5.- Night Vision
Filial-Gay. Cuarto capítulo del libro On the play, cuenta la historia de Néstor, un joven que junto con su padre vive momentos de máxima pasión, disciplina y referencias en un mundo en el que tiene que aprender deprisa. Relaciones con amigos, primos, y desconocidos, rebeldía y chispas de vida en una serie que no te dejará indiferente. Yo elegí este tipo de vida y de nada me arrepiento, me siento plenamente complacido y agradezco cada uno de los minutos que me ha deparado compartir mi tiempo a tu lado. Continuación del libro On the Play. Capítulo anterior: An end has an start Puedes leer capítulos anteriores o continuar sin hacerlo.
5.- Night Vision
-Entonces, ¿tú te crees que yo me chupo el dedo?
Estoy en el despacho con mi padre, se ha enfadado conmigo, está mirándome a los ojos, con esos ojos suyos azules profundos, enormes, que me atrapan y no me permiten ni pestañear, esos ojos que me envenenan, me hipnotizan y me obligan a mirarlo sin alternativa es de noche, o era de día, no lo sé, no he salido de esta sala en mucho tiempo y no sé ni qué hora es, estoy desorientado.
-¿pero es que no me vas a contestar siquiera?
-Pa..papá , es que no me ha dado tiempo, no me ha dado tiempo pero me lo aprenderé, te lo prometo.
¿Cómo no me ha dado tiempo? Si tiempo es de lo que más dispongo, tiempo para no avanzar, para estar bloqueado, sin poder deshacerme de estas ataduras extrañas que me impiden cumplir con lo que me pide pero es que estoy desbordado, no consigo aprovechar ni un solo minuto, la playa ahí fuera llamándome en cada una de los lametazos que acarician la arena, el sol, los cuerpos, el olor a sal tiempo, estudiar, no salir, los libros, los ejercicios, mi padre ohhhh!
-Claro que te lo vas a aprender,- se queda mirándome y me grita- ¡¡sin cenar!!..., te quedas aquí sin cenar, después vendré a preguntártelo, - levanta su dedo a la vez que me agarra la nuca muy fuerte con la otra mano y pega su frente a la mía- ¡¡y si no te lo sabes la noche va a ser muy larga!!,¡¡te lo prometo!!
Me suelta de golpe y me quedo allí clavado mirándole.
-Joder - me vengo abajo absolutamente, estoy ya muy cansado, llevo encerrado en el chalé desde que llegamos, he ido dos veces a la playa en los cinco días que hemos pasado aquí, estoy sin móvil, sin Internet, sin ver a nadie y ya no puedo más , el bronceado que tengo es del flexo, estoy muy cansado, completamente machacado, con la moral por los suelos, esto es demasiado, nunca he estado tanto tiempo en este aislamiento y no lo soporto más, me pongo muy triste de golpe y deseo que esta pesadilla acabe ya, soy incapaz de seguir y las lágrimas me inundan los ojos, no quiero decepcionarle más, pero no puedo cumplir con lo que me exige, me dijo que me aprendiera dos temas de geografía y no he podido, no puedo más, es algo que no controlo, nunca me había pasado. Lo he intentado, pero estoy absolutamente agotado, nada entra ya en mi cabeza y por más que lo intento se hace más complicado. Además odio la geografía con toda mi alma y no entiendo porque debo memorizar esta sarta de tonterías. Nada parece tener sentido, el tiempo se ha detenido y yo me encuentro atrapado en este mal sueño. Las lágrimas se derraman por la cara como dos ríos imparables. Y todo se convierte en un mal sueño, en una tela de araña de la que no puedo soltarme.
Además mi padre ya no me quiere, no me abraza, no me besa, no pasea sus manos por mi piel, me ha castigado en la soledad, en la tristeza absoluta de la negación de sus caricias y eso es lo peor de todo, es lo más desagradable y esa idea se pasea por mi mente mortificándome cada minuto.
Me pasa los brazos alrededor del cuello, acerca sus labios a mi frente, me besa, lentamente y con fuerza, me aprieta en su pecho y allí ya me desmonto por completo porque no puedo más, me acuna lentamente y yo estoy enterrado en su camisa moqueando sin parar de llorar. Me siento solo en este momento, y no puedo aguantar más esta tristeza que se ha apoderado de todo mi ser.
-Eh, mojito, no llores, mira, te he dicho que si no te lo sabías la noche iba a ser muy larga, pero si te lo sabes la noche será también larga pero, en otro sentido.
