500 orgasmos (Sexo, droga y Rockn Roll)

Sexo en todas sus formas. Sin tabús. A cien! Nuevos protagonistas y viejos conocidos en una orgía sin fin.

500 Orgasmos (Sexo, droga y rock'n roll)

Sandra. Mayo de 2011. Estrasburgo. Terminal de Llegadas. 16h30 min.

Hace una hora que estoy sentada en la cafetería de la sala de espera. El avión procedente de Barcelona lleva dos horas de retraso. Todavía me queda hora y media de aguante. Me he comprado un par de revistas que ya he ojeado quince veces. No consigo concentrarme en la lectura de ningún artículo.

El camarero -un chavalito alto, rubio, con una cara de alemán que no se la puede disimular- no me saca el ojo de encima. Me lo miro y le sonrío, dando un sorbito a la copa de vino blanco de alsacia. La segunda. Abro el bolso, saco mi espejito, el lápiz de labios y me doy un toque lleno de coquetería. De reojo, compruebo la cara del chico: se le cae la baba...Se me acerca y me pide si quiero que me sirva algo más. Me inclino un poco hacia delante para que pueda divisar mejor mis tetitas... Levanto la vista hacia sus ojazos azules... No debe tener más de 18 años. Un bomboncito de chocolate blanco... Puede, le digo... He dejado encima de la mesa el discreto envoltorio de un preservativo...

Al salir de casa, tres horas antes, mi marido -Stéphane, cirujano de profesión- viendo como iba vestida -me he puesto un vestidito de gasa, de tonos ocres y amarillos, abierto por la espalda, con un escote pronunciado en forma de uve y una falda cortita, a medio muslo; mis piernas esbeltas realzadas por unos zapatos de seis centímetros de talón-, como me acicalaba, me maquillaba, etc, etc...se ha acercado y abrazándome por detrás -con esas manos divinas que tiene, precisas, calientes, eficaces- me ha dicho:

  • ¿No te parece que vas algo ligerita de ropa para un congreso geriátrico? -y sus manos ya estaban acariciando mis pechitos.

Stéphane había estado de guardia toda la tarde de ayer y parte de la noche. Había realizado tres operaciones, una de ellas larga y complicada. A eso de las cuatro de la madrugada, sentí como se metía en la cama, como se abrazaba a mi espalda, como su miembro erecto se acomodaba entre mis muslos...Ronroneé como una gatita, acomodé mi sexo a su polla y dejé que me penetrara sin preámbulo alguno...No tardó mucho en vaciarse dentro de mí para dormirse acto seguido. Yo, en cambio, ya no pude dormir...

Yo soy su mujer, su cosita...El sabe muy bien que siempre estoy dispuesta a reconfortarlo, a darle placer...En cualquier momento, en cualquier lugar... Cuando estoy con él, soy suya... Cuando estoy con él...

  • Cariño... Estate quieto...-le contesto viendo nuestra imagen reflejada en el espejo del cuarto de baño, sus manos sobándome las tetas. Stéphane lleva todavía el pijama puesto. Siento su polla contra mis nalgas, dura y presta. -...Estate quieto, cielo...

  • No me has contestado... -me mordisquea el cuello, me pellizca los pezones...atrapo su verga, con la yema de un dedo le acaricio el glande...

  • Chittt... Annick (la señora que nos cuida a la niña y hace la limpieza) está merodeando por aquí... -me siento húmeda, me noto caliente...

  • ¡Qué bien hueles, Sandra! -apoyo las manos sobre el mármol rosado del lavabo; me miro las uñas con orgullo: la manicura a la francesa que me hice ayer me queda de fábula...Stéphane me arremanga la falda, me baja las bragas (un diminuto tanga rosa que ya debe estar empapado), separo un poco mis muslos, sus dedos comprueban el alto grado de calentura...

  • Me vas a arrugar el vestido...Mmmm... Ve con cuidado...Mmmm...Sííí...-me penetra delicadamente, profundamente... -Sí, amor...Asííí...Tómame fuerte, mi vida...

El orgasmo no tarda nada en llegar. Llevo tantas horas pensando en lo que me espera en el aeropuerto, en aquellos dos maduritos -Iván y Esteban-, en sus lenguas, en sus vergas (la de Esteban...¡Virgen santa!...Qué pedazo de tranca...) que mi cabecita no para de producir hormonas sexuales, que no para de enviarme sms lujuriosos "Goza, goza, goza"...

  • Sandra... ¡Me corroooo! Sandraaaa... -en el espejo veo como se le deforma la cara, como resopla y la boca se le contrae en una mueca de dolor y de placer infinitos...

  • Yo también...Oooohhh...Síiii...Juntossss, amor...JUNTOOOOSSSS.

Me recompongo el vestido. Me subo las bragas y dejo que se unten con su lefa. Le doy un beso. Me despido de mi hijita. Salgo a la calle, el taxi me espera...

  • Lo que Usted guste, señora -me suelta con desparpajo el camarero. Estoy segura que este jovenzuelo hace muchas horas extras.

  • ¿Puedes liberarte cinco minutos? -le pregunto mirando a la barra. Una camarera negra como el carbón nos observa con atención. El jovencito asiente, coge el preservativo, se lo mete en el bolsillo y se va a hablar con su compañera de trabajo.

Gerard, que así se llama el alsaciano, le dice cuatro cosas a su colega. Esta asiente. Me levanto, cojo el bolso y me dirijo a los aseos que hay detrás de las tiendas. El joven me sigue. Voy para entrar en los aseos de mujeres pero Gerard me toma del antebrazo y me invita a seguirle. A pocos metros una puerta indica "Privado". Saca una llave, la abre. Son los aseos reservados al personal del aeropuerto. Entramos. Cierra con llave por dentro. Me abraza con fuga. Le dejo que me bese, que me toque, que me lama, que me chupe...¡Cuánta impaciencia, esta juventud!

Se arrodilla ante mí, me baja el tanga y descubre asombrado mi reciente depilación: una línea vertical de vello de dos centímetros de grosor; eso es todo, el resto totalmente rasurado. Me abro el coño para él. Quiero que me lo coma, que se beba mis jugos y lo que queda de la leche de mi esposo. Suelta una palabra grosera al descubrir el tamaño de mi clítoris. Me mete toda su lengua en mi raja. Apoyo el culo en el lavabo de acero inoxidable y abro mis piernas hasta casi alcanzar los 180°. Me mordisquea el clítoris. Jadeo de puro goce. Le suplico que me haga gozar. Me succiona el apéndice erógeno a la vez que me inserta un par de dedos en el chocho. Este chico promete. Le sujeto la cabeza con ambas manos, mis uñas arañándole el cuero cabelludo. Su boca joven pero ya experta me conduce al paraíso del orgasmo. Se lo hago saber gimiendo ostensiblemente, sin chillar, que tampoco quiero que tenga problemas, el chico, adulando el arte de su cunnilingus:

  • Ahora, jovencito...Muéstrame que también sabes follar...

Se baja los pantalones y el boxer "Calvin Klein". Una polla de considerables dimensiones salta alegremente hacia delante. Abre el envoltorio del condón rasgándolo con su perfecta dentición. Se lo pone. Se escupe en la palma de la mano y se frota el prepucio con su saliva.

  • ¡Fóllame fuerte, campeón!

Se clava en mí de una firme estocada. Toda mi vagina se estremece dando la bienvenida a tan deliciosa tranca. Gerard inicia una secuencia de mete y saca llena de fogosidad. Su cara es todo un poema, una oda al auto-control: ojos cerrados, labios apretados, concentración máxima. Contraigo las paredes de mi vagina entorno a su verga. Se me va a correr enseguida y yo quiero correrme con él. Le acerco dos dedos para que me los chupe, me los moje de su saliva. Con ellos me acarició el clítoris, suavemente. No me hace falta nada más.

El joven resuella incontrolado. Me anuncia que va a correrse. En alsaciano.

  • ¡Sí, campeón! ¡Asíiii...Aaaaaaaajjjjjjj! ¡Síiiii....yaaaaaaahhhhh!

Cinco minutos, dos orgasmos. No está mal como aperitivo. Gerard sigue penetrándome a pesar de haber eyaculado. Su polla conserva algo de su turgencia. ¿Me conformo con dos o voy a por el tercero?, me digo para mis adentros. Entonces, suena mi móvil.

  • Pásame el bolso...¿quieres?

Gerard se sale de mí. Me acerca el bolso. Me incorporo, extraigo el teléfono y miro de quién es la llamada. Stéphane, mi marido.

  • ¡Hola, cielo! ¿Cómo están mis amorcitos? - le digo con voz almibarada.

  • ¡Hola! Nosotros muy bien... ¿Y tus viejitos?

Gerard se ha sacado el preservativo y le hace un nudo. Observo curiosa la cantidad de semen que contiene, impresionante. Le guiño un ojo.

  • Es un congreso, tontín... Sólo médicos sabiondos y enfermeras predispuestas...

  • ¿Predispuestas... ? -con la mano libre, le acaricio los huevos; él me pellizca un pezón.

  • Medicina paliativa...se llama... ¿En qué pensabas, marranote?

El joven camarero se sube pantalones y boxer. Yo termino la conversación con mi marido diciéndole que cuide muy bien a nuestra Fanny y añadiendo que me muero de ganas de que me eche otro polvo como el de esta mañana. Gerard espera pacientemente que corte la comunicación para decirme:

  • Ha sido un placer, señora...

  • Sandra... Me llamo, Sandra.

  • ¿Volveremos a vernos?

  • ¿Quién sabe?

Salimos de los aseos privados. Volvemos a la cafetería. El va directamente al encuentro de su colega. Le dice algo al oído. La chica me mira y sonrie. Me siento de nuevo a la mesa, para terminar mi vinito. Ahora, en la mesa adyacente, un grupo de hombres asiáticos, de edad indefinida -chinos, quizás- me observan con cara de vicio. Levanto la copa y brindo sonriéndoles. Me responden al unísono con esa cortesía típica de los orientales, moviendo repetidas veces la cabeza arriba y abajo, sonriendo estúpidamente. Nunca me he follado a un chino, pienso...Y se me escapa una risita lúbrica... ¡Ay, Sandrita! ¡Qué golfa que eres!

