6.1 Conexiones Los Sensuales. (2° Parte)
Entendiendo las experiencias con los hombres de mi vida...
NdA: Se sugiere discreción al leer, si eres menor de edad o si te han ocurrido eventos trágicos recientemente, no te recomiendo leer éste capítulo. Sin más que agregar, continuamos.
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Agosto, 2008.
- ¡Fue… mi mami, Drew!… Mi mami…
- ¿Pero qué...?
- ... ¡¡Mataron a mi mamá!!… – escuché a través del teléfono seguido de un horrible sollozo.
Al escucharlo, sentí que mi corazón se había detenido por oírlo llorar de esa manera...
Esa era la voz de mi amigo Richard al teléfono, me estaba llamando ya muy entrada la noche, pero lo que le había sucedido a su mamá había sido hace poco, no menos de dos horas… Ella estaba regresando del trabajo en ése instante, pero muy cerca de su casa, se había iniciado un enfrentamiento entre bandas, una terrible lucha que mi amigo había escuchado desde su cama algo asustado, preocupado por su madre, sin saber que ella había quedado en medio de todo... y que su vida había terminado por tres balas incrustadas en su pecho.
Todos en la casa se estaban preparando para acostarse y dormir tranquilamente, mientras yo trataba de hablar con él, tratando de consolarlo, pero me era imposible, su llanto no se detenía. Fue de un momento a otro que entre mis palabras de aliento, mi amigo me había colgado...
Yo me quedé mirando el teléfono, sin creer lo que había sucedido, la madre de mi mejor amigo había muerto... La habían matado. Estuve varios minutos sentado en mi cama, viendo a la nada hasta que negué con la cabeza y comencé a caminar por la habitación sin saber muy bien qué hacer. Mi mente estaba trabajando demasiado rápido, pensando en mi amigo, en cómo se encontraba, lo que había perdido y en lo que haría de ahora en adelante... Por un simple segundo deseé eliminar las barreras, trasportarme para estar al lado de mi mejor amigo, abrazarlo, apoyarlo, que el supiera que yo lo quería y estaría para él en todo momento.
Salí de mi habitación y caminé en dirección a la de mis padres. Debía decírselos, necesitaba hacerlo, tenía que buscar algún apoyo para ayudar a mi amigo, pero en realidad no sabía muy bien en cómo darles la terrible noticia, toqué la puerta un par de veces y me quedé esperando una respuesta... Mi mente estaba en blanco, unía mis dedos minuciosamente, movía mis pies nerviosamente, pero aún no escuchaba nada adentro de la habitación, así que volví a tocar la puerta con más impaciencia y finalmente escuché la voz de mi padre permitiéndome pasar.
- Adelante.
- Papá... – le llamé muy nervioso.
- ¿Por qué no te has acostado?... Ya es muy tarde – me interrumpió sin despegar la mirada del televisor.
- Son las 10:00 pm de la noche, papá... Y pasó algo.
Mi padre estaba mirando las noticias en su pantalla plana, se dio cuenta de mi tono nervioso, así que posó su mirada sobre mí desde la cama y ahora tenía una expresión muy inquisidora. Él ya estaba listo para ir a dormir, solamente llevaba un pantalón de algodón a rayas azul marino y negro que regularmente usaba para descansar mostrándome su pecho desnudo, en cambio mi madre que ya estaba dormitando un poco, no me prestó la remota atención y se dio la vuelta.
- ¿Qué pasó? – me preguntó algo preocupado.
- Es que... Richard me llamo... y...
- ¿Qué le paso a Richard? – volvió a preguntarme con total atención sentándose en la cama.
- Yo… No, no fue a él… fue… a… a su mamá.
- Andrew, termina de hablar – me ordenó impaciente.
- Es que...
No pude terminar, desde la calle se escuchaba un sonido ensordecedor seguido del sonido de una bocina y era el inconfundible sonido de la motocicleta de Richard. Yo sin pensarlo dos veces, me apresuré y salí de la habitación seguido del llamado de atención de mi padre.
