recordarlo – le interrumpí.

-   Pero, yo sí. Extraño esos momentos.

-   ¿Qué dices? – pregunté confundido.

-   Sí…

-   No te entiendo, sé más específico.

-   Jajaja... Bueno, gringo... Tú y yo, haciendo cosas.

-   ¡Oye!… ¡Tienes novia, tienes a Vanessa, era todo lo que querías!... Ya ganaste el juego – le dije un poco alterado.

-   Sí… lo sé. Pero, el juego aún no termina... – trató de decir mientras acariciaba su paquete.

-   No, Rey… yo no quiero jugar. No así.

-   ¿Entonces, cómo? – preguntó sonriéndome, cruzando la barra y llegando hasta mí.

-   Somos amigos, tú lo dijiste.

-   Aja… Me gusta hacer esto con mis amigos.

-   Dirás con tus amiguitas – le reclamé.

-   A eso me refiero – dijo colocándose detrás de mí –… La primera vez que pasó… Bueno, fue una vaina loca y acabé… te acabé en el culo.

-   … Lo sé – respondí sintiendo su cuerpo en mi espalda.

-   Fue loco – repitió.

-   Lo fue…

-   Y luego en las fiestas…

-   Rey, detente… Dime qué quieres.

-   Nada, en realidad. Solo estar así – resolvió abrazándome.

-   Puedes estar así con cualquiera, con tus amigas.

-   Mmm… Pero, contigo es diferente – trató de explicar repartiendo un par de besos en mi cuello.

-   Rey…

- Gringo…

Mi amigo el macho me tenía atrapado, pasando su brazo por mi abdomen y el otro acariciando mi cabeza, repartía uno que otro beso por mi cuello y el vaivén había empezado. Yo solo estaba allí, parado, apoyándome en la barra viendo las gotas que caían del trago y sintiendo el grosor de una verga que rozaba mi culo con paciencia.

-   ... ¿Y tú novia qué? – pregunté por curiosidad.

-   ¿Qué pasa con ella?

-   Si se entera...

-   ¿Tú le dirás a tu amiguita sobre esto?

-   No – contesté culpable a pesar de todo.

-   Entonces deja de pensar en ella, yo no lo hago… Ni tampoco pienso en tu novio.

-   No tengo novio.

-   Richard, actúa como uno.

-   ¿Tienes celos? – le pregunté para provocarlo.

-   Para nada, él no te causa lo mismo que yo.

-   ¿Tú qué sabes? – pregunté como un reto.

Al terminar con mi pregunta, se separó de mí, tuve que mirarlo para notar su siguiente movimiento, se había quitado la camiseta que llevaba mostrándome su pecho de forma orgullosa, después me obligó a quitarme la camisa quedando con el torso desnudo y habíamos regresado a la misma posición de antes. Solamente que ahora mi amigo se había puesto más intenso al momento de acariciar mi abdomen, pecho y mis pezones, mientras yo solo trataba de acallar mis gemidos mordiendo mis labios.

-   Mmm... ¿Te gusta? – preguntó sin dejar de repartir besos.

-   ¿Y a ti?

-   Responde primero.

-   No, primero tú.

-   Jajajaja... Sabes jugar.

El vaivén estaba incrementándose, sus manos estaban en mis caderas controlando mis movimientos, en ese momento si podía sentir su verga en toda su extensión y estaba seguro que Rey estaba disfrutando de mi culo. Pero necesitábamos más, en esos segundos que pasaron no me importó que estuviese traicionando a mi amiga, me importaba más estar finalmente con Reinaldo, cumplir mi fantasía con ese macho.

Fue grata mi sorpresa que Rey se había detenido para poder desabrochar su jean y bajárselo hasta las rodillas, yo le sonreí emocionado haciendo exactamente lo mismo.

-   Esta vez no llevamos bóxers iguales – dije viendo el color azul de sus calzoncillos.

-   Hay que coordinar para la próxima – contestó viendo los míos de color gris.

-   Jajajaja... ¡Claro que sí!

