43.1 Las deudas son para pagarlas

Se colocó dando la espalda a Faustin para mover su culito haciendo círculos, se acariciaba sensualmente las nalgas y se daba sonoras palmadas en ellas, se inclinaba y se las abría ligeramente dejando adivinar el tesoro que escondía en el fondo de su raja.

Estábamos en el comedor de la fábrica y contesté la llamada aunque algo contrariado, tuve que levantarme de la mesa y retirarme caminando hacia la puerta, mis compañeros me miraron intrigados. Antes de dejarle con la palabra en la boca  hice un gesto de disculpa a André que me estaba hablando.

-Sí, dime puedo hablarte.  –había visto la llamada entrante de Nico.

-Daniel, tengo que proponerte algo, primero me disculparé por llamarte a esta hora. Mira, tenemos pendiente nuestra visita a Dunkerque, podría ser un buen momento para ir el fin de semana próximo, ¿qué te parece?  -sinceramente me parecía muy bien, pero habían pasado tantas cosas desde que lo proyectamos y además vendría Gonzalo el viernes.

-Nico sería magnífico pero Gonzalo estará aquí.  –se le escuchó una risa cascada.

-Por eso te llamo con tiempo, podremos pasar unos días juntos, con él también y llevaré a Lorian para que respire el aire marino y salga de la ciudad, no me digas que no, te encanta comer pescado y creo que allí hay de lo mejor.

-Tendré que hablarlo antes con él, no hagas nada hasta que te llame,  te noto mal la garganta, tienes que cuidarte.  –tampoco me disgustaría salir de la ciudad y dar largos paseos por la playa, y respirar el olor marino a yodo que tanto extraño.

-No te preocupes de mi garganta ni del hotel, ya sabes que se me da bien buscar hoteles, tú habla con Gonzalo y convéncele, seguro que no te resultará difícil, te quiero Daniel.  –mi pobre chico, no sabe lo que hacer para tenerme contento, y me rompe el corazón verle tan preocupado por mí, yo también le echo de menos.

-De acuerdo, ahora te dejo, voy a terminar de comer y seguir trabajando, cuida tu garganta, y no digas que me repito. Besos Nico, yo también te quiero.

A la salida del trabajo hablaría con Gonzalo para saber lo que él opinaba, terminé de comer y parecía que André se había olvidado de lo que me estaba hablando.

Hice mis recados y cuando llegué al estudio hablé con el padre de Ray que aún no había marchado. Se recuperaba muy bien y esperaba venir uno de estos días hasta aquí para darme las gracias.

Después de preparar las cosas de mi casa y bañarme me dispuse a llamar a Gonzalo, le encontré alegre y muy efusivo en su saludo.

-Amor, que pronto me llamas hoy, envíame un beso.  –hice lo que me pedía y rió contento al escuchar el ruido que producía mi boca.

-Gonzalo, he hablando con Nico, me pregunta si queremos pasar el fin de semana en Dunkerque con él y Lorian.  –Gonzalo solo conocía a Lorian por lo que me ha escuchado hablar de él, le explico como habíamos planeado hacía tiempo pasar un fin de semana en ese pueblo de la costa.

-Va a ser un poco difícil, estamos en Semana Santa, mis abuelos van a España y quería estar con ellos estos días e ir el sábado a Lille y el domingo volver a recogerles.  –le notaba un poco violento, seguramente por tener que negarme ese viaje.

-No importa, Nico  y Lorian pueden ir el viernes y esperar a que nosotros vayamos el sábado, el viernes y lunes son festivos en Francia, pero como tu desees no tenemos el compromiso de hacerlo.   –se crea un pequeño silencio, está pensando en mi propuesta.

-Dile a Nicolás que de acuerdo, ellos que hagan lo que deseen y nosotros vamos el sábado.  –acordamos algunos otros pequeños detalles y luego hablamos de nosotros.


El trabajo había transcurrido normal y estaba esperando a la tarde para hablar con Nico y terminar de concretar lo que había acordado con Gonzalo. Quedó de acuerdo en lo que Gonzalo proponía y no teníamos mucho más que hablar, nos despedimos

Reía divertido de la pelea que mantenía Rafael con otros dos chicos en los vestuarios y en la iba perdiendo.

