55 años
Esta es la historia de lo que me sucedió hace unos veranos con mi sobrina y mi cuñada.
55 AÑOS
No acostumbro a ser imprudente en mi vida. Cuando hago algo es por que lo he meditado bastante. Soy extrovertido, educado a la antigua usanza, y no tengo mucha simpatía por las modas de los jóvenes de ahora. Estoy casado desde hace 30 años. No tengo familia directa y toda ella se reduce a la de mi mujer. Ella tiene tres hermanos. Dos varones y una hermana. Bien, pues esta hermana, muy volátil y dada a la improvisación, se quedó embarazada con 17 años. Como eran otros tiempos, ni aborto ni nada, se casó. Y se casó con Pedro. Un buen tipo y al cual yo tengo mucho cariño.
Como no tengo hermanos, tampoco tengo sobrinos carnales. Aunque he tomado los de mis cuñados como propios. Tengo 7 sobrinos. Todos mayores ya.
Pero este relato es para contarles lo que me ocurrió con mi sobrina pequeña, Cristina. Ella es la hija menor de Ana, mi cuñada y hermana de Emilia, mi mujer.
Cristina es joven, tenía 19 años recién cumplidos. Joven y moderna. De esta época. No la he conocido novio alguno ni amigo "especial", aunque sé que al ser tan extrovertida y natural, alguno habrá tenido con "derecho a roce" como dicen ellos. Visita nuestra casa con asiduidad, algo que me agrada, pues como he dicho antes es extrovertida y simpática. Aunque algo ligera de cascos. Rebosa juventud y alegría. Es una chica a la que siempre he mirado como "mi sobrina". No quiero ocultar que los encantos de su juventud, alguna vez me han hecho meditar profundamente en la figura escultural que posee. Pese a mis 55 años, no pierdo el deseo por el sexo. Y la vista me funciona muy bien. Y es por ahí por donde empieza a entrar el deseo.
Estando de vacaciones hace unos veranos, las dos familias veraneábamos juntas en un chalet que alquilábamos y compartimos, surgió esta historia que paso a relatarles.
Habíamos vuelto de la playa y uno a uno nos fuimos duchando para quitar los restos de arena acumulados en nuestros cuerpos. Cris se duchó la primera. Yo fui el último en hacerlo. Ella se había vestido con un sujetador de un bikini rosa y una falda transparente de gasa marrón. Dicha falda cubría por entero sus piernas, pues el borde acariciaba sus tobillos con cierta gracia cuando caminaba.
Una vez hubimos terminado de comer, uno a uno se fueron yendo a dormir la siesta, dejándonos a Cris y a mí en el salón de aquel chalet. Ella estaba sentada sobre un sillón y andaba distraída pintándose las uñas de los pies. Apoyaba sus pies sobre el asiento. Sus piernas recogidas sobre sus pechos y su cabeza apoyada en sus rodillas, se me antojaba una postura algo incómoda para esa tarea. Yo andaba tirado de mala manera sobre un sillón mirando la televisión. Con mis piernas separadas. Daban el tour de Francia y eso me gusta. La etapa transcurría monótona y aburrida. Mi sobrina no hablaba, estaba centrada en su tarea. Yo en la mía. Los ojos se me cerraban de vez en cuando. Sólo llevaba puesto unos bermudas un poco anchos. Acariciaba mi vello del pecho, canoso ya, mientras esperaba que algún ciclista rompiera la monotonía del pelotón.
Cris refunfuñaba. Se quejaba que no veía con claridad.
-¿Qué te ocurre Cris? ¿Problemas con las garras? Pregunté refiriéndome a sus uñas.
-No veo, tito. Así es como me llamaba, tito. No me gustaba, me gustaba más tío.
-Ponte allí, bajo la ventana. Dije.
Cris se levantó y arrastrando la planta de los pies como si esquiara, se dirigió hacia la ventana. Se sentó frente a mí, en paralelo con el televisor. La postura fue la misma. Sentada, con los pies encima del sillón y sus piernas recogidas. Sus pechos se aplastaban contra sus muslos y rebosaban por el borde superior del sostén del bikini. Se aplicó con el pincel nuevamente. Los ciclistas seguían cansinamente su carrera.
