6.0 Conexiones – Los Sensuales. (1° Parte)

Entendiendo las experiencias con los hombres de mi vida...

NdA: Les aviso que éste y los siguientes capítulos que publique en ésta temporada, forman parte de un capítulo completo, que no está terminado aún... faltan algunos detalles y no podía publicar un capítulo de 250 páginas de WORD. Así que serán presentados en versiones 6.0 – 6.1 – 6.2 –... Y así sucesivamente…

También les confieso, que éste título estaba pensado desde el 2013!!... Así que es algo que deseaba publicar desde hace 5 años... Entiéndame por qué la espera!

Les recuerdo que es necesario haber leído Anécdotas, Actualidad y ésta temporada Conexiones para el mayor disfrute del relato.

---*---

Agosto, 2007.

- … Si quieres podemos irnos, aún hay tiempo – me había dicho mi hermano.

- No, creo que ya es hora. Tengo que verlo.

- ¿Y qué le dirás? – me preguntó curioso.

- Mmm... Bueno… – dudé.

Habían pasado un par de semanas luego de la terrible escena con Arturo, la puta y los muchachos en la playa, estuve encerrado en la habitación que ocupaba regularmente en el apartamento de Mathew, dónde generalmente me la pasaba acostado, viendo televisión o simplemente mirando al techo sin decir nada. Obviamente, mi hermano se preocupó, pero también se comportó de una forma muy comprensible y mucho más al no permitir llamadas, ni visitas de ningún tipo manteniéndome aislado.

No fue sorpresa que al siguiente día de lo ocurrido, mi teléfono repicara con insistencia, al verlo, me di cuenta que obviamente era Arturo llamándome, no 3 o 4 veces, si no 10 llamadas perdidas en menos de media hora. Después, fueron llamadas perdidas de Aquiles y al final números de teléfonos desconocidos con toneladas de mensajes…

“Necesitamos hablar”, “Andrew, no lo entiendes, fue un error”, “Puedo explicar todo”, “Perdóname, te amo”…

Y muchos más.

El último intento fue hace unos días, cuando el mismo Aquiles llegó al apartamento exigiendo hablar conmigo, pero mi hermano muy firme le dijo que se fuera sin ninguna explicación. Unos fuertes gritos se escucharon luego de que yo subiera a mi habitación por orden de Mathew, él y Aquiles se pelearon, pero mi hermano había ganado sacándolo de su apartamento.

Yo me sentía en una burbuja, pero también estaba bastante tranquilo, quería mantenerme allí e ignorarlo todo. Hubo solo una visita, Richie junto a Marcello habían entrado en la habitación en compañía de mi hermano que los escaneaba con la mirada, como si fuese un guardia permitiendo la visita a su recluso.

-   ... Te ves terrible – me dijo Marcello como saludo.

-   Tú igual – le contesté señalando su golpe en el labio.

-   Herida de guerra.

-   Ya veo…

-   Oye – me saludo mi amigo sentándose en mi cama –... Sé que es tonto preguntar, pero ¿Cómo estás?

-   Pues… bien. Yo… estoy bien.

-   Claro – me dijo no muy complacido con mi respuesta.

-   Es en serio... Estoy disfrutando de mis vacaciones, veo televisión, duermo, tú sabes.

-   Claro – repitió.

-   ¿Aquí encerrado? – preguntó Marcello acercándose a la ventana.

-   Bueno… me siento bien aquí, adentro.

-   Claro, te sientes bien… Oye – dijo Richie tocando mi pierna –... Arturo, vino a mi casa. Y…

-   No quiero saber nada de él – le interrumpí.

-   … Sé que te molestarás cuando te lo diga – continuó a pesar de todo –, pero creo que debes hablar con él.

-   ¿Por qué?

-   Tiene algo que decirte – dijo sin más.

-   ¿Qué se acostó con alguien además de mí?... ¿Qué tenía novia?... Y ¿Qué me “ama”?... Todo eso lo sabía, Richie – le dije con sarcasmo.

-   Andrew – me dijo con una media sonrisa –... Escucha.

-   No, Richie, no quiero verlo, ¿Cómo vas a decirme eso?... Tú lo odias, lo golpeaste.

-   ¡Exacto!... Yo lo golpeé esa noche. Lo odiaba... Bueno, sigo odiándolo por ser un imbécil, pero creo que ustedes deben hablar.

Me quedé en silencio... estaba cavilando lo que me había dicho.

En efecto, había visto como Richie muy molesto le había lanzado un golpe a Arturo y que lo había dejado en la arena. Me fije en que mi hermano estaba en el marco de la puerta mirándome meticulosamente, yo me sonroje bastante, así que evité tener contacto con él y me fijé en Marcello que estaba parado frente a la ventana viendo el paisaje.

-   ¿Qué piensas, Marcello?

-   Que tienes una bonita vista desde aquí… – dijo en automático.

-   Marcello – le llamé.

-   Disculpa, ¿Qué dijiste?

Richie resopló de frustración y yo volteé los ojos.

-   Te pregunté, qué pensabas… con respecto a lo que dice Richie.

-   Bueno, yo… Ehhh… Richie – y se corrigió negando con la cabeza –... Digo, Richard, no me ha dicho de qué habló con Arturo, pero…

-   ¿Pero? – le pregunté curioso.

-   Si él dice que ustedes deben hablar – y suspiró –... Deben hablar.

-   Gracias, Marcello – le dijo mi amigo sonriéndole.

-   Ya…

Marcello volvió su mirada a la ventana un poco rojo y cruzó por mi mente la idea de que los sentimientos de Marcello hacia Arturo y habían pasado a otra persona. Negué con la cabeza evitando que eso fuese cierto, ya que mi amigo era heterosexual y ya daba por hecho que esa ilusión sería un caso perdido.

Confiaba en Richie, que Arturo haya ido a su casa buscando apoyo era mucho que decir de él, había hecho cambiar a mi amigo de parecer en poco tiempo y proponiendo que él y yo hablásemos.

Estaba en dudas, yo solo quería saber cómo fue posible que él me estuviese engañando desde hace tanto tiempo, que se estuviese cogiendo a la puta esa y probando mi verga al mismo tiempo. La insistencia de Aquiles al decir de forma desesperada que él mismo podía explicar todo, que todo lo que había ocurrido era un error, estaba haciendo mucho ruido en mí y tuve curiosidad.

Eso estaba claro, quería saber la mentira que habían planificado los Duarte para que yo supuestamente volviera a los brazos de Arturo y seguir como si nada hubiese sucedido.

-   Bien… hablaré con…

-   No – me interrumpió Mathew.

-   Pero…

-   He dicho que no.

-   Mathew, escúchame… – le pidió mi amigo.

-   No, Richard. Ya he tenido suficiente con todo este tema. Es más… es mejor que se vayan. Se hace tarde.

-   Arturo, él me lo dijo. Ellos pueden explicarlo todo – le dijo con insistencia.

-   No me interesa oírlo y menos Andrew.

-   Disculpa – y fue el turno de Marcello de interrumpir –. Pienso que tú no eres nadie para decidir eso. Es Andrew el que debe hacerlo, ellos eran novios y…

Se detuvo... porque la mirada que le dio mi hermano no fue para nada agradable.

-   Váyanse – ordenó.

Richard se levantó de mi cama, tomando a Marcello por el hombro para terminar con lo que iba a empezar, si ellos dos comenzaban a discutir... un muy calmado Marcello, dejaría su máscara y se trasformaría en el mismo chico de siempre.

-   Ya, nos vamos... lamento incomodarte – le dijo Richie a Mathew.

-   Descuida.

-   Ya sabemos el camino. Nos vamos.

No dio tiempo a que me despidiera, ya que Richard tomó de la mano a Marcello para salir de mi habitación, mientras mi hermano les cerraba la puerta.

-   Mathew – le llamé.

-   No, Andrew.

-   Marcello tiene razón, tú no debes decidir eso. Solo yo puedo hacerlo.

-   Andrew… tú no entiendes – me miró de una manera indescifrable.

-   Si entiendo, ya no soy un niño. Puedo defenderme solo.

-   Ese día no lo hiciste... te dio un ataque.

-   Fue… yo no – traté de decirle confundido –... Yo no esperaba que eso pasara.

-   No sabes lo que puede pasar si llegas a verlo de nuevo.

-   Pues… No lo sabremos si no salgo de aquí – dije mirando a mí alrededor.

-   Andy… – me llamó en voz baja.

-   No, Mathew – le corté –. No puedes protegerme siempre.

-   Lo hago, porque te quiero – explico sentándose en mi cama –, ¿Recuerdas? Te dije que siempre te protegería.

-   No creo que debas protegerme de Arturo… él es…

-   Igual que su hermano – interrumpió –… Ambos son locos, actúan sin pensar y no les importan los sentimientos de los demás.

-   Bueno… sí, ellos son así, tienes razón… – acepté.

Mi hermano pasó su mano por mi mejilla en una suave caricia, no entendí por qué lo hacía y me mostró una gota que me había quitado, él me sonreía con pena porque estaba soltando pequeñas lagrimas.

-   Esos hermanos ya nos han hecho mucho daño.