Anuncian la llegada del vuelo de mis amigos folladores. Voy a pagar. Gerard me dice que ya está pagado, que los señores -y me señala con la vista el grupo de asiáticos- lo han pagado. Me giro hacia ellos y les doy las gracias lanzándoles un beso con la palma de la mano.

Un cuarto de hora más tarde, veo aparecer por la salida de los vuelos internacionales, a mis dos hombres, impecablemente vestidos, guapos y atractivos como nunca. Pero no van solos. Una joven de pelo corto y rojo, vestida como una colegiala japonesa, los acompaña. ¿Esta era la sopresa que Iván me había comentado hace unos días? No tardo nada en atar cabos. No puede ser otra que Elena. La amante multiorgásmica de Iván. El summum de la perversidad. Vaya...

Iván. Junio de 1986. Area de descanso de la A-7 (Béziers, Francia). 06.00 AM

A eso de las seis de la mañana, me despierta el rugir del MACK de Paco. Abro los ojos y me descubro solo en el coche, con un dolor de cabeza impresionante, con la lengua aspera de la resaca espantosa, con la mente aún metida en el cuerpo de mi tía Azucena...

Entonces, los veo llegar, cogiditos por la cintura...Paco, el camionero follador y Marta, la esposa ninfómana. Aparentemente, hace rato que están levantados y parece que se hayan duchado y todo: bien vestidos, limpios y peinaditos.

Salgo del coche. Mi aspecto es un desastre. Marta me mira de arriba a abajo y medio riendo me dice:

  • ¡Buenos días, conejito! Parece que no has dormido mucho...

  • Tú, en cambio, estás radiante...Marta -le contesto amargamente.

  • Bueno, pareja... -habla Paco que sigue agarrándola por debajo de la teta. -...Tengo que irme. -Marta pone cara de pena, levanta la cabeza hacia él y le dice:

  • ¡Sé prudente, tesoro! No has dormido nada...

  • No te preocupes, bombón... -la agarra por debajo de los sobacos y la levanta medio metro. Marta le rodea la cintura con sus piernas y se abraza a su cuello de toro. -¡Dame un beso, ricura! -le pide Paco con sus dos manazas en el culo de Marta.

Se morrean con ardor durante un largo minuto, tras el cual Paco la deposita mansamente en el suelo. Me tiende la mano:

  • Iván, ha sido un placer... Sois una pareja estupenda... -me lo miro fijamente a los ojos. El gigante follador está a punto de llorar. De reojo percibo la misma lagrimita en los ojos de Marta. Muy conmovedor.

  • ¡Buen viaje, Paco! ¡Cuídate! -le digo estrechando su mano.

Cambio de guardia. Marta viene a mí y me abraza  por la cintura.¨Paco nos contempla un instante, mueve la cabeza a ambos lados, hace una mueca pensativa y dice:

  • Marta tiene mi dirección. Espero veros muy pronto. A los dos.

Dicho esto, nos lanza un beso con la palma de la mano, se da media vuelta, se sube a su camión y se larga. Para siempre. Marta y yo nos quedamos unos segundos viendo como aquella máquina infernal se aleja.

  • Voy a lavarme un poco. -le digo secamente.

  • ¿Quieres que te acompañe? -me pregunta melosa.

  • No...

Cojo una toalla de la bolsa de viaje y me voy para los aseos. Marta se mete en el auto, sin decir nada más. En el área de descanso casi no quedan camiones. Mejor, pienso, sólo me faltaría encontrarme con los otros dos mamones.

Meo, bebo un litro de agua, me aseo como puedo y vuelvo al coche. Marta se ha acostado sobre el asiento, reclinado al máximo. Duerme. O hace ver que duerme. No la molesto. Ya tendremos tiempo de sobras para hablar. Le ato el cinturón de seguridad. Al hacerlo, me fijo que no se ha puesto el sujetador: uno de sus pezones sobresale entre las mallas del jersey. Mi polla reacciona al instante. Hay que ver, pienso con ironía, que deprisa perdonamos los hombres. Le doy al contacto y parto hacia Lyon, con una noche de retraso y un baúl de recuerdos imborrables.

Hago unos cien kilómetros y me paro en un self service para tomar un café y comerme un croissant. Marta ni se entera. Al volver al coche, me quedo cinco minutos fumando un cigarrillo. En ese instante, se despierta. Tras desperezarse -un gesto de ella que me vuelve loco de deseo: los puños cerrados, los brazos completamente extendidos hacia arriba- me obsequia con una dulce sonrisa. Es su test para ver hasta que punto estoy dolido, enfadado o yo qué sé. Le correspondo con una mueca indefinida. Baja la ventanilla:

  • Cariño...¿Dónde estámos?

  • En Béziers. Todavía nos quedan cuatro horas...

  • Tengo hambre... ¿me traes algo, porfa?

Tontos, cornudos, sumisos, idiotas...Eso es lo que somos. Vuelvo a la cafetería, le cojo un "café au lait" y un par de croissants. Al llegar al coche, Marta ya ha enderezado su asiento. Por la ventanilla de su lado, le paso el café con leche y los dos bollos.

  • ¡Gracias, cielo! ¡Eres un solete!

Me quedo fuera. Enciendo un nuevo cigarrillo y me la miro. Se come los dos croissants en un periquete. Unas migas se le caen por el escote, lo que la hace reir tontamente:

  • Follar abre el apetito, ¿eh, Mesalina? -le digo mirándola a la altura de sus tetas.

No responde a mi comentario sarcástico. Se bebe el café como si fuera agua mineral.

  • No sé cómo puedes fumar... Aggg... Hoy: ni bebo, ni fumo!

  • Pero... Un polvito seguro que cae, ¿no?

  • ¡Ji, ji, ji! ¿Contigo? -me tiende el vaso de plástico vacío y el papel arrugado de los croissants. - Tú ya sabes, cariño, que soy toda tuya... Pero hoy igual le doy descanso a mi chochito...

  • Ya... lo tienes harto de polla...

  • ¡Coni, Coni...! Me decepcionas...

  • ¡Ja, ésta sí que es buena! ¿Que yo te decepciono...yo?

  • Sí...Tú. Siempre predicando que lo más importante es mi felicidad... Que si yo soy feliz, tú eres feliz... Pues, mira...yo esta noche he sido muy feliz...

  • No de esta manera...lo siento.

  • ¡Hipócrita! Te lo has pasado de fábula viendo como unos desconocidos se follaban ricamente a tu mujercita...Es más...Estoy segura que ahora te mueres de ganas por saber cuántas veces más lo hemos hecho esta noche...por saber cuántas veces me he corrido...por saber si he cardado con algún otro camionero mientras tú dormías...

  • Marta... te estás pasando de rosca...

  • ¡Acércate! -la obedezco...hasta que le queda mi pantalón a la altura de la ventanilla. Me desabrocha el botón, baja la cremallera y metiendo la mano dentro de los calzoncillos, me saca la pija. -Lo ves, Coni... Lo sabía...

A las siete de la mañana, todavía no hay mucha gente en aquella estación de servicio "Total". Aun así, miro a derecha y a izquierda, alarmado por si alguien pudiera ver lo que pasa. A unos treinta metros, una pareja de viejos sale de su coche y se dirige hacía el "self". Me pego contra la puerta del coche, haciendo ver que miro el paisaje (¿qué coño de paísaje se puede mirar en un lugar como ese?).

  • ... sabía que se te estaba poniendo dura... -siento como su mano me ase con fuerza la polla y la pajea con delicadeza. -... que con sólo mirarme se te pone tiesa...

  • ¡Marta, por favor!

  • ¿Qué? -la oigo decir. - Ve a echar el vaso y el papel a la basura... ¡Ve!

No voy, claro. Y Marta comprende que, una vez más, ha ganado la partida. Y me come la polla. Divínamente.

  • ¡DIOSSS, MARTAAA! ¡AGGGG! -no tardo ni un minuto en llegar al orgasmo. Rápido y tranquilizante. Y ella obtiene así su enésima ración de leche matutina, bien calentita y con gusto a croissant.

Yo me lo guiso y yo me lo como. Ella misma me vuelve a meter la verga en su sitio, sube la bragueta y abrocha el botón:

  • ¿Qué, cielo? ¿Más tranquilito? Y ahora... ¡Vamos, Iván! Que nos quedan cuatro horas de camino...

Proseguimos la ruta hacia Lyon. Marta durmiendo a pierna suelta, con el asiento reclinado de nuevo y los pies puestos sobre el salpicadero. Pongo la radio francesa -una emisora de música clásica- y la dejo dormir sin agobiarla a preguntas. Ya tendremos tiempo. De vez en cuando, le echo una ojeada... A sus pies, a sus deditos pintados de azul...A sus pantorrillas de montañera, a sus piernas recién depiladas (qué curiosa que era Marta, años sin depilarse ni las ingles ni los sobacos y en cambio detestaba llevar las piernas peludas...curioso)...A sus pechos que despuntan entre las mallas del suéter...Le meto mano discrétamente, conciente de hasta qué punto mi mujer me pone a mil...

Voy tragando kilómetros. Marta, de vez en cuando, se despierta, me dedica una sonrisa de las suyas o me acaricia la pierna, y se vuelve a dormir. Cuando ya estamos cerca de Lyon, se despierta definítivamente y me pide que me pare pues tiene unas ganas locas de orinar y quiere también cambiarse... Detengo el coche en el área justo antes del peaje de Vienne. Bajamos del coche y Marta abre el maletero:

  • ¡Qué bien! Me has cogido el vestido negro...

Lo coge, así como unas bragas limpias y unos zapatos tipo ibicenco, también negros. Se va a los aseos y a los cinco minutos vuelve al coche. Se planta ante mí, se da una vuelta a lo top model:

  • ¿Te gusto, así? -me la miro de la cabeza a los pies. El vestido tiene todo lo que hay que tener para resaltar su rolliza figura: corto como una mini-falda, de tirantes sin mangas y muy ajustado al torso y al pecho.

  • A mí, Marta, me gustas siempre... -observo sinceramente.