Pasado un rato terminó con sus uñas y esperó a que se secaran. Me miraba. Yo la observaba por el rabillo del ojo y no decía nada. Pero me ponía nervioso que me observara.
-¿Pasa algo Cris?
-Si. Se te ve tu cosa. Dijo llanamente.
-¿Qué cosa? Pregunté sin entender nada.
-La polla y los huevos, tito. Por el borde del pantalón. Dijo señalando mi pierna.
Me quedé perplejo. Me incorporé del sillón y me atusé los bermudas.
-Lo siento. Dije azorado.
-Es igual. No tiene importancia. No me voy a asustar a estas alturas. No es la primera vez que veo algo así.
-¡Estos jodidos bermudas! ¡No llevan braguero!
-Mejor, así estarás mas "suelto". Más cómodo.
No dije nada. Seguí centrado en el tour de Francia. Cris resoplaba sus uñas en un afán de secarlas antes. La miré de soslayo aún azorado por lo que acababa de ocurrir.
-Tito.
-Dime.
-¿Con tu edad .se te pone dura aún?
Mi sobrina podía conmigo. Yo sabía que era así, pero me sorprendía. De sobras sabía a qué se refería. Me hice el tonto.
-¿El qué se pone duro?
-La polla.
-¿Por qué me preguntas eso Cris?
-Curiosidad. ¡Como eres viejo!
-No soy viejo. Soy más mayor que tú. Pero aún no soy un vejestorio. Soy como tu padre.
-El es viejo. Aseveró ella.
-No Cris. No somos viejos. Somos más mayores que tú. Eso es todo.
-Pero no has contestado a mi pregunta.
-¿Qué pregunta?
-Si se te pone dura. ¡Pero no te pongas colorado! ¡Estás hablando con tu sobrinita querida y la más favorita!
-Es que me sorprendes. Dije para tratar de no contestar.
-Pero ¿se te pone o no?
Puede que ella estuviera muy acostumbrada a hablar en esos términos con su círculo de amigos. Yo no. Ni siquiera con mis cuñados. Y confieso que mi sobrina me estaba poniendo nervioso.
-¿Tu que crees? Pregunté para salir del paso.
-Que si.
-Pues eso. Dije.
-¡Que bien! Ana Mari, una amiga suya, dice que cuando sois como mis padres no se os pone dura y que ya no lo hacéis.
-¡Bobadas! Dile a tu amiga que está equivocada.
-Lo sé tito, no soy tonta. Se que lo hacéis hasta que podéis. Y eso es mucho tiempo. Pero Ana Mari se refiere a que mis padres ya no lo hacen.
-Pues no lo sé Cris, pregúntaselo a ellos.
-Lo haré. Dijo y se quedó tan a gusto.
-Yo no lo haría. Les pondrás en una situación .difícil.
-¿Tu lo haces con la tita?
-¡Pero qué preguntas me haces Cris!
-¿Lo haces verdad?
-¡Claro que lo hago! ¡Todo el mundo lo hace! Siempre que puede.
-¿Muchas veces?
-Menos que cuando era más joven. Pero aún tenemos vida sexual. ¡Y dejemos ya esta conversación! No me dejas ver el tour.
-¿Sabes? He oído a mis padres cuando lo hacen y te confesaré un secreto, mi madre es muy viciosa. Siempre está dispuesta. Pero mi padre debe sufrir la "
pitopausia
" y no le apetece tanto como a mi madre. Les oigo entre frases. Y leo entre líneas en sus conversaciones. Se creen que no les escucho, pero lo hago. Suerte que he salido a mi madre.
El silencio se apoderó hasta del tour de Francia. "Suerte que he salido a mi madre". Esa frase comenzó a deslavazarse palabra por palabra en mi mente. Ella dejó unos instantes de silencio antes de atacar de nuevo.
-¿Recuerdas las primeras veces con la tita Emilia? Así se llama mi mujer.
-¡Claro que lo recuerdo! ¡Vaya bobadas!
-¿Cómo lo hacíais?
-¡Cris deja ya esta conversación! No está bien.
-Sólo quiero que me digas como lo hacíais.
-Como todo el mundo.
-No tito, ahora no se hace como antes. Ahora lo hacemos mejor. He visto cosas.
-¿A qué te refieres?
