6 Maneras de mirar. Voyeur (1)

...la voz líquida de una mujer azul...

6 Maneras de mirar. Voyeur 1.

Voyeur. (francés) Se dice de la persona que obtiene placer al contemplar escenas eróticas. Voyeurismo, Deseo sexual en la que el placer se obtiene por la contemplación de escenas eróticas.

-Larousse-

VOYEUR I "La voz líquida de una mujer azul"

Música ambiental: Naila / Chuy R. / Lila Downs

Clima: sol de invierno del que quema pero no calienta.

Olor: jazmines en flor.

Color: azul cerúleo.

G sostenía el tenedor con la mano izquierda, tenía su mirada fija, sus pupilas abiertas y su mente recorría la caperuza hinchada de una cobra hindú moviéndose lentamente; su mano derecha empuñaba un cuchillo de acero inoxidable que dió un corte de más sobre la carne bañada en salsa de ciruelas y que fué a perderse en un chillido molesto en el alma del plato azul de talavera poblana donde estaba servido su platillo; fué éste mismo chillido el que lo despertó de su imaginación aérea y le puso los pies en la tierra

G salió de su verde y lineal horario de trabajo en punto de las tres de la tarde para comer con sus compañeros –sus amigos- trataba de enseñarse a decir él mismo, pero sus camaradas ya lo habían dejado plantado otra vez porque Natalia, la asistente del jefe, salió dos minutos antes y pasó caminando justo enfrente de sus pensamientos perversos con una minifalda negra, zapatillas altas y sus muslos desnudos.

G caminó entonces a la plaza comercial antigua donde la gente pasea y charla a la sombra de los álamos, y en la hora del almuerzo, se llena de comensales que atiborran hambrientos las fondas y restaurantes, G caminaba sin compañía alguna más que sus pensamientos verdes y un molesto silbido pegajoso que penosamente se asomaba fuera de sus labios, estaba a punto de entrar a un restaurante de comida gringa cuyo acceso lo guardaba un payasito de cabellos rojos –rojos como llamas del infierno- cuando una visión erótica apareció ante sus ojos

En el estupor del calor apareció una mujer, de porte altivo y femenino, de mirada penetrante, vestida con unos jeans apretados y costurados con un hilo dorado que remarcaba su cadera y delineaba sus nalgas firmes y sensuales, unas zapatillas negras de aguja muy agudas, ella miró a G por un instante y G le devolvió la mirada que bajó en la mitad de un instante por dos razones: porque una minúscula blusa negra, mínima, de tirantes largos ocultaba un par de senos que aunque pequeños, lucían juveniles y libres, el escote de la chica adivinaba unas tetas juguetonas y tan orgullosas que se resistían a usar sostén y que permitían contemplar unos pezones crueles y puntiagudos sobre la tela; la otra razón, porque la mirada de la joven era desafiante, agresiva, con el maquillaje cargado en el contorno y sensualmente difuminado hacia el exterior, casi perverso, parecía una reina egipcia que miraba a G de frente dispuesta a devorarlo si se acercaba; G pensó por un segundo que aquella mujer había detenido su andar por el atrevimiento de su mirada, y la siguió intrigado hasta que la chica con el movimiento de su cabeza, denotó la indecisión de un restaurante de comida vegetariana o una parrilla de cortes argentinos

-¡mil a que se va a la carne!- se apostó a sí mismo G.

Y G hubiera ganado buen dinero si Natalia no hubiese vestido minifalda; la chica egipcia entró al local argentino y buscó una mesa en la parte exterior, a la sombra de una mesita cubierta por un toldo blanco modernista, con unos rayos de sol colados que pegaban en su espalda, G era un voyeur insistente, así que buscó un lugar cerca de ella justo en el limite del local y el restaurante de comida naturista, quería verla y espiarla mientras comía, quería imaginar su falo cuando ella devorara el primer trozo de carne a la parrilla, ver sus senos, hundirse en el contraste de su cara iluminada y el fondo oscuro de la parrilla a lo lejos; comenzó por mirar su actitud, su feminidad orgullosa, su manera de vestir, su bolso de un tal Vutton y sus lentes de un tal Fendi que debían estar a la moda, después recorrió su piel blanca y suave, se excitó cuando la chica cruzó las piernas y remojó sus labios en su vaso de coca cola light con hielo y los repasó varias veces con su lengua