No sabía en qué punto me había vuelto tan sensible que lloraba a la mínima provocación, yo deseaba ser fuerte, ser un chico normal que nada le afectaba, que podía vencer cualquier situación que estuviese en frente y terminar siendo una persona diferente.

Eso era lo que deseaba y eso es exactamente lo que haría, cerraría el ciclo con él. Y un nuevo Andrew nacería.

Tampoco entendía el resentimiento de Mathew hacia ellos, mi hermano era una buena persona, justa y muy seria, pero cuando se trataba de ellos…

-   ¿Por qué hablas en plural? – le pregunté pasando mis manos por la cara.

-   No te entiendo.

-   Hablas de Arturo, sí… pero ¿Por qué incluyes a Aquiles en el problema?

-   ¿Por qué me preguntas eso? – me respondió a la defensiva.

-   Responde.

-   Ya te lo dije, ellos son tal para cual. Siempre buscan hacernos daño.

-   ¿Aquiles te ha hecho daño?

-   Pues…

-   Dime.

-   Fue en el colegio, igual que a tú...

Era el momento… ahora sabría la versión de mi hermano respecto a lo que ellos habían hecho en el colegio. De cómo los mejores amigos que eran, ahora ni podían estar uno junto al otro en el mismo sitio.

-   ¿Ustedes fueron novios? – le pregunté sorprendido.

-   No, claro que no, siempre fuimos amigos. No seas idiota, Andrew.

-   Ahhh… Ya, ya… lo siento. Y no me llames idiota.

-   Ahora yo lo siento – me dijo sonriendo –… pero mejor olvidemos el tema.

-   No, ya hablaste, termina de decirme qué pasó entre ustedes – le pedí serio.

-   Digamos que ambos hicimos cosas, juegos tontos y alguien se ilusionó. A pesar de que habían otras personas implicadas… quisimos seguir, pero fue una locura al final, un juego. Lo mejor fue que terminara.

Y Mathew se quedó en silencio.

-   Ya va… ¿Eso es todo? – le pregunté al no verlo decir otra cosa.

-   No te entiendo.

-   ¿Por qué terminó?

-   Yo no voy a herir a nadie por un simple juego, eso es todo. No voy a decirte más.

-   Pero, Matty.

-   No, Andrew. Eso es un tema personal y ya se terminó. Hay que superarlo, al igual que lo tuyo con Arturo.

-   Bien, en eso tienes razón.

-   De acuerdo – aceptó.

-   Es por eso que voy a verlo – le dije.

-   Mierda – se lamentó tapando su rostro –... De verdad que no puedo alejarte de él por más que quiera.

-   No es eso, quiero cerrar ciclos. Y por eso debo verlo, escucharlo y…

-   ¿Y si vuelves a caer en su juego? – me preguntó serio.

-   Yo… no lo haré. Solo iré para terminar con él, pasar página.

-   Yo iré contigo.

-   Ya lo sabía – le dije volteando los ojos.

… Y allí estábamos, sentados en el mismo restaurant que habíamos celebrado la graduación de Arturo. Yo estaba nervioso, mirando a todos lados, vestido completamente de negro y mi hermano estaba igual que yo, solo que él no dejaba de mirarme. Los habíamos citado para el medio día, pero ya eran las 2:00 pm de la tarde y no aparecían, mi hermano estuvo a punto de irse a los diez minutos que llegamos, pero yo le propuse almorzar y él aceptó de mala gana... Ya estábamos pidiendo el postre, cuando un murmullo se escuchó en la entrada, Arturo corría desesperado viendo a todos lados y cuando me vio fue directo hacia mí con los ojos abiertos.

-   ¡Andy! – gritó llamando la atención de todos.

Llevaba una camisa blanca ceñida a su pecho con un pantalón oscuro y mocasines negros, se veía muy bien, exceptuando su cara, que mostraba unas ojeras terribles. Llegó a la misma velocidad con la que entró y se acercó a nuestra mesa, él hizo un intento de abrazarme, pero yo coloqué mi mano en su pecho evitándolo, él puso su mano encima de ella mostrándose bastante dolido por haber impedido su abrazo.

-   Yo… lo siento – trató de decir.

-   ¿Eso es todo lo que tienes que decirme? – le pregunté muy serio.

-   No…

-   Llegas tarde – expreso mi hermano limpiando su boca con una servilleta.

-   Fue culpa de…

-   ¡Mía! – interrumpió Aquiles llegando muy sudado –... ¡Fue mi culpa!

-   ¡Qué novedad! – celebró mi hermano.

-   … Fue mi camioneta, nos quedamos sin batería.

-   Qué buena excusa.

-   No empieces, Mathew – le dijo respirando muy agitado –... Estoy aquí para ayudar a mi hermano.

-   Y yo estoy aquí por lo mismo, para ayudar a mí hermano.

Los dos se miraron molestos hasta que Arturo me miró, yo esquivé su mirada por unos segundos y él suspiró.

-   ... ¿Puedo sentarme?

-   Adelante – le dije.

-   Buenas tardes, caballeros ¿Qué desean ordenar? – preguntó uno de los mozos al llegar.

-   Yo solo quiero agua – le pidió Arturo.

-   Y yo quiero una cerveza – pidió Aquiles.

-   ¿Y ustedes, caballeros?... ¿Desean algo más del carrito de postres?

-   No, muchas gracias. Dentro de poco nos retiramos – señaló mi hermano.

Arturo miró a Mathew sin saber que pensar, luego me miró nuevamente con algo de esperanza tratando de posar su mano por encima de la mesa, pero yo la retiré cruzándome de brazos.

-   Bien, en seguida traigo sus órdenes.

El mozo se fue y nos dejó a los cuatro en la mesa. Era un ambiente muy tenso el que se creó después, ninguno dijo nada en ese momento. Aquiles me miraba y miraba a mi hermano inquieto, Mathew tenía la vista posada en Aquiles muy molesto, Arturo me miraba tratando de encontrar algunas palabras que decirme y yo... solo miraba al medio de la mesa y pensando en que en realidad, fue un error tener esa reunión. Hasta que el mozo no regresó con las bebidas de ellos y un pedazo de pie de limón para Mathew “especial de la casa” que rechazó olímpicamente, nadie pudo decir nada. Pasados unos cinco minutos fue cuando Aquiles habló.

-   Andrew, tenemos mucho que explicarte.

-   Que sea rápido – exigió mi hermano.

-   Mathew. No estás ayudando – le respondió duramente Aquiles –, esto no se trata de nosotros, si no de ellos.

-   Por favor... solo escúchenme. Puedo explicarlo todo, yo te amo, Andy, no quiero separarme de ti por esto... solo, escúchenme.

-   Bien... habla – le dije aún sin mirarlo a la cara.

-   Ok... yo... – y se quedó unos momentos en silencio.

-   Arturo, habla – le ordenó su hermano –. No habrá otra oportunidad.

-   ¡Ya lo sé!

Mi hermano suspiró al verlos y yo hice lo mismo.

Lo que siguió, nos sorprendió a ambos. Fue la revelación de los hermanos, en realidad, la puta tetona estaba mintiendo, no era, ni jamás fue la novia de Arturo, ella era una estafadora que conoció a Aquiles en la universidad, ellos salieron unos días, pero nada importante ocurrió, la puta se había interesado por él llegando a enamorarse de una manera nada normal.

-   ... ¿Por qué pienso que es más tu culpa, que la de tu propio hermano? – le preguntó Mathew a Aquiles.

-   Déjame terminar a mí – le dijo Aquiles a su hermano.

Él continuó explicando que la chica le daba pena y salió con ella un par de veces más por lástima. La llevó a la pequeña tienda de colonias que estaba montando con un amigo y fue cuando ella hizo su movida. Lo sedujo y tuvieron relaciones, pero la chica lo engañó tomando unos documentos de propiedad y otros papeles importantes, desapareciéndolos junto a unas fotos y videos desnudo que tenía de él.

-   ¿Por qué no llamaste a la policía?

-   Su padre es policía y ella le mostraría mis finanzas si decía algo.

-   No entiendo, ¿Qué de importante tenían esos papeles? – le pregunté curioso.

-   Porque... esos papeles – me respondió cautelosamente –... Son de unos negocios que he estado haciendo... negocios que no eran legales.

-   Eres un maldito, Aquiles – le dijo mi hermano.

-   Para, Mathew – le pedí –, continúa...

-   Bien...

Ella estaba extorsionándolo y se puso peor cuando ella conoció a Arturo una noche. La puta le ordenó a Aquiles que su hermano debía cogérsela o si no, publicaría todos los documentos y videos de Aquiles… Arturo, obviamente se había negado, pero Aquiles se lo había pedido de rodillas.

-   Fue mi culpa... estaba desesperado – explicó bajando la mirada apenado.

Ahora no solo se cogía a Aquiles, si no que Arturo se había unido a la fiesta, en un par de ocasiones ellos tuvieron que hacerlo al mismo tiempo, mi hermano y yo estuvimos asqueados por unos segundos al momento de escuchar eso. El detonante fue cuando ella apareció en el club esa noche, en realidad ella estaba en la misma discoteca con Aquiles, mi hermano y otros amigos. Cuando ella le pidió tener relaciones, él se había negado alejándola de una manera muy brusca, lo cual la enfureció y fue a buscar a Arturo.