-Sé cómo se hacía antes. El misionero. Ya sabes. Uno encima del otro, por detrás .
-¡Pues no, no sé! Eso se hace igual siempre. Puedes variar las posturas
-A eso me refiero. Las posturas. Ahora nos subimos encima y os cabalgamos. Las mujeres nos hemos liberado. No nos gusta ser folladas. Queremos follarnos a los tíos nosotras.
-¡No me dejas ver el tour! Exclamé de los nervios. Sus frases eran contundentes y espontáneas.
-Es una etapa aburrida. ¿No prefieres hablar con tu sobrina?
-Si. Pero de esto no.
-¡Ah claro! Te pone nervioso. ¡Que no se diga tito!
-Pues si. Me pone nervioso. Dije algo alterado.
-Yo lo tengo depilado.
-¡Gon! Un golpe en mi cabeza. Hasta oí el zumbido.
-Me lo depilo yo. Con mucho cuidado.
Ante mi silencio Cris insistió.
-¿Lo quieres ver?
Las orejas las notaba rojas y ardiendo. Mi cara congestionada por la sangre que se había reunido en ella me provocaba calor.
-¿Quieres verlo? ¿Quieres que te lo enseñe? Mira.
Cris levantó su falda hasta las rodillas y abrió sus piernas. Al estar sentada con las piernas encogidas, me ofreció una imagen difusa. No pude ver nada. Excepto que no llevaba nada debajo de la falda. La claridad a su espalda me lo impidió.
-¿Qué haces? ¿Nos puede ver alguien?
-Te lo enseño. ¿Lo has visto?
-No he visto nada. Y no quiero ver nada. Dije molesto.
-Peor para ti. A fin de cuentas soy tu sobrina. No hay nada malo en ello. Mis amigos ya me lo han visto.
-Eres muy ligera de cascos. Como tu madre.
-¿Se lo has visto a ella?
-¡Jesús que cosas dices!
-¡Anda! No sería extraño. Sois cuñados.
-Pues no. No se lo he visto a nadie.
-Mayor motivo para que me lo veas a mí, pero si no quieres .
El silencio se hizo en el salón. La voz del comentarista televisivo se oyó perfectamente. Ana entró en el salón. A punto de sorprendernos.
-¿Qué hacías? Preguntó a su hija.
-Nada. Me pintaba las uñas y el tito esta viendo el tour.
-No puedo dormir. Hace un calor bárbaro. Dijo sentándose a mi lado. ¡El ventilador no va!
-Pues yo me iba a echar la siesta .Dije para huir.
-Pues no te lo aconsejo. Hace mucho calor y sudarás de lo lindo. No hay quien esté en la cama. Y luego tu padre no para de roncar. Dijo mirando a Cris.
-Bueno pues yo me voy a acostar un rato. Dije a la vez que me levantaba de al lado de mi cuñada.
-¿No estabas viendo la carrera? Me preguntó ella.
-Son unos paraos, van caminando. Está muy aburrida. Mañana será mejor. Hay montaña. Hasta luego.
Eché a caminar y me fui dejando a la madre y a la hija allí. No sé que hablarían después. Yo estaba muy violento. Al llegar a la habitación asignada encontré a Emilia tumbada de lado encima de la cama. Roncaba. Me eché a su lado y cerré los ojos. Repasé mentalmente la conversación con mi sobrina. Me excitaba. Me descubrí con una mano dentro de mis bermudas acariciando mi pene. Estaba "morcillón" pero con deseos. Pensé en despertar a Emilia para follar. Sus ronquidos quitaron por completo mi deseo. Me centré en mi sobrina. Imaginé sus pechos, sus curvas. Quise ver su raja depilada, pero la oscuridad de la oquedad de la falda me lo impedía. Cada vez más agitado opté por irme al baño. Nadie me vería. Me quité los bermudas y me quedé desnudo. Y comencé a masturbarme pensando en mi sobrina. Tardé un poco en conseguirlo, pues los pensamientos lascivos no eran los correctos para fíltralos por mi mente, pero al fin lo conseguí. Y también conseguí que mi cuñada viera como me masturbaba. Aún no sabía como. Pero me vio. Tal vez por el pomo de la puerta. Estaba algo holgado y la claridad fluía por el.