G estaba perdido, hipnotizado ante los movimientos ondulantes de ésta serpiente egipcia que le inyectaba su veneno sin que él se percatase siquiera, no puso atención cuando el mesero le sugirió el corte más caro, ni cuando se lo trajo humeante y se lo sirvió con garbo hollywoodense bañándolo de salsa de ciruelas y pequeños trozos de verdura cortados en formas florales; el veneno afectaba su mente y de paso su pecho, su polla y sus ojos

En una noche de luna,

Naila lloraba ante mi

Ella me hablaba con ternura

Puso en mis labios su dulzura

Sólo la voz líquida de una mujer azul pudo romper el hechizo, G abrió sus ojos interiores: del otro lado, en el restaurante vegetariano, estaba cantando una mujer joven, pequeña, de piel de tierra, de manos de mecate y ojos vidriosos… con su voz tenue, de color verde, melancólica en ciertos matices, calentaba el aire que la rodeaba y se creaba a sí misma una atmósfera de algodón, tierna y sutil, su voz de lodo, sus saltos de lluvia, salían susurrantes de su boca como si fuese una flor de jazmín abierta y perfumada

ya me embriagué con otro hombre

ya no soy Naila para ti

ya me embriagué con otro hombre

ya no soy Naila para ti

cantaba franca, con sus manos abiertas, una flor pequeña en su oreja, aquella joven interpretaba su trabajo con mucho sentimiento, con dicción, cuidaba de pronunciar perfectamente cada palabra, mirando a la gente directamente en cada verso, como si al hacerlo, regalara un montoncito de palabras a cada persona, vestía sobriamente, una falda larga café casi a los tobillos, una blusa suelta de algodón blanco sin nada extra excepto un pequeño cordón que le daba forma al cuello y unas sandalias que parecía que existían desde hace mil años… de sus orejas finas pendían dos aretes con el diseño de un glifo azteca relacionado al mar que entrelazaba un pequeño caracol casi blanco

Naila dí porqué me abandonas

Tonta,

Si bien sabes que te quiero

Vuelve a mi,

Ya no busques otro sendero

La mujer serpiente devoraba su carne cruelmente, con los incisivos fuertes y decididos a lacerar hasta el metal de los cubiertos, no lo hacía rápido, al contrario, comía muy despacio, elegantemente, como una leona que desmenuza las entrañas de su presa mientras ésta muere de asfixia con la garganta destrozada, se sabía deseada y su mirada coqueta atraía los ojos de muchas presas, G al mirarla sentía una vibración naranja en el centro de su panza, que bajaba por su cintura y sacudía su polla insistentemente sin que el pudiera resistirse

Naila dí porqué me abandonas

Tonta,

Si bien sabes que te quiero

Vuelve a mi,

Ya no busques otro sendero

Te perdono porque sin tu amor

Se me parte el corazón

Terminó con un quejido ahogado y lastimero que vibró en el interior de cada alma presente, mientras se inclinaba un poco haciendo una reverencia que no llegaba a notarse, mantuvo su vista fija en el piso por unos segundos, luego simplemente se enderezó, su piel recuperó su tonalidad oscura, hizo un discurso breve sobre la canción, su compositor, y su necesidad de dinero, respiro hondo enseñando su pecho maternal y tomó las monedas que algunos le ofrecieron, luego las colocó en su puño y se llevó éste al corazón, y salió sin mirar atrás.

G abrió los ojos y se levantó rápidamente de su silla...

Apenas tuvo tiempo de lanzar sobre la mesa un billete que saldaba la cuenta y dejaba una jugosa propina.

Salió apresurado casi corriendo

Pasó a un costado de la chica cantante

llevaba en la mano un par de lentes Fendi que había olvidado la mujer serpiente, –quien también había salido- y que seguramente le abrirán las puertas a lo que G creyó que podría ser el polvo más cachondo que habría tenido jamás

M.

¿comentarios? errevez618@hotmail.com