-   Ya... – dije entendiendo todo.

-   Eso fue lo que pasó – me dijo Arturo –, yo no quería, te lo juro.

-   ¿Qué ocurrió con ella? – preguntó Mathew.

-   Me entregó los papeles y se fue... luego de ver a los chicos pelear esa noche.

-   ¿Así tan fácil? – volvió a preguntar.

-   Sí.

-   Bien... ¿Y tus negocios?... ¿No tienes miedo que vuelva ansiosa de verga?

-   No, Mathew... Ella me dijo que no tiene más evidencias de lo que hacía y yo ya dejé de hacer esa clase de negocios. Lo prometo.

-   Ya veo.

-   Andrew – me llamó Aquiles –, en serio te pido disculpas. Mi hermano solo lo hizo para ayudarme, creí que terminaría pronto. Pero, yo no sabía qué más hacer... perdona a mi hermano, él ha sufrido mucho estos meses ocultándolo. No le podíamos decir a nadie. Si lo hacía, yo quedaría arruinado e iría a la cárcel.

Me quedé en silencio pensando lo que me decía, tratando de buscar alguna farsa en su historia, pero no encontré ninguna y por lo que veía, mi hermano tampoco encontraba nada parecido a una mentira. Aún así me dolía una cosa.

-   No confiaste en mí – le dije a Arturo.

-   Es que yo...

-   Yo le dije que no lo hiciera, que no te dijera nada. Te repito, no podíamos confiar en nadie. No sabía qué hacer – dijo Aquiles defendiendo a su hermano.

-   ¿Y sus padres? – les pregunté.

-   ¡Por Dios, Andrew!... Sabes muy bien que nosotros no existimos para ellos – me respondió Aquiles y Arturo bajaba la cabeza.

-   Entre todos podíamos haber buscado una solución, Aquiles, éramos amigos, casi una familia – le dijo Mathew algo dolido.

-   Lamento no entenderlo hasta ahora...

-   Ya... – dejó escapar Mathew mirándolo profundamente.

-   Bueno... ya nos escuchaste... ¿Qué dices, Andy?... ¿Me perdonas? – me preguntó Arturo en voz baja.

Yo miré a mi hermano unos segundos y él se encogió de hombros.

-   Yo... bueno... creo que sí, Arturo. Te perdono.

-   ¿En serio? – preguntó ilusionado.

-   Sí. Pero...

-   ¿Espera?... ¿Pero? – me interrumpió.

-   Arturo, tú me hiciste daño. Yo necesito estar lejos de ti un tiempo.

-   Pero... yo... espera... no – me trató de decir.

-   Por favor, no le hagas esto – me pidió Aquiles.

-   ¿Mathew? – preguntó Arturo a mi hermano.

-   Será lo mejor – me apoyo mi hermano –, por un tiempo, Arturo... y tú también, Aquiles, ya tenemos suficiente de ustedes.

-   Yo... No entiendo.

-   Lo siento, Arturo – le dije.

-   Es que... yo creí que querías ser mi novio de nuevo.

-   No. Lo lamento.

-   ¿No hay algo que pueda hacer? – preguntó Aquiles.

-   No, ya hiciste bastante – le dijo Mathew seriamente.

Arturo tenía los ojos rojos en ese momento mirando a todos y se levantó de la silla precipitadamente.

-   ¿Tú me amas, Andrew? – me preguntó directamente.

-   Yo te quiero, Arturo, pero no como antes. Ahora las cosas han cambiado.

-   Pues, no lo entiendo.

-   Solo te tengo aprecio – aclaré.

-   Pues, yo sí te amo. Y siempre te voy a amar, haga lo que haga – me dijo muy serio.

Al escucharlo, me sonrojé bastante, pero no me atreví a mirarlo, me encogí en mi asiento y me obligué a ver por la ventana perdiéndome en el paisaje.

-   … Es en serio, Andrew – continuó – ¿Quieres que me vaya?

-   Sí, no quiero verte... por ahora.

-   Dímelo a la cara... ¡No me evites! – me pidió con su voz algo quebrada.

Me quedé quieto unos segundos en los que mi mente iba procesando lo ocurrido desde el momento en que lo descubrí besando a otra mujer, hasta estar sentados en esa mesa y di un largo suspiro para poder dar la cara.

-   ... No quiero verte – le contesté mirándolo directo a sus ojos azules.

-   Mmm... Bien, muy bien – dijo después de haber aclarado su garganta.

-   Arturo... – le llamó su hermano.

-   Ahora no, Aquiles.

-   Pero…

-   Vámonos.

Y así fue... los dos hermanos Duarte, se fueron del restaurante. Lo último que pude ver de Arturo en ése año, fue una mirada de tristeza que me dio antes de perderse por el pasillo.

---*---

Septiembre, 2007.

Solo un par de semanas habían pasado sin Arturo, pero no había pasado mucho en realidad, mi amigo Richard, estuvo al tanto de mi separación, pero no había dicho mucho y menos había mencionado el nombre de Arturo mientras estuvo en el apartamento de mi hermano. Ese día estábamos acostados en mi cama viendo una serie, yo me estaba durmiendo hasta que él llamó mi atención.

-   ¿Quieres salir un rato? – me preguntó en voz baja.

-   ¿Y hacer qué? – le contesté con otra pregunta.

-   No lo sé, Drew. Salir, hacer algo diferente...

-   No, no tengo ganas, Richie.

-   Solo quiero distraerte de – dijo haciendo una pausa –... Bueno, distraerte.

-   Gracias, pero estoy bien. Créeme.

-   En serio, quiero creerte – me dijo medio apoyándose en sus codos –... Pero, se ve que necesitas salir. Vamos, prometo que no te arrepentirás.

Me quedé mirándolo unos segundos hasta que suspiré un poco.

-   De acuerdo, Richie. Vamos – acepté sentándome en la cama.

-   ¿En serio? – me preguntó incrédulo.

-   Sí… Sé por qué lo haces y tienes razón. Debo dejar de pensar en él… Quiero olvidarlo, por lo menos una tarde.

-   ¡Genial, genial!... Demos un paseo en mi moto. Te llevaré a dónde quieras – propuso.

-   Estás muy emocionado desde que la compraste.

-   Es que Mathew, tenía razón… te da libertad – explicó levantándose de la cama.

-   Claro… Oye, vamos a salir solos tú y yo… ¿Marcello no se pondrá celoso? – le pregunté jugando.

-   Ya deja tu juego entre Marcello y yo – me dijo cansado –... Yo le aclaré que sólo seremos amigos y él no tuvo problemas con eso, sabe que me gustan solo las mujeres.

-   Ya sé, ya sé – le contesté volteando los ojos –... Ya vámonos, antes que me arrepienta.

-   ¡Bien, vámonos! – dijo animado.

-   Richie… – lo llamé.

-   ¿Sí? – me preguntó desde la puerta.

-   Gracias – le dije sincero.

-   No es nada, idiota. Lo hago porque quiero hacerlo… y porque te quiero.

-   Yo igual.

-   ¡Párate, que nos vamos! – exclamó saliendo de la habitación.

Esa tarde, me llevó a un centro comercial, lejos de dónde vivía mi hermano, al este de la ciudad y que según él mientras más lejos mejor, ya que podía correr la moto por más tiempo. Al llegar, paseamos por todo el centro comercial un rato y luego por su insistencia, fuimos a ver Resident Evil: extinción, que él deseaba ver desde hace días. Al terminar la película, yo había ido directo al baño para orinar el refresco de 2 litros que había tomado en dentro del cine y cuando salí del baño, me volvió a sorprender con la idea de ir al otro lado de la ciudad, ya que unos amigos de su barrio estaban jugando la final de un torneo de futbol, así que volví a aceptar y solo lo hice por la emoción con la que proponía sus ideas…

El partido estuvo realmente interesante y lleno de emoción… Hacía tiempo que yo no podía jugar por mi pierna, pero ya había superado ese tema y prefería disfrutar viendo el partido que participar en él. Cuando acabaron el juego, sus amigos le dijeron a Richie que irían a tomarse unas cervezas cerca de dónde estábamos, él me miró unos segundos para luego negar la oferta, excusándose que debía llevarme a casa y uno de sus amigos se había burlado por eso.

-   ... Coño, Richard no me digas que te vas con tu novio a un hotel.

-   Jajajajaja… No, él no es mi novio, pero si tenemos una cita – le dijo siguiéndole la broma –. Y por lo menos yo si voy a coger esta noche, no como tú que te vas a pajear solo en tu cama.

El resto del grupo comenzó a reírse por la broma, fastidiando al que había comenzado el tema y nosotros finalmente nos despedimos de ellos para regresar al apartamento.

-   ¿No tienes miedo que piensen que tú y yo somos novios? – le pregunté preocupado.

-   No vale, siempre jugamos así. Ellos saben que me encantan las mujeres.

-   Claro… ¿Y por qué no nos quedamos un rato más?

-   No. Los conozco, seguro se van a quedar tomando hasta el amanecer y es mejor que te deje en tu casa, si no tu hermano me mata.