Me da un beso y se sube al coche. Vuelvo a coger el volante. Quiero saber lo que ha pasado antes de llegar a casa de Javier y Maite. Pero es ella la primera en hablar, justo cuando arrancaba:

  • ¡No veas como tengo el chichi, Coni! ¿Quieres verlo?

  • No, Marta... Ahora no...

  • Sólo un segundo... ¡Mira, mira! -Marta aparta con sus dedos la tela de la braga, separando los muslos...y acabo mirando, cómo no.

  • ¡Ooostia! -deslizo una mano hasta tocárselo con la yema de los dedos. -Nunca te lo he visto así... -su rajita estaba una vez más mojada, muy mojada. -¿Te duele? -tiene los labios menores exageradamente hinchados, ensanchados, pomposos, muy rojos.

  • Eso es lo más curioso, amor... No me duele. Supongo que le he dado demasiado trabajo a mi conejito, ¿no crees? -me aparta la mano y vuelve a poner la braga en su sitio.

  • OK... Yo conduzco calladito y tú me cuentas cosas...

  • Trato hecho. ¿Por dónde empiezo, Coni?

  • Puedes empezar por no llamarme más Coni... Y menos en presencia de los tíos que te cepillas... A menos que quieras que yo te llame "Mari-Puti".

  • ¡Ji, ji, ji! ¡Bueeenooo! Te llamaré "sodomizador de camioneros" o "come-pollas" -pero no había en el tono de su voz intención de ofenderme; diría que al contrario, porque se apresuró en añadir: - Iván... No puedes ni imaginarte hasta que punto me gustó ver lo que le hacías... Me hubiera gustado tanto que te quedaras a dormir con nosotros...

  • Confieso que a mí también me encantó verte de esa manera... Lúbrica, guarra, totalmente desinhibida... ¿Cuántos orgasmos tuviste, Marta?

  • ¿Tan importante es eso, Coni? ¡Uy, perdón, señor!

  • Si tenemos en cuenta que conmigo tienes tan pocos... Pues sí, es importante...Sí...

  • ¡Ay, no sé...muchos! Cinco...Seis...

  • ¿Con los gendarmes...también?

  • Eres masoca, Iván... Ya te dije que había fingido uno...Y al otro únicamente se la chupe... -me la miro incrédulo y comenta riéndose: -¡Tío, que no soy la Linda Lovelace esa! -y como sigo mirándola de reojo sin creérmela, me espeta con sarna: - Está bien... Con el nazi...Me corrí...Sí...

  • ... -acaba de ver la pancarta "Lyon 12 kms"

  • La verdad es que me trabajó muy bien el culito...-ya la tengo otra vez metiéndome mano al paquete; ya la tengo otra vez bien tiesa- ...y me toqué aquí, ¿sabes? -con la otra mano me indica dónde se había tocado- ¡Ummm! Y no tardó en venirme...Mmmm...Como cuando me comes el chuchi en la playa...

  • Ya... -le aparto la mano de mi paquete- Total: uno con el gendarme y cinco con Paco...

  • Nooo... Uno fue contigo... ¿ya no te acuerdas? Cuando jugaste conmigo a "tocólogo" -de reojo, vi como se muerde el labio inferior- ...¡Qué pasada!

  • No cambies de tema, Marta... -otro vistazo a su entrepierna; se está acariciando el coño por encima de la braga-... yo sólo te conté dos mientras estuve en el camión...

  • ¡Mira! ¡Ya llegamos! Coge la desviación de la derecha... A 2 kms...

  • ¿Y...? -Marta busca en su bolso un papel en el que había anotado las indicaciones que Javier le dió por teléfono.

  • Llegaremos a las afueras de Lyon...

  • No... te preguntaba que porqué no me salen las cuentas...

  • ¡Joder, cariño! Porque seguimos follando toda la noche... porque me comió el coño de maravilla...porque ese tío, al que no volveré a ver en mi vida, me llevó al cielo... ¡Sortie 12! ¡Por aquí...!

  • ¿El solamente...? ¿O algún que otro robusto camionero se unió a la jodienda?

  • En la cabina... Sólo él y yo... Después del peaje, dirección Lyon y la primera a la izquierda...a unos tres kilómetros.

Nos paramos en la cabina del peaje. Bajo al máximo la ventanilla y le entrego la targeta a un chico que me parece muy joven. Marta me ha vuelto a poner la mano sobre mi bragueta. El jovencito se percata y al devolverme el cambio se inclina hacia delante sacando medio cuerpo fuera de su garita. Quiere ver a quien pertenece esa mano, supongo, y de paso se regala la vista con el muslamen de mi mujer:

  • Bonjour! -le suelta Marta alégremente, sin dejar de sobarme la polla. La barrera se alza y acelerando le digo a mi esposa calienta-braguetas:

  • ¿Quieres que me pare y le haces una mamadita a él también?

  • ¡Cómo eres, Iván! Ahora, no... que nos esperan...Pero a la vuelta... ¿Quién sabe?

Llegamos a su casa que ya son cerca de la una de la tarde, con casi doce horas de retraso. Nos recibe Javier -torso desnudo, bañador tipo bermudas, gafas de sol y sombrero de paja.

  • ¡Hombre, bienvenidos! ¡Llegáis justo a la hora de comer! -exclama para acto seguido abrazar calurósamente a mi esposa dándole un beso en todos los morros.

  • ¡Hola, Javi! ¡Cuántas ganas tenía de veros! ¡Déjame verte! -se separa medio metro de él y se pone a silbar admirativa: - ¡Jopeta...qué guapo estás!

  • ¡Gracias, mentirosa! ¡Tú sí que estás guapa! ¡Cómo siempre, vamos!

  • Te presento a Iván, mi marido.

  • ¡Encantado! -dice Javier tendiéndome la mano.

Debo aclarar que Javier y Maite eran amigos de Marta de la época en que vivía con Jaime, el fotógrafo. Me había hablado bastante de ellos al principio pero desde que estaba conmigo, hasta ese día, solamente los había visto un par de veces que subió sola a Lyon. Era pues la primera vez que yo los veía.

  • ¡Pasad, pasad! Yo voy a ocuparme de la barbacoa... ¡Que no se queme la carne!

  • ¡Hum! Ya la huelo desde aquí... ¡Qué hambre tengo!

  • Pues, suerte que nos has llamado esta madrugada...ya empezábamos a pensar que no vendríais...Por cierto, ¡vaya horas de llamar! ¡Menudo susto nos has dado!

Marta se me acerca, me pide que me baje un poquito y me murmulla al oído:

  • Lo ves, capullín... No sólo me he pasado la noche follando... -y dirigiéndose a Javier: - ¡Ya, lo siento! Es que hemos tenido algunos problemillas en la frontera...

  • Bueno, lo más importante es que ya estáis aquí... Pasad a la terraza... Maite está tomando el sol en la piscina...

Javier era dentista y se ganaba muy bien la vida. Se notaba. Vivían en una torre de una sola planta, en un pueblo residencial a las afueras de Lyon... Con piscina y jardín, lo que en aquella época estaba reservado a la gente que tenía pasta.

  • ¡Hola, pareja! -exclama Maite al vernos llegar a la terraza.

Está tumbada en una tumbona de plástico acolchada. Se levanta y viene hacia nosotros. Tengo tiempo para observarla con detenimiento. Lleva puesto un bikini estampado. No tiene apenas tetas. Bastante alta, delgada, morena, con el pelo recogido con una pinza encima de la cabeza. Se quita las gafas de sol y me sorprenden sus ojos saltones, muy oscuros y ligeramente bizcos. Pero más me sorprende que bese a Marta como su marido, en la boca:

  • ¡Uf, Martita! ¡Qué ganas tenía de verte! -y mirándome: - ¿Este es el tesoro que nos tenías escondido, malvada?

  • Tesoro...tesoro... No exageremos... -dice Marta fingiendo una seriedad que nadie se creía.

Nos damos un par de besos en las mejillas. Toda ella huele a aceite bronceador. Tiene la piel muy morena y parece muy suave.

  • Marta me ha hablado muchísimo de ti... -explica cogiéndome las manos- ...Me ha dicho maravillas de ti... -añade con un toque sensual en su voz, mucho más dulce y aguda que la de Marta.

  • ¡Ah, vaya...! -consigo decir un poco sorprendido por aquel recibimiento.

  • ¿Tenéis hambre? -pregunta Maite cambiando de tema y soltándome las manos.

  • No te lo puedes ni imaginar... Apenas hemos comido nada desde hace un montón de horas... -le comenta mi esposa, sentándose en una silla de mimbre que junto con otras tres circundaban una mesa de exterior con un parasol abierto.

  • Bueno, Marta ha comido un poco más que yo... -sugiero mirando a nuestra anfitriona fijamente a los ojos. Una sonrisa picarona se le dibuja en la cara. Mi polla reacciona en el acto, enderezándose bajo mis pantalones.

  • Ya se ve que habéis pasado una noche agitadita... Luego nos lo contáis, ¿vale?

  • ¿Todo, todo? -pregunta Marta con cara de niña traviesa.

  • ¡Uf, esto promete! -exclama Maite. - ¿No os apetece un bañito en la piscina? -nos la miramos sin saber qué contestar. -Sí, ¡Va! Y mientras os preparo un buen aperitivo para entrar en boca...

  • Es que no hemos cogido los bañadores... -digo tristemente. Maite duda unos segundos para acabar diciendo:

  • A ti, Iván, Javier puede prestarte uno de los suyos...Pero a ti, Martita...-y se pone las manos sobre sus pechitos- ...no creo que mi bikini te tapara gran cosa...¡ji, ji, ji!

En estas, llega Javier a nuestro lado. Lleva una bandeja con una botella de champagne, cuatro copas y varios platitos con cosas para picar.

  • Eres un sol, Javi -le dice su mujer. -Les estaba diciendo que se dieran un bañito...pero no han traído bañador...

  • Bueno... No pasa nada... ¿Verdad que los viejos no están este fin de semana? -pregunta Javi mirando hacia el jardín vecino, separado del suyo por una valla de arbustos de un metro de altura.

  • No, no están... -medio riendo- ... Es que son unos fisgones... Si queréis y no os da corte...

