53.4 El señor Cheng-Gong

Metí mi mano en el bolsillo trasero de su pantalón acariciando ligeramente su redonda nalga.

Como sabía que habría más por su insistencia aunque fuera jugando, decidí ir al baño y prepararme, deseaba darle gusto en lo que él quisiera y, además de que a mi me encantaba sentirle tan deseoso.

-Espérame un momento, vuelvo en unos minutos.  –intentó retenerme sin conseguirlo, sabía cuál era mi obligación.

No tardé mucho tiempo cuando volví a estar a su lado, estaba distraído y me miraba como si no me viera.

-Me preparo para ti y ahora no me haces caso.  –le besé mimoso la barbilla hasta llegar a sus labios, se los acaricié con los míos rozándolos ligeramente y metía en la boca el superior, luego el inferior más gordo y caliente.

-Nuestro amigo Cheng-Gong te ve guapo y te desea, pero eres mío.  –susurró en mi oreja y me mordió el cuello, le estaba entrando el deseo que se manifestaba en su polla que ahora cogía consistencia y dureza empujando, queriendo entrar entre mis nalgas.

-Deja de pensar en el chinito que a mí no me interesa.

-¡Ohh! Daniel, ese hombre es muy poderoso y puede comprar gobiernos, en realidad lo puede comprar todo.  –no le dejé seguir cerrando su boca con la mía en un profundo y acalorado beso.

Se tendió y me colocó encima de él sentado sobre su abdomen, sentía en mi culito los vellos del abdomen haciéndome cosquillas y comencé a tocarle el pecho y los abdominales, era el hombre perfecto y no veía defecto alguno en él, parecía estar hecho con un molde simétrico en todo, luego llevé mis manos atrás y agarré su polla que estaba entre mis nalgas derramando su preciosa carga.

Le masturbaba con mi mano derecha mientras miraba las reacciones de su cara, y se mordía el labio cuando lo apretaba en mi raja, o cuando movía mi trasero para que notara el calor de mi culo en su verga.

Me senté sobre su pene y me incline para llegar con mi boca a sus tetillas y chupar sus pezones, me abrazó y comenzó a levantar la pelvis, elevaba mi cuerpo con facilidad queriendo separar mi culo de su verga para buscar a tientas con su pene mi agujero.

Me besó la boca profundamente, me cogió la cara y volvió a besarme dándome su lengua.

-Elévate un poco a ver si puedo meterla.  –hice lo que me pedía y la deje libre, pasaba por la entrada de mi culo deslizándose por toda la raja pero no atinaba a encontrar la entrada de mi ano y cuando lo hallaba no podía meter su gran verga. Reía viendo su esfuerzo inútil que le ponía nervioso.

Elevé el culo de su abdomen y llevé mi mano hacia atrás, a mi culo, y extendí sus jugos que había dejado con el paso de su polla, me introduje los dedos y luego agarre su verga poniéndola justo en la entrada de mi ano. No quise sentarme y penetrarme yo mismo.

-Ahora puedes meterla, penétrame el culo. -continuaba sujetándola y comenzó a subir sus caderas, poco a poco fue tomando posesión de mi ano, su polla entraba un poco con cada golpe de cadera que daba, elevándose para meterse en mi hasta que no pudo más y entonces me dejé caer metiéndola toda ella.

Sentí un escalofrío al sentirme tan lleno, le miraba sin hacer movimientos y él también me observaba, mejor dicho, miraba mi verga de la que salía un hilo de precum, llevó sus dedos a mi glande, recogió lo que pudo y se untó sus labios, después los llevó cerca de mi cara para que se los limpiara con la lengua, se los chupe como mamando de ellos y lo fue repitiendo varias veces, cada vez notaba que su verga crecía en mi interior, el juego le excitaba y yo me sentía encantado.

Me incliné y lamí mi precum de sus labios, taladré sus dientes y me metí entre ellos con mi lengua buscando las suya para abrazarla y acariciarla con la mía.

-Fóllame ya hombre poderoso, dame fuerte por el culo.  –mordí su labio y flexione mis rodillas para sacar una parte de su miembro y dejarle espacio para que se moviera.

Suspiraba complacido cuando subía sus caderas entrando con fuerza.