No me importaba, quería saber si tenía razón, bajé por la escalera y llegué a la entrada abriendo la puerta muy rápido para poder salir.
Cuando lo vi, estaba en lo cierto, era mi amigo montado en su motocicleta mirando al frente, estaba vestido de forma deportiva, algo desarreglada y yo me acerqué a él lentamente tratando de ver su semblante en la oscuridad. En el momento en que estuve a su lado le toqué su hombro con lentitud.
- Richie...
- Hola... – me saludó en un susurró.
- Richie... Ven.
- ¿A dónde? – me preguntó confundido.
- Entra a la casa.
- No, no puedo... No le dije a tu papá que vendría... Sólo los voy a molestar.
- Claro que no... Entra, Richie.
- No, no creo que sea buena idea. Estoy algo mareado también...
- ¿Por qué? – le pregunté curioso.
- Es que... me tomé unos tragos de... ron y otra cosa más... Yo necesitaba... y si tu papá se entera... – trató de explicarse sin lograrlo.
- Él no se va a molestar... Entra, por favor.
- No puedo, Andy... es mejor que me vaya a mi casa con... – y se quedó quieto.
Mi amigo volvió a derrumbarse completamente, apoyando las manos en el manubrio con mucha fuerza, yo pasé mi mano por su hombro, tratando de darle apoyo, pero no me salían las palabras, Richard estuvo así por unos pocos minutos mientras yo trataba de hacer que bajara de su moto con pequeños jalones. Cuando finalmente lo logré y en medio de un abrazo traté de llevarlo a la casa, pero mi amigo se quedó estático, ya que se dio cuenta que mi padre estaba en el marco de la puerta... Él nos miraba muy bien sin entender qué era lo que ocurría, Richard intentó limpiarse la cara sin poder lograrlo y yo traté de empujarlo nuevamente hacia la casa, pero mi amigo no se movía.
Fue mi padre, que al dar un par de pasos acercándose, hizo que mi amigo corriera a sus brazos y mi padre lo abrazó muy fuerte, pegándolo a su pecho tratando de reconfortarlo. Mi amigo gemía de dolor tratando de hablar, pero no podía emitir ninguna palabra, mi padre solo lo abrazaba muy fuerte, lo calmaba, lo trataba de callar siseándolo suavemente y dándole pequeños besos en su cabeza.
Era la primera vez que los veía a ambos de esa forma, a mi amigo llorar y a mi padre... Bueno, ser un padre. Fue una escena muy conmovedora que también me hizo soltar unas lágrimas, sintiendo el dolor de mi mejor amigo.
Mi padre cubrió todos los gastos del velatorio y entierro de la madre de Richard. Mi amigo era hijo único, no tenía familiares cercanos, sus abuelos también habían muerto y ni siquiera supo el nombre de su verdadero padre.
Nosotros estuvimos a su lado en todo momento, mi amigo tampoco se pudo despegar de mi padre y yo lo entendía, el cariño que le tenía era demasiado fuerte. Me reconfortaba ver como nosotros apoyábamos a Richard, demostrando que él era parte de nuestra familia.
Solo hubo un momento en el que mi amigo se separó de nosotros caminando en dirección al portón de la iglesia... Y es que Marcello se había acercado vestido completamente de negro con un semblante apagado. Richard sin pensarlo, abrazó al chico que sólo pudo quedarse estático y dándole unos suaves toques en la espalda a modo de consuelo. Pude ver que intercambiaron un par de palabras en las cuales Richard, negaba con una sonrisa y Marcello, solo asentía con su cabeza seguido de una muestra de cariño por parte de ambos…
La mano de cada uno fue a la mejilla del otro en una pequeña caricia, para que luego ellos se dieran cuenta de dónde se encontraban y se separaron sin despedirse, mientras Marcello se retiraba del lugar fumando un cigarro.