Al día siguiente nos fuimos a la playa. Una vez dentro del agua Cris se me acercó.
-¿Esta buena eh tito? Preguntó refiriéndose al agua.
-Si. Está de maravilla. Dije.
-Ayer nos interrumpió mi madre.
-¿Ayer?
-Si. Nuestra conversación.
-¡Ah es eso!
-Si.
Cris se puso tras de mí y me abrazó por la espalda. Trataba de subirse con sus piernas sobre mis costillas. Casi provocó que nos diéramos una buena zambullida.
-¡Estate quieta Cris! Acabaré ahogándome.
-Eso no me gustaría tito. Perdería un buen aliado.
-¿Aliado de qué?
-De mis secretos. ¿Quieres que te cuente uno?
-Tú verás. Contesté sin saber por dónde iba a salir mi sobrina.
-Ayer me masturbé pensando en tu cosa.
Sus ojos chispeantes me miraban sin cesar. Sostenían la mirada sin rubor mientras braceaba en el agua.
-¡Estás loca Cris! Exclamé cuando lo que hubiera querido decir era, y yo también.
-¿Me dejas que te la toque?
-¡Que dices por Dios!
-Quiero tocártela. Nadie nos verá. Estamos aleados de la orilla. Y dentro del agua.
Su mano se fue a mi bañador y eso provocó que al retirarme de ella me zambullera en el agua. Ella reía mientras yo aclaraba mis ojos para poder abrirlos.
-Eres peor que mi padre. Eres viejo. Y eres tonto tito.
-Y tú una descarada. Y una desvergonzada. Y una
Su mano se aproximó a mi bañador y se deslizó dentro de él. Noté como su mano agarraba lo que aún se mantenía con vida de mi pene. Ni sé porqué ni sé como, pero me quedé quieto. Sin decir nada. Ella con su grácil mano tanteó el tamaño minúsculo de mi miembro encogido por el agua.
-¿Quieres tocarme tu tito?
-¿Pero que te pasa a ti Cris?
Su braga del bañador fue descubierta por mí en sus manos. Se la había quitado. Traté de alejarme de allí nadando, pero ella me lo impidió.
-Tócame tito. Tócame. ¡No te vayas!
Su mano tomó la mía y la guió bajo el agua hasta aquella diminuta raja. Pude notar su calor pese a estar en el agua. La suavidad de su piel salada. Mi pene despertó. Mi corazón se aceleró y mi cara dibujó el deseo. Ella lo notó.
-¿Sólo lo has hecho con la tita? Me preguntó.
-¿El qué?
-Follar.
-No. Dije.
-¿Alguna puta?
-No. Otras novias.
-No me lo creo.
-Da igual.
-¿Lo harías conmigo si no fuese tu sobrina? ¿Te gustaría acostarte conmigo si no me conocieras de nada?
-¿Porqué me preguntas eso?
-Quiero saber si te gusto como mujer. Ya soy mayor. ¡Y estoy muy bien!
-Eres una chiquilla. Y muy descarada. Apenas tienes 19 años.
-¿Lo harías tito?
-Seguramente sí. Contestó mi polla elevando su voz hasta mi garganta.
-¿Seguramente sí? ¿No lo tienes claro?
-¡Esta bien! Lo haría. Ahora era mi polla quien había tomado el mando. Ella respondía.
-¿Lo hacemos? Yo ya lo he hecho unas cuantas veces.
-¿Tú?
-Si. Con mis amigos. Con algún chaval que he conocido. Dijo alejando su mano de mi pene.
-¿Lo sabe tu madre?
-No.
-Si se entera tu padre .
-Me da igual. El es un reprimido. No entendería nada. Pero me da igual. ¡Y no se va a enterar!
-Tu padre es un buen padre. Quiere lo mejor para todos. Para vosotros, para
-Lo sé, pero parece bobo. Mi madre se cansará un día de él y lo dejará.
-¿Te ha dicho tu madre algo de eso?
-No. Pero se nota. ¿Tu no lo ves tito?
-No veo nada. Anda ponte el bañador y vámonos de aquí. Yo, al menos, me voy.
-¿Te ha gustado tocarme?
-No te he tocado. Nunca ha pasado esto. Has sido tú quien ha llevado mi mano ahí.