-Dejadle, dejadle ya, se ha rendido.  –los traviesos chicos querían seguir divirtiéndose a su costa, sus doce o trece años no les permitía ver el límite y que la broma había llegado a su fin.

-¡Joder!, que fuerza tienen.  –se levantaba del suelo donde lo habían mantenido sujeto ayudado por las manos tendidas de los chicos, tenía que volver a la ducha en compañía de los otros combatientes, estaban desnudos los tres y sucios de haberse revolcado en las no tan limpias baldosas.

-Evans me vuelve loco.  –me miraba serio aunque la risa se le escapa por los poros de la piel.

-¿Qué haces, ahora vas todos los días a estar con él?  -de mi  taza de té rojo salían volutas de vapor, me gusta caliente pero no tanto y lo soplé.

-Claro que voy todos los días, ¿tú sabes las nalgas que tiene y las cosas que sabe hacer?  -vuelve a hablar con su tono despreocupado logrando que ría con ganas.

-Espero que no abandones los estudios con tanta fiesta.  –hace un gesto displicente quitando importancia a mi observación.

-Sabes que para mí no es problema, mi coeficiente me tenía que servir para algo.  –ahora su gesto se vuelve preocupado.

-Me gusta mucho tu amigo, quizá demasiado, no quisiera llegar a más que pasar buenos momentos con él, como amigos, pero no te preocupes que no va a sufrir, Evans está de vuelta de todo.  –en esos momentos pensé: -¡Ojalá! ¡Qué sea así y no os causéis daño el uno al otro!-

-¿Vendrás mañana a bailar? Paul me pregunta muy frecuentemente por ti, le has gustado como pareja de baile.  –recordé en ese momento la deuda sin pagar que tenía contraída con Faustin, y que me lo encontraría allí como todos los miércoles, lo cierto es que no dejaba de pensar en ello pero procuraba apartar ese pensamiento de mi cabeza.

Me hería tener que realizar un acto de ese tipo a la fuerza, aunque fuera moralmente me dolía y humillaba, lo cierto era que Faustin no resultaba un hombre desagradable en el aspecto físico, me molestaba tener que someterme forzado.

-Iré, tengo que saldar una deuda, o negociarla, pero sí, iré. ¿Tú viste algo de lo que sucedió el jueves pasado en la fiesta que tenéis los estudiantes?  -me miraba ligeramente sorprendido.

-He escuchado a Ramón y su novia, que hubo disturbios y que la gendarmería cargó contra algún grupo violento, nada que ahora no suceda con cierta frecuencia.

Le explique lo que había pasado con Rayhan y lo que pretendía Faustin de mí.

-¿Y te vas a dejar follar por él, así, por esa tontería? Tenías que hablarlo con Evans, él le conoce muy bien.

-No quiero meter a Evans en este problema que es mío, ya recurro para otras cosas a él, tengo que buscar la solución por mí mismo.  –después de un rato salíamos para casa, el atraso en los relojes para la adaptación a la hora de verano en Europa, producía la falsa impresión de que el día era más largo cuando seguía teniendo veinticuatro horas. Al salir pasó su brazo por mi hombro y me apretó contra él.

-De todos modos no es un gran problema, el poli no esta tan mal y puede hacerte feliz un buen rato, o me lo pasas a mi.  -soltó una carcajada mientras se reía como un tonto abrazándome más, sabía que era una broma de las suyas y sonreí, pero no me gustó.


A media mañana del miércoles recibí una llamada de Joel, mi mentor, estaba ya en Bristol, se encontraba trabajando y comenzando a tener los primeros contactos con lo que iba a ser su labor durante los próximos meses, me dijo sin insistir, como si fuera una idea que tuviera sin concretar, que le encantaría tenerme colaborando con él en la puesta en marcha de la instalación.

Había estado dando vueltas en mi cabeza a lo hablado con Rafael ayer, tenía que negarme a cumplir los deseos de Faustin. No encontraba la fórmula mágica y solo veía la negación sin más motivo ni argumento.

De una manera u otra tenía que resolverlo y olvidarme del asunto de una vez, no podía estar todo el día pensando en lo mismo. Pero una cosa son los propósitos y otra el que puedas cumplirlos, seguía pensando en lo mismo cuando me encontré con Rafael en la Grand Place para tomar algo antes de coger un taxi que nos llevaría a la fiesta.

