48 horas con D. (Tercera parte y final)

Carla había venido a hacerse un trío con su amiga. Hasta ahí todo normal. Ahora se encontraba desnuda, subiendo a cuatro patas las escaleras del dúplex, guiada por su amiga con una correa de perro.

Carla había venido ese viernes a conocerme. Daniela le había hablado alguna vez de nuestra “relación” e incluso le había contado algunos detalles que habían despertado su interés, pero no podía imaginar cómo iban a discurrir los acontecimientos.

Esa tarde había disfrutado de un nivel de excitación y deseo que no conocía hasta entonces. Le acababa de comer el coño a su amiga, embadurnado de salsa de tomate y había aceptado que le pusiera el collar del perro y la llevase de la correa como a una perra. Notaba un tironcito en el cuello cada vez que subía un escalón hacia la planta superior del dúplex, guiada por Daniela. Desnuda, a cuatro patas, pensaba qué habría querido decir yo con eso de "la preparase". La preparase para qué? No había sido suficiente con lo que ya había pasado?

Cuando llegó al cuarto de Daniela su amiga la tranquilizó un poco.

D.: Ven, siéntate en la cama, te voy a quitar la correa.

C.: Y el collar?

D.: No, el collar has de llevarlo lo que queda del fin de semana, hasta que él te diga que te lo quites.

C.: Y mi ropa?

D.: Jajaja, no. Acostúmbrate a estar desnuda porque no creo que deje que te pongas nada.

Además, no hagas tantas preguntas y estate quieta que te voy a arreglar un poco.

La metió en la bañera y comenzó a limpiarla cuidadosamente con una esponja y agua templada. Luego la secó y la sentó otra vez en la cama con una toalla.

Sacó su kit de maquillaje y se dedicó a pintar cuidadosamente a su amiga. Nada excesivo, un poco de línea de ojos, los labios perfilados y algo de colorete. Muy suave todo, nada llamativo. Ya que iba a pasarse desnuda un día entero o quizá dos, al menos habría que mantenerla guapa, aunque seguramente se le correría pronto el rimel y la sombra de ojos. Entonces habría que darle un repaso. Pensó que se bajaría el kit a la planta baja para los retoques. También cogió una crema lubricante y un bote grande de crema hidratante para la piel.

Luego le repasó los pezones. Un poco de maquillaje y algún perfil en el contorno de la aureola.

Carla sentía un placer inmenso al recibir todos esos cuidados. Sentía un delicioso cosquilleo en el estómago y una excitación que iba en aumento.

El coño lo tenía bien depilado, así que no hacía falta nada más. A continuación le puso un pañuelo negro en los ojos y le susurró al oído:

D.: "Tranquila, si aguantas la sesión de hoy vas a entrar en un mundo que te va a gustar. Sé que has disfrutado viéndome entregada totalmente, sin importarme nada más en el mundo que recoger esa pelotita, eh?? Pues eso no es nada, ya lo verás".

D.: Otra cosa: no hagas nada que no se te pida. Esto tienes que tenerlo muy claro. No te puedes masturbar sin su permiso y te aseguro que te van a entrar ganas. Ya lo verás.

Le dio un beso en la boca, tierno, mojado y muy excitante. Carla se puso a mil con sólo pensar lo que podía pasarle. Además parecía que su amiga la había perdonado y que volvía la armonía entre las dos.

Esperó sentada hasta que se vistiera Daniela, que aprovechó para pegarse una ducha y limpiarse bien la parte interior de los muslos. Todavía quedaban restos de comida y no pensaba volver a llamar al perro para que se los quitase.

Cuando aparecieron las dos en el salón supe que lo íbamos a pasar bien esa noche.

Daniela se había plantado unas botas de tacón alto y un vestido ajustado con un escote que mostraba sus tetas en todo su esplendor. Las llevaba prácticamente fuera, aunque le pedí que se las sacara del todo, lo que hizo inmediatamente. Pero lo mejor no era la ropa, sino su cara. Era la imagen de la lujuria cuando permitió a Clara pasar delante suyo a cuatro patas, desnuda y con la venda en sus ojos.