-¿...puede valer, entonces?
Tengo miedo, estoy asustado, temblando y con la cabeza dando vueltas, está sentado en el sillón al lado de la lámpara y yo estoy frente a él apoyado en la mesa, porque he sido incapaz de estar sentado ni un minuto de los que me ha estado preguntando. Es muy duro conmigo, siempre lo es, me exige mucho, y estoy acostumbrado a tener que dar siempre más, lo peor es que no se si estoy a la altura de sus expectativas...
- Por favor, ¿puede valer?
Entrecierra los ojos, me mira como un gato, se humedece los labios, creo que todo va a cámara lenta, creo que está riendo, pero no lo sé, puede ser que no sea una sonrisa.
Se levanta, despacio, cierra el libro, lo apoya en el sillón, se da la vuelta, lleva una camisa blanca y un pantalón de tela fino, de color marrón muy claro, unos náuticos marrones.
-Vente a la habitación, vas a dormir conmigo, te lo has ganado.
Me lo ha dicho apoyando la barbilla sobre su hombro izquierdo, mirando de soslayo, cuando ya está en el quicio de la puerta, dándome la espalda, avanza hacia su habitación que se sitúa enfrente y que esta noche también será la mía.
Y la alegría hace que me tiemble todo el cuerpo.
Y siento tantas emociones dentro de mí que estallo en una carcajada a la vez que lo sigo.
Me tiene frente a él, está de pie junto a la cama, huele a Aqva de Bulgari, un olor botánico, pero fresco y agradable, de cerca puedo notar que ya tiene algo de color, él es de piel muy blanca, pero el sol le está marcando un tono tostado en la cara, en las mejillas, en la frente, las pestañas junto con las cejas se le están aclarando pero sus ojos celestiales siguen quedando muy bien enmarcados y despiden ese fulgor característico de un mar profundo, sureño y cálido. Me saca el polo de Custo verde claro que llevo puesto, lo arroja sobre la cómoda, sus manos recorren mi pecho, acarician mis pezones que adquieren una dureza de manera inmediata, no hay obstáculos, no tengo vello, es un espacio juvenil, liso y que aún se está definiendo, con sus yemas se pasea por la línea que se dibuja entre mis pectorales y se detiene en mi ombligo para posar sus dos palmas y acariciar plenamente todo mi abdomen, ahora se van hacia atrás y ascienden desde abajo hasta las escápulas, alisando mi piel que ha adquirido una sensibilidad extraordinaria, esas manos que resbalan hacia abajo, que parecen columpiarse en mi piel y se adentran en mi calzoncillo para apretarme los cachetes con fuerza y palpar mi carne con la energía que sólo ellas saben hacerlo.
No es posible explicar con palabras el estallido de placer que se ha concentrado en mi cabeza, en mi mente, en mis zonas íntimas, en mi pecho oleadas de sensaciones que invaden mi cuerpo y lo hacen vibrar poco a poco.
Se acerca a mí, se pasea por mi cuello con sus labios, noto su aliento debajo de mi oreja, su piel caliente, el roce de su bigote, los cabellos revueltos, canosos, rizados de manera desordenada contra mi cara imberbe.
-qué bien hueles, mojito.
Y noto que su temperatura asciende y como su entrepierna adquiere un tamaño considerable, como el volumen de su miembro ha alcanzado una dimensión mayor, y se aplasta contra mí para que esa sensación sea aún más plena, más consciente.
Saca sus manos de mis nalgas, se va hacia delante y desabrocha el cinturón, de tela, con rayas azules y blancas, ahora el botón del pirata vaquero que me llega a la rodilla quedándome un poco grande, y aparece mi calzoncillo blanco de Boss, de algodón pegado, con una cinturilla negra, que marca la enormidad de mi pene que lleva desde hace minutos babeando las mieles del placer sin poder contenerse.
Arroja el pantalón lejos de nosotros y mete una mano para apretar mi falo, esa mano hábil también se deleita en mis testículos, los masajea para comprobar que efectivamente están duros y prietos y que todo está a punto para recibir sus caricias, absolutamente dispuesto para gozar sin límite a su lado.
-Túmbate en la cama y no te quites el calzoncillo, mi niño.