Había bailado alguna pieza con Paul que me llevó a la pista con prisas, ese día tenía ya dos compromisos de trabajo y no sabía el tiempo libre que le quedaría. Volvimos a nuestros asientos en la mesa y encontré a Telmo al que antes no había visto, Rafael estaba desaparecido.

-¿No viene Faustin hoy?  -me senté a su lado dándole un beso en la mejilla.

-Seguro que vendrá aunque se retrase un poco.  –me debió ver un poco nervioso.

-¿Qué te sucede?, te veo inquieto y sudoroso, supongo que será por el baile, Paul te exige como si estuvieras todos los días ensayando como él.  –me acerqué a él y le hablé quedo al oído.

-Tengo que hablar con Faustin.  –le expliqué a grandes rasgos lo que pretendía y que no sabía cómo enfocar mi negativa, sujetó mi brazo y me giré. Faustin estaba en el mostrador, al principio de él; notaba su mirada puesta en nosotros, mejor dicho puesta en Telmo, como si el ángulo de su mirada se hubiera reducido a pesar de la distancia y a mí no me viera, no estaba en su punto de mira.

Telmo se levantó para ir hacia él y yo le seguí, permanecía sentado en un taburete alto con un ancho vaso del que bebía y mantenía constantemente en su mano.

-Me alegro de que otro cliente no te haya reservado, pensaba que estarías trabajando, mejor así.  –se dirigía a Telmo en exclusiva y me ignoraba como si no existiera o fuera menos que un papel tirado en el suelo. Me miró despectivo, en un proceder que no era el habitual de otras veces.

-¿Ya te has cansado de bailar?  -por fin se dirigió a mí.

-Tenemos que hablar, creo que no voy a poder cumplir tus deseos y tenemos que encontrar otra fórmula de resarcirte.  –me miraba sin deseo alguno o no lo mostraba.

-No hay otra manera, para mí no, pero puedo escuchar tus propuestas. -había comenzado a acariciar el trasero de Telmo con desgana y este se apoyaba en su pierna pasando su mano por ella.

-No es mi idea el obligarte a hacer lo que tú no desees. Tú verás lo que interesa, estás en tu derecho y eres libre de no cumplir tus compromisos…,  -calló un momento mirándome con fijeza, en su boca flotaba una abyecta sonrisa.

-También deberías tener en cuenta que tu amigo pertenece al grupo de los débiles…, es vulnerable y puede ser que la próxima vez no tenga tanta suerte. -era cclaramene un chantaje lo que pretende pero tiene toda la razón. Parecía divertido al verme en una posición de desventaja y jugaba a someter mi voluntad. Mi amor propio pudo más.

-Está bien será como deseas, ¿te parece que sea ahora, en este momento?  -Telmo se había separado de él y nos miraba nervioso.

-No te preocupes precioso, no has perdido a un cliente esta noche, seguro que a Daniel le encantará ver tus dotes de seducción y aprender de ti lo que me gusta.  –creí ver una sonrisa de satisfacción en su cara.

-Voy un momento al aseo, ¿me acompañas Daniel?  -entendí que deseaba que fuera con él y le seguí hasta los aseos del personal.

Me miró de frente en la zona de lavabos.

-Tienes que prepararte, a veces es violentó y no te va a mimar y permitir que te relajes, ni siquiera para recibirle cuando te la meta, le entretendré mientras preparas tu culo, tiene una verga muy gorda y la usa sin piedad con el que tiene debajo suyo.

Me dejó solo con una crema que me entregó, me la apliqué en el ano y estuve unos minutos metiendo los dedos en mí culo dilatándolo, no resultó muy dificil, era una crema especial, dilatadora entre otras funciones. Cuando volví a la barra Telmo estaba cumpliendo con los preliminares de su trabajo y se frotaba erótico contra el cuerpo de su cliente.

Se separó para adelantarse unos pasos y venir a mi encuentro, me sujetó de la mano y nos colocamos al lado de Faustin, este no se movió del mostrador hasta que terminó la consumición consiguiendo que mis nervios estuvieran estrujándome el estómago.