D.: Perra, siéntate.

Clara se sentó en el suelo, como si estuviera de picnic. Daniela se agachó para recomponer su posición.

D.: No. Sobre tus rodillas, con el torso estirado y muestra siempre la palma de tus manos. Relajada, buena chica

Yo la examiné para ver si estaba como debía.

En cuanto me acerqué noté que movía levemente la cabeza como buscando algo. En cuanto le acerqué los dedos a la boca abrió los labios y sacaba la lengua queriendo chuparlos. Se metió mis dedos como si fueran una polla y los chupaba imitando una mamada.

Y.: Joder, está muy caliente la perra.

Y.: Dan, tráele unos zapatos a esta perra que quiero ver todo su cuerpo. Muéstrale cómo se anda con esos tacones.

Dan le puso unos zapatos de tacón fino, muy alto. Entonces empezó a domarla como si fuera un caballo. La hacía girar en con la correa mientras le propiciaba unos pequeños latigazos en el culo cuando hacía algo mal (“la cabeza más alta”, “ahora un saltito”, “levanta los brazos”..). Tenía una fusta de montar, que le habían regalado unas amigas hacía un tiempo y que sólo había usado para masturbarse con ella. Cada vez que recibía un golpe, Carla pegaba un respingo y soltaba un gritito. Daniela disfrutaba viendo que ahora la que era tratada como un animal era su amiga. Carla trabaja en una oficina y está acostumbrada a llevar ese tipo de zapatos, así que no lo hizo mal, a pesar de continuar con los ojos vendados.

Y.: Dan, ata a la perra contra la columna que vamos a empezar la sesión.

Carla se preparó para lo peor. Esa ridícula exhibición de su destreza con los tacones había sido sólo el principio. Dan le pidió que estirara los brazos para atarle las muñecas por encima de su cabeza. Muy cariñosa, le explicó que si no aguantaba más los latigazos debía pedir el último y ese sería el último que recibiría. Para ello debía sacar el dedo índice de la mano derecha. No podría hablar porque le metimos sus bragas en la boca con una cinta americana a modo de mordaza. Daniela estaría enfrente de ella, para besarla y consolarla si le dolía mucho y limpiarle las lágrimas.

Entonces comencé a azotarla con el cinturón y distinta intensidad.

Está claro que Carla estaba dispuesta a aguantar hasta el límite de sus posibilidades y lo hizo muy bien. Daniela la consolaba y le hablaba al oído entre cada tanda de azotes. "Venga aguanta un poco más". "Mañana te vamos a compensar por esto, ya lo verás". Vas a pasar un día inolvidable y las marcas se quitan pronto…. En realidad lo hacía cínicamente porque disfrutaba viéndola sufrir y lo único que quería era hacerla sufrir más. Por eso la mantenía excitada comiéndole el culo y acariciando su clítoris cuando yo le dejaba. Le marqué todo el cuerpo y la verdad es que con algunos golpes pensé que me había pasado, pero no hizo la señal.

Entonces le dije a Daniela que terminara ella.

Y lo hizo a base de bien. Carla no se imaginaba que podía tener una amiga tan hija de puta. La azotaba con el doble de fuerza que yo lo había hecho, sin contemplaciones y cada vez que le daba fuerte se acercaba por detrás y le escupía la cara, la insultaba o la amenazaba con hacerle mucho más daño o utilizar otro instrumento si rechistaba. Entonces la picaba: “venga, esto puede terminar en cuanto tú lo digas”.

Carla no podía hablar y sus gritos y aullidos se neutralizaban con las bragas que tenía metidas en la boca. Afortunadamente no había vecinos ese fin de semana, porque si no habría sido imposible....

