50.3 Sábado 23 de Mayo

Fue únicamente un tierno beso, pero de una calidad impresionante y eterno, al bajar en el ascensor, para empezar a correr, me sujetó la cara y pensé que el sol estaba reflejándose en los tonos dorados y brillantes de sus ojos.

Gonzalo me persiguió por el pasillo intentando sujetarme, pero quería llegar a la habitación y estar dentro de ella para empezar a desnudarle y corrí deslizándome de sus brazos.

Paul me había dejado caliente y cuando entramos a la habitación, le abrazo provocativamente moviendo mi culito pegado a su paquete, siguiendo el juego del ascensor. Comenzó a pasar sus manos por mi cuerpo continuando mi juego imitando al baile.

-Me gusta sí, muévete.  –mordía mi oreja bañándome la nuca con su aliento mientras me va quitando la ropa.

-Quiero mamarte la polla y que me des tu leche, y sentarme sobre ella y cabalgar sobre tu vientre y que me dejes follarte, no pararía nunca Gonzalo.  –siento en mi hombro su barba y luego sus dientes mordiéndome.

Se reclina sobre el cabecero de la cama para dejarme que sea yo quien decida lo que quiero y que cumpla mis deseos. Me siento sobre su verga para ir besándolo hasta sentir como su pene se mueve bajo mis posaderas.

-Tienes que dejarle libre y levantar tu culito, así no se va a poner duro.  –río mordiendo su boca y me deslizo sobre sus muslos.

-Crece muy rápido, así me encanta para meterla ahora en mi boca, mientras está creciendo.

En lugar de colocarme para chuparla me elevo sobre mis rodillas y le cojo la polla con la mano para apuntarla en mi ano. Me voy dejando caer hasta que hacemos contacto. Le miró a los ojos y tengo que morder mi labio para empujarme con fuerza y que comience a entrar muy despacio.

-Gonzalo mi amor que rica verga me entra.

-Lo noto mi vida, métela toda.  –descanso con su pene en mi recto sentado y uniendo nuestros pechos, mi boca sobre su oreja, la lamo, la muerdo.

-¡Qué gusto!, ¡qué rico sabe!  -y le muerdo una y otra vez y él me devora.

Voy flexionando las rodillas para sacar y meterme la verga, escogiendo la velocidad y la profundidad de las metidas, lo aguanta, me soporta y a veces no se controla y viene a mi encuentro, entonces coloco mis manos en sus muslos para que no pueda moverse tirando mi cuerpo hacia atrás, incrustando mi culo y tragando profundo su pene.

-¡Dios!, que rico estas.  –me coge por las caderas para darme la vuelta y sin sacar su polla me coloca de espaldas a él.

-Inclínate para ver como entro y salgo de ti, quiero ver cómo te follo.   -comienzo a moverme, unas veces inclinándome hasta pegar mi pecho en sus muslos y que pueda ver su miembro entrando en mi ojete, y otras al revés, tirado de espaldas sobre él, sintiendo su pecho en mi espalda, y al final sentado flexionando las rodilla subo y bajo para que mi culo trague su verga del todo o salga hasta la punta del glande volviendo a dejarme caer.

Cuando no puede más eleva sus caderas imprimiendo toda su fuerza a la metida de su nabo en mi culo, sujeta mi cintura para que me clave bien y comienza con movimientos sincopados y rítmicos a venirse dentro de mí, sujeto sus huevos pegándolos a mi perineo y me rozo con su bolsa en los míos, no puedo más y me corro hundiendo mi cara en sus rodillas tumbado sobre él.  Respiro entrecortado y beso sus piernas que es lo que tengo más cerca de mi boca.

Al fin descansamos y acaricio con mi mano su barba después de ducharnos y tumbarnos para dormir unas horas.

-La semana que viene llegará tu madre, tenéis mucho trabajo que hacer, ¿quieres que venga unos días para ayudaros?  –sus dedos se deslizan con suavidad por mis pectorales haciendo círculos alrededor de las aureolas de mis tetas.

-Quiero que vengas, pero no es necesario, mi madre recogerá lo que tengamos que enviar a España, y ahora vamos a dormir.  –paso mi brazo por encima de su vientre y coloco mi pierna sobre las suyas y voy cayendo en el dulce sueño de su compañía.