-¡Ay! Gonzalo, sigue así, que bien me lo haces, folla mi culo, dame mas duro.  –se encendía cuando le hablaba, se podía rojo y subía más fuerte las caderas enterrándose en mi culo.

-Dame cariño, hazme gozar mi amor.  –estaba cansándose, resultaba un ejercicio de esfuerzo supremo.

-Déjame a mí.  –se detuvo y me miró agradecido, puse mis manos en su pecho y coloqué mis pies donde estaban antes mis rodillas y así me iba sentando y levantando, metiendo y sacando su polla de mis entrañas. Le veía gozar y a mí me volvía loco aunque era un trabajo ímprobo.

Comencé a ir más rápido y el venía a mi encuentro subiendo sus caderas, íbamos el uno al encuentro del otro impacientes por derramar nuestro semen, yo no podía más del placer y él al parecer tampoco.

-No puedo más Daniel… No…  Me voy a correr.  –paré y le dejé que lo hiciera a su ritmo, cada vez que subía sus caderas era para dejarme una inyección de su esperma dentro y así estuvo inyectándome, ¿cinco o seis veces?, sin descender y con toda su polla dentro de mi agarró mi verga, fue menearla un par de veces y los latigazos de leche salieron de mi polla con fuerza, veía como le llenaba el pecho y los primeros llegaron a su cara, cerró los ojos para que no se le metiera mi semen en ellos.

Dejó caer su culo sobre la cama y yo le seguí en su caída sentado sobre su verga, volví a colocarme de rodillas abrazando su cuerpo con mis piernas, no pude evitar el reírme cuando vi el desastre que había hecho con mi leche, no podía abrir los ojos y lamí mi esperma para retirarla de ellos.

Cuando los abrió le brillaban los reflejos dorados hirviendo en el chocolate oscuro, besé sus bonitos ojos que tanto me enamoran.

-Gonzalo que feliz soy a tu lado.  –en serio que me entraba la locura, y no cesaba de besarle hasta que me rechazó y saco su pene de mi culo como castigo.


Era sábado y Wes no descorría las cortinas, estaba despierto y esperando que lo hiciera para saltar de la cama, escuchaba su trajín en mi habitación, me di la vuelta y Gonzalo estaba desnudo a mi lado, sonreí al recordar los momentos  de nuestro acto de amor de la noche y su cara cubierta de semen.

Wes no quería despertarnos o había olvidado sus deberes, pasé mis dedos por su cara acariciando sus labios y tirando ligeramente de su barba. Abrió los ojos y se me quedó mirando.

-Nos hemos dormido y Wes no nos ha llamado.  –se restregó los ojos sin hablar y luego continuó mirándome.

-No me canso de ver lo lindo que eres y es una pena tener que dormir teniéndote a mi lado.  –mi chico se despertaba romántico y sin prisas por levantarse.

Me aproximé a él, tenía el cuerpo caliente y pasé mi brazo por su vientre para llegar a su costado y acariciarle muy tierno. Mis labios besaron su pecho y sentía las cosquillas que los pelos de sus tetillas me producían en la nariz. Olía ligeramente a sudor y para mi resultaba un perfume muy erótico, desvié mi mirada para mirar su pene y estaba recostado en su ingle, esperando que alguien le despertara. Le hubiera pedido que repitiera lo de anoche pero Wes podía entrar en cualquier momento.

-Vamos Gonzalo, tenemos que levantarnos.

Nos esperaban todos en el comedor y ya habían desayunado, Borja dejó el periódico que estaba leyendo para mirarnos y me guiño un ojo, debí de ponerme rojo y me sonrió, adivinaría que nuestra retraso habría sido causado por algo que le hacía gracia, no olvidaba que él ya se satisfizo con la chica en la fiesta.

-Estaba a punto de ir a buscaros a la habitación, nos fuimos a la cama a la misma hora y aquí hay algunos más perezosos que yo.  –sacó una risita perversa y ronca mientras se ponía de pie. La abuela le pidió que nos dejara tranquilos.

-Te esperamos para trabajar en el despacho, si queréis ir a pasear un rato tendrás que darte prisa para que os de tiempo.   –ayudó a levantarse al abuelo y salieron juntos.