-   Es cierto – acepté –, pero si quieres regresa con ellos. Yo puedo irme solo.

-   Drew, ya te dije que los conozco… Esos chamos son unos locos y a mi mamá tampoco le gusta que ande tan tarde con la moto.

-   Entiendo.

-   Bien, vamos a casa…

Ya había caído la noche y mi amigo me dejó en la entrada del apartamento de mi hermano, no estaba tan acostumbrado a andar en moto como él o Mathew y caminaba bastante extraño, con las piernas entumecidas. Él me hizo una pequeña broma al respecto, yo como respuesta le di un golpe en el hombro para seguir riéndonos por mi manera de caminar.

-   … Hacía tiempo que no te veía sonreír así, me siento orgulloso de haber logrado eso.

-   Ya para, idiota. Yo sí sonrío – le dije golpeando nuevamente su hombro.

-   Claro, claro… y no me agradezcas, ya sabes por qué lo hago.

-   Sí, lo sé.

En ese momento me acerqué a su lado para darle un abrazo que el correspondió completamente, estábamos los dos dándonos suaves caricias en la espalda, no pude resistirme mucho y al mismo tiempo en que me separaba le di un suave beso en la mejilla haciendo que retrocediera sorprendido.

-   ¿Qué haces, idiota? – me preguntó con una media sonrisa.

-   Fue... por lo de hoy, lo siento – le contesté apenado.

-   Jajajaja... No lo hagas, con el abrazo es suficiente.

-   Ya...  – musité retrocediendo.

-   Mañana vendré de nuevo y volveremos a salir, Drew.

-   ¡Genial!… En serio, eres genial, Richie.

-   ¡Por supuesto que lo soy! – aceptó picándome un ojo.

Mi amigo no dijo más, arrancó su moto y sin despedirse se fue con la idea de volver a salir el siguiente día.

---*---

Mis padres llegaron de su viaje al final del mes y yo regresé a casa. Ellos estaban igual que como se fueron, tranquilos y felices. Mi madre y mi padre me trajeron algunas cosas que les había pedido, nada importante, alguna colonia y zapatos deportivos. Ellos me habían preguntado como la había pasado y yo sin mucho que agregar, simplifique todo a un simple… “Bien”.

Tony no estaba enterado que Arturo y yo éramos novios propiamente, pero que sí teníamos una amistad especial, él estaba feliz de que fuese Arturo quién se la pasara todo el rato en mi casa jugando con nosotros y no con Luis, mi antiguo compañero de clases.

Unos días después, mi hermanito me había pedido que llamara a Arturo para que viniera a jugar a la casa, pero le contesté que no podía porque habíamos peleado y ya no éramos amigos como antes. Él no me creyó en lo absoluto y muy molesto llamó a Arturo a su celular.

-   Hola… ¿Arturo? Soy Tony.

- Hola Tony, ¿Qué tal?... Creí que seríaAndrew – dijo Arturo por el altavoz.

-   Pues no… estoy triste, Arturo.

- ¿Por qué? Cuéntame todo.

-   Mi hermano me dijo que no puedes venir a la casa a jugar, porque ustedes ya no son amigos.

- Andrew, tiene razón, Tony. Ya no somos amigos como antes.

-   ¿Pero, por qué? – le preguntó insistiendo.

- Porque peleamos hace poco, yo la regué… y bueno…

-   ¿Pero volverán a ser amigos? – preguntó ilusionado.

- No lo sé… depende de Andrew.

-   Mmm… Ya – dijo mi hermano mirándome seriamente.

- Y Andrew… ¿Cómo está?... ¿Está por allí?

-   Sí, está a mi lado.

- Ya… dile que lo siento y también lo quiero mucho.

-   Jajaja... Ya te escuchó, Arturo… Estás en altavoz – le contestó mi hermano gracioso.

- Ahhh…

Y eso fue todo, colgó el teléfono sin despedirse de mi hermanito y yo me quedé viendo a la nada.

-   ¿Cuándo vas a perdonarlo?

-   Eso no es asunto tuyo, Tony – le contesté molesto –. Y no vuelvas a llamarlo.

-   ¿Ya no lo quieres?

-   Sí lo quiero, pero no como antes – y suspiré –… No lo entiendes, eres un niño aún.

-   Perdónalo, o si no…

-   Ahhh… ¡No! – le interrumpí molesto –... ¡No vengas con tus amenazas, es mi decisión y listo!

-   ¡Pero! – gritó.

-   ¡Pero, nada!... Si volvemos a ser amigos es cuando yo diga, ¿Quedó claro?

Mi hermano se quedó mirándome molesto, pero no dijo nada.

-   Te pregunté. ¿Quedó, claro?

-   Sí, Andrew.

-   Bien, ve a jugar a otro lado.

-   ¡Tú no me mandas! – me gritó – ¡Te odio!

Mi hermanito dio la vuelta, subió las escaleras dando zancadas y cerró la puerta de su habitación con un portazo. Por suerte nuestro padre no estaba en casa, ya que si lo estuviera, seguro estaría en problemas por hacer esa rabieta. Yo me quedé sentado en el sofá mirando el teléfono y por un momento me pregunté, si llegaría a perdonarlo.

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Octubre, 2007.

El inicio de mi último año escolar, estuvo de nuevo lleno de emociones, ya se suponía que debía de estar en la universidad como mis antiguos compañeros, pero seguía en el colegio, aunque, ya más acostumbrado a esta nueva promoción y a mis amigos del clan… o los que quedaban.

Marcello, Carlo, Guille y yo, formábamos parte del nuevo clan, ya que Jhonny y Sebastián se habían apartado drásticamente de nosotros, el interés que ellos tenían hacia Arturo de verdad era impresionante.

-   ... Vamos a salir al cine y luego iremos a comer pizza – le había dicho a los chicos.

-   Mmm... ¿Y Arturo irá? – preguntó Jhonny.

-   No.

-   Entonces, no vamos – se excusó Sebastián.

Que Arturo no estuviese en el colegio o que no me viera con él fuera de clases, hacía que no hubiesen excusas para que ellos se juntaran con nosotros y prácticamente éramos una pérdida de tiempo para ellos.

El caso de Gabriel fue aún más drástico, fue expulsado del colegio al finalizar el pasado año escolar. Después de tantas bromas que hizo durante el año y la última hacia la profesora Laura que terminó tirada en el piso, dejó al director Gonzalo muy molesto por lo que le había hecho a su esposa y se había cansado del chico sacándolo del colegio.

-   ... Sigo sin saber, ¿Cómo ustedes se libraron de la expulsión? – les preguntó Carlo sorprendido.

-   Solo deben ir al colegio a pintar la cancha y cortar el césped por dos semanas – comentó Guille.

Los padres de Gabriel, estaban muy molestos y mucho más al enterarse que Jhonny y Sebastián, no habían sido expulsados. Como respuesta, el director les había dicho que ellos no se comportaban tan mal como Gabriel lo había hecho en el corto tiempo que estuvo en la institución.

-   Es obvio… Nosotros no jodíamos tanto como Gabriel, él se lo buscó – explicó Sebastián y Jhonny asentía con su cabeza.

Y todos debíamos admitir que era cierto.

Las clases seguían siendo las mismas, sumado a la presión de entregar el último trabajo del colegio, el cual si no lo terminabas, no te podías graduar… Era un trabajo que se podía hacer, solo, en pareja o grupos. Formalmente el clan iba a hacer un solo trabajo en equipo, pero nos dimos cuenta que los cuatro teníamos diferentes maneras de pensar y los únicos que trabajaban bien en equipo eran Carlo y Guille.

-   ... Creo que esto no va a funcionar chicos – les había dicho muy sincero.

-   Bueno, ¿Qué tal si Guille y yo hacemos un equipo?... ¿Y ustedes dos hacen otro? – propuso Carlo.

-   Sí, pienso que será lo mejor – les dije al clan.

Trabajar con Marcello fue un gran problema, ya que él hablaba muy poco y yo no podía concentrarme en las cosas importantes, como en la investigación, análisis y chequear resultados. Mi hermano tuvo que ayudarnos en algunas ocasiones para que ese estúpido trabajo saliera a flote. Entre Mathew y yo escogimos el tema sobre “Las Consecuencias del Uso de Drogas en los Adolescentes”, una clara referencia a la situación de Marcello.

-   ... En realidad, me encanta ese tema... soy un conejillo de indias para éste estúpido proyecto – dijo con gracia.

-   Yo redactaré las conclusiones y recomendaciones... Tú las leerás, así te darás cuenta que tienes un problema y debes solucionarlo.

-   Claro, Drew... claro – me contestó fumándose un porro.

Marcello y Mathew, tuvieron varias discusiones, ya que mi amigo fumaba en el apartamento de mi hermano y en un par de ocasiones llegó a fumarse unos porros de marihuana, lo que causó más problemas para que ese trabajo concluyera de manera satisfactoria.

-   ... ¡Coño, carajito!... No me interesa que fumes esa mierda, pero no lo hagas en mi apartamento.

-   Ya vale... ¿Por qué no le das una calada? – le había propuesto de manera relajada.

-   Marcello, de verdad no puedo contigo...

