48 horas con D.

Me había preparado un fin de semana idílico, con un trio incluido con su mejor amiga. Pero las cosas se fueron torciendo. Compartir el plato con el perro supuso un límite, que acabará por traspasar.

Estuvo toda la semana preparando mi visita. Quería agradarme y tenía algunos planes como ir a la playa, salir a cenar, presentarme a algunos amigos, etc. etc.

También hubo otra preparación. Cada día iba al trabajo como le pedí. No vestía así normalmente, pero esa semana lo hizo como si yo la estuviera vigilando a través de una camarita: minifalda, medias, liguero, taconazo y un top que le marcara bien las tetas.

Resultaba ridículo entrar asi en la oficina, se tropezaba a menudo, era imposible andar con esos tacones por la calle, pero no le importaba. Su única obsesión era enviarme la foto para que pudiera comprobar que había hecho los deberes. Y masturbarse varias veces al día, con las mismas bragas, para luego mostrármelas mojadas, como le había pedido

Me recogió en el aeropuerto. Sandalias de cuña, de tiras, que dejaban ver sus preciosos dedos, minifalda espectacular y un escote impresionante. Nadie le quitaba el ojo de encima. Es alta, 35 años, pelo moreno, cuerpazo, se llama D.

Me pidió que condujera su coche. LLevaba toda la semana deseando ese momento, entregarse a mi después de tanto estrés en el trabajo (tiene varios inútiles a su cargo) y que fuera yo el que pusiera las reglas a partir de ese momento. Como prueba de que había seguido mis instrucciones se quitó las bragas, sucias de todas las corridas de la semana, y me las entregó para que las oliera y me las quedara. Se sentía relajada, por fin.

Le pedí que se masturbara durante todo el camino a su casa. Quería tenerla a punto y verla disfrutar en el coche, sin que llegara a correrse. Estaba deseando hacerlo, abierta de patas sin importarle las miradas de los conductores en el peaje de la autopista, se acariciaba las tetas y se relamía los dedos con sus flujos. Ella también quería calentarme, me dijo que estaba decidida a hacer todo lo que yo le pidiera ese fin de semana y que había invitado a una amiga que seguro que me iba a gustar.

Tiene un piso de dos plantas  En la planta de arriba el dormitorio y en la planta inferior un cuarto de invitados, el salón y una cocina americana. Se bajó del coche casi desnuda, muy caliente de nuestra conversación en el viaje y me ayudó con la maleta. Nos recibió su perrito T. muy contento de ver gente nueva por allí. Según entramos nos magreamos y me pidió que la follara contra el espejo de la puerta de entrada, pero quería disfrutar un poco más de su primera entrega así que le comí el coño en el suelo, se corrió y e pedí que se vistiera para la cena.

Dejé las cosas en el dormitorio y preparó la mesa y la cena. No se curró gran cosa el menú, pero suficiente. Bajó a centar con un vestido negro muy ajustado, sin medias y unos tacones de siete centímetros que sólo se pone para ocasiones especiales. La cena y la conversación eran agradables, yo bebía agua y ella un vino blanco excelente.

A la tercera copa de vino le pedí que se quitara toda la ropa y continuara cenando desnuda. Se apartó un metro de la mesa para que la viera bien cómo se quitaba todo y lo dejaba en un mueble auxiliar cerca de la mesa. Dejó su collar de perlitas, brazalete y varios anillos, que se había puesto (como si fuéramos a salir a la calle, pensé) y sólo se dejó los tacones que le dan algo de confianza. Se sentó otra vez, un poco avergonzada. Cruzaba una pierna en la silla y dejó la otra colgando. Sus tetas se veían algo caídas, lo que no le gusta nada, pero son tersas y suaves. Continuó cenando como si nada, con una buena conversación.

De segundo había preparado spaghetti bolognesa, que sirvió en dos grandes cuencos. Le pedí que dejase los cubiertos a un lado, quería verla comer de forma más natural. Se quedó un poco sorprendida. Empezó a comer la pasta haciendo una pinza con los dedos y a morderla para que resultara más manejable. Y no se le daba mal, pero no me había entendido. Me levanté de la mesa, me puse a su espalda y le hundí la cara en el plato de pasta con tomate. No se había imaginado que le podría hacer eso. Cuando levantó la cabeza, no daba crédito.

D.: Joder tío, como te pasas. ¿Qué te crees, que soy una cerda? Vienes aquí a follar y te crees que puedes hacerme cualquier cosa??

Decía todo eso muy tranquila, con toda la cara pringada de tomate. Me hizo gracia. Como toda respuesta le volví a meter la cabeza, con más fuerza, en el plato de spaguetti, a continuación lo retiré y eché los restos en el plato de comida de T.

Y.: Ahora mismo vas a comerte esos spaghetti en el suelo, como la perra que eres.