Marta y yo intercambiamos sendas miradas. A mi esposa, tomar el sol en pelotas no le importa en absoluto. Y a mí...pues, un poco sí... Creo que acarreo un sentimiento de inferioridad por el hecho de no tener un cuerpo atlético ni una polla merecedora de "oh" admirativos. Maite se da cuenta de que dudamos:

  • Je, je... Yo me pongo siempre el bikini porque el vecino de al lado no para de sacar la cabeza para decirme cosas...Pero por mí no os cortéis...

En ese momento, yo todavía no conocía la naturaleza de las relaciones que unían a Javier y Maite con Marta. Sólo sabía que eran muy amigos de cuando mi esposa vivía con Jaime... Durante ese fin de semana me enteré de muchas cosas. Por ejemplo, de que Javier y Jaime eran amigos desde el instituto, y que continuaron siéndolo cuando conocieron casi al mismo tiempo a sus respectivas compañeras. A pesar de vivir en ciudades distintas, se veían muy a menudo e incluso llegaron a ir de vacaciones juntos. La compenetración era total. Tanto que no tardaron en practicar el "intercambio" de parejas... Y también, que Maite era bisexual...Todo esto lo supe más tarde, claro.

  • No digas tonterias, Maite -la riñe su marido- ...He sido yo que te he pedido que te lo pusieras...- prosigue a la vez que abre la botella y llena las copas.

  • ¿Y eso por qué? -pregunta Marta,  curiosa, cogiendo la copa que le tiende Javier.

  • Bueno... A ti ya te conocemos...Pero a Iván, no... ¡Qué iba a pensar si la anfitriona le recibía desnudita como Eva en el paraíso!

  • ¡Qué burro que eres, cielo! -exclama Maite. Y compruebo con satisfacción que me mira de soslayo y que enrojece un poquito.

Brindamos, los cuatro de pie, en una atmósfera cargada de sobrentendidos. Devoramos en un santiamén las tapillas que hay en los platos y nos bebemos casi de un trago el fresco y delicioso néctar de las viñas de Champagne. Marta, más desvergonzada que nunca, se gira y le pide a su amiga que le baje la cremallera del vestido. Esta, no sólo se la baja sino que la ayuda a sacarse el vestido deslizándoselo hasta los pies, acariciándola de paso...Marta se queda de espaldas a nosotros, con el tanga puesto, que era como si no llevara nada...

Lo primero que pienso es que apenas llevamos diez minutos en aquella casa y Marta ya está haciendo de las suyas, calentando al personal.

  • ¡Vaya culazo que se te ha puesto, amiga! -vitorea Maite dándole unas palmaditas cariñosas en las nalgas.

  • Cincuenta y cinco kilitos... ¡Bien repartidos! ¿No? - Marta se da la vuelta, y a su vez se da una palmada en su prominente vientre.

Nuestras miradas, las de los tres, coinciden en el mismo punto: sus voluminosas tetas, con sus aureolas oscuras contraídas y los pezones tirantes. Observo como Javier se la mira sin esconder su deseo y me entran ganas de decirle que no se preocupe que seguro que se la podrá cepillar sin problema.

  • ¡Unas tanto y otras tan poco! -profiere Maite entre risotadas- Suerte que el amor es ciego...-concluye dirigiéndose a su marido.

  • Tú tienes un cuerpo muy bonito, Maite...-me sorprendo a mí mismo lanzándole este piropo improvisado.

  • ¡Uy, qué monino! -me pellizca la mejilla- Servidora, cuarenta y ocho kilos por un metro y setenta centímetros. -Proclama dándose unas vueltas como si fuera una modelo de pasarela.

Maite no me gusta especialmente. Está demasiado delgada para mi gusto: poco culo, poca teta, poco muslamen. Sin embargo, hay algo en su actitud, en el dulzor de su voz, en el fulgor estrábico de sus ojazos que me pone como una moto.

Al lado de la piscina hay una ducha; para quitarse el sudor antes de meterse en el agua. Pronto se oyen los grititos de Marta:

  • ¡La virgennnn! ¡Está helaaaadaaaa!

  • Pero...¡Sácate las bragas, nena! -le sugiere Maite.

  • ¡Valeee! ¡Joderrr, qué fríaaaa!

Marta se saca el tanga y su hirsuto felpudo aparece ante nuestros ojos. Javier se la come con la mirada y sonriendo satisfecho se va de nuevo para ocuparse de la barbacoa. Maite me invita a que me desnude también, lo que hago sin tardar, pero quedándome con los calzoncillos puestos. Tengo la verga morcillona y me da corte despelotarme ante Maite. Entre tanto, Marta se ha tirado de cabeza a la piscina y retoza en el agua como una sirena regordeta, pidiéndonos que nos unamos a ella. Maite le hace gestos negativos con la mano. Y volviéndose a mí, me dice:

  • ¡Sácatelos, hombre! Con el pedazo de hembra que tienes como esposa, no me extraña que se te empalme a la primera de cambio.

  • ¿Y tú, Maite? ¿No te desnudas? -le pregunto al mismo tiempo que me bajo el eslip y mi polla salta erguida con su capullo reluciente.

  • ¡Uauuu, chico! ¡Bonita herramienta!

  • ¡Métete en la ducha, Coni! ¡Je, je, je! ¡Ya verás como se vuelve gusanito rápidamente! -profiere Marta apoyada en el borde de la piscina.

Maite me agarra la verga y la aprieta suavemente. El contacto con la piel suave y caliente de su mano, termina de ponerla tiesa. Me la menea unos segundos mientras me dice:

  • No... No me desnudo...Yo voy a preparar las ensaladas...Y os traigo unas toallas...

  • Lástima -le digo, acompañando con mi mano el movimiento de la suya-...lástima.

Me guiña uno de sus ojos saltones y me suelta. Olvidando el trámite de la ducha fría, me tiro de cabeza a la piscina con la sana intención de calmar mi erección en el coño de mi amada esposa.

  • ¡Te voy a follarrrr! -grito en el agua, nadando hacia ella y cantando la musiquilla de "Tiburón".

  • ¡Socorro, Socorro! ¡Un tiburóóónnn! -chilla ella intentando alejarse de mis garras de depredador. En vano.

  • ¡Te pillé, sirenita!

  • ¡Ahhhh...quieto monstruoooo!

Estamos en la parte profunda de la piscina. Nuestras artes nadatorias son muy limitadas como para hacer ejercicios gimnásticos a lo Esther Williams. Nos limitamos a meternos mano evitando tragar agua. Con los pies voy palpando hasta que toco el suelo. Hago que Marta se abrace a mí, abriendo las piernas. La penetro facilmente. Su coño está completamente lubrificado. Nuestros sexos ya habían practicado un montón de veces la copulación acuática. Aunque nunca en una piscina.

  • ¡Oaaahhh! ¡Qué bueno, amor! ¡Cómo me gusta que me tomes así! ¡Cómo me gusta ver que te sigo poniendo cachondo! ¡SIIII, ASIIII, JODEMEEE!

  • ¿Ya  no te duele el chichi, cari?

  • ¡Síiii... muchooo! Un dolor... ¡insoportableee!

Levanto la vista hacia la casa. Maite -que se ha puesto un pareo- está poniendo la mesa, sin perder de vista el numerito que le ofrecemos, y a pocos metros de ella puedo divisar la espalda desnuda de Javier perdida entre la humareda de la barbacoa. Me fijo que le dice algo a su marido y que éste se gira hacia nosotros, con unas pinzas en una mano y las dos enguantadas.

  • ¡Mira, Marta! ¡Míralos! -le digo sujetándola por las nalgas y volteándome para que pueda verlos. - Parece que no sólo me pones cachondo a mí...- Maite le ha sacado la polla y se la chupa gustosamente.

  • ¡Aaaamorrr! ¿Qué me pasa? Estoy tan...tan... ¡Ooohhh!...

  • Tan enamorada de mí... -le susurro llanamente clavándole la polla tan hondo como me es posible.

  • ¡Tan calienteeeee! ¡Síiii! ¡Qué dura la sientooo! ¡Correte, correte, correteeeee!

  • ¡MIERDAAA! ¡Que se quema la carne! -nos llega sin interferencias el grito de Javier.

A mí se me cortan las ganas de eyacular y me entra la risa al ver como Javier se da media vuelta dejando a su mujer en cuclillas y con la boca abierta. Pero para Marta es una interrupción ideal. Se desentiende totalmente de los problemas "culinarios" de nuestros anfitriones, se aferra con fuerza a mis hombros y con la verga hundida hasta el fondo, se pone a frotarse el coño frenéticamente contra mi pubis... y a chillar, a berrear como lo había hecho la noche anterior con Paco:

  • ¡JAU, JAU, JAU, JAU, JAU... JAAAAAAAAAAAHHHHH!

  • ¡Me corroooo, Marta, me corroooohhhh!

  • ¡Siiii...lléname...Aaahhhh!

Maite se ha acercado al borde la piscina, con dos toallas colgadas de su brazo. Contempla con avidez nuestro abrazo copulatorio. Yo me siento completamente exhausto. Necesitamos comer y hacer una buena siesta. Recuperar fuerzas. Estoy convencido que me van a hacer mucha falta.

Estamos unos diez minutos tumbados sobre la hierba, secándonos al sol, adormecidos como lagartijas. Tras ese breve descanso, nos revestimos y nos unimos a nuestros anfitriones. La frugalidad del almuerzo, el poder embriagador del vino de la Côte du Rhone, la picardía de las miradas que nos dedicamos, la sensación de complicidad erótica que se ha instalado espontáneamente entre nosotros, todo ello hace que sea un momento agradabilísimo...Un momento que no puede terminar de otra manera:

  • ¿No teniais algo para nosotros? -pregunta Maite que por el efecto del alcohol se le han extraviado aun más los ojos.