Mas que trabajar se trataba de recopilar información y recomendaciones del abuelo, formaba ya parte de una familia donde todos colaboraban en engrandecer sus negocios, a ello se dedican poniendo mucho empeño y esfuerzo.

Dejé a la abuela sola impartiendo instrucciones a Tegan el mayordomo sobre la comida y me dirigí a mi habitación. Wes no paraba, era su trabajo pero me inspiraba lástima.

Encendí el ordenador y me dispuse a trabajar, resultó una tarea imposible de llevar a cabo, cada pocos minutos Gonzalo se presentaba para interrumpirme, colocarse detrás de mí y aspirar mi perfume mientras me besaba sin importarle que a veces Wes estuviera presente. ¿Qué pensaría el abuelo y Borja? Se comportaba como un chiquillo ante las expectativas que le brindaba la nueva aventura del viaje conmigo a solas.

La tercera vez que se repitió la visita, antes de que me soltara sujeté sus manos que acariciaban mi cuello queriendo entrar por mi polo y llegar donde no debían.

-Gonzalo, vamos a dar un paseo.  –no esperé su aquiescencia o aprobación, pulsé en el botón de apagar del ordenador y me puse de pié. Necesitaba, como si fuera un perrito, sacar sus energías de él haciendo ejercicio.

Hacía un estupendo día de primavera, dentro de poco el velador del jardín sería un refugio para la lectura de los abuelos, observé a los nuevos guardas que mandaba la empresa de seguridad que contrataron recientemente, eran jovencísimos y se veían apetecibles y sabrosos en sus nuevos uniformes, como si se trata de bombones envueltos en sus elegantes papeles de celofán. Me dieron un poco de vergüenza mis pensamientos, ¿en qué me estaba convirtiendo?, era el ver a unos jovencísimos chicos y pensar de esta manera, no parecía muy decente.

El paseo hasta el río resultó una liberación de energía causada por los nervios del viaje que emprenderíamos mañana.

-Es la primera vez que hago un viaje tan largo pilotando.  –pensé que él no sería el piloto, si acaso actuaría como segundo, pero estaba entusiasmado, si alguna vez su familia se arruinaba ya sabía dónde podría ganarse la vida.

Estaba cariñoso como pocas veces le había visto, consentidor de que yo hiciera también tonterías, como  caminar al borde del  dique del río haciendo equilibrios. Borja me hubiera puesto grilletes y prohibido salir sin un guarda.

Era todo tan bonito, hasta el lacónico mail que había recibido de mi amigo, comunicándome que seguía vivo, breve sí, pero con buenas noticias que esperaba con inquietud a pesar de tener mi fe volcada en él.

Cuando volvimos refresqué mi rostro con agua, simplemente el poco sol que había visto estos días me había dorado la piel de la cara, a Gonzalo también, pero su barba, a pesar de hacerle tan masculino y viril ocultaba su piel.

Borja no dejaba un minuto de darle datos y aclararle las situaciones que tendría que enfrentar. En este viaje hubieran hecho mejor su papel si él  fuera su acompañante en mi lugar.

-Ya vale Borja, vas a estar todo el día colgado del teléfono y tendrás información al minuto, déjalo.  –la réplica de Gonzalo no encerraba dureza pero me dio pena el gesto de resignación que vi en la cara de Borja.

Por lo demás la comida resultó más una charla que el hecho de comer y a la tarde le preparé a Wes las cosas personales que deseaba llevar, fueron pocas ya que él lo había previsto todo.

-¿A dónde vamos con tanto equipaje?, va a ser de locos andar en los hoteles con tantas maletas.  –Wes se detuvo para mirar mi cara de preocupación.

-Todo resultará muy sencillo, el aeroplano hace de almacén y llevaremos lo que se precise en cada momento.  -¡oh Dios!, que poco acostumbrado estaba a esta vida.

A la tarde volvimos a salir, a caminar por las calles, Borja nos acompañó para tomar una cerveza y poder respirar saliendo del agobiante ambiente de la casa donde todo eran nervios.

Parecía ser el hermano mayor de Gonzalo que no tenía, y a pesar de la serenidad de su mirada se le veía el profundo amor que le profesaba, reviví las escenas del pabellón de herramientas en aquel aciago verano tan lejano ahora, la expresión de profundo y supremo placer de Gonzalo, cuando penetraba su cuerpo, el éxtasis que vi en el de Borja sometido a un ser querido y amado.

