48 horas con D. (Segunda Parte)
Daniela trata de recuperar mi atención y se humilla hasta conseguir que Carla pase por el aro.
Esta es la continuación del encuentro que tuve con Daniela (D.), su amiga Carla (C.) y el perrito de la primera, que se llama Teo (T).
Daniela no estaba conforme con cómo había ido la cosa. Al poco rato de llegar, y sin hacer nada "especial" por merecerlo, Carla se había llevado todos los triunfos. Me había comido la polla, cabalgado a su gusto y habíamos terminado corriéndonos al tiempo sin necesitar nada más. Estaba claro que habíamos conectado.
Daniela se había quedado a medias y lo único que se le ocurrió hacer fue limpiarme la polla con la lengua una vez la saqué del coño de su amiga. Es algo que hacía siempre que follábamos juntos y, claro está, debía hacerlo esta vez también, aunque la verdad es que no estaba nada contenta de hacerlo. Cuando terminó, le aparté la cabeza y comencé a vestirme.
Daniela no sabía qué hacer. Se sentía incómoda y mientras Carla se arreglaba se fue al baño para lavarse la boca. Allí pensó que tenía que hacer algo, eso no se podía quedar así. Tenía que echarme ella un polvazo mil veces mejor y hacerlo delante de su amiga. Que se joda, como me he jodido yo, pensó.
Entonces decidió volver al ataque. Ella me conoce muy bien, estaba en su casa y eso le permitía jugar con alguna ventaja. Se le ocurrió que podía maquillarse de nuevo, pintarse los labios y bajar al salón con un vestido ceñido que sabe que me encanta, medias y taconazo. Ella sabe que así me pone cachondo enseguida. Así que lo hizo, entró en el salón donde estábamos sentados Carla y yo fumando un cigarro y hablando tranquilamente como si acabara de venir de la calle.
Y.: Daniela, qué haces?
D.: Nada....qué pasa?.
Y.: Para qué te has puesto con esa pinta?
D.: Para nada...no puedo o qué? estoy en mi casa....
Y.: Ven aquí, le dije. Quítate toda la ropa y te quedas sólo con las bragas. Quiero verte las tetas.
La frase le cayó como un mazazo. No se lo podía creer. No sabía qué hacer. Si debía hacerme caso o mandarme a tomar por culo y se sentía totalmente avergonzada de que la tratase así delante de su amiga. Era lo que le faltaba.... Pero me hizo caso. Al fin y al cabo había infringido una regla básica. Normalmente después de follar lo que me gusta es que se quede desnuda a mi lado y no que se vista con esa pinta y no tenía porqué hacer una excepción. Además todavía tenía pensado divertirme un poco más a su costa.
Y.: Dan, traeme el pintalabios que has usado.
Le flaqueaban las piernas, pero se levantó como le dije, subió al baño y me entregó el pintalabios.
Y.: Al suelo. De rodillas, y apártate el pelo de la frente.
Daniela miraba de reojo a su amiga, que contemplaba la escena sin decir nada. Se arrodilló delante mío como le pedí, abrí el pintalabios y le escribí en la frente: PUTA.
Y.: Y ahora ve a la cocina y traenos unas copas.
Obviamente ella no sabía qué le había escrito, pero se lo imaginaba. No era la primera vez que le dejaba claro de esa forma lo que era y cómo tenía que comportarse, pero haberlo hecho delante de Carla era mucho.
Sólo tenía dos opciones. O lo dejaba ahí mismo o se llenaba de orgullo y seguía adelante con todo. Y optó, otra vez, por esto último. Miró a Carla con una mezcla entre verguenza y altanería y le preguntó qué quería beber.
Ahora era Carla la que no sabía dónde meterse. Su amiga estaba siendo humillada delante suyo y ella iba a participar de todo. Estuvo a punto de marcharse, pero en el fondo quería saber cómo iba a seguir la cosa y, más en el fondo aún, sentía envidia al no ser ella el centro de atención. Así que se limitó a contestar:
C.: Un gin tonic, con una rodajita de limón, por favor.
"Con una rodajita de limón"..., el detalle retumbaba en la cabeza de Daniela mientras preparaba las copas. Qué hija de puta!.
Cuando regresó al salón, Carla y yo estábamos charlando y fumando un cigarro. Y así seguimos un buen rato mientras Daniela nos servía las copas. Se sentía ridícula con eso escrito en la frente, desnuda y en realidad sin ninguna gana de participar en una charla intrascendente. Carla le preguntaba cosas pero respondía siempre con monosílabos y cuando yo la miraba apartaba los ojos. Me gustaba mantenerla en esa situación y aguantamos así un par de copas, pero estaba empezando a cansarme.
Entonces vi la pelotita de juegos de T (Teo, el perrito de Daniela), debajo de la mesa del comedor y se me ocurrió la forma de involucrar a Daniela en la situación.
Y.: Dan, traeme la pelotita de Teo.
D.: Qué dices tío, para qué....
Y.: Daaan...