- N-No digas nada... – trató de decime él al llegar a mi lado.
No pensé que ellos tuviesen algo, solo era una amistad en la cual ellos estaban demostrando cariño y apoyo hacia el otro.
Richard se quedó un par de semanas con nosotros, se le veía muy decaído, pero mi padre no le quitaba el ojo de encima en ningún momento, lo llevaba a su estudio y hablaban por bastante rato. Luego cuando entraba en mi habitación, lo hacía con una leve sonrisa, pero aún mantenía ese semblante apagado, yo trataba de hablar con él bastantes veces, intentando hacer lo mismo que él hizo conmigo cuando me sentía mal por Arturo y él entendía por qué lo estaba haciendo, pero después de varios intentos me respondió que prefería estar en silencio.
- ... No decir nada, también ayuda bastante – me había dicho.
Al final, él mismo decidió volver a su casa, aunque nosotros tratamos de detenerlo explicándole que no molestaba, él se excusó tranquilamente.
- Yo... debo volver a mi casa, enfrentarlo. Y limpiar muchas cosas.
- Hijo mío... – dijo mi madre con cariño – ¿Pero vas a estar bien? No me gustaría que estés solo.
- No estaré solo, señora Martha, viviré con una amiga de mi mamá, prácticamente seremos vecinos – explicó con una media sonrisa –... Ella me conoce desde siempre.
- Puedes venir aquí cuando quieras – le dije dándole un abrazo de despedida.
- Y jugar conmigo – secundó mi hermanito.
- Lo haré, lo prometo.
- Es en serio, Richard. Puedes venir aquí cuando desees, esa será tu habitación de ahora en adelante – le dijo mi padre muy amable.
- Gracias, señor Joseph – mi padre se aclaró la garganta y mi amigo suspiró dándole un abrazo –... Gracias, papá.
- Tranquilo, hijo … Avisa cuando llegues a tu casa.
- Lo haré.
Al salir, lo acompañe hasta que se montó en su moto y yo le di un bolso con ropa limpia que agradeció bastante.
- Entonces... ¿Ahora somos hermanos ? – le pregunté muy feliz.
- Jajaja... Ya deja, Andrew.
- No te estoy molestando.
- Lo sé, yo los quiero mucho, a todos ustedes, pero siento mucho cariño y respeto por tu papá... Le agradezco por todo y él me pidió que lo llamara así... – terminó su frase mirándome un poco incomodo.
- No me molesta, idiota.
- Ya...
- Por eso te digo, me llena de felicidad pensar que somos como hermanos.
- A mí también.
- Te quiero, Richie.
- Y yo más, Drew.
Ambos nos quedamos en silencio un par de segundos, mientras Richie encendía su moto y cuando ya estaba a punto de irse, pose mi mano encima de la suya que estaba en el acelerador.
- No quiero que te vayas – le dije algo triste.
- Ya te dije...
- Lo entiendo... En serio, pero me gusta que estés aquí en casa.
- Yo vendré luego, te lo prometo, pero en realidad... Tengo muchas cosas que hacer allá, saber que haré con las cosas de mi mamá... y todo lo demás.
- Si quieres puedo ir y...
- No – me interrumpió –. Debo hacerlo solo.
- No tienes qué. Nos tienes a nosotros.
- Andrew, es algo que debo hacer... tu papá me lo dijo. Debo ser un hombre responsable.
- ... Ahora sí lo entiendo – le dije suspirando.
- En realidad no quiero irme – admitió –, pero debo hacerlo.
- Ya, bueno... ¿Qué tal si nos vemos mañana?
- Jajajaja... Es muy pronto, ¿No crees?
- Es que… Ya te extraño, her-ma-no... – le dije soltando una sonrisa.
- Jajajajajaja... Cállate, idiota – me respondió sin dejar de reír.
- Bueno, pero... ¿Cuándo nos vemos?
- Cuando llegue a casa y... haga todo lo que tengo que hacer. Te llamo – me explicó con esfuerzo.