-   Pues no – le dijo exhalando humo.

-   Terminen rápido para que puedas irte de una vez.

-   Igual voy a volver luego, mi amigo Mathew...

Mi hermano le contestó con una mirada de odio para luego suspirar con resignación.

-   ... Andrew, por favor, no fumes esa mierda – me dijo subiendo a su habitación.

-   Ya... tranquilo, hermano.

Marcello me había dicho después de que mi hermano se había rendido, que Mathew seguramente también llegó a fumar porros y que podía darse cuenta que necesitaba relajarse un poco. Yo me reí por lo que había dicho y en algún punto pensé que tenía razón.

Sinceramente, el colegio ayudaba bastante, me distraía el hecho de no pensar en Arturo y no tenerlo a mi lado todo el tiempo. Pero, algunas noches que me quedaba en vela llegaba a recordarlo, tontamente lo llamaba y él me contestaba rápidamente.

-   ... Te extraño.

- Yo igual, mi Andy, sabes que pienso en ti todo el tiempo.

-   Yo también pienso en ti, Artie.

- Quiero verte, pero solo si tú me lo pides...

-   No Arturo, aún no podemos vernos.

- Cuando tú quieras, mi Andy. Buenas noches. Te amo – dijo al terminar la llamada.

… Y yo terminaba poniéndome peor que antes.

Había días en que me sentía muy deprimido y obviamente mis amigos lo notaron. Carlo y Guille, se enteraron que Arturo y yo ya no éramos amigos, según la historia que les había contado Marcello, nosotros habíamos tenido una fuerte discusión ese día en la playa y por eso nos tuvimos que ir de allí sin decirles nada.

-   ... Pero no entiendo, ¿Por qué te lo tomas tan apecho? – me preguntó Carlo.

-   Es que... no puedo perdonarlo por lo que me hizo... fue demasiado.

-   Pero, puedes decir...

-   No, Guille – le interrumpí –. No te diré que me hizo.

-   No seas entrometido, no es tu problema, Guille.

-   Ya... – le contestó cabizbajo.

-   Solo les diré que me traicionó, era mi amigo y me traicionó. Eso es todo.

Hasta les explique qué Arturo había sido una parte importante en mi vida, que él era uno de mis mejores amigos y lo que había hecho... literalmente me había partido el corazón.

De nuevo no lo entendieron hasta que les di como ejemplo su relación, si uno de ellos hiciera algo terrible, no se lo perdonarían al otro, al principio Guille lo tomó como broma, pero Carlo, el más sensato de los dos, fue sincero y ellos tuvieron una conversación reveladora.

-   ... Andrew tiene razón, Guille... Sé que a veces dices cosas tontas y yo te molesto por eso.

-   No lo haces, me gusta cuando me reprendes, a veces no sé cuando digo cosas inteligentes o tontas. Solo las digo y ya.

-   No dices cosas tontas desde hace tiempo, has madurado – le dijo con cariño.

-   ¿En serio?... ¡Oh, no!... ¡Seré un viejo prematuro como tú! – dijo con las manos en su cabeza.

-   ... Y ya volvió el pendejo de siempre.

Y ambos rieron por las palabras del otro.

-   En serio. Si te hago sentir mal, dímelo, no quiero que pelemos, Guille – le pidió.

-   Lo haré... y tú igual, si digo algo inapropiado. Por fa... repréndeme como siempre lo haces.

-   Lo haré, idiota.

-   Somos mejores amigos y espero que podamos serlo siempre, Carlo.

-   No somos solo mejores amigos, somos hermanos, Guille.

Ambos se dieron cuenta que eran bastante importantes, el uno para el otro y al final... entendieron como me sentía.

Mis notas no fueron ni muy sobresalientes, ni tampoco deplorables como el año pasado, pude terminar mi año escolar con un promedio de 16 puntos, en mis 6 años en la secundaria, fui de buen estudiante, a ser un estudiante promedio, pero me di cuenta que lo que se aprendía allí, no era tan necesario, solo te daban algunas herramientas de vida y que tú debías de arreglártelas por tu cuenta para seguir adelante.

---*---

Julio, 2008.

Mi graduación, fue mi último momento especial en el colegio, exactamente igual como me había dicho Richard: subir, recibir el título y bajar para tomarme la foto. Habíamos escogido al profesor de física como padrino de promoción, nuevamente me había dicho que estaba orgulloso de mí, por haberme graduado a pesar de todo y yo le agradecí por el apoyo que me había brindado en el año escolar.

-   ... En realidad ya era hora que te graduaras, muchacho – había dicho colocando una mano en mi hombro.

-   Tiene razón, profe.

-   ¿Qué vas a estudiar? – me preguntó de repente.

-   En realidad, no lo sé – le contesté sinceramente –... Después de todo lo que me pasó, no me senté a pensarlo, por eso no hice ninguna de las pruebas de admisión.

-   Bueno, entiendo... Tienes tiempo para pensarlo.

-   ¿Usted cree?

-   Claro... Los que ya fueron admitidos en la universidad comenzarán a estudiar en septiembre, tienes 6 meses para pensarlo, presentar la prueba de admisión y entrar a la universidad el siguiente año.

-   Bien, tiene razón.

-   Pero, no te quedes mucho tiempo pensándolo... No querrás ser población flotante, uno debe seguir estudiando y ser un profesional.

-   Sí, profe... Muchas gracias por el consejo.

-   Eres un luchador muchacho, creo en ti.

-   Ya... profe. No me haga llorar de nuevo – le dije con una sonrisa.

Él se había reído por mi comentario, para luego despedirse y hablar con otros muchachos que lo estaban buscando para tomarse fotos con él.

También, por propuesta mía y del clan. La promoción había escogido a William como padrino, él había llegado a la graduación con su traje y robando la mirada de todos. Estaba muy feliz, ya que era la primera vez que lo escogían como padrino de promoción. Al final de la graduación me había buscado para decirme que estaba igual de feliz por haberme visto graduándome del colegio.

-   ... Admito que te extraño en el campo de futbol y aún más en mis clases, Andrew.

-   Lo sé, yo también, pero mi pierna...

-   ¡Oye, oye!... Yo entiendo más que nadie.

-   Yo lamento no haber podido seguir jugando en tu equipo.

-   Yo igual, perdí a uno de mis jugadores estrella.

-   ¡Coño!... ¿Lo era? – le pregunté sorprendido.

-   ¡Por supuesto! – respondió emocionado –... Tú, junto a los demás muchachos que se graduaron el año anterior.

-   ¿Se refiere a...?

-   Arturo era uno de ellos – señaló –, él y tú eran mis estudiantes favoritos. Será difícil encontrar muchachos tan especiales como ustedes.

Lo miré de una manera muy recelosa, en ese momento recordé nuestro encuentro en los baños y mi verga dio un brinco dejando escapar una sonrisa.

-   Mmm... ¿William? – le llamé acercándome –. Si te refieres a especiales con respecto a lo que hicimos en los baños...

-   Mmm... Andrew, no me lo recuerdes, que me pongo bruto – me respondió sonrojándose bastante.

-   Yo jamás creí que llegaría a hacer eso contigo.

-   Ni yo, aunque la primera vez, cuando eras más chamo no hicimos nada realmente, solo me viste y ya – me dijo recordando.

-   Sí, esa vez fui a casa de Arturo… y en realidad terminamos haciéndonos la paja – le dije con gracia.

-   ¡Qué rico!… Pero, conmigo esa vez fue mejor.

-   Cierto… ¿Te crees capaz de volver a hacerlo? – le pregunté curioso.

-   Mmm... Creo que tengo un fetiche con los jóvenes, pero soy un profesional ante todo. Si en algún momento me encuentro a otro chico con el que pueda jugar… Lo haré después de clases – me dijo en voz baja.

-   Ten cuidado, Will... No quiero que vayas a prisión.

-   Sí, lo sé... Te estoy jodiendo, esas veces fueron porque les tenía mucha confianza.

-   Lo entiendo, igual lo disfruté bastante.

-   Y yo, tú lo viste.

-   ¿Qué si no?... Eras una bestia – le dije mientras ahora yo me sonrojaba.

-   Tienes suerte de estar con Arturo, ese chico sí es una bestia… Se parece mucho a mí.

-   Ehhh... No, Will… Él y yo terminamos.

-   ¡Oh!... Siento escucharlo – dijo con una expresión de pena.

-   Ya, no importa.

-   Creí que seguían juntos, lo vi en las gradas aplaudiéndote muy emocionado.

-   ¿En serio? – pregunté abriendo mucho los ojos –... Pero...

Yo me quedé muy extrañado por ese comentario, en ese momento el sonido de su celular me interrumpió y no pude continuar con la conversación.

-   Disculpa, Andrew... es mi novia. Debo atender.

-   Tranquilo...

-   En serio, me gustó verte hoy. Te deseo lo mejor, Andrew.

-   Igual a ti, Will.

Cuando me encontré con Richard y le comenté lo que me había dicho Will, me di cuenta que él me lo había ocultado. Como era de esperarse, Arturo también apareció en mi graduación, pero no se acercó a mí por respeto a todo lo que había sucedido, mi amigo me había dicho que se había sentado atrás en el público y luego de que me nombraron para recibir mi título, se había ido sin despedirse de nadie.