-No te preocupes. No voy a decir nada a nadie. ¿Quién crees que soy?
-No lo sé Cris, no lo sé. A veces me das miedo.
-¿Quieres que nos acostemos juntos? ¿Quieres que follemos?
-¡No por dios! ¡Cállate ya con eso!
-¿No te gustaría meterme esa cosa aquí?
-Me voy Cris. Estás loca. Dije a la vez que me alejaba dando brazadas de deseo.
Ella me siguió una vez se hubo puesto la braga del bikini. Llegamos al grupo y todo quedó como si nada hubiera ocurrido. Ese día tampoco comimos en la playa, pese a que los planes eran esos. Nos fuimos al chalet y después de las duchas de limpieza me enteré de los designios que se habían gestado mientras yo estaba con Cris en el agua. Emilia, mi mujer, quería ir a un Carrefour a comprar unas cosas. Pedro necesitaba no sé que artilugios para la pesca. Ana se quitaba de en medio arguyendo que no le apetecía ir y que tenía mucho sueño. Es mas, imploraba dejarlo para otro día, pero su marido, Pedro, estaba obsesionado con la pesca y a toda costa quería ir a comprar cebos y no sé que más cosas. Mi mujer quería ir a comprarse un bikini nuevo y algunas cosas que nos hacían falta para la casa. Yo y mi tour de Francia eran innegociables. No iba a acompañarlos. Ni se me pasaba por la cabeza perderme la etapa reina y menos estando Miguel Indurain por medio. Cris dijo que se iba con ellos. Afortunadamente.
Todo solucionado pues, y después de comer y arreglar la cocina, mi cuñada dijo que se iba a echar la siesta. Mi mujer y mi cuñado, acompañados de Cris se prepararon para irse al Carrefour. Yo para dar pedales acompañando a Indurain.
La paz llegó a aquella casa. Me acoplé en mi sillón predilecto y me serví un J.B. con coca-cola. Mi paquete de tabaco perfectamente alineado encima de la mesa junto a mi cubata iban a ser mi avituallamiento. Mi cuñada se marchó a su habitación y mi mujer, mi sobrina y mi cuñado se fueron a Carrefour.
La etapa reina estaba de lo más interesante, Chiappucci se había escapado del pelotón, Miguel le seguía. Si le alcanzaba, buena escapada. Todo se vino abajo cuando Ana se presentó en el comedor con tan sólo la braga puesta.
Mi cuñada es menor que mi mujer. Tenía 47 años. Estaba de buen ver. Yo podía dar fe de ello.
-No puedo dormir. Hace demasiado calor en este jodido chalet. Dijo sentándose a mi lado.
-¿Qué haces así? Dije refiriéndome a la desnudez de sus pechos.
-¿No te vas a asustar ahora de verme las tetas? ¿No?
-No. Pero me sorprende. Y más estando sólos.
Ciertamente ya se los había visto alguna vez en la playa, pero me sorprendía que estando sólos saliera así de su habitación, sólo con la braga. ¡Y con qué braga! Transparente total. Su vello negro se traslucía perfectamente.
-¿Cómo van esos? Dijo señalando la tele a la vez que me cogía un cigarro del paquete.
-Bien. Chiappucci va escapado e Indurain casi le alcanza. Buena etapa. Se puede poner líder.
-¡Y buena paja!
No sabía si había oído bien. Me quedé anonadado. Ella se sentó a mi lado. Puede que hubiera dicho "pájara". Palabra empleada en el ciclismo cuando un ciclista sufre un desfallecimiento. Pero no, había dicho "paja". Compañera inseparable de hombres excitados que no tienen una mujer a su lado.
-¿Te lo pasaste bien? Te vi. Te vi haciéndote una paja en el baño.
-¡No sabía yo que cuando uno está en el baño pueda ser expiado!
-¿No te has fijado en el pomo de la puerta? Tiene holgura.
-¿Y tú te has asomado por la holgura no?
-Si. Pensé que quien estaba dentro era Pedro.
-¿Qué más da quien esté dentro? Eso no se hace Ana. Además no estaba haciendo nada. Me miraba, eso es todo.
-¿Mi hermana no te da el sexo que necesitas?
-Tengo suficiente como estoy. Dije malhumorado al verme descubierto por mi cuñada.