Gonzalo cada día está mejor preparado para correr, el largo camino hasta el parque de Henri Matisse me lo ha hecho ejecutar a toda máquina, va unos metros delante de mí y acelero el paso para alcanzarle y pedirle que baje el ritmo.

-Vamos a camina un poco, me tienes agotado.  –me apoyo en su brazo y no tiene más remedio que atender lo que le pido.

Pasamos por el puente que cruza el Boulevard Pasteur hasta meternos en el cementerio del Este y allí volvemos a correr hasta el final del mismo, hacemos la vuelta por calles diferentes entre tumbas. Ahora está verde y florido, la nieve lo cubría no hace mucho tiempo y para mi resultaba entonces más bonito.

-Estás hecho un flojeras, ¿quién lo iba a decir de ti?  –se burla de mi y lo compensa abrazando mis hombros y dejándome hacer el recorrido hasta la catedral andando.

Durante el tiempo que hemos estado corriendo han preparado la habitación, cuando entramos recibe una llamada por el móvil.  Adivino que se trata de Jean por lo le oigo decir.

Se sienta en una butaca y me arrodillo ante él para quitarle el calzado y los calcetines, se los acaricio y los beso, comienza a moverlos dándome pataditas para que le deje tranquilo, me parece que la conversación va a ser larga, me voy al baño para ir afeitándome mientras termina.

Tengo que volver a buscarle porque no acaba de hablar y cuando me ve aparecer me hace señas de que van a terminar, me acerco a él y hablo al teléfono que intenta tapar con la mano.

-Jean, déjale que se duche.  –lo grito para que el sonido le llegue.

Le escucho entrar cuando estoy debajo del agua que cae en forma de lluvia, sin fuerza, envolviéndome en una nube de agua vaporizada.

-Está con su padre en la ciudad, le ha traído para que pase el fin de semana con su amigo Denis, y no entiende algunas de las instrucciones que acompañan al avión.  –habla disculpándose por el retraso y le abrazo para pasar mis enjabonadas manos por su espalda. Será un papá maravilloso cuando tengamos nuestros hijos.

Cuando nos estamos vistiendo continúa explicándome.

-Iremos a comer donde Martine el amigo de Evans, he invitado a los muchachos, así tengo tiempo para hablar con Jean de ese manual, espero que no te disguste.  –sabe que no me molesta, incluso me sonríe sabiendo que me gustará estar con ellos un rato, pero me le quedo mirando incrédulo, no creía que llegara a tanto, parece más ilusionado que un niño abriendo su paquete de regalo.

-Te gustan los niños, no puedes negarlo.  –se le suben los colores.

-¿Tanto se me nota?  -no le respondo y le devuelvo una pregunta.

-¿Cuántos tendremos nosotros?  -deja de abotonarse la camisa para mirarme.

-Los que tú quieras si te encargas de enseñarles.  –me acerco a él para ayudarle a colocar los botones en sus ojales, es una camisa preciosa de tela ligeramente arrugada, como si fuera pintura, de color beis, aplicada sobre su cuerpo en verticales brochazos.

-Amor tendremos un montón, pero yo no me voy a ocupar de cuidarlos, seremos los dos y no me conformaré con una ayuda, tendrás que ser parte de la familia.

-Quiero que seamos una familia, más importante para mí que el trabajo y el dinero. Niños, niñas, todos los que podamos.  –le estoy hablando muy cerca después de abotonarle la camisa y me mira embelesado con los brazos quietos al costado de su cuerpo hasta que enlaza mi cintura y besa mis labios.

-¿Me preguntas a mi si me gustan los niños? Tú sí que esas loco por ellos

-La casa de los abuelos es muy grande y el primer piso está desocupado, quiero niños hasta llenarla.  –parece que al haber sido hijos únicos hemos desarrollado un síndrome afectivo que ahora necesitamos curar.

Los chicos vienen a recogernos al hotel, parecen dos ángeles inocentes y Jean no solo trae el libro manual, viene con el aparato entero. Los abrazo, los beso, los quiero. Gonzalo y él escogen una mesa en la cafetería para ir sacando las distintas piezas y con infinita paciencia le va explicando lo que el niño no entiende. Denis solo mira curioso y a mí me gustaría estar con ellos de paseo.

Durante la comida Gonzalo me deja un momento con los chicos y le veo hablar con Martine en una esquina de la barra del bar, Éste hace señas indicando distintas partes del comedor y bueno, al fin vuelve.