Es un juego que hacemos a veces. Tiene que ir a cuatro patas, coger la pelota y traérmela como si fuese una perra. Así puedo admirar su culo y sus tetas, lo que suele aprovechar muy bien para ponerme a cien, pero esta vez había testigos....
Volvió a mirar a Carla, para ver cómo reaccionaba. En realidad quería demostrarle la confianza que teníamos. "Eres una invitada a la que dan conversación por educación, pero el juego es CONMIGO". Y se fue a por la pelota, se metió debajo de la mesa, la cogió con la boca y me la trajo como una perrita. Era especialmente humillante porque al ir sin sujetador le colgaban las tetas y ella odia que le cuelguen las tetas. Pero lo hizo.
D.: Muy bien. Buena chica. Siéntate aquí en el suelo.
Carla no daba crédito a lo que estaba viendo. Trataba de mantener mi conversación, pero le sacaba de quicio ver a su amiga humillarse de esa manera cada vez que a mi se me ocurría tirarle la pelotita o echarle unos cacahuetes al suelo para que comiera. Y de algún modo percibió las intenciones de Daniela que pasaba completamente de ella y actuaba como si no estuviera. Así que decidió forzar la cosa. Cogió la pelota y la tiró para que fuese a por ella.
C.: Dan, ve a por la pelota, vamos...
Daniela me miró desafiante. No estaba dispuesta a cumplir esa orden. Mi respuesta fue clara, también, con la mirada.
Así que recogió la pelotita y la depositó a los pies de Carla.
Ahí no lo pude evitar y me entró la risa. Joder. Esta tía no tiene límite. Mi risa contagió a Carla que aprovechó para sentarse a mi lado.
Al poco rato comenzó a meterme mano en el pantalón. Estaba totalmente empalmado desde hace un rato y ella lo sabía. Nos empezamos a morrear en el sofá.
Daniela estaba desesperada. No podía ser que ocurriera otra vez lo mismo. Sabía que para mi era ella la que importaba y yo no dejaba de mirarla y acariciarle el pelo. Me podía recuperar, pero tenía que hacer algo definitivo, algo que yo no pudiera resistir.
Se puso de pie. Fue a la cocina. Cogió la olla de espaghetti que había quedado de la cena y regresó con ella debajo del brazo totalmente desnuda.
Cuando Carla y yo la vimos aparecer con eso en la mano no dábamos crédito. ¿se había vuelto loca?
No. Lo tenía muy claro. Se sentó contra la pared, se abrió de piernas y empezó a untarse de salsa de tomate y espaghetti el coño y los muslos. A continuación llamó a Teo con un timbre de voz angustioso, como si estuviera llorando.
D.: Teeeoooooo. Teeoooo. Ven!.
Y no venía.
D.: Joder, puto perro. Vamos, VEN!.
No aguantaba más esa situación lamentable, pero el perro no llegaba y me miraba desesperada
El perro estaba encerrado en la habitación de invitados desde la hora de la cena, precisamente por hacer lo que ahora le pedía su ama.
Carla no entendía nada. La dejé a medias y me levanté a soltar al perro que salió disparado en busca de la comida.
Olisqueó un poco al principio pero luego comenzó a chupetear el coño de su ama y a comerse los espaghetti.
Daniela se tapaba la cara con las manos. No podía verlo. Había traspasado todos los límites que podía imaginarse y todo por llamar mi atención y recuperar su papel.
Y la verdad es que lo consiguió. Nos quedamos alucinados con la escena. El perro se cansó pronto y se fue, mientras Daniela estaba apoyada contra la pared toda pringada de salsa de tomate. Entonces vi la cara de Carla, que también había llegado a su límite. Miraba a su amiga con la lengua fuera. Necesitaba algo más. Ya no le valía un simple polvo, por bueno que hubiera sido. Necesitaba romper sus límites
Y.: Carla, desnúdate y ve a comer los restos que ha dejado el perro.
Esa orden la liberó. En realidad la estaba esperando desde hacía tiempo. Quería ser ELLA la que estuviera allí desnuda con la palabra PUTA en la frente y humillada como lo había sido Daniela. Lo necesitaba. Estaba deseando participar de todo, así que no se cortó un pelo. Se desnudó por completo y se acercó gateando a comerle el coño a su amiga.
En ese momento pude ver la cara de felicidad de Daniela. Había ganado y Carla había pasado por el aro. Una vez que la tuvo entre las piernas me miró sonriendo porque sabía que si había aceptado esa orden iban a llegar muchas más y ella había recuperado su lugar. Entretanto se aseguró de tener su primera corrida de la noche gracias a lo bien que Carla manejaba su lengua. Chillaba como una loca de felicidad y de excitación.
Carla se dio la vuelta y me miró como me acercaba a ella con el collar y la correa del perro. Ayudé a Daniela a levantarse y nos dimos un abrazo y un morreo increibles. Me había demostrado muchas cosas esa noche. Le pedí que pusiera el collar a Carla y que la subiera a su cuarto para prepararla. Ahí empezaba una larga noche para Carla.
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