6 SESIONES DE FISIOTERAPIA (introducción)

Aquí empieza una historia que nunca me hubiera imaginado que me podría ocurrir a mí. Intentaré contárosla lo mejor que pueda, pero todavía me cuesta aceptar los hechos tal como ocurrieron.

Aviso al lector:Esta es la primera parte de un extenso relato que he tenido que dividir en tres capítulos, pues no sé resumir y las palabras que fluyen a mi mente tienen vida propia y se niegan a ser eliminadas. Comienza así….

Al fin me decidí a llamar a mi seguro privado de salud para concretar una cita en la Clínica Brozen. Llevaba un par de días con molestos dolores, no demasiado agudos en la nalga y pierna izquierda y ya sabía yo que estaba sufriendo un ataque de ciática. Los remedios caseros de compresas de calor y frío e incluso algunos antiinflamatorios que había tomado no parecían que dieran buen resultado, todo ello agravado con mi trabajo de taxista, pues me hacía permanecer sentado mucho tiempo.

No voy a cansarles a ustedes con las visitas y pruebas médicas que pasé en los siguientes tres días, pero gracias a Dios, el médico me confirmó que las pruebas descartaban cualquier tratamiento quirúrgico, que podía seguir tomando antiinflamatorios junto a unas pastillas que me recetó que eran simplemente un popurrí de minerales y que me hidrate bien. Me habló de corregir posturas, no estar mucho tiempo sentado, hacer ejercicio e incluso de que la masoterapia o fisioterapia me vendrían bien.

-Aunque usted se encuentra en buen estado, tiene 56 años y estos dolores están muy asociados al envejecimiento, procure llevar un ritmo de vida saludable y no degenerará en otras complicaciones.

-Doctor, no entiendo qué es eso de la masoterapia.

-Masajes, para que usted me entienda D. Emilio, eso sí, no se ponga en manos de cualquiera, busque un buen fisio o un buen quiropráctico y ya verá como mejora bastante.

-¿Me recomienda alguno en especial, doctor?

-No, solo asegúrese que esté colegiado y tenga realmente el título, en esto de los masajes hay mucho intrusismo. Consulte con su Compañía de Salud si su póliza le cubre este tipo de tratamientos. Yo le receto seis sesiones cada dos días, pero deberá autorizarlo su Compañía.

-Gracias doctor. ¿Y si el dolor aumentase y no pudiera soportarlo?

-Bien, en ese caso quizás tendríamos que aplicarle una inyección epidural, pero con los antiinflamatorios no será necesario.

-¿Y puedo seguir trabajando?

-Pues eso depende mucho de usted. Si fuera empleado le daría unos días de baja, pero me dice que es autónomo y no puede permitirse dejar el taxi unos días. Regúlese, no se quede sentado cuando no tenga clientes, muévase y procure hacer ejercicio.

Y así mas animado, pero con las mismas molestias de hormigueo y alguna sacudida de vez en cuando, salí de la clínica. Al llegar a casa llamé a mi mujer a su trabajo para contarle cómo me había ido, ella no volvería hasta el atardecer y decidí quedarme el resto del día en casa. Por teléfono contacté con mi Compañía Médica y ellos me pidieron la prescripción del médico para autorizarme las sesiones de fisioterapia y quedé en mandársela a lo largo de la mañana por email. Luego me dieron el nombre y teléfono de dos clínicas de fisioterapia con las que tenían concierto y quedaron en mandarme a lo largo de la tarde la autorización para las sesiones que debía entregar en la clínica que eligiese.

Centro de Fisio Avanzado Albión. Ésta era la primera reseña que me dieron y empecé por ellos. Marqué el teléfono y a la chica que me atendió le expliqué mi problema y el diagnóstico del médico….

-Pues quedamos entonces mañana miércoles, usted se viene a las 12 para la primera sesión y luego ya fijamos fecha y hora para las siguientes.

-¿Qué necesito llevar?

-No olvide copia de la prescripción, autorización de su Compañía y la tarjeta para pagar las sesiones.

-Sí, eso ya me lo imaginaba. Me refiero a si debo llevar alguna ropa especial o algo así.