Después damos un paseo antes de recoger en el hotel la caja de Jean, y se despiden para ir hasta la casa de Denis, sus padres se sienten encantados de que se quede en su casa.

No puedo dejar de mirar sus figuras tan juveniles y apuestas, caminando por la calle delante de nosotros hasta llegar a la estación del metro, a la tarde saldrán con los amigos de Denis y en la estación nos despedimos de ellos. Están cimentando una bonita amistad donde me ha dicho Denis, aún no hay sexo.

Le abrazo por la cintura y me poyo en el mientras caminamos por la calle camino de la parte vieja.

-Sería tan bonito tener dos chicos como ellos, y chicas, también deseo chicas en nuestra casa, nos encargaremos de enseñarles y cuando sean pequeños siempre podemos tener a mi madre para que lo haga.  –sé que es una fantasía, pero es tan bonito soñar y ver el mundo ideal en el que nos gustaría vivir.

-¡Loco! Eres un loco precioso.  –pasó su brazo por mi hombro y me sentí el ser más feliz del mundo, con esa sensación de paz que se siente al estar contento con la vida, con tus amigos, con el mundo.

En una calle cercana a la catedral encontramos a Luis con su novia, este fin de semana ha venido ella para pasarla juntos, y pienso que la semana próxima también para participar de mi fiesta.

Más tarde llegan Natalia y Rafael con más amigos, este nos abandona después de comer algo como cena y acompañarnos bebiendo un par de cervezas.

Algunos marchan con él y quiere que vayamos a la disco, ya hemos estado con ellos un tiempo y ahora preferimos estar solos. Estamos un rato con los que se quedan para ir de bares y hablar.

El paseo desde la puerta de Gand, donde está el restaurante, hasta el hotel, ha resultado un regalo muy grato, hablando todos en grupo por la calle hasta la Gran Plaza donde los dejamos.

Tomamos un té en la cafetería del hotel, el pide una bebida alcohólica, ha venido fumando uno de sus cigarrillos los últimos metros y le apetece algo fuerte para beber. Me sorprende que ahora sí que lleve tabaco con él, tampoco es muy preocupante, es el único que ha fumado durante el día y me parece que el tranquilo paseo le ha animado a encenderlo.

El asiento es de dos plazas y puedo recostarme sobre su hombro.

-¿Sabes que me gusta Lille? Me siento muy bien aquí con tantos amigos que has hecho.  –le cojo la mano para tenerla entre las mías.

-Ahora son también amigos tuyos, te han recibido muy bien, se sienten a gusto contigo.  –pienso que es cierto y no cuento lo que le quieren los chicos.

Pasamos unos minutos en silencio, a veces cierro los ojos pensando en los meses que he pasado aquí y lo corto que me ha parecido el tiempo.

-Gonzalo.

-Dime cariño. –oprime con delicadeza mi mano.

-He pensado que como no voy a llevar el coche a Londres, regalárselo a Rayhan.  –deja de beber pero solo para prestarme atención.

-Fue un regalo de mis padres y si no se oponen creo que es el mejor destino que le puedo dar.  –esperaba que me preguntara algo pero no habla.

-¿Qué te parece?, ¿tú qué piensas?  -sujeto su mano derecha y la pongo sobre mi muslo cubriéndola con la mía.

-Es tu coche, si tú crees que está bien, hazlo. En Londres tienes los que puedas necesitar y si conduces prefiero que sea uno adaptado a la conducción  por la izquierda, es más seguro.

Subimos en el ascensor, vamos solos y me abrazo a él, me llena su viril olor con ligeros toques a sudor, tabaco y colonia, le toco las nalgas que las tiene duras, las tensa sorprendido y me sonríe nervioso, dice que le gusta mi iniciativa pero le sigue sorprendiendo.

-Relájate, ¿va a resultar que mi hombre tan macho es una señorita?

-Estamos en un sitio público. –comienza a divertirse.

-Pero estamos solos en el mundo. –y coloco mi mano sobre su entrepierna que la siento blandita.

Ya, dentro de la habitación le retengo en la zona de entrada y lentamente le voy quitando el cinturón mientras le miro a los ojos, suelto el botón y bajo el cierre, a través de la camisa beis de hilo muy fino, se le aprecia el vello que sube desde su pelvis al ombligo.

El pantalón estaba ya en sus tobillos y metí mi mano por la cinturilla del bóxer, agarré su flácida polla y emitió un quejido que creo era por el frío de mi mano.