Marta extrae de su bolso el preservativo con las dos barritas de "chocolate". Se lo da a Maite y antes de que ésta ni Javier puedan preguntar nada, se pone a contarles sus aventuras aduaneras. La temperatura erógena sube de diez grados en un abrir y cerrar de ojos. Marta se toma el recital de sus andanzas de ramera improvisada muy a pecho, llenándolo de detalles que antes no me había contado y que dan a entender que se lo había pasado bomba con los dos gendarmes. De vez en cuando, Maite le suelta un "¡Qué puta que eres!" que Marta se toma muy bien, como si le dijera "Cuánta razón tienes"...

Mientras tanto, Javier nos hace una demostración de cómo liarse un petardo digno del mejor rastafari. Lo enciende y lo va pasando. Las risitas del colocón no tardan en aparecer y con ellas las ganas de sexo. Pero la mesa es de grandes dimensiones y estamos sentados de tal manera que no podemos tocarnos. Marta, para variar, rompe el inconveniente de la distancia, levantándose, cogiendo el cogín de su silla, y se arrodilla ante las piernas de Javier:

  • ¿Puedo, amiga? -le pregunta a Maite. Esta, abriendo y cerrando sus ojazos de rana y medio tapándose la boca con su delicada mano, le contesta:

  • ¿A mí me lo preguntas? ¡Qué buena eres, Marta! Como has visto que antes le he dejado a medio mamar... ¡Pobrecito!

Y yo que me pensaba que con éstas, Maite haría lo propio conmigo. Pero no. Imitando a mi esposa, se arrodilla junto a ella. Javier se baja los pantalones y los calzoncillos y se deja hacer. Su miembro, de un color granate oscuro, todavía no ha alcanzado la erección, y me parece -regocijándome para mis adentros- que tiene una pilila más pequeña que la mía.

  • ¿Y yo qué? -me quejo en voz alta.

  • Tranquilo, Iván... -me contesta jocosa- ...Pronto llegará tu turno. ¡Vamos, amiga! Te cedo el honor de empezar los postres...

Marta. Villa "Los nenúfares" (afueras de Lyon). 16h15 min.

Cómo los había echado a faltar. Pero ahora ya estábamos aquí. Y de qué manera. Presiento que esta vez será mucho más fuerte que los dos anteriores fines de semana que pasé con ellos. Y no lo digo por ellos, sino por mí... Desde lo que ocurrió ayer en la frontera y luego con los camioneros, me noto muy distinta. Me noto en estado permanente de calentura. Es como si se hubiera desatado una tempestad en mis entrañas. Es como si tuviera el coño abierto en permanencia, como una boca de labios hinchados y rojizos, soltando sus jugos sin cesar. Mi clítoris se inflama al mínimo roce, y con sólo acariciarlo, mil descargas orgásmicas me recorren el espinazo...

Me siento más mujer que nunca. Me veo en los ojos de todos los hombres, atractiva, hermosa, pletórica...lúbrica...Puta...Sí. Una puta que quiere follar, follar y follar hasta perder el aliento... Iván es y seguirá siendo mi hombre, mi marido, mi amante...Pero ya no lo necesito, ya no lo quiero en exclusiva... Deseo joder con quien se me ponga a tiro. No quiero sentirme ni un segundo insatisfecha. Y ahora sé que lo tengo todo para satisfacer a cualquier hombre sobre la faz de la tierra... Todo.

Voy a comerle la polla a Javier. Ver cómo me miraba mientras me duchaba me ha puesto a mil. Las miradas que me lanzaba mientras les contaba cuanto había gozado siendo sodomizada por el gendarme, follada repetidas veces por desconocidos ofreciéndoles todos mis agujeros, llenándome de lefa caliente por todas partes...Sus miradas y las de Maite... No sabe nada, Iván... No sabe que Javier ya me ha gozado un montón de veces...Que Maite y yo nos hemos amado hasta la saciedad... ¿Cómo podría conformarme con un sólo hombre si puedo tenerlos todos?

Ahora Maite se pone en cuclillas a mi lado. Busca mi boca. Quiere compartir la golosina conmigo. Le lamemos la verga al unísono, yo el capullo, ella el tronco y los huevos. Intercambiamos y nos comemos la boca, una a la otra. Deslizo una mano hasta su coño. Se ha desprendido de su bikini. Lo tiene chorreando y peladito. Le pellizco esos labios vaginales que tiene, como alas de mariposa, se los despliego, se los abro. Le hundo un dedo hasta el fondo. Sus ojos de bizca se quedan en blanco. Le meto la lengua hasta la campanilla. Javier se impacienta; quiere correrse en nuestras bocas, en nuestras caras.

De reojo observo al pobre Iván. Se ha sacado la polla y se la está cascando sin perderse detalle. Como ayer por la noche. Podría asegurar que le gustaría unirse a nosotras, comerle el rabo a Javier como se lo comió a Paco. No me esperaba que Iván fuera así, pero la verdad es que me encanta. Le meto un segundo dedo a Maite y la follo con la palma de la mano, frotándole furiosamente el clítoris. Un clítoris prominente, grueso como una aceituna. Se me va a correr enseguida, lo noto, me está dejando la mano chorreando de su caldo. Le voy lamiendo el frenillo a Javier. La polla se le entumece, vibra...está a punto de correrse.

Maite se pone a gritar como una posesa. Tiene una forma muy peculiar de correrse: un chillido agudísimo, entrecortado, como una rata...Los ojos le salen de sus cuencas. Su mano se apoya en la mía, presionándola para que aumente la potencia de la paja. Entra en una especie de trance orgásmico y su chillido se hace ensordecedor. Pierde el equilibrio, se cae de culo y mis dedos se salen de su coño.

Casi al mismo tiempo, un chorro de lefa espesa y caliente surge de la polla de Javier estrellándose en mi cara. Mi boca atenaza su capullo para que se vierta en mi garganta. Me trago su leche que me sabe a gloria. Iván ya no aguanta más y se vacia, por tercera vez en lo que va de día, sobre mi cara. Me río. Maite no tarda en lamerme la frente, las mejillas, los ojos...Allí donde encuentra el néctar blanquecino, su lengua lo recoge, sin tragárselo. Sus labios se sellan a los mios y su boca derrama en la mía el cocktel espumoso de saliva y esperma. Lo absorbo, lo deleito, lo engullo...Y su larga lengua sigue hurgándome el paladar. ¡Qué feliz soy!

Iván. Villa "Los nenúfares". 16h 45min.

Javier nos ha acompañado hasta la que será nuestra habitación para que podamos hacer una buena siesta. Marta, con esa facilidad suya tan sorprendente, se ha despojado del vestido, se ha metido en la cama y ya la tengo roncando. Hago lo propio pero sin conseguir dormirme. Me pongo a pensar. Y vuelvo a recordar a mi tía Azucena... En aquel famoso día de mi quinceavo cumpleaños...

"Mi tía fue a abrir. Yo me quedé plantado en medio del salón. La erección, tal como había llegado, había desaparecido:

  • ¡Ah, eres tú! ¿Pero no era mañana que tenías que venir?

  • Si...Si... Mi papa me ha dicho que mañana cierra la tienda...

  • Pasa, pasa...

Mi tía entró en el comedor acompañada de un joven que reconocí enseguida. Era Berto, el hijo del señor Ramón, el del Spar -el supermercado del barrio-. Era un gigantón, muy corpulento, pero retrasado mental. Siempre iba vestido con un mono azul marino -de mecánico- ya fuera invierno (con un jersei por debajo) o verano (sin nada).

  • Hola -dijo al verme. Sostenía en sus brazos un voluminoso cartón con las compras de mi tía.

  • Deja esto aquí, Berto -le indicó Azucena- ...Estábamos celebrando el cumple de mi sobrino -añadió guiñándome un ojo.

  • Oh... Perdone señora Azucena...

Pensé eufórico que iba a marcharse. Pero enseguida me di cuenta de que las cosas irían de otra manera. Mi tía me pidió que la acompañara un segundo a la cocina:

  • Querido... lo siento... Debes marcharte, ahora... Berto y yo tenemos que pasar cuentas.

  • Tata... Estábamos tan bien... -expresé casi llorando.

  • Chuuu...No, no, no... -murmulló acariciándome la cara. -Tu tata seguirá aquí, esperándote... -y metiéndome mano en la bragueta, concluyó:- Y acabaremos de celebrarlo, ¿vale?

Volvimos al salón. Recuperé mi disco y me despedí. Algo en la cara de Berto, una especie de brillo animal en sus ojos de retardado me hizo suponer qué tipo de cuentas iban a pasar. Le di un beso en la boca a mi tía para demostrarle al mozo que yo pintaba algo en aquella fiesta. Y me fui para el vestíbulo diciéndoles que no hacía falta acompañarme. Abrí la puerta del piso, hice ver que salía y cerré la puerta de un sonoro portazo. No tardé ni cinco segundos en oir a mi tía:

  • ¡Berto, Berto! ¿Tantas ganas tenías de hacer cositas con tu "chucha"?

  • Mucho, mucho, mucho...

  • Yo también, grandullón...¡Que me vuelves loca! ¡Vamos, sácate el mono!

Sólo podía escuchar. Inmovilizado en el vestíbulo, sin querer arriesgarme a que me vieran, dejaba que la curiosidad me consumiera. Entonces, se me ocurrió estirarme en el suelo y a rastras llegar hasta el salón, pegado a la pared. Saqué un poco la cabeza y los vi...

Berto se había quitado el mono y permanecía plantado en medio del salón, totalmente desnudo y de espaldas a mí. Tenía una espalda impresionante, un enorme trapezio repleto de músculos...Y unas nalgas abombadas, salientes como globos... No veía a mi tía, tapada por esa masa de carne tersa...Sólo veía sus manos como recorrían aquella espalda hasta depositarse firmes en los glúteos de Berto. Y, de pronto, el sonido de succión... Mi tía profiriendo un ruido gutural y líquido...Mi dulce azucena chupándole la verga al bienaventurado de Berto.

  • ¡Chuchaaaaa! ¡Qué buenoooo, chuchaaaaa! -jadeaba el tarado, con las uñas de mi tía clavadas en su culo.

  • ¡Ojjjj! ¡Ajjjjj! -carraspeaba mi tía intentando respirar sin dejar de comérsela.