-   Que rico, gringo ...

-   ¿Te gusta?

Pero, nuevamente no contestó... nuestros calientes cuerpos estaban unidos de nuevo en ese suave movimiento, eran pequeños sonidos que salían de nuestras bocas, ya no era necesario que estuviese apoyado a la barra porque mi macho me tenía bien sostenido por las caderas, lo que dejaba a mis manos recorrer lo que podía del cuerpo de Rey, sus brazos y un poco de sus piernas. Mi verga ya estaba pidiendo atención, necesitaba una paja urgentemente y no sabía hasta dónde llegaría el juego de Rey.

-   Rey...

-   ¿Sí, mi gringo ?

-   Más... – gemí.

-   ¿Cómo?

-   ¡Quiero más, coño! – protesté.

Me separé de mi macho y me arrodillé frente a él. Rey estaba estático viéndome y yo detallé su todo cuerpo desde el suelo, desde su rostro sorprendido, pasando por su gran pecho con duros pezones hasta ese paquete que guardaba una enorme verga. Mis manos adiestradas indagaron en su bóxer y finalmente pude ver y tocar mi premio, una rica y dura verga, morena y más oscura que su piel, con un glande rosado que goteaba líquido preseminal. Bajé su bóxer hasta sus rodillas, para que mis manos empezaran una furiosa paja, mi Rey sonreía al ver como movía mi mano acariciando su verga y yo estaba feliz. Pero, todo cambió cuando mi macho negó fuerte mente con la cabeza, dándome un manotazo evitando que siguiera con la paja y retrocedió colocándose su ropa de nuevo.

Yo me levanté tratando de acercarme, pero él me empujó muy fuerte haciendo que mi espalda pegara contra la barra.

-   ¡Coño, Reinaldo!

-   ¡Aléjate, gringo !... Yo no soy gay.

-   ¿Qué dices?

-   Que no soy gay – repitió –... El juego se acabó.

-   ¡No jodas, Reinaldo!... ¡Esto no es un juego!

-   ¡Sí lo es y se acabó!

-   ¡Eres un maldito!

-   Yo no soy gay como tú.

-   ¡Claro!... ¡Te la das de heterosexual, pero todo cambia cuando me recuestas el güevo en el culo!... ¡Muy macho de tu parte!

-   ¡Ya vete, gringo ! – me ordenó sin mirarme.

-   ¡No!... ¡Este juego me tiene loco, Reinaldo!

-   ¿Qué haces, idiota?

Yo me había acercado a él, necesitaba que viera lo que había hecho y le mostré mi verga erecta. Reinaldo solo retrocedía de manera culpable evitando verme.

-   No te alejes.

-   Para, gringo ... El juego terminó – volvió a decir en voz baja.

-   ¡Tu juego me tiene loco!...  ¡Y tú te aprovechas de eso!

-   Es tu culpa.

-   ¡No, es tú culpa!... ¡Sabes que me excitan tus toques y lo sigues haciendo!... ¡Eres una mierda de persona!

-   ... Lo siento – musitó.

-   ¿Qué?

-   Que lo siento... por todo.

-   ¡No jodas, Reinaldo!... ¡Actúa como un hombre, maldita sea! – le grité molesto.

-   Puedes conseguirte algo mejor, gringo. Como una mujer... yo solo sirvo para jugar – explicó en el mismo tono apagado.

-   Maldito, idiota... Qué asco – dejé escapar mirándolo.

La escena se veía... extraña, Reinaldo ya se estaba vistiendo, expresando mucha tristeza en su mirada, mientras yo estaba allí, desnudo, sosteniendo mi verga erecta con una mano. Era tan bizarro todo que no aguantaba estar allí, viendo como ese estúpido macho expresaba culpa por lo que me hacía, yo negué con la cabeza dándome cuenta que en realidad el juego había terminado y ambos habíamos perdido.