La habitación a la que me llevaron era parecida a las que estaba acostumbrado a ver en los monitores que tiene Lucas en su despacho, algo más grande, moderna y lujosa, con una zona de estar y una inmensa cama en el centro.

Telmo debía saber muy bien cuál era su función, abrió un mueble bar y preparó una bebida que entregó a Faustin, este había tomado asiento en una de las butacas y se la cogió comenzando a beber, escanció una bebida desconocida por mi en otras dos copas y me ofreció una de ellas.

-No, no me apetece beber.  –Telmo seguía con la copa en su mano sin atenderme.

-Es mejor que lo bebas, por favor hazme caso.  –su mirada era de súplica y le cogí la copa, sabía ligeramente a alcohol pero no era muy fuerte, tenía un sabor metalizado que resultaba agradable al paladar, y después de probarlo bebí el resto de un trago. Noté unos efectos extraños, primero en mi estómago, luego como un calor que se iba extendiendo por todo mi cuerpo, y entré en un estado de eufórica excitación hasta el grado de hacerme pensar que había bebido más de la cuenta.

Telmo se había quitado la ropa y permanecía de pie bebiendo más lentamente su copa, tenía un cuerpo de adolescente perfecto, pero sin definir aún para nada, quizá nunca lo llegaría a hacer, como si se hubiera quedado en un camino intermedio entre niño y adolescente, su pene estaba erecto y vibraba ligeramente, era una verga pequeña, de unos quince centímetros, la tenía muy excitada y se le señalaban algunas azules venas. El vello en la base era escaso y no veía más en todo su cuerpo, luego vería que algo sí que tenía en sus axilas, aún lo recordaba de aquella primera vez en el despacho de Lucas, adorable e impecable en su belleza.

-Termina ya y comienza tu trabajo.  –me había entretenido mirando su bonito cuerpo cuando restalló grave la voz dominante de Faustin. Telmo comenzó una extraña danza, o eso me parecía a mí al no haber música que yo pudiera escuchar, debía sonar en su cabeza.

Movía con suavidad las caderas un poco redondeadas y su verguita saltaba en el aire al moverse él. Faustin se había quitado la chaqueta y comenzaba a desabotonar con parsimonia los botones de la camisa con su mano izquierda, en la derecha sostenía el vaso que llevaba a su labios, sus ojos permanecían fijos en la figura del danzante. Me alargó el vaso para que se lo sostuviera sin mirarme, se lo cogí y lo deposité en la mesa.

Al igual que él comencé a mirar al bailarín de otra manera, a ver la sensualidad de sus movimientos cuando adelantaba las caderas, como si estuviera metiendo su pene en algo que le complaciera, porque se mordía su gordezuelo labio inferior mientras cerraba los ojos en un gesto de sensual provocación que apetecía llegar hasta él y comerle su roja y henchida verga.

Se colocó dando la espalda a Faustin para mover su culito haciendo círculos, se acariciaba sensualmente las nalgas y se daba sonoras palmadas en ellas, se inclinaba y se las abría ligeramente dejando adivinar el tesoro que escondía en el fondo de su raja.

Comencé a notar mi excitación cuando la polla empezó a dolerme reclamando que la liberara de su encierro, el otro espectador se había abierto la bragueta del pantalón y se acariciaba el pene que, en su posición de sentado, no me pareció tan grande, tenía todo su peludo pecho y vientre al descubierto, tenía la mayor pare del cuerpo cubierto de pelo negro y duro.

Notaba una extraña excitación en mí diferente a la que me era normal. Dirigía la mirada al cuerpo imberbe de Telmo, luego miraba hipnotizado como la punta del pene, muy roja, asomaba en el puño de Faustin que le masturbaba, sacaba de él un flujo ligero y baboso, hacíéndole brillar la punta y después que escurriese por su mano.

-Desnúdate, ya has tenido bastante aprendizaje, ahora ya sabes lo que tienes que hacer.  –la voz de Faustin me sacó de mi abstracción, y mecánicamente comencé a quitarme la ropa que iba tirando en la butaca donde reposaba la de Telmo. Tenía mi verga toda empalmada, terriblemente excitada y una vez desnudo me coloqué al lado del bailarín.