- Bueno, de acuerdo... ¿Qué tal si subimos al Ávila? – le volví a preguntar insistiendo.
- ¿Tu pierna va a soportar eso?
- Bueno, eso creo – le respondí dudoso –... Mientras no hagamos algo súper extremo. Estará bien.
- Bien, de acuerdo... Iremos al Ávila – me respondió con una sonrisa –. Ahora si me voy.
- De acuerdo... Ya sabes que si algo pasa...
- Lo sé – me respondió.
Instintivamente él volvió a acercarse a mí con un fuerte abrazo dónde solo escuchábamos la respiración del otro, al separarnos nos dimos una breve mirada y una leve sonrisa. No dijo más, mi amigo finalmente había arrancado su moto y se había ido, a enfrentar lo que le esperaba en su casa.
Después de una semana, Richard finalmente me había llamado, pidiendo que nos viéramos muy temprano, ya que quería ir al Ávila como me había prometido. Cuando llegó a la casa pude ver que estaba con un semblante apagado peor que días anteriores, con vestimenta deportiva completamente negra y un bolsito en su espalda.
- ¿Estás bien? – le pregunté a modo de saludo.
- Sí... tranquilo.
- Ya...
- ¿Y tu papá está?
- No, salió temprano a trabajar.
- Ok... ¿Nos vamos? – me preguntó sin mirarme.
- Richie...
- ¿Podrías llamarme Richard ?... Por favor.
- Pero...
- Mi mamá... También me decía así – explicó.
- Entiendo – asentí –... Bien, vámonos.
- Vámonos... – coincidió.
Me monté en su moto, mi amigo se colocó su casco y yo me coloqué el mío para poder irnos. El camino fue bastante rápido por la autopista hasta que llegamos a un punto donde podríamos hacer nuestro asenso por la montaña. Nos estiramos un poco, yo hice un esfuerzo por precalentar bien los músculos de mi pierna para que no empezara a dolerme por el esfuerzo y cuando estuvimos listos comenzamos a subir.
La idea era clara, subir, hacer algo de ejercicio y lograr que mi mejor amigo se distrajera un poco.
- ... ¿Vas bien, Drew?
- Sí... tranquilo.
- Si te llega a doler, nos detenemos.
- Claro... ya te dije que puedo resistir.
Mi amigo y yo comenzamos a subir por la montaña, daba gracias a Dios que hiciera un buen clima y la brisa ayudaba con el calor que se estaba sintiendo. Me preocupaba un poco por mi pierna con cada paso que daba, mi amigo cada par de metros se volteaba para vigilarme o cuando yo me retrasaba un poco él me esperaba.
En un punto medio de nuestro camino, nos recostamos en una pared rocosa y dimos una mirada a la ciudad… Se veía tan pacifica y al mismo tiempo tan caótica, pero ambos estábamos lejos de ese caos.
Mi amigo me tomó de la mano invitándome a seguir y yo acepté tranquilo volviendo a nuestro recorrido, luego de varios minutos caminando y haciendo un esfuerzo mi pierna comenzó a resentirse bastante.
- ... ¿Ya tan rápido? – me pregunté mirándome la pierna.
- ¿Qué pasa?
- Me está empezando a doler.
- Coño... Bueno, vamos a detenernos.
- No, ya vamos a llegar – protesté.
- ¡Ok, ok!... Bueno, pero vamos lento – me pidió tomándome por la cintura.
- Bien, gracias.
Los dos hicimos el camino uno al lado del otro hasta llegar a la cabaña y al llegar nos sentamos en una banca de madera. Mi amigo me sorprendió hincándose en mis pies y tomando mi pierna para darme un suave masaje. Yo estaba agradeciéndole bastante sintiendo como mis músculos se relajaban hasta el momento en que el dolor finalmente se estaba alejando.
- ¿Mejor?
- Sí, muchas gracias, Richard.