Me subí el bóxer y pantalón en un movimiento, busqué mi camisa que estaba en el piso y caminé por el salón buscando mi bolso acompañado de la mirada de mi amigo. Él no decía nada, yo tampoco quería hablarle y sin más me fui del palacio del crack. Ya estando en el ascensor me vestí debidamente, volviéndome a maldecir por lo idiota que era por mis enormes ganas de coger debido a mi falta de sexo y agradecía que Richard no estuviese a mi lado porque el “Te lo dije” que me habría dicho hubiese sido mundial.

En el estacionamiento, había entrado en mi carro molesto y me golpeé la cabeza unas cuantas veces volviendo a maldecirme. Pero ya todo había pasado, encendí el carro y estaba a punto de salir cuando Rey se había apresurado a colocarse frente a mí.

-   ¡Espera! – gritó.

Por mi mente pasó la idea de qué sucedería si atropellaba al hijo de un militar y me alejaba de allí sin llamar la atención. Mi mente siguió mi idea unos segundos y en un par de movimientos de mis pies el carro avanzó un poco y Reinaldo reaccionó golpeando el capot con fuerza.

- ¡GRINGO! ... ¡No seas idiota!

- Maldito – pensé molesto.

Rey al ver que no me iba a mover, se apresuró y entró al carro. Al sentarse, me dio una de sus típicas miradas acompañadas de sus sonrisas, pero yo estaba molesto, no quería seguir con sus juegos.

-   ¿Qué quieres?

-   Casi me atropellas, gringo.

-   Jódete, Reinaldo.

-   Lo siento mi gringo , de verdad...

-   Yo te lo dije, Rey... te dije que había tenido relaciones con otros hombres y tú te aprovechaste de eso para joderme.

-   No te jodo... yo solo...

-   ¡Perdón!... ¡Te diviertes!

-   Sí... eso hacía – expresó culpable.

-   Eres una mierda.

-   Lo sé... perdóname, amigo.

-   Vete al carajo, Reinaldo.

-   ¿Qué puedo hacer para que me perdones?

-   Nada, idiota... No hagas nada.

Él se quedó en el carro mirando al frente de manera culpable. Y yo por dentro estaba... cayendo un poco en su nuevo juego de dar lástima, en serio se veía arrepentido por lo que había hecho.

-   Oye... – le llamé.

-   Dime, gringo.

-   Tú me excitas, Rey... No me gustas, me excitas.

-   Ehhh... ¿Gracias?

-   No entiendes, tú me provocas eso.

-   Lo lamento, a veces mis juegos no tienen límites... Y se salen de control, se me olvida que no eres una chica, tú eres un amigo de verdad.

-   Gracias, Rey.

-   Dime algo que pueda hacer, mi gringo.

-   ¿Lo que sea? – pregunté con una idea en mi mente.

-   Ehhh... ¿Qué propones? – preguntó nervioso.

-   ¿Qué tal si te hago una paja, Rey?... Quiero tocarte. Ya te dije que me excitas, si lo hago... ya no estaré tan loco por ti – le expliqué rápidamente.

-   Mmm... Pero...

-   ¿Qué? – le interrumpí molesto.

-   Ok... Nos haremos una paja.

-   ¿En serio?

-   Jajajaja... Pues sí, pero con una condición.

-   ¿Cuál?

-   Si no llego a excitarme... Se acaba tu juego.

-   ¡Bien!

Me había armado de valor al proponer ese juego, pero Rey había aceptado y yo estaba complacido. Si con solo restregar su güevo en mi culo se excitaba, con una simple paja lo haría acabar en menos de 5 minutos. Así que me mordí los labios viéndolo de una manera predadora, Reinaldo no se había acobardado tampoco, se desabrochó el jean, bajándoselo junto a su bóxer y mostrándome su  verga morcillona. Mis movimientos fueron rápidos, así que lo pajee lo mejor que pude, tocando su verga y acariciándola.