Comencé a imitar lo que le había visto hacer, mi vergüenza inicial se evaporaba sin darme cuenta, y quedó eclipsada ante mi excitación del momento viendo a mi compañero, deseaba comportarme como él y realizar imitándolo sus morbosos contoneos, semejábamos dos jóvenes huríes en el paraíso bailando la danza del vientre en movimientos más lentos.

-¡Joder! Mira lo puta que eres, lo presentía, no necesito conoceros, os reconozco de lejos.  –no me importaban los obscenos comentarios con los que a partir de ese momento nos obsequiaba, no me importaba porque lo que más me hacia sufrir era desear verme atravesado por su rabo, este engordaba y cogía consistencia alcanzado el tamaño que me había indicado Telmo y que no veía antes.

Tiró hacia adelante su cuerpo colocando el trasero al borde de la butaca, y ahora me impresiono lo que veían mis ojos, su verga era grande, no más larga que la de Gonzalo pero la duplicaba en grosor, la rodeaba la longitud del tronco una enredadera de venas sobresaliendo de la piel hinchadas, era un monstruo por el que se me caía la baba, de su base colgaban dos testículos como jamás había visto, muy parecidos a los de Ray, tremendos, y la pelambrera rizada que lucían les aumentaba el volumen.

Esa posición resultó una orden para que mi compañero me llevara de la mano y nos colocáramos de rodillas ante él, cogió la verga con sus dos manos y no cabía en ellas, salía cantidad de precum que quitó con los dedos para llevarlo a su boca, luego me ofreció su dedo para que lo lamiera y no dudé en chuparlo. Por eso, cuando comenzó a hablar, supe que era cierto lo que decía.

-Así, putitas comerme la polla, ¿os gusta?, disfrutad de un auténtico macho, mamadla zorras, empezad. –sus palabras en lugar de ofenderme me excitaban más y más hasta terminar mamando como un loco ese trozo de carne caliente, oloroso, sabroso y tierno a la vez.

Me sabía a gloría y a mi compañero de mamada también, era una disputa de bocas que chupaban, de lenguas de se deslizaban a los largo de la verga sin descanso enredándose entre ellas, que se peleaban por lamer sus fluidos de macho y besar adorando aquel enorme y delicioso falo.

Nuestras bocas se encontraban al final y nos besábamos envolviendo el gordo capullo entre nuestros labios, llegando a chupar nuestras lenguas antes de volver a chupar y lamer desde los gordos testículos hasta la punta de su polla, a Telmo le gustaba masajear sus cojones y a falta de ellos mi mano se deslizaba por su pecho y su vientre acariciando el relieve de sus abdominales debajo de sus pelos.

-Vale ya, os está gustando demasiado la verga de vuestro macho, el que necesitáis tener en este momento, pero vosotras no estáis para disfrutar si no para dar placer a vuestro hombre.  -su risa sonaba ofensiva al igual que sus palabras, pero poco importaba ahora que sentía llegar el momento de que esa terrible polla me atravesara. Se levantó de la butaca y Telmo ya sabía lo que tenía que hacer

Me levanté siguiendo los movimientos de Telmo que se dirigió a la cama y se arrodillo en su borde, bajó el culo pero sacándolo en ofrecimiento a la verga que venía detrás de nosotros, adopte la misma postura, quería ser penetrado ya,  antes de que lo fuera mi amigo, disfrutar de sentirme lleno del tamaño animal que era su polla.

Faustin se estaba terminando de quitar el pantalón y el bóxer, miré entre mis piernas el gigantesco falo que venía hacia nosotros, a tomar posesión de las dos hembras rendidas que ponían el culo a su disposición y para su placer.

Comenzó a golpear con la verga la entrada del culo de Telmo, no se había quitado la camisa ni tenía intención de hacerlo, el sonido de un fuerte golpe rompió el silencio, antes de que me llegara el dolor sentí el ruido, había golpeado en una sonora palmada mi trasero y a continuación escuche el hondo gemido de Telmo, gire la cabeza para ver que tenía los ojos cerrados muy fuerte y se mordía los labios, imaginé que se la estaba metiendo.