Lo bajé un poco para ver el comienzo de su vello púbico, pasé la palma de mi mano por él, el vello en los hombres me excita, sobre todo el del pubis y las axilas, los veo tan varoniles y machotes, yo que tengo tan escasa cantidad los envidio, aunque a Nico y Gonzalo lo que les va es que yo tenga poco.

Le deslicé el bóxer hasta media pierna, su pene cayó colgando al lado de sus huevos, su abundante vello cubría profusamente el pubis y su bolsa testicular lucía su vellosidad ensortijada que se extendía por los muslos hacia abajo. Creí sentir  su olor a macho secretado por la testosterona del semental en celo.

Me arrodillé para quitarle los zapatos y sacarle los pantalones y bóxer, deslicé mis manos por sus redondas nalgas adornadas de fino vello negro, sus piernas, vistas desde abajo parecían columnas de los antiguos templos egipcios, velludas con pelos más fuertes para hacer juego con las duras pantorrillas.

Se dio la vuelta y me mareé de gusto al ver sus perfectos culos redondos, quería morderlos y no lo hice, me contuve para seguir admirándole. Se volvió y se hurgó el escroto, seguro que lo hizo a propósito, y no retiró la mano, y continuo rascando sus huevos en un gesto tan viril, tan masculino que se me caía la baba al verlo.

Retiré su mano, el pellejo del prepucio colgaba dos centímetros fuera de su polla, la piel de su verga brillaba oscura resaltando la gorda vena que regaba todo el tronco.

Me acerqué y metí mi dedo por el pellejo de su prepucio hasta tocar el agujero del glande, estaba demasiado húmedo en su interior, lo saqué y me lo lleve a la nariz para notar y absorber su varonil olor, luego lo llevé a mi boca y lo mamé como si fuera una pequeña polla.

Gonzalo miraba desde arriba lo que hacía sin perder un detalle, cogí en la palma de mi mano sus gordas y morenas pelotas, pesaban, de verdad que pesaban, tenían que haberse vuelto a llenar desde la noche pasada.

Las acaricie con suavidad y veía como lentamente su verga se iba hinchando. Fui retrayendo sin parar pero muy lento el pellejo hasta que apareció la punta de su glande, rojo, brillante y enorme en forma de corazón alargado, cubierto de precum reluciente.

La boca se me estaba haciendo agua y tenía que contener mis ganas de mamarla, de comerla y sacarla sus jugos, liberar sus cojones del peso que los hacía que colgaran rotundos y maduros como dos peras del árbol.

Gonzalo, todo él, estaba muy rico, con su ancha y ahora musculosa espalda, su breve cintura con la curva de sus glúteos que elevaba sus nalgas. Sus anchos pectorales levemente vellosos, sin tanto pelo como los de Nicolás pero deseables igualmente, sus abdominales marcados y divididos verticalmente por su camino de cortos vellos desde el ombligo hasta el pecho, sus fuertes brazos colgando de los redondos hombros, nervudos y poderosos.

Un macho como Dios manda, me puse en pié y al pasar volví a oler sus órganos reproductores, como una hembra que busca el macho perfecto, para ser fecundada  con el mejor semen de la manada y que solo lo lleva en sus testículos el macho mejor dotado.

No había quitado ni uno solo de los botones de su camisa, estaba esperándome a mí para que le sirviera, se dio cuenta de la admiración que despertaba en mi y de cómo le observaba.

-¿Te gusto? ¿Está bien lo que has visto?

-Gustar es poco, me encantas Gonzalo, me fascina lo macho que eres, y cuando me das tu leche, verte tan potente semental con toda ese semen que fabricas, podrías volver a poblar el mundo tu solo de hombres perfectos como tú.

No me deja que termine de quitarle los botones, se saca la camisa por la cabeza con riesgo de romperla y me abraza.

-Me has puesto contento, nadie me ha visto nunca como tú.

-Están ciegos Gonzalo, o lo saben pero no te lo dicen, y no es por el amor que te tengo, si no te amara también serías insuperable para mí.  –ahora es él en que comienza a desnudarme, a quitarme el pantalón y me agarra la polla con su mano.

-Tienes una buena verga.  –me sonrojo ante su embuste, él sí que miente, para vergota la suya que ahora quema mi costado.

Me toca los huevos y los masajea con excesiva fuerza, le encanta tocarme y lo noto en su polla que bulle como si hirviera. Somos distintos pero yo le gusto a él y responde a los estímulos que mi cuerpo más delicado le transmite.