Hago lo que me dice, mientras paso mi mano por encima de la escasa tela que no hace más que marcar mi paquete, en un intento de contener con leves caricias sobre la tela el volumen alcanzado, esa tela que se humedece y se estira con la presión que el miembro hace sobre ella, marcando un paquete enorme, que se curva paralelo a la línea de mi abdomen y pugna por salir más allá del tejido elástico que lo encarcela. Se quita la camisa, Brioni blanca con cuello y puño de rayas rosa pálido, aunque las mangas las lleva dobladas hasta el codo, aparece un torso ligeramente bronceado, con escaso vello, nada a decir verdad, nunca tuvo vello y el poco que tiene es canoso, con unas tetillas redonditas, llamativas, esponjosas. Un cuerpo maduro pero muy bien cuidado, una piel suave y caliente que sólo apetece lamer y besar. Subo con mis ojos y veo como se pasa la lengua por los labios al mirarme, no me quita ojo, y sobre todo no pierde un detalle de mi entrepierna, a la vez que la suya adquiere más consistencia.
Fuera el cinturón, marrón de piel, y a la vez los zapatos, de Lacoste, sin calcetines, fuera el pantalón de lino blanco, y asoma un calzoncillo de tela gris de Emporio, con el aguilote en la cinturilla. Y con un pene gigante dentro de él.
Se baja poco a poco el calzoncillo sin dejar de mirarme, mi cuerpo está tenso, húmedo, caliente, deseo que esté conmigo y mi pene palpita esperándolo y viendo como aparece su miembro, como un mástil, mucho mayor que el mío, gordo, duro, con las venas marcadas y sus testículos, como dos pelotas grandes y colgantes, su pubis con ricillos dispersos, canoso. En el que ya deseo hundir mi nariz y embriagarme con todos los aromas que su cuerpo reserva para mi deleite.
Me arrodillo sobre la cama cuando acerca su glande a mis labios, esos primeros segundos son eternos, noto como un escalofrío le recorre el cuerpo, como echa su cabeza hacia atrás y arriba y emite el primer jadeo al cielo y sus manos acarician mi pelo, sus dedos peinan mis sienes y me dirigen poco a poco más adentro, más adentro, hasta que todo está dentro de mi boca, saco parte de él para poder manipular con la lengua y jugar con sus sensaciones, saco parte de su miembro para concederle aún más placer y de nuevo volver a tragarlo sin detenerme, sin parar.
Mis manos acarician sus nalgas, suaves, casi infantiles, tersas, dulces, tibias, que están contraídas en una mueca de tensión que poco a poco voy masajeando hasta conseguir relajar y mover mis dedos por la raja que une sus cachetes y empezar a notar el calor de su ojal. Pero es complicado llegar porque no cejo en la labor de mamarle como él necesita y como yo deseo y se contrae sin poder evitarlo embargado de gemidos y sonidos ahogados.
Pasan unos minutos que podrían ser años en el medidor extraño del tiempo en el placer, empuja poco a poco con sus manos en mis hombros para sacar su pene de mi boca, que ante mis ojos aparece mojado, húmedo, enorme y palpitante, me mira a los ojos, está sudoroso, tiene los mofletes encendidos, los labios mojados porque sé que no puede evitar mordérselos y los ojos con la fuerza de la vida misma, brillando del placer infinito y reciente.
Me arranca el calzoncillo sin detenerse, en un movimiento rápido y calculado, se enrosca como una cuerda de algodón sobre sí mismo y lo arroja detrás de su espalda, mi pene se libera de la atadura y cae entre mis piernas como un garrote tensado.
Con un movimiento de sus cejas, con una mirada, sin palabras sé lo que quiere que haga, me voy hacia el final del colchón y pongo mis manos delante de las rodillas, a cuatro patas, mis pies están volando sobre el abismo de la cama, agacho la cabeza y miro entre mis piernas que permanecen muy abiertas, mi falo, como una estaca, próximo a mi vientre, goteando líquidos transparentes como si fueran saliva, que hacen hilos al caer, y que humedecen mi glande como si fuera una flor barnizada con aceites mágicos. Y más allá la sombra de mis testículos, pero lo que veo es su pene, enorme, que no para de masajearse, de acariciar para que esa consistencia hercúlea que tiene no pierda ni un milímetro de tamaño, y sus pelotas, colgando como dos pesos pesados, arrastrando la piel con ellas, con toda su munición guardada celosamente, dos pelotas de petanca en una bolsa ligera de seda... Se gira, veo su espalda, su culo, se le nota una leve marca del bañador, leve, pero definida sobre la cintura que le enmarca los cachetes como si fueran una obra de arte de una galería, y lo son. Se pierde de mi campo de visión y me concentro en las sensaciones, en la percepción del calor, del sonido, de los olores. Noto el placer invadiendo mi mente, imagino las sensaciones por venir y me distraigo en las emociones que se aproximan. Y de repente la música, llega desde el equipo, es mi música. Flame on Fire, el tema Night Vision, visión nocturna. Muy acertada, creo que es la más idónea, pero voy a decir algo cuando noto un líquido tibio recorriéndome mi agujerito, mi culo, algo suave y aromático, huele a coco, a mar, a agradable momento, a placer y a sensaciones desatadas.