-Despacio, por favor, despacio.  –le escuchaba murmurar a la vez que sentía en mi trasero una segunda nalgada.  Al golpe le siguió una sardónica risa.

-Disfruta ahora maricón, aún no ha llegado tu hora. –los quejidos de dolor de Telmo se volvieron sordos gemidos de placer, de vez en cuando volvía a golpear mis glúteos que ya no me dolían, se trababa de un calor que arrancaba en mis nalgas y llegaba a mi cabeza pasando por mi insatisfecho culo que demandaba su ración de verga.

Ésta llegó de improviso, escuché un.   -¡Ahh! –que salía de la boca de Telmo y a continuación su polla rozando en la entrada de mi ano. Sentí como si me desgarrara, entró de golpe y sin detenerse arrastrando mi recto hacia dentro, Un profundo y lacerante dolor que me atravesaba todo el cuerpo me dejó sin respiración y llegó a mi cerebro haciéndome ver las estrellas de dolor, de mi garganta brotó un grito desgarrado.

-Parece que esta puta no había sido aun cogida por un buen macho. –escuchaba lo que decía entre sueños, perdido casi en la inconsciencia del dolor, no la dejó quieta, quería destrozarme y lo estaba consiguiendo, entraba y salía con violencia mientras emitía gruñidos paladeando su placer salvaje, la victoria sobre el más débil.

-Sóbame los huevos. –su orden fue ejecutada al momento, podía notar, a pesar del dolor, como Telmo aplastaba sus huevos contra mi perineo, estaba comenzando a dejar de sentir el fuerte dolor que me contraía cuando se clavó en mi culo llegando con su verga a lo más profundo de mi ser, allí comenzó a descargar sus cojones que Telmo exprimía con su mano para que le saliera todo y se vaciara.

Estuvo así, clavado y sin moverse como un minuto, y sin más la sacó y salió de mi cuerpo, las lagrimas salieron de mis ojos cuando sentí que deseaba que siguiera dentro, el cabrón había conseguido lo que quería, hacerme sentir una mierda deseoso de su hombría aunque me causara daño, aunque me reventara por dentro. ¿Le odié en ese momento?, no es verdad, me odiaba a mí mismo.

Comenzó a abotonarse la camisa, cogió mi bóxer y se limpió con él la polla, soltó una carcajada y lo tiró encima de mi espalda sobre el cuello, después de colocarse su ropa, se quedó mirándonos un momento. Seguíamos arrodillados en el borde de la cama, con nuestros culos desmesuradamente abiertos, el mío aún boqueando de deseo no satisfecho y escuchaba los gemidos de Telmo.

-¿Te creías superior a las zorras que hay aquí?  Eres peor que ellas, a partir de ahora ya sabes lo que es un macho y puedes tenerme cuando quieras.  –continuaba riendo cuando atravesó el dintel de la puerta y la cerro a sus espaldas al salir.

-¡Bastardo!  ¡Maldito! -fue el murmullo que se escapó de mi boca cuando salió por la puerta.

Con mi bóxer que tenía colgado del cuello, donde había caído rezumando su leche, me limpié el culo del que manaba su semen y me dejé caer al lado de mi amigo.

Telmo se giró hacia mí y acarició con su mano mi rostro, pasaba el dorso de su diestra hasta llegar a mis labios, se acercó y beso la comisura de mi boca donde segundos antes depositaba los dedos.

-No sé cómo puedes soportar a un tipo tan infame.  –volvió a besarme de nuevo y se apartó de mi para mirarme a los ojos.

-Siempre no se porta tan brutal, te quería humillar y por eso ha resultado tan bestial su trato.  –lloraba de rabia por dentro y tuve que morder mi labio para no gritar de cólera.

Claro que me había humillado, y me había hecho ver cuán bajo había caído en mi autoestima y orgullo, me juré que nunca más volvería a ser de él, aunque no quedara otro hombre en el mundo no volvería a sentirme tan indigno y despreciable.

Temblaba sollozando de rabia y humillación, y Telmo quería consolarme acariciándome el pecho.

-¿Has visto, como nos ha tratado? Como si fuéramos objetos, ha descargado su leche en nosotros y nos ha dejado tirados.  –Telmo permanecía en silencio acariciando mi abdomen.

Seguirá…