Cuando terminó de desnudarme, mientras me acariciaba pasando sus duras manos por mis nalgas, por mi pecho y apretaba mis posaderas con ganas de tenerlas, me arrodillé ante él, ante ese monumento a la reproducción del ser humano que tenía entre las columnas de sus piernas.

El prepucio había vuelto a cubrir parte de su glande, lo retire con mis labios y mi lengua acarició la cereza de su falo haciendo círculos y comenzó a quejarse, a suspirar quejumbroso, respiraba agitado y se retorcía de gusto, le salía el precum como si fuera un arroyo que yo bebía, caliente y rico, lo dejaba en mi boca para que hiciera de lubricante y darle más placer con mi mamada.

Estaba contento y satisfecho de poder tragar toda su verga, ya sin arcadas ni nada que me molestara, había aprendido a deslizarla por mi boca y garganta como si fuera parte de mí ser,  una extensión de mi mismo.

Sabía el placer que le proporcionaba con mi boca  y yo se la brindaba para que la usara como quisiera, para que sujetara mi cabeza y me follara la garganta a su gusto, suave o brutal no importaba.

Entraba en mi garganta lentamente dejando que deglutiera su polla yo mismo y luego se retira para extraerla,  notaba que estaba en el cielo y que le temblaban sus fuertes piernas.

Después de largos minutos, donde liberé medio litro de baba que corría por mi pecho y mojaba su miembro y sus huevos le miré, estaba sudoroso y temblaba, temí que tuviera un orgasmo en esos momentos y rápidamente dejé abandonada su polla y me levanté, me tuve que poyar en él para no caer.

Nos tendimos en la cama y miré lo que había crecido su polla, temblé de emoción imaginándola hincada en el fondo de mi vientre.

Se colocó sobre mí, entre mis piernas, su sudoroso cuerpo se pegaba al mío, me dio un beso de muerte haciendo cosquillas con su barba alrededor de mis labios. Su lengua se movía en mi boca y mis ganas crecían sin parar llenándome de excitación, mi cuerpo manifestaba el buen hacer de este macho y me hacía gemir como una mujercita hambrienta de su semental.

Me besaba el cuello y lo mordía y los lóbulos de mis orejas, chupaba mis tetas y comencé a gemir muy fuerte, me agarraba a cualquier cosa que encontrara donde mis manos dejaran salir mi energía apasionada.

Continuaba su camino hacia abajo, pasando por mi abdomen hasta llegar a mis huevos, dejando de lado mi verga,  para meterlos en su boca y jugar allí con ellos. Los metía y los sacaba haciéndome ver estrellitas.

Le pedía que los dejara ya, que me los iba a romper con los azotes de su lengua, metió mi falo en su boca y gritaba escuchando el babeante sonido de su boca al chupar con fuerza mi  pene, se centró en mi glande, lamiendo el frenillo, un lugar muy delicado y que necesito estimularlo muy poco para conseguir correrme.

Abrió más mis piernas y lamía mi perineo, el roce de su barba añadido a la humedad de su lengua, al calor de su aliento hacia que alucinara hasta que llegó con su lengua a mi ano.

Chillé con voz de maricón perdido, y apreté mi culo, si seguía así iba a eyacular enseguida, era tanto el placer que de mi verga manaba precum como si fuera leche y me estuviera corriendo.

Levantó más mis piernas y elevó mis caderas para tener mi culo a su antojo, enterró su cara en  el, sus barba parecía miles de alas de mariposa acariciando toda esa parte de mi cuerpo.

-Para, para Gonzalo vas a hacer que me corra.

No dejaba de lamer y yo gritaba y gritaba sin poder soportarlo, metió su lengua en mi ano, ¡Dios mío!,  me mató, era la lengua de una serpiente queriendo entrar más y más y la giraba sin parar, tenía el culo que no me hubiera importado que me metiera su mano, quería y reclamaba verga y ser servido y penetrado con ella.

Metió dos o tres dedos y yo loco le pedía más, y cuando creía que había llegado a mi final, colocó mis piernas sobre sus hombros, la embocó y su polla fue a parar al fondo de mi vientre con dos empujones de sus poderosas caderas.

De mi boca salió un alarido de placer y él también grito, comenzó a bombear con fuerza y solo necesitó un minuto de darme por el culo, para que mi pene comenzara a expulsar toda mi leche sin haberlo tocado, no dejaba de salir y me estremecía sin saber lo que agarrar.