Cuando ha vaciado medio bote sobre mí acerca su glande a mi esfínter e inicia un suave empuje. Me quejo, es un poco grande pero no pasa nada, siempre es así al principio, pero es la antesala del placer extremo.
-¿te duele, mi vida?
-N...no ve poco a poco no te preocupes.
Y así lo hace, con una ternura extrema, con el cuidado que sólo un padre prodiga a su hijo, a un hijo que ama, que adora y que desea que disfrute también. Y con absoluta lentitud va entrando en mí, y noto cada célula de su piel, cada arruga de su miembro y el calor de mis músculos trabajando y mi agujero dilatándose con cuidado y placer.
-¿te gusta?, ¿quieres que siga?
-Sí siií. Me gusta mucho, adentro, venga, entera.
Y sigue tal como le digo, después de eso empieza un movimiento de mete saca muy lento, tan lento que es imperceptible al principio pero que poco a poco adquiere velocidad y cuerpo y se convierte en un golpeteo de músculos y noto sus pelotas chocar contra mí, sus manos aprietan mi cadera, me abren los cachetes, me empujan al fondo su pene para que lo note en toda su extensión y pueda saber lo que es de verdad el placer y el ritmo es vertiginoso, pero de repente lo va deteniendo para ir más y más despacio, me quejo, quiero más deprisa:
-Nooo, poco a poco, mi niño. ¿Quieres que acabe ya?
-No pero me gusta más deprisa
-Shh, ya lo sé, pero es mejor prolongar las cosas que son buenas
Y de nuevo vuelve al ataque a la celeridad de los empujes, a la profundidad de su falo caliente y húmedo en mí, y no paramos de gemir, yo más que él, porque el placer es enorme, no puedo sentir nada más que cosquilleos inexpresables por la cabeza, por la espalda, en sitios indefinidos que descubro en cada acto a su lado, contraigo mis músculos en cada sacudida, me empuja tanto que mis pelotas golpean con las suyas. Y el ritmo desciende, para hacer que cada fibra de mi cuerpo note las descargas, que cada músculo sea consciente de este placer infinito, y sigo gimiendo y noto la humedad en mi pene, el calor en mi esfínter, su contacto cercano con mi piel, sus caricias, mi sudor, el fuego de los cuerpos, la temperatura de la sala y estoy empezando a sentir tantas cosas que no soy consciente de que el ritmo vuelve a aumentar sin parar, a una velocidad endiablada que no parece poder detenerse y es energía pura la que se destila de sus movimientos y clavo la cabeza en el colchón para que la profundidad sea mayor y la pasión alcance su clímax en los segundos siguientes en los que su leche llega a mis entrañas, como un río de poder que tiene un caudal tan grande que no parece parar nunca, y está con la mirada perdida en un grito ahogado mientras su esperma me llena absolutamente, todas sus semillas plantadas en mí. Y el tiempo parece haberse detenido colgado de un hilo del techo del cielo.
Me ha tumbado sobre la cama, la espalda apoyada, está abrazado a mí, son miles de besos los que me da, lo siento absolutamente ardiente, no deja de acariciarme y de decirme cosas dulces, tiernas, noto su bigote rozándome con la pasión de un enamorado, su barba incipiente que me despierta los sentidos al arrullar mi piel. Estoy embriagado de placer, noto que ya no puedo tener más sensaciones deliciosas, que mi cuerpo no puede contener más placidez, desliza su lengua por mis labios, la hace rodar por mi barbilla, y pasea por mi cuello, sus labios se aprietan contra mi piel. Son suaves, cálidos, sedosos, húmedos, tibios, dulces, y son todo para mí.
Desciende en un torbellino de sensaciones, ¿son sus manos ahora?, ¿es su lengua de nuevo?, ¿son sus labios?, ¿es su cara la que esculpe mi piel?... no lo sé. Sólo me dejo llevar por un montón de delicadas punzadas de placer que van recorriendo mis entrañas para corporizarse en un pene erecto, en una piel de gallina y en gemidos audibles desde lejos.