No se escuchaba nada dentro del carro, al estar en el estacionamiento, teníamos algo de privacidad, pero estábamos a la vista de todos, yo seguía pajeando a mi amigo, viendo las reacciones que le causaba y  él respiraba lentamente mirando mi mano subir y bajar. Yo sí estaba excitado, así que desabroché mi pantalón bajándolo junto a mi bóxer también, Reinaldo me sonreía al verme la verga, pero sentía que no estaba tan cómodo como antes y lamentablemente lo supe cuando su verga ya no estaba tan dura a pesar de que estaba haciéndole una paja magistral.

-   Jajajaja... ¿Qué pasa, no sabes hacerle la paja a un hombre?

-   Claro que sí, idiota.

-   No me estás calentando como antes.

-   Cállate – le contesté molesto.

-   Mejor intenta otra cosa... porque si no, el juego se acabó.

Yo tenía miedo a que mi propuesta terminara, así que solté su verga e hice mi siguiente jugada, me acerqué a su entrepierna y Rey ya sabía lo que vendría. Una mamada era lo que él necesitaba para que su verga despertara de nuevo, así que empecé a mamarla, hacía demasiado tiempo que no tenía una verga en mi boca, pero sabía moverme, chupar y lamer en el punto necesario. Tuve una buena técnica, porque con cada chupada sentía como se endurecía su verga en el interior de mi boca, un sabor amargo salía de la punta y era obvio que él estaba a punto de acabar.

-   Mmm... Sí, gringo. La sabes mamar, sigue...

-   Ufff... ¡Gracias, mi rey !

-   Sigue mamando, gringo... ¡Ahhh!... – gemía cuando me la metía entera.

Rey se había quitado su camiseta de nuevo, e hizo que mis manos comenzaran a tocar su pecho, yo jugaba apretando sus pezones y él no dejaba de sonreír.

-   Ufff... ¡Las bolas, chúpame las bolas! – me ordenó.

Seguí su sugerencia, me comía sus bolas una a la vez, chupando fuertemente haciendo ruidos intensos mientras lo pajeaba, estaba tan absorto en mi trabajo manual que no noté como mi amigo me miraba intensamente, creí que iba acabar y me preparé para la acción que vendría... pero nada ocurrió, Rey se estaba riendo y yo no entendía qué estaba pasando.

-   Creo que ya no estoy tan excitado, gringo .

-   No puede ser – dije contrariado.

Su verga estaba perdiendo dureza de nuevo.

-   Lo siento...

-   No jodas... Creo que lo haces a propósito – le dije incorporándome.

-   Mmm... No, es que... eres mi amigo. Y no me excitas de esa manera, gringo.

-   Eres un maldito, Rey.

-   Jajajaja... Tal vez, podríamos hacer algo más... salvaje.

-   ¿Cómo qué? – pregunté confuso.

-   Mmm... Déjame pensar algo salvaje para ti.

Yo tenía miedo por lo que pensara, miedo y excitación. Yo seguía con mi verga mirando al techo del carro, pero a él finalmente ya no estaba excitado, al final Richard tenía razón y mi amigo Rey era un puto heterosexual. En eso me lamentaba hasta que la mano de Rey fue directo a mi verga y comenzó a masturbarme muy rápido.

-   ¡Ahhh...! – gemí bastante alto.

-   Shhh... Maricón, que después viene el vigilante.

-   No pares, Rey. Por favor.

-   No lo haré, amigo – me dijo Rey siguiendo con la paja.

Era una delicia ver su mano subir y bajar envolviendo mi verga, él estaba concentrado en su trabajo y yo estaba admirándolo, era genial ver como mi amigo me complacía, yo soltaba gemidos sin control, no deseaba acabar aún, porque seguramente no tendía esta oportunidad nuevamente y debía concentrarme, pero Rey era muy intenso para evitar pensar en otra cosa que no fuese este momento.

-   Vamos a ser más salvajes – anunció.

-   ¿A qué...? – no pude terminar de preguntar – ¡Maricón, hijo de puta!