Él seguía bombeando su cilindro de carne para terminar, y no dejaba de darme placer a mí, la sacó toda ella y la volvió a meter de golpe, quería sujetarla con mi culo para que no me abandonara y apretaba mis esfínteres, y comenzó a escupir todo lo que llenaba sus pesados testículos, preñando mi cuerpo entregado a él.

Bufaba mientras se iba descargando, en seis o siete veces salió de su polla todo el esperma llenando mi recto y cayo rendido sobre mi pecho.

Respiraba entrecortado mientras yo le acariciaba los hombros y besaba su cuello y así estuvimos unos minutos disfrutando del intenso momento y de la paz que ahora nos envolvía.


Fue únicamente un tierno beso, pero de una calidad impresionante y eterno, al bajar en el ascensor, para empezar a correr, me sujetó la cara y pensé que el sol estaba reflejándose en los tonos dorados y brillantes de sus ojos.

Era un espectáculo grandioso, y hasta el color chocolate se había oscurecido un poco para resaltar el oro de sus reflejos, posó sus labios sobre los míos sin tocarlos, solamente sentía el colchón que formaba entre las dos bocas nuestro aliento.

Estuvo así hasta que las puertas se abrieron y me soltó.

-¿Por qué ese beso en el aire?  -apreté su mano para salir a la calle.

-Para que me perdones mi brutalidad de ayer, a veces no me doy cuenta de lo delicado que eres.  –solo reí sin una contestación, a veces se repetía y no era necesario volver a insistirle en lo encantado que me sentía de que me tratara así, en esos momentos de pasión.

-Tengo que marchar después de comer, vendrán a recogerme a Lesquin, siento no estar estas horas contigo, tu admirado Borja me ha preparado trabajo para mañana fuera de Londres y tenemos que estudiarlo con el abuelo. –se le notaba sinceramente dolido.

-Son solamente unas horas, no tiene importancia, no puedo resultar tan absorbente de tu tiempo, ambos tenemos que hacer nuestro trabajo.

-Intentaré venir el jueves para compensarte.  –ayer estaba dispuesto a quedarse aquí para cooperar en recoger mis cosas y ahora era diferente, no tenía tiempo.

-No lo hagas, salvo que no te importe estar solo, el viernes tengo que ir a la fábrica, es otro día de trabajo cualquiera, estará mi madre y todo estará revuelto con cajas de embalaje llenando mi casa.

Salimos a pasear y admiramos el Beffroi, mucho más bonito e impresionante que el de Béthune y también Saint Maurice de gran belleza gótica, había pasado muchas veces a su lado, como por tantos otros que no había llegado a ver con detalle.

No teníamos mucho tiempo y buscamos un lugar para comer, con la idea de que no estuviera muy lejos del hotel, al final Gonzalo se encaprichó de uno alejado y volvimos al hotel a buscar el coche y equipaje.

Estaba en Le Pron, a las afueras de Lille y mereció la pena llegar hasta allí, aparte de ser un estupendo restaurante estaba en plena naturaleza, a pocos metros de donde los sembrados rurales comenzaban a dejarse ver, y disponía de un precioso aunque pequeño jardín, de ahí habían cogido el nombre para el restaurante.

Gonzalo estuvo muy caballeroso, haciéndome sentir una damisela de tantos cuidados que tenía conmigo, creo que quizá resultara un poco ridículo para aquel que pudiera observarnos desde fuera, aunque no creo que fuéramos tan interesantes, a mi sin embargo, me encantaba su delicado trato en esos momentos que resultaban tan románticos.

Cuando recibió la llamada de que le esperaban en Lesquin emprendimos el viaje, bordeando Lille el aeropuerto no estaba tan lejos, Llevábamos su maleta y mi bolsa en el coche y Gonzalo parecía no tener prisa por llegar, en veinte minutos nos teníamos que despedir.

Me rogó que llevara el coche y lo dejara en el hotel donde lo recogerían, lo hice así, como él me lo había pedido, hable en recepción para reservar una habitación, la semana del uno al siete de Junio no tenía lugar donde vivir. No quería abusar de Evans o Rafael y estaba seguro de que hubieran compartido conmigo su habitación y su casa. Ya estaba reservada y con mi bolsa volvía para mi casa.

Continuara…