6 Maneras de mirar. Voyeur (2)
Hay atardeceres con faldas cortas, piernas desnudas, bocas pecadoras y calles...
6 Maneras de mirar. Voyeur 2.
Voyeur. (francés) Se dice de la persona que obtiene placer al contemplar escenas eróticas. Voyeurismo, Deseo sexual en la que el placer se obtiene por la contemplación de escenas eróticas.
-Larousse-
VOYEUR II "Bragas y piernas por la tarde "
Música ambiental: Primavera / Las cuatro estaciones / Vivaldi
Clima: Tarde de sol primaveral, luz inclinada, calor.
Olor: penetrante Channel 5.
Color: amarillo atardecer.
Nota: ¿has observado a una mujer que se sabe sola y descompone su cuerpo, abre sus piernas, tuerce su figura y se siente libre, y está concentrada en una idea, o simplemente está mirando el paisaje ajena a tu mirada?? Cuando esto sucede, pareciera que ante ti, está la mas sublime pose que envidiaría cualquier pintor para hacer una obra maestra.
Enfrente de la casa de mis padres llegaron unas vecinas hace algunos años a vivir en un edifico viejo que está en la esquina, la madre y cuatro hijas, todas ellas adolescentes y de diferentes edades, la señora andaría por los cuarenta y cinco en ese entonces, mujer de grandes caderas, poco agraciada y muy alejada de la mano de Dios, por supuesto sin esposo y con un libertinaje tatuado en sus excesivos glúteos. Las hijas adolescentes eran todas diferentes, lo que hacía pensar en que sus papás espermatozoides venían de los cinco continentes de éste planeta unas menuditas, otras altas, unas un poco mas rellenas, una blanca como la leche, una bastante morena
La tercera si mal no recuerdo-, la más bonita de ellas era una mujer que se destacaba por su frescura, verla en la calle era sentir el color verde intenso de una lechuga francesa, no tenía los rasgos duros y burlones de su madre, al contrario era fina, su cara era radiante, su cabellera castaña, larga y femenina coronaba una hermosa cabeza redonda -hermosa cabeza redonda - sus ojos oscuros grandes y coquetos, y su piel blanca rosada que le lucía mejor en sus manos delgadas y frágiles. Ella, E. fue la culpable primera de mi fetichismo por lo voyeur.
Fue en mi tiempo de escuela, en ese entonces yo vivía las veinticuatro horas del día caliente, en el Instituto donde estudiaba, había nacido meses antes una moda de minifaldas escolares a cuadros y blusas desabotonadas hasta el centro del pecho a raíz de una película de moda, efímera supuse, pero en unas cuantas semanas las chicas la habían hecho propia y duró tanto que después era común salir por los pasillos y llenarse la vista de muslos desnudos y culos sugerentes; y yo, yo vivía feliz y mareado por ese desfile visual de sensualidad
E. no era la excepción y seguía fielmente las leyes que dictaba la moda de la época, tenía las piernas bien torneadas, y fuertes, carnosas y justas, y yo tenía mi ventana con vista a la calle, y tenía vista también a esa bendita banqueta alta que hacía levantar sus piernas y mostrarme sus rincones, mi vida de estudio compartía muchas horas mirando aquella recién mujer que prefería la calle a su casa. La simple mirada furtiva se transformó en goce erótico primero, y después en contemplación plástica, visión sublime de la feminidad que aún no terminaba de florecer , no solo miraba su sexo escondido en la pequeña sombra que le ofrecía su falda, o sus piernas descompuestas, largas y femeninas abiertas por descuido, sino que miré más adentro, gusté de mirarle los gestos, mirarle la boca, una boca gruesa y pecadora de la que hablaré después, sus manos, los contrastes de su cuerpo cuando el sol la iluminaba por atrás o por delante, las transparencias de su blusa al tapar el sol, sus senos erguidos, sus pezones muy marcados Me fascinaba no solo la propuesta de mirarla concentrada, o imaginando o sonriendo o hablando sin escucharla, como una película muda donde uno inserta los textos que mas le gustan a su yo_perverso_interno sino además el complemento de barrer con la mirada -en primera fila- sus piernas largas, o la fugaz oportunidad de mirarle las nalgas mientras la falda se aprieta al piso y forma esa curva tan sublime que tienen las mujeres, o mirar su cuello torcido mientras charla y se recarga en el poste de luz Mirarla cuando ella no está posando, transgredir su sexo cuando está siendo ella misma y no está defendiéndose de los muros morbosos que separan la libertad de una mujer ante la colectividad social
Por esas fechas E. se consiguió un novio, un fulano cuarentón de bigotito de brocha, áspero y silvestre, fachoso, que al parecer solo tenía una prenda de vestir: un jersey del equipo Pumas (futbol) y un pantalón deportivo pants negro como su conciencia... Este novio tenía un Mustang que llegaba pitando su sonora bocina varias veces para que la Dulcinea bajara del edificio esquinero, se subiera al auto, allí se dieran besos cortos, se dieran abrazos falsos, avanzaran unos veinte metros de la esquina donde la recogía, y se estacionaran justo enfrente de mi ventana.