Mi amigo, se había metido mi verga en su boca, solo la cabeza, que la envolvía con su lengua y hacía una presión con sus labios, no era muy bueno en lo que hacía, pero eso, sumado a su mano que seguía subiendo y bajando fue lo que me catapultó a la gloria y le avisé que iba a acabar.

-   ¡ME VENGO, REY!... ¡¡AHHH!! – gemí sin control.

Por suerte para él, se había quitado antes que la leche le pegara en la cara, en cambio, disparé mi leche directo al techo del carro y cayendo un poco en el volante y el parabrisas. Yo estaba en éxtasis, mi amigo solo me veía con media sonrisa, orgulloso de lo que había hecho, yo estaba ruborizado y veía bastante nublado, pero lo había hecho... nuestro juego había terminado con un final feliz.

-   Bien, gringo... Ahora, para evitar la mala suerte... – dijo Rey saliéndose del carro.

-   ¿Qué haces, marico?

A pesar de estar en el estacionamiento, salió con los pantalones por las rodillas, agarró su verga y comenzó a orinar una de las ruedas de mi carro, yo estaba en shock viendo como ese líquido amarillo caía sobre mi carro e iba a reclamarle, hasta que terminó con un par de sacudidas y se sentó de nuevo en el asiendo del copiloto.

-   Hay que quitarle la mala suerte al carro, gringo .

-   Ya... Gracias – dije entendiendo esa superstición.

-   Bueno... Ya se acabó nuestro jueguito.

-   ¿En serio? – pregunté confuso.

-   Jajajaja... No, pero lo mantendré al mínimo de ahora en adelante – aseguró Rey.

-   No jodas, nunca cambias.

-   Mmm... Pues a decir verdad, no.

-   Ya vete, Rey – le ordené tratando de vestirme.

-   Chao, gringo , nos vemos luego.

-   ¡Espera!... ¿Te gustó? – pregunté curioso.

-   Mmm… Sí, me gustó la forma en que juegas – dijo despidiéndose mientras se subía los pantalones.

Después de eso... los juegos con mi macho ciertamente se habían detenido, ahora simplemente éramos panas que tenían ciertas orientaciones homosexuales de vez en cuando... Sólo cuando el alcohol estaba involucrado y Rey sabía respetarme porque para él, yo era un amigo de verdad.

---*---

Julio, 2012.

Todas esas personas fueron mis nuevas amistades en la universidad, pero la más importante para mí, era mi antiguo y mejor amigo, Richard.

Él era… o es… o mejor dicho, fue mi pilar para no caer en mi época universitaria, me sentía tan a gusto con mi mejor amigo que era imposible no sentirme mal en algún momento y si llegaba a pasar, él estaba allí para darme apoyo o simplemente decirme que estaba actuando como un idiota.

Una tarde a mediados del semestre, estábamos esperando a que empezara el taller de diseño y nos sentamos en nuestro lugar favorito. La escalera de emergencia en uno de los últimos pisos, dónde nos era posible ver toda la ciudad de Caracas y en las tardes era un espectáculo ver como el sol tornaba de colores entre azules, naranjas y rosados las nubes del cielo. Generalmente cuando los dos estábamos allí era nuestro momento de paz, de liberar el estrés universitario que nos agobiaba en diferentes momentos y lo mejor de todo es que sólo nosotros sabíamos de ése sitio… Claro, nuestra permanencia generalmente era en las tardes después el almuerzo. Ya que en las noches, estudiantes furtivos utilizaban nuestro lugar de relajación como un sitio de desenfreno y pasiones carnales… Lo entendimos una vez cuando vimos alrededor de 10 condones usados, esparcidos por toda la escalera haciendo que nos dieran ganas de vomitar y al mismo tiempo cagarnos de la risa.

Así que allí estábamos, esperando a que el sol secara la pintura de nuestras maquetas, relacionadas a un espacio de oficina que debíamos implementar como estudio de diseño. Para ese nivel, el profesor nos había pedido una maqueta detallada a escala 1:20, dónde se pudiese ver algunos detalles de la propuesta, mobiliario, detalles de paredes y demás.