- No es nada – dijo sentándose a mi lado –... Ya vemos que no puedes hacer mucho esfuerzo.
- Sí, ya veo que no... ya lo estaba aceptando.
- Con el futbol tal vez. Pero, por lo menos debes hacer algo de ejercicio... – me recomendó.
- No quiero – le dije algo fastidiado.
- Jajajaja... ¿Acaso quieres ser un debilucho o engordar hasta que no puedas más?
- Jajaja... Bueno... No.
- Entonces debes ejercitarte un poco, ya has perdido masa muscular… y no creas que no he notado ese rollito.
- Jajaja… Es cierto – dije levantando mi camiseta y viendo mi abdomen algo decepcionado.
- Jajajajajaja... Ya no tienes esos cuadritos de antes.
- Jajajajajaja... Pues no... Ahora sólo los tienes tú – le dije levantando su camiseta.
- ¿Tienes celos? – me preguntó tocándose su abdomen.
- En realidad, sí.
- Bueno… ¡Entonces ejercitémonos juntos! – propuso con una sonrisa.
- ¡Claro, Richard! – acepté –… Ahora tenemos mucho tiempo libre.
- No mucho. En algún momento debemos empezar la universidad y...
Nada, mi amigo se quedó allí, pensativo. Yo lo miré muy extrañado, toque su pierna para llamar su atención, pero no pude lograrlo, Richard seguía allí, mirando al cielo respirando muy agitado, mis alarmas comenzaron a sonar cuando lo vi revolverse un poco y hundir su rostro entre sus piernas. Mi amigo lloraba de nuevo, su cuerpo se revolvía mientras yo colocaba mi mano en su hombro, tratando de llamar su atención para que se acercara a mí, con algo de fuerza lo tomé por los hombros y miré su rostro…
Estaba completamente devastado.
- Richie... – le llamé.
Mi amigo me abrazó, lloraba muy fuerte en mi hombro, yo trataba de corresponderle, darle mi apoyo, ser muy firme para él y que él se diera cuenta que no estaba solo.
- Drew, estoy solo... ¡Me siento solo!
- Claro que no, Richie... yo estoy para ti. No vas a estar solo.
- Drew, mi mamá... ¡La extraño mucho!
- Yo, lo sé... Lo siento – le dije con poca voz.
Sentía como se cerraba mi garganta, mis ojos se humedecían con cada gemido que me daba y el sentimiento de tristeza golpeaba muy fuerte en mi corazón... Fueron varios minutos en que estuvimos en la misma posición hasta que finalmente se calmó, se separó de mi limpiándose la cara un poco y respiró tratando de calmarse.
- Lo siento... es que pensé en ella.
- No tienes que disculparte, Richie.
- No, por favor... No me llames así – me recordó –. Me duele mucho.
- De acuerdo... No lo haré.
- Discúlpame por llorar... Estoy muy sensible.
- Ya, Richard... es... normal que lo hagas.
- No quiero sentirme así... Pero, cada vez que entro a la casa y paso por su habitación... O siento su aroma... La recuerdo a ella y me siento tan mal.
- Richard... – le llamé volviéndome a acercar a él.
- ... Tan mal porque la perdí, Drew.
- No estás solo.
- Ya sé que no... Sé que los tengo a ustedes, pero...
- Yo entiendo bien que nosotros no somos ella – le interrumpí acariciando su rostro –, ni podremos sustituirla, pero te aseguro que estamos allí para ti.
- Drew.... – me llamó con una media sonrisa.
- No estás solo – le repetí reafirmando mis palabras.
- Gracias, hermano.
Nos dimos un pequeño abrazo terminándolo con una sonrisa.
- … Tengo que pensar qué haré ahora con mi vida.
- ¿A qué te refieres?
- Pues eso... Mi mamá quería que yo estudiara en la universidad. Tu papá también quiere eso.
- Sí, lo sé... También desea lo mismo conmigo.
- Me dijo igual.