Que diferente lo veía ahora, y por aquella nimiedad de compartir su amor arruiné ocho años de nuestras vidas.

Nos dejó y sentí que cada vez le veía más próximo, nuestro amor hacia Gonzalo eran diferentes, pero aunque hubiera sido igual no hubiera importando.

Pasé mi brazo por la cintura de Gonzalo y metí mi mano en el bolsillo trasero de su pantalón acariciando ligeramente su redonda nalga.

-¿Estará Borja viviendo siempre con nosotros?  -Gonzalo se encogió de hombros.

-Depende, lo sabremos cuando se case con Blanca si eso llega en algún momento. Esta muy bien con nosotros y todos queremos que siga así, pero es libre como todos.  –estaba claro que los abuelos y él, y yo también, deseábamos que todo permaneciera como está.

-¿Y sus padre y hermanos?, ¿no los extraña?

-Imagino que si, va algunas veces a España y evita que yo tenga que ir. Su padre se ha jubilado, ya no hay razón para la portería en la casa con los nuevos servicios de seguridad, les ha comprado una casa y se ocupa de ellos y de la situación de sus hermanos, hace todo lo que puede por todos.

Sinceramente creía que así era y su vida estaba al lado de los abuelos y de Gonzalo que también eran su familia, o así se veían todos.

Wes había almacenado todo el equipaje en mi habitación, no cabría en el coche.

No quise cenar nada y los acompañé comiendo unas frutas, cerezas del Jerte, españolas, suaves de piel y dulcísimas de sabor, me puse rojo al meter una en mi boca, y parecerme recordar en ella la tersura y forma del glande de la polla de Gonzalo. Mi enfermedad iba aumentando, no cabía duda de esto.

Se lo conté entre risas a Gonzalo cuando nos metíamos en la cama.

Antes, mientras estábamos en uno de los salones viendo la televisión, y comentando la composición de los nuevos Consistorios en los ayuntamientos más importantes de España, no podía evitar sonreír a veces con el grato recuerdo de comparar a una fruta con su glande.

Me apretujó montándose sobre mí espalda, me sujetó las manos sobre mi cabeza y se sentaba en mi trasero, yo lo subía para tirarle y él me mordía la oreja domándome.

-O sea que mi polla te parece una cereza, pues ahora la vas a probar.  –no podía contener mi risa, estaba encantado de sentirme prisionero bajo él y su lengua buscaba mi oculta boca sobre la almohada.

-La vas a comer hasta que le saques el jugo.  –pero se cansó de jugar o necesitaba hacer otra cosa, sostuvo mis manos con solo una de él, yo no me oponía a lo que el decidiera, solo reía encantado porque él lo hacía en serio creyendo que yo luchaba.

Subió mi chaqueta dejando al aire mi espalda y comenzó a pasar su barba por ella, besando mis paletillas y mis vértebras una a una, me hacía cosquillas que despertaban más mi hilaridad.

Se dio cuenta de mi pasividad y soltó mis manos, ahora pasaba las suyas masajeando mis costillas y por los costados hasta llega a mis caderas, y hacía que quisiera dormir pero a la vez me excitaba en deseos de que llegara a más.

Se escurrió de mi culo para sentarse sobre mis piernas y bajo mi pantalón de pijama, masajeó mis glúteos y los besaba sin parar.

-Tienes los culos durísimos, te los voy a comer a mordiscos.  -los abrí un poco separando mis piernas, su lengua solo lamía la redondez de mis nalgas y sus dientes arañaban la suave piel que las cubría, quería que llegara más adentro, donde se unen las dos y ocultan el agujero que tanto placer me da.

Lo hacía en plan de broma, para hacerme reír con sus ocurrencias, dándome grandes mordiscos sin llegar a apretar sus dientes, levanté un poco mi culo y bajó más mi pantalón, metió sus manos y sus dedos llegaron a la entrada de mi ano, se tiró encima de mí, se bajó su pantalón y jugaba restregando su miembro sobre mis glúteos, luego se quedó tranquilo cubriéndome con su cuerpo, encima de mí y amoroso besaba mi cuello.