Estuvieron así un par de minutos. Sentía una insidiosa curiosidad para ver qué polla se gastaba el maromo, para ver cómo se las arreglaba mi tía para mamársela...De ella, sólo veía parte de sus piernas, sus rodillas, flexionadas en aquella incómoda posición.

  • Túmbate en el suelo -le pidió dulcemente mi tía; ella se incorporó y se sacó las bragas, sin dejarme tiempo para ver su maravilloso felpudo.

  • ¿Vamos a jugar a "caballitos"? -preguntó Berto, feliz como un niño con zapatos nuevos, sujetándose a dos manos su chorizo de cantimpalo.

  • ¿A eso has venido, no, mi Bertín? -preguntó a su vez Azucena,  sentándose a horcajadas sobre su falo, empalándose en él. - ¡Aaaoooojjjj! ¡Santoooo dioooossss! ¡Qué locuuuuraaaa!

  • ¡Arre, arre, arreeee! -gritaba jocoso el retrasado como si estuviera montando a una jamelga.

  • ¡Hiiii, hiiii, hiiiii! -mi tía botaba sobre él sujetándose las tetas, relinchando de placer. - ¡Daleeee, daleeee fuerteee a tu chuchaaaa! ¡Hazme gozaaaarrrr!

Yo me iba tocando por encima del pantalón...hasta que no aguanté más y me corrí. Ellos seguían jodiendo sin parar, en la misma posición, con mi tía sentada sobre aquel cuerpo musculoso, botando como un cowboy en la doma de un potro salvaje. Yo sentía avergonzado como se me empapaban de lefa los calzoncillos y empecé a tener unas ganas enormes de salir corriendo.

Y fue entonces cuando ella me vio. Descubrió mi carita descompuesta, a ras de suelo, y comprendió que me había corrido viendo como aquel gigantón border-line se la follaba. Y dibujó en su rostro desencajado por el placer, la sonrisa más lasciva que haya visto en mi vida.

  • ¡Me corroooo, Bertoooo, me corrooooooooo! -fuera del corsé que ya no podía contenerlas, sus dos impresionantes y lechosas tetas se bamboleaban en todas direcciones.

  • ¡Juuuuuuuuuuuaaaaaaaaaahhhhhhhhh! -berreó el bruto de Berto, queriendo indicar que él también se estaba corriendo.

Cuando hice el gesto de levantarme e irme, Azucena me miró fijamente y me señaló con la mirada el pasillo que conducía a su habitación. ¿Pretendía que la esperara en su cuarto? Se lo pregunté con la mia, de mirada, y corroboró con un rápido movimiento de su cabeza.

Sigilosamente, me levanté y me fui hacia el pasillo. Entré en su habitación, llena de luz, con los ventanales abiertos de par en par. Me senté en la cama y esperé. En la cómoda, el retrato de mis tios el dia de su boda me observaba con descaro. Me sentía extraño. Nada estaba ocurriendo como me pensaba.

Cinco minutos después, oí la puerta del piso. Mi tía llegó enseguida a su habitación. Soberbia. Más guapa que nunca. Me hizo levantar y se fijó en la mancha que mancillaba acusadora mis pantalones:

  • ¡Ay, ay, ay... mi Iván! Mira cómo te has puesto.. -me riñó tiernamente, acariciándome el pelo. Me tendió una de sus manos: -¡Anda, ven! Vamos a lavarnos...

Me cogió de la mano y la seguí hasta el cuarto de baño. Una vez dentro, me despojó de toda mi ropa con suma delicadeza. Se quedó con mis calzoncillos pringados en la mano y me hizo meter en la bañera. Yo la miré hacer en silencio, tapándome mis vergüenzas -reducidas a su mínima expresión-. Cogió una esponja y me limpió con ella la baba de mi corrida. A continuación, abrió la ventana y tendió los calzoncillos y los pantalones al sol. Cerró la ventana y dándome la espalda me pidió que le desabrochara el vestido. Este cayó hasta el suelo dejando a mi tía completamente desnuda. Y ella se quedó unos segundos quieta, dejando que la contemplara...

Azucena tenía la piel muy blanca. Era bastante ancha de hombros y tenía una espalda de líneas muy finas que se estrechaban hasta su vientre para ensancharse de golpe en dos poderosas caderas y en un culo dotado de unas nalgas esplendorosas, tersas y altivas para su edad... Cuando se giró, casi me quedo sin aliento. Ella observó mi cara de sorpresa y sonriéndome me dijo:

-  Ahora ya estamos los dos desnudos... Ahora ya me ves como a una vieja...

Sus senos lechosos colgaban esponjosos, surcados por mil venitas azules. Incluso la areola de sus pezones transparentaba el flujo sanguíneo hasta su epicentro: dos garbancitos rosados. Su vientre, ligeramente hinchado, estaba coronado por un ombligo saltón. Más abajo, aparecía su monte de venus, recubierto triangularmente por una fina capa de vello oscuro, que se hacía más densa al llegar al inicio de su raja.

  • No, Tata... Te veo magnífica... -le dije siguiendo con mis manos como taparrabos.

Me pellizcó la mejilla y se desplazó hasta la altura del bidet. Se sentó en él, con los muslos muy separados. Hice ademán de girarme para respetar su intimidad pero ella me cortó por lo sano:

  • ¡Mira, Iván! Puedes mirar cuanto quieras...

Y miré. Y tanto que miré. Sus dedos abriendo su vulva, lo primero que vi fue surgir un chorro dorado de su coño. Mi tía se mantenía erguida para que yo no me perdiera detalle. Meaba mirándome fijamente, mordiéndose suavemente el labio inferior, soplando de alivio:

  • ¡Uf, qué ganas tenía! - exclamó abriendo el grifo y agarrando la misma esponja con la que había limpiado mis calzoncillos. -Enseguida estoy por ti, cielín... Pero antes quiero dejarte mi chochito bien limpio...

Se enjabonó el coño brevemente con la esponja y acto seguido se lo enjuagó echándose agua fresca con la palma de la mano. Se lo abrió exagerádamente ante mis narices. Todo él era rosado y delicado. En contraste con la oscuridad que se intuía en el centro de sus nalgas:

  • ¡Hummm, qué fresquita que se me ha quedado la almejita!

Sin secarse, se levantó y vino a ocuparse de mí. Me apartó suavemente las manos de mi sexo y lo cogió como un pajarito herido en las suyas. Me pidió que cogiera la ducha de teléfono y que se la pasara.

  • Tú déjame hacer a mí... -me dijo.

Medio minuto más tarde, mi polla había recuperado toda su turgencia. Y yo me sentía de nuevo en algún rincón del Edén. Pero con unas ganas de mear insoportables:

  • ¿Tata? Tengo mucho pis...

  • Hazlo, pequeño... No hay problema... -dijo sin soltarme la verga.

  • Es que si miras... No me sale...

  • ¡Ah, no...eso sí que no! -cesó de pajearme y me la apretó con fuerza- ¡Quiero verte mear! ¡Una buena meada para tu Tata! ¡Venga!

Por fin lo conseguí. Un potente caño de orina se puso a brotar imparable, estrellándose ruidosamente contra la cerámica blanca de la bañera:

  • ¡Hala, nene, qué meada! ¡Si pareces el elefante del zoo! -exclamó llena de entusiasmo.

Me dejó terminar, me la sacudió varias veces y con la ducha me la enjuagó descapullándola al máximo. Mi polla me parecía ridícula en comparación con el picaporte de Berto. Con Pedro, nos la habíamos medido. La suya, 15 centímetros. La mía, 14. ¡Vaya birria! Además, con el glande gordote como una pelotilla de ping-pong, parecía como si mi tía sujetara un "chupa-chups" .

  • ¡Mmmmm! -suspiré cuando se la metió en la boca. Me la comía a lengüetazos, mirándome con sus ojos avellana. -¡Mmmmm! -su hermosa lengua rosada me recorría todo el prepucio.

  • ¡Mmmm, qué rica! ¡Y qué dura está! ¡Ammm!

  • Con Berto... mmm... ¿lo has hecho muchas veces, Tata?- Se me ocurrió preguntarle.

  • ¡Qué fisgón! Sí, sobrinito... Muchas veces...

  • ¿Tanto te gusta? ¡Mmmm! ¿Tan sola te sientes, Tata?

-  Sí, Iván... Tu tío no me toca desde hace lustros... -dejó de mamar, se levantó, me hizo salir de la bañera y me llevó de nuevo para su habitación.

Me echó sobre la cama. Se dirigió a la ventana y corrió las cortinas. Se subió encima mio a horcajadas, como lo había hecho antes con Berto. Me cogió la polla con una mano y me la dirigió a la entrada de su coño. Me cogió mis manos y se las llevó a sus tetas:

  • ¡Apriétamelas fuerte, Iván! -lo hice y ella, de un golpe, se insertó mi verga hasta el fondo; -¡Sí, ajjj, sí....Mmmm! ¡Fuerteeeee, Iván, más fuerteeeee!

  • ¡Ay, Tata...qué calienteee! ¡Mmmm! ¡Está muy calienteeee!

  • ¡Disfruta, cielo! ¡Disfruta de tu tía Azucena! ¡Demuéstrale que ya eres un hombre!

Me estaba volviendo loco de gusto. Le estaba machacando sus esponjosas tetas, le estaba pellizcando los pezones, retorciéndoselos a su demanda, la estaba taladrando con furia juvenil...acicalado por sus miradas vehementes y lascivas, por sus comentarios groseros sobre mi virilidad...

  • Tataaaa... yaaaaaaa.... ¡YAAAAAAHHHHH!

  • Sí....Sí, amorrrrr... ¡Córreteeee dentro de mí! ¡Llénameeee!

Ella no alcanzó el orgasmo. Normal. Mi primera experiencia había sido demasiado impetuosa. Con un deje de tristeza en la voz, le pedí perdón por no haber sabido hacerlo mejor. Negó varias veces moviendo la cabeza de un lado a otro, se salió de mí y arrodillándose entre mis piernas, me limpió la polla con la boca:

  • ¡Qué buena eres conmigo! ¡Qué bueno lo que me haces!