-   ... Yo le dije que se quedara, pero...

-   Yo le había dicho que no podíamos vernos – le expliqué interrumpiéndolo.

-   Por lo menos respeta eso.

-   Sí...

-   Lo hace, porque te quiere.

-   Ya, Richard – le detuve –, no comiences.

-   Me callo entonces. Vamos, tu mamá nos está llamando – me dijo medio empujándome para irnos.

Después del acto, le siguió un gran evento en casa, mis padres habían preparado una gran fiesta con mis hermanos y algunos amigos de mi familia. Al igual que las fiestas protocolares, todos estaban en trajes, mi padre hablaba de sus negocios con sus colegas, mi madre hablaba con las esposas sobre cosas de mujeres y mis hermanos junto a Richard, me acompañaron todo el rato.

Cuando se escuchó el timbre, a media tarde, uno de los mesoneros fue a atender rápidamente y dos personas entraron.

-   No puede ser... – había dicho soltando el aire.

-   ¡Felicidades por tu graduación, panita! – me había dicho con una sonrisa.

Para mi sorpresa, Miguel apareció en casa, con su hijo y fue presentado como el amigo de Mathew. Llevaba una camisa rosada junto a su pantalón de vestir que le quedaba bastante bien, el pequeño iba vestido igual que su padre haciendo la escena muy enternecedora. Sorprendentemente, mis padres no lo reconocieron como la oveja negra de las malditas vecinas y yo estaba bastante feliz de tenerlos a todos compartiendo ese día conmigo.

Miguel... ésa tarde, él mismo me había alejado de todos llevándome al patio para poder hablar tranquilos, luego me había propuesto salir un día, tener una cita y comer un helado con su hijo. Mi corazón comenzó a palpitar demasiado rápido y no pude borrar la sonrisa al aceptar gustoso, ya que hacía muchos meses que no nos veíamos.

-   ... Quiero pasar un rato contigo.

-   Yo igual, Migue.

-   Y yo pagaré por todo – me había dicho, como todo un caballero.

-   No tienes por qué – le dije quitándole peso al asunto.

-   Me va bien en el trabajo y quiero hacerlo por ti… Por tu graduación.

-   Pues... Está bien, hecho.

-   Chévere, te estaré avisando.

Tuve que darle una mirada completa, se veía bastante bien con esa camisa rosada que hacía resaltar su piel morena.

-   Me alegra que vinieras... En serio, estoy teniendo un gran día, creí que hoy sería un día más y ya.

-   Debes disfrutarlo, mi vida . Es tu graduación y te lo mereces.

- ¿Mi vida? – le pregunté extrañado.

-   Disculpa, disculpa... se me escapó sin querer – dijo rápidamente apenado, colocando su mano en la nuca.

-   Para nada, me gusta mucho ese apodo, Migue.

-   Sí, pero estamos en tu casa, con tus padres... Es mejor mantener un bajo perfil – explicó mirando a todos lados.

-   Ehhh... Claro – dije algo extrañado –. Lo entiendo.

Antes de que la fiesta acabara, el pequeño Joel se había quedado dormido después de haber jugado videojuegos con Tony toda la tarde, así que Miguel había decidido que era mejor irse y yo lo acompañe a su carro. Cuando estaba a punto de irse, él me llamó y yo me acerqué a la ventanilla.

-   … Hay algo que deseaba preguntarte.

-   ¿Qué cosa, Migue?

-   Quiero saber... Si tú recuerdas ¿Por qué te quiero tanto?

Yo me extrañé mucho por lo que me había preguntado quedándome en silencio unos segundos.

-   ... No entiendo tu pregunta, Migue – le dije confundido.

-   Tú sabes lo que siento por ti, ¿Verdad?

-   Pues… Claro.

-   No lo entiendes… yo te amo, Drew – me había dicho sin más.

Yo me quedé en silencio, de piedra, no por sus palabras, si no con la pasión con que las dijo haciendo que mi interior se moviera completamente.

-   Yo… también te amo, Migue… Desde… Desde… Desde siempre – terminé diciendo.

-   Sí – me dijo melancólico –... Pero, después de tu accidente, vagamente me recordabas. Y quería saber... si tú recuerdas todo.

-   Yo... – le dije dudando.

-   Todo lo que hemos compartido.

-   Migue... Mi memoria vuelve lentamente a pesar de todo.

-   ¿Entonces...?

-   Sí, sí lo recuerdo... no todo, pero sí.

-   Entonces, ¿Entiendes por qué eres mi vida?

-   Sí... tú eres muy importante para mí también… Fuiste mi primera vez – le dije sonrojado.

-   ¿Recuerdas eso? – me preguntó sorprendido.

-   Claro... – le dije apenado.

-   Ya… Lamento iniciar esta conversación... más con tu familia y tu novio aquí.

-   ¿Mi novio? – le pregunté extrañado.

-   Sí, Richard... Ese chico, me agrada bastante como tu novio.

-   No, no, no, no, no – negué demasiadas veces –... Él es mi mejor amigo, ahora no tengo novio.

-   ¡Ohhh!... No sabía, es que creí que... como se comportaba contigo – dijo mirando hacia el frente.

-   Es que...

-   Él te cuida y te quiere mucho – dijo interrumpiéndome.

-   Sí, me quiere – acepté –, pero solo como amigos.

-   Ya... entonces, está bien – aceptó asintiendo con su cabeza –. Debo irme, de nuevo, disculpa por sacar el tema.

-   No hay problema...

-   Yo te llamo, en serio quiero salir contigo.

-   Yo igual, pero... ¿Y Dayana?

-   Está en Maturín, con sus padres. No te preocupes por ella.

-   Bien – suspiré aliviado.

-   Bueno, disfruta de tu fiesta, mi vida.

-   Lo haré, Migue. Te quiero.

-   Yo más, mi vida.

Fue algo instintivo, me acerqué demasiado a la ventanilla, él poso una de sus manos en mi mejilla tiernamente y me dio un suave beso en los labios para terminar separándonos mirando a todos lados. Él encendió su carro y se fue despidiéndose con la mano.

Muy entrada la noche, cuando todos estaban acostados recibí un nuevo mensaje de Arturo, felicitándome y preguntándome qué me había parecido el regalo que Richard debía darme.

-   ¿Qué significa esto? – le pregunté mostrándole mi teléfono.

Mi amigo, que se quedaba a dormir en mi casa, estaba acostado en mi cama solo con un mono deportivo viendo la televisión, no me incomodaba ver su torso desnudo y él tampoco se sentía incómodo al saber que yo era gay, ya nos habíamos acostumbrado. En el momento que lo leyó, abrió los ojos, levantándose demasiado rápido y buscando su franelilla para colocársela.

-   Mierda, mierda, mierda... ¡Mierda!... ¡Se me olvidó, ya vengo!

Él prácticamente había salido de la habitación diciendo que lo había olvidado y que gracias a Dios, Mathew no se lo había llevado dejándolo en el garaje. Cuando regresó, lo hizo con una gran y pesada caja de regalo, yo la vi extrañado y con emoción me dediqué a abrirla. Dentro, había camisas, pantalones, medias, ropa interior, correas, pulseras, dos pares de zapatos casuales, relojes, una chaqueta de cuero, una cartera, un par de bolsos, un par de lentes oscuros y una bolsa repleta de chocolates. En el fondo había un papel escrito a mano con su letra:

“Esto es para que cambies tu estilo en la universidad… Andrew, te amaré siempre, Arturo”.

Richie no dijo nada, solo se puso a admirar toda la ropa que estaba en la caja diciendo que por eso estaba tan pesada y que él se merecía algo porque le había hecho el favor de entregármela.

-   Me gusta ésta camisa, te va a quedar bien.

-   ... Richard, puedes quedártela si quieres.

-   No lo creo, Arturo lo pensó bien… Es de tu talla, a mí no me va a quedar – me dijo decepcionado.

-   Bueno... Entonces, busca otra cosa.

-   Me quedo con el bolso – dijo tomándolo y admirándolo.

-   Jajajaja... Está bien, pendejo.

-   Y la bolsa de chocolates…

-   No, eso no… – protesté.

Pero era tarde, ya se había alejado un poco abriendo la bolsa y tomando un paquete de M&M’s para poder comérselo muy quitado de la pena.

-   Mmm... ¿Por qué no hablas con él? – me preguntó con la boca llena de chocolate.

-   Ya te dije que no quiero hacerlo... Ahorita no.

-   Pues... Deberías reconsiderarlo, antes de que se vaya – dijo mirando a otro lado.

-   ¿Cómo?

-   ¿Qué? – me contestó con otra pregunta.

-   ¿Qué dijiste?

-   ¿Yo?... No dije nada – respondió haciéndose el loco.

-   ¡Richard! – le llamé molesto.

-   ¡Ya, ya, está bien! – dijo rindiéndose –... Arturo se va de viaje dentro de poco.

-   ¿A dónde? – le pregunté curioso.

-   Hará un viaje por Europa...

Después de escucharlo mis ánimos bajaron un poco, pero me recompuse al momento para que mi amigo no lo notase.