- ¿Y qué quieres estudiar? – le pregunté curioso.
- No lo sé, en realidad. Hay muchas cosas... Pero, no sé si sea capaz de entrar en una universidad.
- Richard, tu eres muy inteligente, eres bueno en matemáticas... y física. Hasta... hasta eres bueno dibujando esos personajes – terminé con una sonrisa.
- Algo... – admitió con algo de pena.
- No seas así. Sé que eres muy bueno.
- Tú también lo eres, de hecho... eres igual de bueno que yo en todo lo que dijiste.
- Claro que no... Bueno, en física sí, se me hace sencilla.
- ¿Y esos dibujos que haces?
- Con reglas y un compás todo es fácil – le expliqué elevando mis hombros.
- Son muy artísticos.
- Claro que no... Es algo que hago para distraerme últimamente.
- Bueno, bueno… Somos buenos en matemáticas y física... ¿Qué podemos hacer con eso? – me preguntó cambiando su semblante.
- Podría ser ingeniería – propuse.
- Mmm… Puede ser, aunque seguramente nos volveríamos locos con tantos cálculos.
- Jajajajaja… ¡Es cierto!
Ambos nos quedamos con una sonrisa tonta en la cara viendo la ciudad hasta que después de un par de minutos mi amigo propuso otra carrera.
- También somos creativos en muchas cosas.
- ¿Piensas en Diseño Gráfico? – pregunté.
- Mmm... No, ¿Qué tal Arquitectura? – planteó –… Es una mezcla en lo que somos buenos.
- ¿Arquitectura?... ¡Vaya!... ¿Crees que podamos estudiar esa carrera? – me pregunté muy sorprendido.
- Si estudiamos juntos... podremos lograrlo.
- Juntos... Estudiar juntos – dije ilusionado –... ¡Finalmente estudiaremos juntos!
- Jajajaja... Sí, Drew.
- ¿Y en dónde lo haremos? – pregunté ahora más animado.
- Pues... Tu papá dice que “a pesar de todo”, la mejor universidad es la Central – dijo haciendo el gesto con sus dedos.
- La mejor universidad… ¿Eh?
- Jajajajaja... Sí hermano, “La casa que vence las sombras” – dijo el lema con mucha ilusión.
Mi amigo se quedó mirando al cielo nuevamente, pero ahora lo hacía con una sonrisa, para luego mirarme de una manera muy intensa.
- ¿En qué piensas? – le pregunté.
- ¡Lo haré! – me respondió –… Estudiaré Arquitectura y me graduaré en la UCV... ¡Lo haré por ella, Drew!
- Tu mamá estaría orgullosa, Richard.
Le dije pasando mi mano por su hombro y él correspondió el abrazo pasando su brazo por mi cintura. Ambos sonreímos mirando al cielo con una decisión. Al llegar a la casa, lo hicimos con una sonrisa en la cara y sorprendimos a nuestros padres con la decisión que habíamos tomado, mi padre aprobó nuestra idea con una sonrisa aconsejándonos que empezáramos a estudiar rápidamente.
Y así lo hicimos, investigamos un poco y comenzamos a practicar en todo lo que éramos buenos para la prueba de admisión que sería en mayo del siguiente año. Richard pasó semanas en mi casa, practicando ejercicios de matemáticas, leyendo y dibujando como locos. Mi padre también hizo su parte, contratando a un profesor de la universidad solo para nosotros y que nos ayudaba a comprender lo que en realidad era la “arquitectura”.
Marcello como buen amigo, pasaba de vez en cuando por mi casa, solamente para ver a Richard estudiar y burlarse de nosotros por haber escogido esa carrera, mientras explicaba que él la estaba pasando genial en sus cursos de Barista y Bartender, aprendiendo y conociendo a gente de lo más interesante.
- ... En serio, es la mejor opción para tener como carrera – explicó expulsando un poco de humo.
- Marcello, deja de fumar en el cuarto – protesté.