-No, ropa cómoda que, dado el caso se pueda quitar fácilmente y en principio nada más.

Y aquí empieza una historia que nunca me hubiera imaginado que me podría ocurrir a mí. Intentaré contárosla lo mejor que pueda, pero todavía me cuesta aceptar los hechos tal como ocurrieron.

Miércoles 26 de mayo a las 12 de la mañana. Clínica Albión, en la calle Capitán de Navío Guillermo Albión Sánchez, a unos 4 km de mi domicilio. Allí estaba yo vestido con un chándal del Cádiz que me regaló mi mujer por Reyes hace dos años y que recuerdo haberlo estrenado y vuelto a guardar. Hasta hoy. La chica de recepción se llama Paloma y es simpaticona, pero nada agraciada, me hace pasar a una sala que parece un despacho de ministro y que resulta ser de D. Antonio Cornejo, fisioterapeuta y dueño de esta clínica. Hablamos de mis problemas de ciática, se levanta, me hace levantar, me toca desde el final de la espalda hasta el talón recorriendo mi pierna y explicándome por qué y cómo se produce este dolor y de mi disponibilidad para las sesiones de los próximos días. Cuando yo creo que eso era la primera sesión y debía marcharme ya, resulta que me dice que me va a poner en manos de un joven muy experto, uno de sus mejores fisios y me hace acompañarlo.

Pasamos nuevamente junto a la pequeña recepción donde Paloma nos vuelve a saludar. Luego por una sala de espera con mucha luz, plantas artificiales, sillones de diseño moderno y una mesa llena de revistas de contenido médico y del corazón, donde esperan dos señoras pasando hojas de unas revistas y un joven pegado a un juego con el móvil, gracias a Dios sin voz. Un pasillo con dos puertas cerradas, otra que indica un aseo, otra que parece un almacén y llegamos a una estancia muy amplia, con todo tipo de aparatos de tortura (es broma) y varias camillas donde varios clientes son atendidos por personal con pijamas sanitarios de color salmón. No quiero ser indiscreto mirando, pero hay un señor en calzoncillos apenas tapado por un biombo, una señora quejándose cada vez que su sanitaria le dobla la muñeca y otra mujer joven a la que ponen unas vendas de esas que ahora lucen muchos deportistas, en el cuello. Mas allá una señora tiene su rodilla en una máquina que luego me enteré que era de magneto, un joven hace una especie de circuito en pantalón corto, otra señora recibe calor y creo que no me dejo a nadie. A todo esto cuento a 4 personas en pijama salmón. Muy íntimo todo, vamos.

D. Antonio Cornejo hace un gesto y viene hacia nosotros un joven de unos treinta y pocos grande y ancho. No musculado de gimnasio, pero sí de los que no quieres tener enfrente en una pelea. Es moreno, lleva barba y juraría que lleva depilados sus brazos. Habla con él en un aparte y luego me lo presenta.

-Mire D. Emilio, le presento a Sergio, lleva con nosotros ya casi ocho años y será el encargado de que usted salga satisfecho y sin dolores de aquí.

-Encantado Sergio, D. Antonio habla muy bien de usted.

-A su servicio para lo que necesite . Y me estrecha una mano grande y fuerte que noto muy caliente.

-Pues me pongo en sus manos cuando usted quiera.

Pero primero me obliga a sentarme y contarle con detalle todo lo que me pasa, va haciendo preguntas sobre el tipo de dolor, desde cuando, donde lo noto mas, cuando suele pasarme, en fin, mucho mas completo que el médico que me vió primero o su jefe. Me cae bien este chico. Parece enterado y dispuesto. Cuando me explica que todo el trabajo será con sus manos sobre mi cuerpo sin ningún tipo de aparato, todo manual, con presiones y estiramientos y que intentará que sean efectivos en dos o tres sesiones, yo le indico que cuando quiera empezamos.

-D. Emilio le tengo que trabajar desde la espalda, los lumbares, nalgas, muslos y todos los músculos de la pierna dolorida. Tendrá usted que desnudarse.

-¿Pero aquí? Habrá algún sitio un poco mas reservado, ¿no?