-   Esperemos un rato, Drew… Estoy cansado – dijo sentándose en la escalera y abriendo sus piernas.

-   Esa maqueta me está matando. En serio – le contesté sentándome también.

Para nosotros, era una costumbre estar así, estar recostados uno encima del otro esperando a que nuestra clase empezara y sintiendo el calor del otro.

-   Te está matando porque no tienes a Dieguín aquí para que te ayude.

-   Jajajajaja… Cállate, idiota. Que igual al profesor le gusta mi propuesta.

-   Pero, no tanto como la mía.

-   Quizás… Pero, si no tuvieses esas manos de mono, podrías hacer maquetas más bonitas.

-   No tengo manos de niña como las tuyas – contraatacó.

-   Si me dejaras ayudarte…

-   Nope… Prefiero hacer las cosas por mi cuenta.

-   ¡Qué orgulloso eres!

-   ¡Lo soy! – exclamó sacando el pecho –… ¡Si la maqueta ha de ser hecha por mí… Ha de quedar fea!

-   ¡Qué eso nunca cambie!

Ambos nos reímos hasta quedar completamente en silencio, yo me recosté completamente y vi como el sol se estaba poniendo e imaginé que mi amigo estaba viendo exactamente lo mismo que yo… Me sentía tan relajado sintiendo el calor y la respiración de mi amigo, que en menos de lo que esperaba cerré mis ojos. Luego de un rato, de manera automática, Richard hacía algo que le había encontrado gusto, acariciar suavemente mi cabeza tratando de peinar mi larga cabellera, pero  en realidad, él jamás lograba su cometido y yo quedaba peor que antes. Así que antes de que él terminara de arruinar mi peinado, abrí mis ojos impidiendo que siguiera con su trabajo.

-   Oye… Si los chicos nos ven, ahora sí pensarán que somos novios.

-   Jajajajaja… Tal vez – me respondió con voz pesada.

-   ¿No te molesta?

-   Para nada… Andrew, yo sé bien que soy heterosexual – repitió tranquilo.

-   Bueno, pero yo no lo soy.

-   Sí, pero eso igual no me importa.

-   Richard… Los muchachos no dejan de molestarnos por nuestra cercanía.

-   Es que nos conocemos de antes – explicó –... Están jugando, ellos entienden lo nuestro.

-   Reinaldo a veces se pasa.

-   Es porque tú lo dejas – me acusó.

-   Ya, pero… ¿Y los demás? Hay chamos nuevos que piensan que somos novios.

-   No me molesta lo que ellos digan, son de primer semestre – dijo burlón.

-   Claro… son los menores.

-   Pues, claro – resolvió –… Si a mí no me molesta a ti tampoco debería.

-   Aja… – dije fastidiado.

Eso lo dije y negué con la cabeza, había otra cosa que me estaba afectando un poco y él lo notó.

-   Habla de una vez, Drew… ¿Qué te molesta?

-   Es que – me separé para mirarlo un poco –… Se suponía que estábamos comenzando desde cero y…

-   ¿Y? – me pidió continuar.

-   La idea fue tener nuevas experiencias… y más.

-   Lo sé y las hemos tenido, Drew.

-   Sólo tú… Pero, yo he sido el mismo desde que empezamos.

-   Claro que no… ¡Por Dios, haz cambiado bastante!

-   ¿En qué?

-   En… Tu peinado, ahora tienes el cabello largo – dijo con una sonrisa.

-   ¡Se serio, Richard! – me molesté dándole un golpe.

-   Coño, Drew… Dime qué te molesta realmente.

-   Que no he cambiado – dije en voz baja –, que sigo siendo el mismo carajito que sigue pensando en Arturo.

-   ¡Oh! – dejó escapar –... ¿Y has hablado con él?

-   Sí… Está en Suecia, conoció a una familia y se está quedando allí hasta finales de mes… Luego pasará por Noruega y estará todo el mes de agosto en Londres.

-   ¡Qué vida tiene!

-   Sí… Hasta él ha cambiado.