Me miró alucinada. Le estaba pidiendo que comiera en el plato de su perro. En eso se iba a convertir el fin de semana idílico que me había preparado. Pero no pudo negarse. Estaba en situación de ventaja. Me había desplazado muchos kilómetros para verla y ella sabía de que palo iba yo. Se lo tomó como uno de sus límtes, pero quería demostrarme que era capaz de todo.

Bajó de la silla a cuatro patas y se acercó hasta la pared hasta el plato del perro. Y comenzó a comer de él, mostrándome al tiempo su espléndido culo y su coño.

El perrito (T.) intentaba robarle algunos trozos chupeteando alrededor de la cabeza de su ama, lo que todavía le resultaba más humillante. Ella le apartaba, no podía soportar esa situación. Quería terminarse cuanto antes su plato y volver a la mesa como una persona normal. Pero no era tan fácil. Tenía que masticar, tragar los spaguetti y apartar al perro al mismo tiempo, todo ello observada por mi. Nadie nunca la había llevado hasta tal límite y le chorreaban flujos por los muslos. En realidad quería que me la follara allí mismo y así acabar con esa humillación.

El perro perdió interés por la comida, le llamaba más la atención el olor del coño de D., se situó detrás y empezó a chupetearla. Estaba muy cachonda, pero no pudo con eso.

D.: Por favor, no me hagas esto. Retíralo, por favor.

Tenía toda la cara llena de tomate, pero pude identificar la desesperación en sus ojos. Era demasiado. Guardé al perro en el cuarto de invitados.

Cuando volví al salón, casi se había acabado el plato y volvió a la mesa a cuatro patas como se había ido. Se fue a sentar en la silla, pero ya no era el momento. Me la follé contra la mesa, por detás, fuerte. Le agarraba los pezones mientras le recordaba que había incumplido su promesa de hacer todo lo que le pidiera. Tenía el coño empapado y eso facilitaba el movimiento. Me daba las gracias. Permití que se corriera allí mismo, frotándose contra el lateral de la mesa de madera.

D.: Perdón por lo del perro, pero es que me supera. Eso no lo puedo hacer de momento. Si quieres me preparo para la próxima vez, perdón.

La puse de rodillas y me corrí en su cara y en su pelo.

Y.: Vuelve a la mesa, aún no hemos terminado. Y cambia de tema, no quiero estar hablando de tu perro toda la noche. Ya veremos lo puta y cerda que puedes llegar a ser.

Terminamos de cenar de un modo extraño. Yo estaba totalmente vestido con el traje, chaqueta y corbata de turno y ella desnuda y con toda la corrida por la cara que no le dejé quitarse hasta que se secó.

D.: ¿te apetece tomar una copa?

Y.: Vale, ¿Cuándo llega tu amiga?

D.: Debe estar al caer, y no quiero que me encuentre de esta manera (no me extrañó, se fue a duchar).

Hasta ese momento había conseguido de D. casi todo lo que me había propuesto. Y la cosa sólo podía mejorar si se apuntaba su amiga (C.), aunque no la conocía de nada.

Cuando entró por la puerta, C. me decepcionó. Tenía pinta de no haber roto un plato en su vida. Y yo no tenía ganas de tonterías, así que pensé que se había jodido la noche y tendría que darles conversación a las dos hasta que se pirase a su casa y poderme quedar a solas con D. otra vez. Nos sentamos los tres en el salón y todo parecía normal hasta que me fui al baño.

A la vuelta, me encuentro a las dos comiéndose la boca en el sillón como si fuera la última vez que iban a hacerlo en su vida.

Cuando me senté en el sofá, C. se puso un poco nerviosa. D. me puso la mano directamente en la polla. Ya estaba excitado, pero la sensación de tener a dos mujeres a tu lado enrollándose entre ellas como si no hubiera nada más en el mundo me puso a cien.

Y entonces vino lo mejor. D. se quitó una de las gomas de pelo que llevaba en la muñeca y le hizo una coleta a C. Luego se hizo otra coleta para ella misma. Me bajó la bragueta y le metió mi polla a la amiga hasta la garganta. Se empeñó en explicarle todos los detalles de cómo me gusta que me la chupen (aparte de verles la cara). Le explicaba que debía adorar mi polla, chuparla, ensalivarla y sólo cuando yo se lo pidiera metérsela hasta el fondo.

Lo hacía genial al muy poco tiempo, por lo que D. empezó a temer por su puesto . La apartaba para mamarme la polla, pero C. aprovechaba para comerme los huevos como nunca nadie lo había hecho. Se acercó a mi cara y me metió un morreo espectacular. Se subió sobre mi polla y empezó a follarme apretando su pelvis contra la mia y moviéndose en círculos, como una diosa.

D. no daba crédito. Ahora resulta que su amiga le iba a joder el fin de semana. Se merecía un castigo. Y lo tuvo.

(Continuará).

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