Tiene sus manos en mis testículos, y una de ellas se arrastra detrás de mis pelotas para palpar mi culo, mete un dedo, juega con mi anillo, que está muy dilatado y sensible, que está abierto y húmedo y que derrama aún su esperma, me retuerzo hacia el cielo de la habitación, me arqueo clavando la cabeza en la almohada y elevando mi mástil como un pendón que suplica una tregua, pero aprovecha para introducirlo en su boca y lamerlo, pasar sus labios por la suave piel, jugar con su lengua en mi glande, aspirar con pasión mi energía, que se revela en mi cuerpo como una marea incontenible, estoy gimiendo cuando otro de sus dedos me penetra con cuidado, entran y salen de mí, su otra mano va de los testículos a los cachetes apretando ambas partes de manera contundente y trayéndome a la irrealidad del encanto sensual, del deleite del erotismo. Mi culo contiene sus dedos y trata de escapar de ellos para introducir el pene hasta su garganta, pero también desciendo para que esos dedos entren más profundamente y aún pueda notar más cosas si eso es posible.
Su boca trabaja en mi pene como si fuera el caramelo más dulce del mundo, noto su aliento en mi pubis, su nariz golpea cuando mi miembro llega hasta el final del paladar, su boca es una cueva caliente, húmeda suave y tan acogedora que empujo de manera mecánica mientras noto el empapamiento en mi piel porque todo es cálido y tórrido en esa habitación, que parece perdida en el mundo, en el que sólo poblamos él y yo, y todo es pequeño al lado del inmenso placer, de las mareas de sentimientos, en las olas de satisfacción, en el deleite de la complacencia.
-Humm, me gusta... no puedo más... me corro
Y no contesta, con palabras, lo hace insistiendo en la mamada, yendo más y más deprisa y acelerando la corrida, imprimiendo una velocidad inusitada, es como una descarga eléctrica, creo que todas las fibras de mi cuerpo se han tensado, mi cerebro no puede responder, sólo consigo eyacular sin parar, creo que estoy gritando, los puños apretados, la voz sale entre mis dientes cerrados reteniendo mi aliento que está tan disparado como la contracción de todo mi cuerpo.
No para de chupar, ya no sale más, estoy vacío para él, creo que con mi esperma también se me ha escapado la vida, me noto caer en una paz tan absoluta que sólo percibo los latidos de mi corazón desbocado, en mi cabeza, en mis sienes, en el pecho, dentro de mí, noto como se arrastra a mi lado, como trepa apoyado en mi cuerpo y se funde estrechándose conmigo, su boca llega a la mía y con el abrazo de nuestra lengua percibo mi semen en su boca, que fluye de su hacia la mía, que se transmite en un juego de pasión caliente, en un beso mágico que él ha elaborado para mí, mi leche vuelve desde él, que me la entrega como un elixir extraño que me emborracha.
-¿te ha gustado?
-No...
¿No?
No,... me ha encantado, ahora tengo mucho sueño.
-Ya lo sé, mojitico, siempre te pasa, pero no te vas a dormir, vas a cenar algo antes de que caigas en ese sueño tuyo y te pierda.
Y a la vez que dice eso se pone en pie y se viste con su camisa y el pantalón, sin ropa interior, se enfunda los zapatos y sale por la puerta.
No puedo casi pensar con claridad, es todo una lucha para no dormir y para conservar las sensaciones cercanas en mi mente. Guardarlas en mi memoria, tenerlas como un tesoro en mi cerebro en ese lugar secreto de las cosas que son importantes y nunca deben disolverse en el mar profundo del olvido. Quiero tener siempre esta vivencia en mí, en mi interior.
Me pongo a tararear alguna canción inventada, o puede ser que ya exista, es como una borrachera de sueño y cansancio, me giro y noto como mi cuerpo pesa toneladas.
Llega a mi lado, me hace incorporarme:
-Vamos, come un poco, tienes que reponer fuerzas.
Un sandwich de jamón, un vaso de leche, dos galletas. Se sienta a mi lado.
Mordisqueo mientras lo miro, se está comiendo una galleta.
-Papá...
-dime cariño
-Te quiero mucho
Sonríe, me mira a los ojos. Es un padre, un padre especial, me quiere, me cuida, se preocupa y sobre todo me ama.
-Yo sí que te quiero, con toda mi alma.
Y creo que de nuevo es tiempo se ha detenido mientras las olas rompen a lo lejos.