-Sí que lo hay, pero me temo que está reservado ya anteriormente, y para los próximos días también va a estar inutilizable. No se preocupe, yo corro una cortina o pongo un biombo.

La cara que tuve que poner no le pasó desapercibida.

-Mire, no sé, igual mejor vengo otro día.

-Sí, lo entiendo, pero cuanto antes empiece mejor será.

-Sí, pero no…. en fin, que no voy a estar a gusto, siento decírselo.

-Mire, si usted quiere podemos hacerlo en mi casa. Yo tengo allí camilla y ungüentos, es lo único que necesitamos.

-Pero ya han tomado aquí mis datos (creí que él iba a hacerlo particular)

-Sí, ya lo he hecho otras veces. Cuando un cliente no puede o no hay disponibilidad en la clínica, yo lo atiendo en mi casa como si fuera la clínica. Paga aquí, solo que lo atiendo fuera de horario de clínica. D. Antonio Cornejo me lo autoriza antes que perder un cliente. Usted se lo piensa y ya me dice.

-No, no hay nada que pensar Sergio. Usted va a ser mi fisio, en su casa tengo mas intimidad y yo no tengo problema con el horario, así que ya está decidido.

-Bueno, pues vamos a hablar con D. Antonio y vamos a fijar ya las distintas citas para atenderle.

Efectivamente no hubo problema con el gerente. Yo iría a casa de Sergio a las 6 de la tarde, pues él terminaba a las tres, y así 6 citas cada dos días, al final pasaría por la Clínica para abonar todas las sesiones con mi tarjeta de abonado. El concierto o acuerdo que hubiera entre Sergio y la Clínica por trabajar también en su casa, ni lo pregunté ni me interesa.

Cuando volví a casa entré en el baño a mear. Mientras meaba me miraba en el amplio espejo del baño y me quedé pensando. Me desnudé totalmente y me fijé bien en la imagen que me devolvía el espejo. Por supuesto era yo, pero ahora me prestaba atención a los cambios. Mi piel estaba muy blanca, hacía ya varios años que no tomábamos vacaciones e íbamos a la playa, desde que mi hija Sonsoles se fue a trabajar a Oporto y desde entonces no organizábamos nada mi mujer y yo, salvo algunos almuerzos con la familia o algunos amigos de toda la vida de vez en cuando. Apenas tenía ya vellos en el pecho y los pocos que me quedaban caneaban, la barriga era mas prominente de lo que me gustaría y en las piernas, algunas calvas de pelo y manchas que empiezan a aparecer. Pero eso sí, el culo lo tenía bien duro, aunque me pareció que muy peludo, y la polla dormía toda arrugada entre dos bolas caídas y una mata de pelos rizados que caneaba ya. Me la cogí y empecé a estirarla un poco, luego la agarré con dos dedos y el pulgar y empecé a masturbarme, quería vérmela con un buen tamaño en el espejo, pero no estaba animado, la polla no se me ponía dura y enseguida volvió a caer flácida sobre su escroto.

¿Cuánto tiempo hacía que no me desnudaba ante un extraño? ¿Desde la mili? No ¡más tarde! Jugaba al fútbol en un equipo de aficionados todos los sábados y luego compartía las duchas con los compañeros y rivales. Aunque yo prefería quedarme de los últimos cuando apenas quedaban algunos para ducharse. No es que me fijara en sus pollas, pero, a ver, algunos parecían exhibicionistas y se paseaban en bolas entre todos como si tal cosa. El Guti era uno de esos, no sé qué habrá sido de él, iba desnudo hablando y riéndose con unos y otros, con todos sus huevos al aire, sin ponerse una toalla siquiera. Claro que tenía una buena herramienta que enseñar, la mía siempre estaba arrugada tras el partido y por mucha agua caliente que me echara no espabilaba, tampoco es que quería tener una erección, tan solo que pareciera mas grande.

Y ahora estoy delante del espejo pensando en lo mismo. Esta tarde estaré desnudo delante de Sergio y, no sé si por hombría o presumidez, me gustaría darle buena impresión a ese joven, pero y si…. No, ¡qué coño se me va a empalmar cuando me toque cerca! ¡Ni que yo fuera maricón!