-¡Pues parece que necesitas más! Yo sin embargo no tengo suficiente con Pedro.
Y se abalanzó hacia mí. Y me besó en los labios. En esos segundos pensé muchas cosas. Pensé en su hija Cris, en la situación de ambos allí sentados, en la actitud particular de Ana. En mi mujer y Pedro. En rechazarla.
-¿Qué haces Ana?
-¿No te gusto cuñado? No me rechaces por favor. Me moriría de vergüenza.
-No es eso ..es .
-Chisssss ..calla ..Y su mano se fue directa a mi tronco cabezón que ya había despertado ante la visión de los pechos de Ana.
Lógicamente despertó mi deseo. Pensé en las consecuencias de aquello que estaba pasando. Pero los hombres pensamos más con la polla que con la cabeza. Y me líe la manta.
-No te preocupes cuñado, nadie lo sabrá. Y mi hermana menos.
Se puso en pie y nos fuimos a su habitación. Allí en la pantalla, quedaron Miguel Indurain y Claudio Chiappucci con una escapada que prometía. En su habitación, los dos cuerpos desnudos comenzaron a darse placer. Mi cuñada sabía bien lo que hacía. Se la notaba deseosa de sexo. Pedro no la abastecía lo suficiente. Era mucha mujer para sostener esas carencias.
Su lengua se paseaba con mimo por mi glande. Mis manos alcanzaban su raja peluda y mis dedos se mezclaban con sus vellos. Las sábanas de su cama olían a ella. No pensaba en mi mujer ni en su marido. Estarían en Carrefour. Cada uno con lo suyo. Al menos tardarían tres horas en volver. Tendríamos tiempo de sexo. Mi verga tiesa así lo demandaba. Una vez me lié la manta a la cabeza, ya sólo quería follármela. Me había provocado. Y yo estaba pensando en su hija. Sus piernas delgadas y morenas, sus pechos bastante firmes para su edad y sus nalgas blancas por la protección del bikini, habían conseguido que me pusiera como un perro rabioso en busca de sexo. Abrazaba su cuerpo, lamía su piel. Jugueteaba con sus pechos. Todo con mis ojos cerrados y pensando en su hija.
-¡Cómeme el coño! Exclamó. Pedro nunca lo hace. ¡Mataría por que me lo comieran!
Mucho pedir. Pero no me podía negar ante la mamada que me acababa de hacer. Era el paso anterior a la penetración. Lamería su raja y luego la embestiría con rabia por ser tan golfa. Decía que no tenía bastante sexo con su marido, pero yo la iba a dar una ración extra. Lo sentía en mi cuerpo. Me veía potente para hacerla gritar. Me la follaría pensando en su hija. La insultaría llamándola puta una y otra vez mientras me la follaba.
Me agaché con el culo en pompa y comencé a lamer aquella raja. Separé con ambas manos los labios y lamí sin cesar, con lentitud, con maestría.
Ana se agitaba cada vez más. Emitía sonidos de todo tipo. El "Oh si, auhh, más" era un ritual en su boca. Mi verga dura estaba lista. La reventaría una vez se la clavara. Ocuparía con mi polla el lugar deshabitado por Pedro. Cada vez que ahondara en ella pensaría en su hija.
-¡Vaya qué sorpresa! ¿Desde cuando dura esto? Preguntó.
-No es lo que parece Cris. Dije hecho un manojo de nervios a la vez que abandonaba la entrepierna de su madre.
No es lo que parece. ¡Vaya frase soltada por un gilipollas al que acababan de pillar lamiendo el coño a su madre! ¿Qué es lo que parece entonces? ¿Una nueva forma de hacer la cama? ¿Una búsqueda incompleta dentro de las entrañas de su madre? ¿Tal vez una nueva forma de quitar la arena acumulada en aquella grieta? ¡Estúpido de mierda! Pensé. Era casi lo peor que nos podía pasar. Que nos pillara Cris.
-¡Esta bien! Nos has pillado. Dijo Ana con una calma extraordinaria. ¿Y qué? ¿Correrás a decírselo a la tita? ¿A tu padre? ¿Armarás un escándalo y destrozaras dos familias? No deberías estar aquí. Deberías estar con ellos en Carrefour. Esto es cosa de mayores y tú no lo entenderías por más que yo tratara de expl
-Quiero participar. Dijo Cris sentándose en el borde de la cama.