-   ¿Lo extrañas, Drew?

-   Mmm… Richard, es que – traté de decir –… No te vayas a espantar por lo que diré.

-   Ok, adelante – me animó.

-   Extraño tener relaciones con él.

-   Jajaja… ¡No jodas, Andrew, puto que asco! – dijo revolviéndose.

-   ¡Richard! – le reclamé –… Te dije que no te espantaras.

-   Ya, ya, ya… Disculpa, pero me imaginé a Arturo y tú… ¡Y qué asco!

-   No solo me refería a Arturo, me refería a todo… Tú sabes… sexo… gay – traté de explicarme.

-   Ahhh… Pero, se supone que tuviste relaciones con Reinaldo, ¿No?

-   ¡Qué no! – protesté –… Ustedes de verdad no quieren creerme.

Obviamente, después de la aventura que tuve en mi carro con Reinaldo, no pasaron ni dos horas para que Vanessa me reclamara llorando la traición y vergüenza que le hice pasar al saber que tuve relaciones con su novio. El estúpido de Rey había vuelto a tomarse todas las botellas del bar y llamar a Vanessa completamente borracho, dejando escapar nuestro ya conocido secreto.

Pasaron semanas en que mi amiga no me hablaba, solamente me daba miradas de odio hasta que un día la enfrenté pidiéndole disculpas, explicándole que yo era bisexual... aunque más gay, pero solo me gané una cachetada por su parte. Tuvo que pasar prácticamente dos o tres meses para que ella volviese a ser conmigo la misma de antes.

-   Vanessa y yo seguimos creyendo que sí.

-   Pues… Sigan creyendo lo que no es cierto – dije muy resentido.

-   Bueno, bueno... Volvamos a lo de antes… Extrañas que te metan la verga.

-   … Pues… Sí – dije a pesar de todo.

-   Jajajajaja… Drew, que gay eres.

-   ¡Tú la tienes fácil, Richard!... Eres heterosexual, guapo y tienes un buen cuerpo.

-   Jajajajaja… Gracias por lo de guapo.

-   Se serio, idiota.

-   Es imposible que un gay y un hetero hablen seriamente de sexo – trató de decir sin borrar su sonrisa –… Y tienes razón con tenerla fácil, pero tampoco me llueven mujeres.

-   Pero te caen… Andreina, Alexandra, Daisy, Isabella… Has tenido más sexo que yo en estos años.

-   Tuve suerte, Drew… ¡Tú podrías tener a cualquiera de esas chicas, eres igual de guapo que yo y tienes también algo de cuerpo!

-   Pero, no quiero eso – le contesté en tono apagado –… Quiero estar con un hombre.

-   Drew… hay muchos chicos gays por aquí, chicos que no dudarían en estar contigo – me contestó en el mismo tono.

-   Pero no quieren acercarse porque tú estás a mi lado todo el tiempo.

-   Ahhh… – dijo comprendiendo mi frustración.

-   A eso es lo que deseaba llegar, las chicas te caen a ti y tú eres feliz. Pero, nadie puede estar cerca de mí porque creen que tú eres mi novio.

-   ¿Entonces quieres que me aleje de ti? – preguntó algo dolido.

-   No, claro que no, idiota.

Me volví a recostar entre sus piernas, él instintivamente pasó su brazo por mi pecho y yo lo tomé entre mis brazos.

-   Nunca me pidas que me aleje de ti, Drew… No lo soportaría.

-   Ni yo, Richard – dije apretando su brazo –, pero tal vez podrías… darle la idea a los demás que no somos pareja.

-   Jajaja… Me lo dice el que no puede dejar mi brazo.

-   Jajaja… Lo lamento – dije soltando el agarre.

-   Bien, es cierto que las chicas con las que he estado me han dicho que tú eres guapo. Pero, que no se acercan a ti por tu carácter y…

-   ¿Y? – pregunté curioso.

-   … Porque creían que yo era tu novio – respondió dándome la razón.

-   ¡Ves!