-   Ya... bueno, él dijo que quería hacerlo.

-   Sí, pero él quería hacerlo contigo – yo tuve que mirarlo molesto cuando lo escuché decir eso –, no me mires así, fue lo que dijo.

-   Pues... Si no hubiese pasado lo que paso, habría ido sin dudarlo.

-   ¿En serio piensas perdonarlo algún día? – me preguntó curioso.

-   No lo sé... Puede ser.

-   Bueno, entonces lo perdonarás cuando regrese.

-   ¿Va a regresar? – le pregunté.

-   Eso dijo.

Mi amigo siguió admirando la ropa y los zapatos un rato, para luego volverse a quitar su franelilla mostrándome su torso y acostándose de nuevo en mi cama con otro paquete de M&M’s en su mano. Yo tuve que enviarle un mensaje a Arturo, para agradecerle por lo que me había regalado, por puro protocolo solamente, así que suspirando le tecleé rápidamente algo, lo leí y volví a leerlo... Pensándolo un poco mejor, escribí un par de palabras más y quedando satisfecho, lo envié.

“Gracias por tu regalo... Ten un buen viaje. Cuando regreses, podríamos vernos y hablar.”

… Quién diría que pasarían tantos años para que para que él y yo nos encontrásemos de nuevo.

---*---

Un par de días después tuve mi cita con Miguel, después de tanto tiempo separado a él... Migue había llegado a mi casa con Joel, yo le había dicho a mi madre que saldría con Miguel y ella no puso objeción en ningún momento, ya que era “el amigo de Mathew”.

Al verlo, estaba vestido bastante cómodo, con una camiseta negra mostrándome sus brazos inflados, un bluejean y unos zapatos deportivos blancos. Yo me había vestido con una camisa manga corta gris, un jean negro, unos zapatos casuales marrones y como detalle especial, me había puesto la gorra que me había regalado ese día tan especial. Miguel al mirarme, no pudo evitar verme de arriba abajo y yo tuve que hacer exactamente lo mismo. Joel había interrumpido ese momento saludándome desde la ventana y yo también lo saludé con una sonrisa, el peque llevaba una franela azul con negro, un bluejean y unos zapatos negros.

-   ¿Qué dijiste en casa? – me preguntó a modo de saludo.

-   La verdad, que saldría contigo.

-   ¡Vaya!... ¡Qué sencillo!

-   Tranquilo, es que “eres amigo de Mathew” – le dije haciendo comillas con mis dedos –... Por eso fue que mi madre me dejó salir contigo.

-   ¡Ahhh! – dijo entendiendo todo –... Con razón, bueno. Demos gracias a tu hermano.

-   ¡Claro! – le contesté subiendo al carro.

El plan de Miguel, como me había dicho en la fiesta era sencillo, ir al centro comercial y comer una pizza. Todo con la excusa de llevar a pasear a Joel, pero realmente era que ambos deseábamos estar juntos de nuevo.

En el viaje, me sentía muy bien hablando con ellos, fue muy reconfortante tenerlo a él y a su hijo a mi lado. Hablamos de todo, de mi recuperación y graduación, del trabajo de Miguel, del peque en preescolar y lo mucho que le gustaban sus maestras. Por un momento me imaginé esa vida, que Miguel fuese mi esposo y Joel nuestro hijo, que lo llevábamos al parque a jugar, causando un hormigueo en todo mi cuerpo haciendo que me sonrojara, pero no era así… Debía de ser realista, decirme que Miguel era mi compadre y Joel mi ahijado solamente.

Estuvimos toda la mañana caminando por el centro comercial viendo las tiendas, como sorpresa, fuimos a la juguetería y le compre un par de juguetes al peque haciendo que saltara a mis brazos como agradecimiento. En el almuerzo, comimos dos pizzas grandes con refresco, dejándonos bastante llenos y pude darme cuenta con gracia que la barriga de cervecero de Miguel se veía mucho más grande después de comer.

-   Vaya, Migue… necesitas ir al gimnasio... – le dije señalando su abdomen.

-   Jajaja… No molestes, Drew… Así ha sido desde siempre.

-   Claro que no, antes no era tan grande.

-   Jajaja… Bueno, después de almorzar se pone así. Y no jodas con lo del gimnasio, que por lo que veo tú tampoco vas a uno.

-   ¡Oye! – le dije medio dolido –... A veces voy.

-   Tus bracitos no dicen lo mismo.

Yo tuve que cruzarme de brazos, mientras Miguel me sonreía haciendo un poco de fuerza mostrándome sus bíceps, él lograba que a mí se me escapara una sonrisa mirándolo como siempre lo hacía y él me correspondía de la misma manera... Por unos segundos nos tomamos de las manos, recibiendo una suave caricia del otro, para volver a la realidad de nuevo separándonos, mirando a todos lados y viendo que Joel, con los ojos abiertos no despegaba la vista de ambos, mientras sostenía su vaso de plástico tomando coca-cola.

Después, Miguel decidió llevarnos al parque, lo cual causó demasiada euforia en el peque, no necesitamos irnos en carro ya que quedaba a pocas cuadras de dónde estábamos. Al llegar, el peque se había soltado de nuestras manos para ir a jugar en las instalaciones del parque, mientras nosotros lo vigilábamos de cerca. El peque era muy bueno socializando con otros niños, porque rápidamente se hizo de un grupo y lo vimos jugar al “policía y ladrón”, “el escondite” y “la ere”.

En eso, Miguel llamó mi atención, tenía la mirada un tanto indescifrable al tomar mi mano y le pregunté qué le ocurría.

-   Me encanta que estés usando esa gorra.

-   Es por ti, Migue...

Él solo sonreía, pero luego volvió a cambiar su semblante.

-   … Me dijiste que no tenías novio – me dijo seriamente.

-   Yo… no tengo novio, Migue.

-   Cierto, pero… ¿Por qué? Un chamo tan bello como tú, no puede estar solo, debe tener a alguien que lo ame a su lado.

-   Miguel… ¿Qué dices?... Detente – le dije apenado.

-   Es cierto lo que digo. Yo… quiero verte con alguien, quiero verte feliz.

-   Yo soy feliz – le dije.

-   Claro…

Yo sentí frustración en ese momento.

-   ¿Por qué nadie me cree? – me pregunté a mi mismo mirando hacia otro lado.

-   Porque no puedes negar que tienes un semblante de tristeza aún.

-   No estoy triste ahora.

-   Mi vida… – me llamó muy tiernamente.

-   No, Migue – protesté separándome –... No estoy triste, estoy bien.

-   Pero…

-   Créeme, lo estoy, aquí, contigo, con Joel… Me siento bien con ustedes.

-   Ok, pero… ¿Y cuando llegues a casa?... ¿Qué pasará cuando nosotros no estemos a tu lado?

-   Yo… – traté de responder dudando.

-   Yo te dije una vez… Que trataras de ser feliz.

-   Yo lo hago… ¡Eso intento!

-   ¿Y qué ocurrió con ese chico?... ¿Arturo?

Yo cerré mis ojos lamentándome al escuchar ese nombre salir de la boca de Miguel.

-   ¿Quién te dijo sobre él? – pregunté cansado.

-   Mathew… – me respondió en un susurro.

-   Todo fue un plan de él… ¿No es cierto?

-   ¿Plan? – preguntó confundido.

-   Sí, un plan para que yo me alegrara y eso…

-   Él lo sugirió, pero... ¿No te alegra eso?... ¿No querías verme?

-   Sí, Migue… Pero, no quiero hablar de él.

-   Yo… Lo lamento, siempre hago eso. Quiero saber más de ti y termino deprimiéndote.

-   No… No lo haces, Migue.

-   Perdón por ser un entrometido – se disculpó culpable.

-   No, Migue, no lo eres… Es que, fueron muchas cosas y…

-   Yo quiero saber lo que pasó – me interrumpió.

-   ¿En serio?

-   Yo necesito saber por qué estás tan triste...

Yo lo miré a sus ojos, mostraba tanta inseguridad al analizarme, pero al mismo tiempo había tomado mi mano nuevamente y pasado su brazo por mis hombros… Estando tan cerca, me daba fuerzas para contarle lo que había pasado. Miguel si podría ser un poco entrometido, pero… era Miguel, podía perdonárselo. Si él sabía sobre Arturo, seguramente Mathew le había contado su versión de los hechos, una versión más retorcida echándoles tierra a los hermanos Duarte. Así que le conté mi versión de lo que había ocurrido ese fin de semana, él como había empezado de una manera maravillosa, le conté como Arturo me había hecho el amor… Y a pesar de sentir como Miguel se incomodaba, me pidió que continuase con la voz entrecortada. Yo lo hice, hasta que le conté sobre la puta tetona y el cómo había acabado esa noche entre mi ataque de pánico, gritos y peleas entre mis amigos.

-   ... Es un maldito – me dijo muy molesto –... ¿Cómo se atrevió a engañarte así?

-   No me engañó del todo…

Tuve que decirle sobre la última conversación que tuvimos en el restaurante con nuestros hermanos, le conté sobre la verdad, el engaño de la puta y en cómo había terminado.

-   ... Entonces sí fue culpa de su hermano – expresó duramente.