-¿Qué quieres qué? Preguntó su madre.
-Que quiero estar con vosotros. No diré nada a nadie pero a cambio me permitiréis disfrutar del sexo en vuestra compañía. Haremos un trío. Yo quiero al tito también.
-Yo me levanto y te doy dos guantazos ahora mismo. Dijo Ana.
-No mamá, tu no me vas a dar dos guantazos, el tito nos dará otra cosa a las dos ¿Quieres tito? ¿O prefieres que la tita se entere de esto? ¿Tal vez preferirías contárselo tú a mi padre cuando estéis pescando? Mirar yo lo veo así, la tita y papá se han ido a Carrefour. Estamos sólos y ..vosotros ya habéis empezado sin mí. Se puede ver así ¿no?
-¿Pero que estás haciendo aquí? ¿Os ha ocurrido algo? ¿Has venido tu sóla? Todo lo que salía de mi boca eran preguntas y más preguntas.
-Si. Me han dejado en la gasolinera. He vuelto andando. Les he dicho que ya no me apetecía irme a Carrefour y que me volvía andando. De paso me chuparía un helado por el camino. Dijo con picardía.
Mi sobrina tiró de sus pantalones piernas abajo y pude ver su raja depilada. No llevaba ropa interior. Ahora sí la vi, no como la vez del salón. Su camiseta salió disparada de su cuerpo y sus pechos firmes impactaron en mi mente. No pude por menos que comparar los de mi cuñada y los de mi sobrina. Ambos perfectos, cada par en su edad.
Mi cuñada, a regañadientes, y mi sobrina con ansia, tomaron mi pene en sus bocas y volvieron a hacerme padecer los infiernos del placer y la lujuria. Yo acariciaba sus culos mientras ellas felaban mi verga en dura pugna. Había perdido toda razón de ser. Me había embarcado en una historia impensada por mí. Cris lamía con su pequeña lengua de forma más inexperta. Al contrario que su madre, que engullía más de la mitad de mi polla en cada embestida a la vez que apretaba mis cojones.
Suele ocurrir en estos casos que tú deseas follarte primero lo que te gusta más, pero también suele suceder que acabas follando a quien menos te gusta. No fue mi caso.
Mi sobrina, ardiente ella donde las haya, una vez se hubo asegurado que mi polla estaba dura, se sentó encima de mí. Pude comprobar y sentir lo que se sentía cuando se folla a una hembra joven. Todo era dureza y ternura. Sus pechos inflados y sus pezones arrogantes me transportaron a otro lugar, a otros años, a otro cuerpo, el de su tía Emilia.
Cris apoyó sus manos en mi canoso pecho y comenzó a cabalgar como si tuviera prisa. Sentía el resbalar de mi pene duro dentro de su coño. Me abrasaba. Afortunadamente la edad me sirvió para no correrme de inmediato como si fuera un joven novel. Ana colaboraba en aquél polvo. Su mano entre nuestros cuerpos trataba de dar placer a su hija. Con sus dedos acariciaba, o trataba de acariciar, el clítoris de ella. Su coño resbalaba por mi polla de arriba hacia abajo y ascendía nuevamente. Sin freno y con deseo, mi sobrina se corrió pronto, demasiado pronto diría yo. Se mordió los labios y se dejó llevar suspirando más profundamente. Supe que ya había follado varias veces. Eso se nota. Se corrió y se lo pasó divinamente. Y me consta que no fingió. Mi cuñada Ana se arrodilló a cuatro patas y me dijo que se la metiera por detrás. Tomando sus caderas me deslice en el interior de su coño. Apliqué unos golpes lentos al principio y veloces después. Mi sobrina se tumbó bajo su madre y lamía mis testículos y mi periné mientras yo me encargaba de ahondar todo lo que mi pene permitía en el interior de Ana. La eyaculación poco cuantiosa se hizo presente. Me corrí dentro. Sabía que Ana tomaba pastillas. Mi corazón se aceleró a la vez que impulsaba mi semen hacia ese útero ávido. Las manos de Cris me apretaban los huevos mientras besaba mis muslos y mi ano.