-   Lo sé, lo sé – repitió entendiéndome –… Lo lamento, no creí que eso te afectara.

-   No me afecta… Solo me falta sexo.

-   Bueno, puedes salir una noche sin mí y conocer a alguien – solucionó.

-   ¿Tú crees?

-   ¡Que sí, Drew!... ¡Eres jodidamente guapo!... Podrías tener a cualquiera.

-   Jajaja… Ya, Richard – le pedí sintiendo como me sonrojaba.

-   ¡Es cierto!... ¡Escucha, Drew! Prometo no actuar más así de protector… cuando estemos con los demás.

-   ¿Sólo cuando no andemos con los demás? – pregunté gracioso.

-   No fastidies. Agradece lo que propongo – dijo serio.

-   ¡Claro!... Pero luego nos descubren y llegan a la conclusión de que tú y yo tenemos algo.

-   ¡Oye!… Yo estoy claro de lo que somos y lo que siento por ti.

-   Pues… Yo también.

-   Yo te amo, Andrew.

-   … Richard – me quedé perplejo al escucharlo.

-   Jajaja… Pero no es como tú lo piensas, tú eres mi mejor amigo, mi hermano que protejo. Nada más.

-   Ahhh… Ya, me asustaste – dije regresando a mi posición recostándome.

Los dos nos quedamos en silencio viendo que el sol ya se había ocultado y las maquetas ya se habían secado.

-   ¡Sí, eso haré! – dijo decidido –… Mira todo lo que hago para que puedas acostarte con alguien.

-   Jajajajaja… Podrías solucionarlo de otra forma.

-   ¿Cómo?

-   Acuéstate conmigo, Richard – propuse juguetón –… Ya que parecemos novios, tú y yo deberíamos…

Mi propuesta, a pesar de que fue una broma, mi amigo lo tomó en silencio haciendo que yo me asustara por haber abierto la boca de esa manera, iba a decirle que no se preocupara cuando en ese momento sentí como besaba mi cuello suavemente, yo tuve que alejarme y mirarlo aterrado.

-   Jajajajajaja… ¡Mira tu cara! – me señaló riéndose.

-   ¡¿Qué haces?! – pregunté alterado.

-   Pues… Tenía que probar, tú sabes. Despejar dudas – dijo de manera simple.

-   ¡Qué idiota eres!

-   Pero, funciono. No estoy excitado ni nada.

Mi mirada fue a su entrepierna para certificar lo que había dicho y me quedé algo tranquilo y decepcionado al no notar algo.

-   Jajaja… Solo fue un beso en el cuello, Richard. Dame otra oportunidad y verás que la pasaremos bien – contesté aparentando normalidad.

-   Jajaja… Cuando esté muy borracho, lo haremos.

Al escucharlo, algo hizo clic en mi memoria creyendo haber escuchado eso antes.

-   Richard… Siento que ya lo habías dicho, pero no recuerdo cuando – pensé contrariado.

-   Mmm… Creo que te lo prometí cuando éramos niños – explicó levantándose y estirándose un poco.

-   ¿En serio?

-   Sí, ahora vámonos. Que ya deben estar por venir los que sí van a tener sexo ésta noche.

A pesar de toda la conversación, los dos tomamos nuestras maquetas y él me agarró de la mano para ir caminando juntos al taller.

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NdA: Espero que les haya gustado el relato, no olviden valorar y comentar. También que existe una página de Facebook la cual pueden seguir o enviar mensajes privados. Envíen sus comentarios que con todo el corazón contestaré. También quería informarles que el último capítulo que escribiré este año se llamará "El espectador", ni siquiera estaba planeado. Y es porque no está escrito aún, ustedes me ayudarán a hacerlo... y es con lo siguiente... HAGAN UN PAR DE PREGUNTAS QUE QUIEREN HACERLE A ANDREW... Las mejores preguntas, serán contestadas en ése relato especial!... Mientras más preguntas hayan... Mas cosas revelaré.

Un abrazo a todos.