Una tarde primaveral que tenía mucho trabajo, necesité aire y fui a la ventana, mi calle lucía vacía, como de costumbre, la tarde caía, el cielo me miraba parco, y el Mustang estaba estacionado en su posición precisa
de pronto, mi sangre subió hasta las estrellas!!!:
E. estaba inclinada sobre su novio pensé en apartarme, retirarme, pero no podía dejar pasar semejante vista, además estaba cómodamente establecido en la seguridad de mi estudio y tras de mi ventana no podía perder nada, me acerqué de nuevo con cuidado, la miré ella estaba recostada apuntando al conductor, agachada, con su femenino cuerpo descansado en el asiento, las tetas sobre las piernas de su novio, su brazo derecho se flexionaba justo a la altura de su cara, estaba tomándole la verga con la mano el novio estaba recostado gozando y mirando por los retrovisores preocupado, la imagen que yo tenía era en extremo cachonda, pues E. en esa posición recostada había descompuesto sus piernas y la falda se le había subido casi a la cintura, veía sus muslos, sus nalgas, incluso su vello púbico por atrás saliendo de la tanga amarilla, el novio torpemente le sobaba la espalda con insisitencia, y había descubierto la piel justo arriba de las nalgas, mientras yo besaba con mis ojos su culo expuesto. Era muy reconfortante sentir la brisa del atardecer, mientras me masturbaba cómodamente en mi ventana con semejante paisaje.
Este rito se repitió cientos de veces, el novio-puma llegaba en su Mustang, sonaba la bocina, ella bajaba, se besaban rápidamente, avanzaban veinte metros, charlaban unos minutos, miraban para todos lados, y ella se recogía el cabello y se iba abajo . Mi semen y yo fuimos testigos de cómo E. se convirtió de una mamadora amateur, en una mujer conocedora del ritmo y el orgasmo de su chico. Yo mismo festejé cuando empezó a mover la cabeza -su redonda cabeza- subiendo y bajando con ritmo y con malicia (al principio no lo hacia) entre las piernas de su novio, también festeje sus múltiples tangas de colores, fui voyeur de los moretones en la parte alta de sus muslos, señal de que ya tenían polvos que contar entre los dos, sus amores entrelazados, animales cogiendo en algún hotel de la colonia, me volví loco con la anatomía de E. recostada en el asiento de un mustang azul marino con vestiduras beiges, me vine muchas veces recordando el gesto de la primer mamada que se tragó lo hizo con asco porque el novio-puma le contuvo la cabeza y no le permitió otra cosa que recibir la explosión de su pene directamente en su cara, celebré también cuando se le hizo costumbre y aprendió a tragarse el semen, ahora ya no tenía que limpiarse las gotas que salpicaban su rostro entre asco y risa- con la chaqueta del novio que estaba en el asiento de atrás, ahora ella era la que controlaba la situación, a veces lo pajeaba y cuando el infeliz estaba a punto de venirse, ella metía rápidamente su carnosa boca en el miembro del novio-puma y no desperdiciaba una sola gota de su leche calientes tardes de primavera.
Así nació en mi el fetiche por lo voyeur, por la sensualidad femenina, por el cuerpo, por los atardeceres y por las flores, y en el fondo, siempre quise tener un Ford Mustang Un día le dije a K. mi novia de ese tiempo- que los mirásemos, ella vino conmigo, y en sus ojos grandes y profundos observé una llama de excitación mientras los dos nos pegábamos a la ventana. Sin pedirle nada ella tomo mi verga con su mano, y comenzó a sobármela sin apartar un instante los ojos de mi vecina y su novio, yo hice lo propio debajo de su vestido, lo que pasó después me lo reservo, porque hay cosas que tienen aromas guardados, y que si se ventilan se pueden perder, sólo puedo agregar que esa tarde hubo doble cantidad de leche en mi calle ..quizás triple . tras la ventana de mi habitación.
M.
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