-   Pues... Sí.

-   Igual… Ése carajito te engaño desde un principio, debió decírtelo… yo lo hubiese hecho.

-   No importa, Migue… Ya lo estoy superando.

-   Sí me importa, Drew… Sí me importa, porque se trata de ti. Yo jamás te haría algo así… porque te amo – dijo mirando hacia el piso.

-   Gracias, Migue… yo también lo hago – le contesté tomándolo de las manos.

-   ¡Papi!... ¡¡Papi!!... ¡¡Papi, Drew!! – llamaba Joel llegando sudado interrumpiéndonos.

-   ¿Qué pasa, mi bebé? – le preguntó su padre separándose de mí y cargando al peque.

-   ¿Puedes comprarme un helado?... ¡Quiero un helado de chocolate! – preguntó algo agitado.

-   Claro, bebé… ¿Tú quieres uno, Drew?

-   ¡SÍ!... ¡Papi Drew, también quiere uno!

-   Sí, Migue… Vamos todos – le contesté mientras acariciaba la cabeza de Joel.

Después de eso, fuimos a comprar unos conos de helado, Miguel le compro uno de mantecado al peque y pidió dos conos más de chocolate para él y para mí. Los tres nos sentamos en la grama, debajo de un árbol, a comerlos lentamente sin desperdiciar ni un poco. De nuevo nació en mí ese hormigueo por todo mi cuerpo sintiéndome en familia con ellos… Ya no habíamos vuelto a tocar el tema de Arturo, cambiándolo a otro algo más tranquilo, pero a pesar de todo, sentía las miradas profundas de Miguel de vez en cuando.

Al final de la tarde y cayendo la noche, Miguel me había dejado en la puerta de mi casa y nos quedamos callados dentro de su carro luego de escuchar la despedida del otro. El peque estaba durmiendo en la parte de atrás por todo lo que había hecho en el día, así que ésta vez no podía interrumpirnos.

-   ... Al parecer no queremos despedirnos – me dijo después de unos segundos de silencio.

-   Jajaja... Eso creo.

-   Me encantó salir contigo... Fue muy especial.

-   Bastante… – le contesté muy tranquilo.

-   Con respecto a la charla que tuvimos…

-   Migue… Por favor… No.

-   Escúchame, solo… quiero recordarte algo.

-   ¿Y qué es?

-   Que deseo verte feliz.

-   Ya lo sé… pero, también sé que tu y yo seríamos muy felices juntos.

-   Drew… – dijo suspirando y mirando al techo del carro.

-   Lo sentí – continué –… Sentí que tú y yo, seríamos bastante felices juntos.

-   ¿Crees que no lo sé?... Nuestro hijo también lo sabe.

-   ¿Piensas eso? – le pregunté mirando a Joel que seguía durmiendo.

-   Cada vez que pienso en ti. O que Joel te nombra en la casa… diciendo que quiere estar a tu lado.

-   Maldición, Miguel… ¿Por qué me dices eso? – le pregunté frustrado.

-   No lo sé realmente – respondió sin apartar la vista del volante.

-   ¿Y si tú y yo…? – comencé a decir, pero él colocó su dedo en mi boca.

-   No, Drew… No.

-   No sabes lo que iba a pedirte.

-   Quieres que me escape contigo y vivamos juntos.

-   ¿Cómo lo…?

Pero no me dejó terminar la pregunta, me calló de nuevo, pero esta vez con sus labios, Miguel me besaba con mucha pasión introduciendo su lengua en mi boca, tomándome firmemente por el cuello y mi cintura. Yo tampoco me hice de rogar, lo besaba sin detenerme, pero disfrutando el momento con ese hombre que me volvía loco desde que tenía los 12 años. Los botones de mi camisa se habían abierto mágicamente y él me acariciaba el abdomen. Yo pasaba mis manos por su rostro, sus fuertes brazos llegando a su cintura y mi mano temerosa fue bajando un poco más hasta llegar a su entrepierna, dónde un gran bulto estaba llamándome. La gorra que me había regalado, se había caído en el asiento dejando libre mi cabello para ser acariciado por él.

-   Migue... – gemía.

-   Te amo – me respondió siguiendo el beso.

Yo apreté su entrepierna bastante fuerte sintiendo como su verga palpitaba, recordando lo enorme y gorda que era. Una de sus manos no se apartaba de mi cuello, pero la otra era más agresiva introduciéndose dentro de mi pantalón y tocándome el culo violentamente. Me separé unos segundos para poder mirarlo directamente a los ojos y estaba perdido en el placer igual que yo. Volví a atacar su boca con otro beso, mordiendo su labio causando que él gimiera con fuerza, mi mano seguía masajeando su paquete detallando toda su extensión, pero deseaba más...

Fui muy hábil al desabrochar su botón, bajar el cierre de su bluejean y sacar su verga dentro de su bóxer. La tomé entre mi mano con fuerza, dándole una suave paja, su verga seguía siendo como la recordaba, grande, gruesa y botando unas gotas de liquido preseminal. El agarre en mi culo se hizo mucho más intenso hasta sentir sus dedos tocando mi ano, la pasión era tal que mis fuertes gemidos escapaban de nuestras bocas, pero con sorpresa el propio Miguel terminó con el beso, me apartó con un empujón pegándome a la puerta y golpeando mi cabeza con el vidrio de la ventanilla.

Miguel me miraba aterrado con los ojos abiertos, luego posó su mirada hacia atrás y yo hice lo mismo por instinto sintiendo algo de frío en mi cuerpo. Pero al ver al asiento de atrás, el peque de mi ahijado seguía durmiendo, Miguel y yo soltamos un suspiro que estábamos aguantando para luego relajarnos. Yo volví a abotonarme la camisa y ponerme la gorra nuevamente, mientras Miguel trataba de guardar su verga dentro del bluejean con algo de dificultad y dando pequeñas miradas al asiento trasero.

-   … Ahora la idea de escapar no suena tan descabellada, ¿No? – solté en voz baja.

-   No me lo pidas… porque de seguro aceptaré – me dijo mirando de nuevo a su hijo.

-   ¿Con Joel?

-   Claro, ustedes dos… son lo más importante para mí.

-   Migue…

-   Ya... Debes irte, porque si no, te llevaré conmigo – dijo bromeando picándome un ojo.

-   Jajaja… De acuerdo.

-   Bien, te… te avisaré cuando llegue.

-   Sí, por favor.

-   Estoy seguro que tendré que hacerme una paja cuando esté en casa – dijo mirando su entrepierna.

-   Yo voy a hacer exactamente lo mismo cuando entre a mi habitación – expliqué con una sonrisa.

Ambos nos miramos y yo me acerqué para darle otro beso, pero esta vez más calmado, disfrutando el sabor del otro hasta que Miguel volvió a apartarme, pero esta vez con mucha lentitud.

-   Ya tienes que irte.

-   Lo sé… Chao, Migue.

-   Chao, Drew… Te amo.

-   Yo también…

-   Dímelo, quiero escucharlo… – me pidió ilusionado.

-   Yo… – dudé.

-   ¿Qué pasa? – me preguntó preocupado.

-   Nada… Y-Yo t-también te amo, Migue.

-   Mi vida... – me dijo Miguel acariciando mi mejilla.

-   Cuídate, por favor – le pedí muy preocupado –. Avísame cuando llegues y… conduce con mucho cuidado.

-   Lo haré, mi vida, te lo prometo.

Me baje del carro y él arrancó bastante rápido saliendo de las residencias. Yo entré a la casa y mi padre estaba viendo la televisión junto a mi hermanito, los saludé, pero ignoré alguna respuesta o pregunta por su parte. Solo me importaba una cosa, entré a mi habitación cerrando la puerta con seguro y me despojé de toda mi ropa hasta quedar completamente desnudo, solo me dejé la gorra de mi hombre, como un recuerdo de él.

Mi verga estaba en lo alto, dura, roja y babeando leche. La tomé entre mis manos imaginando que era ese hombre a quién anhelaba tener a mi lado. Me estaba haciendo la paja como un profesional parado en mi habitación y me di una mirada al espejo viendo mi cuerpo, detallando lo que hacía, mordiéndome los labios, tocando mi torso y moviendo mi mano como un desquiciado. Mi culo palpitó recordando su tacto, así que mi mano libre fue directa a mi boca, lubricando mis dedos para que terminaran en mi culo... Había pasado tiempo que no lo hacía, pero dos de mis dedos recordaban como acariciar mi entrada hasta introducirse completamente masajeando mi ano. Tuve que apoyarme en la pared, ya que mis piernas flaqueaban, pensando en su cuerpo, sus manos, sus dedos, su verga, sus labios, su sonrisa, sus bellos ojos…

En Miguel completamente, teniendo una vida junto a él…

-   Miguel… ¡Ahhh! – susurré.

Los chorros de leche acabaron en mi vientre y en el piso. Con un último toque en mi ano, mis dedos se fueron retirando, para que yo terminara arrastrándome hasta el piso, mirando al techo, suspirando y pensando en el hombre de mi vida…

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NdA: Nos vemos en la próxima, espero sus comentarios, valoraciones y que compartan el relato con sus amigos.

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