Nos vestimos. Volvimos al comedor y nos comimos el pastelillo. Azucena aprovechó la ocasión para contarme la historia de Berto, el hijo de Ramón y Eugenia. De como creció sin madre puesto que la pobre Eugenia murió pocos meses después del parto. De como, años más tarde, Ramón se volvió a casar con Marisa y de como ésta le hacía llevar unos cuernos gigantes, acostándose con todo dios e incluso con su hijastro al descubrir lo bien dotado que estaba....

Un día, Julia, una vecina de mi tía que hasta entonces le había parecido una mujer completamente banal, madre de cinco hijos, le confesó que Berto era un chico muy servicial y que eran muchas las mujeres del barrio que hacían honor a sus servicios... Y Azucena lo probó. Y le gustó... Desde entonces, una vez por semana, Berto se follaba a mi tía dándole mil veces más placer que mi tío en los treinta años que llevaban casados.

Y yo, con mi tía, pues la verdad, estuve visitándola varios meses. A razón de dos o tres polvos semanales... La mayoría de las veces, me daba un baño y después, en su habitación, practicábamos todas las variantes que le apetecían a ella...En general, para empezar, me pedía que le comiera el chocho -una cuevita de labios pequeños y con clítoris del tamaño de una lenteja, diminuto pero ultra sensible- hasta que le llegaba el orgasmo...Entonces, satisfecha, se dedicaba a mí, masturbándome con la mano, con la boca, con sus tetas o incluso con sus pies...

Gracias de la juventud, en aquellas sesiones de dos horas, mi tía conseguía que me corriera tres o cuatro veces. Enardecida por mi vigor, no paraba de elogiar el caudal de mis eyaculaciones...Aunque yo sabía a ciencia cierta que las corridas de Berto la llenaban mucho más... Pero bueno, no me voy a quejar...

En uno de los últimos encuentros con ella, mientras le lamía el coño, arrancandole gemiditos de puro éxtasis, y uno de mis dedos le recorría el ojo del culo, me atreví a preguntarle:

  • ¿Ya lo has hecho por aquí? -presionando con la yema de mi dedo su inviolado orificio.

  • Sí, pillín...

  • ¿Con Berto?

  • ¡Ja, ja, ja! No... Ufff... No... Suerte tengo con él...

  • ¿Por qué?

  • Pues... Ay, qué preguntas me haces... Mmm, pero no te pares...sigue acariciándome con tu lengüecita...

  • Cuéntame, Tata... Por favor...

  • Ahhh...Mmmm... Buenooo... Ya sabes que Berto no es un hombre normal...Mmm...Quiero decir que mentalmente no funciona al 100 por 100... ¡Méteme el dedito, Iván! Sííí...asííí...poco a poco... A todos los hombres les encanta meterla por aquííí...Pero Bertooo... ni lo ...mmm... intenta...

  • Pero a ti te gustaría, ¿no, Tata?

  • ¡Dios, nooo! Me haría mucho daño...

  • ¿Y yo?

  • Iván...Iván...eso son palabras mayores...

Mi tía me interrumpió. Se deslizó a un lado de la cama y se puso a cuatro patas. Me abalancé sobre su trasero y le chupé con todas mis fuerzas el ano. Vi como con una de sus manos se masturbaba, preparándose mentalmente a mi primera penetración anal:

  • Es todo tuyo, Iván... Trátalo con cariño. Gózalo... Vamos...

Posicione la punta de la polla en su ojete y me quedé sorprendido de ver hasta que punto estaba contraído. No osaba empujar demasiado fuerte. No quería hacerle daño. Sin embargo, mi excitación era colosal...Ella me animó para que la penetrara...

  • No te preocupes, cielo... Cuesta un poco al principio...Mi culito se irá acostumbrando... Vamos... Ya la noto... Sí, cielo, dale fuerte a tu tata...

Vencido el temor a dañarla, presioné con más fuerza hasta que el ano se dilató lo suficiente para engullir mi polla, la punta primero y el resto inmediatamente después:

  • ¡Ooooffffff! ¡Ooouuuuaaaaauuuuu! ¡Ya está, cariño! ¡Oooooaaaaahhhhh!

  • ¡Ohhhh! ¡Te quieroooooohhhh!

Me corrí en su culo a la velocidad de la luz... Tres, cuatro embestidas y mi leche salió a borbotones perdiéndose en su recto. Mi tía me suplicó que siguiera follándola y consiguió, gracias a sus dedos, correrse casi justo después de que yo lo hubiera hecho.

A las pocas semanas de esta experiencia inolvidable, conocí a Isabel, una chica de 16 años, mi primera novia formal. Azucena, cuando se lo dije, se alegró muchísimo. Ese día me pidió que la follara por última vez. Cuando descargué en su coño toda mi leche, mi tía me cogió la cara entre sus manos y me dijo:

  • Me has hecho muy feliz, Iván... Eres un amante tierno y fogoso...Ahora debes marcharte y hacer feliz a tu novia...

  • ¿Ya no podré verte más?

  • Claro que sí, tonto... Pero no así... Es ley de vida...

Marta. Villa "Los nenúfares". 18h.

Menuda siesta me he pegado. Iván se ha comportado y me ha dejado dormir plácidamente. No está a mi lado. Debe estar tirándose a la bizca. ¡Qué vicio que tiene la tía! Me ha ido bien este descansito. Todavía me escuece el chocho pero parece -me lo toco un poco...¡ostras! ¡está empapado!- que ha bajado la hinchazón.

Maite me ha dicho que después de la siesta me iba a dar un masaje. Tiene la gerencia de una tienda "Yves Rocher" y hace todo tipo de tratamientos a las señoras de la alta sociedad lyonesa. Voy a ver. Me pongo un pareo que me tapa lo mínimo y salgo a buscarla. Me los encuentro a los tres en la terraza, tomando el sol, en bañador. Los vecinos deben estar de vuelta. Me acerco a ellos:

  • ¡Hola, granujas!

  • ¡Hola, guapa! -me contesta Javier.- ¿Has descansado un poco? -me siento sobre su hamaca y le pongo la mano sobre su paquete, sobándoselo. Al sentarme, se me ha salido una teta del pareo. Javier la recoge en su mano, la sospesa complacido: -Está calentita. -Dice y se pone a chuparla. Inmediatamente compruebo como se le pone la verga a punto.

  • Sí, gracias... Me ha sentado muy bien la siesta. -deslizo mi mano bajo su slip y le saco el cipote al aire libre. Tiene la polla hirviendo. -¿Vamos dentro? Me apetece...

  • Esta niña tiene el fuego en el cuerpo... -dice Maite levantándose y viniendo hacia nosotros.

  • Sí, joder... No podrías hacer algo para calmarla. -le pide mi Iván, levantándose a su vez y cogiendo a Maite por la cintura.

  • ¿Me vais a follar los tres? ¡Uééééé! -exclamo desatándome el pareo ante sus ojos atónitos.

  • ¡Aquí, no, joder! Que están los vecinos fisgonenando...seguro... ¡Venga, entremos! Voy a darte el masaje que te prometí... Y estos dos...¡Que miren!

  • ¿Sólo mirar? -pregunta Javier fingiendo estar decepcionado.

  • Ya veremos... -añade Maite cubriéndome con el pareo. -Si le quedan ganas a la niña...

Nos instalamos en un cuarto que Maite tiene habilitado como salón de masajes, con una amplia camilla sobre elevada en el centro de la estancia, un equipo de música, un par o tres de sillas, un lavabo, estanterias llenas de frascos de todo tipo y una vitrina de cristales oscuros que no dejan ver su interior.

Antes de que me lo pida, me quito el pareo y me quedo en bolas ante ellos:

  • ¡Soy toda vuestra!

  • Tranquila... No seas impaciente... Lo primero es lo primero. -dice Maite tomando un frasco blanco con un aplicador en forma de tubo cónico. -Vosotros...sentaos...poned música y preparadnos unas bebidas... Y tú, Martita, ven conmigo al baño...

  • ¡Uy, uy, uy! ¡Qué interesante!

La acompaño al cuarto de baño. Entramos y cierra la puerta tras de mí.

  • Voy a ponerte un enema, Marta...

  • ¿Un qué...?

  • Una lavativa, nena... Hemos de limpiarlo bien limpio este culito...

  • ¡Uf, qué fuerte! No tendría que...

  • Cagar y mear... Sí, claro... ¿No tienes ganas?

  • ¿Aquí, ahora...delante tuyo? Me da un poco de corte...

  • Tontina... Si no miro...

La verdad es que ya llevaba horas con ganas de giñar. Y esta tía me da un morbo que no veas. Si soporta el pestazo, allá ella. Me siento en la taza y aprieto con ganas, mordiéndome el labio inferior. Empiezo a sentir como el ojete se dilata y la punta del cagarro comienza a abrirse paso. La bizca me mira atentamente, uno de sus ojos concentrado en el oscuro espacio de mi entrepierna. Me levanto un poco, quedándome en cuclillas sobre la taza. Con las manos me abro las nalgas y vuelvo a apretar con más fuerza: el condenado se resiste a salir. Maite se acerca y se arrodilla hasta casi meter la nariz en la taza. Se ha llevado una mano a su coño. Se está masturbando viendo como cago, la muy guarra...

Se oye un sonoro "plof" al hundirse el obús marrón oscuro en el inodoro. Del impacto, diminutas gotas de agua le salpican la cara. Y entonces me pongo a mear; un chorreo dorado sale proyectado hacia delante describiendo una mágnifica parábola que se estrella en su cuello, dejándole el pecho empapado de orina. La puta reacciona rápido y en lugar de apartarse, hace como mi Iván y me acerca la boca abierta al coño, con la lengua colgando, deleitándose con la lluvia dorada que le ofrezco:

  • ¡Pero qué guarra eres, Maite! -se lo va tragando todo- ¿Está rico mi pis?

  • ¡Diviiiiiiinooooo! ¡Hiiiiiiiiiiiiiiiiii!

  • ¿Te me estás corriendo?

  • ¡Siiiiiiiiiii! ¡Hiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! -como chilla la tía.

  • ¡Uf, Maite! Me estás calentando al máximo...¡Cómeme el chumino!

¡Qué lengua tiene la zorra! ¡Directa al clítoris! ¡Qué gusto, señor, qué gusto!