-Te amo, te quiero putito bello.  –se quedó así unos minutos besándome sin descanso y mordiendo mis labios cuando yo giraba mi cabeza, algunas veces levantaba su cuerpo para dejarlo caer y que yo sintiera la fuerza de su polla.

-Gonzalo me vuelves loco. -cogí su verga con mi mano y la metí entre mis piernas, se movía follándolas y yo las apretaba para impedirle que saliera de ellas.

-Dame tu polla, la quiero, dame por el culo por favor Gonzalo, hazlo ya.  –mi voz era una súplica.

Se levantó y terminó de quitarme el pantalón y el suyo mientras yo me quitaba la chaqueta quedado desnudo ante él, se retiró su chaqueta y se tendió a mi lado abrazándome por la espalda.

-Levanta tu pierna.  –me la quería meter en esa postura  que me encantaba, aunque para él resultaría trabajosa pero me dejaba una mano libre para acariciar sus piernas, o pasarla por su cuello para ofrecerle mi boca cuando quisiera.

El abundante precum que desprendía su polla era suficiente lubricante, mi culo estaba deseoso y dispuesto para recibirla, la dirigí hacía la entrada mientras él acariciaba mis tetillas, mi abdomen y llegaba a mi pene para masturbarlo, yo jugaba con la suya pasándola en la entrada de mi culo dejando su precum en él.

Penétrame ya, por favor métela.  -tiraba mi culo para atrás buscando la penetración y entonces Gonzalo empujó sus caderas metiendo en mi la mitad de su verga. Como siempre me impresionó su grosor y el que me abriera de golpe estirando al máximo los pliegues de mi ano, ronroneé placentero y tiré de su cadera para que continuara entrando en mi recto.

Levanté más la pierna para que ganara espacio y pudiera acercase más a mi cuerpo hasta que sentí los pelos de su pubis acariciando mis nalgas.

-Así mi amor, así, que placer me estás dando, sigue así.  -giré la cabeza para buscar su boca y que me besara y pasé mi brazo por su cuello dejándole que fuera él el que sostuviera mi pierna.

Continuó moviéndose y a veces me movía yo para dejarle descansar, nuestra nivel de excitación difícilmente podría llegar a más, pero era tan placidas, tan sentidas  las sensaciones que me unían a él que ralentizaba mis movimientos para retardar mi eyaculación.

-¡Ay!, Gonzalo me voy a correr no podré aguantar mucho más.  –se rio en mi oreja y la mordió.

-Aguanta un segundo yo también me voy a correr.

Aumentó su ritmo a la vez que con su mano izquierda masturbaba mi verga y no pude soportar más la tensión, grité sordamente queriendo retener más el momento pero el goce que me llegaba de mi ano no me dejaba respirar, resoplé y mis testículos subieron hasta la base de mi pene para expulsar mi semen fuera de mi.

Gonzalo se apretó entrando todo lo que pudo en mi ano con un último golpe de su cadera y me llenó de su esperma, se contraía en mi espalda abrazado a mí, baje mi pierna y él se pegó hasta formar un solo cuerpo muy unidos los dos, llevé mi mano para sujetar su cadera y evitar que se moviera.

Nos fuimos tranquilizando, estábamos rendidos y cansados pero felices y satisfechos, me estaba empezando a quedar dormido, disfrutando al sentir su respiración a mi espalda y me moví para que saliera de mí, su verga continuaba erguida y dura en mi interior.

-No te muevas Dani, no importa que durmamos así.  –sus labios besaban mi espalda pasando su barba en caricias juguetonas que fueron cediendo en intensidad, su respiración se volvió suave y tranquila y el sueño me obligó a cerrar los ojos, perdí el sentido y caí en la negrura absoluta, me desperté de repente, asustado y no sabía el motivo. Gonzalo estaba a mi lado, su pene había salido de mi culo y notaba escurrir de él el semen que me dejó.

Me levanté con cuidado para ir a lavarme  y darme crema en el ano para dejarlo descansar durante la noche, y a la vuelta me moví con cuidado para no molestar su sueño, dormía y despertaba una y otra vez intranquilo hasta que a pesar de mi desasosiego conseguí conciliar un dormir agitado.

Continuará…