- No es tu cuarto, es el de Richard... y él lo aprueba.
- No, Marce... Cómo siempre entiendes todo como mejor te parezca, te dije que éste era mi cuarto.
- ¡Exacto!... Y a ti no te molesta que yo fume.
- Sí me molesta.
- No, claro que no – dijo muy seguro –, sino me quitarías este cigarrillo de la boca.
En menos de lo que Marcello esperaba, Richard llegó a su lado para arrebatarle el cigarro de sus labios, ellos juntaron sus rostros bastante cerca y Marcello aprovechó para expulsar el humo que le quedaba directamente en la cara de mi amigo, pero él solamente se apartó un poco volteando el rostro.
- Idiota... – susurró Richard.
- Así me quieres... – respondió de la misma manera.
Yo sólo negué con la cabeza volviendo mi vista al libro de arquitectura romana que tenía en las manos. Ya los había visto “discutir” de esa manera, ellos me parecían de lo más tiernos y se los recalcaba en todo momento causando que ellos se molestaran aún más.
- ¿Y qué has aprendido últimamente, Marcello? – le pregunté sin mirarlo.
- Bueno, el sublime arte de moler el café... Hay unos granos gourmet de Guatemala que al molerlos, sueltan un exquisito aroma dulce – explicó con una sonrisa.
- ¡Coño, Marcello!... Haz cambiado, antes ni siquiera te esforzabas en abrir un libro, ahora hasta sabes moler café – le dije divertido.
- Encontré mi pasión.
- Cuanto me alegra, Marce – dijo Richard.
- Pero, ¿Qué prefieres, Barista o Bartender?
- ¡Los dos, es obvio!... De día, prepararé el mejor café y de noche, las mejores bebidas exóticas – respondió sentándose en la cornisa viendo hacia el patio.
- ¿En dónde? – seguí preguntando.
- En los mejores clubes de Ibiza.
- Primero, consigue un trabajo aquí Marce, no vueles tan alto tan rápido que podrías caer...
- No me cortes las alas, Richard. Pronto me iré del país a ser uno de los mejores bartenders del mundo – dijo y se detuvo para mirarlo –... Si tienes suerte, te llevaré conmigo.
- ¿En serio?
- Claro... Pero, si quieres que primero consiga trabajo aquí, lo haré... Y te prepararé todo lo que quieras.
- Ya deseo probar todo lo que hagas.
- Y yo – dije.
- Todo lo que quieras, Richard – le contestó mirando hacia el cielo.
Habían momentos en que eso sucedía, cuando los tres nos reuníamos, yo pasaba a segundo plano y lo que yo dijera no le importaba mucho a mis amigos, pero sabía perdonarlos... y también sabía vengarme dándoles dónde más les dolía.
- Todo lo que quieras, Richard – dije burlándome –... En serio, ustedes parecen novios.
- ¡Cállate! – me ordenaron ambos.
- Sí, sí, sí... Sigan así – seguí hablando sin preocuparme.
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Año 2009.
Un día, solo por pura curiosidad a mediados de febrero, Richard y yo nos adentramos en la facultad de Arquitectura y encontramos un grupo de chicos sentados haciendo maquetas y planos mientras reían. Les explicamos que íbamos a tomar la prueba para entrar el próximo semestre y ellos amablemente nos dieron consejos de lo que debíamos hacer o no en esa prueba.
Cuando el día llegó, estábamos bastante nerviosos, llegamos a la universidad junto a Mathew que solo estaba por allí para darnos apoyo y tratando de que no nos desmayáramos esperando para entrar en el salón. Según la información que habíamos recibido por correo electrónico, estábamos en el módulo correcto y justamente en la planta baja entramos a uno de los talleres junto a otros chicos que hacían la prueba con nosotros. Antes de ubicarnos en nuestros puestos, nos dimos un abrazo deseándonos suerte, acompañado de la mirada burlona de los muchachos que se encargarían de vigilarnos en el salón, después de un rato, llegó el profesor con las pruebas y allí comenzó a palpitarme el corazón aún más rápido. Estaba nervioso, pero Mathew nos había repetido varias veces que no debíamos perdernos en los nervios y solo teníamos que hacer la prueba.