Derrumbado en la cama, asistí a una nueva felación por parte de mi cuñada. No podía endurecer mi pene nuevamente. Demasiado para mí. Madre e hija hicieron lo que pudieron. Pero mi pene no respondió.
Terminada la sesión de sexo, las duchas se sucedieron mientras en cada uno de nuestras cabezas íbamos acomodando lo que acababa de suceder en aquel chalet. Nunca hubiera imaginado que alguna vez tendría ni el más mínimo roce con mi sobrina Cris, pero no solo nos habíamos tocado bajo el agua, si no que me la había follado. Y me la había follado con el consentimiento y delante de mi cuñada. Y Tampoco pensé que mi cuñado Pedro tuviera tan desabastecida a mi cuñada. Aunque analizando las cosas fríamente creo que Pedro actuaba con ella normalmente, quizá fuera ella la que necesitaba más. Las circunstancias hicieron que aquella tarde corriera dos etapas en una. Por cierto Indurain se puso líder del Tour de Francia, y a la postre lo ganó.
Al regreso de Emilia y Pedro nos enseñaron todas las cosas que habían comprado. Ella su bikini, que le quedaba horrible por cierto, él sus aparejos para la pesca, que no pescaba nada. El único que pescó aquellas vacaciones fui yo. ¿O fueron ellas? Da igual, aquello no se repitió más durante nuestra estancia en aquel chalet. Yo sufría y abandoné a Emilia sexualmente el resto de aquellas vacaciones. Me masturbaba a diario pensando en mi cuñada y mi sobrina. Buscaba pretextos para estar a sólas con mi sobrina. No lo conseguía. Me había encoñado y quería más. En una tarde de locura y con unas copas de más estuve a punto de decir a mi mujer lo que había pasado. Objetivo, hacer que ella participara con su hermana y su sobrina. Afortunadamente no lo hice. Me mordí la lengua y ella no sospechó nada.
Ana dejó a Pedro como era de esperar. Y entre madre e hija hicieron mis delicias durante el otoño y el invierno siguiente. Todo de maravilla. Hasta que al llegar la primavera, Ana encontró un hombre bien dotado y se enrolló con el. Cris aún mantuvo los deseos hacia mi cuerpo y me solacé con ella hasta el verano siguiente. Fueron muchos los encuentros, en distintos hoteles de Madrid, en distintos días. Pero aquellos encuentros sexuales fueron dando un giro inesperado para mí, pues cada vez que nos veíamos mi sobrina me sacaba dinero. Y yo se lo daba. Al fin comprendí que me salía muy caro follar con Cris. De acuerdo que era una joven de 19 años y yo disfrutaba de un cuerpo tierno, pero estaba pagando encubiertamente por ello. Hice lo posible por finiquitar aquella historia y lo conseguí. No hubo enfados ni reproches. Ni hubo más dinero por medio. Pensé que tal vez con el dinero que le daba a ella, bien podría follarme a alguna jovenzuela dedicada a la prostitución. Sin compromisos, sin nervios y sin riesgos de joder mi matrimonio. Y así lo vengo haciendo regularmente, casi todos los meses me doy el homenaje con alguna chica de algún club de alterne. Pago por ello, pero no es lo mismo que con mi sobrina. Ellas hacen su trabajo y ya está. Mi sobrina sabía como tratarme y tenía paciencia conmigo. Una vez lograba enderezar mi pene, lo aprovechaba al máximo.
Cris llama a su tita Emilia de vez en cuando. Alguna vez ha ido a mi casa. Siempre que nos visita la largo 50 euros. Pero ya no hay sexo. Sólo miradas cómplices. Sin embargo quien también nos visita con cierta frecuencia y es quien más miedo me da es mi cuñada Ana y su novio Ismael. El se toma muchas confianzas con mi mujer, y Ana no para de hablarle de lo grande que tiene la polla, de lo bien que se lo pasa y hace continuas comparaciones entre Ismael y Pedro.
Mis temores son infundados, al menos eso creo. Conozco a Emilia. Pero quien me asegura a mí que lo mismo que yo tuve un lío con Ana y su hija, mi mujer no se deje arrastrar por su hermana y comparta cama con Ismael y Ana. Me da que pensar, pero si esto se produce y me llego a enterar, no duden que se lo contaré.
Coronelwinston