Pero no hizo la señal. Quería demostrar a su amiga que valía tanto o más que ella, costase lo que costase. Después de un latigazo fuerte se meó encima. Su orina se derramaba por los muslos y formó un pequeño charco en el suelo. Era un signo inconfundible de que había que parar.

Y.: Daniela, vale ya. Desata a Carla y llévala a su cuarto que vamos a curarle las heridas.

Dan me miró enfurecida. En otras ocasiones yo no había parado hasta que ella me lo había pedido y ahora lo dejaba de repente. Le daba igual que se hubiera meado. Ella también se había meado en otras ocasiones y luego había acabado limpiando el suelo con la lengua, incluso al día siguiente y sin venir a cuento. Se lo tomó como una preferencia y no le hizo ninguna gracia. Desató a Carla y la ayudó a caminar hasta el cuarto de invitados.

Carla estaba destrozada. Le aplicamos bien sus cremas y la dejamos dormir boca abajo.

Periódicamente entraba Daniela para cambiarle las gasas y yo me acercaba y le susurraba al oído lo buena chica que había sido. La besaba cariñosamente e incluso me quedaba un ratito con ella para ayudarla a conciliar el sueño.

Entretanto Daniela y yo dimos rienda suelta a nuestra excitación. Habíamos disfrutado muchísimo ese día y eso se notó en cuanto nos quedamos solos. Follamos como animales durante toda la noche y sólo parábamos para ir a atender a nuestra invitada. Luego nos quedamos dormidos y despertamos a Carla al día siguiente.

Ya estaba muy recuperada y se le veía contenta. Le dimos el desayuno en la cama y se pegó una ducha, tras lo cual Daniela le hizo una comida de coño espectacular. Carla cogía la cabeza de su amiga y se apretaba contra su cara para frotarse con ella. Y Dan estaba entregada. Ya se habían acabado las disputas (de momento). Ahora empezaba a disfrutar con la situación, sobre todo porque cada uno estaba en su sitio.

Pasamos todo el día en la casa. Carla era nuestro objeto sexual y podíamos acudir a ella en cualquier momento y en la forma que quisiéramos.

La dejábamos atada contra un radiador o al lado de la mesa con un cuenco de agua en el suelo. Yo me acercaba a ella para recibir una mamada y se empleaba a fondo porque quería aprovechar todas sus oportunidades. Babeaba constantemente y cuando le acercaba la polla salivaba más y más para que fuese más suave y fácil la penetración en su boca.

Cuando nos veía follar se ponía muy inquieta. Quería participar, pero sólo podía mirarnos y esperar que fuésemos a por ella. No podía masturbarse. Como mucho le dejaba mover el dildo que le metí en el culo, sacarlo, chuparlo y meterlo otra vez, pero tenía prohibido tocarse el clítoris ni meterse nada en el coño. Su único disfrute era su culo y la posibilidad de que al menos la utilizásemos de alguna manera. Cada vez que tuve ganas de mear ese día lo hice en su cara.

Se hizo de noche y estábamos agotados. La pobre Carla estaba otra vez en la cama de la habitación de invitados, atada como se había pasado todo el día. Entonces la invité a venir al salón y le dije que había superado su prueba. Ya se habían acabado las reglas y la verdad es que no sabía bien que decir ni como comportarse.

Subió a la habitación de Daniela para mirar cómo había quedado su cuerpo marcado. Tenía todo el maquillaje corrido y el culo reventado por el dildo. Realmente no sabría decir si ese día había disfrutado, pero sentía que había merecido la pena. Olía a mierda, así que se pegó un baño muy relajante.

Bajó al salón, se sentó en el suelo, abrazaba a mi pierna. Elevó la cabeza, me miró a los ojos y comprobé se había escrito la palabra PUTA en la frente con el pintalabios de la amiga.

La acaricié, le di un beso. La dejé masturbarse. Daniela estaba dormida.

Cada vez me cuesta más elegir entre una y la otra. Espero mantenerlas mucho tiempo y que no se estropee la cosa con sus piques.

argentodario123@gmail.com