  • ¡Yaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Yaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Ha sido uno de los orgasmos más rápidos de mi vida. Cortito pero brutal. Ahora, Maite observa con detenimiento mi vagina:

-  ¡Joder, tía! Parece un pimiento moruno...Lo tienes super escaldado... -me pasa la punta de la lengua por toda la raja- ¿Te quema?

  • Sí...Mmm...Un poquito... Pero también me gusta...

Se levanta y me invita a que me ponga a cuatro patas. Tira la cadena del water. Me pongo de rodillas sobre la esterilla que hay al pie de la bañera. Pongo el culo en pompa, me lo abro con ambas manos. Cierro los ojos y me preparo psicológicamente a lo que venga. Esta tía es capaz de limpiarme el ojete con la lengua. Pero no... Ha cogido un algodón de desmaquillage, lo ha untado de leche corporal y me lo aplica en el ano. Una agradable sensación de frescura me invade el cuerpo. Acto seguido, me inserta el pistón de la lavativa. Suelto un quejidito discreto. Y noto como el líquido me inunda el recto. Maite aprieta el frasco hasta que se oye un "slurrrfff" al vaciarse completamente de su contenido. Siento como se me contraen las tripas y me invade la impresión de que a la que saque el aplicador mi culo se va a convertir en un geiser.

  • Aguanta un minuto... -Maite me agarra las nalgas y las aprieta fuerte una contra la otra- ...Cuando no puedas más, siéntate deprisa en la taza...¿vale?

  • ¡No puedo másssss!

Me levanto rauda y me siento en el inodoro. Apenas un segundo después, mi culo se abre evacuando todo aquel líquido blanquecino. Una gran sensación de alivio me estremece y un ligero escalofrío me eriza los pelillos de los brazos. Los pezones se me han endurecido un montón. Me los pellizco suavemente ante la mirada oblicua de Maite. Toda yo estoy en ascuas. Ardiente como nunca.

Me coge de la mano y me lleva de nuevo hacia su particular salón de masaje. Al entrar, un agradable aroma de incienso oriental me llena las narices. Suena una musiquilla hindú. Javier se me acerca, desnudo. Le miro la polla. La tiene a medias. Me ofrece una bebida. Bebo. Es dulzona, altamente alcoholizada.

  • ¿Te gusta? Es afrodisiaco... -se agacha y se pone a mamarme una teta.

  • No creo que lo necesite...mmm...-le digo al sentir como sus dientes me muerden el pezón.

Observo a Iván. El sí que está empalmado. Veo como se acerca a Maite y le ofrece la misma bebida. Iván le desabrocha la parte de arriba de su bikini. Sus tetitas insignificantes están coronadas por dos minúsculos pezones color café. Iván se los come. Maite le sujeta la cabeza y le suplica que se los muerda. La lengua de Javier resbala por mi vientre, se entretiene en mi ombligo, se pierde entre el matorral hirsuto de mi pubis... Me doy la vuelta, flexiono el cuerpo hacia delante:

  • Mira como me ha dejado el culito, Javi, la puta de tu mujer...

Noto con placer su lengua en el ojete...Unos segundos...Y después, un dedo. Iván le está bajando la braga del bikini. Observo su monte de venus, depilado en forma de corazón. Los ojos de Iván se clavan en su coño, admirativos:

  • Veo que te gusta mi fufuna... Pero ahora le toca disfrutar a tu mujercita...

  • Me parece que la golfilla ya ha disfrutado bastante en las últimas 24 horas... -le dice Iván, atenazando su clítoris entre dos de sus dedos. A Maite se le ponen los ojos en blanco y suelta un soplido agudo como una serpiente de cascabel.

  • ¡Fffffiiiiiiii! ¡Quieeeeetoooo! ¡Javier, coño! ¡Deja de trabajarle el culo a la Martita!

Maite consigue que nos calmemos. Me hace acostar en la camilla. Pide a su marido que me vende los ojos. Este lo hace con un fular. Protesto:

  • ¡Oh! ¡Yo quiero mirar!

  • Calla, tonta... Así vas a disfrutar mil veces más... ¡Ya verás!

Joder, si disfruté. Una pasada.

Javier. Villa "Los nenúfares" Sábado 12 de junio. 7 de la tarde.

Conocí a Marta cuando empezó a salir con Jaime. La primera vez que la vi me pareció una jovencita descarada, con muchas ganas de marcha, muy directa. Aunque era diez años menor que nosotros dos, no se cortaba un pelo, lo que la hacía a nuestros ojos mayor de lo que era. Tres meses después de empezar a salir con él, con apenas diecisiete añitos, Marta quiso que se buscaran un piso de alquiler y que se pusieran a vivir juntos. Jaime aceptó, entre divertido y aterrorizado -pues estaba hecho un crápula de primera- y se instalaron en Barcelona, en pleno barrio del Raval, en un pisito bastante insalubre pero que les costaba una miseria de alquiler. Y Marta, Martita como a él le gustaba llamarla, se convirtió enseguida en una estupenda ama de casa.

Jaime se fue acomodando a la chica. Me decía que sexualmente era más bien discreta pero que tenía un enorme potencial de vicio. Lo intuía y lo iba viendo con el devenir de los dias y de las noches que pasaron juntos. De hecho, por aquel entonces, Marta era una aprendiz que no le hacía ascos a nada. Cada petición de Jaime, era aceptada por Marta con una risa divertida. Luego, nos encontrábamos para ir a tomar unas cervezas y él me lo contaba todo, con pelos y señales... Y yo iba albergando en mi mente esas imágenes con la esperanza de poder disfrutarlas con ella un dia.

Una de las anécdotas más excitantes que me contó Jaime fue la que liaron en el metro. Corrían los años setenta, y todavía no existía el aire acondicionado en ninguna de las cuatro líneas. A las seis de la tarde, cogieron el metro en Plaza de España. Se metieron en el vagon como sardinas en lata, sudando a mares. Jaime y Marta quedaron pegados, uno frente al otro. Marta, en lugar de agobiarse, se puso a frotar su pechera contra el torso de su amante y a besuquearle el cuello...

  • Marta... Me estás poniendo a mil...

  • ¿A ver? -con disimulo, ella dejó resbalar una mano hacia la bragueta de él, verificando que, efectívamente, su verga estaba como un palo. Se la apretó con la palma de la mano. -¡Hummm, cómo me gustaría pasar a mayores!

  • ¡Bebé! Si ya estoy sudando como un cerdito... Es insoportable...

  • Yo también... -con la punta de la lengua le lamía el sudor de la base del cuello, mientras que con la punta de los dedos le bajaba la bragueta. - Toooda sudada... Toda húúúmeda.

Jaime cerró los ojos y se mordió la lengua al sentir la mano de Marta adentrarse en su bragueta. Inmóvil, contó mentalmente las paradas que les faltaban. Cinco. Suficientes para correrse en su mano. Marta se puso a pajearlo presionando rítmicamente su capullo con el pulgar y los otros cuatro dedos.

  • Se te van a poner perdidos los calzoncillos, amorcito... Mejor paro, ¿no?

Jaime llevó su mano hasta la de Marta y se la bloqueó sobre su pija. Al mismo tiempo, abrió los ojos y se encontró casi cara a cara con un individuo de edad indefinida, de pelo canoso, entrajado, con un afeitado perfecto y sudando la gota gorda, también. Intercambiaron sus miradas. Extraño momento.

  • ¿Jaime? -habló Marta sin dejar de masturbar a su amado.

  • ¿Qué pasa?

  • Me están metiendo mano...

Jaime se miró perplejo al tipo que cubría la retaguardia de Marta. Este hacia ver que miraba a otro lado. Su calentura, física y mental, le impidió reaccionar con agresividad. Además,  Marta no cesaba de tocarle la polla y no parecía ni mucho menos ofuscada...

  • ¿Dónde, vida?

  • En el culo... ¿dónde va a ser? Me está sobando que no veas... ¿Cómo es? No quiero girarme ahora...

  • Parece un banquero... Cincuenta años... Con traje y corbata...

  • Vaya... Qué bien...

  • ¿Quieres que le diga algo?

  • ¿Tú quieres que pare o te da morbillo que le estén metiendo mano a tu bebé...? Porque a mí, lo que es a mí... Me está encantando... -concluyó Marta poniendo enfasis en su lúbrico toqueteo.

-  Como quieras, cielito...

Dicho esto, Marta apoyó su cara sobre el pecho de Jaime, haciendo que su culo quedará obviamente a la disposición de aquel señor. Este lo interpretó adecuadamente y deslizó la mano hasta la comisura de la falda y la metió entre sus muslos. Marta los separó lo suficiente para que aquella mano se adentrara veloz hasta sus bragas. El hombre miró un instante fugaz a Jaime y éste hizo un leve gesto de asentimiento.

  • ¡Jaimeee! Aaaa... Me está metiendo un dedo en la rajita... Mmmm...

El desconocido acercó la boca al oído de Marta y le susurró:

  • Tienes el chocho chorreando, preciosa... -y diciéndoselo le insertó un segundo dedo. Y añadió: - ¡Como me gustaría follarte!

Marta correspondió al piropo del hombre buscando con la mano libre su entrepierna. Tuvo un sentimiento de orgullo al comprobar que ese individuo estaba tremendamente empalmado. Y se puso a masturbarlo con fuerza por encima del pantalón de pinzas.

  • ¡Qué dura la tiene, amor! ¡Hummm, qué buenooo! Creo que me voy a correr muy pronto...Mmmm...

La excitación fue insoportable para Jaime. Cerró los ojos y apretó los dientes para disimular el orgasmo y se corrió en sus calzoncillos, dejando empapada de lefa la mano de Marta.

Las puertas del vagón se abrieron y una marea humana los propulsó hacia el exterior. El desconocido, sin embargo, se quedó en su sitio. Marta se giró, le miró fugazmente e hizo una mueca que quería decir "lo siento"; a la que él correspondió lanzándole un beso con la mano.

En esto iba pensando mientras observaba el masaje que mi mujer, Maite, le procuraba a Marta. Yo sólo deseaba una cosa: sodomizarla.

Continuará...