Yo respiré profundamente mirando a mi amigo antes de empezar y él volvió a desearme suerte moviendo sus labios.
La parte verbal había sido pan comido, casi igual a los modelos de exámenes que habíamos visto. En cambio la parte de habilidad numérica fue un completo caos, tuve que hacer cálculos varias veces ya que las respuestas que estaban en el folleto no eran las mismas que me daban a mí, un par de veces vi a mi amigo suspirar frustrado, pero volvía a concentrarse de nuevo en su prueba y pensé que estábamos sufriendo por las mismas preguntas.
Otra parte que dominé fue la de “Visualización Espacial” o física, todas las respuestas me dieron con facilidad y mi cuerpo hormigueaba por la emoción. Cuando estaba finalizando la tercera parte, se escucharon unos gritos en la parte de atrás del salón, era de un chico obeso que estaba señalando a otro tipo que había sacado una navaja, el tipo se había excusado diciendo que era para poder sacarle punta al lápiz, pero el profesor que dirigía la prueba le había arrebatado la navaja y le dio un sacapuntas calmando la situación.
- ¿En qué lugar me metí?... ¿Pasaré 5 años estudiando con ésta gente? – pensé algo asustado.
Finalmente llegó la cuarta parte de “Determinación Espacial y Representación Tridimensional”, dónde nos daban una cartulina para poder realizar una pieza artística, pero sin poder separar o romper completamente la cartulina, en conclusión, mágicamente la pieza debía armarse y volver a su forma original. Para ser sincero, casi ninguno sabía exactamente qué hacer. Yo traté de seguir las indicaciones, pero estaba muy perdido, hasta que de la nada con varios cortes y dobleces creé algo interesante que cumplía con las condiciones.
La alarma del profesor había sonado dando la orden que dejáramos todo lo que teníamos y que había concluido la prueba. Al salir, todos caminábamos como zombis, pero fuimos recibidos por aplausos de padres y acompañantes de todos los muchachos que estaban presentando la prueba y los ánimos volvieron poco a poco. Ninguno de los dos hablo realmente de lo que hicimos allí adentro, Mathew nos había llevado a almorzar unas hamburguesas para calmar la tensión, pero en realidad la presión había comenzado para esperar los resultados.
A finales de mayo, estaba acostado en mi cama viendo la televisión y el grito de Richard desde su habitación me hizo sobresaltar, seguido de un par de pasos para ver a mi amigo con una enorme sonrisa.
- ¡Me llegó el correo!... ¡ENTRE, DREW!... ¡ENTRÉ! – gritó montándose en mi cama.
- ¡Coño, Richard! – le dije con una sonrisa.
- ¡Revisa tu correo!... ¡MUÉVETE! – me ordenó emocionado.
Yo me quité a mi amigo de encima y entré en mi correo. Estaba muy ansioso esperando a que cargara la página, hasta que lo vi... un correo de la Universidad Central de Venezuela, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Escuela de Arquitectura “Carlos Raúl Villanueva”. Cuando abrí el correo mi amigo se había puesto a mi lado con la misma emoción que yo y las primeras líneas fueron las que nos hicieron gritar de emoción:
“Estimado(a) ANDREW BROWN. Con gusto, le informamos que usted fue admitido en...”
Y no pude leer más...
- ¡LO HICE!... – grité eufórico.
- ¡LO HICISTE! – me gritó Richard.
- ¡¡LO HICIMOS!!
... Lo habíamos logrado.
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Conexiones forma parte de la saga de Anécdotas y sus derivados por Andrew Brown. Tiene Licencia Internacional bajoCreative Commons que abarca, Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional (CC BY-NC-ND 4.0)